Querido jefe Narciso

Von SuperbScorpio

2.3M 137K 32K

*Historia ganadora de los WOWAwards 2017* -¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó é... Mehr

Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Capítulo treinta y nueve
Capítulo cuarenta
Capítulo cuarenta y uno
Capítulo cuarenta y dos
Capítulo cuarenta y tres
Capítulo cuarenta y cuatro
Capítulo cuarenta y cinco
Capítulo cuarenta y seis
Capítulo cuarenta y siete
Capítulo cuarenta y ocho
Capítulo cuarenta y nueve
Capítulo cincuenta
Capítulo cincuenta y uno
Capítulo cincuenta y dos
Capítulo cincuenta y tres
Capítulo cincuenta y cuatro
Capítulo cincuenta y cinco
Capítulo cincuenta y seis
Capítulo cincuenta y siete
Capítulo cincuenta y ocho
Capítulo cincuenta y nueve
Capítulo sesenta
Capítulo sesenta y uno
Capítulo sesenta y dos
Capítulo sesenta y tres
Capítulo sesenta y cuatro
Capítulo sesenta y cinco
Capítulo sesenta y seis
Capítulo sesenta y siete
Capítulo sesenta y ocho
Capítulo sesenta y nueve
Capítulo setenta
Capítulo setenta y uno
Capítulo setenta y dos
Capítulo setenta y tres
Capítulo setenta y cuatro
Capítulo setenta y cinco
Capítulo setenta y seis
Capítulo setenta y siete
Capítulo setenta y ocho
Capítulo setenta y nueve
Capítulo ochenta
Capítulo ochenta y uno
Capítulo ochenta y dos
Capítulo ochenta y tres
Capítulo ochenta y cuatro
Capítulo ochenta y cinco
Capítulo ochenta y seis
Capítulo ochenta y siete
Capítulo ochenta y ocho
Capítulo ochenta y nueve
Capítulo noventa
Capítulo noventa y uno
Capítulo noventa y dos
Capítulo noventa y tres
Capítulo noventa y cuatro
Capítulo noventa y cinco
Capítulo noventa y seis
Capítulo noventa y siete
Epílogo
Tu Querida Agathe y QJN+18

Capítulo doce

27.2K 1.9K 359
Von SuperbScorpio

Quedábamos tres tras la marcha de Henri Gauguin, quien, para su sorpresa, había sido eliminado tras las varias alabanzas a mi humilde trabajo, con las cuales él, altivo, estaba segura de que no coincidía.

El chico asiático y la diseñadora de Chanel se estaban observando entre sí, antes de hacer lo mismo conmigo.

Solo iba a formar parte de los Selectos el mejor de aquella última prueba, mientras que los otros dos irían a su casa, no antes de haber firmado un contrato de confidencialidad que iba a mantenernos la boca cerrada sobre aquellas pruebas si no queríamos que nuestra carrera como diseñadores se destruyera tan rápido como nuestra reputación, algo de lo que yo todavía no había disfrutado.

Estaba tan nerviosa que mis rodillas parecían reacias a mantener el peso de mi cuerpo. Sentía que me caía y, aunque llevara más de tres horas de pie frente aquella mesa y bajo la atenta mirada de Claudine Laboureche, mi cuerpo debería de haber soportado tanta presión de haber sido una situación completamente normal.

—Bienvenidos, finalistas, a la última prueba de esta ardua selección —introdujo Claudine, gesticulando con exageración—. Como los tres sabréis, mi hermano, Narcisse, el dueño y director general de Laboureche falleció horriblemente hace unos meses —informó, y yo casi me atraganté con mi propia saliva—. Su nieto, César, rechazó el puesto al verse poco capacitado para ejercer de director a sus cincuenta y seis años, así que el heredero del imperio que mi madre creó está siendo regentado actualmente por mi sobrino bisnieto, Narcisse Laboureche.

Aunque todos ya conocíamos aquella despedida información, eventualmente mencionada en las revistas y programas de moda, Jonhyuk pareció extremadamente nervioso ante aquella declaración, incluso más que yo.

Empezó a repiquetear la punta de su pie derecho contra el suelo a la vez que hacía lo mismo con sus dedos contra la mesa de madera.

—Siendo él el hombre que va a dirigiros si conseguís entrar en esta prestigiosa familia, he decidido que él vaya a estar presente en esta prueba. Por eso mismo, lo que hagáis, va a estar dedicado única y exclusivamente a él —continuó Claudine, mirándonos a los tres con una asombrosa seriedad—. Tendréis que confeccionar una corbata, una prenda tan formal como necesaria para Narcisse Laboureche, totalmente a vuestro gusto, aunque también al suyo. Va a ser él quien elija al ganador y voy a ser yo quien decida quién queda en tercer y último lugar.

Mi corazón empezó a latir con mayor rapidez. No hacía falta ser médico para saber que iba a morir infartada si no lograba tranquilizarme un poco.

El heredero Laboureche jamás había hecho una aparición en público. Su identidad era absolutamente secreta y ningún miembro de la socialité francesa había sido tan misterioso a ojos de la prensa como lo llevaba siendo Narcisse desde el día de su nacimiento.

Su padre, César Laboureche, había sufrido el acoso de los medios durante toda su infancia y adolescencia y eso le había resultado tan extremadamente traumático como para poder mantener a su heredero en el anonimato, así como para desaparecer él mismo de los focos, ocultando su vida privada y su familia de toda la prensa rosa.

Muchos habían especulado sobre la paternidad de César, alegando que había tenido más de un hijo, tal vez alguna chica entre sus retoños o tal vez Narcisse, el heredero, había sido el único entre ellos. Nunca nadie lo había logrado averiguar.

—Tendréis en total noventa minutos para diseñar y confeccionar desde cero una corbata con plena libertad —dijo, antes de que las puertas por las que ya habían pasado varias modelos se abrieran, para nuestra sorpresa.

Apareció en la sala un hombre en sus entrados cuarenta, con los ojos pequeños y bastante juntos, la nariz grande y aguileña, que señalaba sus labios finos, casi imperceptibles desde donde me encontraba yo. A pesar de su supuesta juventud, el hombre tenía entradas en su cabello castaño, el cual lucía más de una cana probablemente provocada por el estrés que, aquel señor menudo y de barriga prominente, soportaba.

Me quedé callada, con las manos pegadas a los muslos y la espalda extremadamente recta, esperando ver la reacción de mis compañeros y contrincantes, los cuales parecían igual de sorprendidos que yo.

El hombre nos dirigió una cálida sonrisa a la vez que nos observaba, tan vez un par de segundos de más a Jonhyuk que a los demás. No le di importancia, pues aquel chico no era de mal ver.

Si no recordaba mal, el heredero de la empresa de moda más lujosa de Europa no debía superar los veinticinco y, tal como habían declarado algunos miembros de la élite parisina, Narcisse Laboureche era el más bello de los especímenes con el que se habían cruzado jamás.

Sin embargo, aquel que estaba junto a Claudine, desde luego, era uno de los hombres menos agraciados con los que me había cruzado jamás.

—Voy a ausentarme durante esta prueba para no tener una premonición de lo que va a ser vuestro trabajo final y, por eso mismo, he invitado a Jean-Jacques Humbert, uno de mis más fieles Selectos. Él va a ser quien os supervise estos noventa minutos —pronunció Claudine con elegancia, colocando una mano en el hombro a aquel señor.

Dicho esto, la jefa del taller se marchó, dejándonos a solas con el Selecto, quien, por alguna razón, seguía observando a Jonhyuk, como si acabara de tener un flechazo y no pudiera ocultarlo.

Jean-Jacques nos indicó la cuenta atrás antes de permitirnos empezar a trabajar, en un tono solemne aunque ligeramente divertido, como si vernos en aquella situación le resultara simpático.

Mis manos se empezaron a mover hábiles por la mesa, preparando la máquina de coser y las telas que iba a utilizar en tan poco tiempo que ni siquiera Jean-Jacques había podido sentarse en el taburete que Claudine se había preparado en el centro de la sala.

Me senté junto a la máquina, empezando a esbozar lo que iba a ser mi corbata, olvidándome por completo de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.

Hacía tiempo que no confeccionaba una prenda masculina, probablemente desde la universidad. En la tienda de vestidos de novia tan solo realizábamos ropa femenina y yo, en la intimidad de mi hogar, tan solo diseñaba para Lady S y para mí misma, así que no se me hizo fácil recordar las dimensiones que debía tener la corbata por cada uno de sus lados.

Las telas que había cogido eran ambas violetas. Tenía en mente superponerlas para obtener un mejor resultado, por muy tedioso que pudiera parecer al principio, y, por eso mismo, había empezado ya a recortarlas.

Jean-Jacques nos miraba a todos con determinación. Observaba cómo nuestras manos se deslizaban por las telas y cómo nuestros dedos ya heridos guiaban las agujas sobre nuestras corbatas.

A pesar de lo incómoda que me resultaba su sola presencia, mi mente no podía parar de volver a centrarse en mi proyecto, el cual sostenía entre mis manos, tomando una preciosa forma.

El tiempo pasó demasiado rápido para todos y tuve que contenerme para no gritar cuando Jean-Jacques indicó que ya habían pasado los noventa minutos.

Tardé un par de segundos en desviar mi mirada de mi casi perfecto trabajo hacia el de mis compañeros.

La señora Delacroix había dejado una pajarita completamente plateada sobre su mesa, tan desordenada que me costó ver su resultado final.

Por el contrario, Jonhyuk tenía entre sus manos una asombrosa creación azul bordada con pequeños lunares rojos casi imperceptibles, pero que, a su vez, la dotaban de una laboriosidad y elegancia que tan solo él podía desprender.

El Selecto realizó una corta reverencia antes de darse la vuelta y desaparecer por la misma puerta por la que Claudine entró segundos después, sonriente, permitiéndose observar nuestros trabajos al fin.

Bajé la mirada hacia mi corbata, admirando el resultado e intentando pensar en otra cosa que no fueran mis pocas fuerzas y mi creciente mareo.

Sentía que iba a caerme de un momento a otro. Necesitaba que aquello terminara de una vez por todas, fuera cual fuera el resultado.

Agarré mi collar y amuleto de la suerte entre mis manos y recé a quien fuera que estuviera escuchándome que me ayudara una vez más, la última de todas.

Cerré los ojos e intenté expulsar todo el aire acumulado en mis pulmones, a la vez que soltaba el colgante del escorpión y dejaba caer mis manos sobre la mesa, alrededor de mi sencilla aunque elegante corbata, la más tediosa de todas las prendas que habíamos realizado aquella tarde.

Claudine acaparó toda nuestra atención cuando se aclaró la garganta, señalando la puerta con una sonrisa todavía más amplia y aclamando un aplauso que yo no pretendía dar:

—Tengo el honor de presentarles al heredero de esta flamante empresa, de esta imparable marca y este inigualable estilo de vida —declaró, claramente orgullosa—: Narcisse Laboureche.

Fue entonces cuando le vi entrar, con la barbilla levantada, soberbio e impoluto en su traje gris, mirándonos con frialdad y determinación, tan digno como tan solo una persona de su nivel podía hacerlo.

Era tan hermoso con el hoyuelo de su barbilla, sus largas y espesas pestañas, su cabello castaño y rizado y sus lunares en el rostro, destacando todavía más lo único que era aquel hombre en su conjunto y la perfección que aquello suponía, de la que él era plenamente consciente.

Lo que yo no entendía, sin embargo, era por qué aquel hombre que decía ser el dueño de Laboureche compartía cada mañana el transporte público conmigo, siendo él quien era y teniéndolo todo a su disposición.

Narcisse Laboureche era el chico del bus.

Weiterlesen

Das wird dir gefallen

31.8K 3.2K 36
Rebecca chica popular y novia de un chico atlético con sus amigas irin y Heidi las hermosas de la universidad chicos ricos que le hacen la vida impo...
9.4K 1.1K 21
Harry despues de la guerra se sentia solo,todas las personas que amaba habian muerto. Su tristeza lo consumio y tomo una desicion que le daria una nu...
1.2K 278 47
Y es que... A fin de cuentas, el pasado hay que soltarlo, hay que cerrar la herida y volver a ser tú mismo, sanando aquello que un día te destruyó pa...
4.1M 274K 74
Una mujer, que por miedo a no tener a quien amaba junto a ella, oculto su verdadera identidad. Hace cuatro años , Alexander abandono en un descampado...