Soy adicta al sexo Wattys 2014

By EstherLpezFernndez

1.5M 50.3K 4.8K

GANADORA de los Premios Watty 2014, categoría Erotismo - Homoerótico. Eri es una chica decidida y con caract... More

Prólogo.
Capítulo 1. Una noche... diferente.
Capítulo 2. "La Prima Vera".
Capítulo 3. A casa.
Capítulo 4. Una visita... esperada.
Capítulo 5. Tarde de chicas.
Capítulo 6. Noche de acción.
Capítulo 7. El descanso.
Capítulo 8. #Di-amante en bruto...
Capítulo 9. Café con las chicas.
Capítulo 10. Un imprevisto...
Capítulo 11. Sinceridad, comida y un tío muy guapo.
Capítulo 12. El Sol y el Ave Fénix.
Capítulo 13. La maleta.
Capítulo 14. Barajas.
Capítulo 15. Nueva York.
Capítulo 16. De paseo.
Capítulo 17. Cena de negocios.
Capítulo 18. Las vasijas.
Capítulo 19. La penúltima.
Capítulo 20. Buenas tardes...
Capítulo 21. D y E.
Capítulo 22. "Mi dulce Eri..."
Capítulo 23. No quiero llorar...
Capítulo 24. Solo quiero llorar...
Capítulo 25. Rosas blancas.
Capítulo 26. See you later?
Capítulo 27. La "barbacoa" del sábado.
Capítulo 28. La inauguración (1ª parte).
Capítulo 29. La inauguración (2ª parte).
Capítulo 30. Ya habrá tiempo...
Nota:
Capítulo 31. La inauguración (3ª parte).
Capítulo 32. ¿Estaré muerta?
Capítulo 33. Aclaraciones...
Capítulo 34. Water night (1ª parte). Adicta a ti.
Capítulo 35. Water night (2ª parte). Más adicta de lo normal.
Capítulo 36. Desde siempre.
Nota:
Capítulo 37. Final (1ª parte).
Epílogo.
Notas de la autora.
Nota de la autora.

Capítulo 38. Final (2ª parte).

18.8K 889 209
By EstherLpezFernndez

Capítulo 38. Final (2ª parte).

Las gigantescas lunas de perigeo que han anunciado para este verano parecen haberse adelantado; ya que hace escasos minutos, todos los comensales han disfrutado de lo lindo con la salida, por el horizonte, de la mayor luna que muchos de ellos recordaban haber visto, jamás. Además, doblemente bella, con sus tonos azafranados. Yo la he disfrutado desde el balcón de mi dormitorio y cómo no, he aprovechado para hacer unas cuantas fotos.

Tanto ha sido así que entre arreglarme y preparar la canción, por pocas, si no llego a la hora indicada por Esteban para darle la sorpresa a Vera. Y yo que pensaba sorprender a todos con los regalitos que les traje de Nueva York… Ahora me siento como una tonta, pero bueno, supongo que en algún momento de la noche, tal vez cuando todos estemos un poco más borrachos y llegue esa parte tan típica y tópica, de la exaltación de la amistad, donde todos nos abrazamos y nos repetimos lo que nos queremos, a pesar de lo poco que lo decimos en el día a día, tal vez entonces se dé el momento oportuno, para repartir los souvenirs.

Salgo tan atropelladamente de la casa que se me engancha un tacón en el bajo del vestido y a punto estoy de rodar por el césped. “¡Eso sí que sería una sorpresa!” Iba a estar digna de ver, con el precioso vestido de satén negro enrollado al cuerpo, el recogido despeinado y enseñando el culo.

Muevo la cabeza de lado a lado, para hacer desaparecer los malos pensamientos. Respiro profundo, me yergo y me encamino hacia el cenador del piano. Todos están tan entretenidos haciéndose fotos y riendo que no se percatan de mi llegada. Le pido al pianista que comience con la intro en plan suave, para ir cogiendo tono y me coloco de espaldas para darle un toque de misterio a la situación; aunque en el fondo lo hago porque me da una vergüenza increíble actuar delante de todos mis amigos, pero no le podía decir que no a mi padre, al primer favor que me pide y más cuando se trata de algo tan bonito.

No han terminado de volver a sus asientos cuando empiezo a coger tono. No los puedo ver pero sé que todos se están girando para observar la “misteriosa” figura de la fémina que, ataviada con un vestido largo negro con una generosa abertura en la espalda en forma de lágrima, tararea una conocida melodía.

Siento sus miradas en mi espalda y doy gracias al cielo del buen gusto que ha tenido Esteban al elegir  el vestido que es una auténtica maravilla y el escote trasero es muy sexy y muy femenino, apenas deja ver el tatuaje pero seguro que los más observadores ya lo han visto y saben quién soy.

Un calor característico me invade y me eleva, sé que el corazón de Oscar está saltado de alegría dentro de su pecho. Podría jurar que puedo oír, aún a esta distancia, sus latidos porque sin duda son los mismos que los míos. Podría afirmar, sin temor a equivocarme, que él me ha reconocido y  siente las mismas ganas que yo de estar juntos, de poder abrazarnos y cogernos de la mano, ya que desde que llegamos no nos hemos visto.

Me giro sobre mis talones y todos rompen en un aplauso que colorea mis mejillas. Hago una mirada general pero mis ojos se clavan en los de Oscar de los que veo salir fuego y pasión. Mi corazón se dispara en el interior de mi cuerpo y sus latidos se estrellan contra esta cárcel de piel que lo mantiene encerrados. Siento la necesidad de su cuerpo, de sus caricias, de él. Incluso, puedo llegar a advertir que hace el amago de levantarse pero Esteban se le adelanta:

-          Vera, amor mío. – Esteban no se anda con rodeos. – En este día tan especial… - Me mira y me manda un beso, gesto al que respondo asintiendo con una amplia sonrisa. La misma que se dibuja en la cara de todos los invitados, a excepción de la de Oscar que no deja de mirarme vehementemente, produciéndome mil escalofríos por segundo.  Esteban continua. – Me harías tremendamente feliz si me honraras aceptándome como tu marido.

Y sin más, como por arte de magia, saca de su bolsillo una cajita cuadrada de terciopelo negro. Todos se quedan tremendamente sobrecogidos, aguantando la respiración, pero la cara de Vera es un auténtico poema. No puedo evitar sonreír ante el rostro de estupefacción de mi amiga y madre, nunca mejor dicho.

Los primeros acordes de la canción que Esteban me ha pedido que les dedique comienzan a sonar y sé que llega mi turno.

Fuiste ave de paso y no sé por qué razón,

me fui acostumbrando, cada día más a ti.

Los dos inventamos la aventura del amor.

Llenaste mi vida y después te vi partir.

Sin decirme adiós yo te vi partir”.

Esteban me ha pedido que les dedique la canción “Hoy tengo ganas de ti” ya que con esa canción de fondo formalizaron su relación, y yo encantada porque me parece preciosa, además siento cada palabra como mía, ya que también narra un poco lo que me ocurrió con Oscar. Así que aunque la canción sea para los tortolitos, yo no puedo apartar mis ojos de los de Oscar y en mi fuero interno le estoy dedicando cada palabra. Es tan intenso nuestro sentimiento que temo que de un momento a otro produzcamos una combustión espontánea.

Quiero en tus manos abiertas buscar mi camino

y que te sientas mujer solamente conmigo.

Hoy tengo ganas de ti.

Hoy tengo ganas de ti”.

Esteban clava su rodilla en tierra y queda a la altura de Vera, que reacciona abrazándose a él y escondiendo la cara en el hueco de su cuello.

-          Loco descarado… - susurra Vera. – Claro que quiero casarme contigo…

Esteban se pone en pie, tendiendo una mano a Vera que no duda en agarrarla. Mi padre colmado de felicidad, le pone el anillo y todos aplauden. Algunos se abrazan e incluso puedo llegar a advertir alguna lágrima, incluyéndome a mí misma. Oscar sigue con sus ojos fijos en mí, sin pestañear, siento su magnetismo atravesarme el alma.

Quiero apagar en tus labios la sed de mi alma

y descubrir el amor juntos cada mañana.

Hoy tengo ganas de ti.

Hoy tengo ganas de ti”.

-          ¿Me concedería el primer baile como mi prometida, señorita Cruz? – pregunta Esteban a una Vera pletórica, que no acierta a nada más que asentir con cara de tonta.

No hay nada más triste que el silencio y el dolor.

Nada más amargo que saber que te perdí.

Hoy busco en la noche el sonido de tu voz,

y donde te escondes para llenarme de ti,

llenarme de ti, llenarme de ti”.

Dani, tan galante y atento como siempre, invita a bailar a Ruth que acepta encantada. Es tan bonita y tan buena niña, puedo ver ese brillo característico en sus ojos. Oscar, sin perder contacto visual conmigo, se levanta decidido y literalmente, salta de la plataforma en la que está hasta la mía, ante el asombro de todos y del mío propio.

Nos quedamos frente a frente y le dedico las palabras de la canción, al mismo tiempo que le acaricio las mejillas, dejando mis manos en sus fuertes y marcadas mandíbulas. Él me acerca a su cuerpo y me rodea por la cintura. Bailamos muy despacio, haciendo que todo a nuestro alrededor desaparezca. Aun no entiendo cómo tenemos esta conexión tan fuerte, la intensidad entre nuestras miradas se hace sólida, inquebrantable, al igual que nuestros sentimientos.

Quiero en tus manos abiertas buscar mi camino

y que te sientas mujer solamente conmigo.

Hoy tengo ganas de ti.

Hoy tengo ganas de ti.

Quiero apagar en tus labios la sed de mi alma

y descubrir el amor juntos cada mañana.

Hoy tengo ganas de ti.

Hoy tengo ganas de ti”.

Con los últimos acordes de la canción y los aplausos de todos los presentes, Oscar se aproxima a mi oído. Puedo notar su aliento sobre mi cuello y doy gracias a todos los dioses porque me tenga agarrada, de lo contrario caería sin remedio, al mismísimo inframundo, porque todo mi cuerpo se ha convertido en gelatina.

-          Niña, estoy deseando que me supliques que te arranque el vestido… - su voz es ronca por la excitación, su cercanía, su anatomía, su intensa mirada...

Tengo tantas ganas de estar a solas con él que dejo salir a la leona que llevo dentro. Yo también se jugar al juego de la seducción. A ver quién cae antes…

-          A lo mejor el que suplica porque me quite el vestido al final de la noche eres tú… - no puedo verme a mí misma pero sé que mi ceja izquierda se ha levantado con vida propia. – Ah, y por cierto, solo para que lo sepas… - me acerco felina a su oído, exhalando sobre su cuello un intencionado gemido y le susurro – no llevo bragas.

Me suelto de su agarre sin mirar su expresión y me dirijo al público que me aplaude. Esteban vocea a los cuatro vientos “¡Esta es mi hija!”. Intuyo que he dejado a Oscar de piedra, no reacciona. “¡Toma ya, esa por chulito!”. Todos me felicitan y felicitan a la nueva pareja por su enlace. Todo es jovialidad y alboroto, pero… ¡yo estoy muerta de hambre!

Los camareros llegan con el primer plato que no sé de qué es pero huele de maravilla. Nos acomodamos de nuevo a la mesa y seguimos disfrutando de una velada que no ha hecho más que empezar.

-          Estás un poco raro esta noche, después de tanto tiempo sin vernos, esperaba algo más de emoción y puede que un poco de cariño… aunque solo fuera por recordar los viejos tiempos...

El inglés un poco cansado de este arreglo sin sentido, no tiene gana de juegos, ni dobles sentidos. Así que corta por lo sano:

-          Liliana, si te he llamado no ha sido para rememorar nada. Te he dejado el dinero, donde solía dejarlo, sobre la mesa del salón.

-          Robert, esto no tiene por qué acabar así. Si has llamado es porque necesitas el servicio de una profesional y a eso, no me gana nadie…

Deja la frase en el aire para captar la atención del inglés que se está sirviendo otro vaso de whisky. Justo cuando se gira decidido a invitarla a que se vaya, por decirlo de forma suave, alguien toca a la puerta. Liliana sonríe maliciosamente. “Llegan los refuerzos…” Se aleja anunciando entre carcajadas. Ella no era de las que deja escapar a un guiri rico insatisfecho.

Rob, se sienta de nuevo en el sillón de piel marrón y se mantiene a la espera. El daño ya está hecho, por dejar fluir la situación tampoco va a pasar nada, ¿no? ¿o sí?

Liliana, con su larga cabellera morena de lado a lado, entra al dormitorio acompañada de Tania, su amiga y compañera, pelirroja, entre risas y alboroto, como si estuvieran en la mayor fiesta de la ciudad.

-          Robert, ¿te acuerdas de mi amiga y compañera Tania? – Rob asiente incrédulo. – Me alegro porque me he permitido el lujo de invitarla a nuestra fiesta privada. Ya sabes que me he propuesto subirte la moral como en los viejos tiempos… - guiña dejando sus palabras en el aire. Algo trama.

La pelirroja se quita la ropa, mientras Lili, busca algo en el bolso de su amiga. Rob se termina el vaso de un trago, lo deja sobre la mesita y se acerca impúdico a Tania. La asalta. Se aferra a sus pechos y succiona su boca. Solo desea perderse, perderse y olvidar…

Lili anuncia que el bufet libre está servido y cuando Rob despega sus labios de la pelirroja advierte que sobre la mesa baja de vidrio que hay delante del sofá, hay una bolsita de polvo blanco y tres rayas preparadas.

Una duda le asalta. Le costó mucho tiempo y esfuerzo salir de esta mierda como para echarlo todo por la borda por una noche, pero realmente lo necesita. Necesita olvidarse de todo, pero sobre todo, de Eri. Así que sin pasar sus actos por el filtro de la cordura, se acerca al sofá y se sienta, coge uno de los billetes del montón que ha dejado para pagar los servicios de Lili y enrollándolo aspira. Ya no hay vuelta atrás, al menos hoy no la hay. Mañana, ya se verá. A veces cuando uno está bajando, es necesario tocar fondo para después poder remontar y subir. Pues bien, sin lugar a dudas, este es su fondo. Esta es su miseria.

Llama a las chicas que ya están desnudas liándose entre ellas y las invita a participar el “bufet”. Una sensación de poderoso control y euforia lo invade. La visión de las chicas, una a cada lado, a cuatro patas metiéndose las rayas lo excita e, impúdico, acaricia sus traseros. Lili se gira y se adueña de la boca de Rob que se deja hacer. Tania por su parte ataca abajo. Saca el pantalón y el bóxer, y se deleita lamiendo y chupando, mientras que el inglés guía sus movimientos colocando una mano sobre la cabeza de la entregada chica. Con la otra mano acaricia los pechos de Lili.

De repente empieza a sentir que no ha sido tan mala idea llamarla, al menos está consiguiendo su objetivo primordial que es borrar a Eri de su cabeza, lo difícil será sacarla del corazón, pero el tiempo y la distancia tal vez puedan bastar, o al menos así cabe esperarlo. Hoy por hoy, para conseguirlo, se tendrá que conformar con drogas, sexo y alcohol.

La cena ha sido magnífica, no solo por la cena en sí misma, sino también por la compañía. Oscar no ha dejado de mirarme de reojo, de acariciar mi mano, de darme pequeños y dulces besitos en la mejilla, de susurrarme tonterías al oído… En fin, que efectivamente, ya empiezo a tener ganas de suplicarle, no sé cuánto tiempo aguantaré este juego del ratón y el gato.

La música de piano, ha sido reemplazada por la genial música de DJ Adam, el amigo de Belén, la hermana pequeña de Eme. Y ya hace dos rondas que pasamos de los postres a los cócteles; y de la zona de cena, a la zona chill-out. La situación es agradable y distendida así que le hago una señal Lorena, el ama de llaves, para que me traiga la bolsa que le indiqué cuando llegamos.

-          Bueno, queridos amigos y familia… - no puedo evitar sonrojarme y sonreír al mirar a Esteban. Todos me prestan gran atención, incluido Oscar, ya que no saben de qué va esto. – Bueno, en primer lugar quiero agradeceros a todos que hayáis querido celebrar la vuelta a la normalidad de los recientes acontecimientos. – Hay risas generales. – Y por supuesto daros las gracias por lo bien que me habéis cuidado y tratado. – El ama de llaves llega con la bolsa y todos la miran expectantes. – Gracias, Lorena. Y ahora, me gustaría hacer, algo que debería haber hecho hace dos semanas pero más vale tarde que nunca. Son cuatro tonterías que os compré cuando estuve con Oscar en Nueva York, porque, aunque estuve en muy buena compañía, - miro a Oscar a través de mis pestañas y no puedo evitar sonrojarme de nuevo - me acordé mucho de vosotros…

Poco a poco, van pasando del “eres tonta, para qué te has molestado” a entrecerrar los ojos, para intentar ver a través de la gruesa tela de la bolsa, como si tuvieran un escáner en la mirada.

Tengo muy claro a quién quiero dar el primer regalo. Saco una bolsita de terciopelo negro, serigrafiada con un sky line plateado. Este es el regalo de Vera. Se lo tiendo y nada más cogerlo, nos fundimos en un abrazo. Las lágrimas amenazan con arruinar el momento. Así que, inspiramos profundamente, nos soltamos de nuestro agarre y Vera abre, con cierta impaciencia, su regalo.

Es una pulsera de media caña, muy elegante, forrada de pequeños cristales brillantes, blancos y negros, donde los blancos van formando el sky line de Nueva York, mientras que los oscuros hacen de cielo nocturno. Se escucha un “Ohhh!” generalizado y Vera, agradecida, me da dos besos y me acaricia la cara, en un gesto tan suyo, como maternal.

Sigo buscando en la bolsa y recuerdo que compré unos gemelos a juego, con la pulsera de Vera, simplemente porque me gustaron y, se los pensaba regalar a Esteban, por su amabilidad con los partes médicos y por ofrecerme su casa para cuidar de Otto. Hoy por hoy, y a la luz de los recientes acontecimientos, todo cobra un mayor sentido, así que saco la pequeña cajita negra con la misma marca que la bolsa de la pulsera y se la entrego a mi recién estrenado padre, que se deshace en halagos y en lágrimas.

Después del abrazo y del paternal beso en la frente, de Esteban, le toca el turno de las chicas. Doy gracias a que soy una exagerada, ya que compré unas seis u ocho camisetas de algodón blancas, con diferentes logotipos serigrafiados en el pecho, en rojo y azul, en plan “New York forever”, “Welcome to New York”, “New York XXL”, “I love NY”… que no llegaban a 2$ la unidad, así que reparto una a Ruth y otra a Dani, una a Eme y otra a Mónica, y hago el enorme esfuerzo de regalar otra a mí, ahora, hermanastro Víctor.

A Miguel, por ser mi fiel amigo y, en muchas ocasiones, casi mi confesor; y a Ricky, por cuidarme el coche, decidí traerles las típicas tazas blancas en las que pone en letras negras y con un corazón rojo, I (corazón) NY. A Miguel también le he traído un mapa de Manhattan, ya que siempre me río de él por su particular forma de perderse en todos los sitios. Lo que en aquel entonces no sabía es que estos dos iban a empezar algo juntos. La verdad, esta noche no me sorprendió en absoluto la llamada de Miguel, justo cuando estaba en el despacho con mi padre, ya que siempre me llama para que le indique cómo llegar a los sitios, pero cuando me ha preguntado si podía traer a Ricky, me ha dejado bastante alucinada… No por el hecho en sí, si no porque nunca habían demostrado más que amistad, el uno por el otro… De todas formas, me alegro enormemente por ellos.

Dejo para el final el regalo de Oscar, me da una vergüenza terrible dárselo, aunque en el momento que lo compré, seguramente, embargada por las mil emociones del viaje, de la tienda y de su compañía, me pareció una idea maravillosa. El caso es que cuando me quedé sola en la sección de libros de la FAO Schwart, la enorme y famosa juguetería; por casualidades de la vida encontré un cuento infantil sobre un aguerrido e impasible guerrero samurái que descubre el amor, gracias una serie de vicisitudes que vive con una dulce y, no tan frágil como él creé, princesa con la que comparte, por casualidad, el camino hacia la casa de su nuevo señor. La verdad, es que más que la historia, que la verdad, viene al pelo, el libro es precioso porque tiene unos dibujos hechos con coloristas aguadas que quitan todo el sentido, pero ahora no puedo evitar sentirme, un poco presuntuosa… El caso es, que esto es lo que tengo para Oscar y cuando se lo doy y le quita el papel y lee en voz alta “El samurái y la princesa” se queda tan quieto y tan callado que temo haberme equivocado.

Todos lo observamos en silencio, conteniendo el aliento, mientras que ojea las páginas deteniéndose en la última en la que hay una imagen preciosa del guerrero y la princesa besándose. Oscar se levanta y se acerca a mí abrazándome. Me envuelve por completo con sus brazos y me arropa con su cuerpo.

-          Gracias, “princesa” – me susurra haciendo referencia al título del cuento. - Hacía mucho tiempo que nadie me regalaba algo tan personal y tan bonito… - no puedo describir la alegría que siento en este momento. – Lo mismo al final ganas tú, la partida y suplico yo…

Nos perdemos en la intensidad de un beso no planeado y todos felices y contentos con sus regalos nos aplauden y nos animan a que nos busquemos un hotel. “¡Ganas no me faltan!”

La noche se alarga y el estado de embriaguez general está superando los límites aceptados. Oscar se disculpa para ir al baño, aunque advierto un brillo extraño en sus ojos... Cuando vuelve trae dos cajas envueltas en papel de regalo, de tamaño considerable, una en cada mano y me las ofrece alegando que no iba a ser yo la única que me quedara sin regalo en una noche tan especial.

La ansiedad me corroe por dentro y solo quiero rajar el papel cuanto antes para ver que hay ahí dentro. Por el rabillo del ojo creo ver caras muy sonrientes y mi sexto sentido me indica que más de uno y de una, ya sabían lo que hay allí, pero ya habrá tiempo para las represalias, ahora lo que prima es destruir el papel de regalo.

Me siento en el extremo de la cama balinesa, junto a Oscar . Rompo el papel todo lo rápido que puedo y me quedo de piedra. No puedo creer lo que ven mis ojos. Una clase de felicidad suprema me invade y ahora la que tiene ganas de llorar de emoción soy yo.

Dentro de la primera caja, que acabo de abrir, hay un cachorrito precioso de bobtail negro y blanco, con una manchita redonda negra en su ojito izquierdo que me recuerda a un pirata, “¡ojalá no tengan aún nombre porque se me acaba de ocurrir uno genial!” En la segunda que abro hay otro cachorrito pero de bichón habanero, rubito y con toda la cara de un ewok, que me lo voy a comer a “bocaitos chicos”.

Me pueden las ansias y cojo uno con cada mano, acercándolos a mí pecho. Los ojos se me inundan y me quedo sin palabras. Es el mejor regalo que recuerdo que me hayan hecho, no diré en la vida, pero seguro que en los últimos años. De nuevo, el “Ohhh!” es generalizado, y todos sacan sus móviles para inmortalizar el momento.

Entre la algarabía y el jaleo, Oscar, aprovecha para rodearme con su brazo y apoyar su cabeza con la mía, por encima del hombro. Acaricia al pequeño ewok que se vuelve loco intentando morder sus dedos.

-          Son dos machos – aclara Oscar muy cerca de mi oido – espero que no supongan demasiado trabajo… Es que uno solo se iba a aburrir, porque te pienso encerrar en el primer dormitorio que encuentre y no te dejaré salir en el próximo mes, niña… – Ese tono de promesa en su voz me hace estremecer de pies a cabeza. “Me parece muy buena idea, por favor, ¿el dormitorio más cercano?”

-          Por cierto, me gustaría saber si los cachorritos tienen nombre… - cambio de tema haciéndome la dura. Al final voy a conseguir que suplique.

-          Tu regalo, tu elección. – Me besa el hombro, dejando la huella invisible de sus labios y se levanta, dejando un hueco que es ocupado por Vera, que está deseando coger a algún cachorrito, pero el hueco que deja en mi alma cada vez que se aleja, solo se llena cuando regresa…

-          Perfecto, porque estos dos ¡ya tienen nombre! – Exclamo a la vez que levanto al bobtail, el de la mancha en el ojo, dejándolo frente a mí y le digo, como si pudiera entenderme, - tú como eres un pirata te llamarás Capitán Sparrow, Sparrow para los amigos. – Las carcajadas inundan la noche. Se lo cedo a Vera que está ansiosa por acariciarlo y mimarlo. Acto seguido le digo al bichón, - y tú, hijo mío, tienes toda la cara de un ewok y por eso te llamarás Endor. – Aplausos y más risas, y Dani que se adelanta a todos para quitármelo de las manos y dejárselo a Ruth que babea, literalmente con el pequeñín, en sus brazos.

Oscar entra de nuevo en escena, con un tablet y yo, juro por todos los dioses, que no estoy para más emociones. Necesito un poco de calma, dejar de beber, quitarme el vestido, que aun siendo muy sexy y bonito, no deja de ser un poco incómodo y, de seguro, un buen y relajante baño.

Oscar pide un poco de calma y silencio. Cesa la música y, a un chasquido suyo, baja la intensidad de la luz. De nuevo crece la expectación. Nos anuncia que para culminar la noche y antes de raptarme, quiere compartir con todos nosotros un último regalo.

Crea una gran expectación que solo es rota por los pequeños cachorros que torpes y somnolientos, andan a trompicones por encima de la cama balinesa, haciendo las delicias de todo aquel que está cerca.

Oscar se afana en buscar en el reproductor de videos y cuando encuentra lo que busca, voltea el tablet, de forma que todos podamos ver la imagen y le da al play.

La figura de un niño castaño claro, con pecas en la nariz y en los pómulos, y con una cara de pillo angelical, ocupa la pantalla. Está sentado en una cama de hospital y lleva un pijama de tela azul, a juego con sus vibrantes ojos. Se escucha una cuenta atrás y el pequeño, empieza a hablar:

-          ¡Hola, soy Diego! – se para y mira al techo pensativo. - ¿Cómo se dice papi? ¿Eri? – el dispositivo con el que estaban grabando hace un movimiento afirmativo y el pequeño continúa. – Eri, gracias por ser la novia de papá, sobre todo porque cuando habla de ti, sonríe con la boca y con los ojos. – La típica sinceridad de los niños, acaba de dejarme k.o. en cero coma dos. - Yo estoy todavía un poco malito, y no puedo ir a tu fiesta, pero papi me ha dicho que pronto celebraremos la mía y podremos estar juntos ¿querrás conocerme? – Diego pone esos ojitos de gato de Shrek y siento como se me parte el corazón. “¿Conocerte, vida mía? ¡Conocerte es poco!” - Muchos besitos y espero que te gusten los perritos, papi me dejó elegirlos viendo las fotos en internet, del refugio de cachorros sin familia de la tita Mara. Un beso.

Miro, disimuladamente, a izquierda y derecha y veo que no soy la única, que está, inútilmente, intentando contener las lágrimas.

El niño manda un beso con su manita y se ve como Oscar, que estaba grabando suelta, el móvil o con lo que estuviera haciendo el video, sobre alguna superficie y se tira, sobre Diego y se lo come a cosquillas.

La imagen se detiene y las luces se intensifican, pero nadie se atreve a romper el silencio.

Todos nos hemos quedado mudos ante esa gran verdad que es el amor padre-hijo.

Vera se levanta y abraza a Oscar. Ahora entiendo los cuchicheos. Seguro que estaban compinchados para que Oscar tuviera todo esto preparado sin que yo me enterase. No se lo reprocho a ninguno de los dos, yo también me he confabulado con Esteban para sorprender a Vera. Se nota que nos queremos de verdad…

Vera se despide de Oscar que asiente, también le estrecha la mano a Esteban que rodea a Vera con un brazo y se excusan diciendo que son los más viejos y que tienen que descansar. Agarrados se alejan por el camino de velas hasta perderse en el interior de la casa.

Miguel y Ricky, se despiden, al igual que Ruth y Dani, y Eme y Mónica. Supongo que se irán de fiesta o cada mochuelo a su olivo, el caso es que creo que han advertido que Oscar y yo necesitamos estar a solas y, discretamente, se van yendo.

Víctor, se fue poco después del compromiso y del reparto de regalos, argumentando que ya tenía bastante “pastelada” para unos cuantos días y que si seguía así la cosa, le iba a subir el azúcar en sangre, provocándole una diabetes.

De manera que nos hemos quedado solos Oscar y yo, y los cachorritos, a los que Oscar, coge dulcemente y los lleva hasta la casita de la piscina, para evitar que caigan al agua y para que descansen.

Cuando vuelve, estoy tumbada bocabajo en la cama balinesa, me he quitado los zapatos y soltado el pelo, y no me he quitado el vestido porque no llevo ropa interior, pero juro que estoy deseando de ponerme algo más cómodo.

Oscar, despacio y silenciosamente, apaga unas cuantas velas, haciendo que la atmósfera sea algo más íntima y sosegada. Se dirige hacia las cortinas y las desata, cerrando por completo el cuadrado recinto. De pronto, el mundo ha desaparecido. Solo estamos él y yo.

Oscar se quita la chaqueta y la pajarita, y se desabotona los primeros botones de la camisa, dejando ver parte de sus tatuajes de los pectorales. Lo sigo con la mirada y su sola visión me calienta, me eleva y me transporta.

Se acomoda de medio lado junto a mi cuerpo, adaptándose a mi anatomía y acaricia mi espalda con la mano izquierda, mientras que se sujeta la cabeza con la derecha.

Su contacto me hace bien, me calma y a la vez me activa. Me hace sentir mil rayos recorriendo mi cuerpo que reacciona bajo su presencia.

Siento como desabrocha el botón que tiene el vestido en la parte superior del escote de la espalada, justo en la base del cuello y acaricia mi espalada de omoplato a omoplato, haciendo que las tirantes resbalen por mis brazos.

Empieza a besarme el hombro derecho, justo donde está el tatuaje del ave fénix y mi piel se eriza, por el simple roce de su aliento.

Su mano baja por mi espina dorsal, seguida de sus labios y su lengua, que dejan un camino de fuego y llamas allá por donde pasan.

Llega al final del escote. Intuyo que no se va a dejar ganar tan fácilmente y como yo no muevo ficha para quitarme el vestido ni para pedirle a él que lo haga, baja sus manos hasta mis tobillos y comienza a masajearlos. “Dioses, gracias, seguro que he muerto y esto es el paraíso…”

Sus manos seguidas de su boca, suben ahora bajo la tela del vestido, por mis piernas, arrasando todo a su paso. Me dejo invadir. Me dejo inundar. Me dejo llevar.

Sus manos llegan al cenit y acarician mi humedad. Una sensación de necesidad y urgencia me invaden, pero no quiero dar mi brazo a torcer. No quiero suplicar, de modo que entro en acción y me volteo, buscando su cuerpo.

Termino de desabrochar la camisa y lo beso. Beso en el centro de su pecho, sobre el esternón, sus pectorales. Dibujo la D y la E con mi lengua. Sus profundos gemidos me alientan. Bajo por sus abdominales y acaricio la v que se forma a ambos lados de su ombligo. Me relamo de pensar lo que me aguarda. Pero yo no he prometido, ni desafiado, ni apostado nada, de modo que descarada desabrocho el pantalón y bajo la bragueta, a la vez que me muerdo el labio inferior, ansiosa, viciosa, muy segura de mí misma.

Oscar me sujeta de los hombros y me detiene. Se queda unos instantes en silencio, mirándome fijamente a los ojos. Me habla sin palabras, pero no quiero obedecer, no voy a suplicar. Lo que sí voy a hacer es quitarle los pantalones y meter mis manos dentro de sus calzoncillos. Cuando sale la leona que hay en mí que tiemble el mundo porque voy a por todas.

Me encanta oír esos sonidos guturales que emite cuando lo pongo a cien, son mi banda sonora favorita y me incitan a seguir por el camino de la pasión y la perversión, en el sentido positivo de la palabra.

Oscar me agarra de los hombros y acaricia mis clavículas, me atrae hacia él y me besa. Me besa con desesperación, con pasión, con devoción. Nuestras lenguas encuentran su placer a medio camino, en una lucha de poder sin sentido, ya que el sentido es el placer en sí.

Estoy a punto de fallarme a mí misma, a punto de suplicar por la necesidad de él, cuando siento que sus manos ansiosas buscan el bajo del vestido.

Tiro se sus pantalones y en solo gesto se pone de pie y se desnuda, para seguir buscando el bajo del vestido. Me parece absurdo que estemos separados por tanta tela cuando el objetivo para ambos es el mismo, yacer piel con piel hasta el fin de los tiempos. De modo que yo misma, copiando su iniciativa me levanto y dejo caer el vestido hasta el suelo, quedando completamente desnuda.

La chispa de lujuria en los ojos de Oscar, mi Oscar, parece iluminar al estancia y me dejo arrastrar por su brazo que rodea la cintura, atrayéndome hasta él.

Nos besamos, nos comemos, nos acariciamos, nos amamos, de rodillas sobe la cama, uno frente al otro, en eterno duelo de almas que se ansían y se buscan, se necesitan y se complementan.

El anhelo es tan grande que no puedo aguantar más, de modo que abro mi boca para suplicar por su inminente presencia, cuando me tapa la boca con su mano:

-          No, mi vida, no supliques. Déjame suplicarte a ti que no me abandones nunca. Prométeme que siempre seré tuyo.

-          Prometido, siempre mío. Oscar, mi Oscar.

La dulce consecuencia no se hace esperar. Profundizamos el beso a la vez que el amor busca su camino. Sentir a Oscar, mi Oscar, dentro de mí es sentir la vida misma que me llena y me vacía.

Sus movimientos lentos, acompañados de los míos, mi necesidad y la suya, se materializan en un todo que todo lo puede. Pero hoy soy yo la que marco el ritmo y a horcajadas sobre las caderas de mi amado, cabalgo dando rienda suelta a mi anhelo. Arrancando sensaciones y gemidos. Imponiendo mi cadencial frecuencia. Guiando sus expertas y temblorosas manos por todo mi cuerpo. Y explotando de inmundo placer al alcanzar el anaerobio clímax.

Caer rendida sobre su pecho, boqueando inútilmente por restablecer una respiración perdida y morir de amor arropada por nuestros cuerpos, es todo uno.

La vida, normalmente, se presenta de formas insospechadas y, si de algo estoy segura es de que, mi vida, ahora, se llama Oscar. Lo demás ya se verá.

Fin.

Todos los derechos reservados SafeCreative número 1404150597806 

___________________________

Bueno, que os ha parecido? Solo espero que os haya gustado tanto como a mí escribirla! 

Muchos besos!!! Mil gracias!!!

Continue Reading

You'll Also Like

608K 26.4K 46
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
11.8K 685 8
Despues de ser engañado por las chicas que juraron amarlo y al oír las veces que no lo necesitaban de parte de los lideres decide irse muy lejos para...
190K 14.3K 26
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
306K 11.9K 12
𝘐𝘕●𝘚𝘈●𝘊𝘐𝘈●𝘉𝘓𝘌 𝘢𝘥𝘫𝘦𝘵𝘪𝘷𝘰 𝟣ˑ ⁽𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢⁾ 𝘘𝘶𝘦 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘶𝘯 𝘢𝘱𝘦𝘵𝘪𝘵𝘰 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘥𝘦 𝘴𝘢𝘵𝘪𝘴𝘧𝘢𝘤...