¿Cómo Te Lo Digo Querida Jo?

By AnthonyTesla

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Harriet tiene un gran secreto: le gusta su mejor amiga, Josephine. Ella, no obstante, no le corresponde, y ya... More

Historia De Dos Escuelas
Capítulo 1: Mal Venidos Todos
Capítulo 2: Jo's Bizarre Adventure
Capítulo 3: Apuéstame Un Sentimiento
Capítulo 4: The Lemonade Club
Capítulo 5: Rata Madrina
Capítulo 6: Pretty Little Liar
Capítulo 7: Dancing Queens
Capítulo 8: Lo Privado Y Lo Público
Capítulo 9: Cuerda Floja
Capítulo 10: Adaptación Literal
Capítulo 11: Dar Y Recibir
Capítulo 12: Oppa Hopewell Style
Capítulo 13: Le Gusto Al Idiota
Capítulo 15: Sola Otra Vez (Académicamente)
Capítulo 16: La Pizzería de las Vanidades
Capítulo 17: A Todos Los Chicos A Los Que Jamás Amé
Capítulo 18: Próxima Estación Desesperanza
Capítulo 19 : Mal Venida a la Jungla
Capítulo 20: Shalom, Farewell, Auf Wiedersehen, Salam
Capítulo 21: Amiga de una Amiga
Capítulo 22: Toronto Godmothers
Capítulo 23: Noche Sin Paz, Noche de Horror
Capítulo 24: La Chica de Stepford
Capítulo 25: Harry no es Nombre de Chica
Capítulo 26: Un Viernes de Locas
Capítulo 27: Nadie Ama Una Perra, ¿Por Qué Yo Sí?
Capítulo 28: Smells Like Mean Spirit
Capítulo 29: La Rebelión de los Relojes Rotos
Capítulo 30: La Culpa No Era Mía
Capítulo 31: No Le Digas A Tu Madre...
Capítulo 32: El Beneficio de la Bruta
Capítulo 33: Sin Aliento
Capítulo 34: El Amor Encuentra Una Manera
Nos Vemos Cuando Acabe el Verano

Capítulo 14: Memoria de Mis Putas Tristezas

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By AnthonyTesla

Desperté con confusión; no tenía sentido de orientación alguna, ni un gramo de ella en mi cuerpo. Fue así por unos cuantos segundos, pero en aquel momento fue más que tiempo suficiente para llenarme de terror el alma.

Lo que siguió, no obstante, inyectó un pavor todavía mayor en mi ser.

Bien, por fin despiertas —escuché en voz de mi padre.

Conforme mi visión se aclaraba, pude atestiguar de mi ubicación; era su oficina en el hospital dónde labora: un pequeño consultorio, modesto para un trabajador de la salud, pero valioso para un trabajador inmigrante como él. Me encontraba recostada en una silla mientras él examinaba mi rostro.

Una pequeña baja de la presión —comentó—. Me tenías muy preocupado, hija.

Oh... sí... es que... creo que tuve un sueño muy raro —contesté, sintiendo mi cabeza volviendo a tomar control y poniendo orden a mis pensamientos—. Porque sentí que un chico me decía...

Hay algo de lo que quiero preguntarte al respecto —me dijo, y supe que era en serio porque me lo comentó en tagalog (hago el favor de traducir al instante, pero poco colapsa las esperanzas de un niño hijo de inmigrantes que el que te hablen en el idioma del país nativo).

¿Qué es padre?

Bueno... ¿qué hacías en el centro?

En ese segundo me di cuenta que él no tenía razón para saber de eso, y que me encontraba más acorralada que un ratón en un laboratorio.

¿C-cuál centro? —repliqué, sintiendo el rocío de sudor filtrándose por mis poros.

Pensé que estarías ayudando a alguno de tus amigos a estudiar —me recordó—, pero en su lugar, estabas en el centro de Toronto; tienes suerte que estuviera cerca para atenderte, ¿cómo crees que me hubiera sentido si es que no fuese así? Saber que mi hija se desmayó, ¿cómo no podría pensar que te hicieron algo? ¿O en qué pasos estás?

Quizá porque era un profesional de la salud, o quizá porque todos los padres son así en menor o mayor grado, pero él era un experto en imaginar escenarios perjudiciales para mí: el ser asaltada, el ser violada, el perderme en medio de un lugar desconocido (a pesar que he vivido en Canadá toda mi vida). Incluso podría pensar que el que me cayera un meteorito era una posibilidad real.

Y sin embargo, el pensar que un chico podría interesarse en mí... eso, para él, no era concebible. Bien podría haberle pedido que tradujera etrusco y se le hubiera hecho más fácil que pensar en que un muchacho poniéndome atención.

La próxima vez que ayudes a alguien, en especial un jovencito con sus materias, quiero saber muy bien dónde van a encontrarse estudiando —insistió—. Tienes suerte que tu amigo ese, Tyler se encontrara ahí.

¿Hablaste con Tyler? —pregunté sonrojada (o lo más que se puede a ello con mi tono de piel).

Muy amable el muchacho —respondió en lo que mi padre se lavaba las manos—. Me dijo que le estabas echando una mano con algunos trabajos de la escuela, pero que el libro que necesitaban sólo podía encontrarse en una biblioteca del centro.

Eso es putamente brillante... el idiota tiene cerebro después de todo.

¿Dijiste algo?

¡N-no! ¡E-es sólo que...!

Mira, soy médico: los días pueden tomar rumbos muy extraños —explicó acercándose—. Y tú entenderás de eso muy bien cuando trabajes. Pero estas calles pueden ser peligrosas: si tienes que ir a algún lado en lo de la escuela, quiero que me avises por teléfono la próxima vez. ¿De acuerdo?

D-de acuerdo padre.

Me levanté y por mi propio pie me alisté para salir del alcance de la vista de mi padre, pero el tenía una pregunta más lista para ser lanzada hacía mi dirección.

Un detalle nada más, por favor Dalia —le escuché decir en lo que en mis manos sentía la frialdad de la perilla de la puerta de su oficina—. Porque esto... esto sigue sin cuadrar o sin quedarme claro.

¿Q-qué e-es... p-padre...?

Pues... ¿cómo me dirijo a tu amigo? Eh... ¿Amiga? ¿Sydney?

¿Eh?

Soy de otra generación, p-pero te juro que no quiero sonar grosero o que se sienta insultado... digo... ¿es insultada?

El ver a mi padre con nerviosismo en su voz y sus gestos me recordó que al final del día, aunque no lo pareciera, era un ser humano.

¿A qué te refieres? —le dije.

¿Cuál es el término políticamente correcto para referirme a uno de esos chicos que se visten como chicas? D-de verdad: no me burlo, es sólo que quiero saber.

Oh... Sydney es... para todos fines y propósitos una chica, así que yo usaría esos pronombres.

¡Va! ¡Entendido! ¡Gracias Dalia!

Sólo un padre puede hacerte pasar en menos de un segundo del miedo total a la calidez absoluta; pero esa, supongo, es la mejor arma que tienen: no el que posean autoridad legal sobre una, sino que sabemos que por más que no comprendan en ocasiones, lo que hacen lo hacen porque piensan que es lo mejor para nosotras.

Aún así, me era nuevo ese sentir: jamás vi a Tyler de una manera tal. He tenido crushes en el pasado, la mayoría sólo en papel de manga o en dramas melosos, pero esto era, con todas sus imperfecciones, algo real. Y potencialmente mi primera cita oficial...

—¿Y qué? —Harry interrumpió a Dalia —. ¿Me dejas de lado o ya olvidaste nuestro baile?

—¡No! ¡C-claro que no!

—¿Tan pronto olvidas, Dal? ¿¡Tan pronto!? —Harry siguió reclamando con una voz a punto de resquebrajarse por completo.

—¡No! ¡Es sólo que eso no es lo mío!

—¡Yo te amaba! ¡Yo que te puse bien guapa para eso y ahora... me haces el feo!

—¡Harry, no, no! Es sólo que...

—¡Él es un chico! ¡Tú una chica! —gritó con lágrimas tan legitimas como un documental terraplanista —. ¡Son muy diferentes para que pueda funcionar!

—¡Perdoname Harry! ¡Perd--!

—Harry, no seas tan cabrona —Jo intervino —. Deja de trolear a esta chica.

—Vale, ya, ya —Harry detuvo su falso llanto e hizo gala de una sonrisa —. Soy un poco una reina del drama: sólo quería ponerle emoción a tu historia porque como que le falta picante: vamos Dal, continúa, ¡pero dale algo de sabor, caray! 

Como iba diciendo: Tyler no aparecía en mi radar como un soltero deseable; era el chico de mis clases que se sorprendía cuando le informé que el clítoris no era una leyenda urbana (lo cual, tienen que admitir: no es para nada una buena señal de una pareja en potencia).

Pero no mentiré: me sentía bien, me sentía deseada, sentía incluso algo en el corazón: como que... rico.

—Si, Dal, si tienes que decir "sentía rico", es probable que lo que sentías no era el corazón precisamente... 

—¿Me vas a dejar narrar en paz, Harrt? ¿Puedo contar con que no hagas chistes de masturbación por diez minutos?

—¡¿Diez minutos!? ¡Me estás apuñalando con eso y no precisamente el sapo!

—Tus diez minutos empiezan otra vez —Jo agregó —. Y por favor: deja a Dalia proseguir en paz.

—Vale; siguele nerd.

¿Entonces todos esos momentos en lo que pretendió no comprender las lecciones más básicas del currículo escolar no eran más que un acto? ¿Era posible que tuviera una mente más brillante de lo que lucía en una primera observación?

Quizá.

Luego recordé cuando me preguntó si las zanahorias bebé son así porque son diferentes a las zanahorias normales o hacen pequeñas las que son grandes... y volví a la realidad.

Y sin embargo, él hizo algo que no muchos hacen realmente... él...

—¿Te "bendijo"? —Harry interrumpió.

—¿Eh? N-no —Dalia replicó confundida —. Es decir: soy católica, pero tampoco súper estricta.

—No, me refiero a "te dejó con bendición".

—Eh, yo soy de los Santos de los Últimos Días —Josephine se hizo notar —, y no creo tampoco entender a qué te refieres.

—Es que, ya saben... es como "bendición" como al niño que un tipejo...— Harry batalló para dejar claro su punto.

Y quiso recurrir a un lenguaje más directo y soez, pero dedujo al ver las miradas de sus dos amigas, que esa sería energía desperdiciada.

—¿Y bien? —Jo preguntó.

—...creo que al menos si necesitamos apaciguar un Dios del volcán, ya sé dónde conseguir las vírgenes; vamos Dalia, prosigue.

Bien... de nuevo... Tyler de hecho, me escuchó, y sé que lo hizo porque recuerdo muy bien ese momento en la biblioteca, porque era la única voz, aparte de mis pensamientos, que podía escuchar.

¿Y... te gusta la música? —preguntó al otro lado de la mesa, en voz baja, yo concentrada en el libro, y él concentrado... en mí, supongo.

Odiaba que me hicieran plática, y eso es en general: ya sea un uber, o un chico al que pensaba sólo me iba a limitar a ayudarlo a estudiar. Pero no era una completa malcriada, así que intenté responder aunque fuera para mantener las formas.

¿No es algo demasiado general? —repliqué.

¿Qué quieres decir?

La música tiene muchos sub-géneros, expresiones y estilos diferentes: se me hace raro imaginar que pudiera haber alguien que diga "no: no me gusta la música".

Y algo extraño ocurrió: pareció entenderme.

La música es el lenguaje universal —me dijo —, pero tiene muchos dialectos.

¿Eso era... inteligente? Sí: quizá lo más cercano a ello que le había escuchado por lo menos. Si fuera así de elocuente en sus materias, podría de hecho liberarme de mi obligación.

¿BT Junior? —lo escuché mencionar en lo que guardaba un par de copias en una carpeta.

Retrocedí un poco; casi caí de espaldas, y en realidad no había razón para ello: con la ayuda y visión que otorga la retrospectiva, es fácil ver que él tenía más miedo de mí que yo de él.

¡Eh, s-sí! —contesté a paso apresurado sacando el texto que iba a ocupar —. S-son... b-bueno, s-son...

¿Te gusta esa banda?

Y ese fue un recordatorio que en muchas ocasiones, el lenguaje no hace justicia a los sentimientos, porque "gustar" era algo que no llegaba a la medida idónea de lo que esos siete coreanos me emocionan en el corazón, la mente, y... otras partes que no quiero discutir.

—¿La chequera de carne? —Harry sugirió.

—¡Vale, eso sí lo entendí! ¡Y por favor, quiero terminar en paz!

Dalia sacó su teléfono, y mostró a Harry y a Jo evidencias fotográficas de lo acontecido:

—¿Era de hecho verdad? —la rubia comentó, con ojos bien abiertos, apenas dando testimonio de lo que se encontraban en esas imágenes.

—¿Por qué habría de mentir?

—Significaría más si de hecho pudiera distinguir entre estos chinitos —Harry notó—. Pero al menos parece que mal no se la están pasando.

Dalia asintió.

—Valió la pena la regañada al final.

—¿Regañada? —Harry y Jo corearon.

La chica de gafas retomó su historia.

Mi padre tiene un problema con lidiar que ya no soy su pequeña niña; tiene también valores un tanto anticuados que quizá tienen sentido en su viejo país, pero para la gran ciudad en el siglo XXI se sienten muy fuera de contacto con la realidad. Y tiene constantes temores que me embarace y arruine mi vida porque la mitad de las mujeres de su familia terminaron así.

Claro, el hecho que me embarace significaría que tendría que haber salido con alguien, y eso no es una realidad factible... podrían al menos poner caras de mayor sorpresa, pero en fin: no tomó de todo bien que saliera hasta la hora en que regresé a casa, y menos escoltada por un chico.

Mi padre mantuvo las formas, y espero a que Tyler se despidiera de mí para empezar a gritarme, y de nuevo: hija de inmigrantes, si te regañan en su idioma nativo, sabes que el asunto es serio.

¿Y qué me dijo?

No quiero que eches a perder tu futuro por una tontería de secundaria de lo que te podrías olvidar en un par de semanas; hay que trabajar duro para salir adelante; que no emigró a este país sólo para verme despreciar todos sus sacrificios...

...y demás cosas que francamente, no deseo contar. Todo lo que pueden deducir y que quedó claro es que no estaba en pro de verme de novia de alguien, —inclusive si yo misma siento que estaba siendo un exagerado—.

—En momentos así, agradezco que ambos de mis padres estén tras las rejas —Harry comentó mientras ayudaba a Dalia a bajar la escalera y de camino de vuelta al pasillo.

—Bueno, dicen que los mayores saben más de la vida —la morena contestó una vez puesto ambos pies en el suelo—, pero... al menos me ayudó a tomar una decisión.

—Oh, ¿y cuál sería esa?

Las tres abrieron la puerta; vieron a sus compañeros de clases conversando y caminando en los pasillos como cualquier período entre clases. A un costado, Tyler parecía estar alerta, atento, y en espera de algo.

O alguien.

—¡Dal! —exclamó el rubio al primer instante de notar a la morena de lentes en su periferia.

—¡Hola Ty! —ella contestó, dejando al chico poner sus manos alrededor de su cintura.

—¿Vamos a la siguiente clase? ¿Me enseñarías algo?

—Depende: ¿hablamos de la clase o de algo más?

Rieron, y estuvieron a nada de marchar.

—Hey, Dalia —Harry detuvo con su llamado a la pareja.

—¿Sí?

—¿No crees que...? ¿Q-que...?

—¿Qué cosa? —la morena insistió.

—Em... s-se me olvidó... h-hacen linda pareja, por cierto.

Tyler sonrió y abrazó a Dalia, y ella... bueno, hizo una, pero no la otra. Y ambos se separaron de las otras dos chicas, con miradas incrédulas de una visión que no sólo no esperaban, sino que presentían no iba a traer nada agradable.

—¿Puedo preguntarte algo? —Harry planteó.

—¿Cuánto van a durar? Les doy dos.

—¿Meses, semanas..?

—Días.

—Días, sí —Harry asintió—. Eso tiene más sentido. Pero no; en realidad, era otra cosa.

—¿Y qué sería?

—¿En qué estabas tan ocupada el día de la venta de boletos para el concierto?

Jo recordó muy bien la hora y lugar en la que se encontraba justo en esos momentos, y en compañía de quién también.

—Estaba en casa.

—¿Solamente eso?

Jo fue llevada por un segundo a uno de los instantes más agobiantes de su vida; su madre y su celular: eso nunca era una buena combinación.

—¿M-mamá? —la rubia sollozó al verla invadir la privacidad de su habitación—. ¿Q-qué haces con mi teléfono?

La señora Hoult confirmó con aquel vistazo al dispositivo algunas sospechas; pero nada como el tener que escucharlos en voz de alguien, frente y claro. 

—Josephine... t-tengo que algo que preguntarte...



N/A: Y... y.. ¡LO LOGRAMOS! ¡Superamos las dos mil lecturas! ¿Quién diría que de hecho promocionarse funcionaría? 

Y no lo hubiéramos logrado sin usted, el querido público en casa, así que para todos:

Ya saben lo de siempre: aquí está sección está lista para comentarios, quejas, sugerencias... no necesariamente de la historia incluso, pero si se apegan a ella lo apreciaré.

Pregunta de la semana: ¿Les gusta el K-Pop? Yo tengo sentimientos encontrados: me gusta juzgar canción por canción; algunas son de mi gusto, otras no, pero me dan cosa los chicos y chicas: son tan perfectos todos que me hacen sentir que no somos siquiera de la misma especie. 

Shalom camaradas.


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