Lo que el hielo ocultó

By gabyaqua

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Roger Bernard es cirujano, un hombre atento, tranquilo, y que para sorpresa de Lauren, vive casi al frente de... More

LHO
Nubes negras
Lo que el hielo ocultó: Intriga
Lo que el hielo ocultó: preocupa.
Lo que el hielo ocultó: hace creer (Él era para mi)
Lo que el hielo ocultó: (ahoga) Llegar al fondo... y despues ahogarme.
Lo que el hielo ocultó: ilusiona.
Lo que el hielo ocultó: invita.
Lo que el hielo ocultó: provoca.
Lo que el hielo ocultó: descubre.
Lo que el hielo ocultó: avergüenza
Lo que el hielo ocultó: asusta.
Lo que el hielo ocultó: convence
Lo que el hielo oculto: advierte.
Lo que el hielo ocultó: aturde.
Lo que el hielo ocultó: embosca.
Lo que el hielo ocultó: golpea.
Lo que el hielo ocultó: traiciona.
Lo que el hielo ocultó: lastima.
Lo que el hielo ocultó: te marca.
Lo que el hielo ocultó: recuerda.
Lo que el hielo ocultó: alumbra.
Segunda parte: 22 Lo que el hielo ocultó
Lo que el hielo ocultó: prueba la vida.
Lo que el hielo ocultó: cuestiona.
Lo que el hielo ocultó: cambia.
Lo que el hielo ocultó: trae recuerdos.
Lo que el hielo ocultó: miente.
Lo que el hielo ocultó: sale a la luz.
Lo que el hielo ocultó: aísla.
Lo que el hielo ocultó: Espera.
Lo que el hielo ocultó: "Supone"
Lo que el hielo ocultó: Prohíbe.
Un largo quizá
Hola, aviso.
El final; comentarios

Lo que el hielo ocultó: persuade.

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By gabyaqua

Capítulo 9

Lo que el hielo ocultó: persuade.

Eran las seis de la tarde y no había rastro de él. Estaba desesperada, de alguna forma decepcionada, fui a mi habitación para desmaquillarme. Con el algodón en las manos me paré frente al espejo. Casi me dieron ganas de llorar, ¿pero por qué llorar por él, si éramos todavía desconocidos?

Me miré a los ojos. Estaba bien. Simplemente debía olvidarme de él.

En ese mismo instante, o segundos después de proponerme olvidarme de cualquier chance para empezar una relación con él, el timbre de la puerta sonó.

Eran las 6:30pm. Una hora y media después de lo pactado. Sentí ganas de cerrarle la puerta en la cara, pero su cara de esa forma, y la barra de chocolate en la mano, me hicieron esperar por su excusa.

—Tuve inconvenientes.

Me besó la mejilla mientras depositaba el chocolate en mi mano. Después me miraba.

—Entiendo. —Miré el chocolate de envoltura dorada en mi mano. Me dijo que se había detenido en un quiosco solo para comprármelo como regalo de disculpas.

Le creí.

Paseamos por la ciudad de Múnich. Las luces poniendo un sentimiento melancólico en mí y el hecho de que estaba en una cita de noche con él, con Roger Bernard. Las cosas me habían salido tan genial, pensaba, él me gustaba, me estaba haciendo caso, yo realmente me sentía bien. Nada me estaba preocupando excepto el hecho de que él seguía saliendo los fines de semana, pero ni siquiera le prestaba tanta atención a ese hecho.

El mes de febrero fue el mes en donde perdí toda la modestia con Roger, fue el mes en donde él me llevó a hacer cosas que yo nunca me imaginé haría, pequeñas dosis, de apoco, y después las altas.

Nosotros estábamos oficialmente saliendo, no éramos novios, sino saliendo, casi novios, yo era su querida.

Después de comer un sándwich parqueados en frente al lugar donde lo habíamos comprado. El me preguntó:

—¿Te sientes lista?

Yo dije que sí, y no sabía exactamente qué era, aunque me hacia la idea. El metió su camioneta en el subterráneo de un edificio color bronce, que en realidad se veía así por las luces, y tomamos el ascensor hasta un pent-house. Y yo, que nunca había visto tanto lujo en mi vida estaba maravillada solo con la habitación principal del departamento gigante.

Me llenó los ojos solo con eso, que tenía un departamento de lujo, que quizás ahí pasaba los fines de semana.

Me besó los hombros, y después me pidió que bailara. Yo estaba muerta de nervios, pero ansiosa de hacerlo. No porque él quería, sino porque yo quería hacerlo.

Yo quería. Debía convencerme de eso, el hecho de que después me haya arrepentido es otra cosa, pero esa primera vez, cuando bailé en frente de él, me había sentido tan volátil, porque el solo hecho de que él me mirara así mientras lo hacía había sido todo lo que necesitaba como mujer.

Cuando acabé, dejé escapar una sonrisa nerviosa. Él se levantó, y puso su mano en mi cintura, muy cerca de mí.

—Perfecto.

«Perfecto, bien, excelente, bien hecho, puedes mejorar», yo estaba acostumbrada a esas expresiones cada vez que hacia un movimiento bien en la academia de patinaje, así que la misma sensación de satisfacción que sentía cuando hacía algo bien en el entrenamiento o en la pista, la sentí en ese momento, pero el doble de intenso, y con otra sensación más ligada al deseo que sentía por él.

Todo eso fue interrumpido por el sonar de mi nuevo celular.

Era una basura, solo servía para recibir y hacer llamadas, su sonido era estruendoso y molesto. Sonaba en el abrigo que había dejado encima de la cama.

Roger me miró los labios y después me dijo:

—Anda, tómalo.

Entonces, con un poco de vergüenza, o furia, tomé el celular y me calmé, como cuando te echan un balde de agua fría. Mi mamá estaba preocupada, eran las diez de la noche y no estaba en casa. Le pedí a Roger que me llevara, y así lo hizo.

El domingo fui a patinar con Tania, ella estaba sentada en una roca incrustada al suelo cubierta de nieve, y yo estaba en el centro, dando giros y volteretas, de a momento bailaba mientras me deslizaba por el hielo.

Me dirigí a la orilla, Tania le acababa de dar un mordisco a una barra de granola, después de masticar, me miró.

—¿Me explicas lo de tu video?

Yo rodé los ojos mientras me paraba en la orilla.

—Todo el mundo siempre está hablando de eso, me tienen cansada, ¿sabes?

—Lo siento. —Tomó otro mordisco—. Ayer lo vi, te veías más niña.

—¿En serio? —pregunté—, fue hace meses, que digo, como en solo un par de meses cumplirá un año, tenía diecisiete, creo, no recuerdo ahora.

Asintió, quitando la envoltura por completo.

—¿Quién era la otra chica?

—Mi amiga más cercana, se llama Kristal. —Me reí—. Ella no quería bailar...

—Ah, se nota —me interrumpió rodando los ojos y después mirando lo poco que quedaba de su barra de granola, después me miró a mí—. Quiero decir, tú lucias profesional, ella la pobre intentaba demasiado, como a esas nerds que siempre viven atrapadas y se les concede libertad por primera vez en la vida.

Yo ante eso me reí, alto, me dio un genuino ataque de risa, en parte era cierto, Kristal y yo éramos una de las mejores en la academia, pero ella no sabía menearse apropiadamente.

—Te queda lindo el rubio —me dijo de repente.

Miré las puntas de mi cabello. —Gracias.

Me había teñido el pelo el sábado, un día después de ver a Roger Bernard, la verdad era que estaba muy reciente y el color estaba vivo y lindo todavía.

—Bueno entonces hicimos el video y lo vimos varias veces, —Me alejé de la orilla y empecé a deslizarme suavemente por el hielo otra vez, sintiendo cada deslizamiento como un ave que aletea sus alas después de mucho tiempo de estar en el nido—, concluimos que era muy divertido, nos gustaba.

Tania abrió los ojos, pero no en una forma de sorpresa, sino para darme a entender que me escuchaba.

—Lo vimos una y otra vez, y yo estaba muy orgullosa, digo, llevaba desde los trece haciendo videos de mí bailando pero nunca uno había salido tan... bien.

Movía las manos mientras patinaba y miraba a los arboles cubiertos de nieve. Mi rostro expresaba confusión, cambié la mueca y la dirección.

—¿Hay más videos como esos? —Tania parecía sorprendida mientras se levantaba para quitarse la nieve del trasero.

—Los había. Mi mamá tomó las videocasetes y los destruyó, —Me alcé de hombros—, dijo que no quería correr riegos.

Tania abrió los brazos con las palmas extendidas, y al mismo tiempo alzó sus hombros mientras con una expresión de obviedad y confusión me preguntó:

—¿Para qué subiste ese video?

Yo me detuve en la orilla de nuevo.

—No lo hice yo, se lo envié a mi amigo, y él pensó que era muy bueno, y lo subió a una red social, en donde se volvió viral hasta que la red eliminó la publicación por violar la guía de contenido. Pero era muy tarde, alguien lo había subido a una cuenta de porno amateur, lo describieron como un video para masturbarse y esas cosas.

Un silencio entre las dos.

—¿Escuchaste eso? —me preguntó ella. Yo no había escuchado nada, así que negué con la cabeza—, creí haber escuchado algo, olvídalo.

—Si... eh, bueno, fue algo exagerado, ¿no crees?

—Tal vez... —Ella estaba inquieta, miró el reloj de su mano—, seis de la tarde, es hora de irnos.

Yo me tiré en la nieve, a quitarme los patines.

—Crearon una página exclusivamente para mí, los muchachos de la escuela digo, allí ellos decían que las verrugas de mis costillas eran por una ETS, ¿viste que estaban visibles en el video?

—¿Es... en serio? —Se estaba abrazando a sí misma—, wow, que gente.

—Sí, las cosas donde vivía se llegaron a poner muy feas, todo por una estupidez, el video no es erótico, que un montón de gente sin vida esté muy necesitada no es nuestro problema.

—Bueno... —Se movió un poco—. Tal vez sí es un poco subido de tono, Lauren...

Yo me levanté con mis botas y mis patines en mi mochila, emprendimos el viaje de regreso. Alcé mi vista al cielo, el cual estaba lleno de nubes y se veía infinito, más allá, en lo profundo, ¿Qué había?

—¿En serio lo crees?

Tania no me respondió al instante, tenía las manos en su chaqueta, y después de recoger su cabello a un lado asintió.

—Quiero decir Lauren, cualquier persona dentro de sus cabales sabe que el video es medio erótico, no sé por qué no lo has aceptado.

—Está bien Lauren, usted me tiene que decir ya, pero ya, en serio, me tiene que decir ahora mismo quien es ese hombre que vino por usted el miércoles, ¿me dirá? —Rosemary llevaba una de sus trenzas de lado, estaba tejido en tres y tenía mechones marrones y rubios ligados—. Oh Dios mío, tu cabello, es hermoso.

—Gracias —Me pasé la mano por él—, te dije que sería rubia como tú.

—Parece una de esas estadounidenses que viven en california con un súper bronceado pasado del horno que a cada rato veo en el internet.

Me reí, otra vez lo mismo.

—También me dejó plantada esperando por usted el miércoles.

—Lo siento Rosemary, tuve otros planes.

—Quiero que me lleve con ustedes la próxima vez que salga con Tania. —Alzó el mentón luciendo indignada.

Asentí porque no podía responder, el maestro acaba de entrar al aula.

—Dios, no puedo... —murmuré.

—Oh vamos, quiero que vayas elegante.

Ser la querida de un cirujano como Roger traía sus ventajas. Era soltero y no tenía hijos. Sus gastos eran mínimos y su cuenta bancaria de clase media decía que podía darse lujos de vez en cuando, como comprarle a su querida un par de joyas de verdad, y no de fantasía, para que le acompañara a un aniversario del hospital en que trabajaba.

Me había invitado para ir como su pareja, yo. Y me sentía en las nubes.

—¿Nos puede ayudar aquí señorita? —preguntó él.

La joyera procedió a sacar los cofres con las joyas y me las mostró. Yo no sabía que elegir porque valían miles de euros, eso principalmente me frenaba de hacer cualquier decisión.

—¿Tiene idea de con qué se lo va a poner?

—Sí, mire, me pondré un vestido color crema sin mangas —le expliqué.

Ella me miraba a los ojos, pero cuando yo miraba hacia las joyas sé que nos miraba como pareja, sé que hacia perjuicios en su mente sobre que llamábamos la atención porque yo era joven y se notaba. Que mi cara aún estaba libre de arrugas o de signos de edad, y que a Roger se le formaban pequeñas arrugas en los ojos. Me veía como si lo estuviera estafando a él, como si la mala de la historia era yo.

—Esto es perfecto —me enseñó un collar delicado, al conjunto de unas piedras de zafiro para las orejas.

Roger volvió a desaparecer esa noche, porque era sábado, y ni siquiera me dijo hacia donde iba. Como estaba sola bajé a la casa de Rosemary, pero me encontré con la sorpresa de que no estaba allí y no había nadie en el lugar.

Al volver a llegar a mi casa, cuando tocaba la puerta, una gran armada blanca se detuvo frente al jardín. Creí haberla visto antes. Justo cuando el desconocido nuevo novio de mi mamá se bajó de ella supe que él día que la había visto había sido el viernes de la última semana de enero.

Caminó hasta la puerta, y viéndome ahí, sonrió.

—Hola.

—La señora no ha querido abrir, así que tendrás que esperar. —Toqué la puerta otra vez, con el doble de molestia.

—¿Si no me equivoco, Lauren? Pues sí, eres muy parecida a ella.

—Gracias, supongo, —Lo miré con los ojos entrecerrados—, y bueno, ¿desde cuando salen ustedes dos? —Me volteé hacia donde él.

Él se limpió la garganta.

—Tu mamá me dice muchas cosas lindas de ti, —Me tendió su mano—, soy Herman, es un placer saludarte apropiadamente.

—Sí, la última vez no lo fue para nada.

Mi mamá abrió la puerta, primero me observó, o más bien, observó lo que llevaba en la mano (una bolsa con las cosas que había comprado dentro) y después a su pareja.

—¿Ya se conocieron?

—Más o menos. —Entré a la casa y me metí a la habitación.

Al otro día mi mamá me dijo que saldría, pero yo no le presté atención. Yo solo quería que se marchara y me dejara para poder arreglarme e ir a mi cita publica con Roger.

Estábamos a mediados de febrero, nuestra relación era a semi-escondidas, no nos escondíamos, pero no se lo decíamos a nadie. Ni siquiera lo había conversado con mi mamá, porque yo simplemente estaba aventurando. Era como si por fin le mostraríamos a todos que éramos una pareja, pero sin decirlo realmente.

Roger me recogió y nos dirigimos al lugar de la celebración. Había un pastel gigante en forma del hospital y un barril de cerveza al lado. Él me presentaba: es mi novia. Y yo le sonreía a sus colegas, un poco cohibida, porque no sabía que lo éramos hasta esa noche, ya que nunca me preguntó: ¿quieres ser mi novia?

Los amigos cercanos de Roger sonreían o hacían comentarios morbosos, y las otras personas simplemente no decían o hacían nada, porque no era su asunto.

Pero a mí no me importaba lo de sus amigos y colegas, todo lo contrario, me gustaba el hecho de que llamáramos la atención, el hecho de que pensaran: solo miren; el doctor se ha conseguido una jovencita.

Me pasé parte de la velada asida a su brazo, y él con su mano en mi cintura, sin quererse pasar de la raya porque era un caballero. Conocí a tantas personas que no recordaba ni la mitad de ellos a diferencia del hijo del fundador del hospital, quien era un poco obeso y con cabello lleno de canas, y solo por esas características se me quedó grabado en la mente.

Hubo un momento en el que Roger se inclinó para recoger un brochure de conmemoración por los setenta y nueve años del hospital y devolvérselo a una joven mujer.

Una mano delicada me volteó, y me sorprendí al ver a Herman.

—¿Lauren? Yo pensé que eras Laura.

Roger se nos paró al lado, y Herman me soltó. Ambos se saludaron, como si se conocieran, tan cálidamente.

Herman se quedó en un silencio, y me miró sospechoso.

—Tu madre se me perdió hace unos segundos.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —pregunté.

—La empresa ofrece seguros al hospital, —se rió, como si yo debía saberlo al ser la hija de una de las contables—, ¿Cómo no estar aquí? ¿no te dijo tu mamá?

Negué. En ese instante mi mamá llegó de la nada, me observó de arriba abajo, miró a Roger, y entonces me pidió que la acompañara. Le pedimos excusas a nuestras citas.

Me agarraba la muñeca con brusquedad, al llegar afuera me soltó de golpe.

—Tú y yo tenemos tanto que hablar. —Se pasó la mano por su cabello rizado— ¿por qué viniste aquí?

—¿Qué? Yo no sabía que estarías aquí. —Me alcé de hombros.

—¿Estás con ese hombre? —susurró con la cara preocupada—, en serio hablaremos de esto en casa Lauren, no me importa la edad que tengas, hablaremos de esto.

—Es una "cita", solo hemos estado saliendo.

—¡Pero yo no lo sabía! Mira cómo estás vestida... —Señaló mi ropa. Era un vestido sin mangas que caía como cascada, sencillo, sin nada de brillo. Solo era atrevido porque me dejaba los hombros desnudos. También me lo había comprado Roger, decía que le gustaban mis hombros.

Rodé los ojos.

—Ya lo sabes, estamos saliendo. —Me agarré las ganas de llorar—. Yo no sabía que estabas saliendo con Herman, ¿y te hice yo este show? Me humillas mamá delante de todos.

—¿Todo esto es sobre hacerle la competencia a tu mamá? —Se cruzó de brazos—, Lauren, hija, tienes mi atención.

—¡No, porque me gusta, te dije!

Ella se me acercó.

—No grites Lauren, ¿no ves dónde estamos? —Ella respiró profundo, y se calmó—. Sabes que, ¡lo que sea, Lauren! Haz lo que quieras, pero cuando ese hombre te rompa el corazón yo estaré para ti, ¿claro lo tienes?

Aunque sus palabras eran dulces, yo la miraba con furia.

—Quiero que te vayas Lauren. Eres mayor de edad, pero no quiero estar en la misma fiesta con mi hija. No quiero verte con ese hombre, es más debería castigarte por ocultarme esto.

Se me salieron lágrimas mientras seguía mirándola a los ojos. Ella me las limpió.

—Entiende que no se ve bien, —Me tomó la cara—, preciosa, ve a casa ahora.

Asentí.

Antes de volver a entrar me dijo que lo hacía porque me quería. Que nadie me querría nunca como ella. Pero entonces cuando Roger salió con esa cara de que comprendía todo lo que estaba pasando y cruzó su mano por mi hombro y condujo a su casa, yo olvidé todo eso.

«Cuando ese hombre te rompa el corazón yo estaré para ti...» ¿Qué tal romperme el alma en mil pedazos mami...? ¿Estarás para mí y recogerás esos pedacitos diminutos? Cuando mi vida se vuelva sin sentido y frágil pero con la voluntad tan fuerte como un roble de vivir, ¿me ofrecerás tú mano o ya te habrás olvidado de mí?



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