Te prohíbo enamorarte (MARZO)

By danielatamariz

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Si piensas que es la típica historia del chico malo y la nerd que se enamoran y al final terminan juntos... P... More

Te prohíbo enamorarte
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo
Capítulo 20
Capítulo 21
2015
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
capítulo 41
Capítulo 42
Holis :*
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
"Anuncio"
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Epílogo
Agradecimientos
#MyWattysChoice

Capítulo 4

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By danielatamariz

 Mamá y papá están sentados en el jardín de la casa, ambos sonríen ampliamente. Los hermosos ojos verdes de mi mamá brillan como dos diamantes recién pulidos. Me observa correr en círculos jugando con el avión que papá me regaló en mi cumpleaños número cuatro. Papá corre hasta donde estoy jugando y me carga con sus fuertes brazos, empieza a darme de vueltas y yo río a carcajadas, estamos muy felices.

Mamá se nos une y reímos abrazados. Los ojos azules de papá miran a mamá, se ven tan enamorados y felices como siempre. Mi avión se me resbala de las manos y cae en la pequeña acera que rodea la fuente que está en el jardín, se le rompen las alas e instintivamente empiezo a llorar.

—Mamá, mi avión —digo sollozando.

Papá me deja sobre el pasto verde y recién podado.

—Tranquilo, mi pequeño —papá me dedica una sonrisa amorosa—. Lo arreglaremos.

Mamá se pone en cuclillas frente a mí y me limpia las lágrimas que mojan mis mejillas.

Corro hasta donde están las flores y decido cortar la rosa más hermosa y fresca que hay. Es una rosa blanca que recién floreció, es hermosa casi igual que mamá. Corro hasta donde estaban parados esperando y me percato de que no están.

Se me hace extraño no verlos ahí.

—Mamá, papá, ¿dónde están? —grito.

Entro corriendo a la casa y empiezo a buscarlos por todas las habitaciones. Nadie contesta. Salgo y busco por todo el jardín pero no encuentro a ninguno de los dos. Me doy la vuelta y los veo a unos cuantos metros de distancia.

—Mamá, ¿a dónde van? —pregunto temeroso—. ¿Por qué se alejan?

—Te estaremos cuidando, pequeño —ambos se despiden con una señal de mano—. Recuerda que te amamos y siempre cuidaremos de ti.

Cada vez se alejan más y más. ¿Qué hacen? ¿Por qué me están dejando solo?

—No, no se vayan —empiezo a llorar—. No me dejen otra vez, ¡NO AHORA! —grito desconsoladamente.

¿Por qué lo hacen de nuevo? Se suponen que ustedes me aman y estarán siempre conmigo, aquí, cuidándome.

Veo a la versión pequeña de mí llorando y suplicando que no sea abandonado de nuevo, que no lo dejen solo.


Despierto sudado y con la respiración acelerada. Me destapo y dejo la sábana a un lado. Tengo el pecho empapado de sudor, me levanto rápidamente de la cama y me froto la frente, limpio el sudor y trato normalizar la respiración. Siempre que tengo este tipo de sueños, al despertar tengo pequeños ataques de pánico, así que debo intentar tranquilizarme.

—Fue un sueño —digo en un susurro—. Sólo soñaste con ellos —de nuevo.

Camino hasta el armario, agarro una camiseta negra y unos pantalones deportivos. Me visto y salgo del departamento.

—Me vendrá bien un poco de aire fresco.

Esta vez decido tomar las escaleras y no el ascensor. Bajo con calma y sin prisa, cuando llego al vestíbulo me encuentro con Carl. El portero.

—Buenas noches, joven Daniel.

—Carl —le respondo con un movimiento de cabeza.

Salgo del edificio y una oleada de viento pega de golpe en mi cara. Es un viento ligero y refrescante, se siente bien.

Las calles están iluminadas por las grandes lámparas que hay en cada esquina y por los restaurantes y edificios que aún están en servicio.

Llego a un pequeño parque que está a dos cuadras, me siento en una de las bancas y suelto un suspiro.

—¿Por qué tuvieron que morirse? ¿Por qué precisamente ustedes? —siento un enojo apoderarse de mí.

Me siento frustrado y enojado por todo esto. Tenía demasiado tiempo que no me sentía así —miserable y terriblemente triste—. A pesar de que ya han pasado muchos años desde que murieron, aún no logro llenar el vacío de su ausencia. Es cierto que tengo el dinero suficiente para despilfarrar y malgastar, tengo a chicas comiendo de la palma de mi mano, tengo un físico lo bastante atractivo para tener a la chica que quiera, pero hay algo que falta en mi vida. Hay algo que aún no está completo, son ustedes los que me hacen falta, su amor y cariño.

El sueño en el que soy espectador de mi yo pequeño y ustedes, es realmente horrible, se siente tan real que duele mucho al despertar.

—¿Estás bien? —una voz cálida me hace levantar la vista.

Esos ojos azules penetrantes me observan con profundidad. Ahora mismo no tengo la intención de ser un patán, mi ánimo no se presta para eso.

—Ah, yo... Eh —titubeo por un segundo, pero me aclaro la voz—. Sí, estoy bien.

—Hace frío —la miro y frunzo el ceño. No sé si quiere sacar tema de conversación o simplemente quiere molestar.

Enarca una ceja y de repente me percato de que salí sin nada con que abrigarme. Invierno se acerca y ya hace un poco de frío en las calles de Londres.

—Eh, sí —contesto—. Ya me iba.

Me pongo de pie y empiezo a caminar de vuelta al edificio. La chica acelera el paso y en cuestión de segundos la tengo caminando a mi lado.

—Yo también voy para mi departamento —mantiene la mirada al frente—. Supongo que no hay problema.

Niego con la cabeza y regresamos al edificio en silencio.

Carl sigue en el mismo sitio de cuando salí. Está comiendo una rosquilla de chocolate y a un lado tiene un café humeante que al parecer está recién hecho.

—Joven Daniel —se limpia de la comisura unas migajas de chocolate—. Señorita Miller —le dedica una sonrisa a la morena que tengo junto a mí.

Ahora sé que su apellido es Miller, es mejor que no saber nada de ella. Pero con ayuda de Rose, la secretaria del director, podré averiguar su nombre. Sé que no se negará. Lo intentaría con Carl, pero seguramente no me lo dirá, es muy discreto a lo que se refiere con la vida personal de los que vivimos en este edificio y la verdad es que se lo agradezco.

Nos adentramos al elevador y pulso el botón del décimo piso. La estúpida y frustrante canción que suena es realmente exasperante.

—¿Así que tu apellido es Miller? —pregunto como si nada.

Ella no aparta la mirada de las puertas del elevador.

—Sí.

Las puertas se abren y sale a toda prisa. Saca las llaves de su departamento y torpemente mete la llave a la cerradura.

—No te voy a violar —digo con ironía y enarco una ceja.

—Eso ya lo sé, jamás podrías hacerlo —abre la puerta—. Eres lo bastante sensato para no hacer una estupidez como esa y menos tratándose de alguien como yo.

—¿Por qué dices eso? —pregunto acercándome a ella.

—Tú y yo somos muy diferentes. Jamás me fijaría en alguien como tú.

Pone cara de asco y me mira de pies a cabeza.

—¿Y por qué no?

¿De verdad hice esa pregunta estúpida? Yo, Daniel Müller, el chico que puede tener a la chica más guapa si así lo quisiera.

—Sólo mírate.

Su respuesta me confunde un poco y me hace pensar al respecto. No comprendo lo que está pasando ahora mismo.

—Pues tú tampoco eres como una maravilla —si estamos diciendo verdades, hay que decir todas.

Lleva puesta una falda de vuelo que le llega abajo de las rodillas, una blusa de pliegues con estampado floral y un suéter de cachemira color rosa pálido que lleva desabotonado. Su cabello lo lleva amarrado con una goma que parece estar a punto de reventar. Y por último esos horribles lentes redondos que sólo entorpecen el bonito color de sus ojos. Pareciera que busca verse patética, porque apuesto que no se siente cómoda vistiendo así, se le nota.

—Yo tampoco me fijaría en alguien como tú —le digo y me doy media vuelta —. Ni de broma.

No sé de dónde saqué la dignidad para decirle eso, pero lo importante es que lo hice. Abro la puerta y entro dejando a Pinky y su cerebro con la ceja enarcada.

Doy un puñetazo a la pared y me maldigo por todo esto. Esa chica me está sacando canas verdes y presiento que terminaré odiándola.

Mi celular suena y lo saco del bolsillo de mi pantalón. Son las 10 de la noche.


Christopher:

Daniel, no se te olvide que mañana tenemos golf en el club. Paso por ti a la universidad.


Decido contestarle con un mensaje rápido y corto.


Daniel:

Por supuesto. Estoy ansioso por jugar golf... YUPI :D

PD. Nótese mi sarcasmo.

Christopher:

Si fueras más constante en este deporte, estoy seguro de que te encantaría.

Daniel:

Tengo cosas más importantes que practicar golf.

Christopher:

¿Cómo tirarte a chicas y luego botarlas?

Daniel:

El maestro cuestionando a su alumno. No seas hipócrita, Chris.

Mañana nos vemos.

Cuídate imbécil.

Christopher:

Yo sólo decía. Nos vemos mañana.


Dejo el celular en el sofá y cierro los párpados por un momento. Un momento que se convierte en un sueño muy profundo.

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