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By Maggmon

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¡Adelanto!
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PRÓLOGO (editado)
Capítulo uno (editado)
Capítulo dos (editado)
Capítulo tres (editado)
Capítulo cuatro (editado)
Capítulo cinco (editado)
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Epílogo
AVISO IMPORTANTE
¡LA VUELTA A WATTPAD!
¡VUELVEN HUNTER Y CHLOE!

Capítulo 35

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By Maggmon

Hunter

Volví a dormir tranquilo desde que las piezas volvieron a su lugar. Ya no tengo pesadillas, tengo unos lindos sueños donde claramente ella es la protagonista de muchos.

La energía volvió a mí con un chispazo de colores y felicidad. Estoy bien, me siento bien y eso es muy gratificante.

Estoy en paz con el mundo y, sobre todo, conmigo mismo. Y cuando eres una persona bastante complicada, estar en paz es de lo mejor.

—Deja de llamarme metida —me dice Caroline al otro lado del teléfono. Ya había regresado a Nueva York. Se le presentó un problema a la familia de Eric, y ella como toda compañera, está a su lado. Así que tuvo que volver antes de lo previsto—. Sabes que me adoras.

Me río.

—Es verdad, lo hago. Gracias, Line. Ojalá todas las «ex» fueran como tú.

—No todas estamos locas —nos reímos—. Qué lindo escucharte así. No lo arruines, mereces ser feliz y Chloe tiene todas las respuestas.

—Lo sé. Por eso y muchas cosas más... la amo.

—¡Oh, por Dios! ¿Se lo dijiste?

—Sí.

—¿Sí? ¿Así nada más? ¡Dime qué te dijo!

Niego con la cabeza sonriendo.

—Que me ama también.

Caroline grita tan fuerte que tengo que apartar el celular para no dañar mis tímpanos. Definitivamente, ella es la única ex que gritaría por algo así.

Al terminar la conversación, salgo de la habitación y percibo el aroma a café. Afuera llueve, y beber uno en estos momentos me parece genial. Sin nada más que agregar.

—¿Quieres un poco? —me pregunta Paul, como si hubiese leídos mis pensamientos.

—Sí, gracias.

Me siento en uno de los taburetes, hasta que recibo la taza de café. Está aún más delicioso que de costumbre, ¿influirá el clima?

Escucho el sonido que hacen los dedos de Paul al escribir sobre el teclado de la notebook, el cual a su vez, está acompañado de varios clics. Es la primera vez, en tanto tiempo, que lo noto muy entusiasmado.

—¿Algún trabajo interesante para entregar? —pregunto.

—No.

Responde sin más. Seco, y distante. Es muy extraño que te responda así, no es muy propio de él.

—¿Todo está bien?

—Sí, todo está bien.

Sigue trabajando en lo suyo, solo que esta vez suspira pesadamente reiteradas veces.

Ahora que lo pienso, hace días que lo noto así. Está raro, responde con monosílabos, y lo percibo muy metido en sus cosas. De un día para el otro dejó su divertido humor para pasar a ser serio, y hasta preocupado. Ni en épocas de exámenes es así.

—¿Seguro que todo está bien? ¿No hay nada que quieras contarme?

Vuelve a suspirar.

—No, amigo, en verdad que no hay nada. Lo siento, solo estoy... muy metido en algo.

—¿Drogas? ¿Alguien te persigue?

—¿Qué? —se ríe—. Deberías cambiar de canal y no darle tanta atención a Investigation Discovery.

—Sí, creo que tienes razón. Entonces, ¿de qué va todo esto?

—Nada, solo... me interesó un tema de la universidad y estoy averiguando más al respecto. No me preguntes qué es, porque te voy a comentar cuando tenga más información. Sabes cómo soy con esas cosas.

Es verdad, Paul siempre quiere informarse a la perfección sobre un tema en particular antes de contarlo y dar su punto de vista. Espera la opinión de uno, y así surge una conversación más que interesante, esa que no siempre se da y que cuando se presenta no te aburre.

Pero esta vez no le creo demasiado. Titubeó mucho al hablarme, como si hubiese inventado en el momento la respuesta.

De todas maneras, decido callarme y no decir nada. Cambio el tema de conversación par así desviar la atención del ruido que me hace la actitud de Paul últimamente. Supongo, que de pasar algo, tarde o temprano me lo dirá.

Luego de finalizar la charla, Paul se dirige a la universidad más apurado que nunca. Muchos interrogantes se siguen dibujando en mi mente.

Vuelvo a la habitación y me acuesto en la cama. Escucho el sonido de la lluvia y cierro los ojos. Paz.

¿Algo más agradable que esto? Acostarse y escuchar cómo llueve. Aunque bueno, estaría mucho mejor si Chloe estuviera aquí.

Me detengo a pensar en ella, en los días que pasamos juntos luego del perdón. Pero más me detengo a pensar en la increíble fuerza que tiene el amor.

Alguna vez llegué a pensar como todos, no se puede amar a alguien en cuestión de nada, porque es algo que lleva tiempo, es un sentimiento que se gana con muchas acciones, incontables momentos.

Pero ahora no pienso así. Se puede amar a alguien de forma inmediata. Es por eso por lo que me encuentro pensando en la fuerza del amor. Para él no hay límite de tiempo, si pasa, pasa, y punto. No preguntes cómo, ni por qué... Está pasando, lo estás viviendo, sintiendo.

Sí, lleva tiempo conocer a una persona, es verdad. Pero ¿quién dijo que no puedes amar mientras lo haces? No está escrito en ningún lado, no es una regla, no es lo «normal».

Tal vez todo tenga que ver también con la magia de las personas. Creo en la magia desde que conocí a Chloe, porque ella, definitivamente, es mi maga.

Su risa es magia.

Acariciar la curva de su sonrisa es magia.

Su aroma es magia.

Sus sueños son magia.

Ella en toda su totalidad lo es. ¿Cómo no amarla? Si trajo bienestar consigo desde el primer momento. Me trajo seguridad, cariño. Me trajo una vez más al amor, uno grande, único y hermoso. Por eso, en cuestión de nada, la amo. Porque sí, porque tuvo que ser así, porque mi corazón la eligió.

El amor te sorprende de muchas maneras. A veces estás mucho tiempo con una persona, y no puedes amar. Y ese sentimiento no se puede forzar, simplemente se da.

Y un día llega alguien de sorpresa, rompiendo con todos los esquemas. Alguien que te enamora como nunca nadie antes lo hizo. Entonces, con la misma sorpresa que trajo su presencia, te encuentras amando en días contados.

¡Y qué hermoso es todo cuando ese amor es correspondido! Gracias por corresponderme, Chloe.

Al parecer la llamé con mis pensamientos, porque Hello, Goodbye comienza a sonar. Menos mal que pudo comprarse un celular, ya echaba de menos esa canción.

Sonrío y atiendo su llamado.

—Pulgarcita.

—¡Oh, por favor, no!

Me río. Es el apodo que le dimos con Riley la tarde que nos leyó en el parque.

—Hola, mi amor.

—Mucho mejor —sonrío—. ¿Cómo estás?

—Bien, acostado como el día lo pide, ¿y tú?

—Vaya suerte la tuya, algunos tenemos que ir a trabajar.

—Mi más sentido pésame —se ríe—. ¿Estás ocupada luego de la biblioteca?

—Mmm, no.

—Genial, porque quiero estar contigo. Te echo de menos.

—Y yo a ti. Pasaré luego del trabajo, ¿quieres que lleve la cena?

—Me parece una buena idea.

—¿Algo en especial?

—Sorpréndeme.

Se ríe.

—De acuerdo, ¿Paul va a estar? Así llevo para él.

—No, me dijo que no lo espere para cenar.

—Está bien. Entonces, solo tú y yo.





Chloe llega con la cena, y una increíble energía contagiosa. Un lindo humor que me gustaría conservar en un frasco para cuando todo vaya mal, y así pintar un poco el gris del momento.

Ahora no sé por qué nos estamos riendo tanto, pero ya pasó tiempo de la risa contagiosa. Me río porque ella lo hace, y creo que ella se ríe porque yo lo hago.

Qué locura hermosa.

Nuestras risas se callan cuando siento sus labios sobre los míos. La beso, y el mundo se detiene. Lo tan cliché de solo somos nosotros. Porque si estamos juntos, el mundo hace silencio para mí.

—No puedo amarte tanto —le digo entre besos.

—Puedes, porque yo también lo hago —susurra sobre mis labios.

—En cuestión de días...

—¿Qué más da? Es lo que tuvo que pasar.

Y nos volvemos a besar, terminamos la provocante distancia que generaban los susurros sobre nuestros labios.

El sonido de unas llaves nos obliga a alejarnos. Paul había llegado.

—Hola, hola —saluda animado. De hecho, demasiado. Como si no hubiese estado raro esta mañana, ni estos días. Una vez más es el de siempre.

—Vaya, cuánto humor —le dice Chloe.

—Las buenas noticias provocan eso, ¿no?

—Pues sí.

—¿Podemos saber de qué trata la noticia? —pregunto y percibo que se sienta en el sofá cercano al que me encuentro con Chloe. En su individual favorito.

—Es que eres quien más necesita saberlo.

Frunzo el ceño.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Porque eres el protagonista de la noticia.

—¿De qué hablas?

—De la mejor noticia del mundo, amigo.

Noto su felicidad, siento su energía positiva por cada rincón del departamento.

—Me gustaría saber de qué hablas.

Hace una pausa, y tanto Chloe como yo estamos impacientes. Aunque creo que gano con la impaciencia.

—Hace un tiempo ya que me encuentro averiguando sobre el tema, informándome por internet, haciendo llamadas, todo como un investigador profesional. Y esta semana recibí la respuesta que tanto estaba buscando.

—¿Por eso has estado tan raro?

—Sí. Es que, bueno..., estuve muy metido en eso. De hecho, hasta obtuve la ayuda de tus padres.

Ahora que Paul los menciona, recuerdo que ellos también han estado muy raros últimamente. Tenían las mismas actitudes que Paul, sus mismas respuestas. Solo necesito saber el motivo, ahora, ya.

—¿Tengo que preocuparme?

—No, para nada. A mí me llena de felicidad.

—Quiero que termines con la maldita intriga.

—Apoyo eso, me siento muy nerviosa, aunque lleves esa sonrisa —agrega Chloe.

—Bien, lo voy a decir sin filtro alguno —suspira y escucho que se frota las manos—. Hunter..., puedes operarte de la vista —el mundo vuelve a detenerse, pero esta vez sin tranquilidad—. Existe la operación, lo sabes. La queratoplastia.

Sí, sé que existe la operación. Escuché casos, muchos de los cuales fracasaron.

Es una operación costosa que no me puedo dar el lujo de pagar. Además, seguramente tenga que viajar a la otra punta del mundo para hacerla. En definitiva, otro gasto.

—Paul...

—Espera, aún no termino. Un exitoso médico que realizó varias de estas operaciones llegará a la ciudad a fin de mes. Con él he estado hablando por mail, y llamadas. El tipo es famoso por los éxitos que tuvieron sus operaciones.

Continúa hablando, pero no lo escucho. Sé que Chloe le está haciendo preguntas de manera animada, pero no le presto atención. El ruido de mi mente es mucho más fuerte que sus voces.

—Puedo ser un fracaso después de tanto éxito —digo al fin, cortando con la felicidad que claramente sé que están sintiendo.

—Hunter... —Chloe entrelaza su mano con la mía.

—Eso no lo sabes.

—Si mi nervio óptico no responde, sabes muy bien que esa operación no serviría de nada. Y sabes muy bien que he estado evitando ese estudio por mucho tiempo.

Quizás por miedo a los resultados, no lo sé. Pero siempre la evité y he discutido con muchas personas al respecto.

—Lo sé, pero tal vez al saber esto te motive a no evitarla. No evites la posibilidad de volver a ver, ya no.

—¿Y si no puedo volver a ver, Paul? ¿Te has detenido a pensar en eso? No, claro que no. Nadie lo hace. Nadie sabe el terror que me da esa revisión, porque nadie entiende el miedo de saber lo resultados. Pueden ser positivos, pero ¿y qué si son negativos? ¿Otra vez caer en ese maldito pozo depresivo? No.

—¿Y si el resultado es positivo? —pregunta Chloe—. ¿Y si todo este tiempo la cura ha estado cerca de ti? —suspiro negando con la cabeza—. No sabemos los resultados que daría ese estudio, pero lo que sí sabemos con total seguridad es que solo no te vamos a dejar. Sea un resultado positivo o negativo, vamos a estar y no vas a caer en un pozo depresivo, ya no.

—Chloe tiene razón. Algunas decisiones son tomadas con miedo, en realidad, la gran mayoría. No le temas al resultado, no le temas al intento, porque bien sabes que de eso se trata la vida, de intentos.

No digo nada. Y no es que no lo hago para no cortar con su momento positivo, no lo hago porque si me detengo a pensar unos segundos, sé que pienso como ellos. Ahora, hoy, sé que sí.

—La operación es costosa y...

—No pienses en ello —me interrumpe Paul—. Cuentas con mi apoyo, el de tus padres.

—El mío —agrega Chloe.

—Pero...

—Ya basta, el dinero no es lo importante aquí, ¿te vas a animar a hacerte la revisión?

Nuevamente, me ahoga el silencio. O más bien el miedo, aquel que tanto me acompañó e hizo que evitara tal revisión médica.

Chloe me da un apretón de mano, seguido de una caricia con su dedo pulgar sobre mi palma. Lo recibo como una señal, como fuerza, como ánimos. Sé que ella estará a mi lado pase lo que pase, al igual que Paul y mi familia. Ahora sé que solo no estoy y valoro sus presencias. Y esa es la respuesta que necesito para no volver a caer si los resultados llegan a ser negativos.

—Sí. Pero no se hagan ilusiones, yo no me las hago.

—Que aceptes es un paso, uno muy enorme.

Dice Chloe y me abraza. Ahora recibo su fuerza por todo mi cuerpo, por cada partícula.

Dije que no me hago ilusiones, pero mentí. Me estoy ilusionando, y le tengo mucho miedo a la desilusión.

Quiero estar solo, lo necesito. Siento muchas ganas de llorar, y por más que sepa que cuento con ellos, ahora lo que más necesito es estar solo.

Con esa noticia mi mente no puede quedarse en silencio. Hay un desorden de emociones en mí, tanto buenas como malas. Soy un vaivén de sentimientos encontrados.

Cuando el médico me dijo que había perdido la capacidad de ver, perdí todas las esperanzas. Sabía que había una operación, y que había salvado a muchas personas de la ceguera.

De hecho, en el grupo de apoyo, una señora de cuarenta años se la hizo y volvió a ver a sus hijos, conoció a sus nietos. La historia tuvo un hermoso final.

Sabía que yo tenía la posibilidad que ella tuvo, pero negué tanto la existencia de la operación por miedo, que en definitiva para mí dejó de existir.

Y ahora Paul me la presenta otra vez. La nombró y despertó todo lo que sé de la queratoplastia.

Hay mucho ruido, demasiado. Y sigo con ganas de llorar. Sé que una vez que me encuentre solo, me voy a dar la oportunidad de hacerlo.

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