La sala de los menesteres

By TomorrowJuana

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Alba Reche es propietaria de una prestigiosa clínica de fisioterapia en Madrid. Natalia Lacunza es una famos... More

Capítulo 1. Situémonos.
Capítulo 2. Anestesia y rosas.
Capítulo 3. Recalculando ruta.
Capítulo 4. Vibraciones.
Capítulo 5. Reglas.
Capítulo 6. Humedad.
Capítulo 7. La sala.
Capítulo 8. Al habla.
Capítulo 9. El juego.
Capítulo 10. Dos galaxias de distancia.
Capítulo 11. Pasteles.
Capítulo 12. Whatsapp.
Capítulo 13. Punto de contacto.
Capítulo 14. La oveja negra.
Capítulo 15. Tacto.
Capítulo 16. La cuerda.
Capítulo 17. Pavas.
Capítulo 18. Amable.
Capítulo 19. La barbacoa.
Capítulo 20. Aquí, madurando.
Capítulo 22. La gasolina.
Capítulo 23. Notting Hill.
Capítulo 24. Platónico.
Capítulo 25. Callaita.
Capítulo 26. Caníbal.
Capítulo 27. Casa.
Capítulo 28. Funciona.
Capítulo 29. Poesía.
Capítulo 30. El alma mía.
Capítulo 31. Gilipollas.
Capítulo 32. Desaparecer.
Capítulo 33. Morrearse.
Capítulo 34. Ensayar.
Capítulo 35. El mar.
Capítulo 36. Igual un poco sí.
Capítulo 37. El furby diabólico.
Capítulo 38. Fisios y cantantas.
Capítulo 39. La noche se vuelve a encender.
Capítulo 40. Put a ring on it.
Capítulo 41. Obediente.
Capítulo 42. El pozo.
Capítulo 43. Palante.
Capítulo 44. Cariño.
Capítulo 45. Colores.
Capítulo 46. El concierto.
Capítulo 47. La sala de los menesteres.
Capítulo 48. Mojaita.
Capítulo 49. Mi chica.
Capítulo 50. El photocall.
Capítulo 51. Un plato de paella.
Capítulo 52. Trascendente.
Capítulo 53. Mi familia, mi factoría.
Capítulo 54. Elegirte siempre.
Capítulo 55. El experimento.
Capítulo 56. La chimenea.
Capítulo 57. El certificado Reche.
Capítulo 58. La última.
Capítulo 59. Ella no era así.
Capítulo 60. Volveré, siempre lo hago.
Capítulo 61. Puente aéreo.
Capítulo 62. Natalia calva.
Capítulo 63. Prioridades.
Capítulo 64. Una línea pintada en el suelo.
Capítulo 65. Mucha mierda.
Capítulo 66. Roma no se construyó en un día.
Capítulo 67. Como siempre, como ya casi nunca.
Capítulo 68. 1999.
Capítulo 69. El ruido.
Capítulo 70. Desatranques Jaén.
Capítulo 71. Insoportablemente irresistible, odiosamente genial.
Capítulo 72. El clavo ardiendo.
Capítulo 73. Miento cuando digo que te miento.
Capítulo 74. Los sueños, sueños son.
Capítulo 75. Un Lannister siempre paga sus apuestas.
Capítulo 76. El frío.
Capítulo 77. Voy a salir a buscarte.
Capítulo 78. La guinda.
Capítulo 79. El hilo.
Capítulo 80. Año sabático.
Capítulo 81. Incendios de nieve.
Capítulo 82. El taladro.
Capítulo 83. Nadie te ha tocado.
Capítulo 84. Baja voluntaria.
Capítulo 85. Polo.
Capítulo 86. Comentario inapropiado.
Capítulo 87. Cumpliendo las normas.
Capítulo 88. Puntos flacos.
Capítulo 89. Idealista.
Capítulo 90. Estoy enfadada.
Capítulo 91. Bombillas.
Capítulo 92. Amor bandido.
Capítulo 93. Galletas de mantequilla.
Capítulo 94. Un día chachi.
Capítulo 95. Click.
Capítulo 96. Doctora.
Capítulo 97. Plantas.
Capítulo 98. Como si estuviera enamorada de ti.
Capítulo 99. Un salto en el tiempo.
Capítulo 100. 24 horas después.
Capítulo 101. Una puta maravilla.
Capítulo 102. No dejo de mirarte.
Capítulo 103. Un temblor de tierra.
Capítulo 104. La chica de las galletas.
Capítulo 105. Maestra Pokémon.
Capítulo 106. La matanza de Texas.
Capítulo 107. ...antes la vida que el amor.
Capítulo 108. Adelantar por la derecha.
Capítulo 109. Lo circular nunca se termina.
Parte sin título 110. Poli bueno, poli malo.
Capítulo 111. La patita.
Capítulo 112. Una suscripción premium.
Capítulo 113. Yo por ti, tú por mí, nanana, nanana.
Capítulo 114. No te echo de menos.
Capítulo 115. Días, meses, años.
Capítulo 116. El collar.
Capítulo 117. Madera.

Capítulo 21. La apuesta.

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By TomorrowJuana

- ¿No serás tú... Natalia Lacunza, no? -saludó Marta nada más verla aparecer. 

- Disculpa, ¿te conozco? -siguió la broma la cantante. 


Ambas se sonrieron con cariño, se chocaron los puños y Natalia se recostó, como siempre, en la mesa de la recepcionista. 


- ¿Cómo va la vida sin la escayola? 

- La vida mejor, Martuka. ¿Estás preparada para darlo todo esta noche? -hizo un movimiento con los brazos y la cadera a modo de perreo que no le pegaba nada. 

- Siento comunicarte que no vas a poder seguirnos el ritmo, joven padawan. Nuestros estómagos están hechos de la misma pasta que la de los estibadores rusos. 

- Bueno, yo seguro que doblo a la primera de cambio, pero con María y con África lo vais a tener jodido. Son invencibles. 

- Oye, tú tampoco lo haces mal. El otro día soportaste las rondas de cervezas como una campeona. Pensaba que eras más flojita, Lacunza. Te respeto -levantó el pulgar con solemnidad y Natalia rió. 

- Entonces..., ¿me porté bien? -preguntó ahora sí, con cierta timidez. Ya tardaba

- Estás a un par de quedadas más de que te metamos al grupo de WhatsApp. No sé por qué estabas tan nerviosa si molas un puñao'. Te vendes muy mal -le reprochó. 

- No me ilusiones con lo del grupo, Marta, que tengo el corazón blandito y me lo rompes -puso un puchero. 

- Más mona y explotas, tía. 

- Sí, muy mona y todo lo que tú quieras, pero esta noche... ¡yo lo que quiero es perreo! -cantó la canción de Bad Bunny y se puso a bailar como antes, flexionando un poco las rodillas y moviendo el culo arriba y abajo. 


Marta se puso una mano en la boca para ocultar su risa escandalosa y miró algo por encima del hombro de Natalia. No necesitó girarse para saber quién estaba detrás. Mierda

Se volvió a poner recta con toda la dignidad de que fue capaz, con la cara muy seria y muy colorada. Lentamente se dio la vuelta para encararse, efectivamente, con Alba Reche, que levantaba poco a poco la vista hasta su cara, con una ceja tan elevada que se perdía entre su flequillo y mordiéndose los labios para no reír. 


- Me estabas mirando el culo, Reche -se indignó Natalia, intentando sacar orgullo de donde no había. 

- No, perdona, él me estaba mirando a mí. 


Natalia se puso una mano en la cara de puro bochorno y, cuando escuchó a las otras dos romper en carcajadas, las acompañó, liberando un poco de esa tensión que le había invadido. 


- Perdona, Alba, no está bien hacer eso en tu recepción -parecía una niña pequeña aguantando la bronca de su madre. 

- No pasa nada, mujer, que esto no es una biblioteca -le quitó importancia la rubia, que estaba encantada con el espectáculo que había presenciado. Madre mía cómo mueve esta persona las caderas... Ay, que me da la tos. 

- Estábamos hablando de esta noche y se nos ha venido arriba la niña -aquí estaba el cable de Marta. 

- Anda, tira, reguetonera -se rió Alba mientras caminaba hacia el pasillo. 


Natalia se despidió de Marta, que seguía roja de risa, y fue detrás con más vergüenza que otra cosa. Menuda pillada

Ni siquiera se acercó a la fisio, recorrió el pasillo un par de pasos por detrás de ella sin decir ni esta boca es mía. 


- No te dará vergüencita ahora, ¿no? -Alba la esperaba al otro lado de la puerta de la sala, sujetándola. 

- Pues un poco. 

- No seas tonta, ya quisiera yo bailar así de bien -se puso de puntillas y le dio un breve beso en la mejilla. 

- Voy a cambiarme antes de que explote de bochorno -sonrió la morena más colorada que un tomate. 


Alba la esperó aún recuperándose de lo que acababa de ver. No se había planteado lo que podría ser ver a Natalia Lacunza bailando, era algo que no se le había pasado por la cabeza. Tragó en seco expulsando esa imagen de su mente. 

Natalia volvió más entera de lo que se fue al cambiador. Ese beso tan tierno le había quitado de encima el peso del ridículo que sentía. No pasa nada

Se tumbó en la camilla y la fisio le puso encima la manta de calor. 


- Así que estás a tope para esta noche -comentó Alba con sorna mientras se sentaba en su taburete. 

- Bueno, para el plan del karaoke está a tope hasta mi abuela -se mofó la morena. 

- ¡Oye! Pues nosotras nos lo pasamos muy bien -la Alba ofendida le parecía terriblemente divertida. 

- No lo dudo, pero me tienes que reconocer que es un poco..., plan de senectud. 

- Mira, Lacunza, te aseguro que te lo vas a pasar de puta madre. 

- Sí, sí -dijo la cantante sin mucha convicción. Picar a la rubia era su placer secreto. 

- ¿Apostamos? -dijo estirando su mano. Qué fácil eres, pequeña

- Apostamos -se la estrechó-. ¿Qué apostamos? 

- Una cena. 

- Hecho. 


A Natalia en realidad le daba igual el plan que llevaran, sabía que con la compañía se lo pasarían bien hasta en el bingo, pero bueno, había sacado una cena con la rubia: eso que se había encontrado. 


- Te advierto que mis amigas ven con buenos ojos el plan del karaoke, pero luego van a hacer lo posible y lo imposible por arrastrarnos a algún garito de mala muerte donde pongan dosmileo a tope. 

- ¿Dosmileo? -la cara de ilusión de Alba fue toda una declaración-. ¡Me encanta! 

- Me alegro, porque no pararán hasta conseguirlo. Son terribles. 

- Conociendo a María me lo puedo imaginar. 

- Te aseguro que no -se rió de imaginárselo. 

- Ahora la que está cagada con tus amigas soy yo. 

- Yo también lo estaría -soltó una carcajada al ver la cara de miedo de Alba. 

- No me puedo creer que tú, tú -la señaló haciendo aspavientos-, tengas unas amigas tan folloneras. No me la intentes colar, Lacunza. 

- Bueno, el que avisa no es traidor, es avisador -le insinuó alzando las cejas con una sonrisa pilla. 

- Hasta que no lo vea con estos ojitos no te creo nada. 


Tampoco estaba preocupada, sabía que Alba Reche tenía recursos más que de sobra para plantarles cara a las locas de sus amigas. La fisio le quitó la manta de calor y empezó a torturarle la espalda. Se deleitó en demasía extendiendo la crema por su espalda, y se dejó disfrutar del tacto suave y cálido de su piel directamente en sus manos. Se te está yendo


- Ayer estuve con estas viendo un musical -comentó Natalia. Tenía una hora con la rubia y la quería aprovechar al máximo.  

- Detesto los musicales. 


Natalia sacó la cabeza del agujero para mirarla a los ojos. 


- ¿Me estás diciendo que no te gusta, yo qué sé, Moulin Rouge? -no podía ser. 

- Pues no la he visto. Cuando veo un musical paso las canciones. 

- ¡Pero cómo vas a pasar las canciones si forman parte de la historia! -soltó una carcajada de pura estupefacción. 

- Por eso no me entero de nada. Es que me parece irreal que estén hablando y de repente les salga una coreografía y una canción de la nada. Me da vergüenza ajena, no puedo -mientras se explicaba había apartado las manos de su espalda para reforzar sus palabras con gestos. Es una jodida monada. 

- Madre mía, Alba, te me acabas de caer. 

- Ahí tienes mi fallo, peor que la pizza con piña -se carcajeó. 

- ¿Ni si quiera has visto La La Land? 

- Natalia, te lo voy a decir una última vez, así que préstame atención: no me gustan los musicales -remarcaba cada sílaba-. Hace años que dejé de intentarlo. 

- Alba, pero por favor, tienes que ver La La Land -dijo con tono suplicante-. No tiene nada que ver con los musicales clásicos, es un peliculón. 

- ¿Cantan y bailan? -la morena asintió desde su agujero-. Es un musical. 

- Bueno, si gano mi apuesta cambio la cena por ver La La Land -amenazó. 

- Fíjate si estoy segura de que voy a ganar que no me importa que hagas trampas y cambies los términos de la apuesta -cuando se ponía chula era insoportable. 


Natalia gruñó y lo dejó estar. Ella también estaba segura de que perdería la apuesta. ¿Cómo no se lo iba a pasar bien con esa combinación de personalidades? Era, literalmente, imposible. Sin embargo, por muy competitiva que fuera, en esa ocasión no le importaba perder, pues ya había decidido dónde llevaría a la rubia a cenar. 

La fisio se lo estaba pasando en grande viendo a la cantante tan irritada por su aversión a los musicales. Le aburrían intensamente, pero con mucho gusto vería uno con ella. Cualquier plan adquiría un nuevo color si la morena estaba incluida. Se imaginó viéndolo con ella, más pendiente de su emoción y sus caras que de la película, y sonrió muy estúpidamente. 


- ¿Cuál es tu película favorita? -preguntó ahora la rubia. 

- No sabría decirte, hay muchas. 

- Bueno, cambio mi pregunta. ¿Cuál es la peli que más veces has visto en tu vida? La que te pones los domingos por la tarde o cuando no tienes nada que hacer. 

- Notting Hill. 

- ¿En serio? -soltó una risita-. ¿Una comedia romántica? No te pega nada. 

- Es muy divertida, no me lo negarás. 

- No lo sé, no la he visto

- Alba -dijo la cantante intentando incorporarse-, ha sido un placer conocerte, de verdad -se giró para mirarla con las manos sobre la camilla-, pero esta relación personal y profesional termina aquí, no me gusta trabajar con gente que está MUERTA POR DENTRO -puso un tono de voz que sonó como un ladrido y Alba casi se ahoga de la risa. 

- Eres muy tonta -seguía riendo-. Anda, payasa, ya que estás así date la vuelta que te voy a hacer el abrazo del oso. 

- El abrazo del minion, querrás decir -se ganó un golpe en el hombro por parte de la rubia-. En serio, tienes que verla, es un clásico. 

- El musical ese que me has dicho no pienso ponérmelo por mí misma -intentó tirar el globo sonda-, pero mañana, de resaca, te prometo que me veo la otra. 

- Las dos están en Netflix, todo son ventajas -le informó mientras ponía los brazos en cruz. El globo sonda salió por la ventana sin llegar a su objetivo.  


Alba reposó el pecho sobre la cruz de sus brazos, se inclinó hacia delante y empujó su cuerpo contra su puño. Cada centímetro que tenía en contacto con la morena le ardía, le ardía como si bajo la epidermis tuviera un volcán latente a pesar de haber encendido el aire acondicionado. Se sentía como esas bolas típicas de los 80 y los 90 que tenían un haz de electricidad dentro y que, cuando las tocabas, mandaban un rayo hacia donde habías posado los dedos, solo que en el caso presente notaba esa carga de energía traspasando su piel y removiéndole la carne. 

Cuando habló con Sabela se convenció de que, una vez derribada la barrera del contacto con la cantante, todo fluiría con más normalidad. Y era cierto, se sentía con la suficiente libertad como para darle un beso en la mejilla si le daba la gana. Sin embargo, desde que todo se volvió más cotidiano entre ellas, parecía que su organismo había decidido suplir esos nervios de no tocarse por los nervios de hacerlo. No tenía sentido que ahora, más familiarizada con su cercanía, le recorrieran espasmos sísmicos cuando la tenía tan cerca. 

Intentó buscarle una explicación a sus reacciones mientras le hacía la maniobra a la morena, pero la verdad era que su aliento contra su barbilla no le estaba ayudando a controlar los vaivenes de su mente. 

Miró hacia abajo y vio a Natalia cerrando un ojo, a la espera del chasquido, con una sonrisa que le dedicó al notar su mirada. Si el relámpago antes le había puesto toda la piel de gallina, encontrarse con sus ojos terrosos mientas estaba prácticamente tirada encima de ella fue como un rayo partiéndole por la mitad, justo desde el inicio de su esternón hasta ese lugar acuoso en el que se unían sus piernas. Olía tan bien, sentía tan templado su calor, tan suave la capa de su piel, era tan hermosa su cara contraída por la espera, que le pareció casi normal aquel pequeño terremoto interno. Casi

Se colocó con su taburete junto a la cabeza de Natalia y comenzó a trabajarle el cuello. Eso sí que lo controlaba. El tacto preciso y profesional de sus dedos en su cuello parecía no afectarle, pero, por si acaso, dejó la mirada absorta en una lámina que tenía al otro lado de la camilla. Intuía que parte de esa alteración novedosa que le provocaba su cuerpo provenía de su intensa mirada. 


- ¿Y qué rollo tiene el karaoke? -preguntó Natalia, que no tenía ningún problema en empaparse los ojos de las facciones de la rubia. La palabra guapa no te alcanza, Albi

- Pues no es el típico karaoke con canciones de Paloma San Basilio. 

- ¿Ah, no? -se sorprendió la morena. 

- No -puso cara de suficiencia para combatir el tono jocoso de Natalia. Aún así se resistía a mirarla-. Son canciones actuales y quien quiere se sube a cantarlas. Si no sube nadie es como un pub normal y corriente. 

- ¿Y no puedes elegir tú las canciones? 

- Claro, pero hasta que la gente se empieza a animar es así. 

- Mierda -dijo, y ahora sí, Alba bajó la mirada-, voy a perder la apuesta, ¿verdad? 

- Te lo he dicho -le dio un toque en la punta de la nariz y Natalia achinó los ojos en un gesto adorable. Ay, Nat, así no


Se quedó muda en el momento en el que la fisio le crujió el cuello hacia un lado y hacia el otro. Para finalizar, le pasó la mano por la mandíbula y la mejilla con dulzura, y Natalia sintió celos, unos celos horribles de que la rubia se atreviera a tocarle la cara y ella no. 

Con un refunfuño se puso en pie y se dirigió hacia el vestidor. Cobarde. Estaba esperando la ocasión oportuna para hacerlo y ninguna se lo parecía. ¿Qué tenía de especial el momento que había escogido Alba? Nada. Del mismo modo podría haberlo hecho ella, pero le temblaban las manos de pensarlo. Demasiado íntimo. ¿Por qué no podía ser tan ligera como ella? Bah, eres odiosa. 

Cuando salió tras la rubia se puso en seguida a su lado y le rodeó el cuello como era habitual, pero en esta ocasión Alba le cogió la mano que colgaba de su hombro y enganchó sus dedos a los de ella. A la morena le recorrió un guepardo las tripas y notó su corazón ponerse a galopar. Lo de la cintura lo tenía controlado, pero lo de las manos aún se le hacía bola. No bola para mal, obviamente, pero le agitaban la respiración las caricias que la fisio le daba con sus dedos aún con restos de aceite. Sintió como si se hubiera saltado un escalón. Ay


- Oye, ¿dónde está el karaoke? -recordó de repente que no tenía ni idea del plan. 

- Te mando la ubicación cuando tenga un momento. A las nueve y media. 

- ¿Tan pronto? -se sorprendió. 

- Primero habrá que cenar, Lacunza -le sonrió abriendo la puerta de la recepción. 


A Natalia le gustó, así tenía dos horas más para estar con ellas. O con ella. No estaba segura. 


- Eso está hecho, ahora aviso a las chicas para que estén listas a esa hora -se detuvo antes de llegar a la mesa de Marta-. Tengo muchas ganas. 

- Yo también -contestó la rubia con una sonrisa muy absurda en la cara y las mejillas coloradas. Continuaron caminando.  

- Al fin voy a ver a la Reche pedo -le guiñó un ojo a la recepcionista. 

- No estás preparada para verla de fiesta -le dijo en un tono divertido. 

- ¿No? ¿Tiene súperpoderes? -puso cara de incredulidad. Te vas a cagar, pensó Marta. 

- Algo así. 

- Miedo me dais. Bueno, chavalas, os veo esta noche. 

- Ponte guapa -le recordó Marta. 

- ¿De verdad? -se detuvo cerca del ascensor con una mueca de miedo. 

- No lo tienes muy difícil -Alba le guiñó un ojo y se dio la vuelta para dirigirse a su despacho. 


Natalia se fue con una sonrisa ligeramente bobalicona en la cara. 




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Se decidió por un pantalón de traje gris con pinzas, ligeramente suelto y con los tobillos al aire, unos zapatos y una camisa de gasa negra desabrochada y abierta hasta la altura del sujetador, metida dentro del pantalón. Se recogió el pelo en una coleta alta con algunos mechones sueltos y el flequillo impecable. Eyeliner para matar, labios oscuros y grandes aros en sus orejas. Se vio guapa.

Había quedado con África y la Mari en el bar que le había dicho Alba media hora antes para calmar los nervios con un par de cervezas. Sus amigas estaban preciosas y eso hizo que ella también se sintiera rompedora. La noche empezaba bien. A ver cómo gestionaba a la Natalia segura, pues hacía mucho que no la veía.

Se pusieron al día durante un rato pero la soledad les duró poco. La cantante sintió una mano en su hombro y se giró asustada. Quien la llamaba no era otra que Sabela, seguida por Julia. Las miró desconcertada y ellas le sonrieron. Procedió con las presentaciones y tomaron asiento. Ella se puso entre África y Sabela. Había suficiente Natalia para todas.


- ¿Qué hacéis aquí tan pronto? -quiso saber. Aún quedaban quince minutos para la hora acordada.

- Podríamos decir lo mismo -comentó Sabela mirando la mesa en la que había tres botellines vacíos y los que se estaban bebiendo.

- Para ir calentando -María les guiñó un ojo y entró en la conversación.

- Julia, pero qué guapa estás -la cantante quiso incluirla también, ya que parecía bastante cortada en presencia de la morena sin el apoyo moral de Alba.

- Muchas gracias -dijo con timidez, y Natalia le dio un apretón en el hombro.


Empezaron a hablar y conocerse entre ellas: trabajo, gustos, aficiones. Lo normal. Natalia estaba un poco inquieta. Era el nexo de unión de ambos grupos y se sentía, en cierta manera, responsable de que todo saliera bien. Se relajó considerablemente cuando vio cómo sus amigas y las de la fisio parecían conectar con facilidad. No tenía dudas al respecto, conocía lo suficiente a Afri y a María como para saber que ella no hacía falta allí, pero verlo le hizo respirar más tranquila.

No dejaba de mirar hacia la puerta de entrada esperando ver a las dos chicas que faltaban y, cuando las vio aparecer, una bomba de calma le cayó inundándole el pecho. Ya había llegado Alba para compartir responsabilidades.


- Hola, chicas -saludaron ambas y repartieron besos por toda la mesa.


Aunque Natalia llevaba rezando toda la noche porque Alba se sentara a su lado no pudo ser, se vio arrastrada al lado de María sin contemplaciones. Eso sí que le daba miedo.


- Vaya, vaya con la Reche, si está para ponerle un piso -le comentó Afri en un susurro.

- Está para entrar a vivir -contestó, y su amiga se carcajeó con su risa de perro pulgoso.


La verdad era que la rubia estaba..., impresionante. Se había ondulado el pelo y el flequillo, tirado hacia un lado, le despejaba la cara. Maquillaje negro en los ojos y rojo en los labios. Como indumentaria un vestido negro suelto, americana granate remangada y botines del mismo color. Tuvo que dar un largo trago a su cerveza cuando asumió que su presencia era real y no un sueño, pues se le había quedado la garganta como el esparto. Hostia puta, Albi.

Natalia le dijo hola con la manita, como si tuviera cinco años, y Alba se lo devolvió. Si la cantante estaba impactada por la belleza de la rubia, esta se había quedado totalmente en shock. Acostumbrada a verla con la cara casi lavada o con un ligero maquillaje, verle esos ojos, de normal terriblemente intensos, remarcados hasta su máxima expresión, le hizo flojear las rodillas. Como nos quedemos mirando pierdo el conocimiento. Por no hablar del lunar que asomaba entre los pliegues de su camisa, justo encima del sujetador. Ojos arriba, Reche, ojos arriba.


- Bueno, ¿y qué tal se portó nuestra amiga el otro día? -mucho tardaba la Mari en sacarle los colores. La mirada que le echó no le achantó en absoluto.

- Muy bien -contestó Julia-. A ver, Natalia, ¿qué hora es?

- Las -hizo el gesto grandilocuente con el brazo liberado del yeso, que surcó toda la superficie de la mesa, hasta que lo puso frente a sus ojos- diez menos cuarto.

- ¡La madre que me parió! -dijo la Mari entre las risas de todas.

- Así estuvo toda la santa noche -se burló Marta.

- Estaba muy contenta con mi libertad -se encogió de hombros.


Alba la miró con algo parecido al orgullo. Le gustaba mucho verla tan natural. No estaba relajada al 100%, pero se notaba que se sentía protegida por la presencia de sus amigas.


- Bueno, Reche -llamó su atención la Mari pasando un brazo por sus hombros-, al fin juntas.

- Por fin. Qué decepción que no pudieras venir el miércoles -dijo con total sinceridad.


Tenía ganas de conocerla más y, aunque le intimidara un poco su falta de filtros, intuía en ella una buena tía. Era amiga de Natalia, no podía ser de otra forma.


- Lo bueno se hace esperar -le guiñó un ojo y bebió de su cerveza-. ¿Qué tal se porta esta penca en las sesiones? ¿Tengo que darle un correctivo?

- No te preocupes, ya le he sacado el palo del culo.

- ¡Eres mi heroína! -dijo entre risas-. No es fácil, tiene el culo muy firme.

- Lo mío me ha costado -apretó el bíceps con chulería mientras reía.

- ¡Serás falsa! ¡Si no te ha costado nada! Has batido un récord.

- No es para tanto -quiso quitarle importancia, pero la mirada de la Mari le hizo entender que no era así.

- Mírala -dijo señalando a la cantante con el botellín, y ambas la observaron-, está en una mesa con cuatro casi desconocidas y está hablando, ahí, relajadita.

- Como un ser humano normal -a Alba le parecía que la rubia exageraba.

- No, en ella no es normal.

- ¿Y cómo sería? -tenía mucha curiosidad por saber cómo era la cantante lejos de ella

- Por ejemplo, cuando le presenté a mi novio, y solo era una unidad de persona nueva, tardó como dos meses en hablar como si nada delante de él.

- ¿En serio? -tenía los ojos abiertos de incredulidad.

- Y ahí la tienes -se le quedó mirando mientras la morena reía por alguna tontería de Marta, y Alba vio en los ojos de la rubia una felicidad emocionada que le puso un nudo en la garganta-. No sé qué le has hecho -volvió sus ojos a ella con una mirada penetrante que no supo traducir-, pero no dejes de hacerlo.

- Yo no he hecho nada... -empezó a quitar la etiqueta de su cerveza con vergüenza.

- Eso dice ella, que no haces nada del otro mundo -se rió y Alba la siguió, pues también había oído a Natalia decir eso mismo-. Es el jodido efecto Reche.

- ¿Qué coño es el efecto Reche?

- Uff, aún no he bebido lo suficiente para ponerme tan intensa.


Ambas se echaron a reír. Alba se quedó mirando el perfil de Natalia, que parecía realmente a gusto, y sintió unas ganas locas de conocer todo, absolutamente todo de ella, para ver si así conseguía comprender hasta qué punto estaba influyendo en su personalidad.


- Ella también tiene un efecto sobre mí -reconoció Alba.

- Es una persona muy especial. Ojalá se diera cuenta y dejara de tirarse mierda a sí misma -pareció que su confesión no sorprendió a la representante.

- Ojalá.

- Por eso me gusta el efecto Reche. Y por eso me gustas tú -esta María nada tenía que ver con la que había visto un par de veces. Como si hubiera cumplido, de repente, diez años más-. Parece que se está dejando respirar un poco.


Alba asintió. Aunque no entendía el cambio que había dado la cantante, ni podría hacerlo ya que no la conocía de antes, se sintió reconfortada por las palabras agradecidas de su mejor amiga. Que no lo entendiera no le impedía apreciarlo. Quiso saber más sobre la Natalia de hacía un par de meses, pero prefirió dejar esa pregunta para un momento mejor.

La cena transcurrió gustosa. Alba y Natalia se miraban de vez en cuando contentas, con los ojos chispeantes de ilusión, por el buen ambiente que reinaba entre sus amigas. Cualquiera que las conociera por separado diría que no tenían nada en común: las amigas de Alba tan aparentemente recatadas, y las de Natalia tan evidentemente extrovertidas. Sin embargo, juntas, ni unas parecían tan apocadas ni las otras tan locas, y eso hacía que todas y cada una de ellas sacara su mejor versión.

Después de llenar el estómago decidieron tomar allí la primera copa antes de empezar la noche en el karaoke. Natalia y Sabela llamaron a María para que se sentara entre ellas. Parecía que tuvieran algo importante de lo que hablar y, aunque Alba intentó poner la oreja, no tuvo éxito en sus pesquisas.


- ¿De qué hablan esas tres? -le preguntó a África, que ahora estaba a su lado.

- Ni idea, pero es muy random esta unión que estamos observando -se rió la morena.

- Y que lo digas. Sabela es la madre de todas, María está como un cencerro y Natalia..., bueno, es Natalia.

- María también es muy madre, aunque no lo parezca.

- Lo disimula muy bien -asintió la rubia, divertida.

- Pues espérate a verla en acción -se carcajeó dándole una palmadita en la espalda.


Alba se rió con ella. No era difícil imaginarse a María dándolo todo en un bar. Aunque tenía que reconocer que tampoco le sentaba mal el traje de madre del que le había hablado Afri. Tenía una dualidad que le llenaba de curiosidad.

Terminaron la copa y se dirigieron al famoso karaoke. 

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