Nadie Abandona a "Choi Minho"...

Av princeMinKey

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Kibum deside irse por que esta cansado de que su marido nunca tenga tiempo para el por ser un adicto al traba... Mer

Resumen
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10.
Capitulo 11
Capitulo 12
Final

Capitulo 5

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Av princeMinKey

Vestido con los vaqueros y las botas de cuero que Minho le había llevado, Kibum montó a la yegua de cinco años que había nacido en los establos del Club de  Ganaderos cuando el había estado viviendo con Minho aunque había crecido rodeado de caballos en la finca de sus padres, casi había olvidado lo mucho que amaba
montar. 

Minho y él solían montar de vez en cuando en los primeros años de su matrimonio, antes de que él hubiera estado obsesionado con el trabajo y no hubiera tenido tiempo para nada más. 

El día en que la yegua había nacido, Kibum se había apresurado a ir a los establos y, en cuanto había visto a la potrilla, se había enamorado de ella, le parecía un sueño poder montar a la hermosa yegua y pasear hacia las colinas de aquel lugar con Minho.

Mientras montaban en silencio, el sol caía sobre el horizonte, pintando de naranja y oro, el campo estaba lleno de paz y Kibum se sintió invadido por una sensación que no había tenido desde hacía años había estado tan inmerso en el ritmo rápido de la Ciudad grande que había olvidado lo que era estar en la naturaleza, Minho parecía comprenderlo, aminorando el paso para disfrutar del paisaje.

Se sentía extrañamente cómodo a su lado casi podía olvidar su chantaje y su intento de manipularlo.

Casi lo miró y dejó escapar un suspiro Minho parecía nacido para montar a caballo, igual que encajaba a la perfección en el mundo de los negocios.

Era un hombre muy adaptable vestido con vaqueros, una camisa azul pálido y un sombrero negro,  estaba muy atractivo.

—Me estás mirando mucho— dijo él con una sonrisa.

—Eso te gustaría— repuso ella y apartó la mirada, ocultando su propia sonrisa.

—Así es, ¿Ves algo que te guste?—Kibum lo pensó un momento.

—No lo sé, Minho ¿Y tú?— Minho se frotó la mandíbula.

—Alegra esa cara disfruta del paisaje. 

—¿Acaso crees que eres parte del paisaje?—

—¿Yo?—dijo él, bajándose el ala del sombrero— No, señor nunca me atrevería a ser tan presumido.

Kibum rió de acuerdo, quizá debiera relajarse un poco no le gustaba el chantaje de Minho, pero podía disfrutar del paseo aunque sólo fuera porque iba a montar y hacía una hermosa tarde de verano.

—Yo veo muchas cosas que me gustan.— Kibum notó que Minho lo miraba y se sonrojó no se atrevió a mirarlo y sintió un nudo en la garganta prefirió no responder a su cumplido.

Montaron en silencio hasta que un sendero de tierra los condujo a un promontorio.

—Espera aquí—dijo Minho en tono misterioso y azuzó a su caballo para que trotara hacia lo más alto al llegar a la cima, se volvió hacia el— De acuerdo, ya puedes subir— llamó, haciéndole señas con los brazos.

la yegua trotó hasta lo alto del promontorio, donde Minho esperaba. 

Kibum lo miró a los ojos y, luego, siguió la dirección de su mirada soltó un grito sofocado al contemplar el paisaje que se veía desde allí.

—Minho, es maravilloso— Había una pequeña cabaña muy bien conservada e iluminada en el exterior por cientos de velas ante la puerta, había una mesa, con mantel de lino blanco, puesta con fina porcelana china, copas de cristal y decorada con lirios de todas clases. 

—Es muy hermoso— dijo Kibum, conteniendo lágrimas de emoción.

¿Por qué no habría hecho él algo parecido hacía años, cuando su matrimonio se estaba tambaleando, cuando Kibum había necesitado su atención, cuando había necesitado saber que era más importante para él que los negocios? 

pensó Kibum ¿Por qué estaba haciéndolo en ese momento, cuando ya era demasiado tarde? Sin embargo decidió no formular la pregunta, Kibum se dijo que debía relajarse aquello era sólo algo temporal 

—Me alegro de que te guste— Minho cabalgó por la colina mientras la yegua lo seguía hasta la cabaña, cuando llegaron, Minho desmontó caminó hasta Kibum y lo ayudó a bajar.

Él lo sostuvo y sus miradas se entrelazaron mientras cientos de velas iluminaban el entorno. 

—Siempre has estado tan precioso a la luz de las velas.— observó él.

Kibum sonrió, dejando que el cumplido le llegara al corazón.

Minho ladeó la cabeza, acercándose a el Kibum se preparó para el beso, sintiéndose poseído por la excitación.

Minho le rozó los labios con los suyos, como la caricia de una pluma, y se apartó, Kibum parpadeó, un poco sorprendida.

Él le tomó la mano.

—Siéntate— dijo Minho guiándolo a la mesa y sacándole una silla.

—Voy a atar a los caballos— Kibum lo observó agarrar ambos caballos de las riendas e ir detrás de la cabaña. 

Cuando regresó y se sentó, un chef se presentó ante ellos, con un delantal blanco y un gorro de cocinero.

Espero que disfrute de la comida, señor Choi—dijo el chef.

Kibum se quedó en silencio mientras le servía el primer plato, un pastel de hojaldre relleno de queso fresco y frambuesas tomó un bocado y cerró
los ojos.

—Oh… esto sabe delicioso— Cuando abrió los ojos, se encontró con la mirada de Minho, que la observaba con un brillo especial.

—Es un chef con muy buenas referencias— de nuevo, Kibum sintió la tentación de preguntarle por qué se había tomado tantas molestias pero había decidido dejarse llevar y ver adónde lo conducía todo aquello, así que no dijo nada.

—Yo lo votaría como Chef del Año.

Minho sirvió vino para ambos.

—Dijiste que querías mi consejo sobre algo— comentó Kibum y le dio un trago a su copa de vino, disfrutando del suave y delicioso licor.

—Pero aún no me has dicho nada sobre el tema.— 

Minho se llevó la copa a los labios y bebió.

—No es un tema agradable, Kibum no me gustaría echar a perder la noche pero, sí, hay algo que quiero consultarte tiene que ver con Kyuhyun y el incendio que ha tenido lugar en las refinerías de Petróleos Onew creo que fue provocado.

—¿Crees que lo hizo Kyuhyun?—preguntó Kibum, elevando el tono de voz, sin dar crédito.

Sí, era cierto que los hermanos Lee se llevaban mal con Kyuhyun y viceversa, desde la adolescencia, pero Kibum no pensaba que Kyuhyun fuera capaz de cometer un delito así.

Sí lo creo, Kibum y me gustaría conocer tu opinión me gustaría contártelo. 

Minho le ofreció una descripción detallada de lo que había sucedido entre Onew, Taemin y Kyuhyun a lo largo de los años y, luego, añadió una nota final sobre cómo Kyuhyun había conseguido boicotear su último proyecto urbanístico le explicó que Kyuhyun había respaldado que esa área de la ciudad fuera declarada zona histórica y, por lo tanto, había impedido que se construyera allí.

—No tengo ninguna prueba sobre el incendio pero ya te he contado cómo han sucedido las cosas ¿Qué opinas?— Kibum meneó la cabeza pensó en el encuentro accidental que había tenido con Heechul el día anterior. 

Sufriría mucho si Kyuhyun hubiera tenido algo que ver con el incendio.

Mi instinto me dice que Kyuhyun no haría algo tan drástico no es su estilo, Minho sí que puedo imaginármelo interviniendo para que esa zona fuera declarada casco histórico quizá lo haya hecho para fastidiarte, pero no es un delito. 

—No, sólo me ha dado un gran dolor de cabeza y me ha hecho perder mucho dinero.

—Puede que no estés de acuerdo conmigo—replicó Kibum meneando la cabeza— Pero no creo que Kyuhyun haya tenido nada que ver con el incendio de la refinería.

—De acuerdo, tomo nota Jonghyun y tú son los únicos que piensa así Onew, Taemin, Changmin y yo pensamos que Kyuhyun es culpable. 

Kibum le dio un trago a su copa.

—Quizá no estes siendo objetivos tal vez, les conviene culpar a Kyuhyun puede ser que esten tan molestos con él que quieren que sea culpable.

Minho hizo una mueca y Kibum continuó.

—La venganza puede ser muy dulce, ¿No es eso lo que tú siempre decías?

—No, yo nunca he dicho eso.
—Perdona, debió de ser el otro hombre con el que me casé hace nueve años—dijo Kibum en tono burlón. 

—Será eso—repuso él, Minho tomó su copa y se la terminó se sirvió más vino mientras el camarero recogía la mesa y les servía el segundo plato.

¿Eso era lo que querías preguntarme? —preguntó Kibum y comenzó a saborear una ensalada de espárragos capaz de abrirle el apetito a cualquiera.

—Sí.
—¿Te arrepientes de haberme pedido mi opinión?
—No—negó él con gesto serio— Siempre he valorado tu opinión eso no ha cambiado— Kibum se recostó en su asiento y miró a Minho a los ojos.

—Eres encantador, cuando quieres—
—Quiero serlo ahora contigo ¿Por qué?— Kibum no lo comprendía pero siguió sin preguntar nada, decidiendo que debía relajarse y disfrutar del tiempo que le quedaba con Minho muy pronto dejarían de estar casados.

Cuando se terminaron los cuatro platos del menú, Minho sugirió que entraran en la cabaña para tomar el postre y café.

—El chef nos ha preparado algo especial.

—Estoy lleno, pero siempre tengo sitio para el postre—dijo Kibum notando que le apretaban los pantalones pero siempre podía permitirse un postre de vez en cuando.

Minho se levantó y le tendió la mano. Con las manos entrelazadas, subieron las escaleras para entrar en la cabaña, mientras sus botas hacían crujir los peldaños de madera Kibum hizo una rápida visita a toda la cabaña, fijándose en la chimenea rústica de piedra, el acogedor sofá de cretona y varias ventanas con cortinas drapeadas.

—Es una casita encantadora.

—El club la descuidó hasta que quedó casi en ruinas yo la he restaurado y está dispuesta para…

—¿Impresionar a tus citas?—lo interrumpió Kibum, en tono provocador.

Minho se acercó y lo agarró de la cintura, atrayéndolo a su lado.

—Tienes una boca muy grande— Kibum echó la cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos.

—Siempre te gustó que dijera lo que pensaba— Minho le devoró los labios con la mirada le sostuvo la cabeza y la acercó más sus labios quedaron
separados por unos milímetros.

—Sigue gustándome— A Kibum se le aceleró el corazón cuando lo besó.

Él sabía a vino y a calor su sabor le resultaba agradable, familiar sabía a todas las cosas hermosas de la vida que Kibum se había perdido.

—Minho …
—Me encanta cuando gimes mi nombre –dijo Minho entre besos.

—No he gemido—protestó Kibum.

Minho le agarró el culo y lo apretó contra su cuerpo frotaron las caderas entre sí y asi Kibum sintió su erección, fuerte y dura a través de los vaqueros. 

Minho le mordisqueó el cuello —¿De verdad? Voy a tener que hacer algo para cambiar eso.

Había veces en que Minho odiaba su mente metódica y aquélla era una de esas ocasiones. 

Su instinto le decía que sedujera a Kibum allí mismo, y se aprovechara de que estaban en una romántica cabaña alejada del mundo pero había trazado un plan y debía esperar todavía un poco para su culminación.

Si cedía a la tentación, al día siguiente se arrepentiría y pagaría el precio de haberse dejado llevar por una noche de sexo salvaje con su esposo.

Sin embargo, todavía no estaba todo perdido, pensó esa noche tomaría todo lo que pudiera de Kibum respetando los límites que su plan le imponía.

Frotó sus labios con los de Kibum una y otra vez, deslizando la lengua dentro de su boca con apasionado frenesí Kibum dejó escapar un pequeño gemino, haciendo que la erección de él se disparara.

Echando mano de toda su fuerza de voluntad, Minho se separó un poco y lo miró a los ojos percibió en Kibum un gesto de sumisa rendición.

Sin poder evitarlo, sintió la necesidad de tocarlo y acariciar la suavidad de su piel, y nada iba a pararlo, se dijo, dispuesto a tirar por la borda su plan.

—Kibum—murmuró, lamiéndole el cuello– Déjame tocarte— Kibum tembló y gimió.

Minho le recorrió el cuello con sus besos, hasta el primer botón dejando su pecho al desnudo, le acarició los pezones con los pulgares, haciendo que se pusieran tensos.

—Ahh—gimió Kibum, acercándose a él lleno de deseo.

Sin embargo, no iba a poder satisfacer ese deseo esa noche, pensó Minho.

—Eres tan hermoso como recordaba—murmuró él.

Minho inclinó la cabeza y le besó los pezones, primero uno, luego el otro. Reaccionando al instante,

Kibum arqueó la espalda y él aprovechó para chupar y lamer los pequeños pezones con la lengua.

Después de haber pasado tantos años deseándolo, a pesar de la rabia que sentía por lo que Kibum le había hecho, Minho hacerlo suyo en ese mismo momento, satisfacer el deseo que crecía bajo sus vaqueros.

—¿Has oído eso? –preguntó él.
—¿Te refieres a los latidos de mi corazón?—replicó Kibum sin aliento.
Minho sonrió y lo besó en los labios.

—No, afuera algo ha asustado a los caballos, iré a ver— Kibum se sorprendió cuando Minho se apartó de el con brusquedad, Minho se giró y caminó hacia la puerta detrás de la casa, los caballos esperaban tranquilos, Minho se apoyó contra la pared de la cabaña, junto a un arbusto y cerró los ojos.

—Ha sido más difícil de lo que pensaba—susurró en la soledad de la noche. 

Minho esperó unos momentos, hasta que su respiración se estabilizó y la temperatura de su cuerpo bajó unos pocos grados a continuación, agarró las riendas de ambos caballos y los guió hacia la parte delantera de la cabaña Kibum lo estaba esperando en las escaleras del porche. 

—Falsa alarma—dijo Minho— Ha debido de ser el aullido de un coyote en la distancia.

Por suerte para Minho, Kibum ya estaba completamente vestido.

Minho ladeó la cabeza y dejó escapar un suspiro que le salió del alma.

—Tenemos que irnos se está haciendo un poco tarde— Kibum parpadeó y asintió.

—Bueno— Minho ayudó a Kibum a subirse al caballo y, a continuación, montó su propio caballo de dirigieron a los establos del Club de Ganadero en silencio cuando estuvieron de nuevo ante la entrada, a salvo de sí mismos, Minho lo miró.

—No hemos comido el postre— Kibum lo miró con ojos brillantes.

—Tendremos que mentirle al cocinero y decirle que estaba riquísimo— Minho desmontó, se acercó a Kibum y de nuevo, el bajó del caballo directo a sus brazos Minho lo miró a los ojos, sujetándolo de la cintura con fuerza.

—Estaba riquísimo— dijo él Kibum lo miró con gesto inquisitivo. 

Kibum tenía muchas preguntas por hacer, pero Minho sólo tenía una respuesta lo besó saboreándolo de nuevo.

—Cenemos juntos mañana te compensaré por el postre que nos hemos perdido.

—¿Cómo? Estoy segura de que ese chef tendrá cosas mejores que hacer—opinó Kibum.

Minho rió, sabiendo que Kibum estaba buscándole las cosquillas.

—Es fácil se lo que te gusta— Kibum negó con la cabeza.

—Apuesto a que no.
—¿Ah, no? Tarta de chocolate con salsa de chocolate caliente, helado de vainilla y una docena de cerezas.

—¿El postre de Tasty? –preguntó Kibum, con gesto de nostalgia.

—No he ido desde hace…

—Te llevé allí en tu ultimo cumpleaños, ¿lo recuerdas?—

Kibum esbozó una expresión pensativa y sonrió con tristeza.

—sí, lo recuerdo.
—¿Y qué te parece? ¿Te apetece cenar hamburguesas y postre mañana?

Kibum abrió la boca y la cerró de nuevo al instante, Minho siempre sabía cuándo Kibum estaba librando una dura batalla en su interior para decidirse.

—No lo pienses tanto, Gatito déjate llevar.

Aquel comentario le abrió los ojos y le hizo tomar una decisión rápida.

—De acuerdo pero, Minho igual no deberíamos dejar que se nos vaya de las manos— señaló Kibum en tono solemne— Los dos sabemos por qué he venido.

—Ah, no te preocupes no lo he olvidado.

—Bien.
—Pero no te prometo nada— Kibum apretó los labios y frunció el ceño.

Minho lo besó con suavidad en los labios.

—Vamos, te llevaré de vuelta al hotel—dijo él–

Podrás pensar en el postre de Tasty durante el camino. 

Kibum no había pensado en el postre de Tasty en el camino de vuelta al hotel había pensado en Minho— el le había tocado de una forma que Kibum no había permitido a ningún hombre desde su ruptura, reflexionó, mientras apasionadas y sensuales imágenes desfilaban por su cabeza. 

Aún le quemaba el cuerpo no, no había tenido ganas de intentarlo con ningún hombre desde que se había separado de su marido había salido con algunos, pero nunca había llegado a nada serio con ellos.

Minho había sido dulce y muy atento con el durante toda la noche y, hacía unos minutos, había estado a punto de hacerle olvidar hasta su propio nombre.

«Soy Kim Kibum», pensó el con amargura.

«No Choi Kibum» Seguía siendo el esposo de Minho pero sólo sobre el papel había dejado de pertenecer a la familia Choi desde hace mucho tiempo.

Sumido en sus pensamientos, solo en su habitación de hotel, Kibum se quitó la ropa que Minho le había regalado.

—¿Cuántos hombres conocían siquiera el número de pie de su pareja?

—Recuerda por qué te marchaste—susurró Kibum, hablando solo.

Minho había sido divertido y tierno durante los primeros meses de su matrimonio, Luego, se había vuelto obsesivo y se había dejado llevar ¿Por el éxito? ¿Por el dinero? ¿Por el poder? 

No estaba seguro, ya que Kibum nunca se había quejado de los ingresos que Minho tenía, Kibum había crecido en una familia rica. 

Había visto cómo su propio padre había sido un adicto al trabajo y cómo su obsesión había dañado su matrimonio… y a el. 

Había sido el hijo para lo que su padre nunca había tenido tiempo.

—El dinero no garantiza la felicidad— le había dicho Kibum a Minho en una ocasión.

Pero su esposo no lo había escuchado su naturaleza competitiva lo había obligado a demostrar su valía ante su esposo y su familia política, Minho había querido dar la talla, aunque Kibum jamás había insinuado que no la diera. 

Se alegró cuando el teléfono de su habitación sonó, interrumpiendo sus pensamientos.

—Hola, mamá—

Bueno, no se alegraba tanto su madre no hacía más que vigilarlo últimamente y era la última persona con la que quería hablar sobre Minho. 

Sobre todo, después de lo que había pasado entre ellos esa noche desde que había decidido divorciarse de Minho, su madre lo había estado apoyando en exceso.

—¿Ha firmado los papeles ya?—preguntó su madre.

Kibum hizo una mueca su madre siempre iba directa al grano no podía contarle la verdad, que Minho lo había chantajeado para que durmiera con él antes de firmar los documentos del divorcio.

—No, mamá todavía, no pero hemos tenido… una reunión esta noche. Minho piensa cooperar.

—Pero, cariño, no entiendo dónde está el problema no estás pidiendo demasiado la verdad es que estás siendo bastante justo en tus peticiones en el acuerdo de divorcio. ¿A qué hay que esperar? ¿A qué había que esperar?, pensó Kibum. 

El tampoco sabía qué sentido tenía que se quedara dos semanas más en ese lugar, pero tenía que inventarse algo para tranquilizar a su madre.

—Bueno, es que Minho está muy ocupado.

—No ha cambiado—observó su madre con tono amargo— Es igual que tu padre.

Kibum tragó saliva antes de seguir hablando.

—Mamá, tú sabes que me gustaba vivir aqui quiero retomar algunas amistades mientras estoy aquí me voy a tomar unas pequeñas vacaciones.

—Hijo, relajarse en una casa de campo en Italia son vacaciones, no quedarte con tu ex marido.

—También aquí fui feliz, mamá, hace tiempo.

Su madre se quedó en silencio y Kibum supo lo que pensaba no podía culparla por ser protectora había sufrido mucho con la separación. 

Había amado a Minho de veras y a ninguna madre le gustaba ver sufrir a su hijo, Kibum lo entendía.

—Lo sé, cariño, por eso es mejor terminarlo cuanto antes ya llevas arrastrándolo durante bastante tiempo.

—Estoy de acuerdo contigo, mamá y volveré a casa lo mas pronto posible.

—Bien espero verte en casa pronto te quiero.

—Y yo a ti también—Kibum colgó y respiró hondo, agradecia que la conversacion hubiera terminado.

Cuando el teléfono sonó de nuevo, Kibum lo dejó sonar cuatro veces ya había hablado bastante ese día lo único que quería era irse a la cama y dormir.

Pero le pudo la curiosidad descolgó el auricular, esperando que no fuera su madre otra vez, con más consejos que darle.

—¿Hola?
—Hola, Gatito—le saludó Minho con voz profunda— ¿Qué estás haciendo?

—Me estoy quitan.... Me estoy preparando para dormir.

—Bueno yo acabo de salir de la ducha.

La imagen mental de un Minho mojado y llevando sólo una pequeña toalla en la cintura lo dejo sin respiración un momento, esperando que él no se diera cuenta al otro lado de línea.

Kibum se aclaró la garganta.

—¿Qué te pones para ir a la cama?—preguntó Minho.

—¿Te gustaría saberlo?
—Sí–repuso él con sinceridad.

—Nada— Minho dejó escapar un sensual gemido.

—No demasiado, quiero decir –continuó Kibum— Sólo llevo una vieja camiseta.

—Puedo imaginarlo.
—Minho, ¿por qué llamas tan tarde?
—Lo he pasado muy bien esta noche, solo queria que lo supieras.

Kibum se mordió el labio inferior y cerró los ojos, pero no pudo sacarse de la cabeza el recuerdo de cómo Minho lo había besado esa noche, cómo le había lamido los pesones.

—Gracias—dijo Kibum e hizo una pausa—Ha sido una noche agradable me gustó montar a caballo.

—Sí, pensé que te gustaría.
—¿Por qué eres tan amable conmigo? –le espetó Kibum no podía comprender sus motivos.

—Nuestro matrimonio ha llegado a su fin— Minho no se lo pensó dos veces a la hora de responder.

—Sí, pero no hay razón para no ser amigos, Kibum no hay por qué terminar mal.

—Los matrimonios no suelen terminar bien Minho.

—El nuestro podría ser diferente y acabar bien— señaló Minho— Bueno, ¿me imaginas mojado con sólo una toalla o no?— Kibum soltó un grito sofocado, Minho lo había descubierto, pero prefería morir antes de admitirlo. 

—Ya veo que, después de todo, no has perdido tu sentido del humor. 

—He perdido muchas cosas, Kibum—repuso Minho su buen humor, de pronto, se desvaneció— Pero no mi sentido del humor.

Kibum no quiso ahondar en el tono serio con que Minho había empezado a hablar de pronto, el pánico hizo presa en Kibum y buscó una salida. 

—Minho, tengo que irme a la cama.
—Sí, yo también duerme bien, Kibum. 

—Que tengas dulces sueños— Kibum le dio también las buenas noches, de forma escueta sabía bien con lo que iba a soñar.

Malos o buenos, estaba seguro de que sus sueños serían con Minho llevando nada más que una pequeña toalla.

Al día siguiente, la imagen de Minho lo acompañó durante toda la mañana inquieto por sus pensamientos, salió del For season y paseó por las calles de Seul, deteniéndose en varias tiendas estaba aburrido de la ropa que había llevado en su maleta, que eran pocas prendas porque sólo había previsto pasar fuera un par de días.

Le había dicho a su madre que iba a tomarse unas pequeñas vacaciones y, aunque tenía que ajustar toda su agenda para quedarse en Seul, decidió que salir de compras le haría bien.

¿Por qué no disfrutar de la ciudad mientras estaba allí?

Al final del día, tenía dos bolsas llenas con regalos para los profesores de baile de su escuela, un monedero de Gucci para su madre y varios trajes nuevos entre ellos un pantalon a juego con unas sandalias Valentino. 

El tiempo pasó volando cuando quiso darse cuenta, era hora de ir a toda prisa al hotel y ducharse antes de que Minho fuera a buscarlo.

Se cambió de ropa tres veces para ir a comer hamburguesas.

Molesto consigo mismo, se preguntó por qué estaría esforzándose tanto en estar guapo y presentable para Minho

Pero, cuando abrió la puerta y percibió su mirada de admiración, Kibum pensó que había merecido la pena. 

—Vaya, estás muy guapo demasiado guapo.

Minho lo recorrió de arriba abajo con la mirada y Kibum disfrutó de ello, satisfecha. 

Se había probado todos los trajes que se había comprado ese día pero, al final, había elegido unos pantalones ajustados negros zapatos, una blusa blanca con los hombros al descubierto y un cinturón trenzado dorado y negro.

—Si crees que vas a convencerme para no ir estás muy equivocado.

—De acuerdo—repuso Minho y frunció los labios con aire socarrón. 

—¿Estás listo o quieres invitarme a pasar?— Minho miró por encima del hombro de Kibum, hacia la habitación posó la mirada en la cama de matrimonio extra grande. 

Kibum no pensaba dejarlo entrar su esposo era un hombre peligroso y Kibun nunca había sido capaz de resistirse a su sonrisa y a sus encantos.

Minho seguía teniendo una figura perfecta, anchos hombros y cuerpo musculoso que dejaba adivinar una gran fuerza cuatro años no habían cambiado eso su aspecto era impecable, parecía sacado de una revista de moda masculina.

En ese instante, los ojos de Minho brillaban con una picardía que podía causarles muchos problemas a ambos, pensó Kibum así que posó las manos en su pecho y lo empujó un poco para hacerle salir.

—Estoy listo para ir comer hamburguesas. —Minho le agarró las manos y entrelazó sus dedos se acercó para susurrarle al oído:

—Yo estoy listo para el postre ha pasado mucho tiempo, Kibum necesito satisfacer mi deseo.

FortsÀtt lÀs

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