¿Cómo Te Lo Digo Querida Jo?

Od AnthonyTesla

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Harriet tiene un gran secreto: le gusta su mejor amiga, Josephine. Ella, no obstante, no le corresponde, y ya... Více

Historia De Dos Escuelas
Capítulo 1: Mal Venidos Todos
Capítulo 2: Jo's Bizarre Adventure
Capítulo 3: Apuéstame Un Sentimiento
Capítulo 5: Rata Madrina
Capítulo 6: Pretty Little Liar
Capítulo 7: Dancing Queens
Capítulo 8: Lo Privado Y Lo Público
Capítulo 9: Cuerda Floja
Capítulo 10: Adaptación Literal
Capítulo 11: Dar Y Recibir
Capítulo 12: Oppa Hopewell Style
Capítulo 13: Le Gusto Al Idiota
Capítulo 14: Memoria de Mis Putas Tristezas
Capítulo 15: Sola Otra Vez (Académicamente)
Capítulo 16: La Pizzería de las Vanidades
Capítulo 17: A Todos Los Chicos A Los Que Jamás Amé
Capítulo 18: Próxima Estación Desesperanza
Capítulo 19 : Mal Venida a la Jungla
Capítulo 20: Shalom, Farewell, Auf Wiedersehen, Salam
Capítulo 21: Amiga de una Amiga
Capítulo 22: Toronto Godmothers
Capítulo 23: Noche Sin Paz, Noche de Horror
Capítulo 24: La Chica de Stepford
Capítulo 25: Harry no es Nombre de Chica
Capítulo 26: Un Viernes de Locas
Capítulo 27: Nadie Ama Una Perra, ¿Por Qué Yo Sí?
Capítulo 28: Smells Like Mean Spirit
Capítulo 29: La Rebelión de los Relojes Rotos
Capítulo 30: La Culpa No Era Mía
Capítulo 31: No Le Digas A Tu Madre...
Capítulo 32: El Beneficio de la Bruta
Capítulo 33: Sin Aliento
Capítulo 34: El Amor Encuentra Una Manera
Nos Vemos Cuando Acabe el Verano

Capítulo 4: The Lemonade Club

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Od AnthonyTesla

El aula de detención estaba prácticamente vacío, exceptuando tres almas presentes: el profesor Kovacs, que era el encargado en turno de vigilar a los chicos castigados; Harry, por supuesto, por el incidente de insultar tan a la vista de todos a uno de sus compañeros, y por último, Jeremy.

—¿Es una broma verdad? —pensó la única mujer en el aula, cargando su mochila sobre el hombro, al ver a su lado a él: el que era casi nombrado de manera no oficial como el rey de Hopewell High; querido por alumnos y estudiantes casi al mismo grado. 

Antes de poder pensar en algunas hipótesis, el profesor no tardó en hacerse notar.

—Así que, supongo que debo de agradecer que me tocará vigilar el aula en esta primera semana: casi siempre es cuando hay menos estudiantes castigados —indicó en su trayecto al escritorio—. Señorita Milovic; ya nos conocemos. ¿Algo que decir en su defensa?

—Si viera al muchacho pelirrojo ese vería por qué es tan fácil insultarlo.

—Oh, ¿el señor O'Brien, verdad?

—¡Sí! ¡Ese mero! ¡Sabía que no era la única que veía eso! ¡Ese andar de perdedor y cara constantemente asustada!

—Es mi hijo.

—¡Todo un ganador! ¡Se nota en los genes!

—No; no lo es, era un chiste señorita Milovic.

—¡Nada de eso! —exclamó señalando con su índice —. ¡Los maestros no tienen derecho a hacer bromas! ¡Tienen demasiado poder entre manos! Sería como un verdugo diciendo "ahí va el hachazo... ¡Ja, era broma!"

—Tome asiento señorita Milovic, que en días así, el único hachazo que quisiera es hacía mi cabeza —contestó el docente, encogiéndose de hombros. Apenas había conocido a esa estudiante, y ya podía darse una buena idea de cómo será su experiencia de preparatoria. Bien podría decirse que oraba por dos resultados: que la expulsaran pronto, o la adelantaran de año.

En lo que buscaba su pupitre, Harry echó un vistazo a su compañero de castigo (algo que no es tan sadomasoquismo como podría pensarse), intentando concebir qué pudo haber hecho ese chico; apreciado al grado de sentir que el arrojar pétalos de rosa en su camino no sería un acto de todo fuera de lugar.

Entonces, una vez más en calma, observó una imperfección en su perfecto rostro: un moretón. Era pequeño, pero se podía notar si se le veía del ángulo correcto y a una distancia cercana. El niño de oro tenía una pequeña muesca en su superficie.

—Bueno, entonces solo pido que no hagan mucho ruido —el profesor les sugirió—, que me duele un poco la cabeza, ¿de acuerdo?

—Si sirve de algo: mi tía dice que para curar la borrachera nada como las patas de pollo crudas.

—¿Por qué supone que es por causa de la bebida, señorita Milovic?

—No lo sé: apenas es martes, es maestro de una escuela pública: haga la matemática.

Puede que no fuera el argumento más ilustrado, pero el profesor Kovacs no podía negar que muy a su manera, la alumna tenía un fuerte sentido de la lógica y la deducción. También pudo jugar un poco su aliento con ciertos toques etílicos. 

El hecho que de pronto sintió el aroma del alcohol rebotando en su boca pudo ser otro indicador.

—¿Me disculpan? —les dijo—. Necesito revisar algo... voy al sanitario, no tardo mucho. ¡No se muevan! ¿Vale?

Ambos estudiantes concordaron, y el maestro salió del aula.

—Le hubiera ofrecido una menta si lo hubiera pedido —dijo Harry en lo que se reclinaba y colocaba sus pies encima de la mesa del pupitre.

Esperaba que tal chiste ayudara a romper un poco el hielo, pero Jeremy permaneció inmutable. Sin duda no quería estar ahí, y mucho menos hablar al respecto, inclusive en contexto de broma.

Así pues, Harry decidió cambiar el tema.

—Oye —dijo tras aclarar su garganta—. ¿Q-qué tal el botín que te sacaste con mi amiga Jo, eh? No quiero presumir de más, pero te sacaste el telekino con ella. 

La dureza y frialdad del rostro del muchacho se desvaneció, y un semblante neutral se colocó en su lugar.

—¿La rubia?

—Es una chica buena, pero eso me lleva a pensar, como su mejor amiga y protectora... ¿cuáles son exactamente tus intenciones con ella, jovencito?

—¿Perdón?

—¡Oye, tengo que saber de qué trata! ¡Las amigas se cuidan las espaldas! Y no quisiera verla herida o algo así por una tonta apuesta.

—¿Una apuesta? ¿Qué, crees que estamos en 10 Cosas Que Odio De Ti?

—¿Sería tan raro suponerlo?

Jeremy ladeó su cabeza y suspiró.

—Existe una filosofía que dice que si uno dice "sí" a las cosas, sean oportunidades o proposiciones, casi siempre te llevarán a un buen lugar en la vida —explicó—. Cuando tu amiga, Jo se acercó... bueno, me pareció un momento ideal para practicar tal manera de ver la vida.

Harry asintió.

—¿Y... crees siquiera la mitad de lo que me acabas de decir? —preguntó —. Porque si las mentiras huelen, esa apesta 

—La mayoría... d-digo...

—Vamos: dime, ¿apostaste algo, no? ¿Escoge a la chica más ingenua que veas, y pídele salir como una especie de broma enfermiza, no?

—N-no... c-claro que no; eso es más cosa de Fareed.

—¿Son lentes nuevos? —Fareed comentó caminando a lado de Dalia, que apenas podía creer que un chico mayor y de la élite popular estuviera siquiera poniéndole atención de todo al tiempo en que ambos castigados se encontraban en el aula.

—Trataremos eso conforme lleguemos a eso —Harry indicó—, pero entonces, ¿fue sólo... confianza?

—Pues... sí; y si nos llevamos bien, ¿quién sabe adónde podamos llegar?

—Oh, ¿tanto así? ¿No lo dices solo porque quieres meterte en sus calzones después de un par de copas de ponche?

—¡Ugh! ¿¡Por qué las mujeres solo piensan en sexo!? —Jeremy exclamó con desprecio —. ¡Hay más cosas aparte de solamente la lujuria!

—Claro: avaricia... la extorsión. 

Jeremy soltó una risa; aunque deseaba mostrar algo más de reserva, Harry sin duda sabía cómo hacer que cualquiera pudiera bajar su guardia por un momento. Normalmente para robarle la cartera, pero también puede tener usos morales tal cualidad suya.

—Debes ser más rudo de lo que pareces —Harry comentó, con una boca ostentando una sonrisa a medias.

—¿Qué dices?

—Es decir... ya sabes —ella gesticuló en la zona en la que el muchacho tenía el moretón.

—Oh... esto —Jeremy replicó—. Es... mira... me golpeé con la perilla de la puerta.

—Deja ese cuento a mujeres golpeadas temerosas de hablar con la policía; además, no creo que eso sea meritorio de castigo, ¿o sí?

—¡Bueno! ¿Acaso importa? —Jeremy impugnó con ansiedad tomando lugar en su voz—. No es algo de lo que quiera hablar de todos modos.

Si el muchacho tenía una máscara de amistad y afabilidad, esta se encontraba en proceso de resquebrajarse.

—Y-yo...

—Ya volví jóvenes —dijo el profesor Kovacs, cortando en seco las palabras incipientes de Harry—, por favor, guarden silencio: no merecen la horca pero esto tampoco es un spa, ¿entendido?

El docente se paró en una zona central al frente del salón; vio con detenimiento a ambos estudiantes: una parecía entrar en un perfil clásico. El otro, no obstante, se salía de este. Siempre habrían variaciones y excepciones en cualquier sistema, pero en caso de haberlas, uno siente curiosidad de averiguar más al respecto.

A pesar de ese instinto, no era un completo indiscreto, y menos un negligente con su labor; los dos eran castigados, y los dos serían tratados del mismo modo, aún si sentía un poco más de simpatía por uno que por la otra.

Notó entonces la mano levantada de Harry.

—Señorita Milovic, no estamos en clases: no sé qué puedo responder aparte de otorgarle el permiso de ir al baño.

—N-no, eso... digo, hice antes de venir, no hay problema; pero, ¿no debería dejarnos algún tipo de castigo existencial o una cosa similar?

—¿Castigo existencial?

—Sí, ya sabe: quizá escribir un ensayo sobre el por qué estamos aquí, o quizá darnos cuenta que a pesar de nuestras diferencias no somos tan distintos.

—¿Cómo en El Club de los Cinco?

—¿El Club de qué?

—El Club de los Cinco: esa película dónde cinco estudiantes, cada uno representando un arquetipo de la ficción juvenil están castigados juntos y...

—¡Oh! ¡Se refiere a Lemonade Mouth!

—¿Lemoqué cosa?

—¿No habla de esa película de Disney Channel? ¿Los chicos esos luego forman un grupo musical?

Harry y el profesor se miraron confundidos, tratando de evocar un recuerdo alguno en el otro sin percatarse que aquella brecha entre edades era un muro tan alto que hasta Donald Trump pensaría que es demasiado. 

Después, los dos enfocaron sus miradas en el tercero en el aula.

—A mí no me miren —Jeremy comentó—. No entono ni en el pandero.

—Yo tengo una guitarra, Matilda... d-digo, eh, yo tampoco y...

—¿Cuál es su punto, señorita Milovic? —intervino el profesor—. Es decir, a parte de sentir que mis referencias culturales han sido desplazadas por completo para su generación.

—Nada realmente... sólo que pensé que quizá serviría para, hacernos reflexionar o algo así.

—Mi reflexión para usted sería que ha visto demasiadas películas, y debe ajustarse a la realidad.

—¿No es esta escuela dónde una alumna hizo una lluvia de carnes frías noruegas?

—Oh... veo que algunas historias sí trascienden generaciones —el profesor suavizó su semblante—, pero... dudo mucho que llegue a haber una gran epifanía.

—Porque nos ve cómo quiere vernos: en los términos más simples, y en las definiciones más convenientes.

El profesor Kovacs frunció el ceño y arrugó su nariz.

—Oh, ¡ahora sé que me tiene que estar trolleando! ¡Solo tome asiento y guarde silencio! ¡Use su teléfono para enviar sus Tikchats o sus Snaptoks o cómo sea que se llamen esas redes! ¡Pero por favor guarde silencio!

La única epifanía que Harry llegó a tener es que el salario de profesor en Hopewell debe ser muy bajo, y no suficiente para lidiar con mierda como castigados en detención.

Así pues, sin muchas palabras extra, la hora terminó: el señor Kovacs tomó sus libros e instó a sus estudiantes a hacer lo mismo, y a regresar a sus hogares. Harry notó en las ventanas de los pasillos a Jo, esperándola justo a las afueras de la escuela.

—No invité a tu amiga como un chiste —escuchó a pocos metros detrás suyo.

—¿Cómo dices?

—Jo, Josephine, tu amiga —aclaró paso tras paso—. Es agradable. Y muy hermosa.

—Sí, b-bueno... con toda sinceridad, ella tiene lo que se requiere para ser una de las chicas populares aquí, ¿no? Podría ser reina del baile, o capitana de las animadoras. No debería extrañarme que le pasen cosas buenas.

—¿Celosa?

—P-pues... no... algo... ¿un poco? ¿Es...? E-es solo que... supongo que a veces siento que, conforme conozca más gente, se dará cuenta que yo no soy la gran cosa.

—Ella ve la preparatoria con buena actitud, Harry. ¿Puedo llamarte así, no?

—Sí, sí: vale, no hay problema.

—Y aunque parezca mensaje motivacional barato: la actitud la hace uno.

—Cierto —Harry suspiró—, pero uno hace lo que hace porque está en tu propia naturaleza. ¿No lo crees?

—¿Eh, cómo?

—Hay personas con el pelo negro, otros pelirrojos, rubios, lo que sea; eso no es peor o mejor que lo otro, es solo el cómo naciste. Y algunos les gusta tocar la guitarra, otros dibujar, otros cantar, o ser atletas, lo que sea; y en muchos casos, tienen una facilidad natural para tales cosas.

—¿Realmente tienes una guitarra, no? ¿Y de hecho le pusiste Matilda?

—Es un nombre con actitud —Harry sonrió—. Pero... eh, Jo es más naturalmente dulce que mi persona; puedo quizá intentar mostrarme más alegre y saltar de felicidad y parecerme a una versión más dichosa de mí misma, pero es más difícil porque mi naturaleza no es esa. Si Jo quiere ser así, o para el caso, tú quieres ser así, ¡bien! ¡En serio, bien por ustedes! Pero... supongo que cierta amargura es parte de cómo veo las cosas y es un filtro muy fuerte en el modo en que percibo el mundo. No... no quisiera ser así muchas veces, solo... nací así. A veces siento que es un defecto, y quisiera cambiar, curarme de eso incluso. P-pero... al final, si algo así de mío cambiara, ¿seguiría siendo yo?

Jeremy quedó estupefacto. Sus brazos inclusive estaban tambaleando.

—P-perdón —Harry tomó la palabra una vez más—. Creo que no entenderás nunca lo que dije.

—-Y-yo... eh...

Jeremy dejó caer los libros que tenía entre manos. Harry se inclinó al instante para recogerlos; lo mismo hizo el muchacho, aunque con un mucho mayor sentido de la urgencia.

—¡No los toques! —le gritó a ella.

—Yo solo quería ayudar...

—¡No! ¡Suelta eso! ¡Por favor suelta eso!

Harry lo hizo.

Pero no sin antes echar un vistazo a la portada del texto.


N/A: Corte, se imprime.

Gracias por leer de nuevo, una vez más, y como es costumbre: agradezco su atención, comentarios, votos y acciones misceláneas.

Voy a tomarme un break de un par de semanas, porque... el querido autor de estas palabras estará en Pixelatl, un festival de la industria de la animación en México, para medio tratar de embaucar ejecutivos con alguna idea mía. Regresamos el 13 de septiembre. Agradecemos su paciencia.

Quizá necesitaré algún voluntario para leer alguna cosilla que quiero presentar, así que si alguien desea alzar su mano, puede contactarme en Facebook.com/AnthonyTesla, porque me podrían servir opiniones sobre un guión en el que trabajo...

...en fin, la pregunta de la semana: ¿Es Matilda un buen nombre para una guitarra?

Shalom camaradas. 

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