Ojo de Halcón siempre había tenido claro que el mundo era un lugar peligroso, y se había acostumbrado a no sentir, a encerrarse en su trabajo; hasta que Aeryn Boudreau había aparecido en su vida.
Pulsus se había acostumbrado a mantener silencio desde la muerte de sus padres, a pasar desapercibida en cada una de sus misiones a distancia, a no pedir nada, a ser los ojos pero no la voz; hasta que había conocido a Clint Barton, el hombre que se sentía incapaz de volver a amar.
Habían estado juntos y separados, y, aun así, nada había cambiado. Ella había aprendido el valor de la vida, y él había comprendido la pureza de los sentimientos. Uno al lado del otro, todo cobraba sentido. Las lágrimas, las batallas, la sangre... No había nada que la sonrisa de Clint no pudiera borrar de la mente de la chica, y no había nada que la risa de Aeryn no pudiera curar en el alma dolida del arquero.
Aunque al principio ellos sólo querían sentir algo, una emoción efímera e ínfima, aquellos vengadores lo habían acabado sintiendo todo juntos.
Y fue ahí, al final de aquella misión, parecida a docenas de otras que Clint había ya llevado a cabo en el pasado, que vio con claridad cómo Ryn había cambiado su vida. Se había dado cuenta de una cosa:
Cuando él salvaba al mundo, Aeryn Boudreau lo salvaba a él.
FIN DEL LIBRO