iv. No puedo entenderte

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Las relaciones sociales no debían de ser lo mío

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Las relaciones sociales no debían de ser lo mío. Creía que la mañana había empezado con buen pie y que le había caído bien a Clint Barton, incluso creía que podríamos llegar a ser amigos: pero al parecer, no. No sé qué es lo que había hecho mal, pero no iba a rogar que me lo dijera.

Cuando Tony y Bruce me llamaron al laboratorio, los seguí sin pararme a mirar por última vez a Robin. Vi de reojo cómo Natasha se intentaba acercar a él y Clint negaba con la cabeza. Después, la pelirroja me siguió a mí.

Entramos los cuatro en el ascensor más próximo y Natasha se puso a mi lado.

—¿Qué le pasa a Barton? —me preguntó.

Yo le di una mirada escéptica y me encogí de hombros.

—¿Y yo qué sé? —le susurré—. Nos conocimos ayer.

Ella asintió frunciendo el ceño y las puertas se abrieron. Mientras caminábamos hacia la puerta del laboratorio principal, Banner se giró hacia mí.

—¿Qué te parece la Torre, Aeryn?

—Está bien —dije con cortesía—. Es muy grande y está muy completa.

—Por supuesto —sonrió Stark con orgullo—; yo la construí.

Asentí algo confundida por el ego de aquel hombre y pasé al interior de una sala enorme y limpísima cuando Banner dejó la puerta abierta para mí. Me cogió de la muñeca y me guio rápidamente hacia una camilla, donde me mandó sentarme. No me quejé, estaba muy ocupada observando todas las máquinas y aparatos de alta tecnología que me rodeaban.

De pronto, la familiar sensación de un pinchazo me recorrió el brazo. Bruce sacó una muestra de sangre y la puso en un botecito amarillo que Tony colocó en una máquina. Ambos se quedaron mirando diversos gráficos que J.A.R.V.I.S. proyectó, y Natasha volvió a acercarse a mí.

—Tenemos que encontrar el Elektron cuanto antes —me explicó y yo asentí conforme.

—Lo sé, no te preocupes. Cuando Banner y el loco acaben aquí, iré a ver a Steve para hablar del tema.

Natasha asintió y miró alrededor, como si fuera a confesarme un secreto. Después me observó con sus ojos verdes, más grandes de lo normal.

—No se lo tomes a Clint en cuenta.

—¿El qué? —le resté importancia de forma irónica.

Romanoff suspiró.

—Intentaré hablar con él —me prometió—, creo que le caíste bien.

—Natasha, si alguien te cae bien no le ignoras. Me confunde —confesé—, pero ¿sabes qué? No me voy a comer la cabeza si decide comportarse como un imbécil —sonreí—. Perdón, sé que es tu amigo.

Ella negó con la cabeza y me dio una pequeña sonrisa.

—No te preocupes, lo entiendo.

—Aeryn —miré a Clint, que estaba en la puerta. ¿Así que ahora quería hablarme? ¿A este qué le pasaba?—, Steve te quiere en el gimnasio.

Observé su pose. Apoyado contra la puerta y con los brazos flexionados y el rostro duro, no podía negar que me parecía atractivo. Qué pena que resultara ser un tremendo idiota.

—Puedes irte —dijo Bruce—, tardaremos un rato con esto.

Suspiré y salté de la camilla. Miré a Natasha, casi rogándole que me acompañara.

—Me quedaré con estos un rato, procurando que no creer una Tercera Guerra Mundial o algo —me sonrió ella.

Yo rodé los ojos y salí de allí con Clint pisándome los talones.

Yo rodé los ojos y salí de allí con Clint pisándome los talones

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Estábamos en el ascensor, a punto de bajar trece pisos. Tenerla tan cerca me ponía nervioso e incómodo. Me incliné débilmente hacia la derecha, intentado separarme de ella un poco, pero Aeryn giró la cabeza como un resorte hacia mí. No estaba acostumbrado a que lo viese y oyese todo.

—¿Ahora qué te pica? —me preguntó con tono borde.

Inspiré e inflé el pecho.

—Nada. ¿Por qué me iba a pasar algo?

—Por nada —escupió ella—. Sólo llevas ignorándome toda la mañana sin razón, pero bueno.

"No me gusta que me leas", pensé. Me ponía nervioso que, en un momento, se hubiese dado cuenta de mis inseguridades. ¿Cuántas cosas más sabría si seguía acercándome a ella? Ni siquiera sabía cómo lo hacía, era como una espía altamente entrenada que sabía tus inseguridades con sólo hablar contigo un cuarto de hora. O quizás era yo el que no sabía esconder mis sentimientos y todo esto era una paranoia mía.

—No me pasa nada, Aeryn.

Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que ella habló. Su tono de voz era más suave y podía notar su mirada en mi perfil.

—Me confundes muchísimo, la verdad.

Cuando me giré a mirarla, ella ya no me observaba a mí. Tragué en seco, sin poder descifrar sus palabras, y me sorprendí a mí mismo observándola entera. Agité la cabeza y me obligué a dejar el orgullo a un lado.

—Lo siento.

Aeryn me miró con una sonrisa enorme, lista para burlarse.

—¿El gran Ojo de Halcón se está disculpando?

Bufé.

—No me hagas repetirlo.

—Está bien, está bien —rió ella—. Supongo que te lo paso.

Fruncí el ceño, confundido.

—¿Gracias?

—De nada.

Ella me dio una sonrisa dulce y sentí cómo me moría por dentro. Giré la cabeza y pude notar cómo ella volvía a quedarse confundida, pero yo sólo tenía atención para las extrañas y terroríficas sensaciones que comenzaban a agolparse en mi pecho.

Las puertas de ascensor se abrieron y ella salió de él con paso enérgico.

—¡Vamos, Robin!

La frase me danzó en la cabeza mientras la seguía.

Ella era una tormenta con viento a cien kilómetros por hora y yo un iluso que creía que un paraguas me salvaría de la lluvia.

FELT IT ━ Clint BartonWhere stories live. Discover now