Vegas Lights

By femitana

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Es el vigésimo primer cumpleaños de Harry y sus amigos deciden llevarle a Las Vegas. Por supuesto que se casa... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo
Vegas Lights - 2º borrador
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8

Capítulo 3

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By femitana

Cinco años después.

Una galleta china predijo su futuro la noche de su cuarto aniversario. El crujido al romperla y el anillo escondido en su interior aceleraron el corazón de Harry, encogiéndose después en regocijo cuando consiguió alzar su mirada hacia él, y le encontró sonriéndole.

—Harry Styles —Elliot tomó una de sus manos y la apretó, acariciándola con el pulgar mientras pronunciaba las palabras que Harry tanto había estado esperando —. ¿Quieres casarte conmigo?

Los diálogos de su película favorita reproduciéndose en la televisión frente a ellos ya ni siquiera se escuchaban, porque su cabeza era incapaz de no repetir en bucle la propuesta de su novio.

Harry no reaccionó al principio, unas lágrimas de felicidad acumulándose en sus ojos dijeron todo lo que no consiguió expresar con palabras. Rodeó el cuerpo de su novio, atrayéndole a él y escuchándole reír alegremente en el abrazo.

Elliot le separó para mirarle, atrapando sus mejillas entre sus manos y secando suavemente con su pulgar las lágrimas que resbalaban por ellas.

—¿Eso es un sí?

—Sí —asintió, soltando una risa torpe y, nada más consiguió salir de su estado de trance, se inclinó para besarle entre lágrimas de alegría y sonrisas tontas.

Elliot agarró el anillo que Harry había estado apretando en su mano con fuerza todo este tiempo y volvió a tomar su mano, esta vez para deslizar la joya de plata por su dedo anular, posando un beso en ella después.

Esa noche, dejaron que la comida china que habían pedido se enfriara sobre la mesita de café, y que la televisión encendida solo sirviese para iluminarles mientras hacían el amor sobre el sofá de la que había estado siendo su casa durante los últimos dos años.

Había llegado a pensar que Elliot no quería casarse con él y simplemente no tenía el valor para decirle que todas las indirectas que había estado mandándole a lo largo de los últimos tres meses no le servirían de nada. Indirectas tales como dejar sospechosas búsquedas sobre anillos de compromiso en el historial del portátil de su novio, o sus infinitos comentarios casuales sobre lo bonita que había sido la boda de Megan Markle y el príncipe Harry.

Estuvo a punto de rendirse y muchas veces se sintió un poco imbécil, porque sabía que Elliot captaba todas y cada una de sus indirectas y sin embargo solo sonreía, negaba con su cabeza y después cambiaba de tema.

Pero ahora estaban realmente comprometidos, y Harry pudo asumirlo del todo cuando Elliot alegó que sería una buena idea organizar una reunión en el club de golf para darle la noticia a todo el mundo.

Le dijo que una fiesta cargada de personas no era necesaria, que se conformaba con una simple cena junto a los padres de ambos en algún restaurante bonito, pero Harry sabía que Elliot amaba el club de golf, así que simplemente aceptó.

Concertaron un encuentro para la siguiente semana, Harry ya presumía el anillo en su dedo por todas partes e incluso había comenzado a utilizar su mano izquierda más que en toda su vida solo para que la plata destacase frente a los ojos de quien la viera.

Era domingo por la mañana y se encontraba frente al espejo de su habitación, abrochando una extravagante camisa hawaiana de colores llamativos. Su pelo corto estaba húmedo y cuidadosamente peinado hacia atrás, secándose al aire mientras trataba de decidir si hacer uso o no de esas botas doradas que tanto amaba.

Entonces escuchó la voz de Elliot tras sus espaldas.

—¿Vas a ir así vestido? —cuestionó, una mirada de desaprobación cruzándose con la de Harry.

Él se miró en el espejo y luego volvió a posar la mirada en Elliot, quien mantenía ambas cejas alzadas, claramente esperando que su respuesta fuera negativa.

—Supongo que no —fue todo lo que dijo.

Y terminó envuelto en un jersey verde oscuro del que sobresalía el cuello de una camisa blanca y aburrida bien abotonada, combinado con unos pantalones negros lo suficientemente ajustados como para que Harry no les tuviera demasiado aprecio. Zapatos náuticos en lugar de botas brillantes y un reloj de pulsera en lugar de sus mil anillos.

No le gustaba, pero el club era un lugar bastante sofisticado. Caro, también. Allí abundaban los jerséis anudados al cuello, el fijador de cabello y los Rolex de doscientos dólares, así que quizás entendía a su novio cuando le decía que su estilo extravagante no encajaba demasiado en aquel lugar.

En cambio, Elliot encajaba a la perfección. No solo porque amaba golf y los relojes caros; sus amigos siempre estaban por allí, el ambiente -debía de admitirlo- era agradable, y servían copas de calidad en el bar. Desde un punto de vista objetivo, era un buen lugar para pasar los fines de semana.

Desde el punto de vista de Harry, el golf era aburrido y absurdo, las pocas veces que accedía a pasar las tardes con su novio en el club acababa cansándose de escuchar conversaciones pretenciosas entre los miembros presumidos que Elliot insistía en presentarle, y las copas estaban demasiado caras.

Pero podía hacer un esfuerzo esta vez, al menos siempre y cuando Elliot no intentase convencerle para que se dejase arrastrar de hoyo en hoyo por todo el campo.

No. Harry iba a llegar allí, anunciar la noticia a su familia, y después pedir una de las copas más baratas que tuvieran.

Cuando llegaron, lo primero que vieron fue a un simpático rubio con un enorme saco de golf al hombro, merodeando por las instalaciones junto a un par de amigos. Al parecer ya se marchaban.

Elliot le hizo un gesto a Harry para indicarle que quería acercarse a saludar.

—¡Niall!

El rubio paró su recorrido al escuchar su nombre, disculpándose con sus amigos antes de acercarse a ellos con una sonrisa apretada en su rostro.

—Hola, Elliot —apretó la mano de Elliot de manera amistosa, y después se dirigió hacia él —. Harry, ¿cómo tú por aquí?

—Reunión familiar —Harry esbozó una amplia sonrisa —. Nos hemos prometido, y Elliot ha pensado en reunirles aquí a todos para darles la noticia.

—Y de paso, dar unos cuantos tiros en el campo —agregó Elliot.

—Oh, enhorabuena —Niall sonrió más, dejando un par de palmaditas en el brazo de Harry, antes de continuar hablando —. Tú padre lleva aquí desde las diez de la mañana, de hecho. Le vi hace un rato en el campo, pero no me paré a hablar con él. Saludadle de mi parte.

—Claro —Harry asintió, y poco después, los recién prometidos se despidieron del chico y continuaron su camino por el club.

A Harry ni siquiera le sorprendía que su padre estuviera allí desde por la mañana. Desmond Styles llevaba en su cartera el carné de socio de aquel mismo club desde hacía más de veinte años, y conocía a todo el mundo que pisase esas instalaciones, desde la recepcionista hasta los camareros de la cafetería.

Era su segunda casa, literalmente, cuando Harry era pequeño su padre pasaba días enteros en ese mismo club. El hombre intentó más de una vez inculcarle la manera correcta de sujetar un hierro y la forma más elegante de golpear una pelota. Evidentemente Harry fingía estar interesado en sus explicaciones, porque sabía que a su parte le hacía feliz, al menos hasta que cumplió los dieciséis y decidió que prefería quedarse en su habitación dibujando antes que escucharle hablar sobre golf.

Para la ocasión de hoy, habían reservado mesa en el restaurante del primer y único piso, un lugar cuya belleza destacaba por las grandes cristaleras que daban al campo de césped verde y bien cuidado.

Elliot había invitado no solo a sus padres; también a tíos, primos, abuelos, y algunos de sus amigos con los que Harry no tenía mucha relación. La Última Cena no era nada comparada con aquella mesa rebosante de personas.

Evidentemente, Xander y Nick no podían faltar. Habían sido los únicos invitados que venían por parte de Harry, aunque ellos ya sabían la noticia porque evidentemente que Harry no pudo evitar enviarles una foto de su anillo de compromiso envuelto alrededor de su dedo en cuanto tuvo la oportunidad.

Lo primero que vio al entrar al restaurante, fue a su madre Anne y a su hermana Gemma. Ellas tenían un brillo especial en sus ojos y sonreían de manera sospechosa cada vez que Harry y Elliot se agarraban de la mano. Probablemente habían visto el anillo y ya imaginaban el motivo de la velada.

Junto a ellos también estaba Andrew Hermann, quien no solo era un golfista veterano y uno de los mejores amigos del padre de Harry; también era el padre de Elliot. Acompañado por su mujer, Madison, ambos se levantaron de sus asientos para saludarles.

—¿Cómo estás, hijo? —Andrew le acogió entre sus brazos de una manera paternal, palmeando su espalda antes de dejar que su esposa tomara el relevo, dejando dos besos cordiales sobre las mejillas de Harry —. ¿Qué tal en el trabajo? ¿Todo bien? Hace mucho que no te veo.

Hace mucho significaban tan solo unas tres semanas, si no recordaba mal. Su familia y la de Elliot estaban tan involucradas entre ellas, que a veces Harry sentía que tenía cuatro padres, dos biológicos, y dos adoptivos, porque Andrew le llamaba hijo y siempre le hacía las mismas preguntas; ¿qué tal en el trabajo?, ¿todo bien entre ustedes?, ¿cuándo vas a venir a almorzar a casa?

En definitiva, una auténtica vida de casado sin estar realmente casado. Aún.

—Bueno, ¿cuánto tiempo más vais a estar manteniendo la intriga? —cuestionó su padre -su verdadero padre- en algún punto del almuerzo —. Está claro que mi hijo no pisaría el lugar favorito de su padre si no tuviera una noticia importante que dar.

Harry intercambió una sonrisa con Elliot, quien tomó la palabra.

—Está bien, está bien —él agarró su mano sobre la mesa, mirando a los presentes con una sonrisa. Harry se mantuvo sonriente, cierto nerviosismo presionando su estómago cuando le escuchó dar la noticia —. Harry y yo nos vamos a casar.

Más de una lágrima se le escapó a su madre, y Andrew incluso se levantó de su asiento para comenzar un brindis en honor a ellos, comentando después lo mucho que se alegraba de que sus hijos fueran a casarse.

Harry estaba feliz. Su compromiso ya era más que oficial y cada vez que miraba a Elliot su corazón se aceleraba, incapaz de esperar para darle el sí quiero en los juzgados.

—Quien iba a decirnos hace cuatro años que nuestros hijos terminarían casándose, ¿eh? —Desmond le dio un codazo a Andrew, quien soltó una risa escandalosa.

—Por favor, Des. Estaba más que claro desde el principio —replicó su suegro —. Sabía que estaban destinados a terminar juntos desde que les presentamos por primera vez en este mismo club.

Oh, aquel día. Harry sonrió para sí mismo al recordarlo.

Habían pasado más de cuatro años desde aquella vez en la que su padre golpeó la puerta de su habitación para sugerirle que le acompañase al club. En un principio Harry se negó rotundamente, y cuando le preguntó a su padre por qué estaba insistiendo tanto en que le acompañase, la respuesta que obtuvo fue: "el hijo de Andrew es gay, igual que tú".

Bien. Su padre era una persona muy abierta de mente, eso era algo por lo que siempre se sentiría afortunado. Pero Desmond no solo aceptó alegremente su sexualidad, sino que comenzó a intentar emparejarle con cada hijo de cada conocido que tuviera en sus contactos. Eso a Harry ya no le agradaba tanto.

Sin embargo, aquella vez aceptó, y quizás fue la mejor decisión que pudo haber tomado, porque aunque él demostró ser un verdadero desastre cuando trató de demostrar su técnica como golfista en el campo, secretamente quedó enamorado de la manera en la que Elliot parecía saber lo que estaba haciendo y golpeaba cada bola de la forma más elegante que Harry había visto nunca.

Durante todo el juego, Harry aprovechó para coquetear con él y pedirle sutilmente una cita que él aceptó. Pocos meses después, se enamoraron.

Y ahora iban a casarse. Todavía tenía que repetirlo muchas veces en su cabeza para terminar de asumir lo bonito que era todo y lo bien que estaban saliendo las cosas.

Después de comer, Elliot se retiró al campo de golf junto a sus padres y sus amigos, utilizando como excusa que la noticia debía ser celebrada con un buen juego.

Harry se negó a participar, a pesar de que ellos insistieron en que se uniera, y se quedó compartiendo un cóctel con su hermana y sus propios amigos en la terraza interior.

Pero los amigos no son realmente amigos si no te recuerdan en cada oportunidad posible todas las cagadas que has cometido a lo largo de la vida, y eso fue lo que hicieron Xander y Nick cuando ambos pasaron de la tercera cerveza.

—¿Recuerdas cuando te casaste en Las Vegas? —cuestionó Nick, compartiendo unas risas con Xander antes de beber un trago de su cerveza con aires despreocupados.

El recuerdo difuso de Elvis fue lo primero y lo único que llegó a su mente en aquel momento. Más que una risa Harry soltó un jadeo, quiso tomárselo tan a broma como ellos, pero no tenía demasiados recuerdos al respecto como para que pudiera parecerle gracioso.

De hecho, tenía tan pocos recuerdos al respecto, que incluso le preocupaba.

—¿Te casaste en Las Vegas? —su hermana trató de contener una risa, pero no lo consiguió.

—No —negó, su ceño fruncido y su cerebro estaba trabajando para encontrar algún recuerdo más —. Bueno —masculló entonces, vacilando un par de veces antes de continuar hablando —. Creo que me casé, pero... no fue legal, ni nada de eso —se mantuvo en silencio y rezando secretamente para que alguien secundara su teoría respecto a lo que realmente pasó esa noche. Nadie respondió —. ¿Verdad?

Todas y cada una de las sonrisas se apagaron cuando vieron como el propio Harry dudaba de una manera tan preocupante. La posibilidad de que estuviera casado y prometido al mismo tiempo podía ser tan alta como tan baja.

—No lo sé, Harry —habló Nick, su voz tornándose seria de repente —. Yo no estaba.

—Yo ni siquiera me acuerdo de lo que hice yo mismo —agregó Xander.

—Lo único que sé es que te perdimos durante par de horas y cuando te llamé me dijiste que estabas casándote —continuó Nick, tratando de recapitular lo acontecido en un intento de refrescarle la memoria —, y después apareciste en la habitación del motel con ese chico comiéndote el cuello.

—¿Cómo se llamaba? —preguntó Gemma.

Nick se encogió de hombros, pero Gemma miró a su hermano en busca de una respuesta. Harry tampoco lo sabía.

—No me acuerdo —admitió Harry, pasando una mano por su pelo y sintiéndo como un sudor frío recorría su cuerpo.

Sabía que le conoció en un casino, y que estuvieron coqueteando entre ellos durante toda la noche. Sabía que le había ofrecido sexo y que habían estado juntos en aquella capilla que tenía en sus recuerdos. Pero no sabía su nombre ni cómo era físicamente, mucho menos recordaba la parte en la que supuestamente llegaron juntos al motel.

—Bueno, no te preocupes —espetó Xander, tratando de restarle importancia al asunto —. No creo que nadie permita que dos personas evidentemente borrachas se casen legalmente.

—Claro que sí —rebatió Gemma —. Muchas personas anulan sus matrimonios después de casarse en Las Vegas porque estaban ebrios al momento de hacerlo —explicó —. Si puedes pagarlo, tienes la edad suficiente y firmas la licencia, entonces es legal.

Cuanto más se refutaba la teoría de que casarse legalmente en Las Vegas era tan sencillo como chasquear los dedos, más le costaba respirar.

—¿Recuerdas haber firmado algo? —le preguntó Nick.

—No —Harry negó con lentitud antes de conseguir reaccionar. Pasó una mano por su cara y resopló con frustración —. No lo sé, Nick. Solo me acuerdo de Elvis.

—¿Y qué piensas hacer? No puedes arriesgarte a planificar una boda si no sabes si ya estás casado.

—¿Pretendes que vaya y le diga a Elliot que tenemos que esperar a descubrir si ya tengo un esposo en alguna otra parte del mundo? —cuestionó con cierto tono de ironía desesperada —. Me corta los huevos.

—No hace falta que se lo digas —dijo Gemma —. Ve al juzgado y anúlalo, simplemente.

Había algo en su interior que le decía que las cosas no iban a ser tan fáciles como su hermana las estaba tratando de plantear, pero no perdía nada por ir al juzgado para intentar anular un matrimonio que quizás ni siquiera existió nunca.

Al día siguiente, Harry ya se encontraba corriendo hacia el juzgado durante el receso en su trabajo, tomando asiento frente al escritorio de un funcionario y exponiéndole su problema.

La corbata de su atuendo de trabajo comenzó a apretarle cuando vio como el funcionario frente a él fruncía el ceño y negaba con su cabeza.

—Entiendo que no esté seguro de con quién se casó, pero nosotros no disponemos de esa información —explicó aquel hombre —. Además, seis meses es el tiempo límite para anular un matrimonio contraído bajo la influencia del alcohol. Han pasado cinco años, lo único que puede hacer en este punto es divorciarse.

—¿Cómo puedo divorciarme de una persona a la que no conozco? —cuestionó Harry, tratando de no mostrar lo ansioso que estaba comenzando a sentirse y lo mucho que estaba sudando.

El funcionario apretó sus labios.

—Si usted realmente se casó en el estado de Nevada, debe de estar en los registros —le dijo —. Por lo general las capillas también almacenan todos los datos de cada matrimonio; los nombres, la identificación... Si recuerda dónde contrajo matrimonio, le recomiendo que vaya a preguntar.

Lo que pasa en Las Vegas no se queda en Las Vegas, no. Lo que pasa en Las Vegas te sigue hasta San Francisco y te arrastra de nuevo hacia el estado de Nevada para solucionar la cagada más grande de toda tu miserable vida.

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