Capítulo 6

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Su mente llevaba cinco años sin poder ponerle nombre al dueño de unos labios que recordaba haber mordido alguna vez. Cinco largos años incapaz de ponerle rostro a esos rizos rebeldes bajo una diadema de plástico y un ceño constantemente fruncido hacia la mesa de apuestas.

Aun así, conservó durante mucho tiempo un leve recuerdo en el que sus manos sujetando por la espalda a ese cuerpo embriagado eran las protagonistas. Un cuerpo que daba tumbos por todas partes y que aun así era capaz de insinuársele con un par de hoyuelos bien marcados mientras le proponía una boda junto a Elvis y un poco de sexo.

En su cabeza había estado guardado todo el tiempo el recuerdo de una capilla blanca y un débil "sí, quiero", pero el sonido de la voz que lo pronunció se había ido difuminando según pasaba el tiempo.

Y de repente volvía. Y ahora sabía que se llamaba Harry.

Sabía que había cambiado su diadema de plástico por un resplandeciente anillo de plata en su dedo, que su melena rizada había sido sustituída por un corte suavemente estilizado hacia atrás y que esa voz tan profunda que había olvidado con el paso del tiempo ahora había cambiado sus palabras para pedirle borrar el rastro de un matrimonio que ni siquiera creyó haber contraído realmente.

Sus manos se deslizaban por el volante con distracción, y sus pies apretaban los pedales por pura inercia, sus ojos miraban al tráfico pero su mente no paraba de perderse en un bucle de recuerdos que creía haber enterrado en lo más hondo sin arrastrar ninguna consecuencia por sus acciones.

Pero al parecer si que hubo una consecuencia, o quizás había sido un castigo del karma por haber tratado de ponerle a prueba cuando no pudo resistirse a que una persona bonita se le cruzase por el camino mientras Louis seguía lo suficientemente lúcido como para recordar que, en aquel momento, tenía pareja.

Ese Louis de veintitrés años estaba muy enamorado de su novio, pero a la vez muy persuadido por aquellos jodidos labios y aquel maldito cuerpo que siempre que se tambaleaba caía casualmente entre sus brazos.

Se resguardó en muchas excusas para no sentirse mal cada vez que seguía su sutil juego de insinuaciones. Estaban en el centro de Las Vegas, donde abunda el pecado. Estaban en una despedida de soltero, por lo que el pecado se multiplicaba por cuatro en ese caso. Y él y su novio estaban juntos desde hacía tan solo dos insignificantes semanas, por lo que no contaba como infidelidad.

Mentira. Cuando su cabeza se desintoxicó del alcohol ingerido mientras esperaban en la sala de urgencias a que algún médico les dijera si Calvin había o no sobrevivido al coma etílico de esa noche, comenzó a arrepentirse como nunca antes.

Era su primera relación seria y aun así decidió arriesgarla por culpa de un desconocido de hoyuelos bonitos y propuestas sexuales en una idílica luna de miel que nunca llegó a realizarse.

Definitivamente aquella noche perdió más de lo que ganó.

Pero si ese Louis de veintitrés años fue un maldito desastre, ahí estaba el Louis de veintiocho, dispuesto a enmendar parte de los errores cometidos para que, al menos, Harry pudiera darle el "sí, quiero" a quien realmente quería dárselo.

Aprovechando un semáforo, sus dedos toquetearon el panel de botones de su vehículo, consiguiendo que una llamada dando tono llenase el ambiente. No pasó mucho tiempo hasta que la voz de uno de sus mejores amigos inundó sus oídos.

—Louis, hola.

Luke era un tipo felizmente casado por voluntad propia y lo suficientemente inteligente como para no haber permitido nunca que el alcohol tomase esa decisión por él. Ubicado en la vida, desde luego. A diferencia de Louis.

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