Capítulo 12

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Su coche recién salido del mecánico estaba infiltrado junto a una larga fila de taxis a las puertas del aeropuerto en Paradise. Louis golpeaba el volante con sus dedos al mismo compás del manojo de nervios que tenía por corazón y que latía bruscamente en su pecho.

No tenía pensado hacer esto, de verdad. Su mente había estado dándole vueltas a la opción de abrirle a Harry las puertas de su casa durante los últimos quince días, pero siempre había acabado convenciéndose a sí mismo de que era una mala idea.

Hasta que Harry le escribió hace unas horas, diciéndole que estaba de camino al aeropuerto y que le avisaría en cuanto aterrizase, y Louis había acabado cambiando de opinión en el último momento.

Podría ser patético, pero esas tres semanas sin verle habían tenido a Louis esperando por Harry como quien esperaba la lluvia en un desierto.

Decir que le había echado de menos quizás era demasiado, pero que tenía ganas de verle, eso no podía negarlo. Tenía muchas ganas de verle.

Por eso estaba ahí, echando miraditas ansiosas a cada persona que veía salir del aeropuerto, más nervioso de lo que debería e incapaz de mantenerse quieto en el maldito asiento mientras le esperaba.

Hasta que le vio, con una maleta al hombro, pantalones blancos y camisa negra. Llevaba gafas de sol, pero reconoció el coche con rapidez, esbozando una sonrisa cordial al caminar hacia él.

Dejó su maleta en los asientos traseros y después abrió la puerta delantera, subiendo a su lado en el lugar del copiloto.

—¿Qué tal el viaje? —fue lo primero que le preguntó Louis, arrancando el motor mientras apretaba sus labios para difuminar la sonrisa que se había instalado en ellos desde que le vio aparecer.

—Bien, ya sabes —Harry parecía más animado que cuando hablaron por teléfono un par de horas atrás —. Ha sido rápido, pero caro —comentó —. La verdad es que me haces un favor enorme dejando que me quede en tu casa.

Louis solo esbozó una sonrisa hacia la carretera, aunque sentía los ojos de Harry atentos a él, decidió no mirarle de vuelta, por si acaso después no podía volver a apartarle la vista.

—¿Dónde vives, por cierto? —preguntó Harry, abriendo la ventana a su lado y consiguiendo que una ráfaga de viento arrastrase brevemente su perfume por todo el interior.

—The Lakes —Louis respondió con simpleza, pero Harry se quedó en silencio y supuso que no tenía ni idea de a qué se estaba refiriendo —. Una urbanización, en Spring Valley.

—¿Y está muy lejos?

—Nah, estamos a veinte minutos.

Así que continuó conduciendo en silencio, con el codo apoyado en el borde de la ventana mientras mordía sus uñas, la otra mano en el volante y la concentración puesta en la carretera.

Lo único que se escuchaba era el sonido del viento a ras del coche, el tráfico sobre el asfalto y los cambios de marcha al mover la palanca.

Harry hizo algún que otro comentario respecto a lo callado que estaba aquel día, y Louis echó un vistazo rápido hacia él, encontrándose brevemente con sus ojos verdes y expectantes mirándole fijamente.

No es que estuviera callado, simplemente estaba tratando de concentrarse en evitar mirarle a él en lugar de a la carretera, en ignorar la manera en la que el viento le acercaba el perfume de Harry de vez en cuando y en pensar cómo iba a gestionar el hecho de tenerle rondando por su casa durante todo el fin de semana.

Confiaba en que esto fuera solo un pequeño -pero cada vez más intenso- enamoramiento sin importancia que se desvanecería en cuanto el juez dictase sentencia.

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