The Same Heartbreaker (2) ✔️

By isnotcandy

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Segundo libro de la Trilogía Heartbreakers. Es necesario leer el primer libro para entender este. Cuidado co... More

Prefacio.
Prólogo.
1. Quinn.
2. Liam
3. Quinn.
4. Liam.
5. Quinn
6. Liam.
7. Quinn
8. Liam.
9. Quinn.
10. Liam
11. Quinn
12. Liam
13. Quinn
14. Quinn.
15. Liam.
16. Quinn.
17. Liam
18. Quinn
19. Liam
20. Liam
21. Quinn.
22. Quinn
23. Quinn
24. Liam.
25. Quinn
26. Quinn.
27. Liam.
28. Quinn
29. Liam
30. Quinn.
31. Quinn
32. Liam.
33. Liam
34. Quinn.
35. Quinn
36. Liam.
37. Quinn.
38. Quinn.
39. Liam.
40. Quinn.
41. Liam.
42. Quinn
43. Quinn
44. Liam.
45. Quinn
46. Liam.
48. Quinn
49. Quinn.
The Last Heartbreaker (3)

47. Quinn.

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By isnotcandy

QUINN

Me tiro de espaldas a la cama y cierro mis ojos. Tengo sueño, pero en mi cabeza prometo no dormirme, simplemente voy a descansar un poco la vista. Fury salta a mi cama, cosa que me sorprende porque no hace eso seguido y se recuesta a mi lado. Abro solo un ojo para comprobar que de verdad saltó. Sí, lo hizo.

Entrelazo mis manos sobre mi estómago mientras repaso mentalmente qué explicación le daré a mamá sobre Fury. Dentro de una hora estará en casa y no puedo ocultarle a Fury para siempre, ya ha pasado una semana desde que lo tengo. Hice prometer a Lily y a Zack que no le digan nada a Natalie antes de que llegue.

Si le cuento la historia completa, ella va a pensar que lo hice para impresionar a Jason. Natalie tiene esa forma superficial de entender este tipo de cosas. Aunque no voy a mentirme a mi misma, sí me sentí mal por haber malinterpretado las cosas en aquella conversación con Jason y para enmendar las estupideces que salieron de mi boca acepté a ir al refugio sin haberlo pensado demasiado. Pero apenas vi a Fury echado en esa jaula de olor moribundo y con el pelaje sucio, quise llevármelo.

Ayer mi terapista me dijo que quizás acepté a un perro con cáncer porque su debilidad y merced me recuerdan a mi misma. Entonces, sí Fury se salva, metafóricamente, yo también. Entonces yo le alcé una ceja y le respondí que no era así, que lo adopté porque quise y sin una razón de trasfondo tan grande como esa. Ella me dio la misma mirada que me viene dando hace un mes y asintió. Luego me dijo que un perro sería bueno para mi humor y que me haga compañía. Me sentí como una señora de noventa años cuya familia se olvidó completamente de ella y necesita la distracción amorosa de un perro.

Tocan la puerta de mi habitación e inflo mi pecho de aire. Esa es Natalie, oigo la puntas de sus tacones hacer ruido contra el suelo hace unos cuantos segundos. ¿Cómo puede ser que haya pasado una hora? Fury a mi lado ni siquiera se inmuta. Acaricio su pelaje justo cuando la voz irratada de mamá me pide que abra.

Eso hago y me ocupo de salir para que no vea a Fury durmiendo como los dioses en mi gigantesca cama y comience a chillar. No sé que opina mamá sobre los perros pero deduzco que por algo no tuve uno nunca en mi vida.

Natalie me rodea con sus brazos apenas la veo. Noto que tiene puesto su atuendo "de viaje", el cual consiste en unos jeans ajustados, tacones color rojo innecesariamente altos y un blazer del mismo color arriba de una blusa color negro. Lleva su cabello en una coleta y un maquillaje muy sutil.

Inhalo su perfume a rosas, es lo único que no ha cambiado en ella desde que se casó con Matthew.

—¿Cómo estuviste? No te perdiste ninguna cita al doctor ni a la psicóloga, ¿verdad? —interroga en medio del abrazo.

—No, Zack se encargó de llevarme a todas.

—Bien. ¿Tú cómo estuviste? —se separa y me toma de las manos. Sube las suyas por mis hombros, algo que hace seguido. Cree que no me doy cuenta pero está midiendo con sus propias manos si he ganado peso o no, cosa que sí hice. Estoy a poco de recuperar mi peso normal.

Escanea mi rostro con ojos fugaces para detectar algún cambio, pero no lo encuentra. Solo se fue una semana, nada ha pasado. Sin embargo, no deja de sorprenderme. Se casó con Matthew Gallagher y algo parece haberle hecho "click" en la cabeza. Su modo perra se apagó por completo y fue reemplazado por esta madre amorosa a la cual aún, después de tanto tiempo, me sigo acostumbrando.

Capaz si es taaaaan amorosa, no tenga problemas con Fury.

—Mamá, tengo que decirte algo.

—¿Qué cosa? —inquiere apenas termino de hablar y la noto tensa. La entiendo, si viene de mi, puede esperarse desde un embarazo hasta que asesiné a alguien y ahora necesito un abogado.

—Yo... Adopté un perro.

Natalie frunce el ceño y no dice nada. Me suelta las manos.

En este mismo instante, la puerta de una de las habitaciones se abre y Zack sale por ella. Lleva el cabello alborotado y cara de dormido. ¿Quién demonios se despierta a las siete de la tarde? Claro, alguien que no tiene nada para hacer excepto hacer un par de cursos en línea.

—Zack —suelta ella en una expresión ahogada—. ¿Lo que me dice es verdad? ¿Hay un perro en esta casa?

A mi hermanastro le cuesta unos segundos entender el hilo de la conversación y procesar la pregunta. Sacude ligeramente su cabeza y asiente.

—Fury. Buen tipo.

—Antes de que digas algo, lo que estoy haciendo es algo bueno. Lo salvé de un refugio. Tú sabes que les pasa a los perros que pasan mucho tiempo en los refugios... —hablo y trago saliva—. Lo estoy cuidando bien y limpio todo lo que hace.

—¿Todo lo que hace?

Zack se ríe al ver la cara de mamá y se acerca más a la conversación. Pronto, no tengo solo a un Zack burlón y a mamá molesta, si no que a Lily que parece tener cámaras de seguridad en toda la mansión. Sube las escaleras y apenas nos ve, se acerca como una bala a presenciar la reunión familiar.

—Señora Gallagher, ¡no tiene usted idea de todo hace ese perro! Está enfermo y...

—Gracias, Lily. Prefiero no saber los detalles —interrumpe mamá con una cara de disgusto y vuelve su atención a mi—. ¿Está enfermo?

—Sí, tiene cáncer. Pero ya fui a un veterinario, ya está en un tratamiento. Hay noventa por ciento de probabilidades de que sobreviva. Lo hará, Fury es fuerte —respondo.

—¿Y cómo es que terminaste adoptándolo? —me pregunta ahora, mucho más relajada pero con curiosidad en la mirada.

—Jason trabaja en un refugio, me llevó, vi a un Golden Retriever enfermo y el resto es historia.

—¿Jason Heyward? —vuelve a juntar las cejas—. ¿Desde cuando pasas el tiempo con él?

Zack suelta una carcajada. Por detrás de mamá, Lily esboza una sonrisa cómplice y malvada. Carraspeo.

—No estoy saliendo con Jason. Coincidimos un par de veces, eso es todo. No hay nada entre él y yo.

Mamá gira su cabeza a Zack.

—¿Es verdad?

Se alza de hombros.

—Honestamente, no sé. A estas alturas puede pasar cualquier cosa.

—¡Zack! —exclamo y lo empujo por el hombro—. Jason es solo un amigo, punto. ¿Nadie cree en la amistad entre el hombre y la mujer?

Abre su boca para contraatacar pero mamá es más rápida.

—¿Dónde está el perro? Quiero verlo.

Definitivamente se tomó esto mucho mejor de lo que esperaba.

Abro la puerta de mi habitación un poquito y asomo la cabeza. Jesús, Fury. No puedo dejarlo solo ni siquiera cinco minutos. Cierro la puerta y me volteo a enfrentar a mi publico. Lily se cruza de brazos porque sabe lo que ha pasado.

—Ahora mismo no está presentable. Iré a buscar un trapeador, permiso.


***

A eso de las ocho, Emily toca bocina fuera de mi casa. Pero no solo una vez, si no unas cuantas cientas. Fury se levanta por el ruido.

—¡Zack, me voy cuida del perro!

—¡Yo también me voy! —exclama desde arriba.

Uno tiene que tener los pulmones muy sanos para gritar y ser escuchado en la otra punta de las escaleras.

Miro a Fury quien ha vuelto a dormir, desentendido de todo. Tiene que tomar sus pastillas a las doce. En realidad, a la una de la mañana pero generalmente me toma una hora hacer que las trague y sin trucos. Ayer quiso engañarme, me hizo creer que las trago y luego de quince minutos en los que fui a beber agua, encontré las pastillas babeadas en medio del pasillo.

Me prometo volver para esa hora y corro hacia la puerta. Afuera veo el auto estacionado de Emily, es un Audi costoso. Creo que es un Q3. Desde afuera, luce espectacular con ese color negro brilloso y las luces encendidas. ¿Natalie pretende que escoja un auto así de costoso y llamativo? ¿O algo un poco menos?

Corro hacia la puerta trasera solo para que Emily se calmé y deje de despertar a media ciudad con su claxon.

—¿Por qué tanta demora? —cuestiona la pelirroja apenas cierro la puerta.

—Joder, Murph. Tranquilízate. Llegaremos a tiempo —le dice Key a su lado, en el asiento del acompañante. Sigo preguntándome cómo hizo Emily para que Key acceda a venir con nosotras al partido de Jason.

La pelirroja arranca con furia y decido que mejor, me coloco el cinturón de seguridad. Key y yo intercambiamos miradas que lo dicen todo: ¿quien demonios le dio una licencia a esta chica?

—Hay una gorra de los Hurricanes y la una camiseta vieja con el numero de Jason bajo mi asiento, usa eso así no nos confunden con los de Alabama. No queremos problemas —dice Emily sin despegar su vista del frente. Tenemos una buena media hora hasta el estadio.

—No me pondré la camiseta de Jason —carraspeo.

Aún no sé como funcionan las cosas en el ámbito universitario, pero en Everdeen, usar la remera de uno de los chicos del equipo de fútbol es prácticamente oficializar una relación. Lo hice con Tyler, nunca tuve la chance de hacerlo con Liam. No lo haré para Jason.

—Qué dramática —suspira la animadora numero uno de mi inexistente relación con Jason—. Entonces solo ponte la gorra.

Asiento y mientras lo hago, noto que Emily está usando una sudadera naranja de los Hurricanes y Key tiene una pulsera de goma en su muñeca. Ahora somos fanáticos, al parecer.

Key pone música mientras que yo me paso las manos por mis jeans en un acto nervioso. ¿Está bien haber dicho que sí a este partido cuando dentro de una hora el avión de Liam estará aterrizando? Le dije que tenía planes y que pasaría por el penthouse más tarde. Porque definitivamente no iré a cenar con Jason. Él fue comprensivo y me dijo que me esperaría aunque se muere de ganas de verme. Aunque no creo que sea tan comprensivo si le digo a dónde estoy yendo.

Ahora me siento extremadamente culpable por estar yendo a ver a Jason jugar en vez de estar con Liam.

Respiro hondo y me recuerdo que es solo un partido. El fútbol me gusta, entiendo las reglas y me divierte ver a los jugadores correr, empujarse entre ellos y anotar touchdowns. También me gusta la vibra de los partidos, todas las personas gritando y alentando a su equipo, la música, los rostros pintados de colores. Siempre está lleno de pasión y de alegría. Además, nunca vi a Jason jugar. Quiero ver si es tan bueno como todos dicen que es.

Media hora después, en la que descubrimos que Emily se sabe absolutamente todas las letras de canciones de cualquier cantante y banda existente, llegamos al predio en donde es el partido. Llegamos justo sobre la hora, por lo que encontrar un lugar donde estacionar es casi misión imposible. Luego de diez minutos de Emily insultar a todas las personas bloqueando su camino, encontramos un lugar muy alejado.

Ajusto mi gorra y los tres caminamos hacia la entrada. Me sorprende la multitud, más que nada de personas agitando colores naranja y verdes.

—Uhm, cuando este en la universidad nunca seré de esos que se emborrachan en el estacionamiento antes del partido —murmura Emily con la nariz arrugada cuando un grupo de universitarios borrachos pasan gritando y riéndose a carcajadas cerca de nosotros.

—Eso dices ahora. Seguro serás la primera en hacerlo —se burla Key.

—¿A qué universidades aplicaste, Murph? —le pregunto con curiosidad.

—Yale, Harvard, Brown y Stanford, pero mi primera opción es Yale —responde ella con el pecho inflado de orgullo.

No me sorprende para nada sus elecciones, Emily tiene uno de los mejores promedio de nuestra clase y agregándole que es capitana del equipo de porristas, encargada del comité de bailes y que organiza todos los eventos caritativos de la escuela, es como ponerle un moño a su aplicación. Y no es por decir de más, pero todos los alumnos de Everdeen terminan aplicando a universidades de la Ivy League. Porque tienen las calificaciones y el dinero.

Escondo mis manos en los bolsillos delanteros de mi cazadora blanca y llevo mi vista al estadio que se alza frente a nosotros. Técnicamente, si es que entro a esta universidad, Jason ya se habrá graduado. Cierro mis ojos con fuerzas al darme cuenta de la estupidez en la que acabo de pensar.

—No haré fila —declara Emily cuando nos detenemos al observar todas las personas formando con entradas en sus manos. Es larga.

—¿Y qué piensas hacer geniecilla? —inquiere Key luciendo aburrido—. ¿Empezar a repartir puñetazos hasta quedar primera?

—Jesús, Michaels. Tu vibra es una mierda, ¿cómo es que no te has ahogado en tu propia amargura?

Largo una carcajada. Es la pregunta que todos se hacen al conocer a Key, hasta que él se deja conocer.

—Jason arregló todo para que no hagamos fila —responde. Saca del bolsillo de su pantalón un acollador color naranja del que cuelga una tarjeta—. Andando, somos VIP ahora.





***

El partido tiene que empezar a las nueve en punto. Faltan siete minutos. Los jugadores ya están en el campo, de un lado los Huracanes de Miami con sus camisetas naranjas y del otro, la famosa "Marea Roja" de Alabama, con sus uniformes rojo.

Key y Emily comienzan a discutirlo. Decido no entrar a al pelea y fijo mi vista en el campo. No me lleva mucho tiempo identificar a Jason, es el número 73. Aún no lleva el casco puesto, tiene el cabello revuelto y luce concentrado. Habla con sus compañeros mientras entran en calor. De repente Jason sube la mirada y me encuentra. No bajo la cabeza, sería un movimiento inmaduro, acaba de verme. Me sonríe a lo que lo saludo con mi mano. Sostiene su mirada en mis hasta que uno de sus compañeros le da un empujón. El chico de piel morena sigue la vista de Jason hasta mi y arquea sus cejas para luego burlarse de Jason. Niego y bajo la cabeza, y una pensaría que los universitarios son más maduros.

—No lo veo jugar hace años —comenta Emily cuando su pelea con Key ha terminado—. Dicen que es bastante bueno. Y con razón, los Dolphins no hubiesen puesto ni medio ojo en él si no lo fuera. Por suerte significa que se quedará en Miami permanentemente. Es bueno tener al único familiar que me cae bien cerca.

Asiento. ¿Por qué siento que cada vez que dice algo sobre Jason insinúa algo en lo que me veo involucrada?

—Key —carraspeo y me acomodo en mi asiento. Emily está entre nosotros pero aún así lo puedo usar como un buen desvío de conversación—. ¿Max no está en el equipo?

—No —responde Key—. Si le ofrecieron cuando visitaron Everdeen hace unos cuantos años pero él no quiere. Tiene que mantenerse enfocado en sus calificaciones si quiere entrar a la escuela de leyes. Personalmente me parece una mierda, Max ama el fútbol más que el derecho pero no es lo que sus padres quieren.

Resoplo. "Lo que sus padres quieren" la canción que se repite sin pausa en la lista de reproducción de los alumnos de Everdeen. Natalie nunca fue clara con lo que pretende de mi. No mencionó nada sobre la escuela de derecho en Harvard aunque sé que uno de sus mayores sueños sería que asista y termine siendo una abogada famosa como ella una vez lo fue. No es para mi. Y aún tengo tiempo para decidir qué quiero con mi vida.

—Ahora que somos amigos Michaels, podrías presentarme a tu hermano. Lo recuerdo de sus tiempos en Everdeen, todo un bombón.

—Muerto antes. ¿Acaso no tienes otros amigos a quien molestar, Murph?

—Joder, qué humor tan insoportable. Sí tengo otras amigas solo que ustedes dos se están volviendo muy interesantes. ¿Quinn Meyer dejando de ser una perra y adoptando un perro con cáncer? Y tú, ¿saliendo con un chico misterioso? Quiero saber más y tengo asientos de primera fila.

Por poco me río. Somos la diversión de Emily. Acaba de dejar sus intenciones muy claras y en nuestras caras. Esta es la clase de honestidad que necesito en mi vida.

—Estamos pasando mucho tiempo juntos —es lo único que responde Key para volver a fijar su vista al frente.

El partido empieza. No me cuesta seguir lo que está pasando ni lo que cobran los árbitros. Para mi suerte, a Emily y a Key tampoco por lo que nadie me molesta con preguntas innecesarias. Sigo al número 73, Jason juega de receptor abierto. De lo poco que recuerdo, estos receptores tienen que recibir los pases del mariscal de campo y correr como si el mismo diablo los persiguiera. Y eso es lo que hace Jason, se mueve rápido y con una agilidad que me impresiona. Para la mitad del partido, toda la tribuna se ha levantado y están gritando para alentar el equipo.

—Jason es bueno —silba Key de brazos cruzados mientras observa atento el partido. Se nota que el deporte le fascina, pero es como yo, prefiere solo verlos antes de que jugarlo.

—Me alegra que puedas decir al menos un cumplido —le dice Emily rodando sus ojos divertida.

Los defensores de la Universidad de Alabama, apenas pueden tocar a Jason. Tengo que admitirlo, sí quiere dedicarse a esto para el resto de su vida, no dudo que tendrá un futuro brillante. Anota el último touchdown antes de que el partido se termine y la multitud a mi alrededor rompa en vítores porque los Huracanes de Miami acaban de ganar por muchos puntos a unos de los mejores equipos de fútbol universitario del país.

—Debo irme —le digo a Emily sobre el ruido de las personas. Liam llegó a Miami hace una hora y media. De un único y veloz movimiento, la pelirroja sujeta mi muñeca con fuerza.

—¡No puedes irte, tonta! ¡Tenemos que saludar al jugador estrella! —chilla más emocionada que niña en mañana de navidad.

Antes de que pueda decirle que de verdad tengo que irme, ella tira de mi y de Key. El rubio pone resistencia pero Emily tiene mucha fuerza. Nos arrastra a los dos hacia las escaleras para salir de la platea, nos chocamos contra todas las personas que intentan salir y nos tenemos que aguantar las quejas de muchas más. ¿Quién diría que Murph tiene energía para abastecer a una ciudad entera?

Sin soltarnos, Emily se las ingenia para pasar a la multitud hasta llegar a la puerta de los vestuarios. El guardia parado con cara de póquer y vestido de negro, no deja que pasemos a pesar de que Emily tiene el pase.

La pelirroja bufa pero accede a esperar.

Desde afuera oigo la contagiosa alegría de los miembros del equipo que se fusionan en gritos y exclamaciones. Han ganado, me imagino el festejo que debe ser dentro.

—Voy a casarme con ese mariscal de campo —suspira Emily mientras esperamos.

El guardia hace su mejor esfuerzo para no largar una carcajada.

—Cómo no. Los rostros bonitos te compran con facilidad, ¿no es así?

Resoplo. Recargo mi espalda contra la pared y me cruzo de brazos para oírlos discutir con comodidad. Si Key no fuese gay, ya hubiese firmado con tinta permanente que él y Emily terminarían juntos y con ocho hijos. No es por nada todos esas frases cursis de «Los polos opuestos se atraen» o «Del odio al amor hay un solo paso».

Casi veinte minutos después, los jugadores comienzan a salir. Emily se planta en la puerta y apenas Jason sale, ella salta a sus brazos.

—¡Felicidades imbécil! —exclama ella.

Él se ríe. Noto que tiene un cambio de ropa más cómodo, el cabello humedo y por la forma en que se mueve, luce como si tuviera todo el cuerpo adolorido.

Nos hacemos a un lado para dejar pasar a la gente. Key saluda a Jason con un apretón de manos y lo felicita por el partido. Y luego los ojos de Jason se detienen en mi. Esboza una pequeña sonrisa.

Coloco mis manos en los bolsillos traseros de mis vaqueros. Emily se apura a tirar de Key y alejarse unos cuantos metros para darnos privacidad. Maldigo en mi cabeza. Lo último que quiero es estar a solas con Jason.

—Buen partido —le digo para romper el silencio.

—¿Buen partido? Demonios, Meyer. Me pregunto qué será para ti un muy buen partido —bromea a lo que me río.

—Está bien. Estuviste deslumbrante, ¿así te gusta más?

—Un poco mejor —sonríe. Dos pequeños hoyuelos se marcan a los costados de su rostro—. La verdad es que no pensé que vendrías. Me sorprendió verte en las tribunas.

—Tengo que admitir que tenía curiosidad. Quería saber si eras tan bueno como todos dicen que eres.

—¿Cumplo tus expectativas?

Me quedo callada, porque de repente, siento que hemos dejado de hablar de fútbol.

—Debo irme. Jugaste muy bien. Felicidades, seguro todos deben estar muy felices —las palabras salen de mi boca como si fuese un robot. Jason parpadea un poco confundido pero asiente.

Da un paso hacia adelante, acortando la prudente distancia que nos separa. Se inclina. Mi corazón da un jodido vuelco, me quedo quieta en mi lugar. Siento su calor, el olor a colonia y a jabón que tiene. Besa mi mejilla y mi piel se eriza.

—Me debes una cena, no lo olvides —dice cuando finalmente se aleja de mi cuerpo y siento como respiro con más tranquilidad—. Nos vemos, Quinn.

No respondo nada. ¿Qué se supone que debo decirle a este chico con complejos de Romeo? Giro sobre mis talones y comienzo a caminar por el corredor como alma que se lleva el diablo. En el camino, encuentro a Emily y a Key. Me siguen hacia la salida y esta vez soy yo la que tironea de ambos con una fuerza descomunal para irnos.

¿Quién demonios se cree Jason?


***

Mientras subo en el ascensor, arreglo mi cabello y me echo perfume, porque nunca viene mal. Una sonrisa tonta se plasma en mis labios a medida que me acerco más al ático de Liam. Lo extraño tanto que lo siento hasta en el cosquilleo de mi estómago, en esas engañosas corrientes eléctricas que viajan desde las yemas de mis dedos hasta cada extremo de mi cuerpo. Tan solo recordar cómo se sienten sus labios contra los míos hace que entre en un estado de éxtasis que no creía posible.

Las puertas metálicas se abren y la sala de estar me recibe. Todo está tal como lo recordaba. Un gusto amargo se instala en el fondo de mi garganta, es la primera vez que estoy aquí desde la mañana en la que le dije todo a Tyler y mi vida se cayó a pedazos. Esquivo ese pensamiento. No vale la pena seguir frustrandome por ello.

—Atrás de ti, gatita —oigo la voz de Liam a mis espaldas.

Volteo y corro a abrazarlo. Mis piernas se envuelven en su cadera y sus manos viajan directo a mi trasero. Lo rodeo con mis brazos y cierro los ojos. Me parece tan irreal como una persona pueda causar tanto dentro de mi. Me aterra que tenga el poder de destruirme y de volverme a armar a su gusto. Pero no cambiaría por nada esta sensación de calidez, sus brazos envolviéndome con fuerzas como si nunca quisiera soltarme y mi corazón latiendo como loco dentro de mi pecho.

—Tenemos que dejar de alejarnos tanto —murmuro.

—Tú eres la que no quería una relación.

—¿Y cómo eso hubiese cambiado todo? —resoplo.

Pego mis labios con los suyos. Liam no espera para responder el beso, gira y camina unos cuantos pasos para pegarme contra la pared. El beso logra transportarme a otra realidad y no estoy exagerando. Ese es el nivel de influencia que tienen los besos de Liam Hamilton en mi.

—Bájame —le ordeno.

—¿Por qué? —cuestiona cuando sus labios encuentran mi cuello—. Me encanta esta posición.

—Porque en esta posición no puedo desvestirte, Hamilton. Te creía más inteligente.

Se ríe contra mis labios y me hace caso.





nota: el final esta mucho más cerca de lo que esperaba. quiero saber cómo piensan que va a terminar. leo sus comentarios y los respondooooo

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