Luz de luciérnaga © (WTC #1)...

ZelaBrambille

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Novela publicada por Nova Casa Editorial, puedes encontrar "Luz de luciérnaga" en librerías de España y Améri... Еще

Luz de luciérnaga ©
¡¡LUZ DE LUCIÉRNAGA TIENE EDITORIAL!!
¿Dónde puedes comprarlo?
Prefacio (corregido por la editorial)
Capítulo 01 (corregido por la editorial)
Capítulo 01 | Memorias felices y dolorosas II
Capítulo 02 | Recuerdos de graduación
Capítulo 02 | Fiesta de cumpleaños II
Capítulo 03 | Reto
Capítulo 04 | Resignación
Capítulo 05 | Buenas noches
Capítulo 06 | Nuestros meñiques
Capítulo 07 | Cobardía
Capítulo 08 | Olvidada
Capítulo 09 | No es un problema
Capítulo 10 | Hermosa realidad
Capítulo 12 | Olor a suelo
Capítulo 13 | Desbordante pasión
Capítulo 14 | Secretos desconocidos
Capítulo 15 | Miel contra azul
Segunda parte | Morimos
Capítulo 16 | Entre flores y mentiras
Capítulo 17 | El umbral de la tempestad
Capítulo 18 | Los ladrillos de mi pared
Capítulo 19 | Alma abierta
Capítulo 20 | La caída al infierno
Capítulo 21 | Un poco más abajo
Capítulo 22 | Morimos juntos
Capítulo 23 | Golpe doloroso
Capítulo 24 | Locura
Capítulo 25 | Gritos convertidos en truenos
Capítulo 26 | Respirar lejanía
Capítulo 27 | Renacer en tus brazos
TRILOGÍA "Wings to change"

Capítulo 11 | Paciencia

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ZelaBrambille


Los rayos del sol pegaron en mi cara, dejé que mi mirada paseara por el paisaje, el césped verde intenso y el cielo azul hacían una combinación hermosa.

Nuestras casas de campaña adornaban el terreno, al igual que el toldo donde estaban nuestros víveres. El baño era una construcción blanca con un inmenso tinaco encima, nuestros padres lo llenaban cuando nos instalábamos —no sé cómo lo hacían—, así que teníamos que ser cuidadosos con las duchas y no gastar agua en exceso.

Una sombra se pintó en el suelo, pero antes de que pudiera girarme para identificar al dueño, unas manos cubrieron mis ojos.

—¿Quién soy? —preguntó con voz chistosa, una risa burbujeó de mi interior

—No lo sé, ¿tienes alguna pista para mí?

—Una persona que se alegra cada vez que te ve y su corazón se acelera cuando te tiene cerca. —Otra ola de emociones me embargó, no estaba acostumbrada a esa clase de acercamientos. Dave retiró sus palmas, tomó mi mano y me dio vuelta. Colocó mis dedos en su cuello, pude sentir los golpeteos acelerados que su corazón daba—. Hola, luciérnaga.

—Hola —respondí con timidez.

—Encontré algo que podría gustarte —dijo, al tiempo que aparecía una radiante sonrisa en su cara. Jaló mi brazo, instándome a seguirlo.

Recorrimos, tomados de la mano, la inmensa arboleda repleta de vegetación. Había flores en los arbustos y la maleza, algunos árboles tenían frutos y en otros había panales, las aves cantaban y llenaban el aire de melodías.

—¿A dónde vamos? —Se detuvo en seco y me enfrentó.

—Ya llegamos, cubriré tus ojos, ¿de acuerdo? —Asentí. Me dio instrucciones para caminar con los ojos cubiertos, a trompicones nos encaminamos hacia algún lugar desconocido para mí, podía sentir su sonrisa en el costado de mi cabeza, escuché su risita cuando tropecé y me aferré a su antebrazo para no caerme.

—Listo, hemos llegado —susurró frente a mi oído.

Una vez dicho eso, descubrió mi mirada a una de las vistas más preciosas que había tenido el placer de ver. Los colores amarillentos del pastizal estaban adornados con flores blancas, lindas florecillas que parecían algodones.

—Es precioso, D —dije sin poder apartar los ojos del panorama.

—Tal vez podrías hacer una pintura. —Tenía toda la razón, aquel era mi estilo, siempre buscaba paisajes donde pudiera mezclar justo esas tonalidades.

—Te has fijado —solté, enfocándolo.

—¿En qué? —Alzó una ceja y se acercó sonriendo hasta que quedó de pie frente a mí, solamente estábamos separados por unos cuantos centímetros.

—En mis colores predilectos al momento de pintar —murmuré un tanto confundida, ni siquiera mi padre se fijaba en esos detalles. Sus dedos se entrecruzaron con los míos, su cabeza se ladeó y me estudió con detenimiento, un sonrojo subió hasta mis mejillas, así que aparté la mirada. ¡Maldición! ¿Por qué no podía dejar de sonrojarme?

—Sé cada detalle, no deberías asombrarte —dijo sin más, dejando a un lado la pena. Creo que pudo sentir mi incomodidad y mis ganas de respirar—. ¿Regresamos al campamento? Hay que alistarnos para nuestra cita.

Entre risas regresamos, nuestros padres preparaban el fuego para que no se hiciera tarde, Dave les informó de los planes y de que no podríamos cenar con ellos. Mi madre nos miró con atención, entrecerró sus ojos y observó el brazo de David sobre mis hombros. No sabía si me gustaba o no ese escaneo, después de todo, no la soportaba.

—D, nos vemos al rato, iré a cambiarme —musité, aguantando las ganas que tenía de gritarle a mi madre que nos dejara en paz, no quería causar una riña, no cuando me sentía tan feliz. Él asintió sonriente y aflojó su agarre para dejarme libre.

* * *

Mantuve mis suspiros y mi frustración en el fondo de mi mente, el espejo me regresó la mirada, una lágrima se escapó de mi ojo. Volví a inspeccionarme con minuciosidad, moví mi rostro de un lado a otro y, rendida, apoyé mis palmas en el lavabo.

De nuevo se reproducían las escenas de mi adolescencia en mi cabeza como una película que quería matarme a cuchillazos. Podía ver la mirada ardiendo en coraje de mi madre, escuchar sus gritos mientras me ordenaba usar el corrector para afilar mi nariz porque era demasiado gruesa, aunque era más delgada que la de ella. Podía verla caminar en mi habitación blandiendo faldas y vestidos, escucharla decir que mi cabello no combinaba con el tono de mi piel, que mi abdomen no era lo suficientemente plano. No era difícil recordar su rostro furioso cuando había llegado con las zapatillas llenas de lodo o cuando prefería ver una película de acción con papá a ir de compras con ella. Aún recuerdo la báscula rosa que me había obligado a usar cuando tenía dieciséis. Todavía puedo evocar lo vacía que me sentía cuando se avergonzaba de caminar a mi lado en el centro comercial.

Pero eso no fue lo peor, había otras cosas retorcidas que prefería guardar en un lugar donde ni yo misma pudiera encontrarlas, aunque no me resultaba, pues siempre terminaba recordando, escuchando esos gritos que salían de mi propia boca, ese pánico.

Intenté controlar el flujo salado que caía e inundaba a mis mejillas y me miré de nuevo porque, en cierta manera, ella tenía razón. Yo nunca sería la clase de chica que podía aparecer en la portada de una revista, quizá el problema era que su melena rubia brillaba y la mía era opaca, como el chocolate amargo, y sus piernas largas no se comparaban con las mías flacuchas.

Recogí mi cabello en una coleta porque no me gustaba largo, pero ella había insistido en que, si me atrevía a llevarlo corto, terminaría siendo un hombre. Solía decir que era el único detalle que me hacía ver como una mujer, yo creía que estaba loca.

Toqué mi estómago y luego mis hombros y mis brazos. Eran tan diminutos que no era capaz comprender por qué me obligaba a comer bajo una dieta estricta. Los únicos momentos de paz eran cuando estaba con Dave y podía comer lo que quisiera.

Tocaron la puerta dos veces, despejando mi maraña de recuerdos, abrí y una enorme sonrisa se instaló en mi rostro al verlo frente a mí.

Su cabello caoba estaba coloreado con algunas canas y sus ojos castaños siempre me habían observado con el más profundo de los amores. Mi padre se acercó y limpió las lágrimas perdidas en el borde de mis ojos, donde habían creado una especie de rocío en mis pestañas, su brazo me rodeó y sonrió.

—Vi que tardabas mucho, lucecita, ¿qué sucede? —Acomodó un mechón de mi cabello, salimos abrazados del baño.

Recorrimos en silencio el corto camino hacia el área donde estaba empezando a encenderse la fogata. Tomamos asiento en un tronco y observamos cómo nacía de la nada el fulgor del fuego, escuchando a las llamas bailotear y empujarse unas a otras.

—Papá, ¿crees que soy fea? Tú eres hombre, ¿no? —Una carcajada se escuchó a mi lado, lo miré con una sonrisa porque no entendía su alegría repentina.

—Supongo que soy hombre, cariño. —Reprimí la sonrisa y regresé la vista a la hoguera—. Creo que eres la mujer más hermosa de todas.

—Pero eres mi padre y debes pensar eso —susurré, no muy convencida de que fuera sincero—. ¿De verdad crees que David está interesado en mí?

—Así que todo esto es por David —murmuró con alegría—. ¿Al fin se atrevió a decírtelo?

Mi boca se abrió con asombro, no emití sonidos debido al impacto, volví a cerrarla.

—¿Lo sabías? —Logré cuestionar después de recomponerme, ¿por qué no me lo había dicho?

—Todo el mundo lo sabía, lucecita. Me da gusto que al fin se haya atrevido, ¿no te agrada la idea?

—No lo sé. —Su ceño se frunció—. No es que no lo quiera, papá, es que tengo miedo de que un día se despierte y descubra que en realidad estaba confundido. Miedo a que se de cuenta de que podría tener a la que quisiera y yo no soy suficiente.

—El día que pase eso yo mismo le romperé la cara, ¿qué dices? —Solté una risita porque mi padre era el ser más bueno que conocía, era imposible que hablara en serio—. Disfruta el ahora, Carly, nunca sabemos qué nos deparará el futuro. Él ya se atrevió, ¿vas a quedarte mirándolo o vas a atreverte también tú?

Con su barbilla señaló algo, seguí con mis pupilas el camino indicado y vi a Dave caminando hacia nosotros. Su rostro se tensó, comenzó a correr en mi dirección. Papá palmeó mi hombro con cariño, se levantó, de reojo lo vi partir hacia la tienda donde, seguramente, se encontraba mamá. En segundos David se arrodilló sobre la tierra frente a mí y tomó con sus manos mi rostro.

—¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? —Una de mis comisuras se levantó porque me conocía mejor que yo misma, se dio cuenta de mi intranquilidad sin una señal de ello. Le di un beso en la mejilla con descaro y me eché hacia atrás para sacudir su cabello con mis dedos.

—Estoy muy bien. —Sus párpados se entrecerraron con desconfianza—. ¿Nos vamos?

Me levanté, emprendí un viaje sin retorno hacia la camioneta de su padre, escuché las pisadas de su trote, en corto tiempo me alcanzó.

La batería resonó en el vehículo mientras nos dirigíamos hacia nuestro destino, ambos cantábamos divertidos. Aparcó en un modesto centro comercial y descendimos. Se situó a mi costado, tomó mi mano con la suya, sonreí al pensar que parecíamos dos adolescentes tontos cortejándose casi con miedo a que nuestras manos sudaran; la verdad sí lo tenía.

Una vez en el cine caminamos directo a la taquilla, David compró nuestros boletos pese a mis quejas.

—¿Quieres palomitas? —Asentí sintiendo mis mejillas calientes, se estaba comportando tan atento y tierno. Apretujó sus labios y extendió su mano para acariciar mi barbilla con sus yemas, pensaba que toda la sangre acumulada haría que explotara mi cabeza—. Con mantequilla, ¿cierto?

—Ya lo sabes —susurré antes de que camináramos a la fila.

Diez minutos después, y con una charola repleta de cosas, entramos a la sala del cine. Subimos las escaleras y buscamos un lugar vacío.

—Hasta arriba —musitó cerca de mi oído—. Quiero estar solo contigo.

Me dio una mirada pícara que hizo que, de nuevo, mis mejillas se calentaran. Elegimos la última fila, nos dejamos caer en la parte central. Los focos en las paredes de los lados eran la única luz que alumbraba al lugar. Mi acompañante retiró el descansa brazos, rodeó mi cintura y puso la charola en sus piernas.

—Así está mejor. —Suspiró feliz—. Siempre que íbamos al cine me moría por hacer esto, estar así contigo, poder rodearte y pegar mi nariz en tu cabello sin parecer un demente.

Confirmó sus palabras adhiriendo su nariz a mi cuero cabelludo y besando mi sien repetidas veces.

—Deja de hacer eso, me pones nerviosa —solté y me removí en mi asiento.

—¿Qué? ¿Qué dices? ¿Que te mueres por un beso? —Giré mi cabeza y lo miré con los ojos entornados.

—Yo nunca dije e... —Su boca cayó en la mía y me silenció con apenas un movimiento, una tierna caricia. Nada como el primero que nos habíamos dado en la oscuridad de mi habitación y, a pesar de ser tan inocente y corto, un incendio se apoderó de mi piel, calentó mis sentidos; ya no pude pensar en nada que no fuera él. Hizo que nuestras narices chocaran.

—Tú también me pones nervioso —contestó antes de que las luces se apagaran.

La película me importaba una mierda, era complicado concentrarse cuando sus dedos se movían con lentitud y suavidad. Iba por la mitad cuando sentí un beso en mi mejilla, le lancé una mirada de soslayo.

—¿Quieres que te muestre qué otra cosa siempre quise hacer contigo en el cine? —preguntó, mirándome con seriedad. Apenas asentí, tomó mi barbilla y la giró para que nuestros rostros se enfrentaran.

Lo siguiente que supe era que me estaba devorando la boca, me quedé pasmada al principio, pero después le regresé el beso con la misma ferocidad. Llevé mis manos a su nuca y sumergí mis dedos en su cabello, su lengua se adentró sin pedir permiso y acarició la mía que se doblegó al sentirlo. Se respiración se hizo pesada, cada vez lo sentía más cerca, y era porque se aproximaba más y más, casi estaba encima de mí.

Uno de sus pulgares acarició mi mandíbula, la otra mano soltó mi cara para rodearme, me dio un jalón que me acercó más a él. Abracé su cuello y lo apreté contra mí, estaba perdida en las sensaciones, en su sabor, en su olor, en él.

No nos detuvimos hasta que los focos se encendieron y Dave se hizo hacia atrás, sonriéndome con coquetería. Al salir de la sala no me tomó de la mano, me envolvió por la cintura y me pegó a su costado.

El área donde estaban los restaurantes estaba repleta de familias y jóvenes, niños brincaban de un lado a otro y jugaban.

Después de pasar un par de minutos inspeccionando el lugar, nos decidimos y pedimos nuestra orden. Posteriormente buscamos una mesa.

Tomamos asiento, unas risitas me sacaron de mi concentración. Dirigí mi vista hacia la fuente de dicho sonido y mi gesto se retorció al percatarme del par de arpías que observaban con lujuria y osadía a Dave. Ambas lo escanearon con desfachatez y murmuraron cosas, intentando llamar su atención.

David se sentó a mi lado, con cariño golpeteó la punta de mi nariz, justo como lo hacía siempre que quería llamar mi atención. Sin embargo, toda mi animosidad se había ido con la presencia de las dos mujeres en la mesa frente a nosotros. Él se dio cuenta de mi falta de energía y de mis repetidas miradas de reojo hacia ese punto. El par ahora me miraba con burla, sabía que estaban susurrando cosas sobre mí.

—¡Oye! No les hagas caso, cariño. —Tomó con sus dedos mi barbilla y me obligó a mirarlo—. ¿Quieres que nos cambiemos de lugar?

Con una sonrisita negué, intenté ignorarlas. Mientras comíamos, platicábamos de cualquier cosa. No era complicado charlar con él, siempre encontrábamos un tema y nos perdíamos. Era una de las muchas razones por las cuales sentía lo que sentía, no podía aburrirme a su lado. Llegó un punto en la conversación en el que no fui consciente de nada, solamente del chico que procuraba acariciar alguna parte de mi rostro, como si no pudiera con la idea de tener sus manos lejos de mí.

Una mano femenina con las uñas perfectas se posó en su antebrazo. Los dos levantamos la vista al mismo tiempo, una de las chicas de la mesa de enfrente depositó en la mesa un papelito.

—Por si te aburres y quieres estar con una mujer de verdad —dijo ella con tono insinuante. Sus ojos azules lo estudiaron con picardía, era demasiado hermosa y era igual a Amanda. El balde de agua fría me mojó, la rabia me hizo temblar.

—¿Cuál es tu problema conmigo? —Gruñí, sin saber si lo hacía por celos o porque estaba cansada de que la gente me quisiera pisotear.

En lugar de dar un paso hacia atrás, lanzó una carcajada y, con rapidez, obtuvo el vaso lleno de refresco de mi mejor amigo para arrojármelo directo al rostro. El líquido resbaló y mojó mi ropa, mi cabello se adhirió al contorno de mi cara. Me puse de pie, conteniendo las lágrimas, escuchando las carcajadas de las dos muchachas. Hice el amago de irme, pero Dave me detuvo con su mano en la mía. Me sonrió y se arrojó, a sí mismo, el contenido de mi vaso. Las risas pararon y todos lo miramos atónitos.

Alcé una ceja, sorprendida, él se encogió de hombros y depositó el vaso vacío en la mesa. Tomó el papelito que seguía en la misma posición y lo levantó frente al rostro de la muchacha, lo rompió a la mitad y dejó que cayera al suelo.

—Para que lo sepas, linda, una mujer de verdad no se le ofrece a un chico, tampoco humillar a los demás te convierte en una, eso solo te hace una perra. —Mis ojos se abrieron al escucharlo, las dos muchachas estaban igual o peor que yo. A lo lejos escuché risitas y aplausos, pero estaba estática, por lo que no pude averiguar lo que sucedía a mi alrededor.

Dave me tomó la mano, no me dejó pronunciar nada, me dio un jalón, y me hizo correr a su lado rumbo a la salida.

* * *

Al volver, dejamos que la fogata nos calentara. Permanecimos juntos, él jugueteaba con mis dedos y acariciaba mis nudillos, mientras nuestros padres se divertían contando anécdotas de cuando eran niños. Sabía que Arthur y mis padres habían sido mejores amigos cuando eran adolescentes, así que tenían mucho que contar. Dejé que mi cabeza se recargara en su hombro y me relajé.

—Daremos un paseo —dijo Rachel dándonos una mirada—. ¿Vienen?

Los dos negamos, sincronizados, los vimos partir y alejarse por el camino empedrado. Permitimos que la paz del silencio nos envolviera, mientras los escalofríos no dejaban de recorrer mi piel, no sé si era por la brisa o por sus caricias. Contuve el aliento y me atreví a regresarlas, hice un paseo lento con mis dedos en sus palmas, entretanto las miraba fijamente.

—Apestas a refresco —susurré al percibir el aroma.

—El refresco huele delicioso en ti. —Lancé una carcajada y le di un golpe amigable. Él enredó sus brazos a mi alrededor y me adhirió a su cuerpo. Evoqué las muchas veces en las que había sucedido algo así, siempre construía una barrera entre nosotros, pero aquella vez no lo hice. Lo miré y el me miró—. ¿Te he dicho cuánto me gustas?

—No —respondí. Mi corazón se disparó.

—Suelo perderme en tus ojos brillantes, en tu sonrisa, en las curvas de tu cuerpo, como un marinero, navegando entre tus olas; estoy perdido en ti.

Acosté mi cabeza en su pecho y permití que mis comisuras se levantaran.

—¿Crees que algún día lograrás amarme como yo te amo, luciérnaga? —soltó de pronto, respiré profundo porque ya lo hacía, pero no quería confesarlo todavía.

—David, no me presiones, por favor. —Cerré los ojos con fuerza, sus brazos me apretaron y me aferraron a él.

—Lo siento —murmuró—. Seré paciente, lo prometo.

Una vez más me tragué mis sentimientos, amenazaban con ahogarme, sin embargo, los mantuve seguros, en mi cueva, en mi mundo repleto de miedo.

—Te quiero mucho, D —dije antes de perderme en el olor de su piel y en la sensación de estar entre sus brazos.


* * *

Hola♥

¿Personaje favorito? ¿Por qué?

¿Desde dónde me leen? 

Les mando un abrazo.



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