The Same Heartbreaker (2) ✔️

By isnotcandy

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Segundo libro de la Trilogía Heartbreakers. Es necesario leer el primer libro para entender este. Cuidado co... More

Prefacio.
Prólogo.
1. Quinn.
2. Liam
3. Quinn.
4. Liam.
5. Quinn
6. Liam.
7. Quinn
8. Liam.
9. Quinn.
10. Liam
11. Quinn
12. Liam
13. Quinn
14. Quinn.
15. Liam.
16. Quinn.
17. Liam
18. Quinn
19. Liam
20. Liam
21. Quinn.
22. Quinn
23. Quinn
24. Liam.
25. Quinn
26. Quinn.
27. Liam.
28. Quinn
29. Liam
30. Quinn.
31. Quinn
32. Liam.
33. Liam
34. Quinn.
35. Quinn
36. Liam.
37. Quinn.
38. Quinn.
39. Liam.
40. Quinn.
41. Liam.
42. Quinn
43. Quinn
44. Liam.
46. Liam.
47. Quinn.
48. Quinn
49. Quinn.
The Last Heartbreaker (3)

45. Quinn

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By isnotcandy




QUINN

—Key, deja de mirar a Fury así. Necesito que se lleven bien —le explico mientras lo cargo. Fury va a hacer que mis brazos terminen más fuerte que los de un boxeador.

—¿Y por qué lo cargas a todos lados? —me pregunta.

Antes de responder, Key se adelanta y empuja la puerta del veterinario. Una pequeña campana suena y el recepcionista sube la mirada al vernos entrar. El lugar huele a perro recién bañado y a alimento.

—Porque es mi bebé y tiene linso...

—Linfosarcoma —completa Key por mi.

—Eso.

—Deja que lo cargue yo.

—A Fury no le gustan los desconocidos —espeto.

—Quinn, tú eres la desconocida. Lo tienes desde ayer.

No le respondo. Yo sé lo que le gusta a Fury. Una noche  fue suficiente para que nos hayamos hecho buenos amigos. Aprendí un par de cosas hasta las tres de la mañana que fue cuando pude irme a dormir luego de que Fury se durmiera. No sé si debo hacer eso, con los bebés es así. Aprendí que no le gusta beber agua de un tazón pero le fascina que lo suban al lavamanos del baño y tomar agua directamente de la canilla. También que si le rascas el costado izquierdo de su pancita, comienza a sacudir una pata casi frenéticamente.

—¿A quién tenemos aquí? —pregunta el hombre que luce cerca de sus treinta años. Se aproxima a nosotros y acaricia la cabeza de Fury.

—Este es Fury —le explico aún cargándolo—. El refugio Greensom me recomendó este lugar. Fury tiene linfosa...

—Linforsacoma —completa Key en un tono cansado a mi lado. Asiento. ¿Cuando voy a aprender a pronunciar esa palabra?

—Mhm, es muy raro para su edad —responde él mirando a mi bebé con el ceño fruncido—. Pero muy común en perros de su raza. Venga, pasemos al consultorio. Soy el doctor Stevens.

Seguimos al doctor hacia el consultorio y agradezco mentalmente que no haya otros perros a la vista. No sé que cómo reaccionaría si otros perros le ladran y lo hacen sentir incómodo. Va a sonar tonto, porque él ya estuvo en un refugio con cientos de otros perros pero yo nunca tuve uno en mi vida.

Cuando entramos, noto que el consultorio es grande. Hay una camilla metálica en el centro, dejo a Fury ahí. Noto como sus patitas hacen un ruido que me provoca escalofríos al tocar el metal. No sé quién está mas nerviosa, Fury o yo.

Brevemente, le explico que Fury estuvo en un refugio por tres semanas y que el veterinario voluntario detectó que tiene linforsacoma o, cáncer de linfoma. Al no tener los recursos ni el dinero para tratarlo, lo dejaron a su suerte en una de las jaulas, haciendo lo que podían. Y luego lo conocí, y ahora estoy lista para afrontar los costos para que Fury viva.

Por suerte, el doctor Stevens me tranquiliza al decirme que el porcentaje de perros que sobreviven a este cáncer es del 90% y mucho mas siendo Fury tan joven. Se explaya mucho sobre lo que es la enfermedad y los síntomas, también sobre la forma que hay de tratarlo: quimioterapia. Finalmente, me dice que como no traje los estudios que el veterinario del refugio le hizo, él le hará todas las pruebas.

Así que acaricio su cabeza mientras el doctor Stevens hace lo suyo. Key esta a mi lado, observando todo con detenimiento y yo solo puedo preguntarme ¿cómo hice para que me acompañe? Es viernes a la siesta, debería estar haciendo algo mucho mas interesante que estar aquí conmigo y Fury. De seguro podría estar con su nuevo novio, Reese. Aún no puedo hablar con él porque Key siempre esta listo para detenerme o para tirarme de la mano como si fuese una bolsa de patatas para arrastrarme lo más lejos que pueda de él. Ni que fuese a presentarme en frente de sus narices con una navaja muy bien afilada y juguetear con ella muy cerca de su cuello. No.

El doctor Stevens nos dice que no tiene muchos turnos programados para hoy, que podría tener los resultados del laboratorio para esta tarde si es que no surge alguna emergencia.

—Podríamos ir a una cafetería a esperar —sugiere Key acariciando las orejas de Fury, quien dejó de lucir asustado hace rato. Ahora está en su modo normal: fatigado y cansado. 

—Si me dejan un número de teléfono, los llamo apenas tenga los resultados del laboratorio. No deberían tardar mucho, quizás un par de horas —agrega el doctor Stevens. Asiento y le dejo mi número escrito en un papel adhesivo que me entrega.

Antes de irnos, le pongo la correa a pesar de que sé que lo cargaría todo el tiempo. Siento que Fury es pesado, y eso que el veterinario me explicó que uno de los síntomas visibles en Fury es la gran perdida de peso. ¿Cuanto pesará Fury normalmente? Una tonelada, seguro. De todas formas, me sirve a mi para ejercitar mi fuerza que perdí en este último tiempo y mantengo a Fury seguro. Tampoco que caminar sea de sus pasatiempos favoritos con lo flojo que es. No lo culpo, sé que es el cáncer.

Key vuelve abrirme la puerta y apenas estamos afuera, entrecierro mis ojos. El sol se ha vestido con ganas de molestar hoy.

—Quinn, ¿ese no es el imbécil del otro día? —pregunta Key a mi lado.

—¿Hmh? Vas a tener que ser más específico. Hay miles de imbéciles todos los días —respondo. Parpadeo para acostumbrarme a la luz y veo que de cierto modo, Key tiene razón. Ese es el imbécil del otro día.

Jason está apoyado de brazos cruzados en su auto reluciente justo del otro lado de la calle. Tiene todo ese aire de chico misterioso con la ropa negra y las gafas de sol Ray-Ban.

—¿Tú lo llamaste? —me pregunta mi amigo mientras me quedo quieta en mi lugar.

—No —respondo con sinceridad—. Ni siquiera le dije que vendría, no hablo con él desde...

—¿Desde que escuchaste todo lo que le dijo a Zack? —inquiere el rubio en un tono casi burlón. Asiento en un resoplido. Key sabe absolutamente de todas mis desgracias, menos de que encuentro a Jason bastante interesante y me provoca curiosidad. Eso no, porque me mataría. Key odia a Jason, a pesar de nunca haber hablado con él.

Pero coincidimos en algo, y ese algo tuve que sacárselo de la boca con una maldita excavadora: Jason está bueno.

—Quinn, hierba mala nunca muere. Nos vamos ahora mismo, antes de que se acerque y se quite las gafas dramáticamente.

—No puedo irme, ya me ha visto. Además, Fury tiene una conexión especial con él.

—¿Qué demonios tiene que ver eso? —refunfuña como un señor mayor—. Si quieres me acerco a decirle unas palabras.

—Key, no exageres. Nadie va a morirse, solo iré a saludarlo y luego te alcanzo en el auto para irnos a comer —le digo. Me parece irónico que Fury haya elegido este exacto momento para gruñir, cosa que hace seguido ya que casi ni ladra. Aunque más que un gruñido, parece un ronroneo. Tengo un perro con complejos de gato.

Mi mejor amigo arruga su nariz. Me mira como si desconfiara de mi por unos instantes. El juego de miradas termina cuando él suspira y asiente en rendición.

—Dios los cría y ellos se juntan —dice en un resoplido y niega con la cabeza en desaprobación—. ¿Quieres que lleve a Fury al auto?

—No, Fury aún no confía en ti —respondo sonriendo.

Key rueda sus ojos, gira y se va a su Bentley.  Yo acomodo a Fury en mis brazos, lo cual crea una escena ridícula porque no es un perro exactamente pequeño y comienzo a caminar hacia Jason. Se quita las gafas al verme acercándome.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto estando del otro lado de la acera. Me alejo del lado por el que pasan los autos, Jason también.

—El doctor Stevens llamó al refugio hace media hora para preguntar sobre Fury. Yo le atendí —contesta y se alza de hombros—. Es muy bueno lo que estás haciendo por el.

Miro fugazmente a Fury. Jason nos gusta, pero no nos termina de cerrar. Y sí, acabo de pensar como esas locas dueñas de perros que hablan en conjunto. 

—Bueno, no lo hago por los aplausos. Fury de verdad me gusta. Es flojo, pero es el mejor perro del mundo —afirmo.

Jason suelta una carcajada y sonríe.

—Me alegra que te estés llevando bien. ¿No te trajo problemas?

Noto como intenta presionar la conversación. Quiere que flote, quiere que los temas de charla salgan de una galera mágica porque quiere hablar conmigo. Lo encuentro tierno y considerado, pero no lo leo con las intenciones de siempre después de haber escuchado lo que le dijo a Zack.

—Nop, es un ángel —respondo aunque sé perfectamente que es una mentirita piadosa. Tener a un perro con cáncer no es nada bueno. Fury está deprimido todo el tiempo, apenas come, tiene diarrea y vomita en todos lados. Es por eso que me pasé casi toda la noche despierta con el, porque en el tiempo que no duerme, su cuerpo larga sustancias asquerosas que tuve que limpiar. A Lily no le cayó nada bien las noticias de Fury y mamá no se ha enterado aún.

Jason alza sus cejas de manera acusadora.

—Trabajo en un refugio, sé que los perros enfermos no son la mejor compañía.

Muerdo mi labio y asiento.

Me agacho para dejar a Fury en el suelo porque comenzó a revolverse en mis brazos. Quizás quiere hacer del número dos. O tres en el hermoso caso de mi perro.

—Hago lo mejor que puedo —le respondo cuando me paro—. Ahora, ¿me dirás qué haces aquí?

Jason sonríe de lado y baja su mirada a Fury antes de encontrar nuevamente mis ojos.

—El próximo viernes tengo un partido contra la Universidad de Alabama y no sé si te gusta el fútbol pero quiero que vengas.

Lo dice con un toque de timidez que me sorprende. Tenía por asegurado en mi cabeza que Jason era uno de esos chicos con aires de grandeza, que nunca se acobardarían al pedirle una cita a una chica.

—Eh, claro. Si quieres voy. Pero como amigos.

Arquea sus cejas al oírme decir lo último. De repente, la realidad me golpea como tabla de madera sobre el rostro. Jason no sabe que yo sé que le gusto, él piensa que somos simples amigos. ¿Por qué debería aclararle lo que somos?

—Pensaba llevarte a cenar luego —confiesa.

—Pero... ¿No es que siempre hay una fiesta después de cada partido?

Una sonrisa se dibuja en su rostro como si con un chasquido de dedos, me hubiese convertido en una persona inocente que no entiende la vida universitaria.

—La mayoría de las veces los chicos quieren ir de fiesta, mucho más si ganamos pero no me gusta ir al menos que sea un partido muy importante, así que si no tienes nada qué hacer el viernes a la noche... Podríamos salir a cenar.

Ya está tocando terreno peligroso.

Trago saliva y ladeo la cabeza. Antes, estas palabras salían de mi boca con una facilidad tan maligna y sorprendente. Sin embargo ahora es diferente, ya no soy la misma chiquilla tonta de antes que va a responder sin pensar en los sentimientos de otras personas.

—¿Cómo amigos? —inquiero.

—Como amigos, si eso es lo que quieres —afirma él. Pone sus manos en sus bolsillos y se alza de hombros.

—Entonces sí, podríamos ir a cenar. Va depender de mis planes, creo que mi novio viene a pasar el fin de semana en Miami.

Cierro mis ojos con fuerzas. ¿Pero por qué demonios dije eso? Abro mis ojos. Hay unos cuantos problemas con mi plan. Para empezar, no tengo novio. En realidad, me refiero a Liam pero él claramente no vendrá a pasar ningún fin de semana a Miami. Al menos no por ahora. Y para terminar, mi tono al decirlo se pareció más a una interrogación que a una afirmación.

—Pensé que no tenías novio —responde Jason entrecerrando sus ojos de manera divertida. Por poco no rompe en carcajadas.

—Es complicado —aclaro mi garganta—. Vive en Inglaterra y nos vemos muy poco, por eso me gustaría aprovecharlo y pasar tiempo con él.

Sé que Jason sabe sobre Liam. Zack fue bastante claro en esa parte de su advertencia. No tendría que pretender que no sabe un poco sobre mi larga historia de amor.

—Claro, entiendo eso —asiente—. De todas maneras, si puedes ir al partido sería genial.

Noto como el brillo de sus ojos con el que me invitó no está mas. Luce decepcionado, pero al menos dejé bastante claro que no quiero embarcarme en ningún tipo de relación con él. No quiero que pasemos de ser amigos. Quiero seguir viéndolo porque me cae bien y es divertido charlar con él, pero no quiero que piense que podríamos ser algo más. No quiero darle falsas ilusiones, lo aprendí por las malas. Es mejor cortar todo de raíz.

Asiento algo incómoda y me agacho a alzar a Fury. Vuelve a ronronear.

—Debo irme, Key me está esperando. Nos vemos el viernes, quizás —me despido sin mirarlo a los ojos—. Adiós, Jason.

—Adiós, Quinn.

Giro sobre mis talones y cuando me he alejado lo suficiente,  resoplo haciendo revolotear el pelaje de Fury. Key me alza las cejas frenéticamente cuando me ve a través del parabrisas, esa es su manera de preguntarme qué tal ha ido todo. Mis labios formando una sola linea y mi expresión de póquer lo dicen todo.

Dejo a Fury en el asiento trasero y chequeo que el plástico que pusimos sobre los asientos y el suelo en caso de una fuga sigan bien. Una vez sentada al lado de Key, el silencio se torna incómodo. No me pregunta nada, simplemente espera a que comience a contarlo todo mientras enciende el motor del auto.

—¿Crees que pueda hacer que Liam venga por el fin de semana? —le pregunto a Key luego de haberle relatado brevemente mi conversación con Jason.

—¿Jason te dijo que quiere conocerlo? Siempre puede quedarse en una mentira.

—Ya, pero... Lo extraño. No sería mala idea que venga. Aunque... ¿cómo demonios se supone que debo pedirle eso sin sonar como una caprichosa? Seguro tiene un montón de cosas que hacer y para ser justos, yo fui la que no quiso tener una relación porque no me sentía lista y por la distancia. Sería irónico.

Key se ríe.

—Liam está tan loco por ti que viajaría doce horas con tal de verte solo dos. Ya sabes lo que dicen, el que quiere puede. Y si no puede, no es la gran cosa. No tienes por qué probarle nada a Jason. Tampoco pierdes nada con preguntar. Solo te quitas la duda.

Muerdo mi labio. Estamos a viernes. Liam podría venir el próximo viernes y quedarse hasta el domingo o incluso hasta el lunes. Serán pocos días, pero los sabría aprovechar. Tal como hicimos cuando pasamos nuestras pequeñas vacaciones de Navidad en San Francisco. Viajar a Inglaterra no es opción para mi, si bien podría hacer mi famosa jugada de escaparme, mamá me castigaría por meses y meses. Ella apenas conoce a Liam, definitivamente no va a querer que viaje para estar con él. A solas.

—Además, siendo honestos Quinnie, ¿hace cuanto que no tienes sexo? —pregunta ladeando su cabeza ligeramente para darme una mirada acusadora.

—¿Y eso qué?

—Oh, cállate. "¿Y eso qué?" —me imita en una voz tonta para enojarme—. Cualquier persona con buena visión se da cuenta de que Liam es tan atractivo que con solo mirarlo no basta. Si yo fuese tú y tendría ese tipo de relación con Hamilton...

—¡Key, cuida lo que dices! Estás hablando de mi... —me quedo en silencio antes de soltar la palabra prohibida. Key se ríe—. Liam es mio, punto final. No quiero que pienses así de él. Tú ya tienes a tu mariscal de campo, déjame con el mio.

—Sí, definitivamente saqué la lotería con Reese. Y él también, ¿no me has visto?

Fury emite un gruñido desde atrás.

—¿Lo ves? Hasta Fury lo sabe.

Volteo para chequear en mi bebé tan solo para verlo toser y vomitar sobre el plástico que cubre el asiento. Pongo una mueca, mierda.

—Uf, Fury. Qué asco —murmura Key. Presiona un botón y las ventanillas delanteras se abren para deshacernos del olor moribundo y a alimento de perro pasado que dejó el vómito.

—Vamos a tener que parar —digo al ver que Fury comienza a caminar sobre su propio vómito.

Key asiente y estaciona en el primer espacio que encuentra vacío de la zona permitida.

—Imagina lo siguiente. Tú y yo somos pareja, Fury es el bebé que vomita. La familia perfecta, no necesitamos a nadie más. Tal vez Reese pueda ser el otro perro, no lo sé.

—Follar te pone de buen humor, ¿no? —gruño saliendo del auto al mismo tiempo que él. Abro la puerta donde está Fury y hago que baje por su cuenta—. Joder, el olor es insoportable. ¿Puedes limpiar tú?

—No. ¿No es que no le caigo bien a Fury? Limpia tú.

Cierro mis ojos por fuerzas y me mentalizo por unos momentos antes de inclinarme hacia dentro para quitar el plástico y tratar de no ensuciarme en el transcurso.

Seguro que Liam le caerá mejor a Fury, entonces podrá ayudarme a limpiarle las patas cuando pise su propio vomito y a lavar el desastre que deje. Pero primero tiene que venir.

***

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