Yo no creo en el amor...

By AomineYaoiDaiki

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"Se dice que el amor es una virtud que representa todo el afecto, la bondad y la compasión del ser humano que... More

Presentación de los personajes.
Día 1: Un día como cualquier otro en la RFA.
Día 2: Primer encuentro
Día 3: ¡¿Esto es una cita?!
Día 4: ¿Jumin Han se casa?
Día 5: Elizabeth 3era
Día 6.5: Quien con fuego juega, se quema
Aviso de usuario
Día 7: Reclutamiento
Día 8: Mint Eye
Día 9: No llores sobre la leche derramada
Día 9.5 Las heridas sanan, pero las cicatrices quedan
Día 10: Flor de loto rojo
Día 11: Agua que no has de beber, déjala correr.
Capítulo 12: Cuando el río suena, piedras trae.
Quien con niños duerme, mojado amanece.
Mensaje
A palo dado ni Dios lo quita
Adonde el corazón se inclina, el pie camina

Día 6: ¿Es un trato?

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By AomineYaoiDaiki

–Buenas tardes. – saludó primero Jumin tras ingresar al lugar donde se encontraba su gata. Luego de no haber podido tener la oportunidad de dormir con ella noche anterior, pasar en vela porque aun cuando todo parecía estar "bien" había algo que le inquietaba, no entendía la razón, mucho menos el sentimiento que parecía escapar de su "control", de hecho, siquiera sabía qué era. ¿Preocupación? ¿Tristeza? ¿Desesperación? ¿Miedo? ¿Podría ser alguna de esas opciones? Siquiera podía responderse a sí mismo, una botella de vino no había sido suficiente como para dejarlo inconsciente en la cama.

–Oh, usted es el Señor Han. Su gata ha mostrado mejoría desde ayer, no se preocupe. Mañana podrá pasar por ella, necesita todavía estar en constante observación, sólo para evitar algún decaimiento.

–Claro, sé que ustedes me llamarán. Aun así, quería venir por mi cuenta y ver si ella se encontraba bien, ella es mi todo y anoche, como ninguna otra me sentí muy solitario.

–Oh, ya veo. Es su compañera... Puede entrar, ella está descansando ahora.

Jumin no dudó en entrar a la habitación donde yacía una Elizabeth dormida, parecía que realmente tenían lo necesario para ayudarla y eso logró que se calmara un poco, le dio unas cuantas caricias en su pomposo pelaje albino, sonrió levemente y se apartó para darle un descanso apropiado. –Elizabeth 3era, debes mejorar, no te permito dejarme. Anoche, por primera vez en mi vida sentí lo que era estar solo, fue desagradable, me sentía ansioso, preocupado, molesto, incluso llegué a sentirme nostálgico. No me agrada sentirme así, no permitas que tenga esa clase de sentimientos, no me dejes solo. – comenzó a hablarle como si ésta fuera capaz de responderle, se quedó en silencio y bajó la mirada. No fue capaz de decir nada más, simplemente salió de la habitación y esperando que pasara rápido el día, aunque al lado de esos tres personajes que por alguna extraña razón comenzó a congeniar quizás, tan sólo quizás podría olvidar esos sentimientos que sólo traían conflictos consigo mismo.

–Gracias por cuidar de ella. Cualquier cosa que necesiten o suceda, no duden en llamarme.

–Lo haremos, no se preocupe.

–Bien. – sin nada más por decir, salió del lugar y tras ver su mano, se percató de todo ese pelo blanquecino adherido no sólo a sus dedos y palma de su mano, también parte de la manga de su camisa. Un recuerdo cruzó por su cabeza, siendo ese color peculiar de aquellas hebras la que le recordaran una persona, una molesta, narcisista y lamentable persona.

–Blanco...– susurró en lo bajo.

–¿Señor Han? ¿Ya está listo para llevarlo de nuevo a casa?

–El color blanco puede que sea mi ruina.

–...– el chofer sólo optó por abrir la puerta cuando notó los pasos del hombre aproximarse al carro, una vez que había logrado darse cuenta que había entrado, cerró la puerta y trató de olvidar aquél comentario que había lanzado sin darse cuenta de ello. Tomó su teléfono y revistó el chat donde habían quedado en verse para cenar en su casa, todos habían aceptado a excepción de Jaehee quien mencionó que tenía mucho trabajo por hacer por culpa de alguien que dejaba todo a última hora. Su mirada se mantuvo en la foto de perfil de Zen, sin mencionar del estado que había colocado en el chat. –Todo está listo, no hay nada de qué preocuparse. Todo volverá a la normalidad de ahora en adelante.

El silencio predominó durante todo el camino, Jumin conservaba una mirada perdida por aquella ventana luego de haber guardado su teléfono, no quería atormentarse más. Tras llegar al lugar, lo único que hizo Jumin fue subir hasta el piso donde vivía, sacar otro tipo de ropa y lavarse las manos ¿Por qué? Bueno, debía cuidar un poco la salud de Zen, no quería volver a sentirse culpable si es que le llegase a pasar algo grave. Era un poco inusual que a esa altura de la vida se estuviese preocupando por alguien como él, siendo que antes le importaba muy poco lo que otros llegasen a sentir; si eso lo hacía feliz a él, el resto debía simplemente asentir con la cabeza y sin reclamos.

Definitivamente la situación con Elizabeth 3era lo hacía sentirse vulnerable.

–Señor Han, todo el edificio fue limpiado tal y como lo pidió, no hay rastro de alguna hebra de su gata.

–Bien... Pronto llegarán. – habló Jumin, dándole la espalda a uno de los encargados de la limpieza del edificio, viendo desde esa gran ventana la ciudad que lo rodeaba. Tomó un poco de aire y suspiró suavemente, debía tener todo listo para cuando esos tres personajes llegasen a su casa, para suerte suya, Elizabeth 3era no se encontraba y no corría riesgo de ser acosada por uno de ellos, seguramente sufriría mucho su gata y él, bueno, lo sacaría a patadas de su casa y arruinaría una velada pacífica, porque eso se suponía que debía ser, una velada tranquila, sin peleas de por medio, ni alergias, eso era lo que la gente normalmente hacía ¿no? Los... ¿Amigos? Oh, aunque muy pocas veces lo hacía con V, ironías de la vida.

Las horas fueron pasando y finalmente el reloj indicaba que era tiempo de recibir a sus invitados, pese a estar con una camisa, ésta vez evitó usar una corbata, todavía consideraba un gasto de energía el pensar en cual usar, así que optó por no usarla. El chaleco y la camisa era más que suficiente ¿O quizás estaba demasiado formal? Era inevitable pensar de esa forma, quizás ellos vestirían algo más informal y Yoosung, incluso con esa ropa tan extraña.

–Oh, estás aquí– la voz de Jumin se escuchó apenas vio a Seven, mismo que vestía lo que normalmente una persona vestiría.

–Sí, veo que nadie ha llega...

–¡Hola! Lamento la demora... recibí una visita inesperada.

Yoosung...– susurró Luciel al ver a Yoosung vestido formalmente, casi parecía como si fuera el mismo Jumin Han el que hubiese escogido su ropa. –¿Qué pasa con esa ropa...?

–¿Eh? E-es que mi mamá me dijo que debo vestir así. Yo no quería, pero...– los ojos de Yoosung se desviaron y un tenue rubor se tiñó sobre sus pómulos luego de fruncir ligeramente el ceño por la vergüenza. –¿T-tan mal me veo?

–... ¡Para nada! ¡Luces AShfd!

–Creo que se mordió la lengua. Yo creo que luces bien, nunca te había visto vestirte de ese modo más que en las fiestas anteriores, pero fuera de ellas siempre sueles usar esa chaqueta extraña. – Jumin se acercó a Yoosung mientras hablaba, apoyando su mano sobre el hombro ajeno.

–¡No es extraña! ¡Es bonita!

–Es lamentable.

Ugh... ¿Eh? ¿Zen todavía no ha llegado?

–No, seguro no demora en llegar. Vamos, siéntanse como en casa, la cena estará servida apenas llegue Zen, comeremos y luego podemos ir a ver qué hacer. Tengo una sala de juegos, aunque no estoy muy seguro si les guste. También en la planta baja tengo una sala de bowling.

–¡OH! Juguemos después de cenar, Yoosung y yo haremos equipo, Zen y tú serán el otro equipo. Los perdedores deben pintarse la cara a sí mismos, y luego serán los esclavos de los ganadores ¡¿Entendido?!

Uhm... suena interesante. Aunque se sabe que haré todo lo posible porque ganemos– la sonrisa en los labios de Jumin fue tan sincera y a la vez macabra que logró que Luciel temblara, quizás había cavado su propia tumba.

–Ganaremos... ¡Seven y yo ganaremos sin falta!

–¿Eh? ¿Por qué tanto griterío? – apareció Zen con una ceja enarcada, observando a Yoosung con extrañeza al escuchar esas últimas palabras ¿Acaso habían hecho una especie de apuesta sin él? –¿De qué estaban hablando?

–Jugaremos después de cenar, el perdedor tendrá la cara pintada y serán los esclavos de los ganadores. – Luciel se adelantó a Jumin, notando esa mirada penetrándole hasta el alma.

–Vamos a comer, espero que sea de su agrado y bienvenidos.

Jumin... nunca lo había dicho antes porque no lo vi por dentro, pero tu casa es realmente enorme. Bueno, edificio, es increíble que sólo tú vivas aquí con Elizabeth. ¡Oh, mira, mira Seven! Pensé que ese tipo de lámparas sólo existían en los restaurantes lujosos, fui ingenuo, es de Jumin de quien hablamos, después de todo...– de forma inconsciente tomó la mano de Luciel y lo jaló hacia el centro del piso donde yacía una mesa larga, sobre ésta una lámpara de cristal lujosa. –Increíble... no puedo dejar de verla ¿Tú también? – el rostro de Yoosung giró hacia el pelirrojo y notó esa cercanía de ambos, cuando se percató de que su mano sujetaba algo, no pudo reaccionar bien al respecto, porque incluso empujó la mano del adverso como si le asqueara ese acto. Aunque, muy por el contrario, estaba más avergonzado que asqueado, lástima que Luciel no tenía el mismo pensamiento y su pesimismo comenzaba a llenarle de ideas raras en la cabeza, la primera "soy odiado por Yoosung".

–Esos dos... ¿No crees que todavía hay algo mal? – Zen se acercó al oído de Jumin para susurrarle, éste sólo dio un brinco de sorpresa y ladeó la cabeza para enfocarse en esos orbes rubíes que brillaban aún más que esa lujosa lámpara de techo que tenía. Se quedó hipnotizado por unos segundos hasta que volvió a su razonamiento. –Supongo que sí– respondió con frialdad, caminando hacia donde ambos chicos se encontraban, una vez cerca, los tomó a ambos de los hombros y los empujó hacia la mesa, obligándolos a sentarse el uno al lado del otro. –No se pongan tímidos ahora. De hecho, esta reunión no sólo está hecha para agradecer a Zen por su apoyo el día de ayer, también para que hablemos de lo que sucedió la anterior vez. ¿Cómo es que pueden pensar que yo esté por casarme? Si ese hubiese sido el caso, serían los primeros en enterarse, no había razón para seguirme a hurtadillas, podrían haberme preguntado directamente y no habría sucedido lo que pasó cuando me di cuenta de ustedes dos.

–Yo... M-mi mamá me dijo que me ayudará a criar al bebé a pesar de que yo todavía no estoy preparado.

El silencio se hizo tan incómodo en la sala, incluso Yoosung al levantar la mirada, luego de haber sido forzado por Jumin a sentarse, notó cómo los ojos abiertos de todos, y sobre todo esa mirada fija en él. Su rostro se tornó rojo en cuestión de segundos y lo único que pensó en ese momento fue cubrir su rostro –¡NO ME MIREN ASÍ!

Pfff... JAJAJAJAJAJAZen no pudo evitar empezar a reír a carcajadas, incluso le dio un leve golpe en el hombro a Luciel, notando ese rubor también en esos pómulos del pelirrojo, combinaba tan bien con su color de pelo, y casi parecía que sus lentes estaban empañados, seguramente era por el reflejo de la luz.

–Hey, no te rías. Es un tema serio... ¿Se lo dices tú o se lo digo yo? – Habló Jumin con los brazos cruzados, observando al pelirrojo como si esperara que fuera él mismo quien hablara sobre el tema, no quería que la cena fuera incómoda, quería que todos se divirtieran y pasaran un buen rato.

–Yo... mentí. No puedes quedar embarazado por algo así, es imposible que un hombre se embarace, aún si hacen cosas de adultos, es imposible.

Los ojos lagrimosos de Yoosung les dejó en claro que habían roto esa ilusión en él, aunque parecía aliviado a simple vista, sabían que por dentro estaba destrozado por ser timado de ese modo. Una vez más, siendo un idiota por creer las cosas que decía Seven. –S-soy demasiado estúpido. ¡O-olvidemos el tema y comamos! Muero de hambre.

Yoosung...– Zen se acercó al rubio y le dio leves caricias en la cabeza a modo de consolarlo. –Seven y tú pueden adoptar, hay tantos niños que necesitan un poco de amor, estoy seguro de que ustedes dos serían buenos padres.

–¡¿Q-qué?! ¡¿Por qué de pronto dices eso?!

–Tienes cara de decepcionado y como si quisieras llorar. – Respondió Zen.

–S-sí, pero...– la mirada de Yoosung se dirigió a Luciel quien parecía estar enfocado en otra cosa.

–Bueno, hasta ahí... ellos tendrán tiempo para hablarlo a solas después de la cena, no debemos meternos más, Zen. Esto dependerá de ellos de ahora en adelante. – se dejó escuchar aquella voz grave, Jumin se enderezó y caminó hacia el otro lado de la mesa para sentarse, obviamente Zen podía escoger dónde sentarse, incluso podrían estar sentados los tres delante de él, pero para su sorpresa, ese albino terminó sentándose a su lado. Tan pronto como todos estaban en la mesa, las puertas del lado derecho de Jumin se abrieron de golpe y varias personas salieron con distintos platos de comida entre sus manos, vestidos con trajes negros y camisas blancas, tan formal como a Jumin le gustaba. La comida terminó sobre la mesa. Jumin... esto ¿no es demasiado para nosotros cuatro? – preguntó Yoosung tras ver tanto por escoger, pollo, filetes de res, incluso costillas de cerdo.

–Que una vez en su vida coman apropiadamente no los va a matar ¿no creen? Ahora sírvanse todo lo que quieran, sin contenerse.

–¡GRACIAS POR LA COMIDA! – Yoosung habló con entusiasmo y sin darse a esperar comenzó a servirse de todo un poco, al igual que veía de reojo a Luciel servirse y en completo silencio. –Seven... aquí– cogió una costilla de cerdo con su tenedor y se lo colocó en el plato al adverso. –Luce delicioso así que procura comer apropiadamente ¿si?

–Esa amabilidad tuya... me lastima, Yoosung.

–¿Eh?

–Nada... Gracias por la comida, Jumin. – y sin nada más por decir, comenzó a comer. Yoosung le siguió, aunque lo veía de vez en cuando, parecía deprimido y no comprendía la razón.

–¿De verdad crees que esos dos estén bien, Jumin?

–Zen... ellos deben resolver sus problemas. Está más que claro que Luciel siente algo por Yoosung, pero hay algo que lo detiene. Por eso no podemos meternos, no podemos obligarlo a hablar, eso debe salir de él, no porque nosotros lo forzamos.

–Ya veo... ¿Desde cuando eres tan considerado? Siempre fuiste el típico sujeto metiche que creía tener siempre la razón.

–¿Se supone que debería sentirme halagado? – el ceño de Jumin se frunció tras ver de reojo al adverso, un sutil suspiro escapó de sus labios y comenzó a servirse su plato. Siendo lo suficiente como para no sentirse pesado después, al menos no para cuando jueguen. El silencio predominó en la sala, lo único que se lograba escuchar era el sonido de los cubiertos chocando contra los platos, incluso algunos sonidos de la comida siendo triturada por sus dientes. Cuando Jumin terminó su plato, casi de forma inmediata uno de sus meseros sirvió vino a todos los presentes, una copa de vino no podía faltar en su cena.

–Tomen un poco de vino, es bueno tomarse una copa después de cada comida. El corazón estará feliz...– Habló Jumin con el fin de romper ese incómodo silencio, tomó la copa con sutileza, meneó un poco el líquido para poder olfatear ese aroma tan adictivo y finalmente le dio un sorbo. –No hay nada mejor que un buen vino– además de que la intención de Jumin era animar el ambiente, siempre el alcohol lograba tener cierto efecto en las personas que podía animarlos. Aunque nunca se esperó que Luciel se lo tomara de golpe y sin disfrutar el primer sorbo, realmente era un desperdicio.

Luego de que todos estuvieran ya satisfechos y con un tenue color carmín sobre sus mejillas por el vino, se puso de pie y ajustó un poco su chaleco. –Bien, vamos por algo de diversión.

–¿Qué? ¿En serio iremos a jugar? – preguntó Zen.

–Claro que sí. Yo no me acobardo en una apuesta. ¿Ustedes sí?

–¡VAMOS A JUGAR! Seven, vamos...

–Bien... – Seven se puso de pie y comenzó a caminar junto con los demás, dirigiéndose al ascensor donde una vez que todos estaban en el interior, Jumin presionó el botón del piso correspondiente donde los esperaba la sala. La música relajante era lo único que se escuchaba entre esas cuatro paredes. Cuando las puertas se abrieron, tanto Yoosung como Seven salieron corriendo y gritando con emoción, era tan grande y pulcro, no había cómo competir contra los lujos de Jumin.

–¡Increíble! ¡Las bolas son gigantes!

–Hey... vengan y busquen su par de zapatos que esto requiere de zapatos especiales.

–¡Sí, señor! – respondieron al unísono Seven y Yoosung. Tal parecía que Seven se habían animado de un momento a otro y ¿Cómo no hacerlo? Si el lugar era simplemente espléndido. Cada uno se colocó sus zapatos respectivos, siendo observados por dos guardias de seguridad que parecían seguirle a todo lado a Jumin. Los ojos curiosos de Yoosung se pasearon por el lugar hasta dar con el rostro de Seven, notando ese brillo peculiar en sus ojos que por alguna razón hizo que ambos se quedaran viéndose fijamente, casi como si se estuviesen devorando con la mirada.

–Ah... yo... ¡Vamos! ¡Ganemos esto, Seven!

Jumin se asomó a la barra que había en un rincón, ordenando bebidas para todos, casi como si supiera de sus gustos, aunque estaba por lo lejos de saber. Sólo había atinado a invitarles algo nuevo, obviamente que su vino no podía faltar, ellos beberían otro tipo de bebida y él, lo mismo de siempre. Se asomó a los asientos donde ya se encontraban todos, observando en la pantalla sobre sus cabezas los nombres de los cuatro como equipo y los puntos que irían anotando cada que lanzaran la bola hacia los bolos. Hicieron el típico "piedra, papel o tijera" para ver qué grupo empezaría la partida, siendo los ganadores el equipo 707.

El primero en tomar la bola fue Yoosung, se posicionó en medio de la pista, manteniendo la bola a la altura de su pecho y calculando la dirección en la que debía lanzar la bola, su lengua se deslizó por sus labios para humedecerlos a su vez que iba preparándose para tirar, llevando la bola hacia atrás y finalmente tirándola contra el suelo. Cruzó los dedos y esperó tirar todo el triángulo de bolos, pero para su infortunio la bola se desvió del centro y tirando sólo uno de ellos.

–¡Aaagh!

–¡No te preocupes! ¡La próxima vez lo harás bien!

Jumin se puso de pie y tomó la bola, girándola un poco y acariciándola con la mano como si ésta tuviese vida propia, se posicionó como todo un profesional y, tal como lo habían esperado, lanzó la bola con tal finura que aquél triángulo de bolos fue arrasado por la bola, sonrió con total orgullo y satisfacción, se encaminó hacia el asiento para así sentarse al lado de Zen.

–Ah... eso... eso fue increíble. ¿Qué no puedes dejar de ser perfecto en algo, patán? – el ceño de Zen se frunció y se cruzó de brazos tras protestar por ello. Mientras lo hacían el menor de cabellera roja había ya hecho su jugada, siendo igual de perfecto como Jumin. Casi parecía ver cómo sus miradas sacaban chispas cuando se encontraban, lo cual parecía gracioso pese a que sólo era un juego. Zen se puso de pie y tomó la bola, colocando sus dedos en aquellos tres orificios y observando la bola como si fuera la octava maravilla, volteó lentamente hacia Jumin y, con el rostro desviado y un leve rubor en las mejillas, habló. –E-enséñame a lanzar, maldito patán. Yo... nunca he jugado. N-no te burles si no sale bien. – Jumin, al contemplar no sólo la expresión que traía en ese preciso instante el adverso, también lo tenso que se veía por la situación, seguramente por la vergüenza; sintió un extraño palpitar en el pecho, incluso parecía haber sentido una punzada, como si lo hubieran flechado. Tragó el vino que había logrado tomar y se puso de pie, lo guio hasta el centro de la pista, posicionándose detrás de éste y llevando sus manos hacia las ajenas, a modo de enseñarle cómo debía sujetar apropiadamente la bola, sobre todo para que éste no cayera sobre los dedos de su pie y se lastimara. –Debes sujetar de éste modo la bola– susurró muy cerca del oído ajeno, logrando obtener un pequeño espasmo por parte del albino, al menos al estar tan pegado a su espalda había sido capaz de sentirlo, su calidez, incluso como sus cuerpos se rozaban. El aroma que desprendía de la cabellera de éste era fascinante, ese leve temblor en sus manos al sentirse inseguro de sujetar la bola le hizo comprender cuán cálido y agradable podía resultar estar cerca de una persona. Nunca, jamás había tenido tal contacto con un ser humano que no fuera su familia o V, de otro modo, detestaba que los demás llegasen a tener algún contacto físico con él, lo despreciaba. Muy por el contrario, ahora parecía desear permanecer así, pero era momento de que éste lanzara. –Lleva tu brazo hacia atrás con la bola, presionando tus dedos en los agujeros para que no la mandes a volar por ahí, y luego la dejas caer al suelo, impulsándola hacia el centro y así poder derribar todos los bolos. – Jumin dio su última instrucción y se alejó de éste, quizás no lo demasiado porque quería ver cómo le iba en su primera jugada. Lo único que sintió en ese momento fue un fuerte golpe en la entrepierna, sus manos automáticamente cubrieron aquella zona y por inercia, y el fuerte dolor, se agachó.

–Oh... ¡Funcionó! Aunque no tiré todos, con uno debería conformarme– habló Zen tras haber tirado la bola, girando su cuerpo y encontrándose con Jumin agonizando del dolor. –¿Y a ti qué te pasa? ¿Te dieron ganas de ir al baño?

–¡Zeeeen! ¡Le pegaste en los hijos con la bola! – gritó preocupado Yoosung tras levantarse y acercarse a ese par.

–¡¿Yo hice eso?! Ah... l-lo siento. ¡De verdad lo siento! – estiró sus manos para hacer algo, pero se detuvo casi al instante cuando la mirada llena de sorpresa de Jumin se cruzó con la propia. Decidió apartarse y aclaró la garganta –D-deberías sentarte– tartamudeó un poco el albino, ayudando a Jumin a sentarse, tomó la copa de vino de éste y trató de acercársela a la boca creyendo que, con sólo aquél golpe dejase a Jumin imposibilitado de usar las manos. Lastimosamente la copa chocó contra la mano que había levantado al mismo tiempo Jumin para tomar él la copa. Aquél líquido se derramó por completo en aquella zona adolorida y se quedó completamente tieso por la reacción repentina de Zen, siendo seguramente de forma inconsciente porque sabía que ningún ser humano frotaría un pañuelo sobre la entrepierna de otro, eso era ley entre hombres. –¡Zen! Ya es suficiente, lo estás empeorando.

–¿Qué no ves que si sigues frotándolo con esa brutalidad despertarás a la bestia de Jumin? – dijo Seven con un tono burlesco, siendo un leve rubor el que demostrara que el alcohol ya estaba haciendo efecto en él.

–C-creo que deberíamos dejarlo aquí por hoy. Siento que si seguimos, Zen terminará frotando otras cosas ¡Y no debes frotar!

–... Yoosung, eso se escuchó tan vulgar. – respondió Zen.

–¡Tú eres el malpensado y pervertido! ¡Pervertido! ¡Zen es un pervertido! – comenzó a gritarle tras señalarlo con el dedo de forma acusadora. Jumin se puso de pie y caminó hacia el baño en completo silencio, Zen se sintió culpable y no demoró mucho en seguirlo hasta el baño.

–Yo también iré...– Yoosung trató de caminar hacia el baño, pero la mano de Seven evitó que diera un paso más. El rubio por inercia giró el rostro y se encontró con la mirada de Seven. Yoosung... déjalos a solas. Vamos a esperarlos aquí ¿sí?

–S-sí.

–Lo siento, Jumin...– Zen habló una vez dentro del baño. Los ojos de Jumin subieron hacia el espejo que había en aquél baño y sólo así fue capaz de visualizar esa expresión de arrepentimiento en Zen, comprendía que todo aquello había sido un descuido de ambos, pero ¿Por qué le gustaba ese rostro? ¿Por qué le gustaba esa expresión que tenía? ¿Era una especie de sádico? De ser así, era un verdadero peligro porque los mismos latidos de su corazón podrían ser escuchados si seguían encerrados en un lugar tan apartado y cerrado a la vez, giró su cuerpo y negó con la cabeza –No tienes que disculparte. Yo estoy bien, no me moriré por tener los pantalones mojados, en todo caso puedo lavarlos y cambiarme por otros.

–Ah, sí... se me olvidaba que mientras tengas dinero, todo es posible– Zen rodó los ojos y desvió la mirada. Jumin se acercó a éste y estiró su mano hacia el rostro del otro, mismo que cerró los ojos por reflejo hasta que sintió la mano del otro sobre su mejilla, acción que provocó que sus ojos se abrieran y se fijaran en ese extraño rostro que tenía delante de sí. Por alguna extraña razón, su cuerpo fue retrocediendo hasta terminar chocando contra la pared del baño, se sintió como un animal indefenso ante tal mirada penetrante e intensa que tenía sobre sí. Sintió que aquel depredador lo devoraría por completo, pero para su suerte Jumin tomó la distancia apropiada para darle su espacio. –Vamos...– dijo Jumin como si aquello no hubiese significado nada, cosa que molestó a Zen y terminó obstruyendo su paso antes de que éste saliera del baño –¿Qué diablos fue eso? Exijo una explicación... no te dejaré salir hasta que hables, Jumin Han.

–Sólo puedo decirte que, cuanto más estemos a solas aquí, más peligro corres de ser atacado.

–¿Atacado por quién?

–Por mí. – esa respuesta dejó completamente helado a Zen, se veía en su rostro el asco que sentía al escuchar tales palabras. –¡Estás enfermo! – gritó molesto y simplemente salió del lugar con prisa.

–¿Zen? ¿Qué sucede? ¿Ya te vas? ¡Hey!– gritó Yoosung en un intento desesperado por detenerlo, pero tan pronto vio esas puertas cerrarse, su mirada se dirigió a Jumin quien finalmente había salido del baño.

–¿Qué le dijiste...? ¿Por qué salió tan enojado?

–Sólo... le dije la verdad. – se excusó Jumin.

... Iré a buscarlo. ¡Jumin malo!

Corre Yoosung. Alcánzalo porque deben pintarse la cara dado que fueron ellos los que se retiraron y ahora serán nuestros esclavos por dos meses.

–Espera ¿Qué? Ese no era el trato, Luciel.

–Upsi... se me olvidó aclarar eso. Te-he.

–No es divertido, Luciel. – en lo que iban discutiendo Luciel y Jumin, más bien llegando a un acuerdo donde ambos, Jumin y Zen, no se vieran involucrados en algo tan radical como "ser esclavos por dos meses"; Yoosung subió en el ascensor con desesperación, esperando que llegase al piso al que seguramente el mismo Zen había llegado, es decir, la recepción. Y cuando las puertas se abrieron, corrió hacia éste y lo abrazó por detrás.

–¡No te vayas, Zen! ¡Sabes que Jumin es un patán! ¡Tú mismo lo dijiste!

–... Sí, tienes razón. Es un patán.

–No te vayas, Zen– suplicó el menor.

–Bien... me quedaré sólo porque me lo pides tú. – era una lástima que Zen no notase las verdaderas y oscuras intenciones de Yoosung.

–Veo que lo convenciste rápido– dijo Seven tras acercarse a ese par con las manos en los bolsillos.

–Sí... Ahora deben cumplir el reto, luego puedes irte Zen.

–¡Así que de eso se trataba! ¡Me engañaste!

Hehehe... Las promesas de hombre se las debe cumplir. – la sonrisa pícara de Yoosung parecía esconder todo un universo.

–Pero si yo no prometí nada.– protestó Zen.

–Hablé con Jumin y llegamos a un acuerdo, se pintarán ambos la cara, después harán lo que les pidamos sólo por hoy. Tres retos por persona, es decir, yo haré tres retos y Yoosung hará otros tres, luego de eso ya podrán ser libres de irse a donde quieran.

–¡No queden en nada sin mi permiso!

–Lo hecho, hecho está– finalmente habló Jumin, observando a Zen con ese leve rubor cuando sus miradas se cruzaron, lástima que no duró demasiado debido a que ahora evitó el contacto visual.

–Bien, lo haré– respondió. Y tan pronto lo hizo, siguió a todo el grupo hacia lo que parecía ser una pequeña sala de estar en la misma recepción, se sentó en frente de Jumin, sintiéndose más que incómodo por la situación en la que les ponían ese par. –Aquí...– extendió el marcador ¿De dónde lo había sacado? Era un misterio que sería una pérdida de tiempo intentar investigar. Cuando Zen tomó el marcador, lo destapó y forzosamente tuvo que enfocar su mirada en el adverso y así fue cómo empezó a dibujarle bigotes de gato, pintándole la punta de la nariz y estirando su rostro como si se tratase de un gato, terminando su obra de arte con un "Patán" escrito en la frente.

–Ahora es tu turno, Jumin. – Yoosung habló con cierta dificultad tras evitar reír. Por otro lado, Jumin sólo hizo cosas comunes en el rostro de Zen, colocándole bigote, barba y uniendo sus cejas. Dejó de lado el marcador y observó totalmente indiferente a Seven, notando esa sonrisa macabra que ahora tenían esos dos, estaba más que seguro que... había cavado su propia tumba y que tanto Zen como él, se arrepentirían por haber aceptado aquél acuerdo olvidando que era Luciel el encargado de ello.

Continuará...

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