Soy adicta al sexo Wattys 2014

By EstherLpezFernndez

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GANADORA de los Premios Watty 2014, categoría Erotismo - Homoerótico. Eri es una chica decidida y con caract... More

Prólogo.
Capítulo 1. Una noche... diferente.
Capítulo 2. "La Prima Vera".
Capítulo 3. A casa.
Capítulo 4. Una visita... esperada.
Capítulo 5. Tarde de chicas.
Capítulo 6. Noche de acción.
Capítulo 7. El descanso.
Capítulo 8. #Di-amante en bruto...
Capítulo 9. Café con las chicas.
Capítulo 10. Un imprevisto...
Capítulo 11. Sinceridad, comida y un tío muy guapo.
Capítulo 12. El Sol y el Ave Fénix.
Capítulo 13. La maleta.
Capítulo 14. Barajas.
Capítulo 15. Nueva York.
Capítulo 16. De paseo.
Capítulo 17. Cena de negocios.
Capítulo 18. Las vasijas.
Capítulo 19. La penúltima.
Capítulo 20. Buenas tardes...
Capítulo 21. D y E.
Capítulo 22. "Mi dulce Eri..."
Capítulo 23. No quiero llorar...
Capítulo 24. Solo quiero llorar...
Capítulo 25. Rosas blancas.
Capítulo 26. See you later?
Capítulo 27. La "barbacoa" del sábado.
Capítulo 28. La inauguración (1ª parte).
Capítulo 29. La inauguración (2ª parte).
Capítulo 30. Ya habrá tiempo...
Nota:
Capítulo 31. La inauguración (3ª parte).
Capítulo 32. ¿Estaré muerta?
Capítulo 33. Aclaraciones...
Capítulo 35. Water night (2ª parte). Más adicta de lo normal.
Capítulo 36. Desde siempre.
Nota:
Capítulo 37. Final (1ª parte).
Capítulo 38. Final (2ª parte).
Epílogo.
Notas de la autora.
Nota de la autora.

Capítulo 34. Water night (1ª parte). Adicta a ti.

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By EstherLpezFernndez

Capítulo 34. Water night (1ª parte). Adicta a ti.

No sé en qué momento he pasado de ser una persona adicta al sexo, a ser adicta a otra persona... Me siento como si de repente un platonismo me hubiera arrebatado el poder de decisión e invadiera todo mi ser consciente e inconsciente, haciendo que mis sentimientos y pensamientos fluyan de forma diferente a la habitual.

El sentimiento siempre ha estado en mí. Y he tenido el poder de decidir hacia quién dirigirlo y cómo manejarlo. El sentimiento, probablemente ha sido el mismo, solo que dependiendo del momento y de mi necesidad, lo he ejercido voluntariamente, eligiendo cada presa a mi antojo, en mi propio beneficio personal. Y he de reconocer que ha sido una etapa pletórica de mi vida. Pero desde que Oscar ha entrado a escena, mi férrea voluntad se ha convertido en chicle; mi poder de decisión, en invisible y mis sentimientos se han multiplicado exponencial y asintóticamente. Y todo ello sería genial si nuestra historia fuera la de chica conoce chico, chico conoce chica, cada uno con su pasado acepta su presente para vivir un futuro juntos… Pero no es así, y no lo puede ser porque Rob, mi vikingo, no sé por qué extraña razón se escapa categóricamente de la ecuación, convirtiéndose en la variable que lo complica todo…

¿Será posible asociar un sentimiento a alguien de manera que lo uno, sin lo otro, carezca de sentido? ¿Será posible que cuando ya creía que todo era perfecto, llegue un huracán de sentimientos y me arrase el alma? ¿Será posible amar de distintas formas? ¿Será posible la amistad después del sexo? ¿Será posible encontrar la calma y la paz después de estos días de locos…?

Rob se abalanza sobre mí, sin pedir permiso ni explicaciones; y me abraza como si hiciera años que no nos vemos, cuando en realidad nos despedimos, en mi garaje, hace cuatro días. Su abrazo me reconforta en cierta media, pero siento que mi corazón se desboca al pensar en la reacción que he acertado a vislumbrar en el rostro severo, por no decir petrificado, de Oscar.

-          Darling, are you ok? (Querida, ¿estás bien?) – me pregunta Rob separándome de mi pero sin soltarme, mientras veo que Oscar se aproxima por detrás con cara de pocos amigos.

-          Sí, tranquilo, solo ha sido el estrés… - La glacial mirada de Oscar, que se acerca lentamente, capta mi atención y me corta la frase. “¿Será buena idea presentarlos?”

No necesito recordarme a mí misma la pelea que se lió en el hall del Park Lane Hotel, cuando Rob borracho intentó que lo besara por la fuerza, llamándome puta y abofeteándome la cara. Seguido del placaje de Oscar y la lluvia de puñetazos…

Las imágenes están frescas en mi recuerdo, pero lo que Oscar no sabe, obviamente, es que después de eso, yo he perdonado a mi amigo, y por mi parte, y por la de Rob, todo está olvidado, pero claro, por la de Oscar…

-          Oscar – intervengo, captando su atención, porque presiento que de lo contrario se van a liar a los puñetazos en menos que canta un gallo. – Me gustaría presentarte a mi amigo Robert  Cliff – cuando cruzan las miradas la tensión puede cortarse con una motosierra. Tengo que suavizar la cosa ¡cómo sea! - La otra vez que os visteis no os pude presentar como es debido por un hecho desafortunado, que afortunadamente para todos tiene una explicación lógica…

Miro a ambos, uno a cada lado de la cama, con máxima tensión, como si se estuviera jugando el último punto de break en la final del Roland Garros. Necesito que de alguna forma, no sé cuál, entiendan que ambos son necesarios en mi vida. Parece que Rob leé mi pensamiento, cosa que me parece lógica después de la charla que tuvimos hace unos días; de forma que relaja el gesto de su rostro, deja caer los hombros y ofrece la mano a Oscar, a la vez que se disculpa, en casi perfecto español:

-          Lo siento, Oscar, aunque sé que no tengo disculpa. La cagué. – Oscar asiente relajando también las facciones de su cara, parece que la tensión empieza a calmarse. Dejan de estrecharse la mano. – Pero por la amistad que me une a Eri, me gustaría que me dieras la oportunidad de demostrarte que no soy una mala persona.

Alzo mi vista suplicante hacia Oscar que asiente de nuevo y acto seguido me mira, esperando mi reacción. Parece que la sinceridad y la corrección del inglés medio vikingo, han hecho mella en la sólida coraza que intenta mostrar Oscar. Aunque, por si acaso, me coge la mano entre la suyas, meando el territorio. Vuelvo a sentir esa conexión especial, esa electricidad característica que todo lo inunda y se me acelera el corazón sin preverlo. Le sonrío mirándolo a través de mis pestañas, complacida por el gesto y suplicando por un poco de sentido común y transigencia. “Rob, no es que sea buen tío, es que es excepcional, a pesar de todo…”

Advierto un cambio de talante en Oscar, de modo que respiro aliviada. Su nuez sube y baja, hipnóticamente, mientras traga saliva, a la vez que hincha su pecho haciendo una respiración profunda que anuncia un “aceptamos barco como animal acuático”. Parece que está dispuesto a tragar a Rob, aunque solo sea por mí. Le devuelvo el gesto besando cariñosamente el dorso de su mano, aunque eso suponga una puñalada directa al pecho de un Rob, expectante, que aguarda pacientemente por su aprobación.

No puedo evitar sonreír al pensar que los dos hombres más importantes de mi vida, en este momento, podrían llegar a ser capaces de compartir el mismo espacio sin odiarse. Y quién sabe, tal vez con el tiempo puedan conocerse y llegar a ser también amigos, aunque eso, ahora mismo, es mucho pedir. Por el momento, ahora es Oscar, el que tiende la mano hacia Rob, que la acepta sin reservas y entablamos una charla en tono cordial.

Mientras tanto Vera espera pacientemente a que Esteban salga del quirófano, de hacer una operación que se está alargando un poco más de la cuenta. Demasiado aburrida y somnolienta, debido a la inactividad y puede que al cansancio acumulado, sale del despacho a estirar un poco las piernas por el hall cuando se encuentra con Ruth, Eme y Mónica que acaban de llegar.

-          ¡Eh, chicas! – saluda Vera jovial. Todas le responden aunque Eme como siempre toma la iniciativa.

-          Hola Vera, ¿qué tal se encuentra Eri? – forman un corrillo en torno a Vera esperando información de primera mano.

-          Muy bien, aunque hace un buen rato que no la veo. Parece que estaba a punto de despertarse de, bueno… - Vera no sabe muy bien cómo explicar el diagnostico cuando Eme, tan bruta como siempre la interrumpe.

-          ¡Se cogió buena tajá anoche, eh?! – todas rompen en carcajadas, a la vez que Mónica la reprende con un manotazo en el hombro.

-          ¡Que bruta eres, hija! – le exhorta una Ruth, demasiado sonriente. - ¿En qué habitación está, Eri? – pregunta Ruth, educadamente, sin dejar de mirar hacia la entrada del hospital.

-          Eri, está en la 609  – Responde Vera en un tono normal, cuando Eme, que parece que hoy está pletórica, argumenta entre risas…

-          Esta Eri, siempre tan sexual… - solo se ríe ella y ante la cara de desconcierto de las demás añade, en tono burlón – el 6, el 9, 609, 69… - todas reaccionan de la misma manera que cuando se cuenta un chiste muy malo y pasan de ella, justo cuando la cara de Ruth se ilumina por completo y Dani entra en escena.

-          ¡Buenas tardes, Vera! – Dani choca los cinco con Mónica, su compañera de trabajo, guiña un ojo a Eme y saluda a Vera con dos besos, que observa, de primera mano, el motivo de la iluminación del rostro de la pequeña Ruth cuya boca se curva en un intento de llegar a la altura de sus orejas. La verdad es que Dani parece un buen chico. – Y bien, ¿subimos a ver a Eri? – propone él, a la vez que rodea la cintura de Ruth y la acerca a su cuerpo, haciendo que la pequeña se derrita, literalmente.

-          Subid vosotros primero, yo estoy esperando a Esteban, luego os veo… - explica Vera, sin entrar en mucho detalle.

El grupo se dirige, indiferente, al ascensor bajo la atenta y maternal, mirada de Vera. Dani y Ruth forman una bonita pareja. A penas hace 24 horas que se conocen y da la sensación que se conocieran de toda la vida. Así, abrazados por sus cinturas se encaminan hacia el ascensor, mientras Dani no deja de besarla en la cabeza. Por su parte, Eme y Mónica, los siguen de cerca justo cuando Vera ve como ésta coge a Eme de la mano que se gira con una tonta sonrisa; “Ya era hora que esta chica saliera del armario…” – piensa Vera que no se le escapa una y se dirige, un tanto nerviosa, de nuevo al despacho de Esteban, la conversación con él sigue pendiente.

Rob nos acaba de contar que se ha enterado de que estaba hospitalizada porque casualmente tenía una entrevista en la editorial con una tal Belén, que ha resultado ser la hermana pequeña de Eme. Ella misma la ha acompañado esta mañana a la entrevista y allí han coincidido con Rob… “Está comprobado el mundo es un pañuelo”.

-          ¿Pero tú no te ibas a vivir a Nueva York? – mi boca pregunta sin pasar la información por el filtro del pensamiento y ya es demasiado tarde para darme cuenta de que Oscar está flipando en colores. Intervengo de urgencia, con la mayor precisión y rapidez posibles. – Oscar, es que Rob, vivía en mi urbanización hasta hace 4 días… Seguro que lo recuerdas de la noche que viniste a recogerme antes de ir al aeropuerto, él era el que me acompañaba cuando volvía de sacar a Otto… - dejo la frase abierta pero ninguno se pronuncia así que continuo – pero su editorial lo ha trasladado a Nueva York para que empiece con las traducciones del libro de su nuevo escritor y pensé que se habría ido ya... – mi mirada viaja hacia la de Rob que explica

-          Sí, me voy en un par de semanas, mientras tanto estoy en un hotel, aquí en Madrid. Solo que tuve que dejar mi apartamento para que pudieran trasladar mis pertenencias a…

Un par de toques en la puerta que nos sacan de la tensa conversación y nos devuelven a un mundo mucho más distendido y agradable. Dani de la mano de Ruth, seguidos por Eme y Mónica, entran entre risas y saludos en tropel. Aunque se quedan un poco parados al ver el percal.

Las chicas solo han coincidido un par de veces con Rob y a Oscar es la primera vez que lo ven, aunque saben de sobra quién es…. No me queda más remedio que hacer todas las presentaciones oportunas y se forma un poco de lío. Rob aprovecha el momento y se despide argumentando que llega tarde a no sé qué reunión de trabajo, después de felicitar a Eme por la genial escritora que acaban de descubrir en su editorial, con su hermana Belén.

Acto seguido Oscar, se ofrece para ir a buscarme un café. No me apetece mucho, pero tengo ganas de hablar con las chicas así que se lo pido con leche y dos de azúcar. Supongo que él también necesita un respiro después de todo.

Como es de esperar Rob y Oscar coinciden en el rellano de los ascensores. Guardan las formas, aparentemente, sin problema. El agudo sonido de la campanilla anuncia que el ascensor ha llegado abriendo sus puertas. Ambos se introducen haciendo todo lo posible por no cruzar miradas, cosa que es relativamente fácil, porque hay mucha gente que sube y baja y apenas si se pueden ver el uno al otro; no obstante, el nivel de tensión empieza a subir de nuevo. Los pensamientos de cada uno fluyen entre la sensatez y la precipitación, coincidiendo, inequívocamente, en Eri.

Al llegar a la planta baja cada uno coge su camino haciendo un simple gesto de asentimiento con la cabeza, intentando por todos los medios, no cruzar palabra alguna. Oscar, se dirige hacia la cafetería, mientras que Rob, se dirige a la puerta principal, cuando algo lo frena. Las barreras de contención de sus sentimientos acaban de ser sobrepasadas por la rabia y la furia, así que sin pensarlo dos veces, se gira sobre sus talones y sigue a Oscar hasta la barra de la cafetería:

-          Espero que la cuides como se merece. – Rob mide, minuciosamente, cada palabra. Oscar no puede creer que le haya seguido…

-          No necesito consejos de alguien que no sabe respetar a las mujeres… - Oscar se gira mientras se pronuncia masticando cada palabra con desprecio. Cierra los puños en un vano intento de contener toda su ira, pero endereza la espalda sacando pecho. Las miradas han entrado en confrontación. Sus cuerpos se acercan peligrosamente.

-          No tienes derecho a afirmar eso, no me conoces de nada. – Rob vocaliza entre dientes. Se empieza a mascar la tragedia.

-          Olvídate de Eri, ella ya no te pertenece. – Oscar sentencia con su mineral pupila clavada en la mirada velada de Rob que arde de rabia.

-          Eso es lo que tú, te dices a ti mismo para conformarte…  - La crueldad en las palabras de Rob parece minar la confianza de Oscar que parece dudar. - Mi huella es imborrable, el tiempo pone a cada cual en su sitio y a paciente no me gana nadie. Cuando Eri, se canse de la ilusión de estabilidad que le ofreces, volverá a mí. – Rob afirma con rotundidad. – No olvides que somos amigos y cómplices, además de amantes; y la pasión tiene fecha de caducidad.

Rob se gira sobre sí mismo rápidamente o de lo contrario no podrá contener las ganas de arrancarle la cabeza. Se lleva su mano derecha al pecho donde oculto bajo la ropa se encuentra un tatuaje que decidió hacerse el puto fin de semana que viajó a Londres por cuestiones de trabajo. El mismo finde que Eri conoció a Oscar y todo se fue a la mierda. El tatuaje con el que pensaba sorprender a Eri y que ahora no hacía más que recordarle que ella ya no era suya, un nudo insalvable se forma en el centro de su pecho y sube hacia su garganta. Siente que los ojos le arden comenzando a ver borroso. El respirar se empieza a hacer imposible… Justo sobre el corazón, en su pectoral izquierdo, Rob decidió tatuarse la para “Yours” (Tuyo), esa era su particular manera de decirle que todo cuanto él era, era por y para ella. Al menos así lo sentía y a día de hoy lo sigue sintiendo. Las lágrimas se derraman y ruedan por el rostro consternado de un Rob que hundido, alza su vista al cielo rogando por una segunda oportunidad…

Oscar, no tiene opción de réplica, que se ha quedado con la palabra en la boca y con cara de gilipollas. Aunque, casi mejor así porque no sabe por cuánto tiempo hubiera sido capaz de retener las ganas de apuñetearle la cara. Oscar, respira profundo, intentando calmar el temporal que se ha formado en su interior. De ninguna forma piensa permitir que las palabras del inglés este, repercutan lo más mínimo en su relación con Eri, aunque durante un microsegundo una sombra de duda ha sobrevolado por su pensamiento... “¿Podrá él ofrecerle a Eri la vida que se merece?” Tal vez el tiempo guarde la respuesta…

El camarero llama su atención y Oscar se gira. Los cafés están preparados. Los ruegos y preguntas deberán ser respondidos más adelante…

La puerta no ha hecho más que cerrarse tras el perfecto trasero de Oscar cuando Eme rompe el silencio en mil pedazos con su exclamación:

-          ¿¡Qué diablos ha sido eso!? ¡Eres la cabrona con más suerte que conozco! ¿¡No tenías bastante con el vikingo que te has bajado a un dios del olimpo para ti solita!? – todos nos echamos a reír ante el monólogo de Eme, tan bruta y sincera cómo siempre.

-          Bueno, el vikingo ya no es mío. Es libre como el viento, así que… - Oirme a mí misma, afirmarlo en voz alta no ha dolido tanto como pensaba, pero no puedo negar que he sentido un pellizco en el centro de mi pecho… Dejo la frase abierta, primero, porque no sé cómo seguirla y segundo, a posta, para ver la reacción de Eme, que no sabe que la vi anoche mismo con Mónica, y ésta no se hace esperar.

-          Verás, Eri… - Eme no encuentra las palabras pero encuentra el brazo de Mónica que le rodea la cintura desde atrás y le besa en el hombro, aportándole la fuerza y la confianza que le faltan. Respira, se arma de valor y continúa. – Te presento a Mónica, la cual ya conoces como camarera del pub que eres encargada y dueña, - se le escapa una sonrisa nerviosa, - pero ahora te la quiero presentar como mi pareja… - su voz se va haciendo pequeña, justo al contrario que su sonrisa y la de todos los que estamos en torno a ellas.

-          Enhorabuena, ¡so tonta! Ya era hora de que confiaras en nosotras. – Le lanzo un puñetazo de broma que no llega a ningún lado porque sigo en la cama. Todos sonríen. Dani abraza feliz a la pequeña Ruth que se deja querer. – Además ¿por qué crees que la contraté? – le guiño un ojo a Eme que se sorprende sobremanera.

-          ¡Serás cabrona! ¿Desde cuándo lo sabías? – pregunta con los ojos fuera de sus órbitas.

-          Bueno, no lo sabía, pero intuía que algo pasaba por ahí dentro y mira por donde, acerté. – Le tiendo la mano a Mónica que la coge y la acaricia.

-          Gracias, Eri, por todo… Si no hubiera sido por ti… - la voz de Mónica ser rompe visiblemente emocionada.

-          De gracias ¡nada! Gracias a ti por ser una magnífica persona, en primer lugar, una excelente currante y por haber sacado del armario a esta pedazo de burra que se creía que nos podía engañar eternamente, desde que te hice la entrevista, supe que eráis almas gemelas - tiro de su mano hacia mí, a la vez que ella tira de Eme y nos fundimos en un abrazo las tres. Pero el momento dura poco…

-          ¡Mierda de abrazos menstruales! – espeta Eme, zafándose del abrazo. - ¿Es que me queréis ver llorar…?

Todos rompemos de nuevo en carcajadas cuando la puerta se abre de nuevo y sin previo aviso. Oscar, irrumpe con ambas manos ocupadas, cargado con cafés y donuts para todos, gesto que es recibido con una merecida ovación. “Joder, esto se empieza a parecer al camarote de los hermanos Marx”.

El sol había pasado de puntillas por el mediodía y ya se encaminaba hacia un ocaso seguro. Sea como fuere, la tarde se me había pasado rapidísimo entre risas y anécdotas, y lo mejor de todo es que Oscar, mi Oscar, encaja perfectamente con mis amigas y sus recién estrenadas parejas. Así que la única pega a poner en esta tarde es que estamos en un hospital y no en mi casa o en alguna terraza.

(R)

La puerta de nuevo adquiere movimiento y Esteban, seguido de un séquito de residentes, enfermeras y auxiliares, irrumpe pidiendo a todos que abandonen la habitación.

Me quedo sola y bastante impresionada, aunque Esteban, que está empezando a resultarme un encanto de hombre, se apoya en el filo de la cama y me coge las manos para calmarme y decirme que tengo el alta médica. “¿Todo este despliegue de medios es solo para decirme que mi crisis ha pasado?”

-          Entonces, ¿me puedo ir a casa? – pregunto incrédula.

-          Eso es, te puedes ir del hospital, aunque creo que Vera tiene otros planes para ti, y para todos tus amigos. ¡Quiere que todos os vengáis a casa! - Esteban sonríe justo cuando Vera irrumpe en la habitación, con el bolso de mano que dejé en su casa con mi ropa. Lo cual me parece muy buena idea porque salir del hospital con el vestido plateado y los tacones, como que no.

-          Ni se te ocurra que te vas a ir a tu casa, te vienes con nosotros. – Sentencia. – No voy a permitir que te de otra crisis de esas y te pase algo allí sola. – Argumenta.

-          Vera… - pongo mis ojos de gato de Shrek.

-          No, no, no me mires con esa cara…

-          Vera, sabes que necesito ir a mi casa… - suplico con la mirada. – Y sabes que no estaré sola… - sonrío. – Está a punto de claudicar. – Te prometo que mañana mismo iremos a visitaros ¿Qué tal una cena de recuperación de la inauguración? – cierro los ojos y junto las manos sobre mi pecho implorando por una respuesta afirmativa. Y…

-          Está bien cabezota, pero quiero que él o quien sea esté contigo en todo momento. Eh!?

-          ¡De acuerdo! – Exclamo y nos abrazamos tiernamente. – Gracias, mami. – Bromeo.

La noche está cerrada cuando llegamos a la chupi urbanización. Las puertas del ascensor se abren y salgo al rellano de mi ático. Tengo la sensación de que hace mil años que salí por esa misma puerta de camino a recoger a Miguel, con esa sensación de vacío y tristeza en mi alma que lo llenaba todo… justo al contrario que ahora que me siento muy feliz y agradecida.

Intento abrir la puerta pero un nudo se forma en mi garganta y me paralizo.

-          Eri, pequeña… - siento la voz de Oscar en mi nuca. Sus brazos me rodean y me alientan. Su cuerpo me arropa. – Tranquila, ya todo ha pasado. Estoy aquí para cuidarte… - me besa, desde atrás, en el cuello y coge la llave de mi temblorosa mano.

Entramos. Voy encendiendo luces y el pobre Otto sale a recibirnos como si nada hubiera pasado, moviendo felizmente su rabo.

-          ¡Ostias, el perro! Con todo este lío se me había olvidado. – Me lamento llevándome una mano a la cabeza.

-          Tranquila, pequeña, mientras tú deshaces la maleta, yo lo sacaré un ratito, ¿te parece bien? – Oscar, no espera a mí respuesta, me besa la frente y coge la correa que está en el mueble de la entrada. – Me llevo las llaves para no molestarte ¿vale preciosa? – Asiento cansada.

Otto, loco de contento, sigue a Oscar; aunque creo que seguiría a cualquiera que hubiera cogido su correa, después de más de 24 horas de soledad.

La Señora Aigner no podría haber buscado una cuidadora peor que yo… Me asomo a la terraza y efectivamente, hay unos cuantos “regalitos” de Otto “pobre animalito…” Sin pensar mucho me quito la cazadora vaquera, me remango el jeans y me descalzo. Abro el grifo y baldeo toda la superficie de la terraza. De camino, también se refrescará un poco, porque las noches parecen de pleno verano más que de primavera en este caluroso mes de mayo.

Casi estoy terminando de limpiar la terraza cuando Otto pasa por mi lado y comienza a jugar con el agua. Yo y mi particular conexión con el agua. Este ratito me ha relajado y me ha devuelto la sonrisa. “¿Cómo me puede llegar a gustar tanto el agua?” La presencia de Oscar no se hace derogar y aparece en la terraza abrazándose fuerte, muy fuerte a mi cintura por detrás, en un intento de que no me escape. Pero ya te digo yo, que no tengo ninguna intención de salir volando.

Me besa la nuca y toda mi piel reacciona. Ladeo la cabeza, respiro profundo y me dejo llevar por las cálidas sensaciones. Siento su cómo su cuerpo se acopla perfectamente al mío y abrazo sus brazos que me apresan bajo mi pecho.

Oscar va dejando un reguero de besos por la línea de mi cuello hasta la clavícula. Abro la boca dejando escapar un necesario suspiro cuando un frío y una humedad nos hacen reaccionar precipitadamente separándonos.

Me he distraído con las atenciones de Oscar y he dejado la mano tonta con la manguera abierta. Oscar se carcajea y amenaza.

-          Ah, ¡con que esas tenemos! ¿Quiere guerra señorita Eri? – sus palabras amenazantes y la anticipación en su mirada conforman toda una promesa para mis sentidos que despiertan y se alborozan ante la inminente confrontación.

Alguna vez he oído decir: “La mejor defensa es un buen ataque”, así que no me lo pienso y desafiante, dirijo la manguera hacia los, ya húmedos vaqueros, de Oscar, que recula y se ríe a carcajadas.

-          ¡Para o me las vas a pagar todas juntas! – me amenaza a voz en cuello, dando cómicos saltitos para intentar escapar, en vano, de mi implacable puntería. Me parto de risa.

-          ¡Huye cobarde! – apremio en tono cómico, dirigiendo el chorro de agua, hacia Oscar que le impacta de lleno. Otto se suma a la fiesta y salta alrededor de Oscar, haciéndolo todo aún más cómico.

-          ¿¡Cobarde!? – espeta. -  Te vas a cagar… - Oscar me amenaza y se detiene. Mi rostro se queda expectante. - ¡Ven aquí listilla que te voy a mojar!

De repente, deja de intentar librarse del agua, de todas formas tanto salto y aspaviento, le ha servido de poco; y viene directo a por mí, de modo que salgo corriendo sin soltar la manguera. Otto nos persigue a ambos ladrando jovial.

Oscar me da caza junto a la mesa de la terraza y me quita la manguera de la mano, todo en el mismo movimiento. Me giro entre sensual y suplicante…

-          Por favor, no me mojes, odio el agua fría… - Hago un puchero, pero no tengo que ser muy lista para advertir que mi súplica le está entrando por un oído y saliéndole por el otro.

-          Ah! Ahora, venimos con esas… - en su cara se dibuja una sonrisa de niño de 9 años jugando a la guerra de los globos de agua. - Debes saber que soy un hombre de palabra… - roza la punta de mi nariz con la suya, en un gesto tan perfecto y dulce que mis defensas se desploman y desintegran a la velocidad de la luz.

Un fuego interior se está asomando a su insondable mirada que me atrae como la luz a la polilla. Se muerde el labio inferior y el magnetismo se apodera de mi cuerpo. Solo deseo que me rodeen sus brazos y adueñarme de su boca. Estoy perdida en él cuando me propone:

-          Aunque, ahora que lo pienso mejor… retira lo de cobarde y no te mojaré… - que proposición más de chicos, me hace recordar el patio del colegio…

-          Eres un crío ¡ni lo sueñes! – lo desafío.

Su respuesta no se hace esperar, apunta la manguera directamente al centro de mi pecho y un agua fría, no, lo de después, me empapa de pies a cabeza. Sus carcajadas resuenan por toda la terraza.

-          ¡La venganza es un plato que se sirve frío! – se carcajea. – Y nunca mejor dicho. ¿Está demasiado fría señorita listilla?

Intento responder pero no puedo porque el agua salpica por mi cara, haciendo un revoltillo con mi pelo que intento apartar sin éxito… Pero creo que la respuesta no es necesaria porque los pezones bajo la camiseta blanca de algodón ya están respondiendo por mí.

Gracias a este afortunado acontecimiento, Oscar se queda embobado y aprovecho a quitarle de nuevo la manguera. Pero no hace falta porque él la lanza lejos, haciendo que Otto la siga y deje de saltar a nuestro alrededor para saltar alrededor del chorro de agua. Y con una ansiedad que le nace del más profundo y salvaje interior, se pega a mi cuerpo y me besa con la fuerza de mil huracanes.

Nuestras bocas chocan y se entrelazan. Bailan al son de un ardiente recuerdo. Me coge la cara con sus fuertes manos impidiendo que me aleje, cosa que no quiero hacer, y me devora entre profundos gemidos.

Nuestras lenguas se buscan y encuentran en el mismo momento que en nuestros pechos estalla una supernova de sentimientos renovados.

Ato mis brazos a su cintura al mismo tiempo que él me eleva y sienta en la mesa, haciendo que mis piernas lo rodeen. No puedo, ni quiero, resistir la tentación de meter mis ansiosas manos bajo su camiseta y acariciar su abdomen y sus pectorales.

Sin dejar de besarme y lamerme la boca, se lleva las manos hacia la espalda por encima de su cabeza y se saca la camiseta con este estilo tan de chico que me encanta. La deja caer, no me importa dónde y busca con avidez el filo de la mía, sacándola de un solo tirón. La atracción que ejercen nuestros cuerpos hace que nos acerquemos desafiando a la propia piel.

Sus manos, seguidas de sus labios, se dirigen sin vergüenza hacia mis pechos que mueren por sus caricias. La temperatura se eleva en cuestión de segundos y mil truenos, con sus mil relámpagos resuenan dentro de mi cuerpo que es todo pasión y lujuria.

Enredo mis manos en su nuca alcanzado a tocar el cielo cuando siento que mis vaqueros desaparecen de mi cuerpo, dejando al descubierto mis braguitas que también desaparecen de un tirón. El gesto me calienta y me enciende, me eleva. Sufro la necesidad de sentir el peso de su cuerpo sobre el mío, de manera que tiro de sus varoniles mandíbulas hacia mí, arqueando la espalda para llegar de nuevo a sus besos.

A la vez que sube acaricio su entrepierna por encima del vaquero, convirtiendo la necesidad, de ambos, en verdadera urgencia.

Somos dos bestias de sensaciones que chocan una y otra vez proporcionando y recibiendo un insuperable y sublime placer.

No puedo esperar más, el deseo y el ansia me invaden por completo. Salto de la mesa y lo libero de la presión que aun ejercen su pantalón y su ropa interior. Y acaricio. Y toco. Y manoseo. Y sobo con mis manos, con mis caderas, con mi trasero y con mi boca. Soy toda lascivia y voluptuosidad. Escuchar sus roncos gemidos y jadeos, hace estallar mi pecho, es mi banda sonora preferida. Sus manos en mi cabeza marcando un ritmo nunca hablado me avivan y me queman.

Me frena pero me resisto, yo quiero más, pero él también, de manera que me agarra bajo los brazos y de un solo tirón me sienta de nuevo sobre la mesa. Sus profundas pupilas dilatadas por el frenesí y el delirio recorren un camino sobre mi piel seguido por las suaves y prometedoras yemas de sus dedos. Su mirada me enciende como mil volcanes en erupción y pone mi sangre en su punto de ebullición. Mis mejillas se arrebatan y acierto a taparme los ojos con las manos.

-          Mi dulce Eri… - pronuncia con voz roca y vehemente, captando toda mi atención, las tres palabras que más me encienden de todas. Me quita las manos de la cara y las dirige despacio y sensualmente hacia su erección. Gesto que me inflama el alma – Quiero verte y que me mires. Te quiero mía y quiero ser tuyo. Ahora somos uno…

Me abalanzo a su boca justo cuando sus dedos acarician la intimidad de mis pliegues, receptivos, húmedos y ansiosos. Sobradamente preparados.

El momento de matar y morir ha llegado. No hay un dios que se resista a la inminente necesidad de nuestras almas.

Oscar, grande, fuerte, sensual, divino me enviste y atraviesa, me eleva a la enésima potencia y reincide en su gesto. Siento que toco el paraíso.

La intensidad de nuestro encuentro lo ocupa, lo puede y lo vale todo. No hay día ni noche. No hay vencedores ni vencidos. No hay cielo ni tierra. Solo carne. Solo jadeos. Solo fuego. Solo nosotros en eterna lucha contra la catarata de sentimientos.

El éxtasis se acerca a ritmo de latidos desbocados, mordiscos y desenfreno.

Su potencia y sus cambios de ritmo. El olor y el tacto de su piel. Sus manos sujetando mis caderas. Mis manos acariciando mi propio cuerpo. Su boca. Nuestros jadeos. Nuestros centros neurálgicos del placer sobresaturados de sensaciones y una única sensación invadiéndolo todo. Amor y sensualidad se dan la mano para conducirnos hacia su particular terreno.

Entre vaivenes de caderas, respiraciones entrecortadas y espaldas que se arquean, nos asalta la urgencia del clímax y estallamos en millones de pequeñas esquirlas que invaden todo el espacio, para recomponerse poco a poco justo cuando la actividad cesa y extenuados caemos pecho con pecho, intentando aspirar el necesario oxígeno.

Pequeños besos son dejados por mi cuello y mi mejilla, por un Oscar que es todo sensibilidad y ternura.

Acabo de volver de otra galaxia, a este mundo cuando recuerdo cómo ha empezado todo…

-          Nunca me podré quejar de que no eres un hombre de palabra… - Oscar hace un sobreesfuerzo para mirarme extrañado. Ante su gesto de contradicción continuo diciendo - siempre cumples lo que dices.

-          ¿Sí? ¿Y eso?...

-          Hace ya algún tiempo dijiste que me harías volar y pocas horas después estaba en un avión contigo… - Hago una pequeña pausa para disfrutar de la perfecta sonrisa que acabo de dibujar en el rostro de Oscar al traer a su mente aquel, ahora, lejano recuero; y continuo – Y hace escasos minutos que dijiste que me mojarías y vaya si me has mojado…

Ambos rompemos en sonoras carcajadas y nos abrazamos como si cada uno fuéramos la tabla de salvación del otro, sin dejar de besarnos y acariciar nuestra expuesta piel.

Nos incorporamos y nos damos cuenta de que acabamos de hacerlo sobre la mesa de terraza pero no nos invade sensación alguna de vergüenza. Más bien una risa incontrolable. Así que desnudos, gloriosos y exultantes de placer nos abrazamos y entramos en casa. No sin antes cerrar el grifo que está empezando a inundar la terraza.

Camino abrazada a la cintura de Oscar a la vez que con su brazo me rodea por encima de mis hombros.

Nos dirigimos al baño y sin preguntar empiezo a llenar la bañera y enciendo un par de velas justo antes de apagar la luz. Todo, ahora, es calma y sosiego.

-          Oscar… - lo llamo suavemente, con miedo a romper la magia.

-          Dime, preciosa… - se acerca a mí con su peculiar actitud de dominar la situación y me acaricia el mentón haciendo que nuestras miradas se encuentren bajo la cálida luz ambarina.

-          No puedo dejar de sentirme adicta a ti… - nos besamos y el segundo asalto empieza en silencio…

La electricidad, el magnetismo y a atracción nos hacen esclavos de nuestros deseos y el manto de la noche nos acuna y nos mece, nos envuelve en un mar de sentimientos que no nos piden, ni nos dan tregua…

Continuará…

Todos los derechos reservados SafeCreative número 1404150597806 

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bueno, despues de tanto, aquí tenéis el tan pedido y ansiado capítulo. No quiero quejas que es el más largo que he subido hasta la fecha, eh!? ;)

Me gustaría comentaros unas cuantas cosillas. En primer lugar, muchas me comentáis que a veces no os cargan los capis nuevos. Pues bien, no es un secreto que la app falla, así que cuando os ocurra esto en vuestro tablet o smartphone podéis finalizarla a ver si al abrirla de nuevo, os carga. Lo mismo para las que no os deja votar y/o comentar. Si esto no es suficiente, y sigue fallando, desinstaladla y volver a instalarla, suele funcionar. Si con esto no es suficiente, no os queda más remedio que leer, votar y comentar en el pc. que nunca falla. ;P

Lo segundo, en www.facebook.com/MundoRelatos se está creando una comunidad muy chula donde intercambiamos todo tipo de informacion sobre los libros, personajes, música, imágenes, os recomiendo que le echéis un vistazo.

Y por último, un escritor de wattpad @ChrisXavo ha escrito una reseña que me ha gustado mucho en el capittulo 6 de un libro de reseñas que tiene. Se titula EL ESPACIO XC, os recomiendo que os paséis la leáis y comentéis, a ver que os parece. También podréis disfrutar del análisis de otros escritos.

bueno, os dejo tranquilas hasta el proximo capítulo!!! Mil besos y mil gracias por todos sois las mejores lectoras que jamças podría haber soñado!!! Besos everybody!!!

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