Perfectos Mentirosos © [Compl...

By Alexdigomas

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Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiesta... More

Nota
Prólogo
Antes de leer...
LOS PERFECTOS MENTIROSOS
Tagus
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21 - Primera parte
21 - Segunda parte
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23 - Primera parte
23 - Segunda Parte
24 - Primera parte
24 - Segunda parte
25 - primera parte
25 - segunda parte
Notita
26 - Primera Parte
26 - segunda parte
27 - Primera parte
27 - Segunda parte
27 - segunda parte (repetido para aquellos a quienes no les carga el anterior)
28
29 - Primera parte
29- Segunda parte
29 - Tercera parte
NOTA SUPER IMPORTANTE
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31 - Primera parte
31 - Segunda parte
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34 - Primera parte
34 - Segunda parte
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36
37 - Primera parte
37 - Segunda parte
38 - Primera parte
EPÍLOGO
Nota final de la autora
-Extras de la historia-
AEGAN (1)
CAPÍTULO EXTRA
EXTRA ESPECIAL

38 - Segunda parte

1.5M 123K 586K
By Alexdigomas

38 - Segunda parte

De acuerdo, la historia también pudo haber terminado en el punto anterior con un narrador de voz épica:

"Y al final aquella desdichada, delgaducha pero maliciosa chica se quedó sin dinero, sin posibilidades y sin salida. Huir le fue imposible. Pasó el resto de sus días en la isla, recordando, deseando y arrepintiéndose. En sus últimos días y con sus últimos alientos trató de decir algo, pero antes de poder lograrlo la muerte se la llevó para también frustrarle el fallecimiento dramático".

En serio, mi suerte era de la mierda, pero al menos eso no pasó. Lo que pasó fue que después de lo de Cory casi me explota el hígado de la furia, pero bueno, tampoco había nada que pudiera hacer. Quedé convencida de que eso es lo que pasa cuando una persona que no es mala intenta hacer cosas malas en las vidas de otros: todo le sale al revés y termina peor de lo que es posible terminar.

Pero es que la puta vida es así. Eso no le sucede a los que son malos de verdad. Los malos de verdad siempre se salen con la suya, y el universo no les lanza karma ni les cobra lo que deben.

Así que... mi plan de huir ya no podía ejecutarse. No tenía nada. Cory se lo había llevado todo y se había ido esa misma mañana de la isla. Ni siquiera pude buscarlo para matarlo a puñetazos porque ya estaba muy lejos de allí.

Entonces, tres años después cuando creí que había sanado, volví a encontrarme en el fondo del pozo de la miseria. Ya no odiaba a nadie (excepto al maldito de Cory) y no quería venganza (excepto del maldito de Cory) pero me sentí en el mismo punto en el que Aegan me había dejado. La vida volvió a ser una tortura, y lo único que me quedó para sobrellevarla fue incluso humillante.

Tuve que volver a la jodida tienda. En serio, habría preferido lamer la orina del suelo del bar que entrar otra vez en esa porquería, pero ya no tenía comida y pues tampoco me iba a matar de hambre, ¿okey?

En cuanto atravesé la puerta, el encargado me miró con esa maliciosa y estúpida sonrisita de: sabía que volverías, perra. Giré los ojos y le pedí los alimentos junto a la botella de ron y las tres cajas de cigarrillos. Otra vez lo marcó todo en la caja registradora con una lentitud intencional.

La verdad es que en ese momento, parada en esa fea tienda, pensé que esa sería mi vida para siempre, y no quería vivirla. No tenía ganas. No sentí que fuera justo, porque yo ya no era la misma chica. Había cambiado, había entendido, había madurado, había sacado a relucir todo lo bueno que podía tener, y me daba rabia que nadie fuera a darse cuenta de ello, que lo único que me quedara fuera morir sola, amargada y triste.

Pues ya, eso era lo que me quedaba.

Cogí mis cosas con la mayor resignación posible. Admito que me pasó por la cabeza ir a lanzarme al río y morir ahogada como los hijos de la llorona, pero al parecer todavía tenía cierta fuercita mental y me pareció estúpido hacerlo.

Salí de la tienda a paso de perro triste con la cola entre las piernas. Creo que sucedió en el instante en el que tomé la ruta solitaria a la casa. Iba caminando mientras imaginaba mil maneras en las que Cory debía morir cuando de repente alguien se colocó ágil y silenciosamente por detrás de mí y me cubrió la cabeza con una bolsa oscura.

Solté todo lo que había comprado en la tienda apenas vi la negrura. En primera instancia no entendí qué demonios estaba pasando y traté de quitarme eso de la cabeza, pero para impedirlo la persona apretó la bolsa alrededor de mi cuello. En cuanto el aire empezó a cortarse, mis sentidos gritaron: ¡estás en peligro, bitch!

Active mi modo: defiéndete como una loca. Instintivamente intenté arrancarme la bolsa y protegerme con fiereza como era debido, pero no eran personas tontas las que me estaban atacando y lo entendí en el instante en el que un segundo individuo bastante fuerte me agarró los brazos, me los cruzó por detrás de la espalda y me puso unas esposas.

A pesar de que eso me asustó mucho y me inmovilizó las manos, no me rendí. Ingresaba poco aire por la delgadísima abertura entre la bolsa y mi cuello, pero solté chillidos, gritos y preguntas para exigir que me dijera qué demonios hacían y por qué.

Obviamente nadie respondió. Lo único que recibí fue un fuerte empujón para que caminara. Intenté correr en ese momento, pero una garra se me enganchó al brazo y comenzó a jalarme en alguna dirección con una brusquedad dolorosa.

—O caminas o te llevamos inconsciente —ordenó una voz grave, violenta y desconocida.

Un pánico alarmante me invadió al entender que jamás había escuchado a esa persona en mi jodida vida. Entonces mi sentido lógico me indicó que obedeciera porque a) tal vez de esa forma podría evaluar mis posibilidades; y b) porque no era tan tonta en casos tan peligrosos.

Así que sí empecé a caminar. Al mismo tiempo intenté valerme de mi oído, pero en realidad era un estúpido oído normal que solo captaba lo superficial. Era obvio que no podía correr porque escuchaba pasos por detrás y junto a mí mientras me daban los empujoncitos para que caminara. De todos modos, en un bobo intento traté de deducir a dónde me llevaban, pero el problema era que estaba totalmente a ciegas y ya temblorosa y asustada.

No podía hacer nada loco.

Calculé unos cinco minutos de caminata en silencio hasta que de repente escuché el motor de un vehículo.

—Sube —arrojó la voz.

Y de repente una mano grande me volvió a coger por el brazo, me sacudió de mala gana y me lanzó hacia el interior de algo. El golpe fue duro, pero por los sonidos asumí que me habían metido en alguna cabina de camión de esas cerradas que usaban para transportar alimentos.

Se cerraron las puertas, se pasó el seguro, alguien golpeó la cabina en modo de señal y en un instante el camión arrancó.

El suelo debajo de mí empezó a moverse por las protuberancias del camino de tierra de la isla. Yo respiraba agitada y ya un poco sudorosa debajo de la bolsa. Era asfixiante, casi claustrofóbico. Me puso a latir el corazón a un ritmo violento y aterrado. No entendía nada y mucho menos sabía en dónde iba a terminar, quienes me habían capturado así y por qué.

O sí lo sabía.

De repente un nombre me vino a la mente: Regan.

Luego otro: Adrien.

Luego una suposición lógica y atemorizante: gente de Adrien y Regan enviada a hacerme pagar por lo que había divulgado de ellos.

Ay, mierda.

Me quedé quieta durante el traslado, con las manos inmovilizadas detrás de la espalda por las esposas y la boca entreabierta para coger todo el aire posible. Intenté trazar planes rápidos, pero mi mente estaba colapsada por las mil ideas, suposiciones y preguntas que me causaba la situación.

¿Cómo me iban a matar? ¿Me iban a torturar primero? ¿Acaso vería a Regan? ¿Y si veía a Adrien? ¿Eso significaba que Aegan, Adrik y Aleixandre habían fracasado? ¿Habían liberado a su padre y estaba dispuesto a cobrar venganza?

Intentar darle respuesta a todo eso me mareó y me revolvió el estómago. Hasta quise vomitar de los nervios, pero me controlé.

Pasaron minutos y luego tal vez una hora. Me sudaban la frente, el cuello, los dedos. Ya me había convencido de que estaba dispuesta a patear, gritar y morder apenas alguien se me acercara, pero no sabía si eso serviría de algo.

Quise llorar, pero no lo hice.

El camión se detuvo. Escuché la puerta del conductor cerrarse con fuerza. Luego silencio. Después los seguros de las puertas de la cabina girando, y en unos segundos estas mismas abrirse. Vi un débil reflejo de luz a través de la delgada rendija que dejaba la bolsa en mi cabeza.

—Baja —ordenó otra voz más fea y carrasposa.

Y sobre todo: también desconocida.

De acuerdo, se trataba de gente extraña, obviamente agresiva y no me quedaban dudas de que también peligrosa. Entonces no puse objeción y me levanté. Una mano me enterró los dedos en el brazo apenas llegué al borde. Me ayudó a bajar sin cuidado como si fuera una bolsa de basura. Cuando pisé lo que se sentía como asfalto, me empezó a empujar para que caminara.

Avanzamos. A mi alrededor había un silencio denso, extraño, indescifrable. Seguíamos al aire libre, pero, ¿en dónde? No en el pueblo, porque ahí era ruidoso. Debía ser en los alrededores donde todo lo demás solo era árboles y tierra. Sí, todavía olía a eso.

Se abrió una puerta y se escuchó el hierro deslizándose contra el suelo. ¿Una puerta de hierro? El tipo me empujó, entramos y la puerta se cerró detrás de mí. Escuché varios pasos contra el piso. Me mantuve alerta y con los ojos abiertos de par en par a pesar de que no veía nada.

De pronto alguien me jaló del brazo. Empezó a conducirme con rapidez por algún sitio poco iluminado y cerrado. Mi respiración ya iba a mil. Pensé que me meterían a una celda o a una habitación de tortura.

Ese fue mi último pensamiento: tortura.

Porque sentí un fuerte golpe en la nuca.

Y todo se puso negro.

***

Me costó abrir los ojos.

Creo que abrí primero uno y luego el otro, como si estuviera borracha. En cuanto recuperé el conocimiento tiempo/espacio descubrí que me dolía el cuello y que no podía controlar muy bien mi cabeza. Pensé que estaba tirada en el suelo, pero en un segundo me di cuenta de que estaba sentada en una silla, que tenía una cuerda alrededor del torso para sostenerme del espaldar y que ya no tenía la bolsa en la cabeza.

Parpadeé con fuerza hasta aclararme completamente. Miré mi entorno. Estaba en una habitación de cuatro paredes con una bombilla en el centro del techo, así como en una película de terror. Aunque un minuto después me quedó claro que lo más aterrador sin dudas era lo que tenía en frente.

Había un montón de cosas pegadas a la pared.

O mejor dicho: un montón de recortes de periódico.

Parecía un gran collage. No la abarcaba toda, pero sí gran parte. Formaba un rectángulo perfecto de encabezados y artículos que de momento no logré leer a exactitud. Intenté inclinarme hacia adelante para lograrlo, pero entonces mi cerebro cayó en cuenta de que no tenía ni las manos ni los pies atados y de que la cuerda alrededor de mi torso estaba floja.

Pude quitármela yo misma. Entonces me levanté de la silla y avancé hasta acercarme lo suficiente a la pared como para leer los recortes.

Me quedé pasmada con los primeros que entendí:

"LA FAMILIA CASH ES BLANCO DE INVESTIGACIÓN".

"ADRIEN CASH ES SOLICITADO EN EL JUZGADO POR CRIMENES DE ABUSO A MENORES".

"REGAN CASH ES PUESTO BAJO CUSTODIA POR POSIBLE MALVERSACIÓN DE FONDOS".

En shock, fui leyendo cada encabezado. Un artículo exponía que ya Adrien no era candidato y se explicaba que tanto Regan como él estaban en el ojo de muchas investigaciones policiales que acababan de abrir casos profundos. Un par tenía fecha del año en el que había publicado los videos y los otros del año siguiente.

El resto de los artículos también se centraban ellos y en los escándalos generados por los videos. Otros hablaban de los hijos de Adrien como foco de especulaciones y de declaraciones. Se relataba cómo habían detenido a Regan en su propia oficina, cómo habían bloqueado cuentas bancarias y cómo habían allanado la mismísima mansión Cash para revisión.

Sentí un frío de pavor cuando comprendí que sí estaba ahí para pagar por eso, que el hecho de que los artículos estuvieran adheridos de esa forma a la pared era para que viera lo que había ocasionado.

Era un mensaje claro: "por esto vamos a matarte".

Di un paso atrás, temblando pero todavía esforzándome en mantenerme firme. Giré la cabeza para examinar la habitación. Había una puerta detrás de mí. Era obvio que estaría asegurada, pero creo que ya es un instinto humano intentar abrir una puerta cuando te sientes encerrado, incluso si sabes que no abrirá. Así que fui hasta ella y presioné la manija.

Para mi sorpresa, abrió.

No salí de inmediato. Me quedé ahí parada sintiendo aún más riesgoso el hecho de que estuviera abierta. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué pasaría si salía? No quise hacerlo. Quise cerrarla al estilo: "hola, adiós" y volver a sentarme en la silla como buena rehén.

Pero esa era la única dirección. Era la dirección obligatoria. Si no iba, en algún momento aparecerían para sacarme a la fuerza, así que no me quedó de otra que salir.

Avancé por un pasillo. Todo aquel lugar estaba hecho de concreto liso y pintado de gris de manera uniforme. Era tan cerrado que el silencio daba una impresión subterránea. Había una única puerta al fondo y a ser sincera ya me temblaban las piernitas de gallina flaca.

Bueno, mientras me acercaba traté de aceptarlo como la gente valiente: aquí me voy a morir. Y a lo mejor estaba en el peor punto: sin un destino específico, sin dinero, atrapada en la isla, pero no quería morirme tan rápido y menos de forma tan fea. Así que lo cierto es que me dio mucha tristeza y mucho miedo enfrentarme a lo que hubiera detrás de esa puerta.

Antes de contarte qué sucedió conmigo, aprovecharé para confirmarte que todo lo que leíste en esta historia fue real:

Una vez me llamé Ivy y luego me llamé Jude. Cuando era muy joven, mi hermano murió y mi vida cambió para siempre. Mi madre entró en una depresión inmóvil y yo tuve que buscar la forma de ir a la escuela y al mismo tiempo de conseguir dinero. Jugaba póquer con chicos mayores para lograrlo, vendía cosas, compraba otras y volvía a venderlas... En fin, me encargué de mí misma por mucho tiempo.

Nunca fui una chica asombrosa. Mis ojos son marrones, como también lo son los de millones de personas en el mundo. Mi cabello es castaño con tendencia a parecer una escoba, y no mido más de un metro sesenta y tres. Me gustan los memes y a veces me da mucha pereza depilarme las piernas. Tengo una cicatriz en la frente que parece una vagina, y siempre supe que ningún chico voltearía a verme las nalgas porque casi no tengo.

Tenía dieciocho años cuando llegué a Tagus y todo esto comenzó. Me enamoré de un chico que no estaba enamorado de mí, creí tener un poder que en realidad nunca tuve, y odié tanto a alguien que me negué a verlo desde otras perspectivas.

Sí, cometí errores.

Sí, no fui perfecta.

Sí, no fui una heroína.

No deduje las cosas de forma repentina, no me quedé con el chico malo ni lo hice cambiar, no derroté a los villanos, no descubrí que era bellísima a pesar de mis defectos, no hice honor a mi género ni triunfé por encima del otro. Pero, ¿y qué? No siempre debemos ser protagonistas o seres perfectos o tener ideas razonables como héroes de novela, porque te aseguro que ir contando cada paso en la vida es una forma jodidamente aburrida y limitativa de vivir.

A pesar de mis fallos al menos entendí que sí está bien equivocarse, pero que está mucho mejor aprender a no equivocarse de nuevo. Comprendí que está bien creer una cosa, pero que está mucho mejor abrirse a nuevas perspectivas. Así que de todos los finales que pude haber elegido para esta loquísima y defectuosa historia te voy a dar este. No es completamente feliz, no es completamente malo, no es completamente trágico o crudo, es solo un final.

A todo riesgo abrí la puerta.

Y lo primero que escuché fue una voz:

—Creo que hay que decírselo de esa forma.

Shock total.

Parálisis total.

Planeta y tiempo detenido totalmente.

Durante los primeros segundos no comprendí qué rayos estaba pasando. Me quedé inmóvil, preguntándome si es que no estaba muerta ya. Un nudo en la garganta hizo que me ardieran los ojos abiertos de par en par y que de inmediato se me llenaran de unas lágrimas que no me quise limpiar.

La primera cara que vi: Artie.

La segunda cara: Lander.

Y no lo creí, así que los repasé, atónita: ella con su cabello negro, largo y lleno de ondas desprolijas. Él con su cabello pelirrojo y sus gafas de pasta. Ella con su rostro perfilado de hada, y él con su aire de nerd.

Respiraban. Estaban vivos. ¡Habían sobrevivido!, pero unos segundos después me di cuenta de que había sido casi por poco. Artie tenía algunas cicatrices en el rostro y estaba apoyada en una muleta. Lander llevaba un parche en el ojo derecho, tenía muchísimas cicatrices en la cara y estaba sentado en una silla de ruedas.

Algo dentro de mí se retorció de dolor, y luego de mucha culpa. Ella de inmediato me dedicó una sonrisa amplia y conmovida, pero aun así empecé a llorar como una estúpida con un montón de emociones mezcladas. Estaba feliz de verlos, claro, de que no fuera Adrien o Regan quien estuviese ahí, pero al mismo tiempo me sentí muy dolida de que esas fueran las consecuencias del accidente.

Quise decir algo, soltar alguna palabra, pero Artie giró la cabeza como invitándome a mirar quiénes eran los otros que también estaban ahí en ese momento.

Mi corazón retumbó en mi pecho como vieja a punto de sufrir un infarto. Primero me fijé en Owen. Llevaba el cabello rubio ahora más largo, y sus ojos tenían ese mismo azul de la playa que recordaba con claridad. Luego vi a Aleixandre, todavía con ese fiel estilo de cabello peinado hacia atrás y una gran y tierna sonrisa de chico perfecto. Me impresionó mucho notar que había un brillo de emoción en sus ojos grises que transmitía un claro: "me alegra tanto volver a verte", y a mí también me alegraba volver a verlo, sí.

Sentí que podía desmayarme cuando pasé al que estaba a su lado. Era inconfundible. Habrían pasado cincuenta años y lo habría reconocido de la misma forma solo por esos ojos grises. De igual modo me detuve a ver la sonrisa ladina, las manos hundidas en los bolsillos y la ropa oscura. Todavía flotaba un aire enigmático a su alrededor como si retuviera todo un mundo secreto y misterioso en su interior esperando a ser descubierto. Recordé que yo había conseguido entrar un poco, y algo cálido que me sacó más lágrimas estalló en mi pecho.

Su mirada se encontró por la mía durante un instante, y todo fue casi un: "hola, Jude" "hola, Adrik" "estoy contento de verte" "estoy contenta de verte" "¿somos los mismos?" "creo que no" "perfecto".

Como mi cuerpo estaba demasiado rígido por la impresión, le dediqué una sonrisa pequeña entre las lágrimas.

Luego, por último, mi mirada pasó a la otra cara...

Ya va.

¿Y la otra cara?

De pronto me di cuenta de que no había ninguna otra porque de los tres hermanos solo había dos:

Aleixandre.

Y Adrik.

Nadie más.

El mundo se paralizó por un instante. Mi emoción se congeló. Un frío de temor me recorrió la espalda. Parpadeé como si eso fuera a hacerle aparecer, pero en serio no estaba allí.

—¿En dónde está Aegan? —pregunté inmediatamente en un hilo de voz.

Los contemplé a todos a la espera. Después de mi pregunta, cada uno se miró. Las sonrisas se debilitaron y las caras no demostraron nada bueno. Sentí que el corazón se me aceleraba de miedo solo por eso. Sentí que quería volver a gritar la pregunta.

—Jude, él... —se atrevió a hablar Aleixandre, un tanto serio como si se le dificultara decirlo—. Cuando venía de vuelta en el jet aquella vez que te trajo, hubo un accidente y...

No completó la frase. Sus labios se apretaron como si le fuera imposible soltarlo. Mi cerebro supo a lo que se refería, pero fui incapaz de pronunciar la palabra mentalmente.

Ay, Dios.

Ay, Dios.

—¿Qué? —emití apenas en un susurro.

Aleixandre formó una fina línea con los labios demostrando una aflicción tensa y difícil de expresar. Nadie se atrevía a soltar palabra.

—Por eso tardamos... —mencionó Owen, rascándose la nunca en un gesto desanimado—. Tuvimos que ocuparnos de todo nosotros mismos y fue muy difícil.

Se me detuvo el universo entero. Los vi a todos, pero al mismo tiempo los vi dobles. Quise apoyarme de algo para no balancearme, pero no había nada sólido cerca. Solo pude pensar en el video que Aegan había dejado, en lo que había quedado pendiente, en...

De repente se escuchó el sonido de un retrete bajando. Seguido a eso se abrió una puerta a mi derecha, que por lo que vi daba a un pequeño baño. Entonces, Aegan apareció mientras se subía la cremallera del pantalón.

Apareció ahí con su altura arrogante, sus brazos tatuados como arte y los ojos más claros y demoniacos que nunca. Tenía el cabello un poco más largo, pero el corte igual le enmarcaba cada rasgo de chico guapo que le había dado la genética: esa boca ancha, esa nariz con una ligera curva y esa mandíbula perfecta. Siempre me había parecido uno de esos gánsteres de película, y seguía teniendo ese mismo aire incluso en la ropa cara e ingeniosamente escogida.

Se detuvo al darse cuenta de que yo lo miraba con una perplejidad casi al borde del desmayo.

Hundió las cejas.

—Ya quisieras que estuviera muerto, ¿verdad, pendeja? —me soltó en un resoplido.

Entonces Aleixandre y Owen estallaron en una carcajada sonora. Fue una carcajada grande y burlona de: "¡Mira su cara!". En sus lugares, Artie y Lander reprimieron las risas, y hasta Adrik bajó la cabeza para reírse bajito como a él le gustaba hacer. Yo estaba ya más rígida que un palo con los ojos desorbitados y la conciencia al punto de la desaparición.

Imbéciles.

¡Mis imbéciles!

El alma me regresó al cuerpo para poder procesar mejor el momento. Ni siquiera parecía creíble, pero tres años después, en el instante en el que con mayor intensidad creí que no regresarían por mí, ahí estaban. Se encontraban intactos. Se encontraban juntos de nuevo. No me habían olvidado. No me habían abandonado para vengarse.

Quise preguntar muchísimas cosas al mismo tiempo, pero solo me salió una:

—Ya va, ¿ustedes me mandaron a traer así como si me estuvieran secuestrando para matarme? —pregunté, desconcertada.

Aegan soltó una risilla de esas que lo caracterizaban y que indicaban burla y satisfacción.

—Sí, era para asustarte —aceptó, relajadísimo.

—Yo le dije que no lo hiciera de esa manera —dijo Artie, negando con la cabeza como si no tuviera remedio—, pero ya sabes cómo es.

Sí, sabía exactamente cómo era. Lo sabía y de todas formas no me molesté por eso, porque ellos eran reales. Aquello era real. Estaban ahí, y era lo único que me importaba. Podían hacerme mil bromas si les daba la gana, pero no podían superar esa enorme emoción que estaba sintiendo dentro de mi cuerpecito de pollo.

¡Reaccioné de una jodida vez! En un impulso avancé hacia Artie y la abracé. Le pedí disculpas mil veces mientras me aferraba a ella como si fuera el día del accidente y nos diéramos el abrazo que debimos darnos en el aeropuerto. Luego me moví a abrazar a Lander, a quien también le pedí perdón mientras él me decía que nada había sido mi culpa.

Por alguna razón no fue necesario abrazar a los otros. Ellos simplemente me sonrieron, cosa que me fue suficiente para entender que todo estaba bien.

Luego de los abrazos procedí a limpiarme las lágrimas de tonta y empecé a hacer las preguntas:

—¿En dónde estamos?

Porque es que el sitio era rarísimo, de verdad. Esas paredes, ninguna ventana, poco ruido...

—Esto es como un lugar secreto en la isla —me aclaró Aleixandre—. No podíamos llegar a la casa de la familia de Owen porque en realidad no deberíamos estar muy a la vista.

El ambiente de felicidad y de reencuentro adquirió un aire serio con sus palabras.

—Nos siguen vigilando —asintió Adrik—. Todavía hay varias investigaciones abiertas y seguimos siendo foco.

Alterné la vista entre los tres, intentando entender todo. No tenía ni idea de que había un sitio secreto en esa isla, pero okey, con los Cash todo era posible. Joder, hasta había extrañado esas cartas secretas que siempre tenían bajo la manga, pero no pensaba decirlo.

—¿Leíste toda la información en los recortes que pusimos en la pared? —me preguntó Owen, todavía algo divertido—. Porque qué flojera contarte cada cosa, así que quisimos ahorrarnos el tiempo así.

Ah, ya tenía sentido, aunque eso me había asustado.

—Sí, ¿Regan y Adrien están en la cárcel? —pregunté.

Esa pregunta lo cambió todo. Las caras de cada uno no volvieron a indicar nada bueno y esa vez sí pareció muy real. Tuve la impresión de que ese era el momento serio, de que a eso se habían referido con "Creo que hay que decírselo de esa forma". De modo que me preparé para escuchar algo que posiblemente no me iba a gustar, aunque a ser sincera cualquier cosa era menos horrible en ese momento.

—Por ahora ellos están en la cárcel, pero pueden seguir moviendo gente a través de allí —me explicó Aegan.

Entonces Aegan miró a Adrik como cediéndole la palabra. Empecé a preocuparme solo con ese gesto.

—Vinimos a buscarte porque sospechamos que ellos ya saben que estás aquí —soltó Adrik con un sereno dominio de las palabras, como siempre—. Recibimos noticias de algunos presos a los que les pegamos para que nos tengan informados, y eso es lo que se rumora.

—Pero tú nunca hablaste con nadie, ¿no? —me preguntó Aleixandre—. Es decir, no lo suficiente como Aegan te dijo.

Ay, mierda...

Mi cerebro conectó hilos en un segundo y el nombre apareció en mi mente:

Cory.

Nunca le había dicho mi nombre real, pero había formado algo con ese imbécil durante meses, y lo cierto era que ahora su huida repentina con mi dinero tenía cierto sentido. A Adrien le convenía mantenerme en la isla para venirme a buscar y matarme.

Decidí no contarlo en el momento para no crear caos, pero se los explicaría luego.

—¿Sigo sin estar segura? —pregunté entonces.

De nuevo un pequeño silencio.

Bueno, ¿es que no habían planeado cómo decirme las cosas?

—Mira, hay muchos rumores —dijo Aegan, directo como solo él podía serlo—. Y ninguno es bueno. Adrien y Regan podrían salir. Todavía tienen mucho dinero y muchos contactos. Los videos ayudaron, pero no puedes matar esa influencia tan rápido.

De pronto Artie se acercó a mí. Me di cuenta de que cojeaba aún con la muleta sirviéndole de ayuda. Lo bueno era que llevaba un lindo chaleco de lana como los que sabía que tanto le gustaban.

—Sí, Jude, todavía no estás completamente a salvo —me confirmó ella con muchísimo pesar y preocupación—. Pero ya no vamos a dejarte sola. Te llevaremos a otro lugar y te rotaremos constantemente, pero esto solo será así si tú lo quieres. Lo hablamos mucho. Es un riesgo que todos tomaremos si también lo aceptas.

Owen asintió con decisión ante las palabras de Artie.

—Tenemos que estar unidos justo ahora —aseguró con un aire de valentía y liderazgo que jamás le había visto expresar—, y cuidarnos el culo los unos a los otros, porque Adrien va a querer vengarse de cada uno de nosotros de alguna forma en algún momento, y tenemos que estar preparados para eso.

Aleixandre también asintió. Estaba integro y pulcro como a él le gustaba andar por la vida, pero de repente detecté en su lindo rostro una preocupación parecida a aquella que tanto lo había afligido en Tagus.

—Le dimos la espalda a nuestro padre, y va a sacar todo su equipo y va a usar todos sus medios más sucios para cobrárselas —confesó sin ninguna duda—. No sabemos cuándo, pero va a suceder.

Seguido a eso, Aegan dio un paso adelante. Me observó con esos ojos diabólicos un tanto entornados. Estuvimos cara a cara nuevamente, y algo intenso e indómito chispeó entre nosotros de la misma forma que sucedió la primera vez que me senté en su mesa a retarlo. Solo que en ese momento se pareció mucho a una corriente de poder indestructible, como si dos potencias mundiales estuviesen a punto de firmar un pacto.

—Sé que eres feliz ahora... 

—No soy nada feliz en esta porquería —le aclaré.

—Entonces te necesito como aliada en esta guerra, Jude Derry —me dijo Aegan con total seguridad—. Te necesito. 

Cada uno me miró a la espera de mi respuesta.

Me tomé un momento y detuve la mirada en Adrik, que tenía los brazos cruzados y la expresión seria pero que al mismo tiempo lucía de acuerdo con cada palabra. Luego en Aleixandre que parecía más preocupado que nunca, y finalmente en Owen que parecía entusiasmado. Habían pasado más de dos años y los cuatro parecían haber cambiado físicamente, tal vez incluso en otros aspectos, pero por un instante sentí que la conexión entre nosotros cinco por peligro, culpa y pecado seguía siendo igual.

Yo estaba segura de que ya no los odiaba. Ya no sentía ese resentimiento intenso. Sabía que lo que había sucedido con Henrik siempre nos uniría, y lo que yo había ocasionado en su familia reforzaba esa unión. Sabía que de la forma que lo intentáramos, jamás íbamos a poder separarnos por completo. Sabía que a donde yo huyera, aquello iba a perseguirme por siempre. Sabía que tal vez Cory iba rumbo a darle información a Adrien o a Regan...

Pero lo bueno era que habíamos tenido un largo tiempo para recuperarnos, y que en definitiva ya no éramos enemigos. Ya nuestro único enemigo era otro, y podíamos trabajar en equipo para derrotarlo si era necesario.

Le dediqué a Aegan una pequeña sonrisa de complicidad.

—Será un placer trabajar contigo, Aegan Cash —acepté.

Me ofreció la mano porque para ser dramático él estaba hecho a la perfección. Y se la estreché. Y nuestra fuerza fue la misma. Y me sentí mejor que nunca, porque era el comienzo de algo que no sabía cómo iba a terminar, pero que tal vez, si la suerte ya no me odiaba tanto como antes, podía darnos un mejor destino.

Todos sonreímos y asentimos. Se sintió algo poderoso en el aire, como cuando un grupo de superhéroes se unía. Claro que no éramos superhéroes. Éramos lo más cercano a un desastre, pero al mismo tiempo lo más lejano al fracaso si le poníamos nuestro esfuerzo:

Adrik era un condenado inteligente, Aleixandre tenía las pelotas para ser valiente, Owen tenía la lealtad de un gran cómplice, Lander era un hacker habilidoso, Artie poseía ingeniosas habilidades para manejar los secretos, Aegan había sido dotado con la estrategia de los dioses, y yo...

Yo era la puta ama de las mentiras.

¿Cuál culo había que patear?

—Igual no se me olvida que me hicieron esperar tres putos años —les reclamé a todos de repente—. Así que ya sáquenme de esta porquería de isla y llévenme a comer una buena hamburguesa. Y que pase lo que tenga que pasar.

Nos fuimos en un jet. Claro, me llevé antes mis documentos con todo esto escrito. Lo bueno fue que al menos no hubo turbulencia para que nadie soltara cosas que no debía soltar, aunque en realidad la mayoría de los secretos ya estaban contados.

Como fuera, respiré de nuevo. Las voces, las risas, las cosas que me empezaron a contar durante el vuelo para ponerme al tanto, el hecho de estar reunidos, el ver a Aegan con la sonrisa de ganador y con esa inolvidable mirada de divertido demonio, escuchar a Adrik hablando solo para decir lo necesario pero sin estar ausente u obstinado, presenciar cómo Aleixandre le jodía la paciencia a Owen, y ver a Lander incluyéndose con total confianza...

Todo aquello me hizo inmensamente feliz.

En cierto momento, Artie y yo nos sentamos solas en el fondo para hablar de cosas más personales y confidenciales de amigas que no se habían visto en años. Me explicó que había tenido que dejar Tagus por su recuperación, pero durante un instante nos quedamos en silencio mirando a los demás en el resto de los asientos.

Lander intentaba explicarle a Aleixandre cómo funcionaba el piloto automático de un avión. Al mismo tiempo, Owen, con una cerveza en la mano, se burlaba de los dos. Por otro lado, Aegan y Adrik estaban hablando de algo, y se reían, y en verdad todo parecía ir muy bien entre ellos. De hecho, como nunca antes había visto que podían comportarse el uno con el otro.

Artie me dio un suave apretón en el brazo.

—Se llevan mejor que nunca —mencionó ella con cierta alegría en la voz—. Llevamos ya un año trabajando todos juntos para salir de todo esto, y los he visto muy unidos.

Hice la pregunta porque de verdad que era necesario para mi alma saber sobre eso:

—¿Melanny...?

—Ella sigue en donde debe estar sin posibilidades de salir —me tranquilizó Artie, bastante segura—. Y ninguno habla de ella. No es necesario porque están mejor así.

Algo dentro de mí sintió un alivio refrescante.

—Eso es genial —murmuré, todavía mirándolos.

Admití que había olvidado lo diferentes que eran, pero también cuanto podían parecerse. La primera vez que los tuve cerca había pensado que uno era luz y el otro era oscuridad, pero ahora pensaba de otra forma. A Adrik siempre le faltó la malicia de Aegan, y a Aegan siempre le faltó la sensibilidad de Adrik, y sí que eran muy pero muy distintos porque cada uno tenía un mundo extraño y profundo en su interior, pero no se podía negar que compartían una cosa: eran capaces de destruir por igual.

—Sabes que debes hablar de eso con uno de ellos, ¿no? —mencionó Artie de repente en un tono cómplice, como si lo supiera todo.

La miré con todo el temor y el miedo del mundo, con un pavor que nunca antes había sentido frente a nada.

—Lo sé —asentí.

—¿Y ya sabes con cuál? —preguntó también, comprensiva.

Volví a observarlos.

Mi Jude del inicio habría dicho: ¿quién puso la regla de que debía ser con uno solo?

Pero la Jude evolucionada y sensata tomaba mejores decisiones, y no era tan estúpida ni pensaba serlo. Esa Jude, durante todo el tiempo que estuvo sola en la isla, entendió qué era lo que necesitaba y qué era lo que siempre había necesitado.

Había una segunda oportunidad.

Y justo eso era lo que me había hecho mantener la esperanza.

—Sí —le dije a Artie—. Ya lo sé.

La verdad es que me encanta recordar ese momento en el que íbamos rumbo a algún lugar, todos con la intención de trabajar en equipo, todos dispuestos a ayudarnos, todos conscientes de que habíamos cometido muchos errores pero que aun así no dejaríamos que el pasado se interpusiera.

Me gusta recordar que Aegan dijo una vez que no sabía qué podían ser los enemigos cuando dejaban de serlo. Yo en ese instante lo supe. Todos podíamos ser cualquier cosa por cualquier razón. Podíamos ser mejores amigos, podíamos conocernos más, podíamos aliarnos e incluso podíamos enamorarnos. Y eso estaba muchísimo mejor que odiarnos o culparnos eternamente por algo.

Hoy, cuando escribo este capítulo, tengo cuarenta y nueve años. Me sigo llamando Jude. Ellos me siguen llamando Jude. Creo que Ivy murió cuando terminó mi ridículo intento de venganza, porque solo ella adoraba a Henrik con tanta intensidad como parar armar un plan así. Y ya no soy así. Ya no miento ni hago locos e impulsivos planes de venganza. Podría decirse que llevo una vida tranquila, pero la verdad es que todos los días pienso en las consecuencias de mis actos y (esto es secreto) a veces creo que pue haberlo hecho mejor.

Tú sabes, joderle un poquito más la vida a Aegan, je, je.

Ah, eso también es importante que lo sepas: él ya no es tan cruel. Adrik ya no es nada ciego. Y Aleixandre... bueno, sigue siendo Aleixandre. Y a veces, cuando alguno de los cuatro tiene problemas, nos ayudamos, porque después de intentar destruirnos la vida ya no hay nada que no podamos decirnos. Confiamos los unos en los otros más de lo que podríamos confiar en nadie. Nunca hablamos de Melanny, ni nos sacamos en cara nuestros errores. Maduramos, aunque en ocasiones Aegan y Adrik me hacen unas putas bromas del carajo que me van a causar un infarto.

Comentario importante: los tres siguen estando buenísimos.

Admito que nunca esperé que esto terminara así. Nunca esperé hacerme su amiga o conocerlos tan a fondo. Ahora ni siquiera sé lo que es un día sin hablar con alguno de ellos, y si pasa un día entero y uno no se ha reportado, los acoso como madre intensa para saber si están bien.

Loco, ¿no?

Pero real.

Después de todo, ¿quién dijo que todo debe terminar como se supone que debe terminar? Dame el nombre y vamos y le pateamos el culo.

Nosotros rompimos cualquier ley de vida porque nos odiamos, nos hicimos mal, nos disculpamos, nos necesitamos y finalmente nos perdonamos. No te diré que en ese trayecto todo fue felicidad. Pasamos por muchas cosas que casi pero casi nos hacen retroceder y nos separan, pero... tal vez la persona que quiso reunirnos decidió que no sería tan cruel en esta ocasión con un grupo de personas que ya habían sido muy crueles consigo mismos.

No lo sé. A lo mejor somos los Sims de alguien.

En fin, las cosas son más o menos buenas ahora y a ninguno de ellos les gusta mencionar lo de antes porque son unos cobardes sensibles que ya no quieren aceptar que me trataron de la mierda solo porque sabían que yo podía cagarles la vida, pero a mí sí me gusta recordar un poco el pasado.

Me gusta recordar que ese día, en ese jet, ninguno de nosotros sabía lo que iba a pasar después. Y luego sí que pasaron muchas cosas, algunas malas y algunas muy buenas, pero de todo lo que sucedió desde que llegué a Tagus, ese ha sido mi momento favorito.

Lo es porque por primera vez en mucho tiempo fui verdaderamente feliz.

Lo es porque éramos siete.

Porque ya ninguno tenía secretos.

Porque ya todo estaba perdonado.

Porque éramos perfectos juntos.

Y ya no éramos mentirosos. 

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Dejaré mi nota luego del epílogo :)

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