Enfermos Mentales: Edificio d...

Por OneHistoryMore12

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Ellos creyeron que ya había acabado, pero Elizabeth se había ganado enemigos. Estuvo 4 meses rodeada de demen... Más

Prólogo+ Book Tráiler.
Personajes.
☆Capítulo 1: De vuelta a la acción.
☆Capítulo 2: ¿De qué me he perdido?
☆Capítulo 3: Todo se fue a la mierda...otra vez. Part. 1
☆Capítulo 4: Todo se fue a la mierda... otra vez. Part. 2 (TW)
☆Capitulo 5: Nace un nuevo problema. (TW)
☆Capítulo 06: Déjà Vu.
☆Capitulo 07: Rewind
☆Capitulo 8: Equipo.
☆Capitulo 9: Equipo. (TW)
☆Capitulo 11: No soy una asesina.
☆Capitulo 12: Happy Halloween.
☆Capítulo 13: La dama de rojo carmesí. (TW)
☆Capítulo 14: Cazando al monstruo. (TW)
☆Capítulo 15: Momento de la verdad. (TW)
☆Capítulo 16: Locuras por un CD. (TW)
☆Capítulo 17: Se busca un cadáver. (TW)
☆Capítulo 18: Jugar a ser Dios
☆Capítulo 19: Ángel de la muerte
☆Capítulo 20: Secuestro. (TW)
☆Capítulo 21: Culpable.
☆Capítulo 22: La chica de la foto.
☆Capítulo 23: Entre nosotros.
☆Capitulo 24: El secreto de Kiara.
☆Capítulo 25: Pasillos secretos.
☆Capítulo 26: El Gas. part 1. (TW)
Capítulo 27: El Gas. Part 2. (TW)
☆Capítulo 28: Separados.
☆Capítulo 29: El regreso de aquella torpe chica. (TW)
☆Capítulo 30: Personalidades.
☆Capítulo 31: Dulce cena navideña.
☆Capítulo 32: Las cosas no son como uno las planea.
☆Capítulo 33: Fin del juego. Part 1.
☆Capítulo 34: Fin del juego. Part 2. (TW)
☆Capítulo 35: Fin del juego. Part 3.
☆Epílogo.
Enfermos Mentales: Un pueblo en llamas.

☆Capitulo 10: Renacer (TW)

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Por OneHistoryMore12

Enfermos Mentales. Capitulo 10: Renacer.

(Advertencia de contenido sensible)
 

17 marzo. 
Año: Desconocido. 
 
El fornido hombre de ojos claros tomó a la pequeña de 8 años del brazo y la arrojó salvajemente a la esquina de la pequeña habitación de cemento sin pintar. La niña quedó tirada, acostada incómodamente sobre su brazo izquierdo, justo frente a la puerta. La luz amarilla que entraba por esta era bloqueada por el fornido cuerpo de aquel hombre que había destrozado su vida. Formó una pequeña mueca avisando un fuerte llanto. 
 
—No te atrevas a llorar, maldita —ordenó el hombre, provocando que la pequeña tenga que retener con todas las fuerzas las lágrimas que amenazaban con salir, provocando una mueca aún más fea en su pequeño rostro—. ¡Y quita esa cara! En cualquier momento puede venir alguien necesitado de tus servicios y tú con cara de culo arrugado. 
 
La luz que entraba por la puerta chocaba con aquel hombre, por lo que solo podía ver de el su fornida silueta. La castaña vio como la silueta se daba la vuelta y tomaba el pomo de la puerta, cerrándola mientras se iba. La pequeña rápidamente y con la poca fuerza que tenía, tomó un pequeño carrito de juguete que le quedaba al lado y lo hizo correr hasta la puerta. El carrito quedó entre la puerta y el pórtico, dejando esta entreabierta. El hombre estaba tan borracho que no se había ni dado cuenta. Una muy pequeña sonrisa de lado se pudo observar en el rostro de la pequeña gracias al pequeño rayo de luz de la sala. 
 
••••••••••••••••••••• 
 
3:10 de la madrugada, la pequeña castaña, sentada en la esquina de su habitación vistiendo solo un camisón blanco, presionaba el botón de su grabadora mientras hablaba lo suficientemente bajo para que aquél hombre no la escuchara, y lo suficientemente alto para ser oída en micrófono.  
 
“Y sigo aquí, tirada en lo más oscuro de esta cueva. El monstruo está arriba, está ebrio. Un oso me visitó esta noche, quería jugar conmigo pero yo no quería, no podía, ya no quería seguir jugando. El monstruo se enojó y no me ha traído nada de comer” 
 
La pequeña paró de hablar, apretó los ojos fuertemente tratando de evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos. Colocó la muñeca en su boca evitando soltar un jadeo y que se escuchara en el casete. Volvió a colocar la grabadora frente a su boca. 
 
“Mamá, ¿Por qué te fuiste, por qué me dejaste con el monstruo… con papá?” Las lágrimas esta vez fueron inevitables. Se escurrieron por sus mejillas sin permiso, deslizándose por su rostro y cuello, perdiéndose en el escote vacío de su camisón. “Papá…monstruo… ¿Por qué me vendiste a esos osos hambrientos? Ellos quieren jugar todo el día, ¡Yo ya no quiero jugar!  
 

Soltó el botón de la grabadora a la vez que la aventaba con fuerza al otro lado de la habitación. No se destruyó, pues descendió al piso antes de chocar con la pared y calló en la “cama” de la pequeña, la cual constaba solo de un colchón mugriento con una sábana arriba.

Dobló sus piernas, cruzó sus brazos y escondió su rostro en el pequeño agujero entre estas. Lloraba desconsolada, su pecho subía y bajaba rápidamente repetidas veces mientras jadeaba. No entendía nada ¿Por qué desde los 6 debía estar jugando con osos mayores y peludos? ¿Era eso normal en niños de esa edad? No sabía, nunca había socializado con nadie, no lo tenía permitido. 
 
Sollozó por última vez, “¿Qué estaba haciendo?” se preguntó. Levantó la mirada observando el rayo de luz que entraba por el pequeño espacio de la puerta y el pórtico. El monstruo estaba ebrio, probablemente hibernando. Si escapaba, él no la vería pasar.

Y entonces lo supo, era el momento.
 
Se paró, caminó hasta la otra esquina de la habitación, tomó la grabadora sobre el colchón y su pequeña mochila beige a los pies de este. La metió en la mochila junto a 3 juguetes y 2 juegos de ropa interior, era todo lo que tenía. Se acercó a la puerta mirando por el pequeño espacio, el pasillo estaba vacío. Salió de su habitación sigilosamente, deslizando su cuerpo por un espacio un poco más grande. Cerró la puerta lentamente mientras giraba el pomo. Para bajar escaleras había que pasar el pasillo en forma de “L”. Al principio estaba su habitación, al final del pasillo se encontraba la puerta de la cueva del monstruo.  Echó un pequeño vistazo, la puerta estaba entre abierta y podía observarlo tirado en su cama con decenas de cerveza y dulces raros a su alrededor. La castaña de pelos largos hasta debajo de sus glúteos, tomó una bocanada de aire, segura de lo que quería hacer.
 
Se enderezó comenzando a caminar lentamente. El piso de madera viejo rechinaba con el roce de una flor, y ella era una flor muy pesada, pero a la vez la más débil. Al estar parada frente a su puerta, sintió un escalofrió que comenzó desde las plantas de sus pies y recorrió todo su cuerpo. Normalmente solía pasar corriendo por esa habitación. Claro, las pocas veces que salía, 2-3 veces al mes, cuando el monstruo salía a hacer las compras y ella podía explorar la casa. Pero solo eso, ya que él cerraba todo con llave y las ventanas tenían rejas.

Ignoró el sentimiento, pasando rápidamente por enfrente de la puerta. Visualizó al final de pasillo la escalera de color blanco. Caminó a paso rápido hasta ella. Pisó el primer escalón. Todo estaba saliendo tan perfecto, mejor de lo que esperaba. Hasta que sintió unos dedos grandes y peludos rodear y apretar su muñeca fuertemente.

Giró la cabeza con una expresión de terror en su rostro. Trató con su otra mano de soltar el agarre, pero el hombre la atrajo a él y la tomó del cuello, la elevó deslizando su cuerpo hacia arriba en la pared. La pequeña abrió la boca tratando de respirar mientras dejaba soltar unos pequeños quejidos.

—¿A dónde vas, corderito? —preguntó con una sonrisa macabra en su rostro—. Oh…ya veo —dijo al ver la pequeña mochila que colgaba de los hombros de la pequeña.

Ella respiraba agitadamente. Él notó su miedo, le gustaba causar miedo, le encantaba. Sonrió más ampliamente. Aun agarrándola del cuello, la tiró al piso. La castaña cayó de cara, provocando un pequeño partido en su barbilla. El practicante le arrancó la mochila, la revisó viendo todo lo que había dentro. Soltó una pequeña risa seca al ver las pocas cosas que la niña tenía en el interior.

— ¿En serio? ¿Con esto pensabas escapar? ¡Mierda! Sabía que eras patética, pero no para tanto —dijo tirando la mochila sobre su espalda, ella soltó un quejido. Sentía como las lágrimas comenzaban a salir nuevamente—. ¿Sabes lo que eres? Una malagradecida. Te doy un techo, te doy comida, ¡Dios, pude haberte tirado a la calle! Pero en cambio te tengo aquí, aprovechando tu cuerpo al máximo. ¡¿Pero no ves eso verdad?! ¡Para ti solo soy un maldito monstruo que explota tu cuerpo, verdad!

Ella no podía decir nada, estaba shockeada. No sentía nada, pero lo oía todo. ¿Cómo pudo ser tan tonta para creer que podría escapar?

—Pues te tengo una sorpresa —se flexionó hasta estar lo suficientemente cerca de su rostro—. De ahora en adelante, seré ese monstruo, ese animal con máscara al que tanto temes —dijo antes de escupir un buen poco de saliva a la cara de la niña. 

Ella no supo qué pasó, o como fue; pero en ese momento su estado de shock desapareció. Cuando el monstruo se acercó lo suficiente a ella, hizo su mano un puño y lo impactó pegándole un fuerte puñetazo en el tabique.

—¡Ah! ¡Hija de puta! —gritó enfadado, dispuesta a matarla.

Ella sabía de lo que él era capaz, así que tuvo una idea. Bajó la mirada, su pierna estaba justo entre medio de ambas piernas de ese hombre. Sin pensarlo 2 veces, subió el pie rápidamente, dando a parar justamente entre medio de ambos testículos de su padre. Él soltó un grito de dolor—. ¡Me la vas a pagar! —exclamó en un quejido.

Se encorvó con las manos en sus partes íntimas, comenzando a dar saltos. Y ahí fue cuando la pequeña y lista niña vio su oportunidad. Dio un patada de lado justo en los tobillos del monstruo, haciéndolo perder el equilibrio y caer de espaldas por las escaleras de madera empinadas.

La niña adolorida se levantó del suelo, dando un vistazo al primer piso. El monstruo estaba tirado en el suelo sin moverse, al parecer había golpeado su cabeza con uno de los escalones. La pequeña vio su oportunidad. Tomó sus cosas esparcidas en el piso y las metió en la mochila. Bajó los escalones rápidamente. Cuando estaba en el primer piso, en un rápido movimiento tomó la billetera en el bolsillo del monstruo, la cual aparentemente estaba llena.

Cuando iba a volver a salir corriendo, una mano la tomó de la pierna, arrastrándola y haciéndola caer. Miró hacia atrás, el sonreía con malicia en su rostro, pero ella ya estaba decidida; no quería estar un minuto más en esa cueva, con esos osos hambrientos. Con todas sus fuerzas dio una patada justo en la cara de la bestia, haciendo soltar su agarre. Ella se paró rápidamente y corrió abriendo la puerta que chocó con la pared. Salió corriendo bajando los 3 escalones frente al pórtico.

Lo logró, había llegado al final del túnel, y la salida al final de este era muy brillante. Estaba corriendo, estaba débil. Intentaba ir más rápido pero sus huesos dolían

Al salir, se sorprendió; nunca había salido de la casa, las paredes de aquella cueva era todo lo que conocía. Todo a su alrededor era muy verde. Las casas eran hermosas y grandes, un vecindario muy hermoso. Por años se había preguntado por qué nadie se había dado cuenta lo que pasaba en aquella casa, pero es que ese vecindario era tan perfecto, que nadie se imaginaba que en esa casa los osos iban a cazar.

Mientras corría, todo el mundo la miraba boquiabiertos, “¿Desde cuando en esa casa vive una niña?” se preguntaban. Otra razón por la que nadie sospechaba nada, al parecer: nadie sabía de su existencia. Nadie sabía que ella saciaba el hambre de cientos de osos.

Ya llevaba casi media hora corriendo, había llegado a la ciudad. ¿Cuál? No sabía, no sabía dónde estaba, donde había estado toda su vida. Mientras corría observaba todo a su alrededor, era tan hermoso. Las luces, los edificios, los parques. Todos estos años se había perdido de eso.

Ya no quería correr más. Estaba cansada, sus pies dolían y ya no tenía fuerzas.  Miró hacia atrás por simple curiosidad. Nadie venía detrás de ella, ya estaba lo suficientemente lejos. Hasta ahora se dio cuenta: lo había hecho, había logrado escapar. Volvió su vista al frente para no estrellarse con nada, pero ya era tarde.

Cayó de espaldas en el piso con los ojos cerrados, soltó un pequeño quejido por el impacto. Pero no sentía dolor, es más, se sentía tan cómoda, relajada. No había parado de correr en más de media hora y…se sentía bien.

Sentía unas manos en su cara, palmeándola levemente. Pero sus párpados pesaban, eran difíciles de abrir. Escuchaba como la llamaban, “Hey, niña” pero no podía reaccionar, cada vez escuchaba menos. Luego, no sintió nada. Nada de nada por unos segundos. Estaba hecho, había llegado al final de la luz del túnel. Estaba volando, volando lejos de ese hoyo infernal dominado por un monstruo.

Hasta que sintió un gran chorro de agua fría caer en su rostro, despertándola y haciéndola reaccionar.

Se sentó en un rápido movimiento tomando una gran bocanada de aire. Exhaló varias veces volviendo en si. Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras ella exploraba su entorno con la mirada. Miró hacia su izquierda, un hombre alto de contextura normal la miraba preocupado. Detrás de él, una mujer de cabello corto se mordía las uñas asustada.

—Auxilio, por favor necesito ayuda —suplicó ella con la voz temblorosa.

—Sí, sí claro —dijo el hombre ayudando a la pequeña a levantarse—. ¿Cómo te llamas? —preguntó.

La niña levantó la mirada para mirarlos a los ojos.

—Mmm… n-no lo sé. No tengo nombre…

Hasta ese momento fue cuando lo comprendió todo; no conocía el mundo, nadie sabía de su existencia, no tenía nombre… no era nadie. O bueno, hasta ese momento no era nadie.

••••••••••••••••••••

La pequeña tomó el plato de sopa por debajo con ambas manos llevándolo a su boca, bebiendo el poco liquido que ahí quedaba. Dejó el plato sobre la mesita frente a ella mientras miraba la película en la pequeña televisión, concentrada.

Desde el otro lado de la sala, detrás de la pared de la cocina, el señor y la señora Andrews observaba por la gran ventana en el medio de la pared con vista a la sala. El Sr. Andrews apoyó su codo en la isla de mármol a lo largo de la ventana. Marcy, su esposa, apretó el botón de la grabadora, escuchando los audios más antiguos.

“Solo tengo 5 años, nunca he salido de casa. Solo conozco del mundo lo que he visto en la tele. Mi mami se fue hace un año, me dejó con un monstruo. Todas las mañanas despierto abrazando a un oso diferente. ¿Por qué? ¿Esto es normal? No lo sé, a penas tengo 5 años, y despierto con cientos de osos peludos”

—Pon uno más reciente —dice Thomas, el Sr. Andrews. Su mujer le hizo caso reproduciendo el próximo audio.

“Estoy harta, ya no quiero jugar, ellos juegan muy rudo” se notaba de lejos la voz entrecortada de la pequeña, había estado llorando “Mis días solo constan en comer, llorar, dormir, jugar con ellos, ya no quiero jugar con ellos. Solo tengo 8 años, ya estoy cansada de jugar”

Marcy dejó escapar una pequeña lágrima que descendió por su mejilla. Llevó una mano a su boca mientras con la otra sostenía la grabadora. Thomas observaba a la pequeña con pena mientras escuchaba el último audio grabado.

“Lo logré, vi la luz al final del túnel y lo hice, corrí, corrí muy rápido. Estoy lastimada en lugares que ni siquiera conocía, es difícil correr cuando todos tus huesos duelen, pero debo seguir corriendo. Solo tengo 10 años, y estoy escapando de las garras de un millón de osos que me criaron…de un millón de hombres” Marcy apagó la grabadora y la dejó sobre la mesa bruscamente.

—Suficiente —dijo pasando sus manos rápidamente por debajo de sus ojos y limpiando sus lágrimas. Respiró fuerte destapando su nariz—. ¿Qué vamos a hacer con ella?

Thomas dejó de mirar a la pequeña, fijando la vista sobre su esposa.

—¿Acaso hay que decirlo? Creí que ambos estábamos de acuerdo en quedárnosla.

—¿Quedárnosla? Thomas, hay que hablar de esto. Estas decisiones no se toman de la nada.

—Bien, ya estamos hablando —dijo levantando los brazos de la isla y llevando las manos a su cintura. Marcy cruzó los brazos exhalando—. Amor, es una niña. Está débil… está traumada. Lo que más necesita ahora es apoyo.

—Exacto, ¿No escuchaste por todo lo que pasó? De seguro está lastimada en lugares que ni siquiera ella conoce. Necesita medicina, un hogar, comida, ropa, probablemente ni siquiera estudia. Inscribir a una niña de 10 años en clases intensivas no es nada barato, ¿O quieres que haga el jardín de niños con 10 años? —enumeró todos los contras de adoptar a la pequeña—. Thomas, sabes que no podemos darle todo eso.

—Bueno, puedo trabajar doble turno. Podemos hablar con el esposo de tu hermana, ¿Él es doctor, no? Seguro la atiende hasta de gratis. —Se acercó a su esposa, colocando su mano en las pálidas mejillas de aquella hermosa mujer—. Marcy …amor, sabes que por cuenta propia no podemos tener un bebé —Marcy bajó la mirada avergonzada al recordar su esterilidad—. Y sabes que a mí nunca me molestó, ¡Pero esto es una bendición, un milagro! ¿De tantas personas con las que esa pequeña pudo encontrarse en la ciudad, se encuentra con nosotros? ¿Una pareja estéril ansiosos por un bebé? Para mí eso no es casualidad —le dijo acariciando sus mejillas con las yemas de sus dedos—…esto es lo que siempre quisimos. ¿A qué le temes?

—Es que… ella no es un bebé, ya tiene 10 años. El punto de ser madre es crecer con tu hijo, aprender lo que le gusta y lo que no. Ella definió hace años sus gustos, yo no sé ninguno. Si hablamos seré una completa desconocida.

—Cariño por Dios, dudo que en ese lugar que estaba le hayan dado gran variedad de comida, no creo que la hayan sacado nunca de casa. Ella sabe de este mundo lo mismo que sabe un bebé —tomó las manos de su esposa y las apretó levemente—… y tú debes enseñarle lo que hay en el mundo, lo bueno y lo malo. Es lo más parecido a un recién nacido, ni siquiera tiene nombre.

Marcy observó los ojos azules de su esposo, rodeado por pequeñas arrugas de sus 40 y tantos años. Asintió levemente formando una pequeña sonrisa en sus labios. Thomas sonrió igual.

—Recuerdas el nombre que dijimos que le pondríamos a nuestros hijos cuando éramos jóvenes?

Ella soltó una pequeña risita, asintió entendiendo lo que su esposo le quería decir.

La tomó de la mano, caminando ambos a la sala. Se pararon frente al mueble, observando a la pequeña con ternura. Ella levantó la cabeza observándolos con temor.

—Hola… Samanta —dijo Marcy agachándose a la altura de la pequeña, quien la miró con el ceño fruncido—. Desde ahora ese será tu nombre, Samanta ¿Te gusta?

La pequeña… o mejor dicho, Samanta asintió lentamente.

—Bien… Sam, mira lo que haremos —se sentó a su lado.

Trató de colocar su mano sobre el hombro de la niña, pero esta se hecho para atrás sobre el sofá rápidamente, casi huyendo. Marcy retiró la mano al instante, provocando unos segundos de silencio incomodo. Suspiró cerrando los ojos y tomando aire.

—Iremos al centro comercial a comprarte algo de ropa, luego iremos al hospital a revisarte a ver si todo está bien….

Pasaron las horas, los tres fueron juntos al centro comercial. A la hora de Sam probarse la ropa, se echó al llorar. Jamás había visto su cuerpo desnudo frente a un espejo tan claramente. Toda la luz del probador iluminaban los moretones y cicatrices que adornaban sus muslos, pechos y cintura. Cuando fue al hospital, tenía algunos huesos rotos, su zona íntima muy raspada y lastimada. Desde ahí se propuso tratar de olvidar todo eso, esa vida. Esa no era ella, esa no era nadie, Samanta acababa de nacer, de renacer. Nació en el momento que los señor Andrews firmaron para adoptarla legalmente. Tenía 10 años de edad, pero aún así, recién había empezado a vivir. Lo poco que había visto del mundo en una semana le encantaba. No sabía lo que le esperaba, pero tenía el presentimiento de que le iba a gustar.

Que equivocada estaba.

•••••••••••••••••••

Narra Samanta:

Tomé una gran bocanada de aire, llenando mis pulmones de oxígeno contaminado. Apreté las correas de mi mochila emprendiendo marcha a mi primera clase en mi primer día de escuela.

Los últimos 2 años los había pasado en una escuela de clases intensivas. Resulta que era muy inteligente, por lo que todas las clases se me dieron bastante bien. Primaria era demasiado fácil. Creí estar preparada para lo que venía; en parte lo estaba, para las clases estaba perfectamente preparada, pero no me había preparado para lo más difícil: las personas.

Caminaba por largo pasillo principal de la escuela con la mirada baja. Mi intención era llegar a clase antes de que fuera tarde, pues ya me había retrasado varios minutos en casa. Tuve que agarrar los cuadernos en la mano y me encaminaba al casillero para guardar los que no iba a usar. Hasta que sé sentí como alguien se llevaba mi hombro por delante intencionalmente, haciéndome tirar todos mis libros y cuadernos al piso. Levanté la mirada mirando al frente, un chico de mi edad se giraba para verme con una sonrisa burlona en sus labios, mostrando la ausencia de su colmillo.

—Presta más atención al camino, loquita, o te van a comer los osos —dijo con dramatismo, levantado sus brazos y haciéndolas temblar.

Otro chico pasó por mi lado izquierdo. Miré sobre mi hombro, ambos habían explotado en carcajadas mientras se giraban y seguían caminando. No dije una sola palabra mientras me agachaba para recoger mis cuadernos y acercarme al casillero para guardarlos. Al parecer nadie aún olvidaba aquella tarde del invierno en el centro comercial.

Flashback:

Sonreía mientas sostenía entre mis dedos la bolsa de marca con la blusa que el Sr. Andrews me había comprado. Habíamos salido a comprar ropa nueva para estrenar en navidad. “Más de la que ya tiene?” susurró Marie cuando Thom le informó. Y no la juzgaba, tenía razón, ya tenía ropa suficiente… pero nunca estaban de más una que otra blusa.

La gente de la ciudad de Portland (por fin se había aprendido el nombre de la ciudad) caminaban apresurados por el centro comercial, Thom le había dicho que era normal que las personas dejasen todo para última hora para las fiestas. La gente se tomaba navidad muy en serio para su gusto, eran solo un día más del año.

Eso era lo que creía la pequeña. Nadie me había hablado de que un hombre grande, gordo y barbón se escabullía entre las casas a ver a los niños. El Sr. Andrews no me había dicho de Santa Claus. Sabía que si me enteraba de esa leyenda no la iba a tomar de buena manera.

Ambos subimos las escaleras eléctricas hasta el 3er piso. Queríamos ir hasta el último para ir a comer algo antes de irnos. Con lo que no contábamos era que nos íbamos a encontrar con lo que Thom había tratado de evitar todo el mes.

Al llegar al tercer piso, observé cómo la mitad del pasillo, un hombre grande y gordo de traje rojo llamaba a los niños y los sentaba en su pierna.

Flashback:

—Vamos pequeña —dijo el hombre desnudo, sentado en el sillón de la sala—. Vamos, siéntate aquí —dijo palmeando su rodilla. Hice caso por miedo a lo que podría pasar si no, caminé hasta él subiéndome en su rodilla—. Bien… así me gusta —dijo deslizando sus manos por mi pequeño y frágil cuerpo

Fin de Flashback:

Lo que me sorprendía no era como sentaba a los niños en su rodilla ni su ridículo atuendo. Si no que ese rostro lo conocía, lo recordaba. Recordaba cada uno de los rostros de los osos que me lastimaron y abusaron. Ese fue el último oso que soporté, el último que se aprovechó de mí antes de escapar… eso fue ya hace un año, pero aún sentía sus sucias manos recorrer mi cuerpo sin vergüenza.

Vi como el hombre subía a una pequeña sobre su rodilla. Ell se sentó justo ahí, pero él la tomó de los muslos acomodándola y sentándola justo en el medio de la entrepierna, haciéndolo soltar un pequeño quejido de incomodidad. Él iró la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, miró a en mi dirección. El sorprendió al ver que lo miraba aterrada, no me recordaba. El hombre hizo una seña con la manos alentándome a unirme… pero no pude.

De un momento a otro estaba en el suelo, llorando a gritos mientras más gente se acercaba a mirar.

—¡Los osos, los osos están aquí! —grité desesperada.

Él había venido a buscarme, me iba a llevar con la manada. O peor, con el monstruo. Debería correr, pero no podía, estaba en shock. No podía pararme, no quería nada, solo quería llorar. Se supone que ya todo estaba bien, que todo había cambiado. Ya tenía una familia que me quería… no quería perder eso.

—¡Cariño basta! ¿Qué pasa? —preguntó Thom. Tardé unos minutos en reunir fuerzas para poder hablar.

—¡Él! —grité—. ¡Es un oso! —grité asustada.

Thom comprendió enseguida

Fue cuando me di cuenta que todo el centro comercial me miraba. No me importaba, todos deberían saber la clase de persona que era ese hombre.

Mi acusación logró poner la vista sobre él, por lo que los guardias se dieron cuenta de la forma en la que cargaba a la pequeña niña de no más de 6 años.

—¡Hay, baja a esa pequeña! —le gritó un guardia mientras los otros se acercaban a paso rápido. Yo seguía en el piso gritando “Osos” “No, no quiero volver” mientras lloraba.

Los minutos pasaron, me encontraba en posición fetal pegada a una de las paredes del mall. Las personas pasaban por enfrente de mí, mirándome como un bicho raro temblando de miedo.

—Osos… osos…  —repetía una y otra vez. Aún seguía en estado de shock. Sentí una persona agacharse frente a mí, levantó su mano llevándola muy lentamente a mi hombro. La seguí con la mirada aterrada mientras la velocidad de mi respiración aumentaba cada vez más. Thomas al darse cuenta, retiró su mano sin saber que hacer para consolarme.

Luego de varios minutos de ser un centro de atención para los curiosos, logré calmarme. Me llamaron para que cuente todo lo que sabía de aquel hombre. Luego, al salir, yo misma veía parada del otro lado de la acera cubierta de blanca nieve como subían al hombre al auto policial. Directo al único lugar a los que hombres como el merecían ir.

Fin de Flashback:

Tomé asiento en la penúltima silla, justo en la fila del medio. Saqué mi cuaderno para dibujar algo mientras llegaba el profesor. Desde mi asiento podía escuchar “Mira, es la chica oso” “Está loca” y todo ese tipo de cosas a las que ya estaba acostumbrada. ¿Qué podía hacer? Ellos no sabían por qué me había puesto así, y no pensaba andar por ahí diciéndole a todo el mundo lo que pasó antes de… renacer.

La clase transcurría normal, justo como lo esperaba. Hasta que la maestra me seleccionó para que me parase al frente y leyera el resumen del cuento que había escrito en el pizarrón y que dijera lo que opinaba.

Con un poco de nervios, me levanté. Las bellas chicas de mi clase me dieron una mirada de arriba hacia abajo denigrándome con estás. Una de ellas, la que consideraba la más popular, giró la cabeza mirando a su amiga y formando una sonrisa burlona en su rostro. Decidí no mirar hacia allá. Miré a mi izquierda, donde la mayoría de chicos susurraban entre ellos aguantando las carcajadas que deseaban con ansias dejar escapar.

Mejor miro al frente.

Al estar parada frente al pizarrón fue cuando pude leer bien el título del cuento “Ricitos de oro y los 3 osos”. Tragué saliva. Traté de no prestar atención al título y leer el cuento… muchísimo peor.

—¿Qué pasa chica oso? Yo escogí la historia pensado en ti, creí que te gustaría —dijo el chico de hace rato, provocando carcajadas en todo el salón.

Hice mi mayor esfuerzo para ignorar sus provocaciones. Comencé a escribir lo que me parecía el cuento, mientras repetía en mi cabeza una y otra vez “Todo estará bien” para intentar calmarme. Lo repetí varias veces para convencerme.

“Todos son unos hijos de puta” pensé “Todos hablan de mi como si me conocieran” “Que se jodan” pensaba en mi cabeza. Tantos pensamientos me habían distraído… ¿Qué estaba escribiendo?

Retrocedí un poco para apreciar lo que había escrito. Tapé mi boca con ambas manos al ver todo eso. Enfoque mi audición en las personas a mi alrededor, tratando de oír lo que los demás opinaban, pero todos se habían quedado sorprendidos por mis palabras.

“Todo estará bien
Todo estará bien
Todo estará bien
Todos van a morir.
Los mataré a todos.
Todos se irán a la mierda”

A medida que escribía se podía ver cómo mi bella caligrafía se distorsionaban formando garabatos raros en el pizarrón, creo que escribí hasta en ruso y no recuerdo.

Carraspee dejando la tiza sobre la mesa, la maestra aún miraba todo sorprendida. Caminé por el pequeño pasillo de sillas hasta a la mía, cayendo sentada. Todos me veían con temor, asustados. A los que les pasaba por el lado movían sus sillas para que no los toque. No puedo negar que una sonrisa de labios cerrados se formó disimuladamente en mi boca. Era divertido que nadie me molestara, que todos me tuvieran miedo y me respeten, me encantaba.

Tomé el cuaderno, fue cuando me di cuenta que en la parte trasera había escrito lo mismo. “Todo está bien, todo está bien” estaba escrito con marcador rojo y pésima caligrafía, daba hasta miedo.

Pasé unos segundos observando lo que había hecho. Me di cuenta de un espacio en blanco que había en la parte baja de la hoja. Tomé un bolígrafo negro y escribí.

¡Nada estaba bien!

——————————————————
Siguiente: Capítulo 20: Secuestro.
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••••••••••••••••••

Lpm, 2 meses sin actualizar, ¿Aún me lee alguien?

Les debo un especial de Halloween, de Navidad y ojalá pueda hacerlos antes del de San Valentín.

Y si, esto es el origen de —OX

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