Luz de luciérnaga © (WTC #1)...

By ZelaBrambille

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Novela publicada por Nova Casa Editorial, puedes encontrar "Luz de luciérnaga" en librerías de España y Améri... More

Luz de luciérnaga ©
¡¡LUZ DE LUCIÉRNAGA TIENE EDITORIAL!!
¿Dónde puedes comprarlo?
Prefacio (corregido por la editorial)
Capítulo 01 (corregido por la editorial)
Capítulo 01 | Memorias felices y dolorosas II
Capítulo 02 | Recuerdos de graduación
Capítulo 02 | Fiesta de cumpleaños II
Capítulo 03 | Reto
Capítulo 04 | Resignación
Capítulo 05 | Buenas noches
Capítulo 06 | Nuestros meñiques
Capítulo 07 | Cobardía
Capítulo 08 | Olvidada
Capítulo 10 | Hermosa realidad
Capítulo 11 | Paciencia
Capítulo 12 | Olor a suelo
Capítulo 13 | Desbordante pasión
Capítulo 14 | Secretos desconocidos
Capítulo 15 | Miel contra azul
Segunda parte | Morimos
Capítulo 16 | Entre flores y mentiras
Capítulo 17 | El umbral de la tempestad
Capítulo 18 | Los ladrillos de mi pared
Capítulo 19 | Alma abierta
Capítulo 20 | La caída al infierno
Capítulo 21 | Un poco más abajo
Capítulo 22 | Morimos juntos
Capítulo 23 | Golpe doloroso
Capítulo 24 | Locura
Capítulo 25 | Gritos convertidos en truenos
Capítulo 26 | Respirar lejanía
Capítulo 27 | Renacer en tus brazos
TRILOGÍA "Wings to change"

Capítulo 09 | No es un problema

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By ZelaBrambille


Me moví en mi bolsa para dormir, la cual era más suave que la del día anterior. No podía entender aquello, ¿cómo demonios era posible? Mis párpados pesados se abrieron.

Confundido, miré el techo, eso claramente no era el campamento, era un departamento. Alguien a mi lado se dio la vuelta y lanzó un gemido.

¡Santa Madre! ¿Qué había hecho?

La rubia estaba tendida en el espacio junto a mí, algo parecido al alivio me relajó cuando me percaté de que estábamos vestidos. Había una botella de vodka en el suelo, ya lo recordaba.

¡Joder! Había bebido de más.

Tardé aproximadamente cinco segundos... cinco largos e infernales segundos en pensar en ella y darme cuenta de que la había dejado olvidada en un lugar desconocido, lleno de borrachos, sin transporte y sola.

¡Maldición!

Lo primero que se me ocurrió hacer en aquel instante fue ir al club, tenía la tonta idea de que tal vez me había esperado ahí, después de todo, no tenía manera de regresar por su cuenta. Llegué con el alma pendiendo de un hilo, las puertas estaban cerradas, no había guardias cerca, todo lucía solitario. Tragué saliva con nerviosismo, busqué en la acera y en toda la cuadra; no había rastro de Carly por ningún sitio.

¿Y si le había sucedido algo malo? Mierda, todo por mi estupidez e impulsividad.

Con un nudo calando en mi garganta, manejé al campamento, rogué en mi mente que estuviera ahí.

No había comprobado la hora, supuse que era temprano porque no vi a nadie despierto. Me detuve frente a su casita de campaña y me asomé, la sangre abandonó mi rostro. No estaba ahí.

Mi pecho empezó a subir y a bajar con velocidad, mi corazón se aceleró tanto que comenzó a doler. Me imaginé lo peor, di vueltas por todo el lugar, intentando pensar en algo, cualquier cosa para poder encontrarla. ¿Dónde la podía buscar? Ni siquiera funcionaban los teléfonos ahí. Todo eso era mi puñetera culpa, si le pasaba algo jamás me lo iba a perdonar.

De pronto, tuve una idea.

Troté por el césped, había un lugar cerca del lago en el que un montón de piedras gigantes formaban una clase de pedestal. Desde que había aprendido a pintar comenzó a escapar a ese sitio, siempre se escurría, a pesar de los regaños de Ginger a quien no le gustaba que trepara piedras. Recuerdo que corría, yo la miraba hasta que los rayos del sol la consumían y no podía encontrarla más.

Al levantar la barbilla la encontré sentada en la punta de la roca más alta, sobre sus muslos tenía un lienzo lleno de colores y, entre sus dedos, su largo pincel de madera. No pude imaginar cómo había subido todo eso, esbocé una sonrisa al saber que estaba segura. ¡Menos mal!

Su cabello chocolate liso se esparcía más allá de sus hombros, su nariz respingada se veía curiosa en la sombra que proyectaba.

Me recargué en el tronco de un árbol y la observé, siempre me relajaba mirarla hacer sus cuadros. Me tranquilizaban sus gestos, las sombras que se producían en su rostro cuando se equivocaba y ladeaba la cabeza para poder observar con mayor claridad sus trazos.

Llevó su mirada al amanecer y estudió las luces, los colores o qué sé yo. Se quedó quieta unos segundos y lanzó un grito, en un arrebato lanzó por los aires el lienzo, el artefacto cayó al lago y flotó debido a su ligereza, se bamboleó siguiendo el curso de la corriente.

Se dobló y cubrió con sus palmas su rostro, escondiendo su hermosura por su tristeza. Miré cómo su cuerpo temblaba, estaba llorando. Me partía el corazón saber que quizá el motivo era yo, una vez más le había fallado.

Siempre había tenido pánico de contarle sobre mis sentimientos por miedo a que ella no sintiera lo mismo y luego nuestra amistad terminara, era mejor tenerla de alguna manera a no verla jamás. Lo único que estaba haciendo era alejarla y no quería eso, me negaba, me amara o no, yo la necesitaba.

La admiré, minutos después se levantó y comenzó a bajar como toda una profesional. Ya en el suelo sacudió su cabello y caminó de regreso al campamento.

Adquiriendo una distancia prudente la seguí, tenía que hablar con ella y pedirle disculpas, también necesitaba pedirle una oportunidad, si no me había rendido en todos esos años, ¿por qué habría de hacerlo en ese momento? No había dicho la palabra «hermano», eso era bueno, ¿no?

Con pasos rápidos llegué hasta su casa de campaña, me debatí mentalmente. Tenía dos opciones: esperar afuera o adentrarme en el sitio y obligarla a escucharme. Me decidí por la segunda, así que con decisión me detuve en la abertura de la entrada, sin embargo, me congelé y estanqué mis plantas en el suelo.

Mis ojos viajaron por todo su cuerpo desnudo, cubierto solo por su ropa interior de algodón celeste. La última vez que la había visto sin ropa había sido el día de su cumpleaños, no pude admirarla sin reparos, entonces dejé que mi mirada la barriera. ¡Oh, claro que lo hice! No me lo iba a perder por nada del mundo.

Su piel era pálida y lechosa, como el chocolate blanco derretido, había unos cuantos lunares en su espalda que me hicieron sonreír pues lucían como chispitas dulces, mis labios picaron, quería besarlos. Sus escápulas marcadas en su espalda me provocaron querer acariciarla, viajar con mis yemas en sus caderas y delinear cada curva con pausa. Sus perfectos y torneados muslos, sus pantorrillas y tobillos, todo era excitante. Su cabello caía como si fuera un ángel, las puntas se ondulaban al llegar a un trasero con forma de corazón. Hipnotizado, tragué saliva, no podía despegar mis zapatos del cielo en el que me encontraba. Era tan perfecta, mejor que en mis fantasías.

Salí de mi trance cuando me percaté de que se había vestido y estaba a punto de girar. ¡Maldición! Amaba mis bolas, no quería que me las cortara. Me moví hacia un lado para que no descubriera mi intromisión, me sentí como un chiquillo haciendo una travesura.

Carlene salió de su cueva y saltó del susto en cuanto me vio de pie afuera de su casa, llevó sus manos a su pecho e intentó contener sus respiraciones agitadas. De pronto, me sentí tímido e idiota, sobre todo idiota.

—Cariño, lo siento. —Iba a pronunciar algo, pero me acerqué y coloqué mi palma sobre su boca para que pudiera escucharme—. Perdóname, sé que fui un imbécil y me comporté como un cretino, no sabes cómo me sentí esta mañana cuando desperté y no sabía dónde estabas. Tomé de más y me quedé dormido, prometo que no pasará de nuevo, jamás te dejaré sola una vez más. Lo lamento tanto.

Lentamente despegué mi mano de sus labios y esperé una serie de blasfemias y maldiciones que, para mi sorpresa, no llegó.

—Está bien, D, ya soy una chica grande que puede cuidarse sola, además, no soy tu responsabilidad, no te preocupes. —Sonrió con dulzura, así que la miré, estupefacto.

—¿Entonces no estás enojada? ¿Estamos bien? —pregunté con extrañeza.

—No y sí. —Había cierto brillo en su mirada, como si se estuviera riendo porque conocía un secreto que yo no—. Ahora, grandote, voy a prepararme un emparedado ya que muero de hambre.

Me dio unas palmadas juguetonas en el hombro y me sacó la vuelta para dirigirse hacia los contenedores que nuestros padres usaban para acomodar los alimentos. Sin entender del todo su reacción, me emparejé a su costado.

—¿Puedo ayudarte? —pregunté a lo que se encogió de hombros.

—Puedes untar crema en el pan, supongo.

Al final solamente hicimos eso, untamos la crema de cacahuate en los panes y nos sentamos a comerlos enmudecidos. Le lancé miradas de soslayo, confundido pues no me había espera aquella actitud, apenas me notaba, eso tampoco me gustaba en absoluto.

Algo en mi cabeza hizo clic.

—¿Cómo regresaste anoche? —pregunté, nervioso.

—Me trajeron —respondió con simpleza. Debería de haber estado aliviado de que había encontrado a alguien que la llevara segura, pero una oleada de celos me embargó, me ahogó amenazando con dejarme sin respiración.

—¿Quién? —cuestioné, desesperado por conocer la respuesta.

—Un chico que conocí en el bar —soltó antes de darle una mordida a su desayuno. Mis peores pesadillas aparecieron en una simple frase, era mi maldición, lo mismo había sucedido hacía años con Richard el rubio jodido Palace.

—¿Con un chico, Carlene? ¿Por qué hiciste eso? Pudo haberte pasado algo, ¿cómo se te ocurrió semejante estupidez? Debiste esperarme... —Interrumpió mi discurso con una risotada.

—Claro, porque dormir en medio de la calle es lo más seguro del mundo, o caminar kilómetros en medio de las tinieblas de un pueblo extraño es mejor que irse en el coche con calefacción de un joven agradable.

Un joven agradable. Ya empezaba a sentir las náuseas.

—De todas maneras, Carly. —Suspiré con cansancio—. No me perdonaría si te pasara algo.

Se levantó de un salto y me dio la espalda para acomodar los utensilios y las cosas que habíamos utilizado.

—Lo superarías, Dave —susurró. Como resorte me puse de pie y me acerqué a su cuerpo, al mismo que había contemplado minutos atrás sin ropa y que me parecía increíble. Retiré el cabello de su cuello, recorrí con mi nariz su longitud hasta llegar a su oído, donde soplé mi aliento.

—No vuelvas a decir eso, ya te dije que te amo, luciérnaga —susurré despacio. Guardó silencio, luego giró para apartarme con su dedo índice.

—Acéptalo, D, estás confundido, ayer lo demostraste. Creo que deberíamos distanciarnos por un tiempo, tener otros amigos, no sé.

Estaba destrozándome, ¿distanciarnos? No, agité la cabeza incapaz de pronunciar palabras porque temía perder la cordura.

—Resolveremos este problema —susurró.

—Amarte no es un problema.

Tomé su barbilla sin poder contenerme y acerqué mi rostro al suyo para poder besarla. Carly se quedó quieta y miró mis labios fijamente. Mil revoloteos se dispararon en mi interior, tenerla tan cerca era un paraíso.

—¡Mis hijos! ¿Almorzaron sin nosotros? —Carlene se apartó de mí cuando escuchó la voz de mi madre. ¿Qué no podía besarla en paz por una maldita vez?

—Teníamos hambre —respondí sin ganas.

Los otros adultos llegaron con sonrisas, las mujeres prepararon el desayuno junto con sus maridos, entretanto nosotros permanecíamos silenciosos observándolos parlotear sobre las actividades que realizaríamos aquel día. Tal vez si me mantenía adherido a ella le podría demostrar que estaba arrepentido.

—Yo no podré —emitió Carlene, llamando la atención de todos—. Saldré con un amigo que conocí ayer, iremos por un helado.

Clavé la vista en la madera de la mesa y apreté las manos, mis venas palpitaron y mis músculos se tensaron.

Por debajo de las pestañas vi que Ginger sonrió de oreja a oreja, eso solo hizo que me molestara todavía más, pues se la pasaba metiéndole ideas en la cabeza sobre encontrar un buen prospecto. Me tragué el coraje porque no podía hacerle una escena de celos, no cuando yo le había restregado a la rubia el día anterior en la cara.

Carly se levantó disculpándose, no le quité la vista de encima hasta que desapareció en el interior de su tienda. No pude contenerme, me levanté para seguirla, asomé la cabeza en la casa de campaña. Se encontraba sentada en la bolsa para dormir, entretanto ojeaba su cuaderno de dibujos con tranquilidad. Su vista se levantó y me miró, expectante. Traspasé la puerta y me dejé caer frente a ella, nuestras rodillas se tocaron, jamás despegó sus ojos luminosos de mi rostro.

Tomé sus manos y acaricié sus nudillos, admirando lo diminutas que eran en comparación con las mías.

—Perdóname —susurré en un hilo.

—Ya lo pediste —dijo.

—No pienso darme por vencido ni alejarme de ti, Carly.

Intentó zafarse de mi agarre, pero se lo impedí. Le di un jalón, atrayéndola a mi cuerpo, hizo fuerza hacia atrás para despegarse, no lo logró. Hice que sus brazos rodearan mi cuello y atrapé su cintura.

—¡David! ¡Suéltame! —chilló e intentó empujarme con sus palmas. Enterré mi nariz en su cabello y respiré hondo, ya no me importaba demostrar lo mucho que la necesitaba, deseaba y quería, ya me había cansado de fingir indiferencia—. Dave, por favor —susurró más calmada y quieta

Acaricié su mejilla con la punta de mi nariz y, sin poder contenerme, besé su pómulo bajo su atenta mirada.

—¿Qué estás haciendo, D? —preguntó. Su aliento chocó contra mi rostro y me volvió loco.

—No me puedes obligar a seguir fingiendo algo que no puedo, ya no soy capaz de controlar lo que siento por ti.

Su respiración se entrecortó y se hizo lenta, pude sentir cómo sus respiraciones se volvían violentas. Me aventuré poniendo mis manos en su cadera, la moví elevándola para sentarla en mi regazo, sus brazos seguían separándonos, no obstante, no había fuerza, ya no estaba alejándose. Hundí mi cara en la curvatura de su cuello y la recorrí dejando besos que le sacaron un suspiro, exhalé el aire al sentir cómo nuestras pelvis encajaban, Carly se movía levemente sin ser consciente del deseo que crecía en mi interior, de las inmensas ganas que tenia de tumbarla y amarla. Soltó un suspiro que alejó mi autocontrol, saqué mi lengua y lamí la piel, sus dedos se enredaron en mi cabello, entonces no pude más, acuné su trasero y la anclé, una exclamación ahogada se le escapó cuando se dio cuenta de lo mucho que estaba disfrutando al tenerla encima de mí.

—Necesito irme —balbuceó.

—No te vayas con él —supliqué. Pegó su mejilla a la mía y me abrazó con fuerza, le correspondí apretándola contra mi pecho—. Me lastimas.

Carlene se envaró y se echó hacia atrás, sus ojos lanzaban llamas, nunca la había visto tan enojada. Deshice nuestro abrazo porque no entendí las razones de su molestia, no había dicho nada malo, se puso de pie, así que hice lo mismo. Me dio un empujón nada cariñoso, su rostro se llenó de lágrimas.

Mi corazón se apretó por vislumbrar su estado turbado.

—Tú no tienes idea de lo que es ser lastimado. —Lanzó una risa ahogada—. Toda mi puñetera vida viví con la ilusión de que un día me mirarías, pero siempre fui relegada por ti porque preferías estar con otras. Tú no sabes lo que es porque yo no estoy de cama en cama ni encuentro chicos para tener sexo en la casa donde vives. —Impactado por sus palabras, la miré—. No me digas que te lastimo porque tú lo has hecho por años, me lastimaste y lo sigues haciendo.

—Luciérnaga... —Me interrumpió.

—Me dijiste que me amabas y unas horas después me ignoraste en el bar para irte a revolcar con alguien más, ¡y peor! Me dejaste olvidada en un bar de una ciudad desconocida, actúas como si no te importara en lo más mínimo lo que ocurre conmigo. —Tenía razón, era por eso que sus palabras eran peor que una cachetada—. Siempre es lo mismo y ya estoy cansada de esto. No me pidas que te crea una oración sin valor, esas dos palabras no significan nada porque no puedes cambiar todos los años en los que me hiciste a un lado y te burlaste de mí.

Agachó la cabeza y suspiró.

—Nunca más vuelvas a decir que te lastimo, pero si lo hago... estamos a mano —soltó tajante, con un tono que jamás había utilizado conmigo.

Una vez dicho eso, con agilidad se escabulló, la vi correr y subirse a un auto para después alejarse de mí.

* * *

Al final solamente paseamos e hicimos un picnic en la orilla del lago. Estábamos sentados en el suelo, mis padres y los Sweet platicaban sobre golf.

Con resignación me levanté y caminé hacia la orilla, me senté en el mismo lugar en donde le había pedido un beso. Comencé a lanzar piedras, con sus palabras rondando en mi cabeza. No me di cuenta de que mi padre se había sentado a mi costado hasta que me sacó un buen susto aclarándose la garganta.

Su cabellera cobriza ya empezaba a tornarse platinada y su mirada verduzca a ser rodeada por los signos de la edad, a pesar de ello no podía catalogarlo como viejo. Mi madre decía que se había enamorado de él a primera vista, pero que pasó mucho tiempo hasta que se decidió a salir con papá; Rachel y él eran tal para cual.

—¿Qué pasa, David? —Tomó un puño de rocas e hizo lo mismo que yo, como cuando era pequeño.

—Le dije todo a Carlene.—Una presión en mi pecho me ahogó al decirlo, sus párpados se adhirieron a su frente por la sorpresa.

—¿Qué dijo? —preguntó antes de lanzar con fuerza su primera piedrilla

—Salió corriendo. —Papá lanzó una carcajada, lo miré divertido.

—¿Qué ocurrió anoche? Vi que llegó sola. —No contesté, esperé a que él entendiera mi silencio, creo que lo hizo porque lanzó un suspiro—. Actuaste mal, hijo, Carly no es como la mayoría de las chicas, me recuerda mucho a tu madre.

—¿A mamá? —pregunté intrigado. Asintió.

—Fue muy difícil conseguir una cita con Rachel, solía mandarme al demonio.

—¿Cómo lo hiciste?

—Los pequeños detalles marcan la diferencia. Conquístala y, si ya te quiere, enamórala hasta que no pueda vivir sin ti.

Analicé sus palabras.

Merecía un mayor esfuerzo por mi parte, lo era todo y sin ella no tenía nada, eso ya lo tenía claro, siempre había sido de esa forma.

—Eres cursi, papá. —Soltó una risotada, se levantó y enarcó una ceja en mi dirección

—Actúa rápido, Carly es una mujer preciosa, cualquier hombre con dos dedos de frente puede darse cuenta, y no creo que otro vaya a dudar.

Y se fue, me dejó más preocupado de lo que ya estaba.

Cuando comenzó a oscurecer los adultos recogieron las cosas y se marcharon. Me pidieron que fuera con ellos, sin embargo, decidí permanecer en el sitio para escuchar el movimiento del agua y de la noche.

Tendí mi cuerpo en el suelo lleno de piedras que se clavaron en mi espalda y cerré los ojos para poder verla en mi mente. Una voz interrumpió el silencio tiempo después.

—¿Puedo sentarme junto a ti?

El brinco que dio mi corazón me hizo sonreír. 


* * *

Hola♥

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