—¿Puedo entrenar?
—No —dije obvia— Cariño, acabas de casi molerte la cabeza y quieres entrenar, estás loco —Mateo se sentó en mis piernas y apoyó su cabeza en mi cuello.
—Pero esto es aburrido —bufó.
—luego podemos ir a un parque —ofrecí. Agustin llegó con hot dogs para los tres y también bebidas. Raro.
—¿Qué tal?
—Siento que cada vez lo quiero más —dijo Mateo tomando un hot dogs y comenzó a comerlo.
—Te lo dije —le susurré a Agustin.
Mirando a Gaston que jugaba entretenido con un balón, algunas niñas estaban con trajes de porristas. Oh mi Dios, ¡Ellas no tenían más de 10 años! Agustin me miró y ambos reímos.
—Tenemos que hablar —me susurró Agustin.
—¿Qué cosa? —lo miré confundida.
—No quiero una prueba de ADN ni nada de esa mierda. Lo siento por pedirla —gracias a Dios Mateo estaba en las rejas hablando con las chicas—. Sé que son míos pero maldita sea esto es tan confuso y no lo sé. Quiero ser su padre porque no tendré más hijos, tampoco quiero estar con más mujeres, ya sabes, mi amiguito necesita un descanso —hice una mueca y Agustin río— solo bromeaba. Pero esto es raro porque básicamente los conozco hace menos de una semana y me he encariñado con ellos. Son tan iguales que aún no sé quién es quién, por eso hoy rallé su estómago con el nombre de cada uno, son tan geniales que quiero que alegren mis días desde ahora en adelante. No quiero que tu creas que me estoy aprovechando de ti, jamás haría eso. Sólo quiero estar con ellos y quizás, darle las cosas que no puedan tener —él en serio pensaba que yo era pobre y tenía un serio problema económico—. Carolina sabes el dinero que tenía mi padre, sólo para qué calcules, yo tengo el doble y triple —¡¿Qué!?— a mi no me molestará tener que comprar cosas que ellos quieran. Ni si quiera sé porque estoy siendo así con ellos, no suelo gastar el dinero en idioteces —estaba segura que él gastaba su dinero en todo menos en cosas que de verdad servían— ¡No estoy diciendo que ellos son idioteces!
—Estás haciendo esto algo aburrido y ya sé lo que sigue —reí.
—No, no sabes —bufó.
—¿Quieres que te ayude? —él asintió.
1. Jamás ponerle ropa a Mateo cuando él no quiera.
2. Nunca molestar a Gaston o ganarle en algún juego.
3. Presentarles a hijas de amigas o amigos te ayudará.
4. Aman la tecnología.
5. Si juegas con Santa, ellos sentirán que eres de la familia.
6. No siempre le compres cosas, eso no ayudará.
7. Comprarle cosas de súper héroes a Gaston lo hará feliz.
8. Mateo ama a las chicas por sobre todas las cosas. Si sabes algo de chicas, por favor niñas decentes, él te amará.
9. Les gusta el fútbol.
10. Cuando juegan juntos siempre uno terminará con una herida.
11. Si eres de Manchester United Gaston te odiará y si eres de Liverpool Mateo lo hará. Lo mejor sería decir que el fútbol es una mierda pero ellos lo aman y te matarían.
12. Quererlos.
—Eso es una lista muy larga... ¿lo debería escribir? —preguntó confundido.
—13. Tú eres el padre y como tal deberías ser responsable —creo que ese si era el fin—. Y esa es la más importante. Si llegas tarde a algún lado ¡Estás muerto! No sé como ellos te hablan ahora ya que los dejaste esperando dos horas.
—Fue trabajo.
—Ah sí, ellos no saben lo que es trabajo. Sólo aman el desorden y son los peores alumnos de su sala.
—Ah en eso es a ti, yo estudié en Harvard —rió.
—Si yo no fuera inteligente no hubiera podido criar a mis hijos —lo ataqué.
—¿Siempre lo sacarás? ¡Tú me dejaste!
—No es como si me hubieras soportado embarazada —bufé.
—¿Comías el doble? —negué y Agustin miró desilusionado.
—Comía el triple.
—¡Mamá! —Mateo venía corriendo hacia mí.
—¡No corras! —le grité.
—Ya —llegó al lado mío— La niña de ahí esa rubia —traté de seguir el dedo de Mateo, noté que Agustin también lo hizo— le dije que Gaston me hablaba todo el día de ella y creo que está enamorada de Gaston —dijo alegre.
—Es más linda la castaña —bufó Agustin.
—No, ella es mi amiga —gruñó.
—De acuerdo —dijo Agustin tomando un gran sorbo de bebida— ¿te acuerdas cuando a los diez éramos mejores amigos? —susurró Agustin en mi oído.
(...)
Era domingo y hace bastante tiempo la casa no se sentía así de silenciosa. Necesitaba relajación para mí.
Comencé a sacar los pepinos de mis ojos y los de Karol.
—¿Y sólo te dijo eso?
—Sí —con una toalla antigua comencé a sacar la palma, sabía que luego la tendría que botar.
—No deberías dejar a los gemelos con él. Los tres. Solos.
—¿Por qué? Yo creo que está bien —o quizás no—. Pero hace meses no teníamos nuestra tarde de chicas —sonreí tocando mi piel. ¡Mierda, sí! Estaba tan suave.
—No sé, los gemelos en el parque es algo serio, no se juega con eso Carolina.
—Me estas preocupando —sonreí nerviosa.
—¿Cuántas horas llevan?
—Dos y algo —dije
—Yo soy tu y llamo a Agustin —dijo tomando un cupcake de la mesa.
—Sí, tienes razón.
Tomé mi celular nerviosa y busqué el número de Agustin. Agradezco que Karol estuviera acá ya que jamás se me habría ocurrido llamarlos ni pensar en el peligro.
—Mami —habló Gaston o Mateo al otro lado del teléfono. Sus voces solían ser iguales por esta vía.
—¿Dónde están?
—En el parque ¿Por qué?
—Iré al parque que están ¿Cuál es?
—¡No, es tarde de chicos! —habló otra voz, la reconocí como la de Agustin— No arruines ésto.
—No hagan nada malo —les pedí— Los amo no me hagan enojar.
—Sí, mamá.
—A ti no te hablo Agustin —bufé—¡Adiós pequeños! me despedí y sin esperar respuesta corté. ¡Que mala madre soy! Desconfiando de mis hijos.
—¿Y?
—Están en el parque.
—Eso es genial —sonrió.
—Sí —dije no muy convencida.
(...)
Bien, los esperé pero luego de unas cuatro horas el sueño me venció. ¿A veces les pasa que sienten esa necesidad de despertar porque algo les preocupa? Vi la hora nerviosa, Karol se había ido hace un buen rato. Estaba sóla y aburrida. Un ruido vino desde la primera planta y comencé a entrar en pánico, aunque me relajé cuando vi a los gemelos nerviosos y Agustin entrando desde el patio.
—¡Hey! ¿Cómo estuvo el día?
—Excelente mamá —sonrió Mateo. Genial, algo no estaba bien. Dejé de sonreír y miré a Agustin. Su mirada nerviosa lo delataba.
—¿Qué está mal? —pregunté cruzándome de brazos.
—¡Nada! —dijo Gaston nervioso.
—¡No soy estúpida! —miré a Agustin— ¿Que pasó? ¿Hay algo que debería saber?
—No —Mateo negó hartas veces con la cabeza.
Genial.