El 'Chico Malo' del Ballet (G...

By _sdaza

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Kylen Deshawn, conocido también como "el chico malo del ballet", vive su propiamente impuesto exilio en París... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29 (Final)

Capítulo 27

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By _sdaza

Tenía mucho tiempo que no despertaba una mañana con el profundo convencimiento de que estaba donde me correspondía. Esa tranquilidad, esa llenura interna, era una sensación que ya no recordaba y se la debía a la persona que estaba dormida a mi lado. Bastian. Recordé la noche anterior con una sonrisa de esas que te asaltan antes de que te des cuenta. Tenía mis sospechas, pero ahora estaba convencido de que nunca antes había hecho el amor. Con él fue la primera vez que la mecánica, las artimañas y la búsqueda, por sobre todas las cosas, de una sensación física dejaron de tener importancia, desaparecieron por completo del panorama y solo quedó el sentimiento para guiarme.

Exactamente como ocurría en el día a día, hacer el amor con Bastian era sinónimo de felicidad, de paz, de bienestar. No era una acción, era parte de otra cosa, un elemento de algo mucho más complejo. Cuando lo recordaba no venían a mi mente imágenes de cuerpos sudorosos retorciéndose, palabras subidas de tono o posiciones que cambiaban constantemente. No. Solo podía recordar la sensación, el sentimiento que todavía permanecía dentro de mí haciendo que quisiera salir de la cama, abrir la ventana y gritar a todo pulmón que estaba enamorado y se sentía endemoniadamente bien. Sin miedos, sin dudas, sin conflictos.

Claro que, por otra parte, nadie podría obligarme en ese momento a abandonar la cama donde ese dios rubio dormía acurrucado a mi costado. La visión era espectacular: las sábanas adhiriéndose a cada uno de sus músculos, el cabello dorado desordenado sobre su frente y ese rostro que en ese instante, cuando ninguna preocupación lo agobiaba, era delicado y hasta un poco inocente. Quería preservar esa expresión en su rostro por el mayor tiempo posible, no solo cuando estuviera dormido. Quería que fuera feliz y despreocupado.

Lo vi removerse un poco inquieto. Estaba por despertarse. Me acosté de lado, apoyé la cabeza en una de mis manos y esperé que abriera los ojos para disfrutar ese divino momento en que poco a poco volviera a la conciencia y se diera cuenta de que yo seguía allí, muy cerca, seguramente con una sonrisa bobalicona en el rostro.

—Buenos días —dije en lo que abrió los ojos y una sonrisa perezosa e involuntaria le adornó el rostro. Las primeras impresiones lo eran todo y esa mirada cariñosa y sincera (porque todavía se notaba que la consciencia no había regresado del todo) hablaba volúmenes de lo que había sucedido entre nosotros.

—Buenos días —respondió todavía sonando un poco somnoliento —¿Qué hora es?

Descuidadamente posé la vista en el reloj despertador que estaba en la mesa de noche.

—Van a ser las siete.

—¡Oh, Dios! Voy a llegar tarde.

Como un resorte salió de la cama olvidando en un segundo el perfecto estado de calma y abandono con el que había despertado. Caminaba por la habitación recogiendo la ropa regada y la sábana que había ido a parar al suelo, y yo solo podía centrarme en que estaba desnudo y con su dorado cabello desordenado. Parecía un dios escandinavo tras una celebración. Claro, uno a punto de tener un ataque de pánico por algo tan tonto como la hora.

—Bastian, no vas a llegar tarde —dije saliendo de la cama. —En todo caso, vamos a llegar tarde —se me quedó mirando un poco confuso y aproveché el momento para abrazarlo, juntando nuestras pieles, alineándonos de arriba abajo. —No te preocupes —dije y le di un beso en esa arruga entre sus cejas que había aparecido cuando mencioné la hora. —Lo tengo todo bajo control.

—¿Tienes una máquina del tiempo? ¿Un teletransportador molecular?

Lo abracé más fuerte.

—Te presento tu nueva rutina —le di un beso en el cuello. —Siempre estaremos a la carrera intentando no llegar tarde. Necesitas acostumbrarte a la idea.

—¿Por qué?

Lentamente comencé a retroceder llevándonos a ambos hacia la cama.

—Porque cada mañana será difícil salir de la cama, porque haremos el amor a la luz del sol para iniciar el día como se debe —lo senté trayéndome consigo, por lo que quedé convenientemente sentado a horcajadas sobre él y con mis manos sobre sus hombros. —Luego nos ducharemos juntos, supuestamente para ahorrar tiempo, cosa que nos hará perder más tiempo —lo besé en el hombro. —Y apurados nos saltaremos el desayuno.

—No puedes ir a entrenar sin desayunar —dijo, pero no había una verdadera protesta en su voz.

—Caminaremos apurados por la calle hasta el metro agarrados siempre de la mano, sin que nos importen las miradas desaprovatorias que nos puedan lanzar, esperaremos el tren abrazados porque nunca será suficiente el tiempo que estemos juntos —besé su mejilla. —Y compraremos un par de crepes en el puesto que está cerca del teatro —deslicé mis manos desde sus hombros hasta su pecho. —La mía será salada, la tuya dulce, y te robaré siempre la mitad solo para fastidiarte, aunque compraremos un solo café para compartir ¡Qué no se diga que soy un botarate que no sabe hacer economía!

Lo besé en los labios y, aunque pretendía que fuera un juego, algo breve, no más que un roce, el sello de una promesa, él quiso más y no era yo la persona más adecuada para negárselo. Lo besé una y otra vez y nuestros cuerpos terminaron de despertar asegurándonos que, más allá de las palabras, así era como quería pasar cada mañana de mi vida.

—¿Tenemos un acuerdo? —pregunté y aunque traté de que no se me notara, la voz me traicionó volviendo a tener esa cualidad de súplica. —Por favor, dime que tenemos un acuerdo.

Por toda respuesta bajó su mano deslizándola entre ese pequeño espacio que quedaba entre nosotros, tomó su miembro entre sus dedos, lo colocó en mi entrada y me empaló de un empujón. Por un segundo se me olvidó cómo respirar y la visión se me desenfocó. Él estaba tan caliente, duro... Era todo pasión, era todo mío. Puse ambas manos sobre sus hombros y comencé a dar pequeños saltos en lo que esperaba fuese la rúbrica a nuestro pacto. Supe que probablemente no llegaríamos tan tarde porque esto no se prolongaría demasiado.

—Bastian, mi amor, tienes que apurarte, o de verdad vas a llegar tarde, y no me refiero únicamente al trabajo.

Llevaba rato viéndolo dormir, dejando volar mis fantasías. Antes de que él despertara yo ya había comenzado y estaba por terminar. Soltó una de sus manos de mis caderas y la guió hasta mi pene. No podía ver bien lo que hacía, pero lo sentía.

—Quieres matarme —dije entre jadeos tratando de pensar en otra cosa.

Repasé mentalmente la nueva coreografía que estábamos ensayando, conté la música en mi mente, pero nada podía desconectarme de ese momento. Lo sentía latir en mi interior, demandante, urgido, lo sentía en cada parte de mi cuerpo. Bastian se tensó bajo de mí, luego siguió el gruñido profundo y la divina sensación derramándose dentro que lo halaba poderosamente todavía más adentro, demandando sin ninguna cortesía. Me dejé llevar por la sensación, por el instinto. Sentí que el orgasmo duró horas y a la vez segundos. Cuando colapsé sobre la cama, sobre Bastian, sentí que el colchón se movía, sacudiéndose de forma incontrolable. Me di cuenta de que era yo, temblando, como un maldito adolescente. Las capas tectónicas de mi mundo se estaban resquebrajando, ajustándose a una nueva posición.

—¿Te gusta tu nueva rutina? —pregunté en lo que pude controlar el sentimiento abrumador que me impedía hablar. Bastian simplemente levantó la cabeza y me dedicó una sonrisa triste. ¡Oh, no! No se suponía que esa iba a ser su respuesta.

—No es tan fácil, Kylen —dijo y comenzó a incorporarse. No se lo permití. Lo volví a pegar contra mi cuerpo. No lo dejaría escapar tan fácilmente. No me daría por vencido como con tantas otras cosas en mi vida. No cuando sentía que era realmente importante.

—¿Qué es lo difícil? —pregunté acariciando su pecho, tratando de que se relajara. —Estoy enamorado de ti, tú sientes cosas por mí, lo sé, no trates de negarlo. Hemos compartido por meses y ya dormimos juntos y esa parte, debo decir, funciona de maravilla. ¿Qué es lo complicado? ¿Qué nos impide estar juntos?

—Solo digo que tengo que considerarlo.

—No, no lo compliques, Bastian. No crees trampas en tu mente que no existen en la realidad. No te estoy pidiendo que vivamos juntos o que te cases conmigo. Solo te pido que comencemos una relación seria y comprometida —esperé por unos segundos a ver si alguna especie de miedo oscuro me asaltaba, pues Kylen Deshawn y relación comprometida no eran cosas que normalmente fueran juntas en la misma oración, pero esa certeza de la noche anterior seguía allí. —Quiero construir una vida en París, contigo, un día a la vez.

—Vamos a pelear montones.

—Y nos reconciliaremos cada vez, porque no hay nada que me haga desearte más que cuando me regañas.

—Va a ser duro.

—Lo único duro que vamos a enfrentar es cómo me pongo cada vez que te tengo cerca.

—Eres un guarro.

—Sé que te da miedo —lo besé en uno de sus pectorales. —Pero la confianza no es algo que se pide, es algo que se gana y yo seguiré ganándome la tuya como lo he ido haciendo hasta ahora. Solo te pido una oportunidad. Puedes llevar la cuenta, asignarme puntos, poner estrellas doradas en la puerta del refrigerador cada vez que haga algo bien.

—¿Estrellas doradas? —levantó la cabeza y me miró con divertida suspicacia.

—Soy una estrella, las merezco —me encogí de hombros. —Y cuando tenga suficientes estrellas, te las cobraré con métodos muy creativos.

—¿No te da miedo? —preguntó muy serio y sabía que no se refería a las estrellas doradas ni a mis métodos de cobranza.

—Mírame, Bastian —levantó la vista y nuestras miradas se encontraron. Le di unos segundos para que viera que no había nada que nublara mi expresión. —No, nada de miedo. Nunca he estado tan seguro de algo en mi vida.

Se tomó unos segundos más viendo mi expresión. Luego suspiró.

—Está bien —dijo finalmente y tuve que contenerme para no aplaudir o levantar el puño en el aire.

—¿Eso quiere decir que eres mi novio? —pregunté tratando de parecer inocente. Él solo puso los ojos en blanco. —Lo pregunto para saber si cuando nos encontremos a alguien puedo decir: «Te presento a mi novio, Bastian», o si cuando tengo que buscarte en el trabajo puedo preguntar «¿Han visto a mi novio?». Creo que decir «mi pareja» sonaría más adulto, pero todavía el término no me termina de sonar correcto. Tal vez «el amor de mi vida», que tiene cierto toque dramático.

—Madura, Deshawn —dijo y comenzó a levantarse y no pude evitar la enorme sonrisa que afloró en mi boca de la nada. Me encantaba cuando me regañaba —Primero que nada tenemos que hablar con...

—¡¿Papá?!

El grito de Andrea vino conjuntamente con el sonido de la puerta del departamento al cerrarse. Bastian se quedó paralizado con la sábana que había recogido del piso entre las manos y el terror pintado en el rostro.

—Olvidé mi libro de Biología. ¿Sabes dónde está? —gritó mientras la escuchábamos moverse por el recibidor.

—Se suponía que no vendría hasta la tarde —me dijo Bastian en un susurro. —Debía ir directo de la casa de su amiga al instituto.

—¿Papá? ¿Todavía estás dormido? —su voz se escuchaba acercándose peligrosamente a la puerta de la habitación. —¿Te sientes bien?

—¡No entres! —gritó Bastian al mismo tiempo que la puerta de la habitación se abría.

Por unos momentos me volví flash y antes de que Andrea entrara tomé una almohada cercana y me cubrí con ella lo mejor que pude. Instintivamente, Bastian tomó la sábana que sostenía y la enrolló en su cintura. Andrea se quedó en el umbral. Pasó una mirada confundida, una y otra vez, de su padre de pie intentando cubrirse con una sábana, a mí, todavía en la cama con una almohada entre mis piernas.

—A la mierda —dijo con una perfecta expresión de horror en su rostro antes de darnos la espalda e irse. No podía culparla. Eran exactamente las palabras que se repetían en mi mente una y otra vez.

—¡Andrea! —Bastian la llamó y amagó con ir tras ella. Lo tomé por el brazo impidiéndolo.

—No creo que perseguirla cubierto por una sábana sea la mejor idea.

—¿Y qué se te ocurre? —preguntó furioso.

—Yo iré —dije apartando la almohada y saliendo de la cama.

—Estás desnudo —me miró de arriba abajo.

—Y es el traje que mejor me sienta —me miró como si estuviese a punto de asesinarme. —Aunque no creo que sea prudente para la ocasión.

Recogí mis vaqueros del piso y me los puse lo más rápido que pude. En mi camino hacia la puerta recogí mi camiseta.

—Kylen...

—No te preocupes —traté de darle mi mejor sonrisa tranquilizadora. —Tengo todo bajo control.

¡Sí, cómo no! Eso no estaba en los planes. Obviamente que Andrea estaba en los planes. Encontrarnos juntos y desnudos, no. Bastian iba a entrar en pánico. Si esta situación no se arreglaba iba a perderlo antes de que todo comenzara.

Andrea no estaba en el recibidor. La puerta estaba entreabierta, así que seguí el rastro, temiendo la posibilidad cada vez más inminente de tener que perseguirla por las calles de París descalzo. Afortunadamente para mis pies, que a fin de cuentas eran mi instrumento de trabajo, la encontré sentada en las escaleras. Me pasé la mano por el cabello tratando de darle algún tipo de apariencia ordenada, de adulto serio y responsable.

—Andrea —dije sentándome a su lado.

—Cállate. Estoy procesando —cerró los ojos, se puso las manos en la frente y arrugó la cara.

Esperé. Esperé. Esperé un poco más, pero no tenía tiempo que perder. Si no la calmaba, Bastian iba a enloquecer.

—Háblame. Te puedo ayudar a procesar.

—Te encontré desnudo en la cama con mi papá —me miró furiosa. —Quien por cierto también estaba desnudo. Esa imagen está grabada en mi cerebro —se dio un golpe en la frente. —Voy a arrastrar un trauma por el resto de mi vida.

—Estás siendo dramática.

—¡Es mi papá!

—Estoy al tanto, disculpa —hice la mueca respectiva. —No se suponía que te enterarías así. Tenía todo este plan que parecía de una serie norteamericana. Nos sentaríamos muy solemnes en el salón, Bastian y yo nos tomaríamos de las manos, te diríamos que estamos juntos y contestaríamos todas tus preguntas de la forma más civilizada.

Bufó.

—¿Y yo soy la dramática? ¿En dónde vives? ¿En Narnia?

—Andrea, trata de entender.

—¿Entender qué? Es mi papá, Kylen. Es un buen papá y una buena persona. Nunca ha traído hombres a la casa, no desde Didier, y yo era muy pequeña para recordar ahora el protocolo.

—Tocar la puerta estaría bien.

—Te odio.

—Solo decía —levanté las manos en señal de rendición.

—¡Sabía que esto ocurriría!

—Bailarina, reina del drama y psíquica.

Me miró exasperada.

—Nunca hubo nadie en nuestras vidas y de repente, te abre la puerta — negó con la cabeza. —Sabía que le gustabas y no hice nada por impedirlo porque también me gustaba que estuvieras allí, con nosotros. Solo rezaba para que no te dieras cuenta.

—¿Por qué?

—Porque eres tú, tienes una reputación y no quiero que lo lastimes. No creo que mi papá tenga la fortaleza para estar con alguien así, ni yo para soportar que seas tú quien le rompa el corazón. Eres mi amigo, me gustaban las cosas como estaban. No quiero tener que odiarte.

—Hace un minuto has dicho que me odias.

—Pero es un odio circunstancial —explicó. —Todavía no eres mi archienemigo.

—No tengo en mis planes ser tu Némesis y, créeme, Bastian tiene más fortaleza de la que puedas imaginar y no voy a lastimarlo. No puedo, me tiene amarrado en la punta de sus dedos —me miró como si no me creyera. —El único corazón en riesgo aquí es el mío.

—¿Quieres decir que es algo serio? —preguntó muy seria.

—Y espero que permanente.

—¿Van a casarse o algo así?

—No le digas eso a tu padre porque va a enloquecer. Creo que tiene problemas para comprometerse.

—¿Y tú no?

—¿Yo? —me señalé el pecho. —No. Si se trata de Bastian, quiero el paquete completo.

Me miró de forma especulativa.

—No esperes que te llame papá ni nada por el estilo.

—No —me reí un poco. —Pero sí espero verte en tu graduación de la Escuela de la Ópera y sentirme orgulloso, cuidarte y orientarte durante toda tu carrera y disfrutar en el público de tu primer papel importante cuando seas profesional.

Mientras decía cada palabra podía imaginar estos acontecimientos y algo tibio inundó mi pecho. Quería ser parte de la vida de Bastian y también de la de Andrea, no porque no pudiera tener a uno sin el otro, sino porque la niña de verdad me importaba.

—Eso es un futuro muy remoto.

—Eso es toda tu vida, porque planeo quedarme hasta el final, pero para eso necesito tu ayuda.

—¿Mi ayuda?

—Eres lo más importante en la vida de tu padre. Si por algún momento él sospecha que no estás de acuerdo con esto, me va a dejar y eso no será bueno —puso los ojos en blanco. —Lo amo, Andrea. No te pido que lo entiendas, porque algunas veces tampoco tiene sentido para mí. Sé que puedes pensar que es pronto o producto de algún arrebato, pero ese tipo de cosas simplemente se saben y no hay un tiempo preestablecido para que los sentimientos nazcan. Tu padre nunca ha sido amado como se merece. Planeo rectificar esa situación por el resto de mi vida.

—Eso fue muy romántico —me dijo sonriendo. —Pero arruina una de las mayores fantasías de mi vida.

Me quedé atónito.

—¿Y cuál es esa fantasía? —pregunté aterrado pero haciendo lo posible para que no se me notara.

—Que algún día bailáramos juntos.

Me reí de alivio y creo que desperté a unos cuantos vecinos en el proceso.

—¿Y por qué no podemos?

—No seas obtuso —puso los ojos en blanco otra vez. —Todos los papeles importantes en el ballet son de gente que está enamorada: Romeo y Julieta, El lago de los cisnes, Giselle.

—Somos artistas, Andrea. Fingimos. No he estado enamorado de ninguna de mis parejas de baile.

—Sí, lo sé, y no tendría el menor problema en actuar ser el amor de tu vida si fuéramos amigos, pero si vas a ser el novio de mi papá no puedo estarte besando en el escenario —se sacudió como temblando. —Sería asqueroso.

—No había pensado en eso —la empujé con el hombro, jugando. —Pero cuando llegue ese momento con seguridad habrá un bailarín más joven y talentoso con el cual quieras bailar y yo los conoceré a todos porque soy alguien importante —le guiñé un ojo. —Puedes usar mis conexiones.

—Ahora tratas de sobornarme.

—¿Está funcionando?

Sonrió y se puso de pie.

—Debo irme al instituto.

—¿No vas a buscar tu libro de Biología?

—Te encontré desnudo en la cama con mi papá. He tenido suficiente biología por hoy.

—¿Cuántas veces vas a usar esa carta contra mí?

—Todas las que pueda —sonrió presumida y comenzó a bajar la escalera.

—No corras. ¡Cuida ese pie! —le grité. —Esta noche tenemos que entrenar.

Y cuando Andrea salió de mi campo de visión, tuve la certeza de que todo iba a salir bien.

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