¿Quién fui? #EndlessAwards2019

By AldanaLeonorPV

6.6K 594 87

¡GANADORA DEL SEGUNDO LUGAR EN LA CATEGORÍA ROMANCE DE LOS #VENUSAWARDS19! ¡GANADORA DEL TERCER LUGAR EN LA C... More

SINOPSIS
PERSONAJES (REPARTO)
ACLARACIONES
CANCIONES PARA LA NOVELA
CAPÍTULO 1: El disparo
CAPÍTULO 2: Intensa recuperación
CAPÍTULO 3: Brenda y Brooklyn
CAPÍTULO 4: Misteriosa y sexy
CAPÍTULO 6: Cómo comenzó
CAPÍTULO 7: Beso inesperado
CAPÍTULO 8: Cafetería
CAPÍTULO 9: Puntos en contra y a favor
CAPÍTULO 10: Dejar ir
CAPÍTULO 11: Te haré recordar
CAPÍTULO 12: Confuso y doloroso
¡NUEVA PORTADA!
CAPÍTULO 13: Alejarme de ti
CAPÍTULO 14: En sus brazos
CAPÍTULO 15: ¿Evadir o evocar?
CAPÍTULO 16: Quiero que seas feliz
NOTA: Necesito de su ayuda
NOTA: Aún necesito su ayuda
CAPÍTULO 17: Para conquistarte
CAPÍTULO 18: ESPECIAL I (Parte I)

CAPÍTULO 5: En shock

202 21 0
By AldanaLeonorPV

Diez minutos antes

Brooklyn

Hoy me pedí auto permiso para faltar al trabajo, pues no necesito pedírselo a nadie más y no creo que alguien me extrañe o mi presencia sea primordial para hoy. Es mentira eso que dicen de que el trabajo te distrae y relaja, ¡el trabajo estresa! ¡Y mucho! Y más en ese ambiente que tanto me recuerda a Noah, a sus besos, a sus caricias, a su…

¡Basta, Brooklyn!

Salí a pasear con mi auto justamente para no pensar, para despejar mi estúpida cabeza.

¡Menuda mierda, joder, que no lo consigo! Golpeo el volante con frustración e histeria. Debo calmarme, ¡pero no puedo! Dejar de pensar en Noah es imposible… Y ahí voy recordando otra vez:

Flashback

Aquel lunes por la tarde fui junto a mi asistonto a oficinas de «El Álamo del Líbano S.R.L.» La verdad estaba yendo por curiosidad, quería invertir en algún lugar para simplemente hacer crecer un poco más mi dinero, y esa empresa era una de las tantas opciones que tenía. Había asistido ya a unas dos antes que esta y la verdad no me parecieron convincentes, los socios parecían más muebles parlantes robóticos y programados que otra cosa. A ver qué tal me iba con El Álamo tantos tantos.

Tenía esperanzas de hallar ahí potencial, y a la vez me esperaba otra aburrida y tediosa reunión donde los socios podrían parecer políticos o pacientes anestesiados.

Aunque ni por un instante se me pasó por la cabeza que el tan solo hecho de asistir a aquella junta de posibles futuros socios cambiaría por completo mi vida. ¿Quién lo hubiera dicho?

Al llegar le dije a la secretaria que estaba afuera de la puerta mi nombre y el rango de Smith, que no era necesario que me anunciara puesto que ellos ya conocían sobre mi llegada. Ella me sonrió y me dijo que ya sabía, que le habían dicho que la única interrupción que recibirían sería la mía y que pasara sin problemas.

Entonces fui y llamé a la puerta mientras me daba unos últimos retoques al vestido y cabello.

—Usted se ve perfecta, licenciada, me fasci… digo, se ve perfecta.

—Shhhh, cállate Smith. Si eso ya lo sé —susurré, y estando en eso me abrió una mujer que parecía también ser otra asistonta, pero con una expresión frígida como tal cual Hitler. De contextura gruesa, con rulos negros y una ridícula cinta blanca con puntos negros sobre su cabello.

Nos miraba como si intentara intimidarnos o algo así.

—Pasen —ella tensó la mandíbula y se hizo a un lado. Antipática. Aunque bien el patético de mi asistarado se quedó embobado mirándola, sonrojado. Lo codeé disimuladamente para que saliera de su ensoñación y estuviese atento a cualquier cosa.

No que perdiera el tiempo con la vaca de Hitler.

Ni bien ingresé les dediqué una sonrisa a todos los presentes, como diciéndoles: «A ver con qué me sorprenden ahora».

Sin siquiera imaginarme que la sorprendida sería yo.

Que ese instante en que mi vista fuera a parar en él mi vida cambiaría por completo.

Ese joven que estaba sentado al centro de la mesa me comía viva con la mirada. No podía ni disimular sus lascivas miradas hacia mí, mis pechos, mis caderas y sobretodo mis piernas. Aunque bien no era el único, todos se quedaron —no es por presumir— admirados al verme. No me sorprendía, estaba más que acostumbrada, y lo hacía con intención; siempre me gustó verme excéntrica y sexy, sin perder la elegancia y el buen porte. Pero las miradas fervientes de deseo de Noah eran más intensas y evidentes que las del resto.

Y para qué negarlo, si yo también lo miraba con un apasionado interés, con lujuria. Él primero me miró de abajo arriba, yo lo hice al revés, de arriba abajo. Lo primero que me fascinó en él fue su cabello castaño alborotado, que lo hacía ver muy sexy, el cual me hacía dar ganas de agarrar y apretar, de apretar y agarrar otra vez mientras se disfruta del sexo. Okay, ignoraré que yo pensé eso.

Sus ojos eran tan castaños como su cabello, de color miel, que ahora brillaban de lo que yo percibía como deseo. Un deseo visual que estaba siendo mutuo.

Continué escaneándolo con la mirada. Dios, su rostro era perfecto, digno de un galán de telenovelas o mejor aún, de Hollywood. Tenía las cejas gruesas, pero perfectamente depiladas, las cuales le daban un toque muy atractivamente varonil. Bajé la vista a sus labios carnosos, los cuales se veían tan apetecibles, que provocaron que me mordiera los míos propios.
Sacudí levemente la cabeza con una tenue sonrisa, ante el pensamiento de qué tan bueno sería besando. Su mandíbula estaba muy bien tensada.

Del resto no puedo hablar mucho, puesto que su smoking cubría a la tableta de chocolate que de seguro estaba dentro. Aunque sí alcancé a distinguir —aunque delgados a lo normal— lo fuertes que parecían ser sus brazos.

En fin, ¿acaso había asistido a una junta de posible futuro trabajo? ¿O a la exhibición de un niño bonito empresario?

De ella es de quien le hablé, licenciado. Una futura posible inversionista y nueva socia —le habló el señor de a su lado.

Tras esas palabras se levantó a recibirme…

Fín flashback

¡Aghhhhhh! ¡Y vaya que soy masoquista, me encanta sufrir! Estaba recordando el día en que conocí a Noah. El día en que comenzó todo. El día en que le dimos click a ese juego de pasión que nos consumió todo un año, antes de su muerte.

Los recuerdos que tengo de él están cargados de emoción, besos, caricias y pasión, con muchas formas de hacer el amor. Ambos éramos unos salvajes y desenfrenados amantes en la cama, y no solo en ella, también en el escritorio de nuestras oficinas, en la playa, en…

¡Basta, basta, basta! Golpeo el claxon con fuerza. mientras lucho por no pensar en él, pues me estoy haciendo daño.

Pero estando en esas la llanta delantera de mi auto choca contra algo, sacudiéndome violentamente y entonces me veo obligada a frenar. Menos mal que no me golpeé la cabeza.

Por las calles de París, ¡mierda!

Me levanto para ver el daño ocasionado y, en efecto, el choque fue tan fuerte que mi llanta está hecha un residuo desinflado.

¿Y ahora qué se supone que haga? Tal vez llamar a una grúa…

¡No, espera Brooklyn! Ahora que veo detenidamente el panorama alrededor mío distingo un taller mecánico un poco más allá. Bueno —resoplo con resignación—, creo que mi llanta dá para unos pasitos más.

Conduzco como puedo hasta llegar ahí, luego freno; levanto entonces mi bolso de mano y las llaves, me pongo mis gafas de sol y salgo del auto. Este taller «Reparaciones Herrera», no es tan bueno como a los que estoy acostumbrada, pero no tengo de otra. Da igual en estos momentos, así que me encojo de hombros y entro.

Aunque espero que el servicio y atención sean buenos. Mínimo como para cuatro estrellas.

Están en este momento un señor algo mayor, de sesenta años tal vez, quien está reparando un auto y un joven de unos veintipico, a quien veo de espaldas, con el oberol cubierto de hollín.

Ahora que lo recuerdo, tal vez esto no sea cosa de un día, yo qué voy a saber, no sé nada sobre sobre autos. Así que para prevenir cualquier cosa me pongo a buscar mi tarjeta personal en mi bolso de mano.

—Buenos días —saludo a ambos, aún con la vista en mi bolso puesto que mi tarjeta no está a mano—, mi llanta delantera se ponchó, necesito… —Me percato que nadie me presta la más mínima atención, así que carraspeo y levanto la vista fugazmente—. Buenos días —reitero y vuelvo a lo mío.

—Buenos días —me saluda el señor de al fondo, echándome un vistazo rápido. Parece que está muy ocupado con esa carcacha. Yo le doy un asentimiento de cabeza. Es entonces que parece que el joven recién reparó en mi presencia.

Despistado. Ya estamos comenzando mal.

—Buenos días señorita, le doy la más cordial bienvenida a nuestro humilde taller mecánico. Estamos para servirle a Dios y a usted, siéntase cómoda.

No puede ser.

Me acabo de quedar inesperadamente congelada y paralizada, creo por completo yerta, tras oír esas palabras, esa voz…

No, no creo, él… Noah está muerto. No puedo empezar a delirar aquí, ya no es sano, ya no, debo parar, no estoy bien… Necesito ayuda.

—Mucho gusto —añade cordial y veo una mano extendida frente a mí.

Esto no puede estar pasando. ¿Será que estoy loca y perdí todos mis tornillos? ¡Basta de una vez por todas! ¡Noah está muerto! ¿Entonces por qué siento que algo me punza fuertemente el corazón?

Vamos, Brooklyn; enfrenta tus miedos, que sea lo que tenga que ser. Levanta la vista, comprueba por ti misma si lo que escuchaste es real.

Y así lo hago. Aunque solo corroboraré que perdí la cordura.

Me quito las gafas de sol y poco a poco levanto mi rostro y mi mirada.

Y para plena sorpresa mía me doy de lleno con él, ¡con Noah! Me quedo aún más helada como si no fuera posible, estática. ¿Será que mis ojos me están engañando? ¿O me volví esquizofrénica?

Yo no estoy loca, ¡no lo estoy!

¡Si yo misma fui a la morgue el día en que murió! ¡Y me dijeron que su cuerpo estaba allí! ¡Si hasta su muerte salió en los periódicos y se anunció en la prensa! ¡Además yo fui la única persona presente en su entierro! Le llevé un ramo de rosas rojas para sellar y simbolizar las tantas veces que nos entregamos en cuerpo y alma, mientras empapaba mi rostro con un montón de lágrimas y sentía que se me oprimía el corazón, luego que se hacía cachitos partiéndose en mil pedazos y que aún así me lo pisoteaban hasta hacerlo cenizas.

Fue el dolor más grande que experimenté en mi vida, el que nunca siquiera le desearía ni a mi peor enemigo. ¡Y no fue la única vez! Una vez a la semana le llevaba una rosa roja, hablaba con él hasta que se hiciera muy noche, quería imaginar que él aún estaba ahí, vivo, conmigo.

Y tanto me ensimismaba en mis conversaciones, que de veras por unos momentos llegaba a creerlo. Luego me estrepitaba contra la cruda realidad, sin Noah. Y abrazaba su lápida. Como es un cementerio, se oían cosas extrañas e incluso algunas veces sentía ráfagas de viento pasar rápidamente por mi lado. Me gustaba pensar que era él diciéndome que no fuese tan paranoica, que intentara salir adelante…

Pero no era así. Noah y yo llegamos a estar comprometidos, nos amamos y entregamos intensamente, pero terminamos en malos términos por… cosas.

¡Cuánto me arrepiento! La culpa me carcome en varios aspectos, por ejemplo, cada vez que recuerdo las veces en que pude haberle dicho que lo amaba. ¡Y no lo hice así en concreto, nunca! Él se fue a la tumba —o eso creo— sin saberlo.

En las fechas de nuestro aniversario le llevaba cosas más especiales y significativas que fueron para nosotros estando él en vida. Como nuestro anillo de compromiso que siempre traía puesto en mi anular, hasta ese día. Verifiqué que nadie me viese y disimuladamente en un pequeño hoyo lo enterré a lado de su lápida, para no correr con el riesgo de que alguien lo robase, puesto que es de oro y con hermosos rubíes al medio. Él todavía lleva en su anular el anillo que yo le regalé, es lo más seguro, su cadáver aún lo lleva puesto…

No estoy lunática, no estoy demente. No durante estos malditos tres años y medio estuve hablando con el aire, sola; no hice regalos ni llevé rosas a quien jamás estuvo ahí… ¡¡No!!

Además, si él fuese Noah me habría reconocido, me hubiese abrazado o reprochado con suma ira tantas cosas en el milagroso caso de que hubiera sobrevivido, pues tengo la certeza de que nadie logra sobrevivir a un disparo en la cabeza; ¡háganme el favor! Uno al recibirlo muere al instante. Sobretodo me reprocharía con un profundo resentimiento el haberlo abandonado cuando más me necesitó, el siquiera haber ido a visitarlo al hospital para evidenciar mi preocupación y demostrar que él era importante para mí. Pero si fuera así —algo imposible, por cierto— ¿cómo podía yo saber? ¡Si creía que estaba muerto!

O tal vez es una maldita pesadilla de la cual pronto despertaré. Sí, eso debe ser, estoy soñando.

Igual debo cerciorarme. Tengo que confirmar que no es una puta alucinación por tantas pastillas y antidepresivos que estuve tomando. Que le estoy poniendo el rostro de Noah a este empleado, quien mantiene su amable sonrisa y la endulza más de no ser posible. Su mirada tiene un brillo especial, pero el fulgor de estos ojos de tonalidad miel es distinto al que tenía el Noah que yo conocí; no reflejan un deseo explícito, sino amabilidad y se nota que traen mucha alegría consigo. Él aún permanece con el brazo extendido, esperando pacientemente a que se me ocurra estrecharle la mano.

Dios.

Aún permanezco con la expresión papel, inmóvil, mirándolo dubitativa. Pero obligo a mi cuerpo moverse y le estrecho la mano, pero con fuerza, esperando terminar agarrando el aire o despertar en mi cama u oficina, como otras veces. Un sueño que reflecta los deseos o anhelos más íntimos lo puede tener cualquiera.

Pero no sucede como las veces anteriores.

Él no se desvanece, ni se difumina. Y el rostro de Noah sigue ahí, sus ojos me miran ahora preocupadamente.

Ahora sí que veo todo borroso por la fuerte impresión que estoy recibiendo, o tal vez es el sueño desvaneciéndose, ya no sé… Todo a mi alrededor se carga de una intensa bruma, el rostro de Noah se reproduce en dos y en tres…

—¿Se siente bien? —me pregunta el susodicho.

¡No, no estoy bien!

Pero no soy capaz de responderle. Estoy en un tremendo shock y muy mareada. No sé diferenciar la realidad de la fantasía. Leve y lejanamente siento que soy sostenida y que este chico me hace sentar sobre algo. Aún no salgo de mi aturdimiento.

A lo único que atino es a cerrar los párpados y me quedo muy quieta, mientras intento pensar y despejar de a de veras mi mente, procurando ponerla en blanco. Creo que está funcionando. Siento el impulso de suspirar hondo y profundo, pero no me sale, puesto que no estoy en completo dominio de mis acciones; mas qué importa ya. Lo que sí consigo es abrir los ojos lentamente, entonces instantes después veo un vaso de agua frente a mí.

—Tome, le asentará bien —me dice el señor mayor. Entonces reacciono de repente, debo reponerme. Le recibo el vaso y bebo el contenido de golpe, sintiendo un trago amargo al final. Cuando termino me animo a levantar la vista, analizando detenidamente y con la cabeza fría al joven que tengo ahora enfrente.

No cabe duda, ¡realmente es Noah! ¡Está vivo! Lo escudriño aún más para cerciorarme y convencerme, mirándolo con bastante escrutinio y fijeza. Siento entonces que el alma se me congela, pues verdaderamente Noah está aquí, en carne y hueso. ¿Pero por qué actúa como si no me conociera? ¿Por qué no dice nada?

Estoy al borde de un colapso.

—¿Se siente mejor? —me pregunta el señor, entonces asiento aturdida en una respuesta trémula.

El don está totalmente ajeno al revoltijo de emociones que estoy experimentando. ¿Alegría, euforia, emoción, ganas de gritarle al mundo mi repentina y confusa algarabía? ¿O escepticismo, pánico, miedo, ira, sorpresa y culpa?

Sin duda, siento todo a la vez. Pero más de lo último.

De repente siento ganas de salir rápido de aquí. De correr y correr hasta más no poder. Necesito asimilar lo que sucedió entre otras cosas.

—Es que, n-no desayuné bien, me descompensé. Es todo. Ya me siento mejor —me incorporo, intentando evitar la mirada de Noah.

—Por favor, no es prudente que se levante aún. Voy a traerle chocolate caliente para que… —No, no, no. No tengo tiempo para trivialidades y asimismo un chocolate caliente no solucionará mis problemas, así que lo interrumpo con un movimiento de mano.

—Gracias. Dije que me siento mejor. Debo, debo irme… —No puedo más, comienzo a caminar hacia la salida, pero antes de atravesarla decido mirar por última vez a Noah, y me voy apresurada.

—Señorita, ¡espere! ¿Y su auto? —Noah me da alcance.

¿Señorita? Nunca pensé que esa palabra tuviera el poder de destrozarme el corazón, pues siento que algo se fragmenta en mi alma. Detengo mi andar, parpadeando con una escéptica sorpresa que me retumba. Noah nunca me llamó «señorita», claro que exceptuando la primera vez en que nos conocimos e interactuamos. Bien me llamaba por mi apellido (Paris), futura socia, preciosa, usted, por mi nombre y más adjetivos calificativos sensuales.

Además el tono de su voz es otro. ¿Acaso es concebible que se haya olvidado de mí? Me cuesta creerlo y mucho menos asimilarlo.

—M-más tarde vuelvo por él. Su-surgió algo urgente —es lo único que acierto a decir, evitando el contacto visual y retomando mi paso rápido.

Dejándolo atrás nuevamente, como hice en un pasado.

Primero camino aprisa, luego empiezo a trotar y por consecuente a correr, correr y correr sin parar, mientras millones de recuerdos entre buenos y malos invaden mi mente, como una bomba. Todos ellos me dicen que yo soy la culpable de todo esto, de que en su memoria no esté yo más. ¿O es algún tipo de táctica suya acaso? Agh, qué frustración.

Las lágrimas me caen por sí solas.

De repente siento a mi tobillo izquierdo doblarse y solo sé que en medio de tanta obnubilación mental estoy cayendo al suelo. Mala idea correr con botines de tacón, aunque si bien sé caminar con tacones aún más altos, correr en este estado pues ya es imposible sin tropezar.

Pero no estoy reparando tanto en eso ahora.

—Ay, ay, ay, ay —me quejo frotándome el tobillo, gruñendo de rabia. Intento volver a levantarme pero no puedo.

Decido resignarme. No vuelvo a intentarlo por segunda vez.

Me quedo ahí, sentada en el suelo. Como puedo me arrincono a rastras hasta la pared y comienzo a llorar amargamente. A la par que continúo rememorando ese recuerdo el cual deseché estando en el auto.

Antes de que mi vida volviera a desatarse en un caos de emociones confusas y contradictorias.

Continue Reading

You'll Also Like

427K 33.5K 54
El mundo da un vuelco cuando la primer mujer en la Fórmula 1 se hace presente en el Paddock. Camille Watson, hija del gran piloto de la F1 tendrá que...
110K 8.3K 37
🍎°•En esta historia, Lucifer es un beta que al conocer a su destinado se convierte en Omega lo cual le hará tener dificultades que lo llevarán a des...
463K 79.3K 68
Kylian Craig tiene claras dos cosas: enamorarse debilita y todo se puede negociar, así que cuando se da cuenta de que una de sus más grandes inversio...
375K 15.8K 42
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...