The Same Heartbreaker (2) ✔️

isnotcandy tarafından

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Segundo libro de la Trilogía Heartbreakers. Es necesario leer el primer libro para entender este. Cuidado co... Daha Fazla

Prefacio.
Prólogo.
1. Quinn.
2. Liam
3. Quinn.
4. Liam.
5. Quinn
6. Liam.
7. Quinn
8. Liam.
9. Quinn.
10. Liam
11. Quinn
12. Liam
13. Quinn
15. Liam.
16. Quinn.
17. Liam
18. Quinn
19. Liam
20. Liam
21. Quinn.
22. Quinn
23. Quinn
24. Liam.
25. Quinn
26. Quinn.
27. Liam.
28. Quinn
29. Liam
30. Quinn.
31. Quinn
32. Liam.
33. Liam
34. Quinn.
35. Quinn
36. Liam.
37. Quinn.
38. Quinn.
39. Liam.
40. Quinn.
41. Liam.
42. Quinn
43. Quinn
44. Liam.
45. Quinn
46. Liam.
47. Quinn.
48. Quinn
49. Quinn.
The Last Heartbreaker (3)

14. Quinn.

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isnotcandy tarafından

Capítulo editado.


14 | QUINN

—¿Aquí es donde vives ahora? —interroga Liam al bajar del taxi.

No respondo, simplemente tiro de su brazo y entre los dos nos ayudamos a mantenernos de pie.

Encuentro la situación muy irónica y probablemente, si no tuviera Jack Daniels corriendo por mis venas, estaría corriendo lejos de aquí.

El taxi se va lo más rápido que puede, probablemente hemos horrorizado al conductor con nuestras estupideces, y en oraciones arrastradas, nuestra trágica y sin sentido historia de amor. Si es que podemos llamarle amor.

Subimos los escalones del porche, que al igual que el resto de la mansión no es modesto. Liam se tambalea al hacerlo. La puerta está cerrada, es por eso que nunca voy a olvidar que el imbécil de Zack guarda una llave de repuesto en la primera ventana de los costados de la puerta, justo debajo de esta. Mis dedos comienzan a tantear la ventana y encuentro la llave con facilidad.

Puede parecer tonto, esconder la llave de una mansión en un lugar como este pero dado a la gran cantidad de seguridad que hay afuera, no creo que sea un problema realmente.

Una vez que entramos, Liam observa todo con una mirada aburrida en su rostro. Puede comportarse tan... Humano que a veces olvido el hecho de que fue criado en una cuna de oro y nada de esta mansión va a resultarle mínimamente extravagante.

—Quinn, ¿qué demonios estamos haciendo? —Liam de gira cuando hemos llegado al pie de las escaleras.

—Iré a dormir —le digo alzándome de hombros—. ¿Tienes sueño?

Pone una mueca y larga una carcajada. Se ayuda a sostenerse con la balaustrada de la escalera.

—A decir verdad, sí —chasquea su lengua y me extiende una mano. La observo con desconfianza, ¿donde esta el Liam que me odia y afirma que soy su persona menos favorita en el mundo?—. ¿Quieres dormir conmigo, como en los viejos tiempos?

Los viejos tiempos me provocan que la piel se me erice.

Muerdo mi labio y asiento.

Avanzo y tomo su mano, Liam estira una sonrisa maliciosa. Se mueve como si fuera su casa pero realmente no lo es, no sabe a dónde demonios se dirige.

Una vez en el segundo piso, quiero llevarlo a mi habitación pero Liam tira de mi mano.

—¿De quién es esta habitación? Bueno, me importa una mierda —suelta tan rápido que no tengo tiempo de procesarlo. En menos de tres segundos estamos en la habitación de Zack—. Uh, ¿aquí duerme tu ex novio?

—Sí —me río al observar las paredes azul oscuro, el edredón negro de la cama y las persianas bajas.

Liam suelta de mi mano, lo cual se siente un poco desalentador a decir verdad. Se lanza a la cama perfectamente tendida y larga un suspiro.

Me acerco y me acuesto a su lado, con una considerable distancia entre nosotros. Carraspeo.

—Emma no es nada serio —dice de la misma nada. Me descoloca un poco, estamos en el punto en donde la sinceridad corre como agua.

—No te he preguntado, no me importa lo que hagas o seas con ella —a mi boca le cuesta soltar esas palabras, se siente como puro ácido pero son necesarias. Por supuesto que me importa.

—Sí te importa —determina él y voltea su cuerpo para mirarme. Hago lo mismo, encontrando sus ojos—. Me gustaría ser algo con ella, ¿sabes? Sería una relación estable, buena, una relación normal.

—Huh. ¿Qué te detiene, campeón?—suelto sin poder contenerme y me levanto de un salto.

Apenas las yemas de mis dedos tocan la perilla de la puerta, tengo a Liam a mis espaldas y respirando en mi nuca.

—No te pongas celosa —murmura tan cerca de mi oído que me produce escalofríos—. Nunca podría ser algo con Emma. Y no creo que haga falta decirte porque, me conoces demasiado bien pero por las dudas te lo aclararé: Tú no logras salir de mi maldita cabeza. No importa que intente.

Mis piernas flaquean. Liam lo dijo, lo puso en palabras tan directas que por poco olvido cómo se respira. Me extraña.

Tantos pensamientos se cruzan por mi cabeza a tanta velocidad que no sé por dónde empezar.

Giro hasta que estamos cara a cara, respiración a respiración. Tengo que elevar mi cabeza para encontrar su mirada. Su pecho sube y baja notoriamente, está nervioso. Y no tienes la oportunidad de ver a Liam Hamilton nervioso muchas veces.

Coloco mis manos sobre sus hombros y parece poder respirar mejor. Baja su mirada a mis labios y la deja ahí, como si estuviera pensando todo muy bien. Yo no lo hago, porque sé que sí lo hago, ya he perdido.

—Me voy a odiar por esto —murmura antes de que sus labios toquen los míos.

Se siente como si mi cuerpo pudiera respirar de una buena vez por todas, el peso sobre mis hombros desaparece, todo signo de tristeza se va por completo.

Me acorrala contra la puerta y presiona su cuerpo sobre el mío. El beso es desesperado, es una guerra que ninguno de los dos quiere perder. Ha pasado tanto tiempo que ahora siento que nunca podré tener suficiente de Liam. No hay tiempo para delicadeza. Ha pasado tanto tiempo, tanto tiempo lejos de sus besos y de su cuerpo que ahora se siente como si hubiera sacado la lotería.

Sus manos se detienen en mis caderas, y me acerca más a él hasta que siento su dureza golpear la parte baja de mi estómago. Suelto un gemido que  se ahoga en sus labios.

Mis manos pasan desesperadamente por los bordes de su traje y se lo quito, con su ayuda. Rompo el beso y tiro de su corbata, empujándolo hasta que su espalda aterriza en la cama.

Trepo la cama y me coloco a horcajadas de él, no perdiendo un segundo en apoyarme en su pelvis, gimiendo mientras me muevo, buscando fricción. Liam estira una sonrisa arrogante al verme perder el control así. Me ayuda a quitarle la camiseta, pero para el segundo botón, me pongo tan impaciente que rompo los botones que quedan.

No hay mucha luz en la habitación, pero la suficiente para ver su torso que tanto me tuvo mirándolo desde que lo conocí. Ahora hay mucho más que mirar, la definición de sus músculos es mayor. Paso una mano por su estómago, haciendo que se estremezca mientras vuelvo a familiarizarme con su cuerpo.

Liam tantea el cierre de mi vestido en mi espalda. Cuando lo encuentra exitosamente, tira de el. Lo ayudo, quitándome el resto del vestido. Este tipo de prenda no acepta un sostén de ningún tipo, así que estoy solo en la parte baja de mi ropa interior.

Los ojos deseosos de Liam recorren mis pechos hasta detenerse en mi rostro.

—Extrañé muchas cosas de ti, Quinn pero... ¿Esto? —inquiere contra mi boca. Me sujeta de la cintura hasta que voltea, haciendo que mi cuerpo quede debajo de él—. ¿Tenerte así de cerca? Fue una de las cosas que más extrañé.

Vuelve a besarme. Siento que nunca voy a poder tener suficiente. Estoy flotando por sus besos.

Deja un rastro de besos por mi mandíbula, recorre mi cuello, haciéndome estremecer de pies a cabeza. Baja a mis pechos, encontrando mi parte más sensible y haciendo que arquee mi espalda del placer cuando siento sus dientes hacer apenas contacto.

Una de sus manos recorre mi pierna hasta llegar al fino pedazo de tela que nos separa. Tira hacia abajo, y lo ayudo, moviendo mis piernas hasta que desaparece. Cuando siento sus dedos sobre mi, suelto un jadeo.

—Tan húmeda, tan lista para mi. Tan perfecta —habla en mi oído, causando que me estremezca.

—Liam —suspiro, encontrando su mirada—. Por favor.

Él asiente. Como siempre, sabiendo exactamente qué necesito.

Se quita los pantalones de su traje, revolviendo el bolsillo de ellos. Saca un envoltorio metálico, lo cual me tiene preguntándome por qué está tan preparado si es que me odia. Se despoja de su última prenda y ayudo a deslizar el condón por su miembro.

Se acomoda encima de mí, sin perder su mirada de la mía. Hay tantas cosas mal entre los dos, tanto dolor, tanto daño, pero aún así encontramos una manera de poner una pausa en todo ello. Un jadeo se escapa de mis labios cuando finalmente está dentro de mi.

Pasó tanto tiempo, que me cuesta ajustarme a su tamaño.

Se queda quieto por unos instantes, hasta que ambos nos acostumbramos y empieza a moverse, robándome suspiro tras suspiro. Nuestros besos son descoordinados y descuidados, pero no quiero dejar de besarlo.

Mi cuerpo se congela cuando escucho una puerta abrirse abajo.

—Liam... —murmuro en advertencia.

Él tan solo arquea una ceja y sigue moviéndose, haciendo que olvide por completo el sonido. El hecho de que estemos en tiempo prestado hace que se apresure. Lleva su pulgar a mi punto más sensible, haciendo que los dedos de mis pies se enrosquen del placer.

—Sí, sí, sí —balbuceo incoherentemente cuando empieza a golpear la zona indicada.

Liam continua en ese ritmo, y en poco, estoy corriéndome como nunca antes. La oleada de sensaciones hace que mi cuerpo tiemble y que mi cabeza se blanquee por unos instantes. Él no demora en seguirme, llenando el interior del condón. Entierra su cabeza en mi cuello, respirando pesado.

Estoy recuperándome cuando vuelvo a escuchar el sonido.

—Mierda —murmuro y empujo a Liam de encima de mí. Lo primero que veo es su camiseta en el suelo, así que me pongo eso para cubrirme. Encuentro mi ropa interior en el suelo y cierro la camiseta como puedo.

—¿Qué era eso? —pregunta él, se levanta y camina hacia el baño de Zack para descartar el maldito condón. Dios. La habitación de Zack. ¿En qué estaba pensando?

—No lo sé —contesto, a su pregunta y a la mía.

Cuando vuelve, se viste rápido con sus boxers y sus pantalones.

Justo en ese mismo instante, la puerta de la habitación se abre.

—¿¡Qué mierda!? —vocifera una voz conocida.

Dios no.

Abro mis ojos como platos y cierro más la camiseta.

Zack quiere matarnos y todo en su rostro lo indica.

¿Qué hace aquí? Debería estar en la boda. Y ni siquiera es solo eso, viene con Adde quien observa la escena perpleja detrás de su novio.

Liam masculla algo inaudible. Creo que no puedo escucharlo por lo fuerte y rápido que está latiendo mi corazón.

—¡Mierda, Quinn! —exclama Zack y echa su cabeza hacia atrás—. Es mi habitación.

—Uhm... —balbuceo sin saber qué decir. Tengo que empezar por quemar este edredón.

A mi lado, Liam se levanta. Debería ser ilegal como luce con su cabello desordenado post sexo, pantalones colgando de sus caderas y nada más encima.

—Eres Zack, ¿verdad? Tu rostro me suena conocido —inquiere acercándose a la puerta.

Observo la escena sin saber qué esperar.

—Sí —responde él con cara de pocos amigos.

—Qué bien, entonces. Tenía muchísimas ganas de hacer esto —eleva su puño y lo estrella contra el rostro de Zack.

Ahogo un grito que Adelaide logra soltarlo por mi.

¿Desde cuando golpea así de bien? La última pelea de Liam que recuerdo haber presenciado fue esa vez que golpeó a Scott Van Lexer. No se aproxima a el golpe que acaba de darle a mi hermanastro.

Zack no se echa hacia atrás y arremete a Liam con fuerza. En un parpadeo, están en el suelo golpeándose con tanto ímpetu que me hace creer que van a matarse.

Me acerco a ellos sin saber cómo empezar a separarlos. Zack está encima de Liam, pero este se defiende bastante bien como para no llevar la desventaja. Los puños de ambos con sangre me alarman y por unos momentos, tengo ganas de salir corriendo y encerrarme en mi habitación a llorar.

Tomo a Zack por los hombros y lo tiro hacia atrás, Adelaide sale de su estado de conmoción y me ayuda a frenar a su novio.

—¡Liam, basta! —le grito como si fuese un perro que quiere mordisquear un zapato—. Dios. Detente. No puedes comportarte así —exclamo frustrada, colocándome de cuclillas a su lado. Sus nudillos están rojos y su labio sangrando.

Él me mira por unos segundos antes de negar con la cabeza.

—No, no puedo comportarme así  —contesta finalmente—. Esto fue un error. No debí haberme dejado llevar así. No debí haber vuelto.

Con sus manos en mi cintura, me corre delicadamente para poder levantarse. Alza su saco del suelo, sus zapatos y se va de la habitación, esquivando a Zack.

Parpadeo varias veces, intentando digerir todo lo que acaba de pasar.

Liam se fue.

Estaba todo tan bien... Y se fue. Trago saliva. Por supuesto que iba a irse. ¿Por qué soy tan ilusa? ¿De verdad pensé que con esto estaba todo perdonado? ¿Qué todo iba a volver a ser como antes? ¿Que el hecho de que estemos borrachos cambia algo?

Mi vista se nubla y las lágrimas inundan mis ojos. Sollozo lo más bajo que puedo para no llamar la atención de Zack y Adelaide. Abrazo mis piernas y las atraigo a mi pecho. ¿Por qué soy tan tonta?

Fue un error, fue un error, fue un error.

Escondo mi rostro entre mis rodillas y lloro con ganas, lloro con las ganas que venía aguantando desde que el día empezó. No tengo fuerzas para seguir haciendo esto. No tengo fuerzas para continuar. Estaba al borde del colapso desde hace unos meses y ahora, oficialmente estoy colapsando. Primero Scarlett, y ahora Liam. Es demasiado.

Soy una persona mala, una persona terrible que hace cosas horribles. Hice sentir mal a tanta gente que ni siquiera puedo creerlo. Tomo un paso hacia atrás metafóricamente y observo el desastre que es mi vida.

Cubro mi rostro con mis manos y me dejo llevar por este vaivén de emociones.

—Quinn —Adelaide me llama. Se sienta a mi lado y pone sus manos en mi—. Ven, vamos.

Niego con la cabeza. No merezco que me trate con esa voz delicada, no merezco que me prometa que todo estará bien como hace a continuación.

Me levanto e ignoro a Adde cuando me dice que debo tranquilizarme. Camino hacia mi habitación, sintiéndome completamente desolada y perdida. Cierro la puerta detrás de mí y le pongo seguro.

Me lanzo a mi cama y escondo mi cabeza entre mis brazos. Llorar me cuesta ahora, porque mi pecho sube y baja rápidamente, mis pulmones buscan desesperadamente oxígeno.

—Quinn, abre la puerta —Alguien golpea la desde afuera. Es Zack—. Ábreme.

Uso mis almohadas para cubrir mis oídos y no oír a Zack gritando. Dejo que las lágrimas sigan cayendo mientras siento el agujero de mi corazón hacerse cada vez más grande y profundo.

Llevo mis rodillas a mi pecho y a medida que los golpes en la puerta se van apaciguando, también lo hace mi llanto. Me quedo mirando un punto fijo, sin poder moverme. Mi cabeza se tambalea en un peligroso limbo existencial.

He tocado fondo.

***

No he revisado el reloj, pero sé que pasan horas hasta que decido levantarme para enfrentar la realidad. Pasé demasiado tiempo echada con la mente en blanco.

Me quito la camisa de Liam con cuidado y la dejo sobre la silla de mi tocador. Mi cuerpo quedo impregnado con su perfume y solo logra que me quiebre un poco más.

Tras tomar una profunda respiración, me pongo un pijama viejo que tengo hace muchos años. Es un short y una remera holgada. Estoy frente al espejo de mi tocador cuando me observo por primera vez desde esta tarde. Tengo el maquillaje todo corrido, ojos hinchados y con un leve tono rojizo que me he acostumbrado tanto a ver.

Decido recomponer mi apariencia y me quito todo el maquillaje. Es una pena que no haya podido lucirlo, es una pena que no haya estado presente en la fiesta de Natalie y Matthew. Esto no va a repetirse, es el día especial de mamá y no estuve presente.

Cuando no hay ningún rastro de pintura en mi rostro, observo mi apariencia en el espejo. Me asusta como mi clavícula resalta tanto, mi mandíbula está más marcada y mis brazos más finos. Luzco enferma.  ¿En qué momento he perdido tanto peso? La situación se está yendo de mis manos a un tal punto que no tengo control de lo que siento ni de mi cuerpo. ¿Algún día va a parar?

Encierro el dije de mi nuevo collar con mi mano. Todo se va al demonio en un carro colina abajo que no puede detenerse, pero por lo menos, mi relación con Natalie logra encaminarse poco a poco. ¿Quién lo hubiera dicho?

Tengo muchísima hambre, desde el waffle a medias cortado con una botella de whiskey de por medio, no he comido nada y con toda la cantidad de lágrimas que he sacado de mi cuerpo, me sorprende no haberme deshidratado.

Abro la puerta de la habitación y salto del susto al ver a Zack sentado al lado de la puerta, con su espalda apoyada en la pared y su celular entre sus manos.

—Hasta que sales —murmura bloqueando el móvil. Eleva su cabeza para verme—. Han sido dos horas y cuarenta minutos.

—¿Qué haces aquí? —parpadeo atónita.

—¿Qué hacías encerrada?

—¿Y a ti qué te parece? —entrecierro mis ojos y lo miro incrédula. Sin darle tiempo de responder, hago mi camino por el pasillo para ir a las escaleras.

Zack se apresura a levantarse del suelo y seguirme el paso.

—¿Le has puesto hielo a ese ojo morado? —le pregunto cuando bajamos las escaleras. Lo he notado apenas alzo la mirada, su ojo izquierdo ha adquirido un oscuro tono violeta y se ha hinchado, dejando su iris apenas visible.

—Ya —responde bufando—. ¿Qué mierda ha sido todo eso?

—Jack Daniels —resumo en un suspiro roto.

Una vez en la cocina, camino hacia el refrigerador e inspecciono todas mis opciones. Zack toma mi muñeca y me obliga a girarme.

—Deja la ironía y el sarcasmo atrás, por favor —me pide en un tono de seriedad—. No estás bien.

—Woah, ¿por qué dices eso? —frunzo el ceño.

—Quinn, detente.

—Zack, no tengo porqué demonios dar explicaciones y mucho menos a ti. No nos llevamos bien, no somos amigos, tú y yo somos un gran "nada". No pretendas que de repente te importo —lo suelto sin respirar, sin detenerme y con mis ojos clavados en los suyos.

Presiona su mandíbula y dice lo siguiente cautelosamente:

—Si no me importarás, no hubiese corrido a Adde de la casa ni me hubiese quedado golpeando tu puerta por una hora para luego quedarme sentado por otras dos esperando a que salgas. No, Quinn, no me importas una mierda.

Trago saliva. Tiene un punto.

—¿Puedes decirme qué ha pasado? Pensé que él y tú... —insiste.

—Deja que busque algo para comer primero —sentencio y giro sobre mis talones. Saco del freezer un bote de helado de los tantos que hay. Es el último de Cookie Dough, el favorito de Zack. Me ve con el, y sin embargo, no dice nada. Bien. Es una prueba.

Saco una cuchara del cajón y me siento en uno de los taburetes de la mesa alta. Zack se sienta al frente.

—Primero —hablo luego de darle el primer bocado—. No supongas nada. Instagram no te cuenta toda la historia. Segundo, contar toda la historia es demasiado largo. Te diré lo que tienes que saber, le hice daño... Nos hicimos daño. No somos bueno uno para el otro. Él me odia.

—Claro, se odian tanto como para tener sexo en mi cama.

Aclaro mi garganta.

—Voy a comprarte un edredón nuevo, puedes quemar ese —resoplo—. Todo es difícil de explicar, pero lo oíste bien. Fue un error. Estábamos borrachos, extrañábamos las buenas partes de lo que teníamos. Nada cambió. —hablo, sabiendo que lo hago para convencerme a mí misma.

—Estás rompiéndote en millones de pedazos por ese imbécil —declara.

Entre otras cosas.

Me remuevo incómoda en mi asiento y bajo la mirada.

—Me lo merezco —respondo finalmente—. Merezco romperme.

—Deja de decir estupideces, Meyer —dice Zack y arruga su nariz—. No te mereces todo eso. Eres una buena chica.

—No, no lo soy —respiro hondo entre cucharadas de helado.

Zack me mira indeciso, como si no supiera exactamente qué decirme. Estaría igual si fuera él, porque sabe que no soy para nada buena, que soy una rompecorazones, similar a un tornado sin control que destruye todo a su paso.

Un pitido parecido a una vibración nos desprende del hilo de la conversación. Es el comunicador que hay entre la casa y la caseta de seguridad al principio de la propiedad. Zack se estira para alcanzar el teléfono dado a que justo estamos al lado de uno.

Mantiene una corta conversación con el de seguridad, a la cual ni siquiera le presto atención. Todavía estoy intentando acomodar mi cabeza para saber qué piezas mover a continuación en el engañoso tablero que es la vida. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora?

Zack vuelve a colgar el teléfono y aclara su garganta. Llevo mi mirada a él y a juzgar por la suya, no es nada bueno.

—No te alarmes —empieza a decir y sé exactamente qué tengo que alarmarme—. Agustine Monroe está en la puerta, ¿la conoces verdad?

Mi corazón da un salto.

—¿Has dicho que pase? —interrogo levantándome de mi silla y haciendo lo que Zack temía: alarmarme. Se queda en silencio, el cual rápidamente tomo como un sí—. ¿Estás loco? ¡Acabo de salir de una crisis emocional y tú me traes otra!

—Cálmate, Quinn —me pide él. Es rápido y logra tomarme de los brazos antes que me vaya más rápido que un auto de carreras—. ¿Ella no era tu amiga? —asiento, ¿el "era" no le quedó claro?—. Habla con ella. Seguro tienen cosas para solucionar. No eres tan mala como crees, pruébalo.

—¡No, Zack! —chillo exasperada. En cualquier momento, el timbre sonaría por toda la casa y la rubia que no veo hace tres meses estará en frente a mis narices. Suena como un plan terrible. Si alguien quiere matarme además de la larga lista de personas que quiere matarme, es ella—. Agustine me odia.

—Tú hiciste que te odiará. Soluciónalo. Deja de llorar en las esquinas. No vas a llegar a ningún lado. Madura de una vez, Meyer —me mira con seriedad y en un tono que me ordena a hacerle caso.

Odio a Zack Gallagher. Lo odio por muchas razones y acaba de agregarse una más: Lo odio porque tiene la maldita razón.

El timbre suena y siento mis huesos helarse, sin embargo, lucho con todo el instinto de niña pequeña, tomo una larga bocanada de aire y hago que Zack me suelte para ir a abrir la puerta.

—¡Piérdete, Gallagher! No le caes bien —exclamo en el camino.

Mis manos tiemblan y tengo que entrelazarlas para que dejen de hacerlo. Mi corazón late con fuerzas, se siente como si fuera de nuevo una niña, esperando a que me vacunen. Sé que va a doler, sé que va a pasar y sé que no hay vuelta atrás.

Las mismas manos que tiemblan, sudan un poco cuando coloco mi mano en la perilla y la giro. La abro rápidamente, así que debes tirar de una bandita para que no duela tanto.

Y ahí está la pareja en la que todos creemos, la pareja que todos quieren ser: Agustine Monroe y Nicholas Ackerman.

No digo nada, no sé qué decir.

Los ojos de Aggie y los míos se encuentran por unos momentos, la rubia no ha cambiado mucho. Piel bronceada, cabello claro y ahora perfectamente alisado, su maquillaje es fenomenal, su vestido corto y brilloso es envidiable. Aggie es la chica que todas quieren ser, hermosa, inteligente, amorosa, amable y buena amiga.

Y fue mi mejor amiga, por un casi un año lleno de risas, secretos, días de spa, discusiones sobre libros, días en de hornear galletitas, días en la playa, noches de fiesta en todos lados. Noches en las que tuve que sostener su cabello para que vomite, momentos eternos en mi corazón en los que las conversaciones sobre la vida y el amor se volvían tan profundas que unas cuantas lágrimas siempre terminábamos derramando.

Mi amistad con Aggie fue tan linda, pero al mismo tiempo tan corta que duele.

—Hola, Quinn  —dice ella al romper el silencio.

Salgo de mi pequeño trance y sacudo levemente mi cabeza.

—Hola —respondo y por primera vez en lo que va de este encuentro pongo mi atención en Nicholas. Los ojos azules de Nick siguen brillando tanto como el primer día que me abrió la puerta de su casa. Su cabello sigue igual, lo único que ha cambiado es que se ha dejado crecer un poco la barba. Le da un aspecto mayor, me gusta como le queda.

Me hago a un lado sin decir nada y dejo que pasen. Los dos parecen apenas haber salido de la boda.

Entran y mi corazón se tranquiliza un poco cuando no veo rastro de Tyler. Son solo ellos dos. Me siguen hacia la sala de estar en silencio y se sientan en uno de los sofás, me siento en uno diagonal a ellos.

Aggie aclara su garganta.

—Te fuiste de la boda —me dice ella.

Esperaba más gritos de saludo.

—Surgió un imprevisto —murmuro cohibida—. ¿Qué tal salió todo?

—Bien —responde alzándose de hombros—. No viajé hasta aquí solo para la boda de tu madre, Quinn. En gran parte es porque creo que debemos hablar.

—Tienes razón —asiento aunque quiero llorar y decirle que no quiero hablar nada. Porque "hablar" en este contexto significa que me soltará todo sus reproches, sus rabias y su enojo contra mi que bien lo tiene guardado.

Pero de nuevo, el imbécil de Zack tiene razón. Debo madurar. Enfrentar lo que sea que venga.

—¿Cómo has estado? —me pregunta Nick. Parpadeo con sorpresa, esa es la última pregunta que esperaba que salga de sus bocas.

—Bien —respondo. Si bien es una mentira, no puedo soltarles todos mis problemas  ahora—. ¿Qué tal todo en Cambridge?

—Interesante —contesta Nick con una pequeña sonrisa que logra calmar mis nervios—. Pero no es lo mismo.

Intento sonreír, solo que una mueca se forma en su lugar. Nos sumimos en un silencio incómodo. Nadie dice nada y a juzgar por la mirada de Aggie, está esperando algo. Y yo tengo que decirlo.

—Perdón—termino por decir. Presiono mis pies contra el suelo para que mis piernas no tiemblen—. Lo que hice fue horrible, no sé por dónde empezar y terminar de disculparme yo...

—Espera, Quinn —me interrumpe ella—. Siento que todos te han estado poniendo la culpa a ti y es que sí, tienes la culpa, solo que no tienes que disculparte con nosotros, con ellos sí. No con nosotros —respira hondo—. No voy a mentirte, quise matarte cuando me enteré de todo, te deteste por mucho tiempo. Pero logré llegar a conocerte bien y Quinn, por más que tu error haya sido increíblemente grande, no eres una mala chica. No dejaré que gane el rencor, y tampoco dejaré que eso arruine la imagen que tenía de ti.

Muerdo mi labio para esconder la sonrisa. Hay algo que es cierto: La vida quita y da.

No me contengo y salto encima de Aggie. La rubia suelta un chillido que pronto se transforma en una risa. La abrazo y siento mi corazón llenarse de algo que no sentía hace mucho, es tan reconfortante que no creo poder soltarla nunca.

—Has hablado con él, ¿verdad? —pregunta cerca de mi oído de modo que Nick no oiga.

—¿Por qué lo dices? —inquiero con nerviosismo.

—Apestas a Liam —ríe por lo bajo. Me uno a su risa aunque yo disimule para no morirme, va a ser interesante dar explicaciones.


***



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