Dama de Invierno - 1era parte

By EstherVzquez

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El regreso del príncipe Elspeth Larkin a su hogar desencadena la huida de su hermana, la princesa Ana, la mue... More

Dama de Invierno - GRATUITA
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 26

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By EstherVzquez

Cat y Veryn habían encontrado a Maggie Dawson, Elim Tilmaz y Marcos Torres en una pequeña localidad cercana a Eydimburg llamada Meishmel. Varios días atrás, el agente especial Gideon Von Löwe había dado con ellos tras casi una semana de exhaustiva investigación. Una vez localizados, el agente había informado a los maestros de la División y estos, a su vez, a la pareja. A partir de entonces, todo había sido relativamente fácil. Veryn y Cat, con la ayuda de Oscar, Gideon y Robert, engañaron a los tres bellator fingiendo ser enviados del propio Elspeth para sacarlos de la posada donde los habían encontrado. Una vez fuera, los llevaron hasta un callejón poco poblado y los redujeron fácilmente. A partir de entonces, maniatados y con los ojos vendados, fueron conducidos hasta la "Misericorde" con un claro destino: la isla de Mimir. Y allí habían permanecido hasta entonces, encerrados en la celda a la que Ana había sido conducida.

Durante aquellos días habían sido sometidos a varios interrogatorios, pero sin ningún resultado positivo. Los tres bellator, entrenados para resistir todo tipo de torturas, habían soportado estoicamente todas y cada una de ellas. Así pues, habían ido superando una a una todas las pruebas hasta que, aquella misma tarde, les había sido asignado al fin el Maestro Interrogador. Dados los pocos resultados obtenidos por el resto de agentes menores, el propio Anders Dewinter había decidido hacer un pequeño hueco en su agenda para poder ser él mismo quien sondease a los prisioneros. Para ello, como de costumbre, no iba a escatimar en recursos. Aquel hombre disponía de un amplio abanico de herramientas y técnicas de tortura tanto física como psicológica para obtener cuanto necesitara que siempre le había dado resultado. Absolutamente siempre, y, aquella vez, desde luego, no iba a ser diferente.

Afortunadamente para Maggie, Marcos y Elim, la repentina llamada de socorro enviada por Orwayn desde la torre de comunicaciones de la playa les había librado del encuentro. Anders optó por capitanear él mismo el equipo de rescate y, de aquel modo, en su lugar, fueron Ana y Cat las que, caída la noche, cruzaron el umbral de la puerta.

Ana conocía a aquellas tres personas. Maggie era la que más fresca tenía en su memoria gracias a su simpatía y a su peculiar aspecto, pero los rostros de Elim y Marcos no le resultaban desconocidos. Al contrario. Elim, siendo uno de los bellator más jóvenes que acompañaban a su hermano, había destacado como el que más. Ana no había coincidido con él en demasiadas ocasiones, pues hacía relativamente poco que se había unido a Elspeth, pero sabía de su talento natural gracias a las noticias que le mandaba su hermano. Al parecer, aquel jovencito de no más de veintidós años le esperaba un futuro muy prometedor.

Marcos Torres era uno de los veteranos que viajaba con Elspeth. Tras trabajar duramente al servicio del Rey en su guardia privada a lo largo de más de veinte años, el bellum había sido reclamado para la tripulación de la "Castigo de Hielo". Según había podido saber Ana, aquella decisión nunca había llegado a convencerle del todo, pues Torres era reacio a viajar por el espacio, pero jamás se había posicionado oficialmente. Marcos había aceptado su cambio de localización y, a base de esfuerzo y lealtad, había acabado convirtiéndose en uno de los hombres de mayor confianza del príncipe.

—¿Os encontráis bien, Alteza? Vuestro brazo...

—Está bien, tranquila, Maggie. Es... —Ana negó suavemente con la cabeza, quitándole hierro a la herida—. Es por seguridad. ¿Qué hacéis aquí? Ni tan siquiera sabía que estabais en el planeta. Elspeth volvió con una nave y una tripulación totalmente nueva.

—Lo sabemos, con Rosseau y su "Cuervo" —dijo Elim con sarcasmo, casi escupiendo la palabra—. Lo vimos en los noticieros, siempre en segunda fila, en la sombra. Desconocemos cuál ha sido el destino del resto de tripulantes de la "Castigo", Alteza, pero es probable que estén muertos. Cuando decidimos volver, varios de ellos ya habían sido asesinados.

—¿Asesinados? —Cat ladeó ligeramente el rostro, interesada. Tomó con suavidad a Ana por el codo y la llevó a través del interior de la sala hasta una de las camas, para que tomase asiento—. Espero que no os moleste, es mejor que su Alteza esté sentada. Ha tomado bastantes fármacos y es preferible que no haga muchos esfuerzos.

Los tres bellator asintieron a la vez, de acuerdo. Maggie se apresuró a quitar un par de prendas que tenía sobre la cama y estirar las sábanas. Marcos y Elim, por su parte, simplemente retrocedieron, para dejar el máximo de espacio posible. De todas las veces que habían visto a la princesa, aquella era en la que peor aspecto tenía.

Una vez ya acomodada en la cama junto a Cat, la cual no parecía dispuesta a separarse de Ana, los tres bellator tomaron asiento en el resto de catres.

—Han pasado muchas cosas desde que mi hermano volvió al planeta —empezó Ana en apenas un susurro. Ya no había de quién esconderse salvo de Schnider, pero prefería no alzar demasiado la voz—. Muchas... muchísimas.

—Lo sabemos, Alteza —admitió Maggie. Sus ojos rosas y su pelo corto de color azul eléctrico refulgían con fuerza bajo la tenue luz blanca de la sala—. Este no es el primer lugar en el que vemos aparecer esta mancha de oscuridad en el cielo. En los últimos días de la "Castigo", las sombras nos perseguían por los pasillos.

Ana asintió levemente. La joven era plenamente consciente de que Cat trasladaría a sus compañeros toda la información que aquella noche consiguiese en aquella sala, si es que no lo había hecho anteriormente, pero necesitaba conocerla. Necesitaba saber qué había hecho que su hermano cambiase e iniciase aquella guerra fría contra el Reino que tanta desgracia había traído a su planeta. Necesitaba saber cuándo se había cruzado su camino con el de Rosseau, y cómo detenerlo. Después de todo, ahora que Elspeth estaba fuera del tablero de juego solo quedaba un enemigo, e iba a luchar contra él para recuperar su planeta.

—Tenéis que explicármelo todo —dijo, sintiendo cómo todos los músculos de su cuerpo se tensaban—. Quiero saberlo absolutamente todo con sus respectivos detalles.

—Pero... —Los ojos marrones del joven Elim se volvieron hacia Cat con suspicacia—. Alteza, quizás no sea el mejor momento ni lugar para hablar de según qué temas.

Todas las miradas se centraron en Cat, la cual, lejos de sentirse intimidada por ellas, respondió con una amplia sonrisa. Obviamente, no iba a dejarlos a solas. Quizás, más adelante, una vez hubiese reunido toda la información que le interesaba les daría unos minutos, pero por el momento no podía permitirse aquel lujo. Además, aunque todo apuntaba a que aquellos tres hombres seguían siendo leales a Ana y su familia, después de todo lo ocurrido, y siendo fieles guerreros al servicio de Elspeth, no acababa de fiarse de ellos.

De hecho, no se fiaba de ninguno de los presentes, incluida Ana. Una simple princesita de cuento no habría sido capaz de acabar con el ser que le había roto la nariz a Veryn.

Apoyó las manos sobre el colchón, dejando así a la vista el arma que cargaba a la cintura. Al primer movimiento extraño no dudaría en sacarla.

—Por mí no os cortéis; la historia de cómo vuestro príncipe se volvió loco no nos importa lo más mínimo. Sighrith, en el fondo, no era más que una simple base para nosotros. Toda la información útil ya nos la ha proporcionado la señorita.

—Facilítanos las cosas entonces y sal —respondió Torres en tono cortante—. Nos harías un favor a todos.

—Me temo que me gustan demasiado las historias de fantasmas como para perdérmela. —Cat le guiñó el ojo—. Sé perfectamente quién es Rosseau y dónde lo encontrasteis. El hecho de que siga con vida me tiene un tanto intrigada, no os voy a engañar, pero teniendo en cuenta que todo esto apesta a alienígena tampoco creo que haya demasiado misterio. Además, por si no lo sabíais ya, el planeta está perdido. Sea cual sea vuestro destino, si es que deciden manteneros con vida, estará muy lejos de Sighrith.

Desconcertados ante la determinación con la que Schnider acababa de condenar al planeta, los tres bellator empezaron a hablar entre ellos con nerviosismo. Parecían haber barajado aquella posibilidad, pero les sorprendía la rapidez con la que se había dado. Al parecer, su regreso a Sighrith no había sido un simple viaje de placer.

Ana decidió intervenir antes de que se enzarzasen en una discusión que no los llevaría a nada. Si su destino era morir, moriría, pero antes quería saber la verdad.

Necesitaba saberla.

—Mi padre y mi hermano han muerto —dijo de repente, logrando así acabar con todas las conversaciones de golpe—. Desconozco cómo lo está haciendo, pero creo que Rosseau tiene ahora mismo el control del planeta... Además, por lo que Elspeth me dijo antes de morir, mi abuelo, el rex, no es aún consciente de lo que sucede, por lo que sí, se podría decir que Sighrith está prácticamente perdido por el momento. —Volvió la mirada hacia Cat—. Si a esto le sumamos la evidencia de que, muy probablemente, nos van a ejecutar, creo que poco queda por decir salvo que, si tengo que morir, al menos quiero hacerlo sabiendo la verdad. ¿No os parece?

Armin estaba a punto de lograr abrir la cerradura de las esposas con la ayuda del instrumental quirúrgico que su hermana había dejado minutos atrás sobre la mesa de operaciones cuando la puerta de la celda se abrió para dar paso a la visita que, aunque sabía que tarde o temprano llegaría, había intentado evitar. Guardó disimuladamente el escalpelo bajo la manga, las pinzas bajo las sábanas y se incorporó. De haber dispuesto de al menos diez segundos más, Anders Dewinter únicamente habría encontrado la cama revuelta y la vía intravenosa tirada en el suelo.

Padre e hijo se mantuvieron la mirada durante unos segundos antes de que el primero cerrase la puerta. Hacía tiempo que no se veían, habían pasado ya varios meses desde su último encuentro, pero ninguno de los dos percibía ningún cambio en el otro. Muy a su pesar, ambos seguían siendo los mismos de siempre, cosa que desagradaba enormemente a los dos.

Anders avanzó hasta detenerse frente a la cama. Levantó ligeramente la sábana para comprobar lo que ya le habían advertido y asintió. Su expresión llena de indiferencia no varió un ápice. Simplemente cruzó los brazos sobre el amplio pecho y clavó su mirada de ojos grises en la de su hijo mediano.

—Ha desaparecido el cuerpo.

Armin hizo un rápido sondeo mental antes de responder. Nadie le había dicho nada al respecto de la desaparición de ningún cuerpo; no obstante, teniendo en cuenta las distintas opciones, era evidente que se refería al del príncipe. El resto, en el fondo, pertenecía a guardias anónimos por lo que no tenía valor alguno.

Frunció el ceño. Sabía lo que venía a continuación.

—Si te hubieses quedado a su lado no habría desaparecido —prosiguió Anders—. ¿En qué demonios estabas pensando? ¡Sabías perfectamente que en tu deplorable estado no ibas a alcanzarla!

—Empezó a correr, tenía que detenerla —se excusó Armin—. Creo que su hermano nos delató antes de caer.

—Deberías haber disparado —respondió Anders con frialdad—. De haber estado herida, no habría logrado escapar.

Armin no respondió. Aunque le molestase admitirlo, su padre tenía razón en ese punto. De haber reaccionado según lo esperado, simplemente la habría detenido con un disparo en la pierna. Entonces todo habría sido más fácil: Armin habría podido aguardar junto a los dos cuerpos la llegada de ayuda y, a aquellas alturas, dispondrían del cadáver de Elspeth.

Apartó la mirada, pensativo. En la teoría era bastante sencillo: apuntar y disparar. En la práctica, sin embargo, no tanto. Disparar a alguien con el que había compartido tantas horas de viaje después de asesinar a su hermano ante sus ojos no era precisamente plato de buen gusto.

—No sabía cuánto ibais a tardar en llegar: bloquearon las señales. ¿Qué hubiese sucedido si después de dispararle hubiese muerto desangrada? —Armin negó suavemente con la cabeza—. No era viable.

—Veressa estaba por los alrededores.

—Veressa podría haber muerto.

—¿Muerto? —Anders arqueó una ceja. En su mirada se denotaba cierta sorpresa—. No digas estupideces: eran simples guardias. Esos necios necesitan mucho más para acabar con un miembro del clan... —Desvió la mirada hacia sus piernas—. O al menos eso creía hasta ahora. —Hizo una breve pausa—. ¿Cómo es posible?

Armin dejó escapar un largo suspiro. Imaginaba que tarde o temprano sucedería aquello. No era la primera vez que algún agente de la División sufría una mutilación; de vez en cuando había accidentes. Las misiones cada vez eran más peligrosas y los objetivos estaban mejor preparados. Sin embargo, muy a su pesar, sí que era la primera vez que sucedía dentro del clan. Los Dewinter, hasta entonces, jamás habían tenido que pasar por nada parecido. Obviamente muchos habían muerto cumpliendo con sus misiones; Armin había perdido tíos y primos por doquier en las últimas décadas. No obstante, nunca habían vuelto con heridas de aquella gravedad. Él era el pionero en la materia y, por el modo en el que Anders lo miraba, era evidente que aquello no le gustaba.

—No son humanos.

—Es evidente que no son humanos; dime algo que no sepa.

—Veressa no tuvo otra alternativa. Esa cosa me clavó un puñal en la pierna, y el filo...

—¿Por qué te acercaste tanto? —Interrumpió Anders—. Fuiste adiestrado para atacar a largas distancias. Eres el mejor francotirador de toda la División, y probablemente de toda Mandrágora: ¿a qué vino esa estupidez? ¿Por qué te acercaste? —Arrancó la sábana de un tirón y la lanzó al suelo, dejando a la vista lo que hasta entonces todos habían intentado cubrir—. ¿¡Es que no lo ves!? ¡¡Tus errores nos afectan a todos!! Si lo que quieres es que te maten, adelante, hazlo, es decisión tuya, ¡pero no permitas que tus actos afecten al resto! Maldita sea, Armin, ¿se puede saber qué te pasa?

Una desagradable sensación de frustración se apoderó del joven al ver al fin las consecuencias del enfrentamiento con el tal Vladimir. Hasta entonces las perneras de los pantalones habían logrado evitar que se encontrase cara a cara con el muñón. Veressa era consciente de que no era una visión agradable, y había intentado protegerlo lo máximo posible. Ahora que Anders había decidido enseñárselo, sin embargo, Armin no podía evitar sentir rabia y frustración. Aquello era producto de sus errores, sí, pero también de los de su padre. La pérdida de la pierna era la demostración de que el clan lo estaba arrastrando a un sendero por el que el joven no sabía avanzar. Ni quería trabajar en equipo, ni lo iba a volver a hacer.

En solitario las cosas le iban muchísimo mejor.

Apretó los puños con fuerza, sintiendo cómo la rabia empezaba a crecer en su interior. Aunque lograría evitar mostrarla abiertamente, Armin sabía que había llegado el momento de posicionarse. El momento de declarar sus intenciones y, de una vez por todas, acabar con todo.

—Voy a dejar la División.

Anders abrió ampliamente los ojos, perplejo ante la ocurrencia de su hijo. Parpadeó un par de veces, tratando así de asimilar la información, hasta que finalmente logró reaccionar. Pocas veces había oído a lo largo de su vida estupideces de aquel calibre.

Un asomo de sonrisa macabra se dibujó en la comisura derecha de su boca. Era evidente por la tensión de sus músculos faciales que intentaba mantener la calma.

—No intentes provocarme, Armin —dijo en apenas un susurro—. Desconozco cuál es tu objetivo, pero no lo intentes.

—No intento provocarte —respondió él sin apartar la mirada, consciente de que si se dejaba intimidar perdería la batalla antes incluso de empezarla—. He tomado la decisión: voy a dejar la Divi...

Antes incluso de que pudiese ser consciente de ello, la espalda de Armin chocó violentamente con el cabecero de la cama. La mano de Anders sujetaba firmemente su garganta, con los dedos cerrados a su alrededor, ejerciendo la suficiente fuerza como para que le costase respirar. Instintivamente, Armin alzó las manos hacia su muñeca e intentó liberarse, ansioso, asustado, pero tal era la fortaleza física de su padre que ni tan siquiera logró debilitar la presa. De los cuatro, tan solo Orwayn podría llegar a tener la más mínima oportunidad contra Anders gracias a su fuerza bruta. El resto, muy a su pesar, jamás podría igualarle.

—Te voy a decir una cosa, y que se te grabe en el cerebro, muchacho —le dijo al oído—. El clan siempre ha estado unido a la División Azul, y así va a seguir hasta el fin de los días. La única manera de abandonarla es a través de la muerte, así que tú decides qué camino vas a tomar.

Lo empujó con fuerza contra el cabecero antes de soltarle. Armin entrecerró los ojos ante el golpe, dolido, pero rápidamente desenfundó el escalpelo que guardaba en la manga y lo alzó de modo amenazante. Para entonces, Anders ya se encontraba en el otro extremo de la sala.

—¿Realmente crees que vas a lograr hacerme algo con eso? —Sacudió la cabeza con desdén—. No me hagas reír, Armin. Úsalo para soltarte si quieres, pero no creo que llegues demasiado lejos. Ordené que te construyesen un implante: tardarás en dominarlo.

—¡No he cambiado de opinión! ¡No voy a...!

—Para que tu petición sea aceptada, todos los maestros de la División deben estar de acuerdo, y ya te digo de antemano que de mí únicamente vas a recibir una negativa —respondió—. Entiendo tus deseos de alejarte de los miembros del clan; sé cómo piensas, y sé que tus hermanos han acabado por convertirse en una carga. Lo entiendo. Durante mis años de juventud yo pensaba igual. No obstante, no debes olvidar que formas parte del clan, y eso, a veces, conlleva este tipo de cargas.

Armin separó los labios, dispuesto a responder, a mostrar abiertamente su posición respecto al clan y a todos sus miembros, pero finalmente no dijo nada. Giró el escalpelo entre los dedos y lo clavó en el colchón, junto a su cadera.

—No quiero volver a trabajar con ellos; me causan distracciones. Antes siempre lo hacía en solitario y los resultados eran excelentes: ¿a qué se debe el cambio? Deseo volver a ser efectivo: ser útil para la Organización. Ahora mismo me siento atado de pies y manos.

—Los maestros creen ver en ti más que un simple instrumento e intentan prepararte para que, el día de mañana, me sustituyas.

—Pues se han equivocado de persona, Anders —respondió con sencillez, sin necesidad de escuchar más explicaciones para saber a lo que se refería—. Que vuelvan sus miradas hacia Veryn: él sí desea llegar lejos.

—Empiezan a hacerlo. Esta operación, aunque con errores, ha sido un éxito, y todo gracias a tu hermano. —Anders volvió a cruzar los brazos sobre el pecho—. Va a ser un buen empujón en su carrera dentro de la División.

Armin asintió. Aunque era innegable que había ciertas facetas de Veryn que no le gustaban, no había mejor candidato para sustituir a su padre en el futuro. De los cuatro, él era el que más cualidades reunía. Su hermano era inteligente y astuto como pocos, disponía de todo tipo de contactos por todo el universo conocido y a una poderosa aliada en Schnider. Además, era letal en el combate cuerpo a cuerpo como Orwayn, tenía un importante conocimiento de anatomía y de sustancias letales como Veressa, y gozaba de una magnífica puntería, como Armin. Ciertamente, en ninguno de los campos era tan bueno como sus hermanos, pero en global cumplía más que de sobras con los requisitos para llegar muy lejos. Además, Veryn era ambicioso, por lo que no dudaría en sacrificar cuanto fuese necesario para alcanzar su objetivo. Su vida, su tiempo, su futuro, su pareja...

—¿Y qué hay de mí? No deseo continuar así. Quizás en otra división podría ser más útil. Aquí, tal y como van las cosas...

—¡Basta, Armin! No hay discusión alguna al respecto. Tu pasado, presente y futuro están totalmente vinculados a la Azul, así que ni tan siquiera te lo plantees.

—¡Pero yo soy libre de elegir la división a la que deseo pertenecer! ¡No voy a abandonar Mandrágora! ¡¡Simplemente...!!

—¿Libre? —Anders dejó escapar una estruendosa carcajada—. Acude a la reunión de esta noche si lo que deseas es saber tu futuro. Y guárdate tus delirios para quien quiera escucharlos: no son bienvenidos aquí.

Armin le mantuvo la mirada durante unos segundos, desafiante. Acudiría a la reunión y dejaría el tema por el momento, pero no lo olvidaría. Su objetivo, le gustase o no a su padre, seguía siendo el mismo y, costase lo que costase, lo conseguiría.

—Espera —exclamó antes de que Anders alcanzase la puerta—, ¿dices que han robado el cadáver?

—No hay ni rastro de él, sí. Detectamos que una nave partió poco antes de nuestra llegada. Es probable que algún superviviente se nos adelantara.

—Ya... ¿Y qué hay de Larkin? ¿Ha hablado?

Anders asintió. En contra de lo que muchos podían pensar, el jefe del clan no se sentía especialmente orgulloso de lo que había tenido que hacer para sacarle respuestas a aquella joven. Interrogar y torturar a traidores y asesinos era una cosa; hacerlo con una jovencita asustada a la que la suerte no había acompañado en los últimos días, otra totalmente distinta.

—Nos ha dado mucha información. Sus credenciales nos han permitido acceder a varias bases de datos hasta ahora inalcanzables para nosotros. La mayoría de permisos están ya bloqueados, pero los meccas están trabajando en ello. Muy probablemente logren decodificar varios accesos. —Hizo una breve pausa—. Al parecer a tu hermano no le hacía demasiada gracia que la hiciese hablar, pero no he tenido otro remedio. Supongo que lo entiendes.

Por el modo en el que su expresión se endureció, Armin comprendió de inmediato que Anders era plenamente consciente de quien se ocultaba tras aquella petición. El hombre frunció el ceño, sintiéndose más vulnerable e impotente que nunca, pero finalmente asintió. Por muy distintos que fuesen sus pensamientos respecto a aquel tema, no estaba dispuesto a compartirlos con él.

—¿Qué va a ser ahora de ella? Dices que ha colaborado: ¿la vas a liberar?

Anders se encogió de hombros.

—Conoces los códigos por los que se rige el Reino: ha permanecido más de 24 horas en manos del enemigo, ya no podemos intercambiarla por nada.

—No creo que el rex fuese a matarla: es su nieta.

—¿Realmente crees lo que dices? —Negó suavemente con la cabeza—. Ya sea en nuestras manos o en las del Reino, está sentenciada. De todos modos, no queda en mis manos el decidir cómo va a morir. Acude esta noche a la reunión: se discutirá sobre su futuro y el de los tres hombres que Veryn ha traído consigo, antiguos bellator del príncipe. Además, quiero que conozcas a alguien. Descansa.

Armin asintió con la cabeza, aunque no había prestado atención a sus últimas frases. En aquel entonces lo único que tenía en mente era el plazo máximo que daba el Reino a los secuestrados antes de considerarlos amenazas. 24 horas era demasiado poco tiempo. Después de todo, ¿qué rehén iba a quedar en manos del enemigo tan solo un día? Aquello no era más que una forma de condenarles. Claro que, en el fondo, ¿acaso no había estado condenada desde el primer día?

Se dejó caer sobre el colchón pesadamente. Más tarde pensaría en librarse, pero no por el momento. Ahora más que nunca necesitaba pensar.

—Era la primera vez que nos enviaban a Ariangard —empezó a explicar Maggie bajo la atenta mirada de todos los presentes—. No sé cuánto sabréis respecto a ese sistema, pero basta decir que de momento no forma parte del Reino.

—Cierto —la secundó Cat—. Veamos...

Cat se acercó al lateral izquierdo de la sala y apoyó la mano sobre la pared. Aparentemente, aquella zona del muro era igual que el resto, blanca y fría, sin embargo, como pronto descubrirían, guardaba una sorpresa en su interior.

—Atención.

En el otro extremo de la sala, en el lateral derecho, un rectángulo de la pared se desplazó a un lado, dejando así a la vista lo que parecía ser una pantalla holográfica. Cat extrajo entonces un pequeño dispositivo portátil del bolsillo, apoyó la espalda en la pared y empezó a manipularlo con la punta de los dedos.

Unos segundos después, en la pantalla apareció la imagen de un sistema formado por catorce planetas que formaban un anillo y, algo más adelantado, un quinceavo de menor tamaño.

—Alteza, esto es el sector Ariangard. No se tienen demasiados datos al respecto, y es posible que esté conformado por muchos más planetas, pero, por el momento, esta es su carta de navegación. El sistema fue descubierto por la capitana de la nave "Rubicón", Ariangard Défesos. Al parecer, nuestra intrépida capitana, miembro de la Universidad de Ciencia y Química de Helena, la cual, por cierto, da nombre al sistema, lo descubrió hace cerca de cuatrocientos años.

—Rosseau trabajaba también para esa universidad —intervino Torres—. Estuvimos investigándolo.

—Así es —admitió Cat—. Se llevan unos siglos de diferencia, pero sí, estás en lo cierto. Veo que habéis hecho los deberes.

Los tres bellator asintieron. Aunque no habían pasado demasiados meses desde que se viesen prácticamente obligados a abandonar la "Castigo de Hielo", habían invertido muy bien su tiempo en investigar a Rosseau y los suyos.

—Nuestro objetivo era rescatar a los tripulantes de una nave que, según nos informaron, había quedado varada en las afueras de Ariangard K-25, el planeta más cercano al sistema Cuarzo —prosiguió Maggie.

Cat señaló el único planeta fuera del aro para que la princesa pudiese situarse. Mientras que el resto quedaba realmente lejos del Reino, aquel globo de tierra y agua estaba relativamente cerca.

—Era una misión sencilla —puntualizó el joven Elim Tilmaz—. Aparentemente aburrida, como casi todas. Desde que empezamos a trabajar para el Parente Eliaster Varnes las misiones se habían vuelto muy rutinarias.

—¿Eliaster Varnes? —Ana volvió la mirada hacia Cat en busca de más información—. ¿Quién es ese?

—Un Parente bastante importante dentro de Tempestad, por lo visto. Hasta hace un año, nosotros únicamente servíamos al Káiser de la flota Salem —explicó Torres—. Con él, las misiones eran diferentes. Nunca fueron especialmente complejas, pues era plenamente consciente de que éramos una nave diferente, pero nos sentíamos útiles. Desde que Varnes se cruzó en nuestro camino, sin embargo, las misiones cambiaron por completo.

—Nos llevaba de un lado a otro sin ton ni son —puntualizó Elim—. Era como si, de algún modo, no confiase en nosotros.

—Y es que no lo hacía —sentenció Maggie con brusquedad—. ¡Todos lo sabíamos! Y Elspeth el que más...

La mujer cerró los puños con fuerza, furibunda. Recordar aquellos tiempos lograba despertar en ella unos sentimientos que hacía mucho tiempo que creía olvidados. Rabia, frustración, impotencia... En varias ocasiones había jurado que ajustaría cuentas con ese tal Varnes, que le demostraría a golpe de puño lo que ella y los suyos valían. Lamentablemente, nunca se dio aquel encuentro.

—Varnes es alguien importante dentro de Tempestad —interrumpió Cat con severidad—. No os dejéis engañar: no es un Parente cualquiera. Quizás intente aparentarlo, pero es uno de los más altos cargos, por no decir el que más. Ese tipo lo controla todo desde las sombras. De hecho, es uno de sus fundadores. —Cruzó los brazos sobre el pecho—. Todo esto me parece extraño: prosigue, por favor.

Maggie volvió la mirada hacia Ana en busca de su permiso para seguir hablando. Si bien era cierto que Cat no estaba resultando molesta con su presencia, la bellum no había olvidado que formaba parte del enemigo.

—Sí, sigue por favor —decidió Ana, intrigada.

—Pues como decía, las cosas cambiaron radicalmente con la llegada de Varnes. De sentirnos útiles y realizados, pasamos a convertirnos en poco más que estorbos a los que nadie valoraba. Durante los primeros meses, Elspeth intentaba mantener la moral alta inventando todo tipo de excusas para la falta de importancia de nuestras misiones. Y le creíamos, desde luego. O al menos intentábamos hacerlo. Él siempre nos había protegido y tratado con respeto, por lo que, agradecidos por ello, intentábamos hacer todo lo posible para no decepcionarle. Con el paso del tiempo, sin embargo, él también acabó por cansarse de la situación.

"Elspeth creía que Varnes estaba intentando minar su determinación para obligarle a volver a Sighrith. Nunca supe por qué, pero creía que era algo personal. Imagino que se debía a su posición privilegiada. Espero que no os ofendáis por lo que voy a decir, Alteza, pero a diferencia del resto de Parentes, vuestro hermano no había tenido que asistir a ninguna Academia ni demostrar prácticamente nada para llegar donde había llegado. El título había sido obtenido por el mero hecho de ser quien era, e imagino que eso fue algo que no gustó demasiado a Varnes..."

—No lo creo —intervino Cat—. Siendo uno de los altos cargos, el propio Varnes tuvo que dar su aprobación para que Elspeth recibiese el título. Es probable que en ningún momento le hiciese demasiada gracia, pero dudo que se la tuviese jurada por eso.

—Tenía otros motivos —murmuró Ana por lo bajo, pensativa. Poco a poco, las palabras de Elspeth empezaban a tener sentido—. Pero eso no importa ahora. Varnes os enviaba de un lado a otro para intentar aburriros, de acuerdo. ¿Qué pasó entonces, Maggie?

"Tal y como he dicho, nuestro objetivo era el de rescatar a la tripulación de una nave. Al parecer, esta llevaba una expedición de científicos que se dirigía a K-25. En la práctica, sin embargo, tal nave no existía."

—¿Cómo lo sabes? —intervino Cat de nuevo—. ¿Qué encontrasteis?

—Nos encontrábamos a tan solo un día de viaje cuando recibimos una comunicación —intervino Torres—. ¿Verdad, Elim?

El joven de cabello negro asintió. Mientras que Maggie Dawson y Marcos Torres habían formado parte del equipo de exploración desde sus inicios, él había acabado siendo nombrado encargado de las comunicaciones gracias a sus conocimientos en la materia. Pasar de la bodega al puente de mando había sido un auténtico triunfo para él, aunque nunca había llegado a acostumbrarse a no bajar de la nave durante las operaciones. Él, en el fondo, era un hombre de acción.

—Así es. La comunicación procedía de uno de los planetas que conforman el arco, Ariangard K-12, y era muy clara: alertaba a Elspeth Larkin del inminente ataque de un navío conocido como "Luciérnaga" en menos de 24 horas.

—Conozco esa nave —admitió Cat con desazón—. Es uno de los destructores de Tempestad. Si realmente se encontraba por la zona...

Elim asintió con la cabeza, pesaroso. Tras recibir la comunicación, el joven había decidido rastrear la zona en busca de posibles indicios de la presencia de dicha nave. Para su sorpresa, escondida en la cara oculta del planeta y bloqueando las comunicaciones gracias a sus escudos de camuflaje, allí se encontraba la nave, a la espera.

Todo apuntaba a que era una trampa.

—Logré localizarla gracias a los radares. De haber intentado rastrearla a través de los satélites, no habría dado con ella. —Elim se encogió de hombros—. En cuanto se lo comuniqué a Elspeth y le mostré los resultados del barrido del radar, decidió cambiar el rumbo.

—¡Os querían eliminar! —exclamó Ana con sorpresa.

Los tres hombres asintieron con pesar. Aunque les había costado aceptarlo, finalmente habían entendido que, sin motivo aparente, pues hasta entonces lo único que habían hecho era cumplir con sus órdenes, habían pasado de ser miembros del Reino a formar parte de su enemigo.

—¿A dónde fuisteis? ¿A K-12?

El joven asintió. Rastrear la señal y variar el rumbo trazando un arco para evitar el contacto con la "Luciérnaga" no fue fácil, y mucho menos cuando, conscientes del cambio de dirección, empezaron a perseguirlos, pero tras muchas horas de intenso trabajo lo consiguieron. La "Castigo de Hielo" logró burlar al enemigo ayudándose de una corriente estelar y, en apenas 12 horas, desaparecieron para siempre de sus radares.

—Casi una semana de viaje después... —prosiguió Maggie—, llegamos a K-12 y descubrimos que las personas que habían contactado con nosotros llevaban varios años atrapados en el planeta. Según dijeron, habían sido víctimas de un ataque pirata y no habían tenido más remedio que aterrizar. Incomunicados y sin posibilidad de recuperar la nave, pues durante las maniobras de aterrizaje su navío se había visto profundamente dañado, no tuvieron otra opción que buscar la forma de sobrevivir en el planeta, y así hicieron. Ocuparon una especie de pirámides gigantes que encontraron perdidas en la selva y, poco a poco, se fueron adaptando a las complicadas condiciones de K-12. —Hizo una breve pausa en la que su mirada se enturbió—. Jamás debimos ir. De haber sabido lo que iba a pasar... —Maggie sacudió la cabeza. De sus ojos rosados empezaron a brotar lágrimas—. Espero que algún día pueda perdonarnos, Alteza. Deberíamos haber detenido a Elspeth. Deberíamos haberlo hecho, pero... pero... —Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas—. Para cuando intentamos hacerlo ya era demasiado tarde.

—Rosseau —comprendió Ana de inmediato.

Extendió el brazo y apoyó la mano sobre el hombro de Maggie, embriagada por su tristeza. Anteriormente muchos otros habían sido los que habían intentado consolarla, pero nunca nadie lo había conseguido. Aquella vez tampoco fue distinta. Por mucho que lo intentase, jamás podría perdonarse lo ocurrido.

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