Lucifer | | Camren

By c5hlcamren

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Esta es la historia del ángel caído de la DEA Camila cabello y la reportera del Miami Herald decidida a descu... More

Capitulo 01
Capitulo 02
Capitulo 03
capitulo 04
Capitulo 05
Capitulo 06
Capitulo 07
Capitulo 08
Capitulo 09
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Epílogo

Capitulo 14

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By c5hlcamren

"Esto no puede estar pasando..."

Era el único pensamiento en la mente de ambas mujeres mientras permanecían paralizadas, como en un fotograma congelado por el horror de una confrontación inesperada. Lauren notaba el frío del arma contra la base de su cuello, pero no sentía tanto el frío como el miedo que agarrotaba su estómago. Comenzaba allí y se abría paso rápidamente por todo su cuerpo. El miedo helado iba sustituyendo el pulso de la sangre cálida que corría por sus venas. Su corazón ya tendría que haberse detenido pero siguió latiendo tenazmente, determinado a salir de ésta. Si encontraba su final a manos de Camila, pensó una parte salvajemente desorientada de su mente, sería, en cierto modo, lógico. Había apostado que podría conseguir que Camila la amara lo suficiente de modo que en última instancia, la verdad no importase. Ahora parecía que había perdido. En el silencio subreal que las envolvía, lloró. No por la vida que iba a perder, sino por la muerte de esa conexión sutil que había logrado, por la parte del alma de Camila que estaba matando con esta traición.

El cañón de la Sig la apremió, y la voz exigió de nuevo-: ¿Y bien? Dime por qué no debería matarte.

Lauren se pasó la lengua por los labios repentinamente secos, mirando todavía la pantalla del ordenador. -No es... -. El mundo pasó a toda velocidad ante sus ojos cuando fue levantada de la silla de pie y lanzada contra la pared de enfrente. Cayó con dureza contra la esquina de una mesita situada entre las butacas, y la madera se le clavó en la carne entre los omóplatos. Intentando liberarse del impacto, abrió los ojos con cautela.

Y vio las ruinas del alma de Camila en la tierra baldía de esos duros ojos marrones.

La mujer que se erguía frente a ella era la personificación de todas las pesadillas que había oído sobre el Arcángel. Esta era la mujer que la DEA había creado, traicionado y que ahora quería destruir. La dulce amante que había ofrecido a Lauren su alma con manos temblorosas había desaparecido. Se dio cuenta con el corazón encogido de que lo que había en su lugar era bastante, pero bastante peor que el ángel caído que amaba.

–No – advirtió Camila, inclinándose para fijar la mirada aterrorizada de Lauren con la suya–,no me digas que no te he visto metiendo las narices en mi ordenador, copiando ficheros. Evidentemente soy una verdadera hija de puta, pero no estoy ciega–.

–Deja que te explique –la mente de Lauren volaba frenética, preguntándose cómo podría explicarse. Lo había planeado de forma tan diferente, se suponía que no iba a ser así. Se suponía que todo iba a funcionar entre ellas. Hacía tiempo que había abandonado su meta original, y cualquier pensamiento que hubiera podido albergar de sacar a la luz nada de esto, se había desvanecido con el descubrimiento de esta mujer extraordinaria. Una parte de su corazón gritaba que no era justo, no cuando estaban tan cerca...

"¿Tan cerca de qué? ¿Qué pensaba yo que podría construir sobre una mentira?"

Camila estaba hablando, y Lauren se preparó para las acusaciones que seguro vendrían a continuación.

–¿Quién eres? No eres un Federal –gruñó Camila, negando con la cabeza–. Los Federales no se follan a sus objetivos –. Esperó un momento, después añadió–: Al menos no con tanto entusiasmo –Ladeó la cabeza, como considerando las posibilidades–. ¿Trabajas para Massala? –arqueó interrogante una ceja, apretando con fuerza el cañón de la Sig entre los ojos de Lauren.

–No –dijo Lauren con voz ronca. Aunque sus pensamientos se iban dando unos con otros en su prisa por correr dentro de su mente, se encontró curiosamente incapaz de hablar.

– ¿Para quién entonces?

–Para nadie–. Como la Sig inundaba todo su campo de visión, no vio venir el golpe. Camila golpeó con fuerza el rostro de la mujer con el dorso de la mano, rompiendole el labio.

¡¡¡No me mientas!!! –. Los dedos de Camila agarraron el material de la camisa de Lauren, y la levantó de un doloroso tirón.

Lauren agitó la cabeza aturdida, siendo plenamente consciente de que el control de Camila se iba haciendo añicos. Si escapaba solamente con el labio partido y algunos moretones, mucha gente la consideraría afortunada. "No sé si alguna vez podría levantarte la mano...", las palabras de Camila de hace unos días se agruparon en su memoria. Forzó sus ojos de vuelta sobre ella y vio la expresión anonada en sus ojos.

Fue como si el golpe hubiera recordado a Camila sus propias palabras porque sus dedos soltaron la camisa de Lauren, y dejó caer la cabeza con cansancio.

–Dímelo –pidió débilmente, frotándose la frente como si le doliera mucho.

–Soy una reportera del Herald.

La traición estaba expuesta en esas pocas palabras. Sabía que en la mente de Camila, un reportero del Miami Herald solo podría querer una cosa de ella, y no era su corazón. Cinco palabras y todo lo que había sucedido entre ellas se convertía en una mentira.

Una risa estrangulada escapó de la garganta de Camila que dio unos pasos atrás separándose de su amante.

-–¿Una reportera? –repitió incrédula– ¿Has hecho todo esto por una jodida historia? –la verdad penetró en el alma destrozada de Camila y se alejó de Lauren. Cuando se dio la vuelta la reportera notó el brillo depredador en los pálidos ojos marrones–: Enhorabuena, querida* –murmuró en tono bajo–. Has conseguido lo que los Federales, los grandes medios y los periodicuchos, no han podido. Has logrado la historia completa –. Canturreó burlonamente–: Sexo, drogas y rock 'n' roll. ¿Qué más podrías pedir? –dijo con desdén. Lauren recordó aquella noche en el porche cuando vio por primera vez el corazón oscuro de su amante. –Así que dime: ¿qué quiere saber tu público? –su voz descendió hasta convertirse en un peligroso y sensual ronroneo–. ¿Les vas a contar lo que se siente estando dentro de mí? ¿Cuál es mi sabor? ¿Cuál es mi olor? –. Se acercó más a ella, y Lauren no pudo evitar que un escalofrío de excitación sexual surgido del miedo, la atravesara. Unos dedos se extendieron para acariciar con suavidad el rostro de la reportera –: ¿Sabes? Todavía tengo tu olor sobre mis dedos –trazó el perfil de los labios de Lauren, acariciando ligeramente el pequeño corte–. ¿Es por eso que no querías dejarme marchar esta mañana? ¿Querías asegurarte de que tenías todos los detalles?

Sus ojos se encontraban a centímetros de los de Lauren, y la reportera buscó frenéticamente en ellos cualquier destello de su amante. La mirada estaba cruelmente desprovista de toda ternura, y comprendió con el corazón encogido que el cambio de Camila era completo; la mujer que la acariciaba ahora no era más que un animal salvajemente sensual.

–No... –suplicó, todavía esperando encontrar cualquier atisbo de reconocimiento–, no hagas que suene así...

–Así ¿cómo?, querida –preguntó, un tono inocentemente burlón en su voz–, como si se tratara de... ¿una investigación? –frunció el ceño, las palabras habían traído a su mente algo que no quería escuchar. Apartando el recuerdo con un brusco movimiento de cabeza, regresó la sonrisa carnal–: Supongo que eso es todo lo que ha sido. Pero tengo que reconocer que has sido realmente exhaustiva –. Siguió acariciando el rostro de la mujer, sus dedos rozaban de cuando en cuando su cabello.

Lauren sintió algo desesperado en sus movimientos, como si Camila no pudiera evitar intentar reconectar con ella, a pesar de la mentira. Esperando que aún quedara algo dentro de Camila que pudiera alcanzar, inclinó el rostro hacia la caricia–: No es eso lo que era, Camila. Deja que te explique...

La mano que había estado trazando la suave curva de la mejilla de Lauren ahora se enroscó alrededor del cuello de la reportera.

–No. Digas. Una. Sola. Palabra –advirtió despacio, apretando suavemente la carne en su mano–. Porque ahora sé que todo lo que sale de esa preciosa boca tuya, es mentira.

Lauren cerró los ojos ante la presión, segura de que para ella todo se había acabado. Una furia silenciosa comenzó a nacer en su interior: hacia ella misma simplemente por no decirle antes la verdad, y hacia Camila por claudicar ante todo aquello de lo que aseguraba que quería liberarse. De pronto, la presión en su cuello desapareció, y abrió los ojos para ver a Camila retirándose de nuevo, esta vez hacia la puerta.

Había una tristeza desoladora en los ojos que sostuvieron su mirada, y a pesar de que su mente gritaba que las cosas no podían ser así, Lauren no dijo nada.

–Te quiero fuera de aquí para cuando vuelva –dijo Camila suavemente en la creciente oscuridad que la rodeaba–. Y si alguna vez veo algo de esto en letras impresas... créeme, Lauren, te mataré–. Increíblemente, la frialdad de sus ojos se fundió por un momento y un cálido pulso de vida vibró en su lugar–: No importa que no quiera hacerlo –añadió antes de deslizarse de vuelta a las sombras.

...

Camila no supo hacia donde conducía ni por cuanto tiempo, de lo único que era consciente era de un eco en sus pensamientos: "Haz que pare". Quería que todo se detuviese... la rabia, el dolor, y, sobre todo, la tristeza abrumadora de que estas maravillosas semanas habían sido una mentira. Ahora no habría redención posible. No había razón para mirar en su interior para buscar la voluntad de cambio.

Como si siquiera pudiera.

Ahora sabía que Lauren no había visto nada en ella en lo que mereciera la pena creer. De algún modo la reportera había descubierto su debilidad, el doloroso vacío de soledad desde la muerte de Jason, y lo había explotado con su dulce sonrisa y su mirada de aceptación. "Dime, Camila... dime porqué duele." Todas las veces que Lauren le tendió la mano, la abrazó, la escuchó, le dijo que no pasaba nada... Todas habían sido mentira. "¿Qué pensará realmente de mí?"

Camila se rió en voz alta ante lo absurdo de la idea. Había sido meramente un sujeto, alguien a quien diseccionar y exponer sin piedad para el beneficio de la gran área metropolitana. "Por supuesto que algo así alcanzaría el ámbito nacional." Camila no era ignorante del valor en el mercado de la verdadera historia de su caída en desgracia. No importaba, por lo menos había inculcado en la reportera el miedo al Arcángel, si no a Dios, antes de marcharse. No creía que Lauren fuera a hacer algo estúpido.

"Lauren..." Su cuerpo suspiraba pensando en la mujer que le había hecho el amor tan dulcemente esa misma mañana. Esta mujer había superado tan fácilmente las formidables defensas de la agente y capturado la bandera de su alma sin vacilar. ¿Sabía lo que había hecho?

"Basta... por favor... basta..." gritó su mente. Con violencia, precipitó el Porsche a toda velocidad hacia el sol que caía, esperando en vano ser consumida por sus tentáculos moribundos.

...

En el tercer piso del Club, tras una entrada bien camuflada para los clientes normales e incluso para los VIPs, había una pequeña suite: un dormitorio, un baño y una oficina que tenía su propia entrada. Camila había utilizado estas habitaciones en el pasado como una especie de lugar de encuentro para sus conquistas. Era un buen sistema y evitaba que sus 'juguetes' se mezclaran con su vida 'real'. Ahora se retiró allí, casi como un animal herido que regresa a su guarida abandonada durante largo tiempo para desangrarse en paz.

Bajo el rugido de la ducha no oyó entrar a su asistente. La repentina aparición de la forma de Lucy, ondulada a través de la cortina de la ducha la sobresaltó.

– ¿Qué pasa? –preguntó, de pie bajo el chorro. Esperaba que el martilleo del agua aliviara la neblinosa confusión de sus pensamientos y borrara los vestigios del tacto de quien la había traicionado. Ahora solo quería olvidar, olvidarlo todo, su breve tiempo en la luz, su amor naciente, el poder intoxicante del contacto de Lauren sobre su piel.

–Paul me ha dicho que te había visto llegar –replicó Lucy simplemente–. No pensaba volver a verte esta noche.

"O en los próximos días..." el final de la frase de Lucy quedó sin decir.

Camila se inclinó hacia el chorro de la ducha, consciente del examen que su ayudante hacía de su forma musculosa a través de la cortina. Las libertades visuales que Lucy se había tomado siempre con el cuerpo de su jefa eran una de las cosas que ésta había encontrado tan atractivas en la mujer color caramelo. La desafiante audacia de su mirada exigía respeto.

–He cambiado de opinión.

El Boxster parecía haber encontrado su propio camino a través de las calles de neón, llevándola hasta el Club y sus poderes de distracción, hasta Lucy con sus ojos ardientes y manos fieras. "Lucy puede ayudar... siempre lo ha hecho", su mente la animó seductora. Podía hacer que Camila olvidara el espantoso dolor que la atravesaba y dejaba su alma hecha jirones.

Cerrando el agua y abriendo la cortina con un movimiento de la mano, capturó los ojos azafrán de su ayudante con una mirada francamente sensual. Un ansia creció en el vientre de Camila, sinapsis largamente aletargadas se encendieron ante el recuerdo del aturdimiento erótico que siempre había disfrutado en las manos de Lucy. Una ceja perezosa hizo un gesto a la otra mujer–: ¿Algún problema?

Lucy pareció desconcertada por un momento, después sonrió suavemente–: Por supuesto que no. Hace bastante que no pasas una noche aquí..., por razones puramente personales.

Cuando Camila salió de la ducha, automáticamente Lucy le tendió una de las gruesas y blancas toallas colocadas sobre el tocador

–Sécame la espalda ¿quieres?– preguntó en lugar de aceptar el ofrecimiento. Gotas de agua resbalaban de sus hombros, cosquilleando sobre las terminaciones nerviosas que habían empezado a despertarse. Por su propia voluntad, el recuerdo de estar frente a Lauren, agua caliente bajando por su piel, regresó. Fue una imagen que sacudió a Camila con resonante intensidad: la mujer debajo de ella, esa boca perfecta conduciéndola poderosamente al borde del orgasmo.

Y de pronto, la toalla iba secando el agua, secando los recuerdos. Camila agitó la cabeza brevemente, gruñendo suavemente ante el tacto firme de las manos de su asistente.

–Gracias –dijo, apartándose y dándose la vuelta.

– ¿Algo más? –preguntó Lucy, con el trozo de tela todavía en sus manos.

Dos palabras... miles de implicaciones. Había tomado a Lucy de esa forma antes. La empujaba contra el tocador y hacía que abriera las piernas, buscando su placer. Era parte de su juego, el tormento de Lucy, la brutalidad sensual de Camila, cada mujer obtenía su placer del poder que ejercía sobre la otra. Era un flujo y reflujo que, en realidad, no había desaparecido nunca, meramente se había transformado en algo más aceptable a su nueva situación. Ahora, la mujer sombría sentía su seductora fuerza una vez más. Hacía mucho tiempo que no se permitía ser tan temeraria, y más tiempo aún desde la última vez que había sentido esos muslos enroscados sobre sus hombros. Intentó recobrar el recuerdo del sabor de Lucy, pero sus sentidos solo respondieron a la esencia dulce de la reportera. Eso abrió la compuerta que más deseaba Camila ver cerrada. Las profundas sensaciones provocadas por Lauren mientras pintaba dulcemente con su esencia los labios de Camila y sus besos con el sabor de su mutuo deseo la invadían implacablemente.

Los recuerdos trajeron con ellos un gusto amargo de traición, y, con resolución, Camila apartó de su mente el deseo por cosas que no podía tener. Aún así, una pasión agitada se encendió en sus ojos mientras sonreía sensual a su antigua amante.

–Relájate, querida. Va a ser una larga noche–.

Un ligero estremecimiento recorrió visiblemente el cuerpo de Lucy , y Camila se dio cuenta con suficiencia de que aún podía manejar a la fría ejecutiva a voluntad. "Esto puede ser muy divertido", pensó, ignorando la cruda verdad de que todo su deseo estaba reservado para otra persona.

–Esta noche estás de humor–observó Lucy, mientras sus ojos seguían a Camila que abría el pequeño armario. Siempre una pragmática, Camila tenía guardados ropa y "suministros" por toda la ciudad. Nunca se sabía cuando iba a tener que esconderse o salir precipitadamente.

–De buen humor –corrigió.

–Querrás decir, de humor peligroso –murmuró Lucy, sabiendo que los oídos de Camila no se perderían la observación.

Camila lanzó una sonrisita por encima del hombro.

–Peligroso para algunos –replicó –. Bueno para mí.

–Así es como funciona normalmente –accedió Lucy con una mirada de complicidad en sus ojos.

Camila eligió juiciosamente ignorar el comentario.

– ¿Qué te parece? –sostuvo dos vestidos. Uno era un sencillo y elegante vestido negro, con un corpiño escotado y una falda corta que caería suelta justo encima de su rodilla. El otro era un modelo de terciopelo carmesí que, incluso en la percha, parecía que había sido sacado directamente de un intenso sueño erótico.

–El rojo –respondió Lucy sin dudar.

Camila rió en silencio ante la mirada de su ex-amante y valoró su recomendación. El vestido no tenía mangas, y las finas tiras que lo sujetaban harían que la tela cubriera sus pechos con elegancia, apuntando a la bella plenitud que se escondía debajo. Todo el diseño era una gran provocación: se ajustaría al exquisito largo del cuerpo de Camila, envolviendo sus piernas con familiaridad posesiva, deteniéndose justo debajo de la rodilla. Un generoso corte serpenteaba en ángulo sobre la tela, permitiendo tanta libertad de movimientos a quien lo llevara, como un provocador vistazo a los, de otro modo, secretos escondidos para aquellos bendecidos con la suerte de poder ver. Definitivamente sería una declaración, y cuanto Camila más miraba la prenda, más se daba cuenta de que ésa era la declaración que quería hacer –: ¿Tú crees?

–Desde luego –dijo Lucy asintiendo con la cabeza, y pasándose la lengua por los labios sin darse cuenta.

Camila observó el movimiento con una sonrisa interior –: Entonces el rojo –decidió. "Desde luego que sí... esto va a ser muy divertido", consideró con un brillo de diversión en sus ojos. Hacía mucho tiempo que no jugaba. Todo lo de esta noche, desde el vestido que llevaba hasta su presencia en el Club y la mujer a su lado, sería una declaración que no pasaría desapercibida ni siquiera por el más ignorante de los observadores.

El Diablo estaba de vuelta.

...

La fiesta nocturna estaba bastante avanzada en el momento en que hizo su primera aparición. Un pulso licencioso corría por el Club, los clientes respondían sin saberlo a la llama salvaje de la sangre de Camila. Lucy había indicado discretamente a los pincha-discos y a los camareros que dieran marcha esa noche. Así que la música era un poco más sensual, las bebidas algo más efectivas, y la clientela algo más desinhibida mientras la noche extendía su mano y les hacía señas para que la siguieran.

Camila absorbió el espectáculo a su alrededor con una curva satisfecha en sus labios. El hervidero, la ingente masa de gente contorsionándose eran sus criaturas; y se movía con facilidad entre ellos, con una regia inclinación de su cabeza. Rostros vagamente familiares la llamaban, dándole la bienvenida de vuelta a su territorio con ojos agradecidos. Los hombres a su alrededor la saludaban con un movimiento de cabeza, complacidos de deleitarse en el resplandor de su elegancia malevolente. Las mujeres cuyos cuerpos había poseído, y aquellas que deseaban que lo hiciera, la rozaban insinuantes, tentando sus sentidos con su cercanía.

Un baile, una copa, una insinuación: unos brazos esbeltos alrededor de su cuello, el sabor de tequila sobre sus labios, una risa neblinosa navegando placentera sobre sus oídos. Todos aquellos pensamientos no deseados por fin desaparecían aplastados por el firme tacón de la sobrecarga sensorial. Camila caminó entre su gente, el brillo de sus ojos atrayendo a algunos y advirtiendo a otros con su fuerza voraz.

Y allí estaba Lucy .... siempre..., nunca más allá de una rápida mirada. La mujer tenía un olfato infalible para lo que Camila necesitaba y eso era exactamente lo que le daba a su antigua amante, dejándola libre para vagabundear, pero nunca completamente desatendida. La sonrisita satisfecha de su asistente indicaba su confianza en cómo terminaría la noche, pero otros no estaban tan seguros de las intenciones del cazador. En consecuencia, Camila disfrutaba del buffet sensual que se le ofrecía: compartiendo la curva de una cadera o el aroma herbal de un mechón de pelo. La caricia fugaz de una mano cómplice rozaba su piel, pero nadie era lo suficientemente audaz como para buscar su boca. Merodeaba entre ellos constantemente, buscando algo que no se encontraba en la exposición de cuerpos bien vestidos y bien formados.

La gente hablaría sobre esa noche y la inquietud carnal que los había infectado a todos ellos durante meses. Su oscura reina había regresado, y su gente se deleitaba en ello.

Quizá esa fue la razón por la que al principio Camila no la vio acercarse. Se trataba de otro glorioso espécimen para que ella lo tomara o no, según dictara su talante. Algo, sin embargo, un destello esmeralda, una brizna de su aroma en el aire, identificó lo que había estado buscando, y se dio la vuelta justo cuando Lauren se plantaba frente a ella.

Un brazo ágil se desenroscó y se oyó el sonido áspero de una palma golpeándole el rostro. El golpe le echó la cabeza para atrás, un hilillo de sangre comenzó a brotar del diminuto corte que el anillo de Lauren le hizo en la mejilla. La reportera gruñó salvajemente–: En primer lugar: jamás me vuelvas a pegar –se movió como para pegar a Camila otra vez, pero ésta le agarró el brazo en mitad del aire.

–Ha, ha –advirtió, sujetando con facilidad la delgada muñeca–. La primera es gratis, pero la siguiente tiene un precio.

Camila sabía que la sala no podía estar en silencio..., era demasiado grande y había demasiada gente alrededor como para que todos se hubieran dado cuenta. Pero un vacío que rugía de forma ensordecedora llenaba sus oídos, y la habitación se estrechó hasta abarcar solo a la mujer que se encontraba frente a ella. Todo lo que había intentado olvidar tan desesperadamente se plantó con fuerza de vuelta en su conciencia. La sensación de la piel de Lauren sobre la suya era de una intensidad casi insoportable, aunque ésta estuviera temblando de furia. En ese momento supo que nunca estaría libre de ansiar el tacto de esta mujer, su voz, su cuerpo. Una rabia furiosa ante su impotencia frente a esas emociones se abrió camino en su interior. Una expresión de furioso desdén se formó sobre sus labios.

Lauren se liberó de su agarre, mirando fijamente a Camila con unos ojos que echaban chispas–: Me debes la oportunidad de explicarme.

Camila estudió a su amante con frialdad–: ¿Qué yo te debo?

–Sí –fue la resoluta respuesta.

Camila hizo un gesto con sorna–: Entonces explícate... ¡No faltaba más!

–Camila... –Lauren apretó la mandíbula, y parpadeó para eliminar el brillo que apareció de pronto en sus ojos. No era un ruego, no era una exigencia... pero fue algo que la otra mujer no pudo negar.

–Sígueme –dijo Camila con voz ronca, guiando a su amante por la escalera de caracol.

...

En cuanto entró en el pequeño dormitorio, Lauren se dio cuenta de la magnitud de las acciones de Camila la noche en que se conocieron. Podía haberla traído aquí arriba con la excusa de "centrarse en la realidad" y seducir a la reportera, que sabía exactamente el poco esfuerzo que le habría costado. Su cuerpo había estado respondiendo a Camila desde el momento en que había puesto los ojos en la bella traficante de drogas. Pero, en vez de eso, Camila había aceptado la petición de Lauren sin dudar de ella, abriéndole su casa, y finalmente su vida. Y aunque Lauren no había faltado a la verdad desde aquella primera noche, la mentira que dio lugar al nacimiento de su relación era una mentira hiriente.

El silencio en esas habitaciones era genuino, y para Lauren el golfo que las separaba parecía inabarcable. Apoyándose contra la recia puerta de roble, observó a Camila recorrer la habitación con pasos furiosos pero medidos. El vestido de terciopelo se le ceñía como la sangre a una herida.

–Cam... –vaciló.

– ¿Por qué? –un áspero sonido gutural la corto. Una pregunta arrancada de los jirones del alma de Camila.

–Yo... no sabía –replicó, incapaz de explicar que no tenía idea de que esta mujer podría ser la que llegara a poseer su alma.

–Saber ¿qué? -Preguntó Camila con dureza–. ¿Qué es eso que precisamente no sabías?

–Que me enamoraría de ti –susurró despacio.

Camila se balanceó ligeramente mientras su cuerpo absorbía el impacto de esas palabras que entraban golpeándola.

–No te atrevas –ordenó sombría, avanzando hacia Lauren.

–Te quiero.

Las palabras eran la única cosa a la que Lauren se podía agarrar en la vorágine en la que se encontraba. Como reportera había aprendido que la mayoría de las verdades eran relativas dependiendo del enfoque de la historia, de quien hablase, y de sus motivaciones. Sin embargo, también había aprendido que había algunas verdades que era fundamentales, verdades que habían constituido los cimientos de los individuos, de filosofías, de naciones.

En algún momento a lo largo de esas semanas, la certeza de saber que estaba enamorada de Camila Cabello, se había convertido en la base de todo lo que Lauren Jauregui era.

Fuera lo que fuera que había pasado, Camila tenía que saberlo.

–Te quiero.

Camila dio un paso acercándose más, una mirada furiosa sofocaba la noble elegancia de sus rasgos.

–Te quiero.

Camila estaba justo delante de ella, sus cuerpos casi... tocándose dolorosamente.

–Mientes.

Había una amenaza auténtica en esos ojos marrones... y notó con asombro, que podía ver la pálida llama ardiendo con algo que parecía sospechosamente miedo puro. Ya antes había jugado (y ganado) con aquellas expresiones inexplicables que pasaban por la mirada de la mujer sombria. Ahora era el momento de hacerlo de nuevo.

–Te quiero, Camila –repitió, levantando una mano firme apenas para acariciarle la mejilla.

El sonido de cristal rompiéndose las rodeó cuando el puño de Camila destrozó el cuadro que había justo a la derecha de la puerta. Algo dentro de Camila pareció romperse también, y cerró los ojos, incapaz de tocar a la reportera, pero incapaz igualmente de apartarse.

–Shh... -tranquilizó Lauren, pasando la mano por los músculos tensos como cuerdas del brazo de Camila y apartándolo del cristal destrozado–. No pasa nada... -. Los dedos de Camila todavía estaban curvados en un puño, y lentamente, Lauren los fue abriendo quitando con cuidado los fragmentos de cristal. Pequeños cortes motearon la piel bronceada, y las heridas se llenaron de sangre–: Siempre te estás haciendo daño, Camila –murmuró, agarrando la mano entre las suyas y presionando la palma suave contra sus labios.

...

–No –susurró Camila, sentía en todo su cuerpo el dolor producido por el asalto de las sencillas palabras de Lauren–. No puedo hacerlo–. No podía dejar pasar la traición y la rabia, y simplemente aceptar la cascada de luz que esa declaración de amor derramaba sobre ella. ¿Cómo podía aceptarlo como verdad cuando podía ser tan fácilmente una mentira como las otras palabras lo habían sido? De forma desconcertante, su cuerpo persistía en considerar real ese sentimiento líquido, y como falsa la furia helada del pasado.

La verdad, ahora podía verlo, se encontraba en la forma infinitamente tierna en la que Lauren estaba sacando fragmentos de cristal de su mano, en el pulso tembloroso visible en el delicado cuello de la reportera y en la valiente resolución necesaria para abofetear en la cara a una asesina y exigir respeto. Camila intentó negarlo una vez más, sabiendo que aceptar el amor de Lauren significaba, a cambio, rendirse ante el suyo propio. Si Lauren decidía traicionarla de nuevo, Camila sabía que no sobreviviría–: No puedo hacerlo... –. Abrió los ojos a brillantes campos verdes frente a ella.

–Sí que puedes –advirtió Lauren, manteniendo sus ojos cuidadosamente fijos en Camila. Un silencio temeroso se detuvo entre ellas, y la reportera aspiró profundamente, odiando que sus próximas palabras fueran necesarias–: Siento haberte mentido.

La respiración de Camila se le quedó atascada en la garganta, una roca en su faringe que bloqueaba el paso del aire. Rechazó con todas sus fuerzas el impulso de huir, de marcharse, de estar en cualquier otro sitio menos perdida en los ojos de esa mujer.

–Yo también siento que me mintieras –replicó con voz ronca, la garganta en carne viva por el esfuerzo para respirar.

–No sé cómo podría arreglarlo. O qué más puedo decir.

"En realidad, ¿qué más hay que decir?", pensó Camila.

Podía aceptar el amor de Lauren o no. En ese momento todavía era posible salir de la vida de la reportera, aunque sabía que su alma nunca se recuperaría. De cualquier manera, ahora sabía que nunca podría regresar a lo que había conocido en el pasado, al corazón oscuro de la vida que aún bombeaba sin cesar en el piso de abajo. El miedo apareció con su emblema bien alto, y con su viscosa opacidad abriéndose camino por su garganta, intentando sepultarla. Ceder al miedo o luchar para alcanzar la luz que se le estaba ofreciendo.

"¿Qué opciones tengo?"

–Dime que me quieres –dijo Camila con voz espesa, apoyando la frente contra la de Lauren.

–Te...–el asombro hizo que tropezara con las palabras–, te quiero.

–Dilo otra vez –ordenó Camila.

–Te quiero.

–Otra vez –estaba utilizando la verdad para eliminar de sus pulmones el olor a podrido de las mentiras, del miedo y de la rabia.

–Te quie...

La poderosa fuerza de la boca de Camila encontrándose con la de Lauren aplastó la última declaración. Probó el metálico sabor a sangre en los labios de su amante, sabía que era por el golpe que le había dado antes. Su lengua eliminó con reverencia los trazos de su propia violencia y busco entrada penitente en la boca de Lauren. La reportera le franqueó la entrada con alegría, rodeando con sus brazos el cuello de Camila, acercándola más aún.

–Te quiero –murmuró, las palabras distorsionadas y apagadas por el beso.

La boca de Camila exigía atravesando a Lauren mientras buscaba reclamar el amor que la reportera ofrecía tan libremente. Obligó a la lengua de Lauren a que abandonara su timidez hasta que estuvieron explorando las bocas de cada una con abandono en un beso incendiario que amenazaba con inmolarlas allí donde se encontraban.

Sus manos estaban en todas partes, notando distraídas las prendas tan poco familiares que la reportera llevaba y desvistiéndola rápidamente. Quería a Lauren desnuda frente a ella, tan receptiva y llena de deseo como Camila lo había estado esa misma mañana.

–Dios, eres preciosa– se maravilló Camila, viendo caer del cuerpo de la reportera la última pieza de encaje. Lauren quedó atrapada entre la madera fría de la puerta y el calor volcánico de Camila. –Tan preciosa –repitió. Tomó las manos de Lauren en las suyas, guiándola hacia la cama–: Túmbate –ordenó con voz ronca.

Sus ojos eran de un vibrante marrón mientras observaba a Lauren obedecer su petición. Lauren se tumbó expectante sobre la extensión oscura del edredón, esperando que la gloriosa visión de la forma bronceada de Camila emergiera de su cautividad. El terciopelo se separó con reluctancia de la piel, abrazando el largo del cuerpo de Camila mientras se deslizaba lenta pero inexorablemente hacia la gruesa alfombra.

–Ven aquí –murmuró Lauren, estirando sus brazos esbeltos a modo de invitación.

–No –replicó Camila tranquilamente, mientras sus propias manos recorrían las curvas de las piernas de Lauren, sus fuertes dedos tanteaban los músculos definidos de sus muslos–. Mia–susurró con fiereza.

Rindiéndose a la necesidad no expresada de Camila, Lauren se recostó en la cama y dejó descansar sus brazos por encima de su cabeza. Los dedos de Camila trazaban el contorno de su cuerpo en un gesto de posesión, se movían sobre sus caderas y su estómago, pechos y hombros. Dedos abrasaban la piel, dejando marcado su deseo en los huesos y los músculos. Lauren se arqueó hacia esas manos autoritarias, presionando su carne en el abrazo y ansiando tener el cuerpo de Camila contra el suyo propio.

La boca de Camila siguió a sus manos a través del paisaje del cuerpo Lauren, confirmando con el gusto lo que el tacto ya había comunicado a su cuerpo tembloroso. Lauren era ligera y cálida, sal y musgo, y se encontraba de buen grado a merced de las exigencias de la mujer morena. Camila se colocó sobre ella para sujetar con firmeza las piernas de Lauren y mantenerlas juntas a la altura de las rodillas. Inclinando la cabeza hacia el pezón dolorosamente despierto justo debajo de su boca, gimió en lo profundo de su garganta cuando su lengua sintió su dureza. Lauren gimió agradecida por el contacto, hundiendo las caderas en el colchón, a punto de enloquecer por el tacto hipnótico de Camila.

Con su propia excitación fluyendo entre sus piernas, Camila buscó llevar aún más allá el deseo de la mujer, atacando un pecho cada vez. Su boca era un voraz instrumento de placer, dedicado a una sola tarea. Lauren se agarró al cabecero de la cama buscando algo que la sujetara mientras su cuerpo se arqueaba impotente por el tormento, suplicando más–: Por favor... –jadeó.

–Sí, Lauren –susurró Camila –, déjame oírte... esta noche necesito oírte.

Los únicos sonidos en la habitación fueron sus respiraciones cada vez más entrecortadas y los dulces murmullos de placer. En sus mentes y almas, los últimos ruidos del Club se habían quedado fuera, la gente que se divertía había quedado apartada. Ahora el mundo consistía únicamente en sus pieles. El tacto de Camila. La necesidad de Lauren.

–Tócame.

Era la súplica que Camila había expresado a Lauren esa mañana, cuando había permitido que la tomara en una rendición final. Ahora era el turno de Lauren de desnudar su alma y depositar su deseo desnudo a los pies de su amante, confiando en que ésta la conduciría hasta donde necesitaba llegar.

Camila se deslizó hacia abajo por el cuerpo de la reportera con facilidad, y tomando cada una de sus piernas, las elevó hasta colocarlas sobre sus propios hombros, refugiándose en el puerto creado allí. Adoraba este lugar, el tacto íntimo de su mejilla en el muslo de Lauren, la anticipación de su cuerpo al rojo vivo.

Un gemido escapó de Lauren cuando los dedos de Camila encontraron el núcleo escondido del deseo de la reportera y lo expusieron a su lengua curiosa.

–Oh, sí... – murmuró.

Para la mujer sombría, esta caricia era la absolución para un alma que no la merecía. Quiso ir más allá dentro de su amante, deleitándose en las paredes firmes que rodeaban sus dedos y su lengua, buscando ese lugar perfecto que podía llamar hogar. Una suave exclamación le indicó que lo había encontrado, y en un instante dedos y caderas se movían a un ritmo inexorable. Cerró los ojos para absorber mejor la sensación del deseo de su amante. "Esto era el aire... esto era su vida... esto era su hogar...

Esto era...

Todo".

OH DIOS... CAMILA.... –el clímax que atravesó a Lauren se clavó en Camila con increíble furia. Se oyó a sí misma gritando como respuesta a las poderosas convulsiones, sintió su cuerpo temblar violentamente, y entonces... de algún modo... había envuelto a la reportera entre sus brazos y estaba murmurando palabras de amor sin sentido en el oído de la mujer de ojos esmeralda. Se abrazaron durante un largo y silencioso momento, ambas demasiado abrumadas por la fuerza de su pasión como para decir nada. Depositando un tierno beso sobre la frente de Camila y apartando los mechones empapados, Lauren dijo con tranquilidad–: Tenemos que hablar.

–Supongo que tienes razón –dijo Camila con reluctancia. Sin embargo, ambas mujeres permanecieron en silencio, sus respiraciones y sus ritmos cardiacos volviendo a la normalidad lentamente. Le gustaba cómo la mujer se encontraba estirada sobre ella y odiaba tener que abandonar el momento de paz que habían conseguido crear, pero aún había muchísimas más cosas que decir–: Pensé que se trataba de otra persona, ya sabes –dijo en la penumbra.

– ¿Qué? –la voz de Lauren sonaba perpleja.

–Tu secreto. Sabía que ocultabas algo –explicó Camila –. Solo que pensé que... que había alguien más. Alguien con quien ibas en serio a quien intentabas herir estando conmigo.

La reportera asimiló la revelación con una inclinación de cabeza. Después se recostó sobre Camila, encendiendo la lámpara que había visto sobre la mesilla de noche–: Quiero verte la cara –observó a su amante con intensidad–. Siempre pensaste que te estaba utilizando–. Había un cierto tono incisivo en sus palabras y una dureza en su mirada que inquietaron a Camila y se encontró a sí misma sintiendo cierto embarazo ante la implicación.

–Lo estabas –la acusación defensiva salió de su garganta antes de que pudiera echarse atrás.

Lauren se levantó de la cama y la miró con cansancio–: Si eso es lo que piensas todavía, entonces estaba equivocada. No tenemos nada de lo que hablar.

– ¡Espera! –Camila agarró su brazo con suavidad–No era mi intención que sonara así.

– ¿Y de qué otro modo querías que sonara?

–Vuelve aquí ¿si? –le soltó el brazo y se pasó una mano por el cabello despeinado–. No, espera, deja que abra la cama primero.

Lauren no pudo evitar la diminuta sonrisita que se curvo en su boca–: Estás muy segura de ti misma ¿verdad?

Camila le regaló una media sonrisa–: No, simplemente pensé que si nos íbamos a pelear mejor ponernos cómodas ¿vale?

–Ok, está bien –accedió, dejando que Camila la empujara hasta el lugar donde se encontraba antes. Antes de darse cuenta, estaba arropada cómodamente en los brazos de su amante una vez más, y ambas sentadas con la espalda contra un generoso montón de almohadas apoyadas contra el cabecero de la cama. –¿Ya podemos pelearnos? –preguntó, aunque Camila había conseguido apagar el enfado que de nuevo había comenzado a bullir entre ambas.

–Ya podemos pelearnos –asintió Camila –. Déjame empezar otra vez. Sí, pensé que me estabas utilizando... porque si no era sí, no podía entender qué demonios podías querer conmigo. Si hubiera pensado con claridad me habría dado cuenta de que eras una reportera en el momento en que no saliste corriendo de la casa pegando alaridos después de que te disparasen.

–Pero ¿por qué no te diste cuenta? –preguntó Lauren con calma.

Camila hizo una larga pausa, preguntándose cómo poner voz a la tumultuosa avalancha de sentimientos que había comenzado casi en el primer momento en que vio a la mujer. –Porque quería que tú quisieras estar conmigo– dijo finalmente.

Lauren contuvo la respiración bruscamente ante la admisión–: ¿Eso querías?

–Oh, sí –rió Camila con cierta tristeza–. Al día siguiente de que te dispararan, iba en el auto pensando en esa historia absurda que me contaste sobre un novio. Recuerdo que pensé que no tenía ningún sentido –. Se inclinó para saborear brevemente los labios de su amante–: Y después recuerdo muy claramente que me importó una mierda–. Otro beso le devolvió el valor que le empezaba a flaquear–: Así que de algún modo, es culpa mía que la mentira continuara. No quería oír la verdad.

–Detente –ordenó Lauren–. Por Dios, ni se te ocurra asumir la responsabilidad de esto–. La miró directamente a la cara–: Lo que yo hice estuvo mal. Intentar manipularte para conseguir tu historia estuvo mal ¿Entiendes?

Camila miró los fieros ojos verdes de su amante y suspiró suavemente–: Lauren, en comparación con todo lo que yo le he hecho a otras personas, lo tuyo ni siquiera cuenta.

–Entonces perdóname–.

Las palabras cayeron sin pensar de los labios de Lauren, y se puso pálida al darse cuenta de lo que acababa de decir.

"Perdóname... ¿Es tan simple?", musitó Camila para sí. Pensando en todos los años que había pasado hundida en una rabia insaciable, los años perdidos y sola... la necesidad de tener a alguien cerca que entendiese, aceptase y perdonase... La mente de Camila recorrió a toda velocidad los recuerdos. Y entonces la sensación de la mujer envuelta en sus brazos cabo muy hondo... la alegría de despertarse con ella, el brillo en esos ojos verde dorado que aliviaban dolores tan profundos que había creído grabados en su alma para siempre.

–Te perdono –dijo simplemente.

Lauren se quedó con la boca abierta–: ¿Qué?

–Te perdono –repitió Camila, enviando una cascada de besos bailando sobre la mejilla de su amante–..Te perdono... te perdono... te perdono...

Sus bocas se enredaron y danzaron, un perezoso fuego acariciando el interior de sus vientres.

–No puedo creerlo –murmuró Lauren. Las palabras eran un suspiro elaborado más que otra cosa, pero aún así no escaparon al fino oído de Camila.

– ¿Qué es lo que no puedes creer? –preguntó, deteniendo sus atenciones.

Lauren parpadeó mareada, intentando recobrarse de las caricias de los labios de Camila. Miró fijamente al marrón de los ojos de su amante que latía con dulzura, y aspiró profundamente–: ¿Estás segura de que ya no estás enfadada conmigo?

Camila se levantó y dio algunos pasos antes de girarse para mirar a Lauren–: Yo... yo no... soy demasiado lista para algunas cosas, Lauren. Muchas de las relaciones que he tenido no han durado más de lo que tardaba en volver a vestirme–ante el estallido de risa de Lauren, sonrió ligeramente–. No sé cómo hacer esto... –gesticuló varias veces señalando a Lauren y después a sí misma–... de hablar–. Dio unos cuantos pasos más, como si intentara recopilar palabras dispersas para hacer que Lauren entendiese–: Cuando entré en el estudio y te vi allí sentada, me quería morir –dijo sombría–. No sabía que se podía sentir tanto dolor y no estar sangrando por ningún sitio–. Lauren hizo un gesto de dolor ante la simple declaración, sintiendo el daño en su propio corazón. –Y quise que tú te sintieras igual que yo. Por eso te pegué. Aunque lo único que conseguí fue sentirme aún peor. Pensaba que si podía hacer que te sintieras tan mal como yo, entonces no pasaría nada. El dolor no sería tan inmenso –murmuró, cerrando los ojos al recordar la sensación de su mano golpeando la delicada piel de Lauren.

–Te traicioné. No te culpo...

¡No! – Camila abrió los ojos de golpe– ¡No! –repitió con fuerza–No tenía ningún derecho a pegarte. Y mucho menos apuntarte con una pistola –negó con la cabeza–. Puedo estar mal, pero hasta eso llego.

Sin embargo, Lauren no iba a dejar que Camila cargase con el sentimiento de culpa que compartían sobre la espantosa confrontación en el estudio–: Siempre he sabido que por las razones que sean, la violencia es tu primer instinto. Y fue un riesgo que asumí mintiéndote como lo hice –. Lauren quiso alcanzar su mano y atraer a Camila, tranquilizar esa mirada que amenazaba con apartarse de ella. Tenían que enfrentar este último obstáculo y superarlo, porque de otro modo Lauren sabía que el miedo a la violencia de la otra mujer destrozaría cualquier esperanza que tuvieran de reconstruir su relación. Estudió a su compañera un rato más antes de decir sus siguientes palabras–: Eso no quiere decir que disfrutase el que me lanzaras al otro lado de la habitación.

La vergüenza coloreó los rasgos de Camila de un brillante escarlata–: Lo siento tanto –susurró.

–No vuelvas a hacerlo –dijo Lauren dulcemente.

–Nunca –Camila agitó la cabeza con énfasis. Buscó como pudo las palabras para describir el dolor candente que la asaltó en el momento en que vio a Lauren peinando sus archivos privados. En ese momento supo que era algo más que la rabia de la mentira. Era el dolor profundo y absolutamente extraño de quien veía todos sus sueños y sus esperanzas reducidos a cenizas en un solo y desgarrador instante. Viendo a Lauren en ese momento, la había asaltado la furia del desposeído, aullando porque tras mostrarle cosas infinitamente preciosas, se le decía que no eran para gente como ella. Su alma había gritado agónica con cada maltrato hacia la mujer, pero había sido incapaz de detener su instinto básico de aniquilar cualquier cosa que le hiciera daño. Empujada por un poder más fuerte que el de su formidable fuerza de voluntad, cruzó la habitación y envolvió a la reportera en un abrazo salvaje, su cuerpo transmitía un arrepentimiento mucho más profundo de lo que jamás podrían comunicar las palabras.

La piel de Camila contra la suya era salvia para el corazón maltrecho de la reportera. Podía sentir sus músculos temblando, y se maravilló de nuevo de la fuerza en el alma oscurecida de Camila –: ¿Y ahora hacia donde vamos? –preguntó bajito, su aliento era una cálida ráfaga de aire contra el cuello de Camila.

La mujer sombría liberó a Lauren de su abrazo y se sentó junto a ella en la cama. Para ella la respuesta era simple: la conclusión inexorable a la que había llegado ayer. Ahora dijo las palabras en voz alta–: Tal y como yo lo veo... ¿qué otra opción tengo?–. Sus dedos trazaron un camino sobre los rasgos de Lauren, absorbiendo la suavidad cálida de la piel clara de sus mejillas. Viendo que una de sus cejas se contraía ante la respuesta, intentó explicarse–: Puedo perdonarte, aprender a confiar en ti de nuevo, y podemos intentar averiguar que es lo que realmente hay entre las dos. O puedo agarrarme a todo el odio y mis antiguos hábitos con los que he vivido siempre. Y honestamente, Lauren, ahora me doy cuenta de que eso no es vivir.

–Puedes cambiar de vida sin mí en ella –replicó.

Camila observó a la mujer junto a ella durante un largo momento–: Quizá -asumió–, pero la verdad es... que no quiero.

–Entonces... –Lauren dejó salir la palabra, una feliz expectativa se iba formando en sus venas–¿Qué es lo que quieres?

Camila no vaciló, ni pestañeó, ni siquiera lo pensó–: a ti–dijo simplemente.

La palabra fue sellada con un beso dulce que prendió en las astillas de su deseo que siempre acechaba cerca de la superficie cada vez que estaban cerca. Por ahora, las dudas habían desaparecido, los pesares disipados... y no había nada que se interpusiera entre ellas. Una luz brillante que parecía bañar el largo de sus cuerpos mientras Camila se movía con suavidad sobre su amante y Lauren respondía de igual modo.

Lauren sintió que las manos de Camila comenzaban a recorrer su cuerpo una vez más. Sabiendo que una vez que empezaran a hacer el amor, cualquier conversación se perdería para el resto de la noche, tomó con reluctancia esos elegantes dedos con sus manos, deteniendo su exploración–: Todavía tenemos cosas... – otro beso dulcemente erótico la interrumpió–... de las que hablar... –gimió cuando la boca de Camila empezó a abrirse camino sobre su mandíbula hacia el pulso en su cuello–. En serio.

Era un tono al que Camila no podía negarse, y se retiró con una mueca llena de picardía–: Entonces ¿estamos bien?

–Creo que ahora estamos de puta madre –replicó Lauren, con una risa de alivio que surgía desde dentro–.Pero hay un par de cosas más que necesito decirte–. No le pasó desapercibida la tensión que se apoderó del cuerpo de Camila, aunque ésta hizo un trabajo admirable no cambiando su expresión. La reportera alisó las arrugas diminutas en la ceja de Camila, dejando que sus dedos trazaran el corte afilado de su mandíbula–: Shh... –la tranquilizó-. No es nada malo.

Los músculos se relajaron bajo sus caricias, y Camila apretó a la reportera un poco más en sus brazos–: Entonces ¿de qué se trata?

–Creo que puedo ayudarte con tu problema.

Camila se rió secamente–: ¿Y qué problema es ese? Ya hemos establecido que tengo docenas.

–Ese que implica gente apuntándote con pistolas.

–Oh. Ese problema –frunció una ceja hacia la otra mujer–. Veamos.

–Bueno... –comenzó Lauren, mordiéndose el labio– Por raro que pueda sonar, el que yo sea una reportera puede resultar útil.

A Camila ya no le gustó como sonaba eso–: ¿En qué estás pensando? –preguntó con cautela.

–Escribimos una historia. Echamos tanta luz sobre ti que la DEA no puede hacer nada–. Lauren esperó a la inevitable explosión, la acusación que todavía estaba intentado utilizar a Camila, furia, cualquier cosa.

Lo que obtuvo fue una expresión pensativa en el rostro de su amante.

– ¿Y bien? –preguntó a la mujer sombria. –Estoy esperando a que termines de explicármelo -–respondió Camila con seguridad aunque la tensión en su cuerpo era evidente otra vez.

–Muy bien –esa respuesta le servía–. Sigues trabajando para la DEA ¿verdad?

–¿Qué quieres decir?

–Bueno, dijiste que estabas de baja psiquiátrica de duración indeterminada y que nunca regresaste ¿cierto?

–Cierto –Camila la miró escéptica– ¿Y?

–Pues... ahora estás de vuelta, intentando atrapar al resto de los Massala. Intentando completar la misión que te encomendaron antes de que algunos canallas en la DEA delataran a tu compañero.

–¿Crees que puedes presentar los cinco últimos años de mi vida de modo que se entienda de la forma que tú quieres que se entienda, y que además funcione a mi favor y en contra de la DEA? –soltó Camila con sorna–Eso no es posible.

–Escúchame, Camila –Lauren cambió de posición, sentándose de modo que tuvo a Camila enfrente–. Desde que me hablaste de Jason, he estado pensando en porqué alguien en la Agencia le delataría así.

– ¿Alguna conclusión? –preguntó Camila con amargura.

–Desafortunadamente, sí. Y todas tienen que ver contigo y tu habilidad única para terminar el trabajo.

–¿Qué quieres decir?

–Cuando hablaba con Tony la otra noche, te describió como alguien que se salta las reglas pero consigue resultados. De modo que los mandamases miraban para otro lado cuando en otros casos no lo habrían hecho. Mira la misión Massala. ¿Qué dijeron que querían? Resultados. Y no les importó cómo los conseguiste. A alguien le gustaba tenerte al otro lado fuera de control.

Camila abrió la boca como para protestar pero la cerró de golpe–: Continúa –dijo nada más.

– ¿Qué hizo tu relación con Jason? Te centró, hizo que empezaras a pensar sobre algunas de las cosas que estabas haciendo, hizo que tu trabajo fuera más duro. Te hizo menos eficaz.

–¿Estás diciendo que alguien sacrificó a Jason para que yo siguiera siendo eficaz?

–Algo así. Al principio creí que querían librarse de Jason y de ti. Pero cuanto más pienso en ello, más creo que lo que querían era quitar de en medio la influencia de Jason sobre ti. Él resulta muerto y tú matas a los responsables de su muerte.

–Rico y el Cartel.

–Exacto. Sin ruido y sin problemaa –asintió Lauren–. Pero el problema surge cuando Rico te llama para que te ocupes de Jason. Quienquiera que lo sacrificase, no tenía modo de saber que tú acabarías siendo la que apretase el gatillo.

Camila palideció ante la cruda descripción, una herida de su alma que nunca llegaría a sanar. Pero las dulces manos de Lauren la sostenían con suavidad, no dejando que resbalara hacia los errores del pasado. "Quédate aquí" parecían decir esas manos.

Y lo hizo.

Respirando profundamente tranquilizó su corazón tembloroso–: ¿Y entonces qué pasó?

–Control de daños –replicó simplemente Lauren– ¿Quién te vio cuando llevaste a Jason de vuelta a casa?

–Nadie – Camila se encogió de hombros–. Ría –. Pensó durante un momento–: Shawn apareció porque le llamé -–. Inclinó la cabeza hacia su amante–: ¿A qué te refieres con control de daños?

–Ahí es donde cometieron su segundo error. Limpiaron todo tan bien y tan rápidamente que tú comenzaste a pensar y a sospechar. Eso es lo que te volvió contra la Agencia ¿verdad? Quiero decir, si te hubieran hecho ir a dar explicaciones por los hechos que llevaron a Jason a la muerte, si te hubieran suspendido, si te hubieran dado alguna razón plausible, aunque fuera vaga, de que Jason perdiera su cobertura, y te hubieran devuelto al servicio después... ¿crees que hubieras sospechado que había algo que no encajaba?

Camila negó con la cabeza–: Supongo que sabes por qué me quieren matar ahora.

Lauren se encogió de hombros–: Por lo que puedo suponer, el arrestar a Romair Massala debe tener algo que ver.

La mujer morena pensó durante un momento, su mente sobrecargada con la teoría demasiado plausible que Lauren le había planteado.

De pronto, se dio cuenta–: Arrestar a Romair tiene todo que ver – dijo con calma.

Cuando Camila no contestó inmediatamente, Lauren le hizo un gesto con las manos–: ¿Hola? Háblame.

La mujer sonrió irónica–: Perdona, estaba pensando.

–Piensa en voz alta –ordenó Lauren.

–Cuando Rico cayó, los Massala empezaron a lanzar todo lo que tenían contra mí. Hasta que oyeron que Rico estaba trabajando con los Federales a cambio de un trato para sí mismo.

–¿Lo estaba?

–Eso era nuevo para mí. Ahí fue como supe que tenía a alguien dentro de la Agencia, pero no pude averiguar quién. Te apuesto un millón de dólares a que Romair sabe quien es.

– ¿Y por eso es por lo que quieren detenerle?

–No –gruñó Camila –. Es por eso por lo que le quieren muerto. Es el escenario perfecto... un traficante de drogas intentando eliminar a otro, y ambos muertos por la DEA en una redada. Y en la Agencia acaban pareciendo unos héroes –Camila lanzó un silbido–. Por eso es por lo que Shawn dijo que me estaban presionando para que me reuniera otra vez con Romair. Estaban esperando una oportunidad para pillarnos a los dos.

–Pero tú trabajas para ellos.

–Pero no es oficial. O por lo menos, se supone que no lo es. Podrían negarlo de forma creíble si fuera necesario.

–No, si lo hacemos público antes.

Camila sonrió de forma forzada–: Por eso es por lo que puede que tu plan funcione.

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