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❤ Capítulo dedicado a:
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Ahora sí estaba verdaderamente asustado. ¿Sería posible en mi caso? Porque ella desapareció, pero tuvo a mis hijos en contra de su voluntad. ¿Usaría eso en mi contra?
—George me insistió tanto para que le ayudara, tenga por seguro que lo haré.
—¿Te insistió? —levanté las cejas, impresionado—. ¿Qué? Él es tan raro conmigo.
—Bueno, es la faceta que muestra, pero lo hace porque me dijo que usted cela mucho a su hermana.
—Ah, con qué ahí está el asunto —me reí con sarcasmo—. Él sólo quiere mandarse a mi hermana.
El joven se carcajeó mientras negaba.
—Tenga por seguro que voy a hacer mi mayor esfuerzo —cerró sus puños y me miró con determinación—, no lo voy a defraudar.
—Te lo agradezco, muchacho.
—Comenzaré a preparar todo apartir de mañana —arregló los documentos y los guardó en su maletín—. Le enviaré la demanda apenas la localice.
—No —me miró confundido—. No lo hagas.
—¿Por qué...?
—Quiero que todo la sorprenda. Ella ya avisó a mis padres, pero... Estoy casi seguro de que no sabe que ya estoy planeando la demanda. Y cuando venga, todo lo quiera hacer se irá a la mierda.
—La bienvenida perfecta. ¡Me encanta!
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Aún tenía ganas de romperle la cara al imbécil de Horst. Y verlo ahí, sentado al lado de su abogado, luciendo tan pulcro e inocente, me ponía furioso.
—No hagas ninguna tontería.
—¿Quién dijo que la haría?
—Ay, Derek, te conozco a la perfección y sé que ahora mismo, quieres pegarle —rodé los ojos—. ¿Ves? Tengo razón.
—¿Quieres que me quede quieto después de lo que ha hecho? —le pregunté en voz baja. Mi madre no respondió—. Callas porque sabes que ese imbécil es el cul-
—Ahí viene Kay...
Miré hacia el frente y sonreí con alivio. Apesar de la ropa tan espantosa que llevaba, se había arreglado muy lindo el cabello para lucir más presentable. Su aspecto era cabizbajo y aún así, nos devolvió la sonrisa. Pero, esta, se borró cuando Horst comenzó a reír junto con su defensor.
—Maldito —dije al verlo—. Me cae en las bolas el muy hijo...
—Quédate callado porque si arruinas algo, te las verás conmigo.
Esa voz... Sentí que mi enojo aumentaba muchísimos niveles.
—¿Qué se supone que hace aquí? —pregunté sin voltear a verlo. Me causaba repulsión.
—Tengo derecho —noté de reojo cómo acomodaba su corbata con autoridad y me regaló una mirada de desagrado—. Kay es mi hija y debo saber que acontece este día en relación a su marido.
—¿Después de lo que hizo tiene el descaro de venir? —reclamé, frunciendo el ceño—. Aún despué...
—Derek —me detuvo mi madre—. Es tu padre y les he dicho a ambos, mil veces que no se peleen.
—Y yo ya te he dicho mil veces que me vale una mier...
—Damas y caballeros —la voz del guarda de seguridad nos hizo prestar atención al frente. Hijos de puta todos, no me dejaban terminar de hablar—, de pie para recibir al Juez.
—Cállate aunque sea en el juicio, querido —me dijo John Kellerman al oído, para luego soltar una risa socarrona.
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¡Era el más feliz de todos!
Poder abrazar a mi hermana ahora sin un peso menos encima era de lo mejor. Además, mi satisfacción fue máxima al ver cómo se llevaban a Horst esposado, gritando miles de cosas cómo el típico: ¡Esto no se va a quedar así! Había ganado todo: la demanda por acusaciones, la de divorcio y custodia. Al menos, ese tipo no molestaría en un graaan rato. Agradecí a George, quien ahora sonreía enormemente. Según me dijo, rompiendo el hielo entre ambos, peleó sin descanso por sacarla de ahí. Y estaba en deuda porque ahora, me estaba ayudando a mi junto con su colega Andrew. Quizás y en un futuro muy lejado, lo invitaría a cenar.
—Vas a quedarte en mi casa, ¿de acuerdo?
—Pero yo tengo mi casa, tú descuida.
—Descuida nada. ¿Qué pasa si alguien enviado por Horst llega a buscarte? —negué—. De ninguna manera, vas a quedarte ahí y punto.
—¿Mis niños están ahí? —preguntó, con un poco de tristeza reflejada en sus ojos.
—Dustin salió con un amigo, dijo que necesitaba distraerse un poco —me encogí de hombros— y la pitufa está esperándote.
—¿Han estado bien?
—Perfectos.
—Yo que tú no me confío, Kay —mi padre se metió en la conversación—. Tu hermano ya perdió a un hijo por la irresponsabilidad y por su falta de ser un hombre hecho y derecho...
—Cállate, papá —respondió ella—. Cállate por el amor de Dios. Vámonos, Derek —le abrí la puerta del auto—. Tenemos mucho de qué hablar.
—Iré a tu casa, Iván.
Me llamó por mi segundo nombre, y él sabía muy bien que lo odiaba. Volteé a ver a mi mamá, quien sólo levantó los hombros.
—Nadie lo ha invitado.
—Pues yo lo hice, solito.
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La cena fue la etapa más incómoda del día. John Kellerman no paraba de hablar de Frieda y de cómo deberíamos arreglar las cosas. Dicho sea de paso, regañó a Kay por ser tan descuidada con su marido, porque no lo atendió bien. No lo soporté más, y dejando a Vin con Sylvio, tomé una botella de vino y jalé a mi hermana del brazo hacia la que sería su nueva habitación. Bebimos en un silencio reconfortante, al menos así olvidaba que siempre mis días tenían que verse arruinados por el hombre que me dio la vida.
—¿Quieres hablar conmigo de algo? —cuestionó. Sé que trataba de evitar los temas que se tocaron en la comida y se lo agradecía.
—Sí —ya sabía de quien hablar. De un hermoso hombre de baja estatura que me hacía olvidarme de todo—. Bien —tomé aire y sonreí—. Conocí a alguien fascinante.
—¡Aaah! —gritó, golpeándome con las almohadas—. ¡Es una excelente noticia!
—Lo sé —levanté los brazos para tirarme en la cama y suspirar— ¡Y él es el hombre más lindo del puto mundo! —se tapó la boca—. ¿Qué? —la verdad, su opinión sí era válida para mí, así que asusté al ver su expresión.
—¿Hombre? —abrió los ojos enormemente—. ¿Estás jod...
—No —negué—. No voy a bromear así. Ya se lo dije a mamá y se puso en peros... Sin embargo, me encanta. Trabaja para mí, tiene treinta y es super lindo.
—Estoy impresionada —se puso la mano en el pecho—. Me va a dar algo —comenzó a darse viento con la mano—. Me cuesta creer que siempre has sido bi.
—Sólo que necesitaba a alguien que despertara esos sentimientos —no pude evitarlo, siempre fui alguien muy cursi con mis parejas—. Me gustaría que lo ayudaras —me incorporé.
—¿Yo? ¿Por qué? ¿Cómo?
—Tiene disfasia.
—Oh —torció los labios—. ¿Y tiene treinta años? —frunció el ceño.
—Sí, ¿por?
—Porque me sorprende que sea tan mayor y aún tenga un trastorno infantil.
—¿Eso es malo? —levanté una ceja.
—Bueno... —miró hacia la ventana y ladeó la cabeza—. No tanto, pero es perjudicial para su desarrollo social, quiere decir que no tuvo una buena terapia en su niñez.
—Ah, mierda.
Mi curiosidad me golpeó fuertemente. Nunca había pensado en si él ya había llevado terapias. Lo que me indicaba que aún nos faltaba muchísimo para conocernos.
—Oye, ¿cómo ha sido la transición a bisexual, eh? —comenzó a tocarme el brazo con un rostro pervertido.
—En realidad, no fue complicado aceptar que me atrae —recordé su linda sonrisa y sentí mis mejillas arder—. Es sumamente lindo, fue inevitable.
—Increíble. ¿Ya se besaron? —asentí— ¡Aaah!
—Pero, ahora estoy castigado —me dio esa típica mirada que dice: ya sé que la cagaste—. Escuchó una conversación relacionada con Frieda y no quise que se diera cuenta, porque sabía que se desanimaría y...
—Le hablaste como si fuera un pedazo de mierda —comentó. Ni siquiera me dio tiempo de responder cuando ya sentí cómo me jalaba de la oreja—. ¡Aarrgh, eres un imbécil! ¡¿Cómo se te ocurre!? —ahora, me estaba golpeando la cabeza e intentaba inútilmente que se detuviera, pero me lo tenía bien ganado.
—¡Ya me disculpé!
—¿Y? —me dio un último golpe que dolió más que los anteriores—. Sigues siendo un idiota. ¿Cuándo vas a controlar a esa bestia tonta que llevas dentro? Tus emociones te están matando.
—Pero ya me disculpé.
—Discúlpate de nuevo —me dio otro golpe—. ¿Cómo te castigó?
—Besos —bastaron segundos para que comenzara a reírse estruendosamente.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Bien merecido lo tienes! Es más, deberías darme su número, para decirle que no te bese en un mes, joder.
—No es un buen castigo —refunfuñé—. Realmente me gustan sus besos —oculté mi rostro en una de las almohadas y suspiré cual adolescente enamorada.
—Bueno, debo planear una terapia de lenguaje y medir su nivel en comunicación. ¿Cuándo nos presentarás? —preguntó sonriente—. Estoy feliz por conocer a quien te roba los suspiros.
Entonces, la puerta se abrió y mi padre apareció, cruzado de brazos y enarcando una ceja, luciendo bastante enojado.
—Lo mismo quiero hacer yo.
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