Soy adicta al sexo Wattys 2014

By EstherLpezFernndez

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GANADORA de los Premios Watty 2014, categoría Erotismo - Homoerótico. Eri es una chica decidida y con caract... More

Prólogo.
Capítulo 1. Una noche... diferente.
Capítulo 2. "La Prima Vera".
Capítulo 3. A casa.
Capítulo 4. Una visita... esperada.
Capítulo 5. Tarde de chicas.
Capítulo 6. Noche de acción.
Capítulo 7. El descanso.
Capítulo 8. #Di-amante en bruto...
Capítulo 9. Café con las chicas.
Capítulo 10. Un imprevisto...
Capítulo 11. Sinceridad, comida y un tío muy guapo.
Capítulo 12. El Sol y el Ave Fénix.
Capítulo 13. La maleta.
Capítulo 14. Barajas.
Capítulo 15. Nueva York.
Capítulo 16. De paseo.
Capítulo 17. Cena de negocios.
Capítulo 18. Las vasijas.
Capítulo 19. La penúltima.
Capítulo 20. Buenas tardes...
Capítulo 21. D y E.
Capítulo 22. "Mi dulce Eri..."
Capítulo 23. No quiero llorar...
Capítulo 24. Solo quiero llorar...
Capítulo 25. Rosas blancas.
Capítulo 26. See you later?
Capítulo 27. La "barbacoa" del sábado.
Capítulo 28. La inauguración (1ª parte).
Capítulo 29. La inauguración (2ª parte).
Capítulo 30. Ya habrá tiempo...
Nota:
Capítulo 31. La inauguración (3ª parte).
Capítulo 33. Aclaraciones...
Capítulo 34. Water night (1ª parte). Adicta a ti.
Capítulo 35. Water night (2ª parte). Más adicta de lo normal.
Capítulo 36. Desde siempre.
Nota:
Capítulo 37. Final (1ª parte).
Capítulo 38. Final (2ª parte).
Epílogo.
Notas de la autora.
Nota de la autora.

Capítulo 32. ¿Estaré muerta?

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By EstherLpezFernndez

Capítulo 32. ¿Estaré muerta?

-          ¿Eri? ¿Eri?... – Una voz conocida aunque lejana, muy lejana, intenta llevarme de vuelta a la vida, pero… estoy tan agusto envuelta por esta oscuridad que no sé si seré capaz de abrir, voluntariamente, los ojos para entregarme de nuevo al estrés, al ruido y al dolor… Casi que prefiero dejarme ir…

-          Esteban, llama al hospital y que envíen una ambulancia… - la voz de Vera se rompe y con ella se rompe lo poco que queda de mi maltrecho corazón.

Intento abrir los ojos por todos los medios, pero mis párpados parecen sellados. Todo el cuerpo me pesa mucho, demasiado.

-          Espera, mujer, es un desmayo sin importancia… - a la voz de Esteban le falta la rotundidad que tanto la carateriza. Parece que pronuncia las palabras más como una sugerencia que como un diagnóstico.

Siento una mano que se acerca a mi boca.

-          Tranquilos está respirando y… - la misma mano va hacia mi cuello. La noto como una roca que me oprime, - y tiene pulso. Es cuestión de minutos que vuelva en sí. – Sentencia Víctor… “¿Y a este quién le ha dado vela en este entierro?”

Para verle la cara al bien parecido aprendiz de médico, casi que prefiero seguir tumbada, dormida, fuera de juego, desmayada o como quiera que me encuentre… Vaya niñato presuntuoso. Guapo y atento, pero se le ve a un kilómetro que me quiere meter en sus pantalones. Demasiado evidente, le quita la intriga al juego de la seducción. Quizá debido a su “bonita cara” está acostumbrado a que las chicas caigan o, más bien, se tiren a sus pies, pero yo ya tengo una cierta edad y experiencia en este tipo de cuestiones. En ocasiones, mucha más de la que me gustaría tener, me hace sentir… vieja. Por no decir, que mi patata que hace las veces de corazón pertenece a… dejémoslo en, otro.

Tan solo pensar en él y el pulso se me acelera de nuevo. La oscuridad me invade por completo y siento que caigo irremediablemente. Puede que haya llegado el momento de despedirme del mundo porque no creo que pueda volver a caminar entre los vivos…

-          ¡Esteban, por dios, haced algo más que conjeturar y matarnos a todos de la incertidumbre! – Vera se impone sobre el murmullo dejando a todos callados.

Percibo movimientos a mí alrededor, cambios en la luminosidad y la voz de Esteban que no deja de dar órdenes a diestro y siniestro.

-          A ver Eme, busca algo para sujetar las piernas en alto. Vera, tu abanico. Mónica, agua fría con hielo en las muñecas y la nuca. Alguien, que traiga azúcar o algo con azúcar… - Habla tan rápido que me pierdo.

Mi mente desconecta automáticamente de la actividad frenética. No sé qué tipo de estrategia ha creado mi cerebro pero por lo que se ve necesitaba un gran respiro. Vuelvo a hacer el intento de moverme, de hablar, de salir del estado de inmovilidad involuntaria sin éxito… “¿Estaré muerta?”

No creo que sea posible sentir, oír y pensar, y estar muerta al mismo tiempo… ¿o sí?

Percibo que mis piernas se elevan y se apoyan en algo duro e incómodo, esta Eme habrá cogido lo primero que se le ha cruzado en el camino. Un frescor intenso en los brazos, en la cara, en la nuca… Parece que hacen al corazón bombear de nuevo. Poco a poco siento su latido en mi pecho. Pero me estoy empezando a agobiar bastante. Necesito poder moverme.

-          Eri, mi niña, vuelve con nosotros, no me hagas la faena de dejarme sin socia, encargada y amiga ¡el primer día de trabajo! - Vera me habla en un acto desesperado. Nunca la había notado tan compungida. “Mi pobre madre adoptiva…”

-          Eri, tía no seas cabrona, tengo que contarte una cosa, no me vayas a dejar con las ganas… - Eme, tan bruta como siempre, me apremia desde su necesidad de una confidente y amiga. “Cómo la quiero…”

-          Eri, aún no te he perdonado del todo por lo de antes, ciertas partes aún se acuerdan de ti… - se carcajea socarronamente y acto seguido, escucho un golpe seco. – Auch!!! Papá no era necesario hundirme el omóplato… - se queja como el niño pequeño que es Víctor y, presumo que se retira, con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho.

-          No estamos para bromas, idiota. Además si hubieras sabido comportarte como un caballero en vez de ir aprovechándote de una señorita, habrías evitado que ella te diera la lección de tu vida. Lo tienes bien merecido por creído. – Sentenció Esteban, que, además, consiguió que toda la actividad y el bullicio, en torno a mí, cesara por un instante.

La intervención de Esteban llama la atención de Oscar que hasta ahora se ha mantenido en un discreto segundo plano. Ahí está la explicación a la situación que lo ha hecho huir. Desde que conoció a Eri, es tan inseguro como un adolescente inexperto. El miedo a perderla, a que ella lo rechace, a no ser correspondido, a no ser suficiente, le está jugando las peores malas pasadas de su vida. Y si algo ha aprendido es que el tiempo que él creía que había, se estaba agotando. Tiene que contar a Eri todo lo que ha pasado. Tiene que actuar. Tiene que ir con ella a dónde sea que está perdida y traerla de vuelta.

La escena vista a través de sus ojos se asemeja más al Camarote de los Hermanos Marx que a cualquier otra cosa, solo falta que saquen de algún sitio un pollo de plástico de esos de broma y Groucho se paseé con su sus gafas y su puro…

¿Pero qué hacer? ¿A dónde ir?

-          Pepe, - Esteban, se dirigía ahora al jefe de seguridad.

-          Sí, Señor Cruz. – contesta Pepe, dando un paso al frente.

-          ¿Crees que sería posible llamar a una uvi móvil hasta el callejón de atrás? No quisiera que la inauguración se convirtiera en la comidilla de todos los envidiosos, por no hacer mención de la intimidad de la Señorita Macías.

-          Entiendo, Señor, y creo que no será ningún problema, déjelo en mis manos.

Pepe asiente y se retira, no sin antes dirigir una fugaz mirada a Vera que asiente, a la vez que suplica en silencio por la total discreción…

Siguen haciéndome aire, sigo notando el agua fría que es repuesta repetidamente en los puntos señalados por Esteban. Pero tengo la necesidad, de abrir los ojos y tranquilizar a todos. De decirles que no es necesario llamar a una ambulancia, que estoy bien, que solo necesito… ¿Qué necesito? ¿Qué es lo que realmente necesito?

Mi cuerpo pesado como el plomo empieza a resentirse de la dura superficie en la que me encuentro apoyada. Es duro como el suelo, pero siento algo que inercia y gente que deambula a mi altura, a uno y otro lado. Tal vez hayan juntado un par de mesas o tal vez esté ¿¡sobre la barra!? En caso que sea esta la opción, debe ser un show más propio de la mesa de autopsias de CSI que de otra cosa, ya que la barra está iluminada interiormente. Para la inauguración habíamos elegido el blanco pero tiene leds que cambian de color, la idea era que hiciera el juego de luces del Aurora Jungle Juice. Ahora aquí, tumbada y protagonizando esta escena,  me parece una frivolidad y puedo evitar reírme, aunque sea mentalmente, al pensar en ello.

De repente todo el murmullo cesa de nuevo, al igual que la actividad.

-          Parece que reacciona… - anuncia, en un susurro, la voz de Eme, que aún me sujeta las piernas…

-          Sí, ha sonreído, yo lo he visto. – Afirma Mónica que no para de echarme agua fría. – Pero solo ha sido un instante…

Todos observan la escena, supongo que esperando una nueva reacción por mí parte que me estoy esforzando por sonreír de nuevo, por abrir los pesados párpados, por mover un dedo, por poder reaccionar a voluntad, ¡lo que sea! Aunque cada vez estoy más convencida de que estoy muerta…

La oscuridad me invade de nuevo…

La situación se está haciendo insostenible. Los segundos se convierten en años, los años en eras y las eras en eones. Oscar empieza a estar cansado de ver a ese circo deambular alrededor de Eri sin aportar nada más que histerismo y tensión. Al menos tiene la certeza de que Eri está bien, ya que, tanto el Doctor Cruz, Esteban, para los amigos; como su hijo, el residente de segundo o tercer año, Víctor, más conocido como “restriega cebolletas sin permiso”, están certificando constantemente que Eri está respira y tiene pulso. De manera que mientras que llega o no la ambulancia, Oscar no piensa en perder ni una mínima fracción de tiempo más. Decidido, se arma de valor y por su honor que Eri le iba a escuchar en este mundo o en el siguiente.

El contacto de una mano conocida, que acaricia y besa la mía, me trae de vuelta a este mundo. Sigo inmovilizada pero de nuevo mis sentidos se agudizan y empiezan a captar estímulos.

-          Mi dulce Eri… - unos labios que he extrañado demasiado besan la palma de la mano y en un acto involuntario como todos los que se sido capaz de experimentar, hasta ahora, siento toda mi piel que se eriza.

Oscar advierte la reacción y dejándose llevar por sus sentimientos, que han desintegrado el muro de contención que los mantenía a raya, comienza su particular plegaría…

-          Sé que puedes oírme… – la voz varonil y penetrante de Oscar cae en los abismos de mi interior reactivando zonas que si bien estaban dormidas, yo las había creído muertas.

-          Oscar, ¡la ambulancia está aquí! - La voz de Esteban interrumpe el único estímulo que ha conseguido hacerme reaccionar.

No quiero dejar se sentir su piel. No quiero que me deje de hablar. No quiero alejarme de nuevo. No lo quiero perder, de manera que busco fuerza dónde no la hay y me agarro a su mano fuerte, muy fuerte, como si fuera el ancla que me ata a la vida y tiro de mi propio cuerpo en el acto más difícil y desesperado al que me he enfrentado desde que recuerdo.

Luchar contra la suave y seductora sensación de dejarme ir, está resultando tan agotador como inútil. Simplemente mi voluntad es incapaz de superar las barreras impuestas por mi cansada mente que defiende su actual estado de desconexión con uñas y dientes, incluso contra mí misma. “¿Estaré muerta?” Estoy demasiado cansada para remar en contra de una corriente que me arrastra. No me quedan fuerzas para remontar así que me olvido de todo y concentro toda mi atención, todo mi esfuerzo, en agarrar esa mano, esa tabla de salvación que supone el contacto con Oscar.

-          ¡Esperad! – Oscar grita por encima de los cuchicheos. - ¡Callaos! – A su orden se produce el silencio, cosa que agradezco infinitamente. – Mi dulce Eri, sé que puedes oírme. Estoy sintiendo que te agarras con fuerza a mi mano, por favor, no me dejes. No me dejes… - La voz de Oscar se rompe por momentos. No deja de besarme la mano mientras implora que no me vaya… - Vuelve, vuelve y todo será como antes. Necesito contarte tantas cosas. Perdóname. Perdóname. Soy un necio idiota que creyó que habría tiempo… - ahoga un sollozo que me rompe el alma y una chispa de energía se forma en algún punto indeterminado de mi interior, aportándome la fuerza necesaria para apretar un poco más su mano. – Eso es, mi vida, agárrate con fuerza. No me dejes. Vuelve, vuelve, Eri, vuelve. Te necesito, más a que mí mismo… No me dejes… Sin ti todo carece de sentido. Sin ti no hay alegría, ni color, ni vida… No me dejes… - Oscar rompe a llorar. Apoya su frente en mi regazo y llora sin soltar mi mano que no deja de besar.

Vera, hace ademán de dejar espacio a la pareja y frena a los camilleros. A pesar de estar muy preocupada por el estado de Eri, intenta dar unos minutos de intimidad a Oscar que solloza en silencio, se los merece después de todo lo que ha pasado estos últimos días…

-          Mi dulce Eri, ¿de qué me sirve haber salvado la vida a mi hijo, si te he perdido a ti por el camino? – La voz rota e insegura de Oscar me transmite una verdad que siempre ha estado ahí. “Ha salvado la vida de su hijo…” Todo es muy confuso… - Tienes que buscar la fuerza dentro de ti, no pienso permitir que me dejes en este momento ¡aunque sea lo último que haga en esta vida! – Su tono adquiere una fuerza atronadora, su voz hace eco en mi pecho y la pequeña energía que está viajando por mi cuerpo inmóvil, se va haciendo cada vez más grande, más cálida, más sólida y tangible. Puedo agarrarme a Oscar con un poco más de fuerza. – Así, Eri, así… Aprieta mi mano con fuerza. Lucha con lo que sea que estás luchando, pero vuelve. Te necesito. Te necesito… Desde el primer momento en que oí tu voz no he podido dejar de pensar en ti. Si he estado ausente estos días ha sido por causa de fuerza mayor… Necesito que te recuperes para poder contártelo todo. Para compartir contigo las buenas noticias.

-          Oscar, cielo... – Vera interviene con la dulzura que la caracteriza, - se la tienen que llevar al hospital.

-          ¡No! – Oscar se impone con desesperación. Sé que lucha por mí, por él, por los dos, pero la fuerza que tira de mí no cesa, no me da tregua, tengo que agarrarme a él con más fuerza… – Eri, sé que puedes oírme. Lo del museo fue una encerrona de Josep, tienes que creerme. Zoe no fue más que la intermediara que me pondría en contacto con el equipo médico que tenía que salvar a Diego. Fui un necio, un idiota, debería haberte seguido, y ahora no te puedo seguir, no te puedo traer de vuelta conmigo… Debería haber hecho tantas cosas, pero tenía que salvar la vida de Diego. Eri, tienes que despertar. Sin ti no soy nada. Vuelve, Eri, vuelve… - su voz se rompe de nuevo mientras que las palabras de Oscar, buscan su sitio en mi mente… “Trampa”, “Josep”, “Zoe”…

Vera se acerca y coloca una mano en el hombro de Oscar que deja espacio para que se acerque el personal sanitario y controlen las constantes vitales de Eri, pero sin soltar su mano. Le colocan gran cantidad de cables, le cogen una vía y comienzan a introducir suero, la auscultan... En un pequeño monitor portátil se empiezan a escuchar unos pitidos rítmicos pero suaves.

-          Saturación 98. Pulso 72 débil pero estable. Tensión 8 – 5...

Oscar besa de manera vehemente la mano de Eri, asciende por su brazo hasta el hombro, el cuello, la mejilla y la frente. Va dejando un camino de besos a la vez que todo el personal se vuelca a atenderla.

-          Oscar, en el hospital, la van a cuidar muy bien. – Vera interviene de nuevo debemos dejar que hagan su trabajo lo antes posible. – Está agotada, han sido unos días muy duros para ella y además la inauguración, necesita descansar. Ya verás cómo dentro de unas horas todo está mejor…

-          Iré con ella, Vera, no la puedo perder de nuevo, por favor… - Los ojos de Oscar refulgen bajo la atenta mirada de Vera que asiente.

-          De acuerdo, os seguiremos de cerca.

Siento que la lucha está llegando a su fin, siento que el cansancio puede conmigo. No puedo mantener mi agarre por más tiempo, pero hago un último intento. La voz de Oscar es mi guía, su piel mi puerto, solo quiero llegar hasta sus brazos, solo quiero estar con él…

Pasan a Eri a la camilla, por un momento parece que fuera ingrávida que pudiera flotar suspendida en el aire como un ser etéreo.

Oscar no ceja en su agarre y se mantiene a su lado con su mano cogida con tanta fuerza como para a atarla a su alma y no soltarla nunca.

Suben a la ambulancia que inmediatamente se pone en marcha. Todos los demás se reparten en los coches de Pepe y Jose Jr. y la siguen de cerca.

Los sanitarios siguen con sus atenciones y Oscar con su plegaria:

-          Baja la saturación, está cayendo la tensión, el pulso es cada vez más débil…

-          Eri, eres la mujer más fuerte y valiente que he conocido. No te puedes ir ahora, tienes que luchar, no seré capaz de pasar dos veces por esto, ¿me oyes? No me puedes dejar…

-          La perdemos, no hay latidos, no respira, rápido, hay que intubarla…

-          Mi dulce Eri, vuelve… No me dejes. Ya se fue la madre de Diego, tú tienes que volver, tienes que vivir…

-          Está fibrilando…

-          No te puedes ir ahora. Quiero que conozcas a Diego, quiero vivir contigo, quiero que tengamos un perro, 100 perros, quiero que te cases conmigo, quiero, quiero… te quiero...

La oscuridad me traga y me encierra, la voz de Oscar se diluye en ella. Mi mano se libera de su agarre y el vacío me aplasta. Me alejo de todo lo conocido para entrar en el silencio y la calma. El esbozo de una mineral mirada de desdibuja en un horizonte de amarga lejanía. Acaba el dolor y cesa la vida. No queda nada excepto oscuridad…

Continuará…

Todos los derechos reservados SafeCreative número 1404150597806 

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