The Same Heartbreaker (2) ✔️

By isnotcandy

2.4M 187K 120K

Segundo libro de la Trilogía Heartbreakers. Es necesario leer el primer libro para entender este. Cuidado co... More

Prefacio.
Prólogo.
1. Quinn.
2. Liam
3. Quinn.
4. Liam.
5. Quinn
7. Quinn
8. Liam.
9. Quinn.
10. Liam
11. Quinn
12. Liam
13. Quinn
14. Quinn.
15. Liam.
16. Quinn.
17. Liam
18. Quinn
19. Liam
20. Liam
21. Quinn.
22. Quinn
23. Quinn
24. Liam.
25. Quinn
26. Quinn.
27. Liam.
28. Quinn
29. Liam
30. Quinn.
31. Quinn
32. Liam.
33. Liam
34. Quinn.
35. Quinn
36. Liam.
37. Quinn.
38. Quinn.
39. Liam.
40. Quinn.
41. Liam.
42. Quinn
43. Quinn
44. Liam.
45. Quinn
46. Liam.
47. Quinn.
48. Quinn
49. Quinn.
The Last Heartbreaker (3)

6. Liam.

50.1K 4.1K 4.5K
By isnotcandy

Capítulo editado

6 | LIAM

Sigo a Emma hasta llegar a un sector privado del gimnasio que no sabía que existía. Es una zona especialmente para clases de boxeo. Es amplia, tiene un ring improvisado en medio y varios sacos colgados del techo desperdigados por el lugar.

No hay mucha luz, solo unos cuantos focos sin mucha potencia. La sala huele a alcohol etílico y goma, como si la acabaran de limpiar.

Emma se mueve como si fuera la dueña del lugar. Deja su bolso en un banco justo al lado de la puerta y lo abre, empezando a sacar vendas y guantes.

—¿Por qué boxeo? —le pregunto con curiosidad.

—Mhm... Mi abuelo era un gran boxeador en sus tiempos —comienza a contarme sin mirarme al estar ocupada intentando desenredar las vendas—. De niña siempre veíamos las repeticiones de sus peleas... Me interesó, comencé a tomar clases a los quince y aquí estoy.

—¿Tienes 21, verdad? —le pregunto. Esto parece un interrogatorio. No quiero que suene así, pero tengo que confirmar si lo que pensaba es cierto.

—Todavía no —contesta en un tono de "cuidado con cómo dices mi edad"—. Los cumplo el mes que viene.

Nos llevamos solo tres años.

—¿Alguna vez has boxeado? —me pregunta.

¿Que si me peleé con muchas personas? Sí. ¿Lo llamaría boxeo? No.

—No.

—Ven aquí —me llama cuando logró separar las vendas. Me hace un ademán para que le dé una mano y eso hago. Para enrollar la venda blanca alrededor de mi mano inevitablemente tiene que tocarla. Esbozo una pequeña sonrisa y me muerdo la lengua para no reírme.

—¿Qué te sucede? —espeta como si fuese la chica más dura del mundo.

—Te estás poniendo nerviosa —remarco y chasqueo mi lengua. Elevo la mirada para llevarla a sus ojos y ella hace lo mismo. Sus electrizantes ojos azules me reciben con desafío. Como si no quisiera aceptar lo que acabo de decirle.

—No estoy nerviosa —refuta muy segura de sí misma.

Me alzo de hombros y no respondo nada, lo cual parece enfurecerla más porque aprieta las vendas con más fuerzas.

Termina de envolver mis dos manos con vendas con mucha rapidez. Ninguno de los dos dice nada en ningún momento.

Puesto correctamente, Emma es una completa desconocida para mí. Ni siquiera sé su apellido, la conocí en una fiesta en Ibiza por breves minutos y luego vuelve a aparecer aquí, en mi misma universidad... O mejor dicho, yo aparezco en su universidad. ¿Cuántas eran las chances? Y más importante, ¿cuántas eran las chances de que nos crucemos en un gimnasio que tiene un montón de personas?

Honestamente, no creo que en el destino. Creo en las casualidades y que a partir de ellas, nosotros tomamos el mando. De nosotros depende totalmente lo que nos deparará. Pero Emma estaba haciendo que me lo cuestione todo.

—Trata de no quitarte el vendaje, o tendrás problemas. Eso protege tus nudillos, los ligamentos sueltos, articulaciones y huesos —me recomienda como una profesional.

—Ya lo sé, le he partido la cara a gente antes y sé sus consecuencias —comento al recordar esa vez que metí en una pelea por vaya alguien a recordar qué demonios. Golpeé a ese chico con tantas fuerzas que me fracturé un dedo. Sin embargo, valió la pena. Sin dudas.

—Déjame adivinar... Eras ese cliché en la secundaria... El chico malo adinerado —me mira con diversión.

Arrugo mi nariz y niego. No diría que soy un chico malo. Soy un chico bueno con tendencias malas. El chico que es suficientemente inteligente como para saber qué hacer y que no hacer sin sufrir las consecuencias. Durante la secundaria, las profesoras querían acostarse conmigo, los profesores me veían como el hijo que nunca tuvieron.

—Peor —respondo burlón—. El rompecorazones.

Emma se ríe y niega con la cabeza. Ella se ha terminado de poner sus vendas y creo que estamos listos para empezar.

—¿Y tú qué cliché eras? Seguro la chica dejada que no le interesaban las asignaturas, tenía un novio universitario y era un alma libre.

—Ni siquiera te acercas —dramatiza ella riendo—. No tuve mucha experiencia en la escuela. Me mudaba tan seguido que era difícil hacer amigos en un solo lugar, así que era la chica que siempre estaba sola.

—Bueno, ya no tienes por qué estar sola —comento, haciendo sus labios se estiren en una sonrisa.

Es la primera vez que me sonríe verdaderamente.

—Suficiente charla, empecemos —aclara su garganta y palmea sus manos, el ruido se ahoga con la tela que las cubre.

—Bueno profe, enséñame todo lo que sabes —trazo círculos en el aire con mis hombros. Me duelen demasiado por haber trabajado tríceps, este tiempo extra es una idea ridícula pero no puedo irme ahora, algo me dice que no.

—¿Todo lo que sé? —inquiere elevando sus cejas con picardía.

—Sobre boxeo, el resto lo podemos discutir en mi departamento más tarde —suelto.

Larga una carcajada pero no niega nada.

La siguiente hora es bastante llevadera, casi ni me doy cuenta cuando termina. Emma me enseña todo desde el principio. Como tengo que pararme con los pies a la altura de mis hombros, como si fuese a hacer una sentadilla. Al ser diestro, tengo que dirigir mi cuerpo al costado izquierdo en dirección al saco. Me tardé un poco en pillar eso, fue lo único que causó problemas. Las rodillas van ligeramente flexionadas, mis manos cerca de mi rostro (pulgares fuera) y, mis codos y hombros mantenidos abajo.

Esa parte es fácil. Luego llega lo divertido.

Emma me enseñó algo básico: Al saco hay que golpearlo, no empujarlo. Los puñetazos tienen que ser repentinos para que esto pase. Sé que lo estoy haciendo bien cuando mi muñeca vuelve hacia atrás con el impacto al golpear el saco.

Me enseñó varios golpes como el jab, el cruzado y cómo dar un buen gancho. No voy a mentir, se siente aliviador golpear a algo. No me di cuenta de las ganas tenía de hacerlo hasta ahora. Me imaginé el rostro de mil personas en ese saco.

Entre cruzado y cruzado, pierdo noción de donde estoy. El mundo entero deja de existir. Me concentro en el sonido de mi puño estampar el saco. Uno, uno, dos, dos. Siento toda la ira emanar de mi cuerpo a medida que golpeo y que mis brazos comienzan a arder. Las gotas de sudor caen por todo mi cuerpo y mis músculos comienzan a pedirme un descanso.

Sigo pegando como si mi vida dependiera de ello.

No me doy cuenta hasta ahora cuánto enfado acumulé durante estos meses. Un nombre en particular rebota en mi cabeza. Quinn, y lo que pudimos haber sido. Si no fuera por nuestros errores.

Más cosas comienzan a salir a flote. No pude evitar que Tyler salga lastimado. Tampoco puedo frenar las actitudes de papá.

Y lo más importante, Olive. Sigo sin encontrarla. Sigo sin saber siquiera si sigue viva y eso me duele como si me estuvieran prendiendo fuego constantemente.

Golpe tras golpe siento como mi corazón se acelera, amenaza con salirse de mi pecho con cada latido. Sin embargo, también siendo como este se libera de un peso por aunque sea unos segundos.

Me detengo y respiro hondo. Sostengo el saco con mis manos. Agacho mi cabeza, pegando mi frente contra este e intento controlar mi respiración. Siento mi corazón palpitar en mis oídos.

—¿Qué fue eso? —espeta Emma en un tono confundido y se acerca cautelosamente a mi—. Te... Te cegaste por un momento.

Aclaro mi garganta, no tengo cómo explicárselo para que entienda. Tampoco sé si yo lo entiendo por completo. Además, es una desconocida. No voy a abrirme con ella, dejarle ver mis partes más débiles y mis miedos. Ya pasé por ese camino y no me fue bien.

—Yo... —murmuro. Es ahora cuando siento mi garganta seca. Necesito agua. Volteo ignorando completamente a Emma y me acerco a mi bolso, saco mi botella de agua y me termino lo poco que me quedaba—. No lo sé, supongo que me gustó —resumo evitando su mirada.

—Uhm, eso parecía muy personal —murmura estando detrás de mí. Atisbo con mis ojos como se cruza de brazos de manera acusadora.

Exacto, Emma. Parecía muy personal, no te metas.

Hago un gesto con mi rostro para asegurarle que lo que está diciendo es erróneo. Me quito las bandas de las manos.

—Quédatelas —me dice ella al darse cuenta de mis intenciones al devolvérsela—. Las vas a necesitar.

—¿Segura? Puedo comprarme unas —le digo mirándola. Por lo menos ha dejado ir el otro tema.

—Mi abuelo solía decir que siempre debes quedarte tus primeras vendas. Algo sobre que son cábala —dice sin mucho interés y se alza de hombros—. Estaba medio chiflado.

Me río y guardo las vendas en mi bolso. Me doy cuenta de que mis nudillos están algo rojos pero no es nada de otro mundo, en unas horas se pasará.

—¿Ya te vas? —me pregunta al ver que cuelgo mi bolso en mi hombro. Por supuesto que no, voy a hacer abdominales con el bolso en el hombro.

—Sí —respondo—. Cuatro horas aquí me parece demasiado.

—Oh, bueno. Yo me quedaré, ni siquiera he empezado a entrenar —responde encogiéndose de hombros.

Aclaro mi garganta.

—¿Te quedarás? Planeaba invitarte a tomar algo —le digo buscando mi teléfono entre tanta porquería que guardo en este bolso. Cuando subo la vista, me doy cuenta de que la pillé desprevenida porque parpadea con sorpresa—. Pero no pasa nada, quizás otro día.

Entrecierra sus ojos en mi dirección como si intentara descifrar si estoy bromeando o no. Me muestro serio al mirarla, esperando una respuesta. La idea de invitarla acaba de pasar por mi cabeza. No creo que sea mala idea.

Emma es linda, interesante y la paso bien con ella. ¿Qué más hay para pensar?

—De verás voy a saltarme un entrenamiento para salir con un chico —chasquea su lengua y se quita el vendaje con una velocidad profesional.

Estiro una sonrisa triunfante.

—Y no es cualquier chico —respondo y le guiño un ojo.

Emma se ríe y niega con la cabeza. Me gusta que es simple, que no le da tantas vueltas a las cosas. La conozco hace tan poco tiempo pero puedo dejar en claro que no es de esas que juegan difícil solo para verse interesantes. Luce como el tipo de chica que dice lo que siente sin tantas vueltas.

Después de la montaña rusa que fue Quinn, un paseo tranquilo como lo es Emma es exactamente lo que necesito.

Emma me enseña una cafetería en el campus que no conocía. Dice que es su favorita, y a juzgar por la vibra y la relajante música de fondo, entiendo porqué.

Cuando entramos, Emma me cuenta que esta cafetería se llena de gente por la madrugada en épocas de exámenes y que ella misma se vio envuelta en papeles mientras tomaba un café a las tres de la mañana.

Al entrar, hacemos nuestros pedidos a la dependienta detrás del mostrador quien luce aburrida por cubrir el turno nocturno. Pido un café helado y Emma pide un té verde.

Estoy por sacar mi billetera para pagar cuando Emma es el doble de rápida y le entrega a la dependienta un billete de diez. Esta lo acepta y le entrega el vuelto junto al recibo.

—Siglo XXI, acostúmbrate —suelta un bufido con diversión.

Me alzo de hombros. Ya estaba acostumbrado, pero como diga.

Nos entregan nuestro pedido rápido. Estoy por sentarme en una de las mesas cercanas porque mis piernas no dan más cuando Emma tira de mi mano y me guía hacia atrás, una zona que sabía que existía y tampoco le presté demasiada atención.

Es un ambiente agradable, el cual parece totalmente desligado de lo que está al frente. Las luces son más tenues y hay sillones individuales alrededor de unas mesas pequeñas.

—Es mi lugar favorito —me dice ella mientras se sienta en una de las mesas del medio, pegada a la pared derecha. La sigo sin chistar, honestamente no me interesa donde nos sentemos. Le doy un sorbo a mi café.

Una vez que estoy enfrentado a ella porque así lo quise —no soy tonto, sé que va a pasar si nos sentamos a la par—, nos sumimos en silencio.

—Entonces, Liam Hamilton...

Casi estoy esperando a que diga "juguemos al juego de las preguntas". El juego más tonto del mundo.  Solo lo jugué una vez y fue con Quinn, ese día que hablé con ella por primera vez estando solos. No lo jugaré con nadie más.

—No sé tu apellido —destaco al darme cuenta de que ella me llamó por el mio. No me sorprende que lo sepa, gracias a Winter Dunne, mi supuesta ex prometida y la historias de Blair, Olive y mamá, con tan solo buscar en Internet mi nombre te aparece toda mi maldita vida.

—Jenner —responde tras darle un sorbo a su bebida—. Mi nombre completo es Emma Anne Jenner. Pero por favor, nunca me digas Anne. Lo detesto.

—Como tú lo ordenes, Anne —respondo para hacerla enfadar.

—¡Te dije que no! —protesta riendo—. ¿Acaso no tienes un segundo nombre vergonzoso?

—Nop, soy Liam Hamilton. Mi madre era una mujer inteligente —digo y es cuando me doy cuenta con lo natural que me salió pensar en ella sin que algo en mi se rompa. A esteo le diría progreso.

—¿Era? ¿Hace cuanto...? —inquiere con incomodidad pero curiosidad al mismo tiempo. Se remueve en su asiento.

Aclaro mi garganta.

—Hace unos cuantos años —me limito a responder y decido cambiar el tema de conversación—. ¿Por qué te has pedido té si...—

—¿La extrañas? —interroga de repente.

Las personas que conozco, nunca preguntan sobre mi madre. Mucho menos me preguntan si la extraño. Supongo que quieren evitar momentos incómodos. Yo haría lo mismo.

Parpadeo con sorpresa.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —cuestiono como si fuese obvio—. La extraño siempre.

—Lo siento si fui muy entrometida —murmura bajando la vista—. Solo... Siempre le pregunto eso a la gente.

—¿Por qué?

—Porque intento comprender si lo que me pasa a mi es normal o no. Mi madre murió hace cuatro años pero yo... Hay veces que no la extraño. Y no, no soy una desagradecida o algo por el estilo... Simplemente es que ella causó muchos problemas en mi familia. Mi familia es demasiado complicada de por si.

Tomo una profunda respiración. No soy experto en problemas familiares, pero a juzgar por cómo se encuentra Emma por su confesión, siento el deber de decir algo.

—Es normal —respondo luego de aclarar mi garganta—. No todos nos llevamos bien con nuestros padres. No todos los padres son exactamente "padres". Debes tener tus razones para no extrañarla.

Emma asiente sin mirarme. Me di cuenta desde que lo mencionó. Su familia es una herida grande en ella que no termina de sanar, así como lo es en mi caso. Olive va a ser siempre mi punto débil, y no avanzar con su investigación es mi mayor miedo y angustia.

—¿Tienes hermanos? —decido que cambiarle el tema de conversación va a ser lo mejor. Claramente no estamos preparados para abordar el tema de su madre sin conocernos tanto.

—Nop —suelta—. ¿Tú?

Intento recordar lo que me dijo mi psiquiatra. Tengo que intentar aceptar que Blair se fue para siempre y Olive... Y que Olive quizás nunca vuelva a casa. Tengo que dejar de mentirle a la gente. Tengo que tratar lo mejor de mi ahora que no estoy bajo medicamentos.

—No —respondo. Ese monosílabo me rasga el corazón de arriba abajo. La última vez que respondí a esta pregunta dije que Blair sigue en la universidad y que Olive estudia en un internado.

Es momento de detener las mentiras. Dejar de mentirme a mi mismo.

Y lo más chocante es que hace unos cuantos años, Blair Hamilton tenía mi misma edad y estaba empezando a estudiar en Cambridge tal como yo. Seguro conoció este café, el campus y todos los alrededores. Ella era mucho mayor que yo, por casi siete años. Para mi era bastante obvio que para cuando yo entrara a la universidad, ella ya se habría graduado.

Lo más irónico es que nunca se fue, y dentro de unos años, le superaré en edad. Algo que nunca pensé que pasaría.

—Quiero saber más sobre ti —declara de repente, sacándome de mis pensamientos—. Ya llamabas mi atención, pero te vi golpeando ese sacó y ahora solo quiero saber más.

—Que bueno que sea así —le guiño un ojo a modo de broma.

Resopla.

—Me refiero a que luces como alguien con una historia interesante.

—Mhm, no soy tan interesante —miento.

—¿Tendré que sacarte las palabras de la boca? —bufa poniendo sus ojos en blanco.

—A besos si quieres.

Emma larga una carcajada.

—¿Situación amorosa?

—Soltero, ¿tú?

—Casada con la universidad —arruga su nariz como si no le gustara admitirlo pero sabe que tiene—. Entre los estudios y el gimnasio, no podría tener una relación.

—Entonces, ¿prefieres algo de una noche? —inquiero curioso. No pregunto por mi, pregunto por un amigo.

—¿Por qué el interés? —eleva sus cejas con cierta picardía entre sus ojos azules.

Me alzo de hombros y vuelvo a tomar mi café.

—Por nada.

—¿Alguna vez te has enamorado? —interroga, pillándome desprevenido. Trato de no ahogarme en mi café helado.

Hay muchas preguntas que aún no estoy listo para responder.

—Sí, solo una vez. Ojalá nunca más —respondo sin rodeos y esta vez con honestidad.

Después de todo, la base de las relaciones que salen bien es la honestidad.

—¿Sigues... Enamorado? —interroga temiendo mi reacción.

—Esta conversación se está tornando demasiado personal para habernos conocido hace tan poco —señalo recostando mi espalda en el asiento.

—Cómo tú digas —contesta echándose hacia atrás también.

Cambiamos el tema de conversación a algo mucho más superficial como la universidad y nos quedamos por... No sé con exactitud cuánto tiempo. Solo que es bastante ya que Tyler comienza a llamarme preocupado a las doce de la noche preguntando sobre mi paradero.

Es cuando me doy cuenta de la hora y ambos decidimos que es buena idea irnos. En la puerta, Emma me sorprende cuando se acerca a abrazarme. No me quejo. Para nada.

Vuelvo caminando al departamento que no me queda lejos.

Cuando abro la puerta, me encuentro con Tyler mirándome acusadoramente, como si fuese mi papá y yo tuviese quince años.

—Muy interesante el gimnasio, ¿ah? —cuestiona de brazos cruzados. Pongo mis ojos en blanco. ¿En serio tengo que lidiar con esto ahora mismo? Solo quiero ir a ducharme.

—Sí, muy —le respondo alzándome de hombros.

Camino directo hacia mi habitación con Tyler pisándome los talones.

—No quiero saber donde andabas, simplemente... Protección  —me recomienda. Claro que quiere saber donde estuve, tiene alma de chismoso. No va a resistirse y me va a terminar preguntando de nuevo en unas horas porque así funciona mi mejor amigo.

—Ajá —murmuro. Dejo mi bolso en el suelo y observo la cama deshecha. Me está llamando a gritos pero debo ducharme primero.

—Malcolm me llamó porque no le atendías el teléfono.

—¿Qué cuenta? —inquiero sin mirarlo mientras chequeo mis notificaciones de Instagram. Ahora que sé el apellido de Emma es más fácil encontrarla.

—Dijo que preparemos nuestros trajes, en tres semanas nos vamos a Portland para una boda.

¿Qué?









NOTA:

los amo, voten, voten hijos mios.

SE VIENE REENCUENTROOOOOOO

estoy siempre activa en mis redes con fotos mías, adelantos, contestando mensaje e historias boludas no se pierdan la chance de que forme parte de sus dosis de locura diarias.

yhasta otro dia,

candeeeee.

Continue Reading

You'll Also Like

67.8K 2.8K 74
¿Que pasará cuando se enteré?
106K 3K 23
Una autocaravana era la solución para sobrevivir durante una semana, ¿pero y luego..? ¿Cuál era el plan? ¿Volver a Londres y vivir del cuento? ¿O sim...
1.4K 186 23
Sus caminos se conectan por primera vez a través de un lazo de amistad por sus parejas. Sus relaciones terminaron, no tienen ataduras pero y ahora...
38.2K 6.7K 47
son posibles libros