My only one

By NeroSeragaki

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Serie de Cortos y oneshot Counterpartshippig que forman parte de la counterpartshipping week2018 day 1: Capes... More

Day 1: Capes
Day 2 AU
Day 3 Snow
Day 4 Hugs
Day 5 Reflection
Day 6 Audience

Day 7 Horizon

350 23 92
By NeroSeragaki

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En el reino de Horizon existía un rey, conocido por su extrema crueldad para con sus enemigos y para con su pueblo. Si, nadie en su reino podía negar que el reinado del hombre fuera bueno, no existía el hambre, no existía el delito, no existía la guerra interna, sin embargo, con el pasar de los años, los habitantes se hartaron de vivir con miedo.

Fue por eso que desearon, con todo su corazón a los dioses, por una manera en la que pudieran derrocar al rey sin la necesidad de empezar un derramamiento masivo de sangre. Rogaron porque el rey sufriera por el miedo que les había hecho sentir.

Los dioses parecieron escuchar sus súplicas, los humanos eran demasiado simples en ocasiones. Solo había una manera sencilla de derrotar a un hombre como el rey, debían derrotar primero su corazón. Así pues se dieron a la tarea de crear a la persona que sería la perdición del cruel gobernante, un jovencito, de vivaces ojos y cabello color sangre, tez de porcelana y una sonrisa que brillaba como el mismo dios sol.

Era perfecto, pero quizás era demasiado perfecto. Algunos dioses no estuvieron de acuerdo con la decisión de los demás, no sería divertido si todo fuera tan fácil ¿verdad?

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-Por favor, yo no hice nada, lo juro- el hombre temblaba de miedo mientras se encontraba arrodillado frente al trono del gobernante, los ojos color acero lo observaban con frialdad.

-Me temo que tu juramento no vale nada- declaró el rey -hay varios testigos de tu delito-

-¡Mienten! ¡todos ellos mienten!- gritó el hombre desesperado.

-Suficiente, no tengo tiempo para esto- gruñó el rey, no estaba ahí para escuchar los gritos de un criminal -que tu castigo sirva de ejemplo al pueblo- miró a su derecha, a su fiel ejecutor -Yuri, encárgate- sentenció.

El ejecutor asintió haciendo una leve reverencia -como ordene, majestad- dijo antes de apartarse del lado del rey para llevarse al hombre que seguía gritando por su inocencia.

El rey suspiró y se echó para atrás en su trono, había pensado que los castigos que impartía asegurarían que su gente se comportara como era debido, se había equivocado, tendría que endurecer aún más su mano.

-Majestad- uno de sus guardias apareció en la puerta del salón del trono -encontramos a un intruso-

-Tráelo ante mí- ordenó el Rey enderezándose en su trono con su pose por demás intimidante, tenía que dejar muy en claro al intruso lo que sucedía cuando se atrevían a invadir su reino.

Sin embargo, todos los posibles castigos que pasaron por su mente se esfumaron en cuanto vio al hermoso chico que fue puesto ante sus ojos.

Piel blanca, lucía tan suave, ojos y cabello del color de la sangre, facciones delicadas y cuerpo esbelto, la palabra hermoso no le hacía justicia.

En ese momento no lo supo, pero el Rey Yuto había encontrado al chico que se convertiría en su perdición.

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-Yuya no corras-

Yugo corrió detrás del chico de ojos carmesí quien reía alegremente corriendo por los pasillos del palacio.

-Vamos Yugo, el entrenamiento está por comenzar-alentó Yuya antes de correr de nuevo, quería llegar cuanto antes a la torre, desde una de las ventanas a media torre podría ver perfectamente el entrenamiento del rey con sus soldados.

-En serio Yuya, no sé como te gusta ver esos entrenamientos, son demasiado agresivos- se quejó Yugo en cuanto alcanzó al chico en la escalera, asomándose por la ventana.

-Pero los movimientos son sorprendentes- contestó Yuya emocionado, tenía razón, el Rey ya estaba ahí con los soldados en entrenamiento -¿quién diría que Yuto mismo los entrenaría?-

Yugo rodó los ojos, no era un secreto cuánto Yuya idolatraba al gobernante, sin embargo, él pensaba que era algo exagerado, sobretodo porque el chico estaba tan embelesado con Yuto que no llegaba a darse cuenta del verdadero daño que éste a veces ocasionaba en los chicos en entrenamiento.

Si, Yuto había acogido al chico de ojos carmesí en el palacio y lo trataba realmente bien, más que a cualquier otra persona, hijos o amantes, ninguno llegó a tener tales privilegios y eso era lo que más desconcertaba a los que conocían bien al cruel gobernante ¿qué era lo que hacía a Yuya tan especial?

-Mira mira- dijo Yuya dando saltitos de emoción cuando vio a Yuto empezar un duelo de espadas con todos los reclutas al mismo tiempo. El chico de ojos carmesí se apoyó en el alfeizar de la ventana, suspirando mientras miraba todos los músculos del Rey en acción, era tan magnífico.

-Si, si, tengo cosas de hacer ¿estarás bien solo?- preguntó Yugo después de unos minutos viendo a Yuya perdiendo el tiempo mirando al campo de entrenamiento.

El chico de ojos carmesí asintió sin prestar verdadera atención por lo que Yugo decidió dejarlo en paz, quizás podría ir a ver a Yuri mientras tanto.

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"¿Porqué ese chico recibe esa clase de privilegios?"

"¿Qué lo hace tan especial?"

"Solo es un chico más"

"No merece nada de mi Rey"

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Yuya escuchó pasos en la escalera y sonrió, Yugo seguro había olvidado algo, por lo que no volteó a mirar, ese había sido su error.

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-Quiero al responsable en éste mismo instante- Yuto estaba furioso, los consejeros temblaban de miedo mientras veían al gobernante ir y venir como león enjaulado.

-N-No sabemos quién fue su alteza- dijo uno de ellos.

-¡No quiero excusas!- gritó Yuto volteando a ver a los hombres -quiero que lo encuentren, ¡quiero que lo encuentren ahora!-

Los hombres salieron corriendo en busca del responsable, si Yuto llegaba a poner las manos encima de esa persona se arrepentiría siquiera de haber puesto sus ojos sobre su más preciado tesoro.

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-¿Cómo te encuentras?-

Yuya volteó a mirar al gobernante y le dio su mejor sonrisa, tomando en cuenta que le dolía todo el cuerpo.

-Estoy bien-

-No me mientas, no a mi- dijo Yuto seriamente haciendo que Yuya apartara la mirada, avergonzado.

-Me duele- admitió al final.

Yuto asintió, eso era de esperarse.

-Voy a hacer pagar al responsable de esto, lo pagará con su vida-

Yuya volteó entonces a mirar al gobernante, sus palabras puede que hubieran sonado desalmadas, pero pudo ver, en esos ojos que tanto le gustaban, la culpa del hombre por no haberlo protegido.

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-Alteza por favor, díganos porque ese chico es tan importante-

Yuto estaba harto, no quería que nadie más lo cuestionara, volteó a ver al hombre que había preguntado y le dio una fría mirada.

-Escucha, diré esto solo una vez, ese chico es un regalo de los dioses así que debe de ser tratado como el tesoro que es-

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-El Rey ha enloquecido, no puede estar hablando en serio, es solo un muchacho más-

-Tienes razón, el rey no merece un regalo de los dioses, cruel bastardo-

-Sus métodos son efectivos pero me parece que ya no lo necesitamos-

-No, tenemos que deshacernos del muchacho, entonces el Rey recuperará la cordura-

-No seas ridículo, el altercado, si ese es el caso bien podemos dejar que quien sea que este detrás del niño logre su cometido-

-Tienes razón, no hay porque ensuciarnos las manos-

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-¿Estás seguro de lo que estás haciendo?-

Yuto volteó a ver a Yuri, su ejecutor de más confianza y uno de los pocos a los que podía llamar amigo.

-Yuya es muy importante para mí- fue la contestación del gobernante.

-Pero ¿porqué?- preguntó Yuri -ni bien llegó comenzaste a tratarlo bien, explícamelo por favor- el ejecutor no podía creer que lo estaba pidiendo por favor pero de verdad quería saberlo, se preocupaba tan solo un poco por su amigo.

Yuto lo miró, contemplando si decirle o no, al final suspiró -él puede calmarlo Yuri... eso... duerme tranquilo cuando estoy a su lado-

Al escuchar esas palabras los ojos de Yuri se abrieron en sorpresa, con qué era eso, por eso es que Yuto decía que Yuya era un regalo de los dioses. Si el chico de ojos carmesí era capaz de hacer dormir a esa cosa entonces, seguro lo era, un preciado tesoro.

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-¿Yuto?- Yuya miró al gobernante quien acababa de atravesar el umbral de la puerta cerrando detrás de si -¿sucede algo?- preguntó sentándose en la cama, el dolor de aquel accidente estaba en el pasado -Yuto- lo llamó una vez más observando, preocupado, el semblante del gobernante.

Cuando se acercó más fue que el chico de ojos carmesí fue capaz de ver la sangre en las ropas oscuras del hombre.

-¡Yuto!- saltó de la cama y se acercó al Rey mirando por posibles heridas en su cuerpo, sin embargo, el hombre no estaba herido ¿de dónde venía toda esa sangre?

Llevó sus manos al rostro de Yuto, buscando algún tipo de respuesta en esos ojos que tanto le gustaban y vio la absoluta desolación en ellos ¿qué había sucedido?

-Y-Yuya- fue la primera palabra que provino de los labios del hombre antes de que fuera tomado entre esos fuertes brazos -Yuya-

El mencionado estaba sorprendido, pero no se negó al contacto con el Rey, ni siquiera cuando unos labios fueron forzados sobre los suyos, estaba confundido, desconcertado, pero la calidez proveniente de Yuto era algo que había anhelado desde hacía tiempo por lo que se dejó llevar, después de todo, se trataba de la persona que lo había acogido cuando no había sabido nada más que su nombre. Era un hombre tan bueno, tan fuerte, era su todo.

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Esa noche se abrazaron el uno al otro, Yuya no sabía que había sucedido con el gobernante, pero no importó, no cuando él también buscaba la calidez del otro. Se abrazaron, los besos llovieron, el contacto se hizo más necesitado, más abrazador. Las ropas desaparecieron y pronto se fundieron en un solo ser. Ya nunca más podrían vivir sin el otro.

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-Bien, me pregunto que harán ahora los humanos-

-Esto es demasiado absurdo, ellos pidieron una manera de hacer pagar al Rey por su crueldad y justo cuando ven que empieza a tener una debilidad se quieren deshacer de ella, son tan idiotas-

-Bueno, son una raza primitiva, no podía esperar más de ellos en realidad-

-Solo me gustaría que no lastimaran más a mi pequeño Yuya-

-Cierto, tu fuiste el encargado de crearlo, lo siento Zarc, pero parece que los humanos son simplemente demasiado idiotas-

-Yuya era demasiado bueno para ese mundo-

-Ni siquiera Yuto puede salvarlo ¿no es verdad?-

-Eso no lo podemos saber todavía, es demasiado pronto-

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"Mi preciado Rey me ha traicionado, ha elegido a ese donnadie por sobre mí. Pero esto no se quedará así, no, ya lo verán, mi Rey se arrepentirá de haberme despreciado por su causa"

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-¿Estás seguro de esa decisión?- Yuri lo estaba cuestionando una vez más, Yuto estaba harto pero no lo culpaba, sabía que estaba actuando diferente, pero sabía que era para bien y era a causa de su precioso Yuya.

-Estoy seguro, ahora que tengo a Yuya, no necesito de un harem- contestó Yuto -de todas maneras, no he ido a verlos desde que Yuya llegó a mi vida, no los necesito-

-¿Los matarás a todos?- preguntó Yuri

Yuto negó -mándalos a la ciudad, que tengan un hogar y un trabajo, es todo lo que puedo hacer por ellos-

Yuri asintió -sabes que no serán felices por ello-

-Lo sé, pero ellos no me importan, nunca lo hicieron, solo eran cuerpos cálidos para dormir-

-Supongo que tienes razón- admitió Yuri -me encargaré de ello entonces-

Se dio la vuelta para irse, sin embargo se detuvo un momento antes y miró a Yuto -¿te has enamorado de él?-

Esas palabras tomaron con la guardia baja al Rey que en ese momento no supo que contestar.

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-¿Por qué necesito un guardia?- preguntó Yuya a Yugo mientras miraba de reojo al serio hombre que los seguía.

-Eres el tesoro del Rey, me sorprende que no te pusiera un guardia antes- contestó Yugo sonriendo.

-¿Es así?- preguntó Yuya sonrojándose un poco, después de lo que había sucedido en las habitaciones del soberano no podía evitar sentirse extremadamente feliz, el escuchar que lo llamaban el tesoro del Rey lo avergonzaba aún más.

Yugo asintió -eres muy afortunado Yuya, muchos quisieran ser los responsables del cambio del corazón del gobernante-

El chico de ojos carmesí frunció el ceño ante esas palabras -¿de verdad Yuto fue tan cruel?- había escuchado por el palacio acerca del cruel Rey que el hombre de ojos grises era, pero eso no podía ser cierto, no cuando era tan amable con él, debía de ser un malentendido.

Yugo le dio una mirada un tanto triste -lo siento Yuya, yo no debería de decirte esto pero así son las cosas, tan solo hace unos días el mismo Rey ejecutó a unos intrusos del país vecino-

Al escuchar esas palabras Yuya se sorprendió ¿no había sido el día que había llegado lleno de sangre a sus habitaciones?

-No deberías de decir esas cosas- el guardia se acercó, sus fríos ojos azules regañando a Yugo al tiempo que se cruzaba de brazos.

-Lo siento, Kaito- se disculpó Yugo un tanto apenado.

El hombre rubio miró entonces a Yuya -escucha, el Rey fue un cruel tirano hasta el momento en el que entraste a su vida, si lo amas de verdad entonces debes de dejar su pasado atrás, porque él intenta crear un mejor futuro solo para ti, se agradecido por ello-

Yuya, que había empezado a sentirse mal después de las revelaciones de Yugo, quiso golpearse, Kaito tenía razón, después de todo él amaba a Yuto, lo demás no importaba.

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Cuando Yuto entró a sus aposentos ese día llevaba consigo un ramo de flores, Yuri lo había hecho pensar muchas cosas con esa simple pregunta pero ahora que sabía la respuesta tenía pensado decírselo a Yuya, esperaba que el hermoso chico pudiera aceptarlo a pesar de todo lo que había hecho en el pasado, que lo aceptara por quien era y no por quien había sido.

Sin embargo, solo pudo dar un par de pasos dentro de la habitación antes de toparse con el cuerpo de su tesoro tirado en el suelo, las flores resbalaron de sus manos mientras su corazón se detenía, no podía ser, no su amado Yuya.

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-Es un jovencito con mucha suerte- el viejo médico colocó las mantas cubriendo al chico de ojos carmesí hasta el cuello antes de volver su vista al Rey -fue un envenenamiento, sin embargo, pude lograr que vomitara la mayor parte de la toxina, estará mejor en un par de días-

-¿Cómo?- preguntó Yuto temblando de ira -¿cómo es que sucedió esto?- alguien iba a pagar con su sangre.

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-Parece que los humanos no aprenden-

-Mi precioso Yuya- Zarc se lamentaba en una esquina -¿qué está haciendo ese maldito Rey para proteger a mi maravillosa creación?- se quejó.

-Supongo que hace lo que puede, pero no es suficiente-

-Cuando se trata de la ambición y la estupidez humana nunca es suficiente-

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Yuri entró a los aposentos del Rey y lo observó sentado en una silla cerca de la cama tomando una de las manos de su tesoro entre las suyas, parecía que había tenido razón, el hombre de verdad se había enamorado.

-Yuto, lo encontramos- informó con una leve sonrisa en los labios -el culpable ya no volverá a hacer daño a tu tesoro nunca más- declaró.

El gobernante asintió sin apartar su mirada del hermoso chico descansando en la cama -puedes retirarte- dijo al final.

Yuri asintió, sin embargo, antes de poder irse escuchó a Yuto.

-Gracias por todo Yuri-

El joven de ojos rosas miró a su gobernante, sorprendido, en todos sus años de amistad nunca le había agradecido algo de verdad, sin embargo, el hombre no dejó de mirar a su amado, bueno, así tenía que ser.

Salió de la habitación y no pudo evitar sonreír pensando en su propio amor, era hora de ir a buscar a Yugo.

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-Yuya-

Cuando el chico de ojos carmesí despertó el gobernante no pudo evitar la sonrisa agradecida en sus labios ni las lágrimas de felicidad que se derramaron de sus ojos y, ante la mirada desconcertada de su tesoro, lo tomó entre sus brazos y lo besó, estaba bien, su amado tesoro estaba bien.

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A partir de ese momento la felicidad inundó el reino, el cruel mandato del gobernante se había acabado pues, con alguien custodiando su corazón, no había manera en que el tirano volviera. Los dioses lo habían logrado, habían escuchado las súplicas de la gente y podían vivir sin miedo apartir de ese momento.

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-Yugo me dijo que era cierto, que eras un hombre cruel- dijo Yuya una noche, acostado sobre el pecho fuerte del gobernante después de una fabulosa ronda de hacer el amor.

-Él tiene razón- contestó Yuto, no estaba dispuesto a mentirle a su tesoro.

-¿Me dirás porque hiciste todas esas cosas?- preguntó Yuya -no te juzgaré, en realidad, tampoco voy a amarte menos, pero quisiera saber todo del hombre que me acogió y me dio una vida, el hombre al que amo tanto-

Yuto miró a los bellos ojos color carmesí antes de llevar su vista al techo, era hora de confesar la verdad.

-Me gustaría decir que es algo tan simple como que de verdad soy un hombre cruel- contestó el gobernante -pero las cosas no son así en este caso-

-¿Es demasiado malo?- no quería ser el culpable de hacerle rememorar algo doloroso.

-Es mi legado- contestó Yuto -mucho antes de que yo naciera mi padre hizo algo que enojó a los dioses, el era un hombre de verdad cruel que no amaba a nadie más que a si mismo por lo que los dioses no vieron mérito en hacerlo sufrir, no en ese momento. En lugar de eso el hombre vivió, se casó y tuvo un hijo. Los dioses se dieron cuenta entonces de que el hombre ahora tenía una debilidad, su familia. Poco después su esposa falleció inexplicablemente y su hijo fue maldecido. Ese hijo soy yo-

Yuya estaba sorprendido ante la historia de Yuto, sin embargo, lo que más llamó su atención, obviamente, fue lo último dicho.

-¿Qué clase de maldición?- preguntó.

-Hay algo dentro de mi, un ser cruel y despiadado que se alimenta del sufrimiento y disfruta con el derramamiento de sangre- contestó Yuto tomando una de las manos de Yuya para llevarla a su boca y dejar un beso en ésta -mi padre me enseñó a tomar lo bueno de mi maldición, enfocando a ese ser contra los enemigos del reino, él me dio fuerza, a cambio, yo le di la sangre que él anhelaba-

Yuya se estremeció pero no dio ni una señal de que fuera a apartarse del gobernante.

-¿Ese ser esta contigo ahora?- preguntó suavemente el chico de ojos carmesí.

Yuto asintió -me temo que si- contestó -me parece que seguiré cargando con los pecados de mi padre toda mi vida-

Ante esas palabras los ojos de Yuya se llenaron de lágrimas, tomó la mano de Yuto y le dio un beso tal y como el gobernante había hecho hacia tan solo unos momentos.

-Tu no lo mereces-

-Si lo hago, he matado a mucha gente, ya no es solo el pecado de mi padre sino también el mío- contestó Yuto con tristeza -sin embargo, desde que tu apareciste en mi vida, ese ser dentro de mi se ha calmado-

Yuya, quien quería echarse a llorar ante las palabras de Yuto, se sorprendió.

-¿De verdad?- preguntó.

Yuto asintió -gracias a ti la bestia puede dormir con tranquilidad, gracias a ti he vuelto a ser quien era yo- se inclinó y tomó los suaves labios rosados en un tierno beso -los dioses te enviaron a mi camino por una razón, mi amado Yuya, mi más preciado tesoro-

Esas palabras aceleraron el corazón del chico de ojos carmesí y le hicieron sonreír, hacía un tiempo había empezado a pensar en que Yuto le había dado todo mientras que él no tenía nada más que ofrecer que su amor, ahora veía que eso no era cierto, él había sido llevado a ese lugar con un propósito y eso significaba el llevar tranquilidad a su persona amada, era tan solo, perfecto.

-Te amo Yuto-

-Y yo a ti, Yuya-

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-Eso es inaceptable, los demás reinos no tardarán en notar la debilidad del Rey y vendrán a atacar-

-Muchos reinos nos la tienen jurada, no podemos permitir que esto siga así-

-Ese maldito niño se tiene que ir-

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-Y aquí es... cuando los humanos toman la sentencia para si mismos-

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Yuya frunció el ceño cuando escuchó ruidos extraños fuera de su habitación, apartó el libro que había estado leyendo solo un momento antes de que la puerta se abriera de golpe, Kaito cayó al suelo, sumamente lastimado.

-¡Corre!- gritó el hombre rubio antes de que un grupo de hombres encapuchados entraran a la habitación.

Yuya corrió pero, aún y cuando Kaito se puso de nuevo en pie para luchar, pronto un hombre lo atrapó y no pasó mucho antes de que su mundo se oscureciera.

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Yuto golpeó las puertas del salón -¡¡YURI!!- rugió.

El ejecutor se apresuró a llegar a su lado -uno de los hombres que Kaito capturó habló, fueron tus consejeros, Yuya debe de estar en una de las fincas externas del reino-

-Esos malditos- gruñó el gobernante, la bestia muy cerca de la superficie -si se atrevieron a dañar uno solo de sus cabellos...- dejó la amenaza colgando mientras se precipitaba a la salida de su palacio siendo seguido por Yuri y otros más de sus soldados.

Yugo los vio partir desde la ventana de la habitación donde Kaito reposaba, esperaba con todo su corazón que Yuto pudiera llegar a tiempo con Yuya.

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Esa noche, una vez más, las tierras del reino se mancharon de sangre.

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-Vete-

Yuri se cubrió la boca con las manos, intentando acallar sus sollozos, sentía tanta pena y dolor por su amigo, sin embargo, era incapaz de decir algo así que retrocedió, hizo lo que su Rey le pidió y, estaba seguro, de que sería la última orden que cumpliría para él.

Así pues, le dio la espalda y se marchó, tenía poco tiempo para sacar a Kaito y a Yugo del palacio.

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Yuto se quedó ahí, de rodillas en la hierba tenida de sangre, su más preciado tesoro, yacía sin vida en su regazo ¿porqué? ¿qué era lo que había hecho mal? ¿eso todavía era parte del castigo de los dioses? Le habían entregado la felicidad y luego se la habían arrebatado.

Acarició la tersa mejilla de su amado, estaba frío al tacto pero su piel seguía siendo tan suave, parecía que solo dormía, una visión angelical que se manchó con la sangre en su mano, la sangre que pertenecía al malnacido que se había atrevido a arrebatarle la vida a su más preciado tesoro.

Las lágrimas nublaron su visión mientras sentía su pecho a punto de estallar por el dolor, el dolor de la pérdida, porque Yuya se había llevado su corazón con él. Levantó la vista al cielo, contemplando los rayos de luna mientras sentía que el candado que el chico de ojos carmesí había colocado inadvertidamente para evitar que la bestia saliera libre se rompía. Ya no tenía razón alguna para mantenerla bajo llave, nunca más volvería a la jaula.

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Zarc lloraba, lloraba pues su preciada creación había muerto, sin embargo, sonrió, porque al final, los humanos que habían sido tan estúpidos para despreciar el regalo de los dioses lo habían pagado, el reino entero de Horizon se había condenado.

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Yuri observó desde la saliente de un acantilado hacia lo que había sido su hogar, después de que su amigo había perdido a su preciado tesoro había dejado libre a la bestia, la sangre de los ciudadanos, culpables e inocentes se derramó y, en esos instantes, contemplaba como el, una vez majestuoso reino, era consumido por el fuego.

Cerró los ojos, sintiendo en su pecho el pesar por el destino de Yuto y Yuya y mandó una oración al cielo, rezando porque pudieran alcanzar la eternidad juntos, era lo menos que merecían.

-Es hora de irnos Yuri- Yugo lo llamó, sabía que lo esperaba, al igual que Kaito.

Abrió los ojos y se dio cuenta de que el sol se empezaba a levantar en el horizonte, que, a partir de ese día, sería el único existente en el planeta.

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Muchos cuestionan las decisiones de los dioses, se quejan y los maldicen cuando sus peticiones no son escuchadas. No se dan cuenta de que, a veces, lo mejor es rezar porque ellos no intervengan. Porque cuando se desprecia un regalo de los dioses eres el artífice de tu propia condena.

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The end

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