Camelia +18 ©

By miladyscaroline

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❝Era dueña de una cascada de ondas rubias que crecía hasta la curva de su diminuta cintura y, de dos joyas az... More

¡No te cases, Camelia!
Camelia no es para ti
Epígrafe
2. "Vehemencia"
3. "Penumbras"
4. "Quiebre"
5. "Éxtasis"
6. "Redención"
7. "Indulgente"
8. "Impotencia"
"La piel del deseo"
9. "Latente"
10. "Placer" +18
11. "Agonizante"
12. "Vacío"
13. "Abismo"
14. "Decadencia"
15. "Efímero"
16. "Profundo"
17. "Sombras"
18. "Tormento"
19. "Tempestad"
20. "Deseos"
21. "Consecuencias"
22. "Suya"
23. "Decisiones" PARTE I

1. "Efervescencia"

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By miladyscaroline


❝La fría nube negra está llegando y yo, siento como si estuviera tocando las puertas del cielo❞  

. . .

Camelia

Una corriente nocturna con la llegada  de aquel invierno abrasador se coló por el panteón y, con drástica crueldad me atravesó los huesos. Los sentí doler, tal vez un poco más que mi corazón. Casi, por un instante, me sentí flotando en el violento y denso aire que se escurría a través de la noche.

Cerré los ojos y un suspiro me acompañó en silencio mientras hipaba y, trataba con mucha fuerza de retener las lágrimas.

Odiaba la hipócrita nostalgia con la que la gente acostumbraba a observarte en momentos así. Había ya experimentado la sensación muchas veces atrás, la pérdida de un ser querido que te hacia estremecer el alma y las miradas cercanas de personas que decían compartir tu dolor.

¿Realmente alguien podría sufrir el dolor ajeno?

Me aovillé junto a la lápida y acaricie lentamente su nombre, letra por letra sobre la piedra del sarcófago.

Lagrimas inundaron mis ojos y no lo pude contener más, ellas comenzaron a ser derramadas por mis mejillas son lentitud, como si todo estuviese sucediendo de esa manera; tortuosamente lento.

Agradecí en ese instante que los velones que ayudaban a iluminar el panteón, se apagaran con la ráfaga de viento que se paseaba. Agradecí que, nadie pudiese verme tan triste y desolada.

Me abracé a mí misma un instante más tarde. El ambiente se había convertido en algo petrifico con la noche helada y el cielo que rugía con pequeñas gotas de agua.

—Cariño. —La voz de mi suegra se escuchó muy cerca y, supe que lo estaba cuando sus brazos me rodearon con suavidad—. Es hora de ir a casa.

Asentí, sin embargo; me resignaba a dejarle. Sabía que, cuando abandonara el panteón, le habría perdido para siempre.

»Llévame contigo—Susurré entre mis labios que besaban la piedra—. Tal vez en la otra vida si pueda amarte«

...Porque en esta nunca lo hice

. . .

Todos me pedían descansar, no obstante; quería hacer cualquier maldita cosa que me mantuviera despierta que cerrar los ojos y recobrar la pesadilla de aquella trágica noche en la que le habían arrebatado la vida.

Recibí a los recién llegados con asentimientos y una sonrisa. Éramos pocos en aquella habitación, los familiares más cercanos. El perímetro residencial estaba abarrotado de amistades y periodistas que querían ingresar a la misa.

La muerte de un Napolitano había sacudido a toda la maldita aristocracia italiana.

Me retorcía aquella palabra, »muerte«. Siempre creí que mi matrimonio acabaría en el instante en que los dos decidiéramos separarnos, creí que se cansaría y se marcharía cuando se hartara de no escuchar un té amo también de vuelta. No fue así, si se había marchado, pero para siempre...

Alessandro era un hombre fuerte, el más fuerte que alguna vez podría conocer en mi vida. Llevaba una industria hotelera sobre sus hombros, por supuesto, el legado de su padre, Silvano Napolitano, un hombre que la vida llena de excesos lo ha llevado a reconstruir su vida y matrimonio.

—Señora Napolitano. —Se me erizo la piel al escuchar el apellido de mi esposo cuando se dirigían hacia mí. Gire impávida—. Lamento mucho su perdida. Sé que no es el momento adecuado, pero me gustaría saber cuándo podemos dar parte al testamento.

Había pensado meticulosamente en todo. El servicio fúnebre, la misa, la prensa. Pero nunca pensé en lo que pasaría después de ello. ¿Qué sería la vida después de Alessandro? ¿Qué sería de mí? ¿Estaba preparada para la avalancha que estaba a punto de caer sobre mis hombros?

— ¡El testamento! —Escuché a alguien decir con humor —. Tú parte favorita de todo este espectáculo.

Tuve que girarme sobre mi eje porque no podía creer que el dueño de aquella voz, estaba allí de pie, a poca distancia lejos de mí.

Dante Napolitano y yo, estábamos compartiendo el mismo aire después de seis meses.

En ese instante, me hundí en la miseria de mi propio aliento. Uno que apenas podía enviar a mis pulmones. Uno que, el hombre impasible que estaba en frente de mi, me estaba robando.

Dante me observaba serio y atento a cada maldita expresión de mi rostro, de mis acciones. E incluso creí que podría escuchar a mi corazón latir duramente contra mi pecho, detenerse una fracción de segundo y seguir su curso desbocadamente.

Me quede tan quieta, tan imperturbable. Me quede observando y, tratando de descifrar lo que sus ojos tan verdes como un bosque que florecía decían. No había nada más que inexpresión en ellos.

Tuve que evitarle la mirada. Sentía que me consumiría si se la sostenía un instante más.

—Le hare saber cuándo sea el momento indicado. —Me dirigí al abogado de mi esposo. Con un asentimiento y una mueca de disculpa de marchó.

—Quien no te conociera te compraría ese disfrazado desinterés por conocer lo que dice el testamento. —La voz de Dante acarició mi cuello y tragué duramente.

— ¿Qué haces aquí? —Pregunté ignorando sus palabras.

Me crucé de brazos y, al verme tan afectada por su presencia, tuve que bajarlos con disimulo.

—No solo ha sido tu esposo quien ha fallecido, cuñadita. —Enfatizó al final con sarcasmo puro—. Sino mi hermano también.

Vi en sus ojos un destello de tristeza que rápidamente se encargó de borrar.

—La misa comenzará dentro de unos minutos. —Le hice una sugerencia hacia la habitación con una de mis manos y comencé a alejarme.

Me ardieron los brazos y las piernas. Como si una corriente de vértigo me hubiese atravesado. Frio y calor. Euforia y nostalgia. Una mezcla de sensaciones inconexas que me sacudieron mientras avanzaba.

Antes de llegar a las escaleras, una mano fría y tan dura como el acero me tomó por sorpresa y con fuerza por el antebrazo.

Solté un quejido y me solté con tanta fuerza del agarre que me tambaleé sobre mi eje. Dante me observó con ojos iracundos.

—Era esto lo que querías. ¿No es así Camelia Rinaldi?

—No sé de lo que estás hablando. —Y en efecto, no sabía que querían decir sus palabras llenas de ira.

Una risa carente de humor abandonó sus labios. Negó con la cabeza sin dejar de escudriñarme con sus ojos de ciervo.

— ¿Cuánto tiempo te llevó planear la muerte de Alessandro? ¿Te encargaste primero que dejara todo a tu maldito nombre? — ¡¿De qué demonios estaba hablando?! — ¡Respóndeme! ¿Ya conseguiste lo que malditamente querías? ¡Asesinarle y quedarte con la fortuna Napolitano!

Mastiqué una áspera adrenalina que me envió a abofetearle en la mejilla.

Él, permaneció atascado con la rabia o lo que sea que estuviese sintiendo en ese momento en la garganta y no dijo nada más. En sus ojos bailaban llamas de fervor.

— ¡Vete al infierno, Dante! —Solté con la garganta irritada.

—Estoy seguro que allí nos veremos, Camelia.

Pronunció mi nombre en una amenaza alarmante.

Dante Napolitano estaba declarándome una guerra que yo no sabría cómo batallar. No cuando volver a verle me había sacudido de aquella estremecedora manera, no cuando había traído consigo una avalancha de recuerdos del hombre que alguna vez fue y ya no era nunca más.

. . .

Sentía que mi vida terminaba allí. Había comenzado con él y debía terminar con él. Era lo que era gracias a él. Me arrebató del seno de una familia que me aborrecía y me castigaba con látigos. Me dio un techo y abrigo. Me dio la vida que ahora tengo y la siento tan vacía sin él.

Me dio todo lo que soy. ¿Por qué no pude amarle? ¿Por qué no pude retribuirle todo lo que había hecho por mí?

Me hundí en la tina y dejé que la espuma se llevara los rastros de suciedad y lágrimas por el drenaje.

Me hundí con tan poco aire en los pulmones que pensé en cómo sería la muerte debajo del agua.

Mis pulmones ya no lo soportarían más y colapsarían. La sangre fría dejaría de fluir y, de un momento a otro mi corazón se detendría.

Entonces en ese instante la muerte me llevaría con él.

Era una sensación placentera, así que abrí los ojos y me dejé ir. Sosegada por la claridad que poco a poco se desvanecía y se convertía en oscuridad.

Un instante más tarde, me sentí un poco menos terrenal. Un instante más tarde, le temí el vértigo que me produjo la sensación de estar muerta y, cuando creí que podía dar marcha atrás y arrepentirme, era demasiado tarde. Mis brazos ya flotaban y ya no había espacio para el arrepentimiento.

La vida se me estaba apagando de un zumbido bajo el agua. La vida me estaba dejando ir, pero unos brazos que me sacaron a flote del agua, no lo permitieron.

— ¡Maldita sea! ¿Qué hiciste? —Alguien refutó y quien me trajo de vuelta, ahora le debía mi vida.

❁❁❁

No olviden dejarme su estrellita y sus comentarios de lo que les pareció. Después de tanto tiempo me haría enormemente feliz saber que ha valido la pena regresar y ponerme presión a mi misma. 

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