Frecuencia Mortal [Terminada]

By JmTulier

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Un misterio locutor que se esconde detrás de una frecuencia radial y sus preciados controles, los cuales usa... More

Capítulo 1 « Estamos al aire »
Capítulo 2 « Fantasmas en el Hospital »
Capítulo 3 « Miedo a la oscuridad »
Capítulo 4 « Miedo a las cucarachas »
Capítulo 5 «Miedo a envejecer»
Capítulo 6 « Silencio »
Capítulo 8 « Cambios en la programación »
Capítulo 9 « Un paseo por el bosque »
Capítulo 10 « De regresó al colegio »
Capítulo 11 « Todos llevamos un asesino dentro »
Capítulo 12 «El parque de diversiones»
Capítulo 13 « Fin de la temporada »

Capítulo 7 «El cementerio»

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By JmTulier

«Mis muy estimados radioaficionados, en esta ocasión les tengo una nueva historia, sólo que sus protagonistas aún no están listos. Yo Caronte daré pronto inicio a su programa favorito Frecuencia Mortal»

Esta vez en un pueblo donde la población adulta es cada vez menor y los jóvenes aventureros proliferan, existe una joven con un deseo profundo de aventuras, de peligro, pero aún con esas dos características, ella guarda un particular temor.

— ! A ver ! Hermana — Le decía María, una joven de quince años, a su hermana Ludmila, de la cual estaba hablando hace un momento.

— ¿Qué quieres? — preguntó su hermana mayor, mientras asomaba su rostro de entre las sábanas.

— ¿No vas a ir?

— ¿A dónde?

— Tu amigo el mexicano nos invitó a salir, ¿O ya lo as olvidado? — le decía su hermana mientras se peinaba el cabello.

— El no es mi amigo, además su nombre es muy raro. — Le respondió mientras tomaba una almohada y se la colocaba en la cara.

— Raro o no, debemos ir, de seguro habrá gente para conocer.

— Bueno, esta bien, pero si me aburro me iré.

Ludmila y su hermana menor María terminaron de vestirse, y cuando el reloj marco las 11:30 pm un automóvil estaba fuera de su casa esperando a que las bellas damas salieran.

— ¿Hola nos vas llevar? — pregunto María al conductor del automóvil, el cual respondió de manera afirmativa.

— Y bueno, dejen que me presente, soy Bruno y pues digamos me llegó la invitación. — decía Bruno mientras mantenía el rumbo que le habían indicado.

— ¿Y se puede saber a donde vamos? — pregunto Ludmila.

— ¿No lo sabes? — Dijo Bruno mirando por el espejo retrovisor.

— ¿Si lo pregunto es porque evidentemente no lo sé? — respondió Ludmila con un tono de sarcasmo.

— Bueno es extraño, pero nos dirigimos al cementerio.

Cuando Ludmila escucho la palabra Cementerio, quiso bajarse del automóvil en movimiento, pero su hermana se lo impidió.

— Es por tu bien, debes superar esa fobia. — Le decía María, pero Ludmila sentía pánico sólo de pensar en aquel lugar, pero después de unos largos ruegos, ella accedió, sólo que si algo extraño pasaba se iba a ir de ese lugar.
Después de unos minutos más conduciendo, por fin llegaron al cementerio, este lugar tenía al menos unos quinientos años de antigüedad y ocupaba al menos dos hectáreas de amplitud.

— Hola. — Dijo Ludmila al ver al grupo de jóvenes que estaban afuera del cementerio.

— Hola, soy María. — Dijo muy alegre.

— Espera, ¿As crecido? Juan Roberto Horacio del Corazón de Cristo. — Dijo Ludmila sonriendo.

— ¿Cómo dices que se llama? — pregunto su hermana.

— Mierda, si, así me llamo, pero sólo díganme Juan. — Exclamó mientras se moría de la vergüenza.

— Bueno yo soy Bruno.

— Y yo soy Lara, es un placer.

— Soy Fabiana, encantada de conocerlos.

— Bueno somos todos— dijo Juan.

Mientras Bruno  socializaba con las chicas, Juan estaba abriendo las puertas del cementerio, al hacerlo un chirrido aterrador interrumpió la conversación e hizo que todos mirasen al cementerio.

— ¿Y que vamos a hacer? — pregunto Ludmila.

Juan tenía preparado una pequeña fiesta por así decirlo en una de las criptas del lugar, sólo que está se encontraba en medio del cementerio, por lo cual comenzaron a caminar. Cuando ya llevaban no más de unos metros, María volteo a mirar la entrada del cementerio y observó como ambas puertas de metal se cerraban solas, su reacción fue no decir nada, pues si gritaba o decía algo, de seguro su hermana arruinaría la fiesta, por lo cual siguieron caminando.

— Es ahí— dijo Juan mientras señalaba con su mano el lugar.

Al llegar se encontraron con una pequeña casa con bóvedas al fondo, sólo que el suelo estaba hermosamente decorado y parecía de cristal.

— ¿Y estas cosas? — pregunto Lara, al ver alimentos y una radio.

— Yo las deje aquí, es para nosotros, ya casi son las doce de la noche. — Dijo Juan.

— Cómo que no tienes muchos amigos, ¿Verdad? — dijo entre dientes María.

Aún cuando la invitación era algo deprimente y Juan parecía un mal anfitrión,  Fabiana tomó la iniciativa y encendió la radio, pues al menos eso podría cambiar el ambiente.  Pero al hacerlo la radio sólo sintonizó estática y por más que Fabiana busco una frecuencia nada dio resultado.

— Está cosa no sirve. — Exclamó Fabiana alejándose de la Radio.

— Déjame ver a mi, tal vez tengo mejor suerte — Dijo Ludmila, y al tocar la radio ella sola sintonizó una emisora y en ella su locutor decía.

« Buenas noches mis amigos, soy Caronte y están en Frecuencia Mortal. Esta noche explicaré en que consiste la dinámica del terror, en la cual ustedes pueden llamar y contar sus más profundos miedos y yo les haré una historia, la cual les aseguro que sentirán en carne propia»

— Debes llamar, tú le tienes miedo a los cementerios— le dijo su hermana y Ludmila suspirando accedió a realizar la llamada.

— ¿Hola? Soy Ludmila.

— Hola, Ludmila, ¿Estás dispuesta a participar en la dinámica del terror?

— Si, Supongo que sí.

— Dinos entonces.

— Bueno, yo le tengo miedo a los cementerios, la verdad estar en un lugar tan silencioso y no se me da pánico las sombras y todo lo que en estos lugares pueda pasar.

— Te entiendo, pero dime una cosa, ¿Cómo le hiciste para estar en estos momentos en un cementerio?

— Espera, ¿Cómo sabes que estoy en un...? — antes de que Ludmila terminará de hablar la llamada telefónica se cortó y el suelo a sus pies se abrió, haciéndolos caer.

—¿Dónde estamos? — pregunto algo confundida Lara.

— ¿Dónde o más bien que a pasado? — pregunto Bruno, al levantar la mirada y observar el enorme agujero por donde habían caído, el cual estaba muy alto para volver por ahí.

— Lo bueno es que caímos en algo suave. — Exclamó Juan, pero al voltear y observar lo confortable del suelo, se trataba de una pila de cuerpos humanos, los chicos al verlos evidentemente gritaron y de un salto se alejaron de esa pequeña pila de cuerpos humanos, algunos aún no estaban en estado de descomposición.

— ¿Pero qué mierda pasó aquí? — se preguntaba Fabiana.

«No teman, calma, ahora dejen que les cuente una historia » decía Caronte desde la radio que estaba en la sima de la pila de cadáveres.

« Entre ustedes existe una persona que tiene la llave para salvarlos a todos, pero será la decisión de dos personas la que pondrá fin a todo esto. »

— ¿De que mierda hablas? — gritó Lara, pero Juan la calmó al decirle que no ganaba nada gritándole a una radio, pero Caronte le respondió.

«No te preocupes Lara, yo te escucho y los escucho a todos, sólo que deben moverse si desean vivir, porque no están solos aquí abajo, algunos de mis amigos también están aquí, pronto conocerán al primero. »

— Debemos salir de aquí — Dijo María sujetando la mano de su hermana, quien estaba temblando del miedo. Y mientras deliberaban lo que debían hacer, una risa juguetona se escucho, la cual provenía del interior de la pila de cadáveres. Los jóvenes al escucharla guardaron silencio y lentamente comenzaron a caminar por el túnel que tenían frente a ellos, al hacerlo la risa se detuvo, pero una sensación de que eran observados los invadió.

— Este lugar debe tener una salida, sólo hay que seguir— decía Juan.

Mientras caminaban por un túnel que tenía poca luz, decidieron que era mejor tomarse de las manos, y así uno detrás del otro sujeto la mano de quien iba detrás, sólo que la última en la fila era Lara y cuando ella sintió que había alguien detrás de ella, que también iba sujeta a su mano, pensó que se trataba de su amiga Fabiana, por lo cual le preguntó.

— Fabiana, ¿Estás muy fría?

— ¿Perdón? Yo estoy acá, soy la segunda en la fila.

Al escuchar Lara que Fabiana no estaba detrás de ella, un escalofrío le invadió el cuerpo y cuando pasaron por un rayo de luz, ella volteo a ver quien estaba detrás de ella, y al presenciar un rostro desfigurado, del cual chorreaba sangre, ella grito pero en ese instante aquella criatura la tomó por el brazo y la arrastró hacia atrás. Al escuchar el grito de Lara, los demás jóvenes regresaron rápidamente por el túnel , pero al salir a la luz y sobre la pila de cadáveres encontraron a Lara y detrás de ella a un hombre con el rostro desfigurado y heridas por todo el cuerpo, así como un trozo de metal incrustado en su cuello, del cual emanaba sangre.

« Oh, al parecer están de nuevo por aquí, pues su amiga Lara está con un individuo que después de perder al amor de su vida el mismo día de su boda, no encontró mejor solución que beber y después conducir en sentido contrario por la autopista y pues ahí tienen el resultado, buena suerte»

Antes de que los chicos pudieran decir o hacer algo, aquel hombre se retiró la pieza de metal que tenía en el cuello y con ella le cortó el vientre a Lara, pero antes de dejarlo así, le dio la vuelta la beso y metiendo su mano en su abdomen tomó el intestino grueso de Lara y después de tirar levemente de el, le propinó una patada a ella y la lanzó hacía sus amigos y Lara rodó por la pila de cadáveres hasta que fue frenada por el otro extremo del intestino grueso que aquel novio en desgracia tenía sujeto, sus compañeros observaron como las vísceras de Lara explotaron dejando a su amiga muerta y con sus interior expuesto.

Al verla Bruno no espero más y fue el primero el salir corriendo, pero a sólo unos metros se detuvo para vomitar, pues el nunca antes había visto a alguien morir. Los demás le siguieron y dejaron al asesino de Lara, sentado en la cima de la pila de cadáveres.

Al cruzar el túnel se encontraron con una casa, algo que sin duda era extraño, pero frente a ellos había una casa, tipo colonia, de madera y de dos pisos. Al verla y mirar al cielo, el cual pensaron ver, pero en su lugar sólo observaron rocas, pues aún estaban debajo del cementerio.

— ¿Qué hacemos? — pregunto Fabiana.

— No veo otro camino, así que lo más lógico sería entrar a la casa. — Dijo Juan.

Cuando pisaron el primer escalón toda la casa emitió un escalofriante chirrido, y al estar frente la puerta de madera, esta se abrió sola lentamente y sin más opciones ingresaron a la casa. Una vez dentro la puerta se cerró de un sólo golpe, las ventanas tenían barrotes de metal, lo que hacía imposible salir de ahí.

— Quiero sentarme— dijo Ludmila, pues estaba algo pálida. Su hermana la tomó del brazo y caminaron a los que sería el comedor, pero al entrar ahí, Ludmila dio un fuerte grito, alarmando a todos, pues contemplaron a una familia sentada en la mesa, se trataba de un padre, una madre y sus hijos, un varón y una niña, en medio de ellos una radio. Sólo que los comensales tenían frente a ellos platos de porcelana y en ellos se encontraban los ojos, labios, y lenguas de cada miembro en la mesa.

— ¿Qué es todo esto? — pregunto Bruno al ver a las personas sentadas en la mesa. Pero antes de recibir alguna respuesta, la radio se encendió y Caronte les dijo.

« Ya han llegado a la casa, un lugar especial, sólo que el platillo principal aún no se a servido, yo que ustedes me mantengo lejos de la cocina, digo al cocinero no le gusta ser interrumpido»

—¿De qué hablará? Estas personas están muertas — Dijo Bruno y al tocar a la madre, su cuerpo cayó frente a la mesa, entonces un ruido como de golpes se podía escuchar que provenían de la cocina. Bruno con algo de curiosidad se asomó sólo un poco y observó como un hombre con ropa de carnicero cortaba en pedazos a una mujer, pero cuando Bruno estaba por alejarse, la cabeza de la mujer rodó por el suelo de la cocina, al verla no pudo contener el grito y decir el nombre de Lara, pues era ella a quien estaban descuartizando.

— ! ¿Que pasa? ! — Exclamó Ludmila, pero Bruno no sabía cómo expresar lo que había visto, pero cuando logró recuperar el aliento, sus compañeros observaron que en la puerta de la cocina había un hombre de unos dos metros de alto, con un enorme y evidente sobrepeso, en una de sus manos tenía su cuchillo de carnicero, el cual poseía en su mango una pequeña cadena, la cual arrastraba al caminar y la tenia atada a la muñeca.

— Debemos irnos — Dijo lentamente Juan, pero antes de que Bruno lograse hacer o decir algo, el carnicero lanzó su cuchillo, el cual se incrustó en la espina dorsal de Bruno atravesándola justo a la mitad, para después tirar de la cadena y arrastrar a Bruno hacia el, pero en ese momento Bruno estaba frente a Ludmila, así que el se aferró a ella lo más que podía y con lágrimas en sus ojos le suplicaba que no lo dejaran ir, pero el carnicero tiraba con más fuerza arrastrando tanto a Bruno como a Ludmila, por lo cual antes de ser ella otra víctima, Ludmila prefirió tomar un cuchillo de la mesa y clavarlo en el cuello de Bruno, sólo así el la soltó y frente a ellos el carnicero complaciente arrastró a Bruno hasta sus pies y retirando el cuchillo de su espalda para después colocar uno de sus pies en el cuello de Bruno y así incrustar por completo el cuchillo que Ludmila le había colocado ahí, después  lo levantó y simplemente lo dejo colgando en un gancho de metal que usualmente se usa para colgar las carnes. En todo ese momento aún Bruno seguía con vida, pero después el carnicero simplemente cerró la puerta de la cocina y los jóvenes sólo podían escuchar los gritos de Bruno, pues era despellejado vivo, hasta que finalmente murió.

— Nada, esta bien aquí — decía nerviosa Ludmila.

«Claro que nada esta bien, son tus miedos o al menos una extensión de ellos »

Los jóvenes subieron por las escaleras confiando en que podría encerrarse en una habitación, pero al llegar al segundo piso y notar un largo corredor y justo al final del ese corredor, se podía apreciar una radio.

« Como aún siguen aquí y son sólo las 1:30 am, un nuevo amigo esta en la casa, suerte»

— Aquí hay una habitación — Dijo Fabiana pero al entrar a ella, las luces se apagaron y al volver rápidamente, la puerta se había cerrado, sus amigos buscaron algo para abrir la puerta, pero todos los intentos eran inútiles, entonces Juan comenzó a darle patadas a la puerta, para al menos hacerla caer, pero Fabiana no estaba sola, al voltear observó a un hombre, con su vestimenta rasgada, con el cabello largo y desarreglado y en su cabeza tenía una jaula hecha con alambres de púas, así como en una de sus manos poseía unas cuerdas con púas.

— Muchachos, saquenme de aquí, por favor. — decía con la voz entrecortada Fabiana, pero Juan ya tenía parte de la puerta rota y se podía observar el interior de la habitación, entonces Caronte dijo.

« Ya está aquí, con dolor, el mismo que el recibió»

Aquel verdugo de jaula de púas se acercó velozmente a Fabiana y sujetándola del cuello la lanzó contra la pared, para después tirar su cuerda de púas al techo y pasarla por el ventilador, Fabiana se levantó y aunque no tenía ninguna salida pues los barrotes de metal en la ventana no la dejaron escapar, sólo sirvieron para sujetarse, cuando le fue atada la cuerda metálica al cuello, y el verdugo al tirar de ella, Fabiana se aferró a los barrotes de la ventana, pero al hacerlo el verdugo tiró con más fuerza, desgarrando su cuello y decapitándola.

— ! Mierda es suficiente ! — Exclamó Juan, pues ahora sólo quedaban ellos tres. Entonces el comenzó a correr por el corredor y al llegar a la radio, la tomó y la lanzó contra la pared, pero entre los trozos Caronte se comunicó.

« ¿Porqué eres tan violento Juan Roberto Horacio del Corazón de Cristo? »

— ! NO ME LLAMES ASÍ !— grito furioso Juan.

« Justo tengo algo para ti, es una persona especial, un amigo diferente»

— Juan, debemos salir de aquí, siento que estoy viviendo un dejavú— le dijo María, pero cuando corrían hacia el, ellas observaron que detrás de Juan había un hombre vestido como doctor, con su bata manchada de sangre y en sus manos un bisturí. Al verlo Juan intento gritar, pero al abrir la boca, aquel doctor rápidamente le cortó la lengua en un sólo movimiento, sin dañar nada más en la boca de Juan, la sangre mancho rápidamente el suelo y antes de que logrará caminar aquel doctor se inclinó y le cortó los ligamentos de las rodillas, después camino y le dio la vuelta, pasó rápidamente su bisturí por el rostro de Juan y de un tirón le arrancó la piel del rostro. Entre lágrimas y mucha sangre Juan agonizaba, pero el doctor le puso fin a su sufrimiento cuando le cortó todos los músculos faciales, el dolor, la hemorragia, mataron a Juan, sólo para que después el doctor sacudiendo su bisturí le limpió la sangre, la cual quedó impregnada en la pared, y apartando con su pie, el cadáver de Juan, pues ahora se dirigía hacia María y Ludmila. Las chicas al verlo hacerse intentaron correr en la dirección opuesta, pero las luces se apagaron y la despertar estaban en el pasillo sentadas en el suelo y el bisturí del doctor se encontraba en la mano de Ludmila.

— !Por Dios! — Exclamó María al ver el rostro de su hermana, pues tenía una especie de red metálica en la cara, en forma de Cruz, sólo que en la mitad había una pequeña cerradura.

« Chicas, les voy a contar un secreto, si Ludmila sobrevive antes de que el programa termine, todos ustedes sólo habrían tenido un mal sueño, nadie morirá »

— Entonces aquí nos quedemos, ya sólo faltan 15 minutos — Dijo Ludmila.

«No es tan fácil, pues lo que tienes en la cara, es una red que dentro de 12 minutos se va a cerrar, liberando para María una serie de púas y para ti mi querida Ludmila, esto va a comprimir tu cráneo, dejando sólo migajas y habrán muerto antes de las 3:00 am. Tú eres importante, tú hermana no, si ella vive nada será diferente, eres tú quien debe sobrevivir, es tú temor»

— Mierda, esto ni siquiera es un cementerio y no se porque tengo miedo — Exclamó Ludmila.

«¿Quieres la salida?»

— Si, la queremos — Dijo María mirando fijamente a su hermana a los ojos.

«Bueno, existe una llave para abrir la cerradura de la trampa en tu rostro, sólo que aún con la llave es peligroso, pues si giras en la dirección opuesta a la correcta, sólo activaras la trampa»

— No me importa, ¿Dónde está la llave? — Exclamó Ludmila con lágrimas en sus ojos.

« La tiene tu hermana »

María se miro y busco en sus ropas, pero no tenía ninguna llave, entonces Caronte les dijo.

«¿Para que crees que el doctor te dejo ese bisturí? ! La llave está en el interior de tu hermana !»

— No lo voy a hacer— le decía Ludmila a su hermana, pero María sujetando fijamente el bisturí se hizo la primera incisión, después sólo Ludmila comenzó a cortar lentamente la carne del abdomen de su hermana, quién sólo podía gritar. Después de hacer un corte considerable, Ludmila debía meter la mano en el interior del estómago de su hermana, y buscar la llave, María intentaba mantenerse consciente, pero el dolor era infernal y Ludmila no encontraba aún la llave, cuando después de unos minutos sintió algo metálico adherido al esófago de su hermana, pero la llave estaba tan sujeta a la carne que sólo con tirar un poco ya le estaba desgarrando el interior, pero sin más opciones de un tirón sacó la llave, cuando el reloj marcaba las 2:55 am y el tiempo de la trampa en su rostro estaba por terminar.
Cuando al introducir la llave la primera vez la colocó al revés, pero al segundo intento y con nerviosismo, esta encajó perfectamente, y al girar la llave hacia la derecha, un "click" resonó en el pasillo y luego la trampa simplemente se activó, comprimiendo poco a poco el cráneo de Ludmila, la cual al sentir el dolor intento girar la llave el la dirección opuesta, pero la presión iba en aumento, al punto que cuando el reloj marco las 2:59 am sus sesos quedaron esparcidos por las paredes y ella caía de rodillas, sola y muriendo debajo de un cementerio, en un lugar que nadie conoce, un sitio olvidado, sabiendo que nadie sabrá donde está para llorar en su tumba, simplemente quedaran sólo los restos de su cráneo en las paredes y la voz de Caronte en su oído...

« Simplemente magnífico, esta a sido una historia interesante, lástima que se nos acabo el tiempo. Así que no duden en participar en la siguiente dinámica del terror. Se despide de ustedes Caronte, esto fue Frecuencia Mortal...»    

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