CRÓNICAS NEGRAS ©

Door Arassha

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Lamentos desgarradores como cuchillos afilados; pasos ágiles abandonando la escena; peticiones desesperadas... Meer

~1~
Para toda la eternidad
~2~
La Gallera Fantasma
~3~
Las Totoras #campFireGhost
~4~
Ya tengo dientes.
~5~
Espeluznante navidad
#HappyDeathDay ~ El Recolector de Almas
#100WordScream: Pasión Asesina
Nocturno #31Creepywords
~6~
Nadie te escuchará
~7~
~8~
Muerte en navidad
Ambrosía carmesí
Vendetta
~9~
Sombras #31Creepywords
~10~
Halloween sangriento
~11~
Dulce o muerte

Herencia sombría

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Door Arassha

Praga, 1818        


Los cascos de los caballos resonaban en el suelo, tirando de la oscura carroza. Un hombre perteneciente a la aristocracia de Praga, aprovechando la privacidad que las cortinas del carruaje le proveían, examinaba el contenido de un papiro por quinta vez. Era un sujeto metódico, no le gustaba dejar nada al destino.

Perdió la concentración cuando notó que se habían detenido.

—Cochero, ¿por qué hemos parado? —preguntó con cierto hastío.

—Un accidente, amo —contestó el aludido.

—¿Qué ha ocurrido?

—Un vagabundo que no miró por donde iba y un carruaje le ha pasado por encima.

—La providencia ha actuado acorde a las circunstancias —arrojó sin remordimiento, observando a gente sin techo arremolinarse alrededor del occiso.

Pordioseros y olores nauseabundos eran lo típico de la ciudad, que afeaban con su presencia a Praga.

El carruaje prosiguió el camino una vez superado el obstáculo. Unas calles más adelante, volvieron a detenerse.

—¿Qué ha pasado esta vez?

—Un cortejo fúnebre —respondió el lacayo.

Corrió la cortina, sigiloso, escudriñó desde el interior a los allegados del difunto. Fue a cerrar el velo cuando alguien advirtió su presencia.

—Don Marek Ondrejka, buenos días—dijo un hombre uniformado—. Pensé que estaría en el séquito. Ayer tampoco lo vi en el velorio. Stanislav Černy era amigo suyo, ¿no?

—Conocidos —corrigió entre dientes—. ¿Falta mucho para que la calle esté despejada? Tengo una reunión de negocios y no quiero llegar tarde.

—Puedo acelerar las cosas por un pequeño precio —frotó los dedos índice y pulgar indicando lo que quería.

Marek entendió el ademán y dijo al cochero:

—Tibor… aquí nuestro representante de la ley quiere un incentivo, ¿crees poder dárselo? —Los orbes añil refulgieron de malignidad.

Las palabras fueron arrojadas con doble intención. Advirtiendo implícitamente no cruzar la línea. La imagen repulsiva de su palafrenero reforzaría ese mensaje.

—Sí, amo —los ojos oscuros, como boca de lobo, se quedaron fijos en el agente. Sacó del bolsillo una bolsa de cuero de la cual extrajo diez coronas—. Aquí tiene.

El gendarme alargó la mano con recelo. Cuando las monedas cayeron en su palma se apresuró a retirarla, pero Tibor lo sujetó con fuerza de la muñeca

—Es terrible cómo murió Stanislav Černy, ¿no? —rio, mostrando una dentadura descuidada, enmarcada en un rostro cadavérico.

El hombre se estremeció de temor. Se sobó la muñeca cuando la tuvo libre. Dio la vuelta a donde estaba la escolta del muerto y la detuvo para que el carruaje cruzara sin inconvenientes.

Tras la ventana del coche, Marek inclinó su sombrero en gesto de agradecimiento, sin perder la expresión de burla maliciosa.

Tiempo después, llegaron al salón de obras públicas.

Marek descendió haciendo gala de la aristocracia que lo caracterizaba. En la mano derecha llevaba un maletín y en la izquierda un bastón que remarcaba sus estatus social.

—Buenos días, Marek —Lo saludó un hombre de elegante envestidura.

—Buenos días, Rybar —compuso una falsa sonrisa—. ¿Vienes por la resolución?

—Desde luego, ¿qué otra razón tendría? —Dio una mirada fugaz a Tibor.

Marek notó el gesto. Fue hasta su cochero y le susurró al oído:

—Cambio de planes, encárgate de nuestro amigo inmediatamente.

Él asintió y marchó a ejecutar las órdenes de su amo.

—Después de ti —dijo, devolviendo la atención a Rybar.

Ambos hombres intercambiaron una mirada enigmática. Subieron las escalinatas, la tirantez se palpaba en la atmósfera matutina.

Al llegar a la sala, cada uno buscó con la mirada sus respectivas mesas. Y ya sea por el azar o por una acción premeditada, los dos caballeros fueron ubicados en el mismo lugar. No hubo oportunidad de solicitar un cambio, la estancia estaba ocupada totalmente. Y no era para menos, ese día se anunciaría el ganador que llevaría a cabo la construcción del Museo patriótico de Bohemia.

Muchos eran los ofertantes que esperaban ser los favorecidos. Y esa información solo estaría disponible cuando la obra fuese adjudicada, a menos que hubiera alguna forma de acceder a ella antes del anuncio.

Marek sonrió, autosuficiente. Con dinero y los contactos adecuados nada era imposible. En su maletín guardaba una contra oferta que derrotaría a cualquiera de sus adversarios. Sobre todo, ansiaba derrotar a su competidor principal: Rybar Jelínek. No solo tenía que tolerar que se llevara las mejores obras, también tenerlo como vecino. Incluso hasta mesa estaban compartiendo. Parecía que el destino confabulaba para juntarlos de otras formas.

Desvío el interés a la multitud. Detuvo la vista en un individuo en particular, una cara nada familiar entre los convocados. Evaluó la mirada del desconocido, la misma que estaba detenida en su contrincante.

Rybar y ese caballero hablaban a través de los ojos, en un diálogo apenas perceptible. Tramaban algo, tal como lo había previsto. Esbozó una ligera sonrisa.



Ojos oscuros e inquisitivos examinaban la sala, tratando de no levantar sospechas. En pocos minutos dio con lo que buscaba: su As bajo la manga. Contempló por breves segundos a un hombre de aspecto enjuto, reforzaron el acuerdo a través de la mirada.

Retornó la vista y pilló a Marek observándolo fijo.

—Supongo que tú también tienes un plan B —soltó Rybar, sin rodeos.

—Mis planes no son de tu interés.

—Espero que pueda superar al mío—rio sarcástico.

Llevó un vaso de agua a la boca, sin desviar la vista. Marek era un tipo impulsivo y rencoroso. No solo había heredado los bienes de su parentela, también las rencillas que existían desde antaño entre sus respectivas familias. Con él nunca podía descuidarse aunque hayan llegado a un acuerdo.

—¿Quién es el tipo? —soltó Marek, crudo.

Así era su vecino y contendiente. Detestaba ese trato, pero a diferencia de él, no demostraba la irritación que le producía. Devolver una sonrisa por cada agravio le representaba mayores satisfacciones.

—Pronto lo sabrás.




No transcurrió mucho tiempo para que esa información fuera desvelada.

La voz del director de obras se hizo eco en toda la alquería. La construcción del museo fue adjudicado a la compañía de Rybar Jelínek y su socio extranjero.

El anuncio no agradó a Marek. Esperaba ser él quien se llevara el contrato. Sin embargo, Rybar se quedó con la nueva edificación. Para el insigne burgués solo quedaron las sobras.

Advirtió a varios colegas voltear la cabeza en dirección a él. Algunos con descaro, otros con disimulo. Se irguió de la silla y felicitó al ganador. De algún modo él también había ganado. Luego abandonó el sitio a paso tranquilo, sin evidenciar ningún atisbo de malestar.

Afuera recordó que su cochero había partido a realizar el encargo que le pidió. Iba a solicitar un carruaje particular cuando a sus espaldas una voz conocida lo llamó:

—¡Marek! Si vas a casa puedes ir conmigo en mi carruaje —ofreció Rybar—. Somos vecinos al fin y al cabo.

Por desgracia, caviló Marek. Asintió a que lo llevara.

No hubo intercambio de palabras en lo que duró el trayecto. Cuando llegaron, cada uno tomó el sendero contrario. Vivían frente a frente, en una vigilancia constante  de las acciones del otro.

—¿Será que lloverá hoy? —dijo Rybar mirando al cielo. 
Marek detuvo el caminar. Esa era la señal, la respuesta no fue afirmativa.

—No lo creo. —Prosiguió la marcha, riendo para sus adentros.

Pasaron tres días y la frase volvió a repetirse en tono desesperado cuando Marek paseaba cerca del viñedo de Rybar. El objetivo fue provocar un encuentro con él.

—Sí, con intensidad a mi parecer.

Rybar exhaló, regresando apurado a su casa.

Marek llegó al sótano que unía ambas residencias, con pasos parsimoniosos para exasperación del individuo que aguardaba impaciente su llegada.

En la reunión clandestina otro personaje se escondía entre las sombras.

—Marek, ¡tienes que ayudarme! —Fue más una exigencia que una petición—. Mi socio desapareció con el  dinero que aporté al proyecto. ¡Me ha dejado en la ruina!

—No debiste asociarte con ese tipo —recriminó, impertérrito.

—¡Era un hombre serio! Sus antecedentes así lo reflejaban. —Se pasó las manos por el cabello, agobiado—. Necesito un préstamo. Mi reputación como constructor está en juego. Míralo como una compensación por los favores que te he hecho.

—¿Favores? Sobras es lo que he recibido de ti, obras insulsas sin ningún renombre. No pienso ayudarte, al contrario... —lo miró con desprecio—. ¿Crees que voy a desperdiciar esta oportunidad que tanto me costó crear?

El rostro de Rybar pasó de la sorpresa al horror.

—¿Fuiste tú el responsable?

Marek asintió, diabólico.

—Intuí que harías algo para ganar el contrato, como es tu costumbre. Ese individuo que te estafó te lo envíe yo.

—¡No puede ser! Tu actitud me indicó que no lo conocías...

—Todo fue un teatro. Analicé que si quería ganarte debía jugar tus mismas cartas —soltó una carcajada macabra—. Tú siempre subestimándome. Esperé pacientemente estos tres días a que me buscaras, con el único fin de ejecutar mi venganza. Limpiaré el honor de mi familia, mancillado por la tuya al sabotear una de sus construcciones, con el fin de quedarse con la totalidad de la obra que compartían.

—No… te saldrás con la tuya…—el miedo ocasionó que la voz le temblara—. Si me pasa algo… todos se enterarán de nuestra falsa enemistad. De los contendientes que nos hemos deshecho.

—¿Te refieres al agente, ese cerdo extorsionador? Lamento decirte que ya no está en este mundo, al igual que esa amante tuya. No tienes a nadie que declare en mi contra —se acercó, amenazante.

—Marek… no soy culpable de lo que hicieron mis antepasados. Pensé que eso estaba superado.

—¡Nunca! —bramó—. ¿Y tu rostro de suficiencia cada vez que me ganabas un proyecto, qué? Con tu muerte la construcción del Museo pasará a mi cargo.

—¡Si me matas las sospechas recaerán en ti! Que tú asumas la obra llamará la atención —dijo Rybar, en un intento por salvar el pescuezo—. Además, ¡soy un noble! No te será fácil esquivar la ley.

—Ya no tienes dinero que respalde esa nobleza. Tu muerte será un lucro para mí  —dijo en tono aplastante—. Cuando el inspector investigue las causas de tu expiración las piezas encajarán por sí solas —se carcajeó—. Lo he planeado todo minuciosamente. Erigiré mis futuras construcciones sobre los huesos de tu familia.

Marek acorraló a Rybar, hasta que la espalda del infortunado chocó con un pilar. Este viéndose cerca del fin, agarró un martillo de la mesa de junto. Iba a defenderse cuando fue atacado desde atrás con una pala.

—¡Excelente golpe, Tibor! —elogió Marek.

—Gracias amo.

—Encárgate de él. No dejes ningún rastro que nos asocie a su deceso.

—Así lo haré —dijo perverso.

Marek sonrió satisfecho. Contaba con una eficiente y leal servidumbre.

—También encárgate del socio que estafó a Rybar. No me gustan los cabos sueltos. Y por último, sella las entradas que unen a ambas casas, que no quede indicio de la conexión de estas.


Transcurridos cuatro días, el cuerpo de Rybar apareció flotando en el río VItava. Y días antes el cadáver del agente apareció colgado del techo, suceso que fue archivado como suicidio. Los fallecimientos fueron conectados con el homicidio del socio comercial de Rybar y con las
desapariciones de dos arquitectos. Con las muertes también salió a flote los sobornos realizados a altos funcionarios.

Marek quedó libre de toda sospecha. El hecho de que solo participara en construcciones de bajo perfil lo mostró como uno de los tantos perjudicados por la compañía Jelínek. Y gracias al revuelo de dádivas y a que un elemento del cuerpo policíaco estuviera involucrado, el inspector enfocó toda la atención en ese caso.

El apellido Ondrejka volvió a ser reconocido en el medio constructor, convirtiéndose en uno de los consorcios más destacados de Praga y toda Europa. El Museo patriótico de Bohemia fue uno de los tantos inmuebles que le dieron prestigio a la empresa de Marek.

Mas nadie nunca sabría el pasado oscuro que le confirió tan lustrosa fama.

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