..."Arrodillate"
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Caminaba despacio, no sabía si esto era bueno pero rogaba que aún no estuviera abierta la barbería.
Los pasos cada vez era más lentos.
La respiración fuerte y el sudor de las manos era algo que no se podía controlar.
... Estaba cerrado.
...Como era posible?
Caminé desesperado a cruzar la calle, no quería estar aquí o siquiera que él llegase une vea.
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Más de dos horas han pasado, llevo meditando en este columpio, arrastrando los tenis en el pasto.
Queriendo no haber contado tanto, nosé, solo quisiera haber conservado está amistad.
Me puse de pie, regresaría a casa.
Caminé convencido de todo.
Estaba por llegar a la barbería, estaba el dueño, también veía a Samuel de espalda.
Pude haber corrido, pude haber cambiado el destino.
... Toqué.
...Manipularia lo que pudo haber no ocurrido.
Entré.
-Hey...
Dijo el dueño.
No había nadie.
Samuel me saludó.
De pronto los comentarios de su pasión por el cuerpo femenino en modo de según ellos halagos se dió.
Era súper incómodo y lo peor era la pasión del jefe de Samuel por su aberración a personas como yo aunque dije que odiaba ser etiquetado.
Fue algo que me lastimó demasiado.
No podía escuchar al jefe de Samuel cuando hace unos años él era un desastre de persona.
Es escucharlo y saber que no dice la verdad, que él posee una doble vida.
-Debo irme.
Me puse de pie tan rápido que lo único que pasaba por mi cabeza es saber que era un estúpido.
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Viernes.
Más de la misma mierda.
Pasé por ese local pues es contradictorio que cambie por el camino más largo si no me escondo.
Los vi, jefe y empleado conversar con unos clientes de sus aventuras con centenares de mujeres.
Solo pase, como si jamás los hubiere visto.
-Varón de Dios!
-Amigo...
Primero el jefe, luego Samuel.
No volteé, tampoco apresure el paso.
Seguí, ya quería enfocarme en no ser despistado y caer por no ver al suelo.
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Sábado.
Recordaba haberle dicho a mi mamá que a él le gustaba la parrillada. Eso fue hace más de un mes y ella se ha acordado.
-Llévale a tu amigo.
Fue su oración al darme el recipiente.
Podía haber botado la comida.
Pude haber dicho una mentira, como que no trabajaba hoy pero no lo hice.
Tomé lo que ella me dio.
Caminé hasta el local de él.
Toqué la puerta.
Su cara de felicidad era muy amplía.
No pude más que ser masoquista, olvidé todo y sonreí al verlo feliz.
-Toma, espero...
Pero él me interrumpió.
-Gracias, no te marches...
No demoró mucho.
Eran las nueve de la noche.
Las puertas las empezó a cerrar.
Iba ya a salir pero él entró primero.
-Arrodillate...
Fue lo que dijo.
No pude responder.
No supe que hacer.
-Arrodillate...
Volvió a repetir al tomar mi hombro e inclinarme hacia el suelo.
Su mirada fija.
Su respiración fuerte.
Yo era lo contrario, un desastre que se olvidó que se podía ver a otras direcciones, un bobo que ya no sabía cómo se respiraba.
Puse mi mano en su entrepierna.
Él se sonrió y tocaron la puerta.
Me supe de pie tan rápido que me mordí la lengua.
-Mañana, a las 10 de la mañana...
La puerta él la abrió.
Era un señor, sabía que era el que lo iría a dejar a su casa.
Salí,las luces y las puertas las cerró.
Se despidió con la tranquilidad que a mí me faltaban.
Quedé torpe sin saber cómo caminar hasta casa ya que las piernas no me daban señales de reacción.