||+18|| ▪TURN ME ON ▪...

Door Bugginette_7u7

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Defraudado por su madre, Adrien Agreste se convierte en un casanova sin ningún tipo de aprecio hacia las muje... Meer

ᐃ SINOPSIS ᐃ
1. UN PAR DE BOBOS
2. BESOS EN EL AIRE
3. CICATRICES
4. CONTRADICCIÓN
5. CONTRATAQUE
6. UNA TREGUA
7. ODIOSA TENTACIÓN
8. EL RASTRO DE UN BESO
9. UN JUEGO PELIGROSO
10. MARCADA
11. UN PASO MÁS
12. LLUVIA DE BESOS
13. ROMPIENDO ILUSIONES
14. PENITENTE AGONÍA
15. PROBLEMÁTICO
16. MI CHICA
17. BUSCANDO LA VERDAD
18. LAS COSAS CLARAS
19. VERGÜENZA
20. UN BESO PARA ROMEO
21. JUEGO DE FUEGO
22. MAR DE PLACER
ANUNCIO NUEVO FIC ADRINETTE
23. CABEZOTA
24. ESCONDIDOS
25. RENCOR
26. INQUIETUD
27. VESTIGIOS DEL PASADO
28. DESCONFIANZA
29. REGÁLAME ESTA NOCHE
30. GATO AL ACECHO
31. AL DESCUBIERTO
32. DUDOSAS INTENCIONES
33. LA HORA DE LA VERDAD
34. ACLARACIONES
35. ESTAMOS BIEN
36. UNA OPORTUNIDAD
37. TENER FE
38. NUESTRO FUTURO
EPILOGO
NUEVO FIC + NOTICIAS
EXTRA I. [EL CUMPLEAÑOS - 1/2]
EXTRA I. [EL CUMPLEAÑOS 2/2]
EXTRA II. FAMILIA
EXTRA III. EL DÍA MÁS ESPERADO

▪ PROLOGO ▪

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Door Bugginette_7u7

Nuevo día, nuevas oportunidades, al menos eso es lo que se suele decir, aunque a veces, es solo una forma de autoconvencerse de que todo irá bien frente a la rutina y la cruda realidad que se impone con la inevitable rutina.

Era el segundo lunes de septiembre, las vacaciones de verano habían llegado a su fin, dando comienzo las clases y con ello el consecuente estrés académico.

En un lujoso apartamento en el centro de París, un joven de cabellos dorados y su padre desayunaban en la mesa del comedor, el mayor ojeando un periódico a modo de distracción mientras que el rubio daba un sorbo de su zumo de naranja.

— ¿Crees que este año te irá mejor? — cuestionó su progenitor sin desviar la atención de las planas.

El muchacho posó sus esmeraldas en el semblante circunspecto del que era su modelo a seguir en la vida, dejando el vaso a un lado y recargándose en el respaldo de la silla con engorro.

— No lo sé. — contestó con parsimonia—. Peor, seguro que no.

— Adrien...

— No hace falta que me des el sermón, papá. — lo interrumpió con una sonrisa despreocupada—. Te prometo que no volveré a repetir de curso y, con un poco de suerte, el año que viene estaré estudiando en la Universidad.

El chico se incorporó del asiento en una postura relajada, yendo donde su mentor, que entonces lo miraba con una expresión más receptiva.

— Sabes que solo me preocupo por ti, no quiero que eches tu futuro a perder. — alentó con voz apacible, observando como su descendiente lo escuchaba atentamente—. Sé que desde que tu madre y yo nos divorciamos, las cosas no han vuelto a ser...

— Esa mujer no es mi madre. — espetó desdeñoso el de gemas verduzcas.

— Hijo...

El menor no quiso seguir con la conversación, andando hasta el recibidor y dejando a su padre con la palabra en la boca.

— Me voy al instituto. — enunció cargando su mochila con pesadez—. Nos vemos a la tarde.

El hombre restó inmóvil en su posición, contemplando como su vástago ni siquiera volvía a dirigirle la mirada, encaminándose hasta la puerta y desapareciendo tras ella en silencio.

Pese haber transcurrido tres años desde la separación de sus padres, aquel recuerdo amargo era algo que seguía atormentando al chico cada vez que el tema salía a la luz; obligándose a hacer caso omiso a ello, por tal de no dejarse llevar por las emociones negativas que lo embriagaban.

Aún y así, aquella situación lo había cambiado, no pudiendo ver a las mujeres de la misma manera que antes, debido a que la que consideraba él como a su ángel protector, había abandonado a su familia para fugarse con un desgraciado que había conocido en el trabajo.

Ante tan deplorable panorama, Adrien perdió la fe en el amor y en la buena voluntad del sexo opuesto, creándose una máscara que solo le hacía ver y conseguir lo que quería de, como él nombraba, unas interesadas.

Mientras recorría las calles de la ciudad, se dejó atrapar por sus pensamientos, apenas percatándose de que no estaba solo en su paseo.

— Te veo muy pálido, colega.

El susodicho se exaltó, resoplando con hastío al ladear el rostro e identificar a su fiel camarada.

— Joder, Nino. — se frotó la nuca, aún marchando a un paso calmado—. ¿Podrías dejar de hacer de Casper y actuar como a una persona normal?

— ¿A quién llamas Casper? — le rebatió con sarcasmo el moreno—. El único fantasma aquí, eres tú... ¡Lechoso!

— Sí, sí... Lo que tú digas.

El de hebras doradas trató no seguirle el juego, metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón, dirigiendo la vista al horizonte.

— ¿Cómo te fue por España? — preguntó con fisgoneo el de lentes.

— No estuvo mal. — contestó en un semblante desinteresado.— Mucho calor y mucha playa.

— Y... ¿Qué hay de las chicas? — se interesó con una mirada curiosa.

Él muchacho no respondió, tomando su móvil y enviando un mensaje mientras su amigo se asomaba por su hombro y leía con interés.

— Dime que a quien estás escribiendo, no es la Chloe que tú y yo conocemos. — se alarmó el de tez bronceada con voz altiva.

— ¿Es que conocemos a más? — se jactó el joven, guardando de nuevo el aparato en su bolsillo del pantalón.

— Vale, tío, tú estás para el manicomio. — intervino sin poder creerlo, haciendo una mueca de repelús—. Sabes que puedes tirarte a todo lo que se menee, pero... ¿Chloe? — negó con la cabeza rotundamente, con un escalofrío recorriendo su columna—. Ni hablar, eso sí que sería asqueroso.

« Pues fue asquerosamente genial. »

Nino lo observó con el ceño fruncido, abriendo los ojos desmesuradamente ante la falta de respuesta de su amigo, agarrándolo por el hombro y haciendo que lo afrontara.

— ¿Te acostaste con ella? — el blondo conservó sus labios sellados, provocando que el de lentes elevara el tono considerablemente—. ¡No me fastidies! ¡Es Chloe!

— ¿Y? — soltó al final con un encogimiento de hombros.

— ¿Y? — repitió con las manos en las sienes—. Esa chica se ha acostado con media Francia, ¿no tienes miedo de que te haya contagiado algo raro?

— Usé capuchón.

Lahiffe se palmeó la frente, aún incrédulo por lo despreocupado que se mostraba el rubio, intentando ignorar los hechos para seguir con su camino, al mismo tiempo que su compañero lo abrazaba por el cuello amistosamente.

— A mí no me vengas con mimitos, que esas manos están sucias. — le instó apartándolo de él.

— Vale, tío, tampoco tienes que ponerte así. — se carcajeó el ojiverde, llevándose las manos a los bolsillos del pantalón.

Durante el resto del trayecto, mantuvieron una conversación más amena; comentando lo que habían hecho en las vacaciones, qué expectativas tenían para el curso que comenzaban, entre otras varias trivialidades.

Ya cuando llegaron al instituto, todo seguía en su sitio, con un sentimiento de decaimiento haciéndose presente al cruzar el umbral del centro.

« Y... volvemos a la cárcel. »

— Este año tenemos que aplicarnos. — expresó con convicción el de orbes marrones.

— Pero sin estresarnos demasiado.

— Tío, hablo enserio, sino apruebo... Mis padres me matarán.

— En cuyo caso, te traeré cada día flores a la tumba. — se mofó el rubio.

Entre bromas y reproches, ambos llegaron al aula, encontrándose con nuevas caras y otras ya conocidas, caminando hasta la fila del fondo para ocupar los pupitres más alejados de la pizarra.

Después de saludarse y estudiar el espacio, el dúo de amigos se acomodó en sus respectivos sitios, viendo como al cabo de un rato aparecía su tutor por el marco de la puerta, pidiendo silencio y plantándose ante los alumnos.

— Bueno, chicos, comenzamos nuevo curso. — inició el hombre de cabello castaño y expresión juvenil—. Mi nombre es Gerald Vance y seré vuestro tutor.

Los jóvenes cuchichearon, generando un murmullo de fondo que el maestro se apresuró en silenciar al palmear las manos con firmeza, rompiendo el ambiente distendido que se había creado al comenzar la clase, convirtiéndolo en uno de más tenso.

— Sé que ya sois mayorcitos, por eso mismo, no me gustaría tener que trataros como a niños pequeños, pero... — el mayor sacó un folio del cajón del escritorio, revisándolo con seriedad—. ... creo que para evitar problemas, lo mejor será que yo sea quien os asigne el sitio donde sentaros.

— ¡¿Qué?! — exclamó Adrien desde la fila del fondo, levantándose de un salto—. ¡No puede hacer eso!

Todos los presentes se voltearon para ver al rebelde, a la vez que el catedrático se mantenía inescrutable e inflexible.

— En realidad, sí que puedo.

Sin hacer caso a las protestas de sus discípulos, Gerald fue distribuyendo a los varios integrantes del salón en las mesas, emparejándolos al azar, sin escuchar las objeciones por los cambios que realizaba.

— Agreste. — nombró el hombre con voz tenaz, escudriñando el espacio en busca del sujeto en cuestión—. ¿Adrien Agreste?

« Sigue buscándome, a ver si me encuentras. »

— Está aquí. — delató un castaño que respondía al nombre de Kim.

Los ojos del rubio fulminaron impasiblemente a quien lo había entregado como a carne de cañón, mismamente observando como el profesor avanzaba pacientemente hacia él.

— No sé porqué, pero no me extraña. — murmuró el mayor.

— Este es mi sitio. — reclamó el chico, cruzándose de brazos, repantigado en la silla.

El señor Vance sonrió con suspicacia, causando un deje de desconcierto en el adolescente, sobre todo, cuando el tutor instó a Nino a levantarse de su asiento, luego haciendo que una de sus compañeras se aproximara donde él se hallaba.

— El sitio es tuyo. — enunció el castaño sin perder la compostura, indicando a la fémina que ocupara la silla que quedaba vacía contigua a la de él—.

— ¡Oiga! ¿Qué hace? — se quejó el afectado, ojeando como la joven se acomodaba en el asiento de al lado, después regresando su mirada donde el mayor —. ¡Devuélvame a Nino!

Aquella pataleta no iba a servirle de mucho, pues el mencionado ya estaba siendo ubicado en una de las filas delanteras, mientras que por otra parte, el varón de mediana edad volvía a centrarse en el gamberro de mechones rubios.

— Lamento decirte que tu amigo se va a sentar en la primera fila, pero tranquilo, que tú vas a estar muy bien acompañado con... — leyó la lista que sostenía, focalizándose después en la nueva compañera de aquel insolente—. ... Marinette.

Adrien tensó la mandíbula, mirando con disimulo a la chica en cuestión, la cual permanecía en silencio sacando los libros de la mochila, colocándolos sobre la mesa.

Él la estudió arrugando el entrecejo, enseguida arremetiendo en contra del adulto con la paciencia y el temperamento menguando.

— ¡Ni hablar! No pienso sentarme con... ésta. — comentó despectivamente.

— ¡Eh! — exclamó la aludida en un tono respondón, provocando que el rubio la afrontara sorprendido—. ¡Que no hable, no significa que no te escuche!

Una sonrisa bravata se dibujó en el rostro del varón, ladeándose para contemplarla con travesura.

— ¿Qué pasa, bichito? ¿Te molesta que no te haga caso? — murmuró en un tono seductor.

— ¿Bichito? Cuida tu lengua, gato estúpido. — le reprochó con acritud.

— ¿Te estás metiendo conmigo?

— No, para nada. — ironizó con perspicacia.

Sus miradas chocaron violentamente, profesándose todo tipo de odio y pesadumbre, hecho por el que su profesor decidió mantenerse al margen, viéndolos enfrascados en aquella burda discusión.

Entretanto, los alumnos ya ocupaban los pupitres que les habían sido asignados, con la clase impartiéndose a los pocos minutos con la normalidad que era posible, pese a las caras largas de a quiénes no les había gustado el cambio de lugar.

Cuando Gerald se dispuso a anotar varias indicaciones en la pizarra, los pupilos empezaron a murmurar por lo bajo. Adrien seguía molesto con su nueva compañera, sin quitarle el ojo de encima, mientras ella apretaba los dientes en tensión.

— ¿Vas a mirarme todo el rato? — soltó a regañadientes.

— Hasta que me canse. — se jactó despreocupadamente, recargando el mentón sobre la palma de su mano.

La ojizarca viró el rostro con brusquedad, viéndose reflejada en la mirada esmeralda de aquel petulante engreído.

— Deja de incordiarme. — amenazó en un susurro.

— Solo te miro.

— Me pones nerviosa.

— ¿Te pongo? — cuestionó con pillería, provocando en la muchacha un tenue rubor en sus mejillas que le hizo ensanchar más su sonrisa de granuja—.

Marinette infló los mofletes, después soltando una bocanada de aire, adoptando una expresión más resignada.

— Mira, no quiero problemas, así que... — extendió una mano hacia él, desconcertándolo al sonreírle con amabilidad—. ¿Empezamos de cero?

El Agreste la recorrió de arriba a abajo con la mirada, relamiéndose de forma seductora, entrelazando su mano con la de ella y acercándose peligrosamente a su rostro.

— ¿Seguro que quieres empezar de cero? — bisbiseó a una exigua distancia.

Aquel acercamiento tomó desprevenida a la fémina, zafándose de él con sutileza, no permitiéndose mostrar flaqueza ante las provocaciones del muchacho.

— Mejor olvida que existo. — contestó con reproche, mirando de nuevo hacia adelante.

Adrien sonrió superfluamente, centrándose en las habladurías de su tutor en lo que quedaba de clase, ya sin más persistencia ni comentarios dirigidos a la fémina.

No tenía ganas de enzarzarse nuevamente en un enfrentamiento con la azabache, aunque debía admitir que disfrutaba ver con qué facilidad se crispaba y las expresiones engorrosas y adorables con que lo contradecía.

Ante ese último pensamiento, se refregó la nuca, ahuyentando cualquier tipo de debilidad o empatía que pudiera condenarlo.

« Es solo una mentirosa más. »

Repitiendo esas palabras en su mente, no volvió a dirigirse a la muchacha en lo que restaba de clase, con sus rasgos tornándose más fríos y afligidos, sin intención de volver a relacionarse con ella.

▪▪▪▪▪

Aquí os traigo el prólogo de esta nueva historia 🙈🙈

Como ya os habréis dado cuenta, ¿Adrien es un poco odioso? Pero todo tiene su porqué, ahí es ver si sigue así de necio o qué ocurre! :3

Por si no fuera poco, conoció a Marinette y a ella le va a tocar soportarlo. ¿Qué pasará? ¿Se llevarán bien o no se podrán ni ver?

Espero que os haya gustado e intentaré subir esta semana el primer capítulo de esta historia! Nos leemos y escribimos🤗

Un beso!!😘

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