—Los ha dejado ir—uno de los malditos dice aún retorciéndose en el suelo como una larva, si la larva fuera tonta y asquerosa.
Demonios se acercan a los humanos sosteniendolos para impedirles escapar, los maldigo entre dientes, puedo sentirlo removerse detrás de mí esperando una explicación. Me giro para poder verlo en vivo y directo.
—Adam—lo saludo fingiendo que todo sigue igual entre nosotros.
—Eve.
Su voz esta cargada de emocion genuina, sus ojos respalden cuando encuentran los míos. Evado su mirada sintiendo culpa por lo que debo hacerle, no quiero herirlo, le quiero y sé que el también me quiere a mí, lo que hace esto mucho más difícil.
—Señor—el demonio sosteniendo a la mujer lo llama atrayendo su atención, recordándole lo que estaba a punto de hacer.
—¿Porqué los dejaste ir?—frunce el ceño confundido.
—No son lo suficientemente fuertes, en cuanto los poseen morirán—miento.
Sé que es una mentira inútil, pero tengo que intentarlo, quiza con un poco de suerte Adam se olvide de ellos y los deje ir. Adam hace un movimiento con la cabeza dando instrucciones, la mujer grita desesperada, el hombre lucha contra los demonios lo mejor que puede, sin embargo no es suficiente.
Escucho el crujir de sus cuellos callandolos de golpe, un nudo se forma en mi garganta mientras observo a esas almas abandonar sus cuerpos.
—Sabes lo que tienes que hacer—el aliento de Adam choca en mi oreja, acaricia mis brazos antes de darme un empujón hacia sus víctimas.
No quiero hacerlo, pero tengo que, no puedo dejar que se queden en la tierra perdidos. Me acerco a las almas quienes me miran confundidas, miro a Adam de reojo segura que él no puede ver lo que hago. Sostengo a las almas transportandolas al cielo, el dolor en mi cuello llega de golpe, muevo la cabeza de un lado a otro soportando el dolor lo mejor que puedo.
—Esta hecho—logro decir molesta.
—Excelente—eleva la comisura de su labio formando una sonrisa ladeada.—Déjenos solos.
Los demonios salen del lugar dejando los cuerpos atrás, los últimos dos me miran con enojo antes desaparecer. Las manos de Adam se aferran a mi cintura pegándome a él detrás de mí, sus labios besan mi cuello con delicadeza.
—Te extrañe.
No respondo, me quedo en donde estoy mirando el desastre que hicimos. Las manos de él ganan más confianza tocando mi piel desnuda, me aparto de él quitando sus manos de mi, no quiero que me toque.
—¿Porqué matarlos?
—Si no son lo suficiente fuertes para nosotros entonces no nos sirven de nada—se encoje de hombros con indiferencia.
—Te equivocas, ellos aún nos sirven...
—Tenemos que alimentar el infierno con sus almas—me recuerda, se acerca con cautela acariciando mis brazos.—¿Qué sucede amor? ¿Te siento diferente?
—Te lo dije, regresar aquí podría cambiarme.
—Lo sé—susurra.—Pero prometiste que nada cambiaría ente nosotros.
Trago duro, evado su mirada mirando un punto indefinido, sostiene mi mentor obligándome a verlo.
—¿Qué sucede?—insiste.
No puedo fingir con él, sabe que hay algo que me tiene angustiada. Me muerdo el labio nerviosa, no sé cómo decírselo, cómo lo vaya a tomar.
—Mi familia, era una ilusión que creo Hambre—opto por decir una verdad.
Frunce el ceño perplejo.
—¿Cómo?
—Me lo confesó, él los creo creyendo que estaba ayudándome.
Asiente procesando la información.
—Ahora que ya sabes la verdad, ¿te sientes mejor?
—Si—suspiro.
—Me alegro—sonríe genuinamente. Atrapa mis labios entre los suyos, besándome con nada de delicadeza, devorando mis labios.—Te extrañe.
Suspira absorbiendo nuestro alienti. Quiero alejarme, pero no puede sospechar de mí, necesito que aún crea que estoy de su lado para llevar a cabo el plan sin ningún contratiempo. Intenta profundizar el beso, un demonio nos interrumpe.
—Señor.
—¿Qué?—Adam gruñe molesto.
—Encontramos un ángel.
Mi cuerpo se tensa al imaginar de quien están hablando.
—Ahora vuelvo—Adam voltea a verme.
—No. Yo quiero ir contigo—digo esperando no sonar tan desesperada.
Asiente sosteniendo mi mano, guía el camino hasta la salida de la casa, mi corazón se salta un latido en cuanto mis ojos se encuentran con los de mi ángel.