My Side [Harry Styles]

By Pica4chu

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Paige Benson se sentía como si hubiera ganado la lotería cuando llegó desde Dakota del Norte con las llaves d... More

Capitulo 01: esposas y aerosol de pimienta
Capitulo 03, primera parte: ¡Ye! Costco
Capitulo 3, segunda parte: ¡Ye! Costco
Capitulo 04, primera parte: Besa mi trasero brasileño.
Capitulo 04, segunda parte: Besa mi trasero brasileño
Capitulo 05: Nuevo trato alias la casa de juegos
Capitulo 06: Bromance
Capitulo 07 primera parte: Incomodo como el culo
Capitulo 07, segunda parte: Incomodo como el culo
Capitulo 08: el contrato de grabacion
Capitulo 09: pies fríos
Capitulo 10: Sencillamente incorrecto
Capitulo 11: Buenas noches Dakota del Norte
Capitulo 12, primera parte: La caza del puma
Capitulo 12, segunda parte: La caza del puma
Capitulo 13, primera parte: Vida nocturna
Capitulo 13, segunda parte: Vida nocturna
Capitulo 14: Recuerdame
Capitulo 15, primera parte: Lo que sucede en Nueva York
Capitulo 15, segunda parte: lo que sucede en Nueva York
Capitulo 16: la reina del drama
Capitulo 17: quiero mi MTV
Capitulo 18: El fallecimiento
Capitulo 19: La lluvia de Noviembre trae el dolor de Diciembre
Capitulo 20: cuando eramos jovenes
Capitulo 21, primera parte: punto de partida
Capitulo 21, segunda parte: punto de partida
Capitulo 22: esto no es reducir la velocidad
Capitulo 23: conejitos y brownies
Epilogo
Agradecimientos

Capitulo 2: compañeros

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By Pica4chu

Me sentí mucho peor cuando el chico tatuado sacó un contrato de alquiler, idéntico al mío, de un armario. Él despotricó y me señaló y bramó una sarta de maldiciones cuando los policías les quitaron las esposas a él y a la chica. Ellos trataron de calmarlo, sacudiendo la cabeza y murmurando:

—Este es un problema civil. Necesita contactar con la gente que gestiona la propiedad.

El chico se enjuagó los ojos en el fregadero de la isla y me enseñó el dedo medio, con agua goteando de su cara enrojecida.

—Esto es una puta mentira. Quiero que la escolten fuera de la propiedad. Utilicen las esposas.

Me sentí enferma. Todo mi plan estaba dando un giro enorme por un camino para el que no estaba preparada. El policía negó con la cabeza.

—Es tanto tuyo como de ella, a nuestros ojos.

Uno de los otros policías le indicó al chico que se acercara.

—Harry, ¿puedo hacerte firmar esto?

¿Por qué no quería mi firma? ¿No fui yo quien llamó? Tal vez se trataba de una declaración de testigo para su defensa, y yo no necesitaba una porque había llamado. Me abracé a mí misma y deambulé por la sala de estar.

La chica sollozante corrió y agarró su camisa. Ella abofeteó al chico de pelo oscuro cuando se fue. El chico recibió el golpe, lanzándome dagas con la mirada.

—Supongo que no habrá final feliz al final de esa comida.

Me di cuenta que lo colorado comenzaba a aclararse en sus ojos, irradiando odio azul oscuro hacía mí. No me había fijado que sus ojos eran azules. Habían parecido negros, con odio. La forma en que frunció el ceño, se llevó toda la luz de sus ojos.

El policía se echó a reír con el chico y se guardó lo que le firmó.

—Esto es muy gracioso. Tienes que admitirlo. Tú siendo tú y todo lo demás.

El chico no parecía sentir ganas de reír. Parecía salvaje. Yo no tenía ganas de reír. Me abracé a mí misma y marqué a la oficina del administrador de la propiedad... otra vez. Cuando fue a parar al contestador automático, me sentí homicida.

El chico señaló la puerta.

—Bueno, ahora que hemos determinado que este es nuestro piso, ¿pueden salir todos y dejarnos a ella y a mí solucionarlo, antes de que nos desalojen? Y me gustaría ponerme mi camiseta.

Él se secó su oscuro pelo con un paño de cocina. Su cuerpo bien torneado y tatuado tenía gotas de agua recorriéndolo. Traté de no mirar, pero era increíble a la vista, como ver a los atletas o ver una celebridad. Él tenía un perfil severo, pero había tanta belleza.

Me sorprendió mirándolo. Rápidamente cambié mi mirada de temor reverencial a la de molestia. Él me dirigió una media sonrisa, sacudiendo la cabeza.

El policía me señaló con la cabeza.

—¿Estarán bien a solas?

Casi bromeó, como si estuviera insinuando algo. No hice caso de su comentario extraño y agarré mi aerosol. Miré al alto chico enfadado junto a mí y suspiré, dándome cuenta de que no había manera de salir de esto. Asentí con la cabeza.

—Estaré bien.

El chico salió de la habitación y regresó con una camisa. Se frotó los ojos.

—Mis ojos todavía están jodidamente ardiendo.

Los policías se rieron de nuevo y nos dejaron de pie en la sala de estar, mirándonos el uno al otro. Había una oscuridad en él que me asustó. Él era increíblemente hermoso, pero parecía furioso, como si tal vez no pudiera ser capaz de controlarlo.

Su mirada asesina no disminuyó cuando curvó un lado de los labios en una sonrisa arrogante.

—¿Quieres una cerveza?

Todavía sonaba molesto, pero capté algo, un acento en la forma en que dijo cerveza. Todavía podía ver la hostilidad en sus ojos. Eran más que expresivos.

Asentí con la cabeza y me senté en el sofá. Enfurecerlo no ayudaría a la situación. Me apreté el puente de la nariz y respiré hondo. Cuando me sentí mejor, miré hacia él.

—Ya que también es tu casa, lo siento mucho por rociarte con el aerosol. —Sin embargo, realmente no lo sentía. La chica parecía una prostituta. No quiero putas en mi casa. La sola idea me daba ganas de limpiarlo todo. ¡Puaj! A mi madre le hubiera dado un ataque.

Él me dirigió la misma media sonrisa arrogante y me señaló.

—A eso le llamo una puta mentira. Apuesto que te sentiste muy bien rociándome con eso. Parecías disfrutar de ello.

Me mordí el labio y asentí con la cabeza.

—Probablemente te salvé de pagar por lo que fuera que te iba a costar, y de cualquier ETS (Enfermedades de trasmisión sexual) que habrías conseguido.

Me entregó una cerveza y se sentó frente a mí en el sofá blanco situado contra la pared frente a mí.

—Muy gracioso. Entonces, ¿de dónde eres?

Fruncí el ceño.

—De aquí no, obviamente.

Quería desempacar, limpiar mi habitación, y hacer que todo se sintiera como en casa. No quería estar teniendo una pequeña charla con este sórdido extraño tatuado, guapo o no.

—¿Estás aquí por la facultad?

Asentí con la cabeza y tomé un sorbo de la cerveza, dando golpecitos con el dedo a la botella.

—¿Así que también alquilaste a T & N Gestores de propiedades?

Él asintió con la cabeza y tomó un largo trago de su cerveza.

Pasé mis dedos por mi pelo y bebí un pequeño sorbo de cerveza. Procesé todo mientras limpiaba mi boca.

—¿Quién era el hombre con quien hablaste? ¿Tom?

Negó con la cabeza.

—Una mujer llamada Leslie.

Crucé los brazos y me recliné.

—¿Así que hablamos con dos personas diferentes sobre el alquiler del mismo lugar? Evidentemente una falta de comunicación.

Él me miró.

—Evidentemente.

Me reí.

—Lo siento, tengo que decirlo en voz alta, eso me ayuda a descifrarlo. ¿Cuánto pagaste?

—Mil quinientos al mes, todo incluido, excepto mi propio cable y teléfono. Pero todo lo demás está incluido. 

Golpeando mis dedos en la botella, asentí con la cabeza.

—Yo también.

Me guiñó un ojo.

—Claramente esto es un error, estoy seguro de que te van a encontrar un buen lugar en alguna otra parte.

Un ceño se deslizó por mi frente.

—¿Por qué supones que me voy a ir?

Bebió hasta que estuvo vacía y luego suspiró como si se hubiera refrescado.

—Porque mi contrato de arrendamiento fue firmado antes que el tuyo.

No tenía ningún argumento para lo que había dicho. Técnicamente, su contrato podía ser el que fuera válido.

Una horrible sensación recorrió mi interior, cuando mi teléfono sonó.

—¿Hola? —solté rápidamente.

—Hola Paige, soy Tom Banks de T & N. Recibí tu mensaje. Definitivamente tenemos un problema. No tenemos nada en ese barrio o cualquier otra cosa que sea tan bonito. —Su voz sonaba molesta, tal vez fueron sus palabras.

Hice una mueca.

—¿Puedo poner el altavoz? El otro inquilino está aquí.

—Por supuesto.

Lo puse en altavoz y lo sostuve. Él se aclaró la garganta.

—Como he dicho Paige, no tenemos nada en alquiler que se le pueda comparar. ¿Podéis arreglaros un par de semanas hasta que surja algo? Hay dos dormitorios, no es diferente a tener un compañero de piso.

Mis ojos se dispararon hacia el chico de pelo castaño. Él se encogió de hombros, pero yo negué con la cabeza.

—¿No esperaras que yo viva con un extraño?

El chico de cabello castaño con rulos sonrió.

—Mi nombre es Harry, Harry Styles. —Lo dijo como si pudiera conocerlo.

Fruncí el ceño hacia él y me senté erguida.

—Tom, tienes que arreglar esto. He viajado desde Dakota del Norte. Eso es un largo camino que recorrer para este nivel de falta de profesionalidad. Firmé un contrato de arrendamiento por un apartamento de dos habitaciones, con vistas al parque. Firmé para este apartamento específico. No puedes pensar que simplemente podemos vivir juntos. —Mi corazón estaba acelerado—. Podría ser un pervertido. No puedo compartir una casa con él. Él ya tenía una extraña mujer aquí, creo que era una prostituta. Probablemente está metido en las drogas o algo así.

Las cejas oscuras de Harry se elevaron.

—¡Basta ya! Espera. No necesito una niñita remilgada llamándome pervertido, Tom. Esa chica con aspecto de prostituta resulta que es una camarera muy amable de Cappy. —Él me dirigió una fría mirada, pero capté un brillo de diversión en ella—. Ahora, he firmado el contrato de arrendamiento antes que ella. Alquilé antes que ella. Si ella va a ponerme nombres y todo eso, o me rocía de nuevo; pues bien, creo que tendrá que irse.

Tom suspiró audiblemente.

—Mirad, es el comienzo del nuevo semestre, nunca tenemos nada para esta época del año. Lo siento mucho. Os daremos este medio mes y el próximo gratuitos. Así que agosto y septiembre serán gratis. Si simplemente pudierais arreglaros y estar bien durante un par de semanas juntos, estamos obligados a encontrar algunos lugares adecuados. Os reembolsaré la renta que hayáis pagado por agosto y septiembre. Luego, a partir de octubre, sólo tendréis que pagar la mitad del alquiler por cada uno de los meses que estéis juntos. Sin duda, un compromiso es posible. Actuad como adultos, por amor de Dios. Os enviaré nuevos contratos para este mes y vamos a ir mes a mes a partir de ahí, hasta que os sintáis cómodos para firmar juntos un contrato de alquiler para todo el año o encuentre otro apartamento. Sin embargo, Harry, tu contrato prevalecerá al de ella. Agregaré una clausula, para que si pierdes el derecho en los nuevos contratos de arrendamiento, los viejos sean reintegrados. No sé qué otra cosa sugeriros.

Yo estaba a punto de estallar, así que me levanté y caminé.

—Esto es inaceptable. Soy una estudiante de Derecho, no necesito una rata callejera trayendo mujeres a casa. He pagado el dinero y tenemos un contrato. Podría demandarte...

Harry me interrumpió.

—De acuerdo. Quiero que me devolváis mi renta, me quedo. Siempre me ha gustado tener un compañero de piso. Al menos, este es agradable a la vista, Tom 

Tom se rió en el teléfono.

—Bueno, buena suerte con eso Harry, no es que vayas a necesitarla. Adiós Paige, hazme saber tu decisión. —Con eso colgó.

Me quedé mirando el teléfono, preguntándome qué demonios acababa de suceder. Me dejé caer de nuevo en el sofá.

—Esto no puede estar pasando.

Él rodó los ojos.

—Está bien, princesa. Te las arreglarás. Son sólo seis semanas, tal vez ocho como máximo, como dijo el hombre. ¿Tan difícil puede ser? Seguramente has tenido compañeros en Dakota del Norte.

Sentí una pérdida de control. No me gustaba esa sensación. Me levanté bruscamente y caminé hacia el pasillo para recoger mis maletas. Le gruñí:

—Supongo que me quedo con la otra habitación, dado que tú ya tenías una amiga pasando la noche.

Puso sus manos en alto, pero nunca dejó de sonreír.

—Oye, también llegué hoy aquí. Ella no era mi amiga y no se quedó a dormir. Era mi camarera. Ahora bien, puesto que tú la espantaste, yo estaría más que feliz de dejarte ocupar su lugar. Me puedes pagar por haberme rociado. —Me guiñó un ojo y me dedicó una sonrisa de un solo lado.

Gruñí y levanté el aerosol de nuevo. Él puso sus manos en el aire.

—Fue una broma, princesa.

Hice un ruido gutural.

—Deja de llamarme así. No soy una princesa. —Me di la vuelta y arrastré mi mierda hasta mi habitación. Cuando cerré la puerta, sentí como si todo estuviera girando fuera de control.

¿Cómo esto se había convertido en mi realidad?

Me dejé caer en mi cama y le envié un mensaje a mi hermano.

«Tengo un problema».

Él no respondió. Sentí mi labio inferior deslizarse a medida que el puchero tomaba el control. En lugar de ser un bebé y dejar que esto me deprimiera, empecé a desempacar. Podía controlar este espacio. Esto era mío.

Instalé todo y comprobé la cama para asegurarme de que realmente estuviera limpia. Parte del pago del depósito había sido para profesionales de la limpieza y ropa de cama limpia. Había sido el lugar ideal para rentar. Me senté en la cama y suspiré. Todo había sido perfecto durante cinco segundos enteros. Pero ahora, no podía permitirme a mí misma ponerme demasiado cómoda. El demonio de ojos verdes con la sonrisa arrogante iba conseguir este lugar, sin dudas. Yo estaría empacando y trasladándome de nuevo.

Un golpe me sorprendió. Miré a la puerta confundida, ¿quiere que hablemos y seamos amigos... como si él no estuviera robando mi casa?

—¿Qué?

Él abrió la puerta.

—Ven conmigo —dijo con expectación.

Me sentí a misma echándome hacia atrás, alejándome sobre la cama.

—¿Qué? —le pregunté con disgusto.

Él me tendió una gran mano. Me di cuenta de los callos en las puntas de sus dedos.

—Ven conmigo. Tengo una idea.

Miré su mano, como si estuviera sosteniendo algo peligroso que considerar. Me puse de pie, pero no me acerqué hacia la puerta. Él se rió y dio un paso atrás para que yo pudiera salir. Cuando llegué al pasillo, sólo me miró, como si me estuviera estudiando. El estar cerca de él en el pasillo, me hizo agarrar mi aerosol y tratar de ignorar lo atractivo que era.

Su mirada se volvió sombría mientras sus ojos viajaban por todos los contornos de mi cara. Hice una mueca, haciéndolo sonreír.

—Mmm —murmuró él y se alejó. Lo seguí hasta la puerta principal con mi llave en el bolsillo y el aerosol en la mano, por si él tenía alguna idea divertida. Pero salió primero y cerró con llave cuando yo salí.

Caminé detrás de él y traté de ignorar lo alto y grande que era, o lo bien que olía. Él era el enemigo. Un enemigo sexy.

Le sonreí con amargura.

—¿Sabes que lo más caballeroso de tu parte sería dejar que me quede?

Miró hacia atrás y me hizo un guiño.

—Lo sé, por eso lo hice.

Lo odiaba, aunque olía bien y parecía sexo en forma de piruleta. Era alto, uno noventa tal vez, con una complexión que hacía que su camiseta se ajustara en el pecho y los brazos. Pero él no era corpulento, lucía esbelto y fuerte. Su pelo castaño estaba cortado y peinado en un fohawkes (es un falso mohawk (levantar las puntas del pelo con gel)), con algunos mechones que colgaban en la parte posterior casi como un mullet (es un peinado que se caracteriza por ser corto en la parte superior de la cabeza y largo en la zona de la nuca); pero de alguna manera en su engreído y atractivo cuerpo, era sexy. Me di cuenta que tenía un enorme tatuaje de un sol en la base de su nuca, que sobresalía de la parte superior de la camisa. Su espalda se flexionaba mientras caminaba. Me abofeteé mentalmente a mí misma. Hacía calor en el hueco de la escalera y yo no había tenido sexo en mucho tiempo. Eso era todo. Yo no me acostaba con cualquiera, y no lo hacía con chicos que ya lo habían hecho ese día con otra persona. Me estremecí al imaginarlo.

Caminamos por la calle, sin hablar. Eso era incómodo y molesto. Él aminoró el paso cuando me quedé atrás, esperándome.

—¿Tienes hambre?

Me encogí de hombros y caminé junto a él, hubiera querido hacer mi carrera y beber un batido, o la cena de cualquier cosa que me hubiera hecho yo misma. Él me estaba trastornando el plan. Pero por alguna razón, no me importaba tanto como yo estaba protestando y actuando. Me sentía muy segura estando con él. Él era competente, dejé que me guiara. Fue una extraña y nueva experiencia, y ni siquiera sabía por qué lo hacía. Yo racionalicé eso, que teníamos que llegar a conocernos uno al otro, pero yo sabía que eso no me importaba. Él estaba demasiado cerca de mí, oliendo bien y acompañándome. Me gustó eso y pude racionalizarlo hasta la muerte, pero había algo en él que me hacía querer quitarme la camisa.

Se detuvo en un restaurante sórdido y me abrió la puerta. El aire frío me impactó desde el interior. Arrugué la nariz y entré. Él caminaba delante de mí, cuando me detuve y miré la decoración. Lo seguí, contemplando lo que me rodeaba, aturdida por el olor y la gente de aspecto aterrador.

Miré a mí alrededor mientras nos acercábamos a una mesa.

—¿Nos acomodamos nosotros mismos? —le pregunté, un poco confundida.

Él se rió y se dejó caer pesadamente en el reservado. Me senté lentamente, tratando de ver si me estaba sentando sobre algo. No era mi tipo de lugar. Yo no era un esnob total, mis comidas favoritas eran la comida callejera de los truck foods (es un recinto móvil, donde se cocina y se vende comida), pero esto era más como una parada de camiones (Juego de palabras con truck foods (camión con comida) y truck stop (parada de camiones)). Las personas de pelo grasiento parecían siniestras y me sentí como si destacara.

—Relájate, princesa. No van a morderte. —Le lancé una mirada. Él me guiñó un ojo—. Sin embargo, yo podría.

Fuimos interrumpidos por una camarera con grandes tetas y un cabello extremadamente largo y rubio. Al instante, ella estaba seduciéndolo con su mirada.

Él también cautivó cada centímetro de ella. Algunas personas tenían tics de comportamiento, el de Lochlan era el del atractivo sexual. Atractivo que me daba ganas de tocarlo o estar cerca de él. La camarera lo sintió, las chicas en la calle lo sintieron.

Él jugueteó con los saleros, levantando la vista hacia ella a través de sus espesas pestañas.

—Vamos a tomar dos jarras de cerveza y —hizo una pausa y me miró—, ¿comes carne?

Asentí con la cabeza, sintiéndome completamente confundida por él.

—Y dos hamburguesas de la casa con patatas fritas, por favor.

Ella soltó una risita y se fue.

—Por supuesto.

Me sostuvo la mirada durante un momento y luego se echó hacia atrás con confianza, como si me estuviera considerando.

—¿Cuál es tu problema?

Pensé que había escuchado mal por un segundo. Todavía estaba esperando mi menú. Miré a la parte posterior de la camarera y luego a él, y negué como si estuviera perdiendo la cabeza.

—¿Tú realmente has pedido por mí?

Se cruzó de brazos e inclinó la cabeza, lamiendo sus labios. No contestó.

Me incliné hacia delante.

—¿Estás loco? ¿Quién pide la comida para un extraño?

Él parpadeó inexpresivamente, con sus largas pestañas oscuras hacia mí.

—Mi nombre es Harry Styles. Soy de Tennessee. Soy Escorpio y no me gusta dar largos paseos por la playa o las películas románticas, ni nada de eso. Me gusta jugar al billar, salir con mis amigos y beber cerveza. —Su voz se convirtió en un susurro—. ¿Quieres saber un secreto? He descubierto la jardinería terapéutica y el ajedrez con mi abuelo.

Yo no dije nada. Era evidente que era un loco y un sarcástico y para colmo, un imbécil titulado.

Él esperó a que yo respondiera, pero yo seguí sin decir nada, así que miré por el restaurante, si se podía llamar así. Sonreí a la camarera cuando ella trajo las cervezas.

—Gracias. —Ella me ignoró y le sonrió a él.

—¿Tú no eres realmente Harry Styles de Thin Ice? ¿O sí?

Él asintió con la cabeza una vez.

—Soy yo.

Lo dijo como si fuera a agitar su fohawk de un momento a otro. Ella parecía que podría pagarle para hacerlo. ¿Thin Ice? Me devanaba los sesos, pero no lo conocía. ¿Sería un espectáculo? ¿Era una estrella de cine? Parecía uno.

Los ojos de ella se ampliaron, como si fuera a tener un ataque al corazón. Ella gesticuló, deslizando una servilleta hacia él, dijo:

—¿Puedes firmar esto? —Su voz era un chillido.

Él se rio.

—¿Cómo te llamas, cariño? —Él fue muy Tennessee cuando dijo cariño.

Ella le batió sus gruesas pestañas negras.

—Darla.

Él le dedicó una sutil sonrisa, era dulce y sexy como el infierno.

—Darla, eso está muy condenadamente cerca de cariño (Juego de palabras con cariño, que es Darling en inglés y el nombre de la chica que es Darla).

Ella se rió de nuevo. Yo observaba con horror. Pero él cogió la pluma y escribió una especie de garabato en la servilleta.

Me bebí mi cerveza, sacudiendo lentamente la cabeza ante el espectáculo. Su arrogante actitud de mierda era, de alguna manera, atractiva para esta mujer, por lo que sea que fuera Thin Ice. Ella abrazó la servilleta contra su pecho y corrió hacia la parte trasera del restaurante.

Su encanto se apagó cuando él me miró. Pude ver una diferencia entre la forma en que me hablaba y me miraba, comparado con ella. Él asintió con la cabeza.

—¿Cuál es tu problema? —Él fue casi grosero conmigo.

Negué con la cabeza. Yo estaba completamente confundida, agarrando mi cerveza por miedo a tirársela a la cara.

Me lanzó una sonrisa sarcástica y se inclinó hacia adelante.

—Esto no va bien, quiero decir, en cuanto a cómo van las primeras citas. Pareces muy tensa. Tal vez deberíamos tomar un par de tragos primero. —Hizo un gesto a la camarera para que volviera—. Dos chupitos de Jack. Que sean dobles.

Ella le guiñó un ojo. Yo había pensado que estaba siendo encantador para mí, pero después de verlo adular, me di cuenta de que la forma en que era conmigo, era su estado natural. Con ella, él parecía estar forzándolo.

Mi boca estaba abierta, atascada por su comentario.

—Esto no es una cita y yo no bebo. Mira a esa chica dos reservados más allá, ella te está mirando como si esperara que pudieras aparecer en cualquier momento en su plato. Ella, literalmente, te vio y luego se puso lápiz labial. Invítala a esos tragos y te garantizo, que harán que llegues más lejos de lo que lo harán conmigo.

Él me dirigió una mirada divertida.

—Apuesto a que puedo llegar más lejos de lo que piensas.

Bastardo arrogante. 

Traté de levantarme, pero él me agarró.

—No te vayas.

La forma en que lo dijo me hizo volver a sentarme, como si yo no quisiera. Era real. Estaba siendo auténtico. El encanto y la arrogancia desaparecieron. Él tenía el efecto más extraño en las mujeres, yo incluida. Era como nuestra propia marca de kriptonita.

Me senté y observé mientras él miraba por encima de su hombro a las chicas del reservado. Las saludó con un gesto de la mano y se volvió hacia mí, como si nada de eso hubiera pasado.

—Tú vas a beber esos tragos. Te gustará, confía en mí.

Ordenó por mí, me hizo quedar, y ahora me iba a alimentar a la fuerza con tragos. Me quedé, sólo para ver qué extraña cosa iría a hacer a continuación. Sus ojos eran tan verdes de repente, que me dejó sin aliento.

—Kriptonita —murmuré.

Él me dirigió una mirada extraña. La camarera entregó los tragos de color ámbar. Al instante, se me puso la piel de gallina. Él levantó el suyo.

Fruncí el ceño.

—Estoy perdida. ¿Quieres que beba contigo, y me quede contigo, y estamos compitiendo por el mismo apartamento? No quiero ser grosera, pero realmente creo que deberías ir a beber con esas chicas de ahí. No quiero beber. Estoy siendo educada al beber esta cerveza porque tú la pediste, y no es culpa de la camarera que seas un personaje excesivamente confiado. No me gusta beber, pero si lo hago, bebo vino tinto.

Sostuvo el vaso, ignorándome por completo.

—Toma un trago, Paige. No te va a matar. —Él dijo matar mientras reía y su sonrisa derritió un poco de mi duro exterior. Él no iba a ceder. Sus ojos me hicieron sentir algo, que yo no quería. Él también estaba alimentando a la fuerza mis sentimientos. Excepto al disgusto. No podía no gustarme. Podría haberme vendido un helado de mierda, y yo habría jurado que era mi sabor favorito.

Cedí después de que no dejó de sostener su trago en el aire. Levanté el otro trago, chochándolo contra el suyo, y lo bebí. Me estremecí, haciéndolo reír.

—¿Ves? Eso fue fácil. Ahora bebe la cerveza. Jack le da un mejor sabor. Tal vez no es vino tinto, princesa, pero es mejor que la cerveza sola.

Su tono burlón me estaba volviendo loca. Estrellé mi vaso sobre la mesa.

—Mi nombre es Paige Benson. Empezaré en la facultad en un par de semanas. Estoy estudiando leyes, obviamente, quiero ser abogado. Soy de Dakota del Norte. Soy Géminis y me gusta dar largos paseos y las películas románticas, pero prefiero los libros. Me gustan los hombres que tratan a las mujeres con respeto y tienen más de dos neuronas en el cerebro haciendo intentos desesperados ante un incendio en sus gruesas cabezas. No me gusta que me llamen princesa, y no me gusta la gente que presume de hacer las cosas por mí, como si me conocieran mejor que yo misma.

Me guiñó un ojo y sonrió.

—Ya, ¿tan difícil fue eso?

Era insufrible. Tragué un poco de cerveza y asentí con la cabeza.

—Quieres quitarme la casa, eso fue mezquino. No quiero hablar contigo. Quiero gritarte, pero esa es la respuesta equivocada. Eso no es civilizado.

Él me señaló.

—Es mía y te diré qué, si encuentran uno igual de bonito, en un área similar y la misma renta, voy a ser yo el que se mude. Hasta entonces, sacaremos lo mejor de esto y no nos arrojaremos mierda el uno al otro ni rociaremos a nadie. A menos que sea una chica que no quiere salir por la mañana. Puedes rociarlas a ellas. —Él me ofreció una de sus grandes manos—. ¿Trato? Y no estoy bromeando, si termino con alguna chica pegajosa, espero que arremetas tan duro como lo hiciste hoy. Tal vez incluso un poco más.

Yo bloqueé el molesto regateo proveniente de sus labios y me di cuenta lo largos y fuertes, pero todavía esbeltos, que eran sus dedos. Los extremos eran completamente callosos. No parecían como si pertenecieran a una estrella de cine. Pero la camarera le había pedido un autógrafo. Quizás, Thin Ice era una banda o algo por el estilo.

Puse mi mano en la suya y lo dejé agitarla por los dos.

—Trato, pero las mujeres pegajosas son problema tuyo. Yo podría advertirles antes de que las arrastres por el pasillo.

Él se echó a reír.

—Me parece justo.

Sentí la aspereza de las yemas de los dedos y fruncí el ceño.

—¿Así que estás en un espectáculo o en una banda llamada Thin Ice, o es algo más?

Él sonrió.

—Soy el nuevo cantante de Thin Ice.

Aparté mi mano de la suya.

—¿Cantante? —dije con una completa carga de disgusto.

Él levantó el vaso y asintió.

—Sí. Toco la guitarra, el piano y también el bajo. Estoy aprendiendo el violín en estos momentos.

Me mordí el labio, observándolo.

—¿Para ganarte la vida? ¿Este es el trabajo que está pagando la mitad de la renta? —le pregunté y me recline más.

Frunció el ceño.

—Si quieres, mi trabajo puede pagar todo el alquiler, y tú me puedes pagar con masajes y trayéndome cervezas.

Me estremecí, por supuesto que él estaba en una banda. La actitud despreocupada, las manos callosas, la chica en la cama, la sonrisa encantadora y una buena apariencia absurda. Por supuesto que era un cantante. Sólo algo así de perfecto, podía ser tan defectuoso como para ser creativo, caótico, y un artista. Si hubiera sido un hombre de negocios, le habría dicho que se presentara para el casting de la película Fifty Shades. Se parecía bastante a David Beckham, con su fuerte y atlético cuerpo, los tatuajes y la actitud arrogante. Lo veía como alguien tan petulante como CG (Christian Grey) en una película.

No hice caso de su burla y lo imité.

—Así que cantante en una banda, ¿qué te hizo decidirte por eso?

Él se encogió de hombros.

—Nunca he estado en una banda antes y pensé, ¿por qué no?

La camarera llegó con las hamburguesas. Eran enormes. La ignoré, no intencionalmente. 

—¿Nunca has estado en una banda?

Se encogió de hombros y señaló mi plato.

—No. No te preocupes. Me comeré lo que no puedas.

Le levante una ceja.

—Puedo comerlo todo.

Él puso los ojos en blanco.

—Sí, claro.

Todavía era incapaz de comprenderlo a él o a su opción de «carrera».

—¿Cómo sabes que va a funcionar con esta banda, y que serás capaz de pagar el alquiler y vivir?

Él me dirigió la deslumbrante sonrisa de antes.

—Princesa, no te preocupes por mí. Preocúpate por ese plato, porque si yo termino antes que tú, mi mano se deslizará por la mesa en busca de lo que quede.

Me reí y levanté la hamburguesa.

—No te pagaré el alquiler y tú no vas a comerte mi hamburguesa.

Lo vi tomar el primer bocado e inspeccioné la mía. Tenía tocino, queso, lechuga, tomate, doble hamburguesa y estaba untada con una salsa que parecía a base de mayonesa. Tomé el primer bocado y gemí sin querer.

—Oh, Dios mío.

Él se rió y dio otro gran bocado. Comimos en silencio.

Mi abuelo siempre decía que el signo de una buena comida era la conversación que no se estaba teniendo. Y nosotros no estábamos hablando. Las patatas fritas eran crujientes, la hamburguesa era jugosa y yo estaba muriendo. La cerveza hizo la comida mucho mejor. Él estaba jodidamente en lo cierto, maldita sea. Fue la mejor comida que había tenido en años.

Bebí un largo trago de cerveza y sonreí.

—Así que, vas a tener que mantenerte en silencio en el apartamento cuando esté estudiando y esas cosas. ¿Te diste cuenta de eso, señor estrella del rock? Yo mantengo un estricto horario de estudio.

Él se echó a reír.

—Soy indie, no rock. Y sí, está bien. No voy a estar allí mucho. Estamos en un circuito. Iremos de bar en bar y tocaremos cinco noches a la semana. Además, tengo que llegar a conocer a la nueva banda y a los fans. —Él me miró—. ¿Qué pasa contigo que quieres ser abogada? No pareces ser el tipo.

Fruncí el ceño.

—¿Qué tipo?

—Fuerte y malo como los de CSI y UVE (progamas de televison). Esas son chicas perversas. Tú pareces tener miedo de tu propia sombra. Como un perrito con un gran ladrido.

—Vete a la mierda.

Él me agarró la mano.

—Espera, eso sonó mal. Quiero decir que eres delicada, como una dama. No es como si fueras un perro o débil. Obviamente eres formal y correcta, y criada con fiestas de jardín y club de campo. Sólo quiero decir que tal vez no deberías estar alrededor de criminales curtidos y cosas malas todo el tiempo.

Fruncí el ceño y liberé mi mano.

—Tú no me conoces.

Sus cejas se entrelazaron, provocando que sus ojos hicieran esa cosa de la ardiente oscuridad de nuevo.

—Me parece justo. —Él estaba flexionando su mano.

Yo bebí un trago de cerveza.

—¿Cuándo te decidiste a involucrarte en el ambiente musical? Necesitábamos un nuevo tema.

Él sacudió su cabeza, tomando un bocado monstruoso.

—Siempre he estado en la música. La banda vino a buscarme este verano. Estuve de acuerdo y aquí estoy.

Yo estaba perpleja.

—Has venido aquí porque unos tipos estaban armando una banda y buscaban un cantante... en una banda al azar. Boston debe ser más caro que Tennessee. ¿No te preocupa pagar la renta y esas cosas?

Él se rió de mí.

—No. Ellos estaban haciendo muy buen dinero la primavera pasada cuando tuvieron que despedir al vocalista anterior. Es un gran riesgo para ellos, no para mí; pero el antiguo cantante es un adicto. ¿Qué podían hacer? Era separar la banda o encontrar un nuevo cantante. Me vieron cantar y me pidieron que me uniera. Empiezo esta semana con ellos. Mi primer concierto es mañana. Deberías venir.

Eché un vistazo a la camarera.

—¿Cómo sabía quién eras, si la primera actuación es mañana?

Él se echó a reír.

—Yo lo estaba haciendo bien por mi cuenta. Tengo un buen grupo de seguidores. —La oscuridad desapareció y volvió a estar animado—. Entonces, ¿qué tipo de abogado?

Lo contemplé durante un segundo, como él había hecho conmigo.

—Fiscal.

Negó con la cabeza.

—¿Por qué demonios querrías hacer eso y estar rodeada por esa negatividad?

Una malvada sonrisa cruzó mis labios.

—Los abogados son la gente que encarcela a la gente malvada. Ellos hacen una diferencia. Tú puedes ver la parte más oscura, pero yo veo lo bueno de ello. Sin abogados, la gente malvada no iría a la cárcel. No se aprobarían leyes. No se podría hacer cambios.

La luz abandonó sus ojos, dejando una oscuridad que parecía sincera.

—¿Vas a venir a la actuación?

No era necesariamente un cambio de color en sus ojos. No pensaba que eso fuera posible, pero por la forma en que su ceño fruncido los ensombrecía y su mirada se intensificaba, parecían más oscuros.

Tomé un trago, asimilando el hecho de que él no me estaba escuchando.

—Está bien. Realmente no estoy muy interesada en los bares.

Él se encogió de hombros.

—Será divertido.

Él le estaba restando importancia, pero había un destello de algo en su mirada.

Era imposible que no me gustara. Él era claramente un mujeriego, arrogante y un gilipollas excesivamente confiado. Y, sin embargo, tenía una extraña sensación estando con él. Como si hubiera sido invitada a sentarme con los chicos populares.

Las chicas se fijaban en él. Los chicos asentían con la cabeza hacia él, como si quisieran ser él, o ser su amigo. Él le restaba importancia... incluso se lo tomaba a risa cuando estábamos solo él y yo, pero si otras personas estaban allí, yo apostaría a que se pondría más presuntuoso de lo que posiblemente podía imaginar.

—¿Te medicas?

Él se rió.

—No, ¿por qué? ¿Qué clase de pregunta es esa?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Es sólo que no te entiendo. Supongo que estoy tratando de entenderte.

Él arqueó una sonrisa.

—¿Te gusta descubrir mierda, eh? —Miró a su alrededor—. Bueno, cuando me descifres, me lo haces saber.

Me aclaré la garganta, dejando a un lado el hecho de que él era una extraña superestrella en Boston y me centré en lo importante en nuestras vidas.

—¿Me prometes que no harás que me mude?

Él asintió con la cabeza.

—No soy un ogro, princesa. No necesito la molestia de buscar una casa en la misma semana de iniciarme en la banda y el espectáculo. Estoy empezando algo nuevo aquí. No puedo correr el riesgo de estar estresado innecesariamente. Además, mientras tanto, es bueno conocer a una persona que le importe un bledo Harry Styles. Podemos ser amigos.

Yo me burlé.

—No creo que tengas problemas conociendo amigos. ¿Qué pasa con la chica de antes? ¿La camarera?

Él sonrió.

—La conocí en el lugar donde he almorzado.

Ni siquiera podía luchar contra la mueca en mi cara.

—Asqueroso.

Él se rió y terminó su cerveza.

La camarera volvió y trató de ponerse en plan ramera con él. Yo había visto eso un millón de veces con mi hermano. Él era también un artista caótico. Las mujeres se lanzaban sobre él constantemente. Yo terminé mi hamburguesa, para su asombro.

—Rayos, tú sí que puedes comer. ¿Cómo es que no estás gorda?

Casi me ahogo.

—Eso ha sido muy grosero.

Bebió de la cerveza fresca, sin disculparse.

—Corro un montón y hago kickboxing; y toda mi familia es muy delgada.

Él asintió con la cabeza.

—Bueno, te ves bien.

Lo señalé con el dedo.

—Deja de hacer eso. No soy una de esas chicas que adulan a los chicos o se dejan llevar por los elogios. Sólo hará que me sienta incómoda y entonces no podremos ser amigos.

Él me señaló a su vez.

—¿Eres rubia natural?

Un sonido de exasperación salió de mis labios.

—Eres tan molesto. ¿Tienes un filtro o simplemente dices cualquier cosa que quieres?

Él dejó caer la mano.

—Eso ha sido muy grosero.

Podría haberle gruñido, pero la camarera apareció de nuevo.

—¿Necesitan la cuenta?

Asentí con la cabeza.

—Sí. Separadas, por favor.

Se fue dirigiéndole una sonrisa a Harry. Cuando volvió, él rompió las cuentas rápidamente. Traté de coger la mía, pero él sonrió.

—Quiero que me lo debas. Quiero decir, además de casi cegarme antes con el aerosol para osos.

Él se rió entre dientes mientras se levantaba.

Suspiré, incluso adulando un poco. Exasperante. Él era exasperante. Atrapé la punta más delgada del tatuaje de una daga, en la parte posterior de su brazo izquierdo, mientras se aproximaba para pagar. Él se apoyó en el mostrador, tomando un caramelo de menta. Cuando lo chupó con sus labios, tuve que sacudir la cabeza y reorientarme. Alerta de jugador. No había manera de que alguna vez iba a dejar que me atrajera alguien como él. Bueno, no podía luchar contra la atracción, pero podía controlar las cosas que permitían que eso ocurriera.

La camarera le entregó un pedazo de papel con su cambio. Él puso la propina en su mano y le guiñó un ojo. Cuando se dio la vuelta para ver si yo estaba lista para salir, mi nivel de disgusto fue rellenado. Incluso podría haberse desbordado.

Solté un bufido mientras caminaba junto a él.

—Eres despreciable.

Puso sus manos en alto.

—Te he invitado a cenar. Cuando dije que quería que me debieras algo, no me refería a odio y amargura. Estaba pensando más bien en que me hicieras el desayuno en algún momento o me frotaras la espalda en la ducha, ya sabes, cosas de compañeros de piso.

Negué con la cabeza, murmurando:

—Nunca en esta vida.

Y caminé hacia el apartamento. Él se distrajo en el camino, me dijo adiós con la mano y se fue con una falda corta y un mal trabajo de tinte. Yo puse los ojos en blanco, pero me obligué a mirar el modo en que ella se aferraba a su brazo donde estaba el tatuaje. Hice una imagen mental de la chica de la semana para referencias futuras.

Cuando sus brillantes ojos de color verde, su sonrisa encantadora, su actitud arrogante o su ridículamente atractivo cuerpo se pusieran en mi camino, siempre podría mirar hacia atrás hasta este momento. Casi me reí cuando él examinó a una pelirroja mientras escoltaba a la vulgar rubia por el camino.

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