Pokémon: Sweet and Bitter Ste...

By Akistrauss

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Arco 1: El extraño caso de Hypno. Un entrenador que busca convertirse en reina regional, una chica motociclis... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 16.5
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Epílogo
THE RED POINT
Alas del Amanecer Prólogo

Capítulo 18

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By Akistrauss

En una mesa comunitaria casi abandonada y devorada por la vegetación y el tiempo, el espacio era adornado por la luz triste de la sucia bombilla del alumbrado público. Hilda devoraba una hamburguesa de doble carne y con extra picante que se escurría de sus labios.

—Tu tampoco crees que Robert sea el culpable—Abigail interrogó.

—No, no lo creo—dijo mientras pasaba un gran bocado.

—Debe de haber algo mal en todo esto—>>después de todo volviste<< pensó Naru—¿en qué me equivoque?

—Entonces volvemos al principio—dijo Abbie— o es lo que debería decir, pero...

Sacó unas hojas de debajo de sus ropas, a lo que Naru solo se sonrojó y miró a las estrellas.

—Espera—interrumpió Naru para volver a la tierra—eso no es.

—Sí, evidencia que robe.

—Genial, ahora si podrán detenernos sin ninguna excusa—dijo Hilda.

—Cuando nos separamos, decidí seguir trabajando en esto—ella comenzó a desdoblar una hoja—cuando me atacaron en la editorial, ditto no me quito las bitácoras ni las hojas de registro del guardia, solo intentó eliminar la libreta de novedades u observaciones como le quieran decir. Reconstruí la mayor parte de la hoja, y esto es lo que encontré.

En la hoja reconstruida indicaban que en algunos días Robert salió y regresó a la editorial, día en que presuntamente estaba secuestrando a algún infante.

—Pero eso no es todo—Abigail miró a su amiga—también sé que estas escondiendo información. Tu eres la total mentira que dijeron en la estación la primera vez que nos conocimos.

—Interesante idea—Hilda sostuvo la mirada, en ambas afloraba la hostilidad— y ¿qué si así es?

—Un inocente será encerrado.

—La vida es injusta. En primer lugar, solo venía a ganar una medalla de gimnasio, no a detener a un psicópata—contestó.

—Eres una egoísta—reclamó con desilusión—pensé que serías mejor que esto.

—La gente no existe para llenar tus tontas expectativas niña. A menos que...

— ¿De qué se trata?

—¿Cuánto me ofreces? —Hilda hizo un acentuado gesto de dinero utilizado por mercaderes.

—Es mejor que te retires de este lugar—exigió Abigail con los puños cerrados.

La chica de cabellos negros se paró despidiéndose de Naru con una sonrisa que en algún lugar de su ser despertó una sensación de dolor. El muchacho la siguió hasta su motocicleta, la tierra comenzaba a recuperarse del invierno.

—Yo también hice algo de lo que no estoy orgulloso, así que puedo entender tus motivos—dijo mientras se preparaba para partir.

Hilda se puso su casco.

—Espero que lo atrapen.

Las despedidas nunca fueron su estilo, pero Hilda sin decir más se fue de la ciudad sin mayor palabra para sus aliados en la locura de Hypno. Recuperó en una pieza su vehículo, el relajante sonido de la aceleración le provocaba alegría, sin embargo, Cado que descansaba en su pecho salió para proporcionarle unas bofetadas a su entrenadora con la protuberancia de su cabeza.

—Deberías ser más amable porque te puedo dejar caer en cualquier momento.

El pequeño con enojo miró a su entrenadora, y de inmediato algunas bombas de agua fueron contra el rostro de la chica.

—Y que ganaría diciendo la verdad, solo que me metan presa.

Los ojos al borde de las lágrimas de ira del tipo agua impidieron que las palabras de justificación salieran.

—No es justo—dijo—solo quiero ganar la liga lo antes posible.

Golbat salió de su pokéball para aterrizar en la espalda de su entrenadora, sus alas golpeaban su cabeza. Por fortuna el camino se había vuelto desierto y los peligros de un accidente eran mínimos. El vehículo motorizado se detuvo, el tipo veneno se postro delante de ella mostrándole una cicatriz en la parte superior de su espalda.

>>Espero no volver a vernos, Idiotilda<<.

Las pokéball fueron activadas y los monstruos de bolsillo regresaron a sus aposentos, con los hombros rígidos, continuo con su camino.

Abigail sostenía con fuerza una bebida que desde hacía rato se había derramado. Naru que había tenido que ir a responder una llamada urgente regresaba y con cansancio acompañado de cierto ápice de sarcasmo, se sentó de frente de su aliada.

—Fue una actuación bastante convincente—dijo.

—Pero es bastante dura—Abbie lo miró—aunque también me sorprende que te dieras cuenta.

—No es que fuera muy difícil, de la noche a la mañana nadie puede convertirse en un paladín de la justicia, no sin un motivo al menos.

—Lo que dije realmente me molesta, pero también tengo otros intereses en esto.

—¿Cómo cuáles? —inquirió el coordinador.

—Quiero la primicia de este caso, mi matricula no se pagará sola. Y que tal tú, ¿por qué te quedas?

—Estas bromeando, si esto sale mal podrían canelar el gran festival.

—Nadie mencionó a los niños en primer lugar, que tan mal está el mundo.

Una cicatriz de diferentes formas ardió sin piedad en las almas de los detectives, sin saberlo tenían razones similares por las que quedarse, pero estaba bien esconder el egoísmo dentro de actos más egoístas era la mejor de las opciones.

>>Todos nos movemos por tonterías, Abigail por su primicia, Hilda por sus medallas y yo por mi tonto anhelo...<<

Maquinaba Naru hasta que esa palabra por fin fue analizada, y como la luz dentro de un túnel oscuro que, sin saber si era beneficioso o no, fue estrujada con fuerza como la única alternativa. Las razones tan evidentes que lo hizo sentirse como un retrasado. Nunca se movió de ciudad Azafrán, el culpable solo se encargaba de mantenerse cerca esa ciudad, y aunque se encontrara acorralado persistía en quedarse.

—Insiste en quedarse—soltó Naru—a pesar del peligro que representa haber sido visto dos veces.

—¿De qué hablas?, los secuestros han ocurrido por toda la zona sur de la región.

—Pero esta tiene un gimnasio.

—Igual que ciudad Carmín.

—Pero, ¿de qué tipo? —agregó Naru levantándose de su asiento de concreto.

—Todas las pruebas fueron pensadas como un plan de respaldo—Abigail forzó su memoria—antes de irnos del lugar hablaron algo acerca del gimnasio.

La chica rubia apretó sus labios y prosiguió a sacar todo el montón de papeles de su investigación la poca que pudo rescatar, dentro de una de las carpetas de las víctimas. Resaltaba un nombre curioso, todas las victimas parecían haber sido escogidas al azar, pero la pequeña infanta de la familia Rea destacó sobre todos. La familia Rea es influyente en buena parte de la región pues el representante y dueño del domo fue quien ayudó a la reconstrucción de la ciudad y que, en conjunto con la líder de gimnasio Sabrina, diseño su sistema de seguridad y de alimentación de energía. Solo las tres grandes edificaciones de la ciudad son alimentadas especialmente por la central de energía.

—Le abrieron la puerta tal y como quería.

En ese momento, en uno de los hospitales de la ciudad de color blanco pulcro, un joven robusto de nombre Scott esperaba la orden de traslado para el paciente falso en la sala especial del establecimiento. Su pie se movía compulsivo ante cada tic tac del reloj de pared con el logo del sitio.

Y por primera vez en toda su vida laboral dedicó una ofensa al comisionado, aunque este ya no fuera el encargado del caso, su deber como todo buen uniformado orgulloso de su formación, esperaba estar en la primera fila de irrupción al gimnasio.

Después una larga espera incómoda para cualquier ser consiente del tiempo, el doctor Sebastian Stain se encontró con el impaciente agente, a pesar de su naturaleza calmada mostraba una mueca de descontento, es que acaso era tan difícil de saber de lo ocupado de un doctor en medio de una crisis de histeria colectiva.

—Agente a que debo del honor, otra vez—dijo con cansancio.

—Vine por el paciente "H"—ordenó apurado el buen fantoche.

—¿Pero de que está hablando?, hace horas que vinieron a recogerlo en una camioneta de seguridad.

Abbie y Naru corrían hasta llegar al centro de la ciudad cerca del gimnasio, estaban apresurados y con gran fatiga sobre su cuerpo, en especial la chica veía su poca resistencia física por tantos meses detrás de sedentarismo. Las llamadas a la estación al igual que el pasó a esta estaba bloqueado por los manifestantes.

—Yo iré con mis conocidos en las casetas de policía en las afueras de la ruta, y le pediré ayuda a una de las patrullas que Adachi recomendó—había hablado en el camino y la patrulla estaba en la esquina de la gran avenida, pues estaba comenzando a llover.

—Yo iré a advertirles en el gimnasio—Naru exigió todo de si para llegar al lugar.

Por su parte el equipo de oficiales de las fuerzas especiales esperaba a que desde la entrada del edificio los permisos electrónicos y la llave del gimnasio hicieran su trabajo, arropados con equipos anticuados y pesados los miembros se dividieron en varias células que rápidamente rodearon al edificio.

Con sus compañeros pokémon afuera de las primeras filas, las cortinas reforzadas con una aleación altamente resistente traída desde la región de Kalos, se separaron de los aparatos de acero solido que estaban en suelo. Detrás de cada procedimiento un sonido artificial hacía eco en la zona acordonada. Las diversas puertas de seguridad de polímeros diversos se apartaban y dejaban desnuda la simple entrada de cristal del palacio de los tipos psíquico. Una penumbra perpetua prevalecía pues ante tal situación los agentes habían preferido entrar en penumbras, pues con sus visores podrían mantener una ventaja.

En una formación estrecha y bien espaciada, doce agentes marcharon hacia la aullante oscuridad en la que fueron engullidos, en formación de lanza se desplazaban vigilando cada paso que daban el siguiente equipo fue conformado por novatos voluntarios.

—Cuando esto termine, no quiero que me culpe si lo tienen que operar de la espalda—dijo Adachi al gran hombre frente a él.

—Tenía que ver el final de esta locura—aclaró Hoover.

Un escalofrió perpetuo los poseyó, el mal estar y la duda los envolvía y solo el vapor de sus bocas se podía visualizar en los visores, las estatuas de gran tamaño imponían como guardianes en lo que parecía la entrada al tártaro.

—Apártense—el aviso se filtró desde el canal de comunicación con el exterior.

Para cuando Adachi volteó solo pudo ver dos gigantescas luces que sin piedad se dirigían hacia ellos.

La reportera dorada con las ropas mojadas intentaba comunicarse con todos y cada uno de sus contactos. Su pecho se movía rápido y el sudor en ella se evaporaba por la presión y la nula respuesta. En el asiento trasero de la patrulla se acumulaba más el calor y le incomodaba ver la nuca del conductor, pero este abrió esa puerta cuando llegó.

Sus sedosos cabellos hermosos a pesar de estar húmedos, sus manos apenas y podían sostener sus documentos y en múltiples ocasiones había estado a punto de sucumbir ante los nervios.

Y, como si se tratara de una maldición divina de la premonición de un suceso fatídico, ató otro cabo de la investigación, la razón por las que las placas específicas de los oficiales en la detención, todo el trabajo detrás de cada hecho ocurrido en los últimos días, ninguna persona actuando en solitario podría hacer todo eso sin ayuda de alguien más.

En la hoja del cuaderno de novedades del día del ataque, verificó que solo dos visitantes llegaron ese día, el equipo de grabación de Robert y una patrulla.

—Maldición—Abigail forzó la cerradura en un acto desesperado.

Sin embargo, antes de lograr aplicar fuerza, un orbe luminoso descubrió su rostro junto al falso oficial de bajo rango.

—Ni se te ocurra moverte.

—Lucas.

Naru apenas y podía avanzar por su estado físico tan mermado, cada paso que daba parecía que caían varias toneladas, sus piernas se trababan y su respiración había comenzado a arder. No se dio cuenta que un proyectil de velocidad se dirigía hacia él.

Las ruedas estaban en llamas y los chillidos de las cicatrices que dejaba en el pavimento lograron por fin llamar la atención del coordinador exhausto, montada erróneamente, esquivaba cada obstáculo sin disminuir su velocidad con violentos movimientos. Sus googlees oscuros impedían ver sus ojos, pero que dentro brillan como lagos a la luz de la luna de octubre, su mano no paraba de estimular el acelerador.

—¡¿Quieres un aventón?!

Naru se quedó petrificado al ver a su amiga volver, y de qué manera.

>>Sorprendente<<ideó>>como una estrella fugaz<<

Su felicidad duró poco cuando notó que a pesar de la invitación ella no disminuía su velocidad. El chico entre cerró sus ojos y sudor frío recorrió su frente.

—¡Espero que no sea otra propuesta indecente!

—¡Ni en tus sueños!

Una de las camionetas de trasporte de prisioneros se había estrellado en la sala principal del gimnasio, varias esferas de colores blanco y rojo les fueron arrebatadas a los oficiales, algunos se encontraban malheridos por lo que la mayoría no pudieron evitar que sus compañeros salieran con violencia a la calle envuelta en una lluvia torrencial.

En seguida dentro de la camioneta una onda los dejo sordos por breves momentos, la seguridad del gimnasio se había vuelto a accionar y las puertas comenzaban un procedimiento inverso para sellar de nuevo el interior. Los policías de fuera habían sido sacados del sistema de seguridad por un virus nunca antes visto por algún informático.

Una acción mecánica dentro de la camioneta blindada provocó que el sonido inconfundible cientos de pokéball abriéndose y la extraña despedida dentro de la habitación fueron suficientes razones para que Hoover reuniera a todos en formación de defensa, gritos penetrantes por todas partes como si las paredes se quejaran al unísono.

—¡Todos atentos, reúnan a los heridos!

Antes de continuar con sus órdenes el ex comisionado fue atacado con varios ataques diversos desde el segundo piso. Asomados sin cuidado se mecían todos los pokémon que habitaban el gimnasio, sin embargo, sus ojos se encontraban en blanco y sus fluidos bucales se salían.

—Bienvenidos—dijo una voz desde las alturas, hombre delgado extendía sus brazos al mismo tiempo que flotaba pisaba la espalda de un Hypno colosal lleno de vendas—estaba ansioso por conocerlo de frente Señor Hoover, agente Adachi.

Demasiado blanco y con ojeras perpetuas el sujeto de no más de veinticinco años habló de manera cordial.

—Bienvenidos al último día de la vida como la conocen.

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Hola mis queridos lectores, aquí un nuevo capítulo de esta historia. También aprovecho para avisarles que ya he preparado algo para el especial del final de la historia.

Espero leer sus críticas, sugerencias y opiniones. Gracias por leer.

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━━━━━━━━━━ ‹𝟹 ━━━ ⠀⠀⠀⠀𝘐𝘸𝘢𝘪𝘻𝘶𝘮𝘪, 𝘵𝘶 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘢 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘳 𝘦𝘴 𝘭𝘪𝘯𝘥𝘢.. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀﹫𝘈𝘬𝘢𝘳𝘪 𝘐𝘸𝘢𝘪𝘻𝘶𝘮𝘪| 2023