Amor se paga con amor ©

By autumn-may

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Cassandra Albright, es una joven mujer, de clase trabajadora. Amable, y bondadosa, verá la antipatía en un ho... More

Aclaración
Amor se paga con amor
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Epílogo

Capítulo 12

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By autumn-may

Las cosas fluyen


Cassie fue la primera en despertarse, se giró y contempló a su marido dormir a su lado. Intentó tocar su mejilla, apenas rozó sus yemas por la áspera mejilla, y él se removió. Ella salió de la cama y decidió ducharse, eligió lo que se iba a poner, y una vez que entró al cuarto de baño, él se estiró en la cama, para encontrar el lado de su esposa vacío.

—¿Cassandra? —preguntó.

—Estoy en el baño.

—¿Tienes idea de la hora que es?

—No he visto el reloj.

Él miró su reloj pulsera, el cuál yacía sobre su mesa de noche.

—Estoy llegando tarde al trabajo —dijo, se levantó de la cama, y de inmediato abrió las puertas del vestidor para comenzar a vestirse.

Ella, salió minutos después, vestida, luego de ducharse y secarse.

—¿Por qué estás tan apurado?

—Son las nueve, voy a contrarreloj.

—Te prepararé el desayuno.

—No, no lo hagas, cuando tenga tiempo, tomaré algo por ahí.

—Aunque sea, deja que te prepare una taza de café.

—De acuerdo.

Cassandra, caminó hacia la puerta.

—Buenos días.

—Buen día —le contestó ella.

Salió del cuarto, y a las corridas bajó las escaleras para prepararle una taza de café a su marido antes de marcharse.

La joven, sentía que las cosas se estaban empezando a acomodar de a poco. Y esa fue la razón principal, por la que tenía ganas de hacerle una taza de café. Su teléfono móvil sonó, miró la pantalla, y comprobó que había recibido un mensaje de texto de Anton.

Siento molestarte tan temprano, solo quería saber si querías almorzar conmigo en el restaurante sobre la calle principal del triángulo dorado —texteó Anton.

No quiero problemas, Anton —le escribió ella.

No los tendrías, solo almorcemos como amigos, habíamos quedado en que sería amigos, Cassy —le volvió a escribir él.

Lo sé, pero siento que lo estoy engañando —le envió ella.

No estás haciendo nada malo, solo almorzarás con un amigo —le escribió Anton.

Está bien, ¿a qué hora quieres?

¿Te parece bien a las doce? —le preguntó.

De acuerdo, me parece bien —le texteó Cassie.

Ella apagó el teléfono móvil, guardándolo en el bolsillo trasero de su pantalón.

Cassandra escuchó a su esposo, bajar las escaleras y en el umbral de la puerta de la cocina, le ofreció la taza de café.

—Gracias —le dijo él.

—No hay de qué.

—¿Tú no desayunarás?

—No tengo hambre.

—Buenos días, perdón por la demora, había mucho tráfico.

—Buen día, no te preocupes, Corina, haz que Cassandra coma algo —le dijo a la sirvienta, y bebió el último sorbo de café—, gracias, no tenía idea que hicieras tan rico el café —le contestó entregándole la taza vacía en sus manos.

—De nada, me alegro que te haya gustado —le respondió con una sonrisa.

—Me iré, que tengas buen día —le dijo, mirándola a los ojos.

—Gracias, tú también —le contestó ella.

Keith se retiró de la casa, y se metió en el auto para conducir rumbo a la empresa.

—¿Ha pasado algo? —le preguntó intrigada Corina.

—No, ¿por qué?

—La manera en cómo se miraron fue diferente. ¿Hicieron las paces?

—En eso estoy con él.

La joven no le contó nada a Corina sobre el almuerzo que tenía con su ex novio. Prefería mantenerlo en secreto, pero cuando se alistó para salir, la mujer de mediana edad, le habló.

—¿Tengo que decirle algo a Keith?

—No. En unas horas volveré.

—Bueno.

El restaurante estaba abarrotado de gente, y ella levantó más la cabeza para encontrarlo, Anton estaba sentado en una esquina, y cuando la vio en la entrada, le levantó la mano para que supiera dónde se encontraba.

—Hola, Cassie. Me alegro mucho que hayas podido venir —le dijo él, levantándose de la silla y dándole un beso en su mejilla.

—Hola. A mí también me alegra verte, Anton.

Ambos se sentaron enfrentados, y almorzaron sin contratiempos. Cassie, miró su teléfono móvil, indicándole que ya eran las tres de la tarde, momento justo para irse. Y como pudo, se disculpó con Anton.

—Anton, deberás perdonarme, pero ya es demasiado tarde, me gustó mucho haberte visto otra vez, pero tengo que irme.

—¿Ya? ¿Tan temprano?

—Son las tres ya. Me he quedado mucho tiempo.

—¿Tu marido te obliga a estar a cierta hora en la casa?

—No, Keith no sabe que he almorzado contigo, y no quiero que llegue antes que yo a la casa. Eso es todo. No te enojes conmigo, por favor.

—No lo hago, pensé que Keith te controlaba.

—Para nada. Volví con él por decisión propia.

—Lo sé, me doy cuenta, te veo distinta. Solo espero que sigamos en contacto.

—Y lo haremos, Anton. Hasta pronto —le respondió ella, dándole un beso en su mejilla, y luego se retiró dejando el dinero de su plato y bebida.

Al salir del restaurante, tomó un taxi, dándole una dirección diferente a la casa, al taxista.

Pocos minutos después, la dejó frente a la empresa de su marido. No sabía porqué, pero ella sentía que tenía ganas de visitarlo en su compañía. Solo quería saber más cosas de él, y de lo que trabajaba también.

La secretaria de él la atendió con amabilidad.

—Keith está en una junta.

—Bueno, lo esperaré entonces —le contestó y se sentó en uno de los asientos.

Media hora más tarde, la puerta se abrió, y salieron varias personas.

—¿Cassandra? ¿Qué haces aquí? —le preguntó confundido, despidiendo a los clientes.

—He venido a verte —le dijo ella, levantándose de la silla.

—¿Hace mucho que estás esperando?

—Como media hora.

—¿Ocurre algo?

—No, nada. Solo quería visitarte.

—¿Quieres pasar? —le preguntó, y ella asintió con la cabeza.

Ahora, Cassie, miraba con suma atención la oficina de su marido, la última vez que había entrado, no miró otra cosa más que su rostro y su cinismo, cuando le había mandado la denuncia por adulterio.

—Tu oficina es muy grande, y muy linda.

—Te lo agradezco, creí que la última vez la habías visto.

—No he visto nada más que tu cara, cuando llegué por la denuncia que me habías hecho.

—Ah, sí, lo recuerdo —le dijo él, soriendo de manera sarcástica—. Tú no eres de venir aquí, ¿qué ha pasado en verdad?

—No pasó nada, solo he querido visitarte. ¿Qué clase de empresa tienes, Keith? —le preguntó algo curiosa.

—¿Qué clase de empresa tengo? ¿No sabes que hago, Cassandra?

—Nunca me lo has dicho, y yo menos te pregunté. No quise interferir en tu trabajo. Ese velero que tienes, es precioso —le confesó mirando con fascinación el hermoso velero ubicado en el centro de la mesa de living que había en su oficina.

—Yo lo construí, es una réplica del que tengo intenciones de construir pronto.

—¿Construyes barcos?

—Sí, a eso se dedica la empresa. No puedo creer que nunca lo hayas sabido.

—Mi padre nunca me lo contó, y el tiempo que llevamos casados, tampoco lo supe, no me lo dijiste, y yo tampoco te lo pregunté para no invadir tus espacios y cosas.

—¿Almorzaste?

—Sí, con tu hermana —le respondió sin darse cuenta que había hablado de más.

—¿Con Pamela? Qué raro, me ha dicho que hoy no te vio en toda la mañana y tampoco después. ¿Con quién has almorzado? —le preguntó, entrecerrando sus ojos.

—Bueno, te lo diré, tarde o temprano lo sabrás. Fui a almorzar con Anton.

—¿Por qué me mentiste?

—Porque no quería que te enojaras, si sabías la verdad.

—No me gusta que almuerces con él.

—Lo sé, perdón por no... —intentó decirle, pero él se acercó más a ella, y ella dio un paso atrás.

—Pero confiaré en ti. Estoy seguro que no harás nada con él —le confesó, tratando de tocar su mejilla.

—¿No estás enojado? —le preguntó ella asombrada, y manteniendo su rostro alejado de aquella mano que intentaba tocarla.

—No, no lo estoy, solo me lo hubieras dicho y listo. No soy tan ogro como crees que soy —le contestó, bajando la mano resignado.

—Solías serlo.

—Estoy intentando cambiar, por ti. Cambiando un poco el tema, estoy con una duda.

—¿Cuál?

—Tengo intenciones de echar a tu hermana.

—¿Por qué?

—Intentó varias veces seducir al presidente de la empresa.

—Yo no tengo opinión sobre eso. Puedes hacer lo que a ti te parezca.

—Entonces la echaré, ya lo decidí.

—Está bien. ¿Qué intentó hacerte?

—Todo fue con palabras, la puse en su lugar varias veces, pero no tengo intenciones de seguir teniendo una empleada de ese estilo. La empresa es seria, y no me gustan las personas que intentan seducir a la jerarquía. Hoy mismo le haré llegar a su casa la carta de despido.

—Keith, ¿tienes problema si sigo viendo a Anton?

—Ya te dije que aunque no me gusta mucho, te dejaré tener una amistad con él.

—Gracias, en serio.

—¿Nos vamos?

—Sí. Pensé que te quedarías más tiempo.

—No, ya había terminado lo que tenía para hacer hoy. Y estaba por irme luego de la reunión.

—Sí, vi que han salido muchas personas.

—Son nuevos clientes de Nueva Orleans, y están interesados en mi nuevo proyecto, y quieren que vaya a presentarlo.

—¿Dónde?

—Allí.

—¿Cuándo?

—A más tardar en dos semanas.

—¿Y por cuánto tiempo?

—No me lo dijeron, pero supongo que no más de tres días tendría que quedarme allí.

—Lo siento, no medí todo lo que te he preguntado.

—Si queremos que esto fluya, tendremos que conversar y preguntar más.

—Supongo que lo sé, pero tampoco quiero ser esas mujeres que invaden el especio laboral de su marido.

—Jamás lo has hecho, y por preguntarme cosas no hace la diferencia.

La pareja salió de la oficina y entró al elevador. Keith, sin poder evitarlo, cuando las puertas se cerraron, él tomó la mano de ella. Cassandra miró las manos entrelazadas y no objetó nada. Pero eso no quería decir que las cosas estaban bien entre ellos dos.

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