Perfectos Mentirosos © [Compl...

By Alexdigomas

133M 8.6M 25.8M

Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiesta... More

Nota
Prólogo
Antes de leer...
LOS PERFECTOS MENTIROSOS
Tagus
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Notita
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21 - Primera parte
21 - Segunda parte
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23 - Primera parte
23 - Segunda Parte
24 - Primera parte
24 - Segunda parte
25 - primera parte
25 - segunda parte
Notita
26 - Primera Parte
26 - segunda parte
27 - Primera parte
27 - Segunda parte
27 - segunda parte (repetido para aquellos a quienes no les carga el anterior)
28
29 - Primera parte
29- Segunda parte
29 - Tercera parte
NOTA SUPER IMPORTANTE
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31 - Primera parte
31 - Segunda parte
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34 - Primera parte
34 - Segunda parte
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36
37 - Primera parte
37 - Segunda parte
38 - Primera parte
38 - Segunda parte
EPÍLOGO
Nota final de la autora
-Extras de la historia-
AEGAN (1)
CAPÍTULO EXTRA
EXTRA ESPECIAL

17

2.3M 142K 493K
By Alexdigomas

Run, Jude, Ruuuun!

Al día siguiente me temblaba el cuerpo cuando atravesé la entrada de la biblioteca para ver a la profesora de literatura. Ella esperaba sentada en una mesa mientras escribía calificaciones en algunos informes. Al frente tenía una pila de dispositivos USB en los que de seguro les habían entregado los videos.

Lo único que yo tenía en la mano era mi teléfono en el que había quedado grabado todo, y una buena carta llamada: rogar.

—Buen día, profesora —le saludé con todo el ánimo del mundo a pesar de que en el fondo me sentía muy nerviosa.

Ella me respondió con afabilidad. Me senté en frente y comencé a explicarle que Adrik y yo habíamos intentado hacer el video, pero que todo había salido mal al final, que no era algo que le podíamos presentar y que lo único que necesitábamos era una prórroga para volverlo a hacer como se debía.

En el preciso momento en que ella iba a responder, Adrik apareció. Nunca me había molestado el hecho de que llegara tarde a cualquier lugar, pero en ese momento me irritó en niveles astronómicos. Él sabía que no habíamos terminado el video. No habíamos vuelto a hablar desde que salió de mi apartamento. Ahora ni siquiera venía apurado, sino con la mayor calma del mundo, como si no pasara nada.

Me provocó gritarle: ¡Estamos a punto de reprobar, REATZIONA, ADRIK, REATZIONA!

—Si nos da un plazo hasta mañana se lo entregaré como debe ser —culminé con un tono dócil al tiempo que Adrik se sentaba a mi lado en la mesa.

La profesora, pensativa, alternó la vista entre ambos. Quise estrujarme las manos, pero confiaba en que ella era comprensiva. Era una profesora tranquila, nada estricta. Tenía ese aire de mujer bohemia que de seguro había escrito unos cinco libros que jamás se habían vendido bien. O así la veía yo. De todos modos, tuve esperanza. Percibí un brillo positivo en su rostro...

—Déjenme ver qué fue lo que hicieron —suspiró ella finalmente, extendiendo la mano hacia mí.

Y... la esperanza murió al instante.

—¡No! —exclamé con rapidez y apegué el teléfono a mi pecho—. Por favor, profesora, le juro que lo haremos bien para mañana.

Busqué apoyo en Adrik por un instante, esperando que dijera algo, pero él solo estaba ahí sentado, quieto, mirando a la profesora con un aire ausente y distante.

—Si no me demuestran que al menos lo intentaron, no puedo darles otra oportunidad —insistió ella como si fuera muy simple—. ¿Cómo sabré yo que no solo se les olvidó, ahora están arrepentidos y por eso vienen a pedirme una prórroga?

—Porque usted sabe que soy responsable —alegué con una nota de súplica.

Ella formó una fina línea con los labios y observó a Adrik. En serio esperé que dijera algo porque de lo contrario yo misma era capaz de hacerle tragar el teléfono con el video.

—Nunca me he saltado una tarea —aseguró él sin más, medio adormilado.

¿Ese era su argumento? ¡¿Solo eso?! ¿Por qué no nos defendía? Quise golpearlo ahí mismo, pero me contuve.

La profesora extendió más la mano hacia mí.

—O me dejas ver, o les pondré cero de inmediato —advirtió.

Lo que menos quería era un cero, pero tampoco quería pasar vergüenza frente a ella. En el video había quedado grabado todo. Cuando digo todo era, bueno, eso tan raro que había sucedido entre nosotros.

Antes de entrar a la biblioteca creí que podía convencerla. O mejor dicho, creí que Adrik me ayudaría a convencerla, pero como él no estaba participando en nada, era caso perdido. Me daba vergüenza, pero la vergüenza no me haría salir de Tagus, un cero sí.

Con mucha duda y con el corazón latiéndome a mil desbloqueé el celular, busqué el video y lo reproduje. Le pasé el teléfono y ella comenzó a verlo.

Al principio todo estaba bien. Salíamos Adrik y yo sentados uno frente a otro. Leíamos y luego... ahí estaba el horror. Yo comenzaba a comportarme como una estúpida, él intentaba hacerme entrar en razón, yo le saltaba encima y al final nos besábamos. Para rematar, ni siquiera nos besábamos como personas normales que no sabían lo que estaban haciendo. ¡Nos besábamos como unos calenturientos que jamás habían tenido contacto físico! Lo peor era que se veía el bulto en el pantalón de Adrik. Sin olvidar que se escuchaba cuando hablábamos del incienso del demonio.

La profesora lo pausó en medio del beso.

Nos miró, curiosa y seria. Me ardía la cara por la vergüenza. Quería meterme debajo de una piedra y no salir jamás. Además, ya era raro teniendo a Adrik al lado. Más raro aún, él no parecía incómodo. Toda aquella situación me tenía temblando. No quería reprobar. Cualquier clase así fuera una extra, contaba en el promedio final.

—Lo siento tanto —me excusé, ultra apenada, esperan do que el verme patética ayudara en algo—. No era por completo yo... si nos da otra oportunidad...

Ella se reacomodó sobre su asiento y exhaló. Su expresión empeoraba mi estado. No parecía la profesora relajada de siempre. Su mirada había pasado a ser algo dura.

—Lo único que no puedo pasar por alto es el hecho de que se drogaron —soltó sin censura, con total reproche.

—No teníamos ni idea —le interrumpí, de nuevo recurriendo a lo que fuera para salvarme—. No es algo que yo haga. Me dijeron que era terapéutico. No lo sabía.

—¿Y el señor Cash no está más experimentado en todo? —inquirió ella, lanzando esa afilada pregunta directo hacia él.

Adrik se encogió de hombros. Maldición, quería coger el libro más grueso de los estantes y aventárselo en la frente. No parecía nada preocupado.

—Al principio no me di cuenta —aseguró Adrik con simpleza, con desinterés—. Y esa es la verdad.

La profesora esperó algo más, yo esperé algo más, pero él no dio señales de tener intención de agregar algo. Entonces ella suspiró como si estuviera decidiendo qué hacer con nosotros. Permanecí encogida en la silla, nerviosa. Quería hablar, quería seguir rogando, pero temí empeorarlo.

—Les pondré la nota mínima aprobatoria —dijo después de un minuto que me pareció eterno.

El mundo se me cayó a los pies.

—¿Qué? —emití en un jadeo de miedo y desconcierto—. Pero usted dijo que si le enseñaba el video podía...

—No puedo darles otra oportunidad —zanjó—. Si solo hubiera sido un desastre quizás sí, pero lo que vi está mal.

Claro que no habría sido Jude Derry si me quedaba con esa respuesta. De nuevo intenté convencerla. Recurrí a todos los métodos, pero no funcionó. Dijo que debíamos agradecer que nos ponía la nota mínima y no nos reprobaba. Al final salí de la biblioteca a zancadas apartando a la gente sin importarme quien fuera, furiosa conmigo misma, con la profesora, con el jodido mundo.

—Jude —me detuvo Adrik en uno de los pasillos.

—¡¿Qué?! —solté, me di vuelta y lo miré con los ojos llameantes de ira.

Él frunció el ceño y me observó con extrañeza. Lo único que le faltó fue decirme: oye, tranquilo viejo.

—¿Por qué estás molesta? No reprobamos —puntualizó.

Y mira, fue eso que dijo, cómo lo dijo y en qué momento lo dijo, lo que causó que una oleada hirviente de ira me recorriera el cuerpo hasta estallar en mi boca.

—¿No reprobamos? —repetí con detenimiento, apretando los dientes. Cada palabra salía cargada de una rabia intensa, contenida pero amenazadora—. ¿Qué carajos pasa contigo? Llegas tarde y además no intentas hacer que nos dé otra oportunidad. Sé que no te importa una mierda nada, pero a mí sí. No estabas solo en esto del video, yo también iba a salir perjudicada.

Adrik pareció confundido.

—Pero ¿no que no querías reprobar? —expresó, desconcertado.

Que se rascara la cabeza con incredulidad me molestó más. ¿Qué demonios le pasaba para ser tan distraído?

—¿Te parece que la nota mínima es buena? —refuté.

—Pues no, pero al menos no es un cero.

Di un paso adelante y lo señalé con el dedo. Él miró mi dedo con rareza y luego a mí con algo de inquietud. Sí, yo era un poco más baja que él, pero en ese momento me sentí altísima, capaz de superarlo en lo que fuera.

—Te diré algo, Adrik Cash —empecé en un tono firme y agresivo—. En tu mundo una nota mínima no te afecta en nada. Lo tienes todo resuelto. Si te da la gana, transformas esa calificación en una perfecta, y aunque no lo hicieras igual tendrías las puertas abiertas en todos lados. En mi jodido mundo una nota mínima lo trunca todo, así que no puedo permitirme notas mínimas. ¿Te digo por qué? No tengo un apellido que promete que no moriré de hambre.

Acto seguido me di vuelta y me alejé por el pasillo.

Estaba furiosa con él y conmigo misma. Podía arruinar muchas cosas en un segundo. Una de esas cosas era la posibilidad de conseguir una profesión que nos garantizara un buen salario y una vida aceptable a mi madre y a mí. Ahora una mínima nota, el lío con los Cash... eso también estaba mal. Aegan estaba metido en cosas verdaderamente peligrosas que podían salpicarme. No lo había considerado bien. No quería salir perjudicada y para eso debía replantearme si en serio deseaba soltar lo que sabía.

Salí del edificio y me detuve afuera, frente a una máquina de barras alimenticias. Me hurgué los bolsillos y saqué unas cuantas monedas. Las metí de mala gana y luego no quiso entregarme la barra. Le di unos cuantos golpes hasta que de repente le atesté más golpes y patadas descargando no solo la furia por lo que había sucedido, sino la indignación por haber sido robada por una máquina.

Terminé pegando la frente a la máquina. Cerré los ojos y exhalé con frustración.

—Después preguntas que cuál es la diferencia entre un tiranosaurio rex y tú —dijo Adrik por detrás de mí.

—No me compares con nada en este momento, ganarás de todos modos —resoplé en la misma posición, con los ojos cerrados y unas ganas latentes de que me tragara la tierra.

Lo escuché suspirar con cansancio.

—Mira, es solo una clase extra. —Como no dije nada, añadió con resignación—: Si quieres volveré a hablar con la profesora mañana para pedirle otra oportunidad.

—No conseguirás nada —solté, frustrada.

Él se detuvo a mi lado y me apartó la frente de la máquina. Abrí los ojos y detecté una expresión pícara en su cara bien afeitada. Tenía unas leves ojeras pero no le hacían perder el aire atractivo.

—¿En serio? Porque yo creo que nada más le tengo que respirar cerca y problema resuelto —confesó con simpleza.

—¿Qué? ¿Te vas a prostituir por una nota? —pregunté, ceñuda.

—¿No estás armando un escándalo? —expresó como si estuviera esforzándose demasiado. Después le agregó una nota dramática a las palabras, como remedándome—: Que tu futuro depende de esa nota, que esto, que lo otro... me obligas a tomar medidas drásticas.

Eso me causó cierta gracia, pero seguía preocupada así que pateé una piedra imaginaria, inquieta, dudosa.

—¿Crees que funcionará? —murmuré.

Él asintió y, a decir verdad, me transmitió cierta calma. Si en algo era bueno Adrik Cash, era en hacer parecer que no valía la pena preocuparse por demasiadas cosas. La vida se percibía más sencilla y más liviana a su alrededor.

—Estoy tan seguro como que una vez esa profesora me dejó una nota en un examen que decía: puedo darte clases privadas. —Luego añadió en un susurro confidencial—: Y sabemos que ella no enseña matemáticas.

No pude evitar reírme. Tampoco pude evitar sospechar que el motivo de ese cambio de actitud tan brusco de la profesora, se debía a que le gustaba Adrik, y que lo del beso le había causado celos. Mucho menos me sorprendió. Ella lo miraba raro cuando nadie se daba cuenta... excepto yo.

—¿Qué? Por Dios... —solté, negando con la cabeza y riendo al mismo tiempo—. Bien, dejaré que tú lo resuelvas.

Adrik esbozó una sonrisa escasa.

—Deberías confiar un poco en mí, Jude —sugirió.

Entonces le dio un golpe lateral a la máquina, como en un punto específico, y la condenada expulsó la barra que yo había seleccionado.

—Gracias —asentí con sinceridad después de cogerla. Carraspeé la garganta y con cierta dificultad agregué—: Lo que te dije... eso estuvo un poco feo.

Él hizo un gesto para restarle importancia. Ni siquiera parecía molesto a pesar de que estuve a punto de darle una patada en la cara.

—No importa, en realidad es cierto —admitió, encogiéndose de hombros con indiferencia—. Digo mi apellido y puedo acceder a los archivos secretos del Vaticano si se me antoja.

Ambos comenzamos a caminar por la acera. Yo iba a mi apartamento para comenzar con las tareas del día. No sabía a dónde iba él, tampoco sabía por qué no cargaba su auto, pero nos hicimos compañía.

Rasgué la bolsita de la barra y le di un mordisco. Por un momento no quise decir nada, solo masticar. Empecé a sentirme algo incómoda apenas recordé lo del beso. No era la primera vez que besaba a alguien, pero se sentía así. No estaba segura de si debía ignorarlo o qué. Era rarísimo. Yo solía ser bastante equilibrada en esos temas. No tenía problema para dar la cara a algo. Ahora era como que quería ignorar lo sucedido y al mismo tiempo saber qué pensaba él. Aunque ambos sabíamos que había sido un error influido por el incienso, ¿no? ¿NO? Sí.

Igual me armé de valor.

—Sobre lo de ayer... —comencé a decir, pero para mi sorpresa él me interrumpió.

—El beso —aclaró, tranquilo, sereno, relax—. No lo digas como si fuera tabú. Fue un beso, todo el mundo se besa, así que está olvidado si tú quieres que lo esté.

Mastiqué lento y luego lo miré con una expresión de: khé.

—¿Si yo quiero que lo esté? —pregunté, casi estupefacta—. Explícate.

—Que si quieres hacer como que nada pasó, por mí no hay problema —explicó con simpleza—. Solo diré que de lo que fuera que estuviera hecho ese incienso no era algo tan fuerte como para dejarnos totalmente inconscientes.

Buen punto. Eso me hizo recordar que yo me aloqué pero que él se veía menos afectado.

—Es cierto, ¿por qué a ti no te afectó como a mí? —le pregunté—. Estabas más tranquilo mientras que yo... no lo sé, quería pelar el culo en todos los canales nacionales.

—Suelo fumar y soy más resistente para esas cosas —aseguró sin mucha importancia.

No quise pensar en cómo se había hecho resistente. Recordé lo del Sak, lo de las drogas, pero Adrik tampoco parecía una persona que las consumiera. Él fumaba cigarrillos sin ocultarlo. Ya lo había visto con algunos, aunque no la mayoría del tiempo, pero lo hacía. ¿Era por eso o...?

—¿Entonces me estás tratando de decir que el incienso no tuvo nada que ver? —decidí recalcar.

—Sí influyó, pero tú me respondiste el beso y reaccionaste a él.

Alcé la vista, ceñuda. Adrik tenía una muy escasa sonrisita fastidiosa en esa atractiva cara de culo que siempre cargaba. Ya comenzaba a notar que esa sonrisa aparecía cuando estaba muy seguro de tener la razón en algo.

—¿Estás insinuando que me gustó? —solté apenas me di cuenta de que ese era su punto.

—Lo estoy asegurando —me corrigió con firmeza.

¡Lo estaba asegurando! Debía defenderme de inmediato.

—Si vamos al caso a ti también —refuté, igual de desafiante—. Y las pruebas fueron evidentes.

Adrik puso los ojos en blanco.

—Sí, tuve una erección, es normal considerando que te movías como loca encima de mí y que el incienso me relajó —expresó como si nada de eso fuera relevante o le hubiera incomodado—. Que sea obstinado no significa que no sea humano.

Le regalé una sonrisa ancha, triunfante.

—Recalquemos la parte de: tuviste una erección y añadámosle: por mí.

Entonces se detuvo, me encaró y soltó en un tono retador:

—Ajá, ¿y cuál es el problema con eso?

Resoplé. Resoplé tanto que hasta se vio chistoso y estúpido.

—El problema —repetí, mirando hacia todos lados, moviéndome como si acabara de escuchar algo ridiculísimo—. El problema es grande, Adrik. Claro que hay un problema. Hay un montón de problemas. Es como una lista entera de problemas.

Él se cruzó de brazos y se removió, mirándome desde arriba con los ojos entornados y desafiantes.

—A ver, menciona uno.

Seguí resoplando porque la verdad era que no sabía qué cara poner. Él estaba enfrentando aquello de una forma que no esperé. A decir verdad, yo creí que él haría dos cosas: o se lo diría a Aegan o lo ignoraría. Como Aegan no había aparecido a humillarme públicamente diciéndome infiel, era obvio que él no le había contado nada.

Vamos, sabemos que al enterarse, Aegan era capaz de hacer acto de presencia a los dos segundos.

—Pues para empezar tú... tú eres mi enemigo —argumenté.

—¿En serio? ¿En cuál guerra? —inquirió él con la misma postura retadora.

—En... esta. —Hice un circulo con la palma de mi mano para englobarlo todo— esta guerra. Esta.

—No hay ninguna guerra, estás inventando.

Sí la había, solo que él no lo sabía o aparentaba no saberlo.

Decidí no seguir arriesgándome. Retomé la caminata, mordiendo la barra con rapidez y nerviosismo. La mordí tantas veces que se me formó un enorme bocado dentro de la boca.

—No sé qué demonios intentas decir —bufé con dificultad, tratando de tragarlo todo.

Adrik me siguió el paso. Me miraba. Sentía el peso de sus ojos, pero yo planté la vista en el camino de en frente y le pedí a diosito que me ayudara.

—Nada, solo que no sé por qué no admites que te gustó —replicó él con obviedad.

—Pero ¡¿por qué admitiría eso?! —me quejé y me limpié la boca en un gesto brusco—. ¿Nada más para que sientas que ganaste?

Entonces Adrik me tomó del brazo y me detuvo. El corazón comenzó a latirme rápido. De nuevo experimenté esa sensación de no saber cómo reaccionar, cómo enfrentarme a la situación. Adrik lo provocaba. Me dejaba sin argumentos, sin armas, sin un jodido escudo para defenderme. Y en cierta parte odiaba eso.

—¿Me puedes explicar por qué crees que todo es una competencia? —soltó con una nota de enojo. Ya no había sonrisa en su rostro. Sus cejas estaban hundidas. Parecía confundido—. Porque no lo entiendo.

—¿Es que no lo es, Adrik, no lo es? —rebatí, firme, o con lo que creí que era firmeza.

La verdad ya dudaba de todo. Adrik lució más desconcertado que nunca. Era una confusión genuina con una chispa de molestia en los ojos.

—Creías que yo me la pasaba conspirando con Aegan para humillarte, ¿y ahora en serio crees que necesito superarte en algo tan ridículo? —soltó como si fuera demasiado absurdo.

¿Y lo era? ¿Era absurdo? Joder, me sentí extraña. No supe qué hacer, y como no sabía, recurrí a la vieja confiable: la actitud defensiva.

—Tú puedes decir muchas cosas, el punto es que sean ciertas. ¿O a ustedes no los llaman los Perfectos Mentirosos? —lancé. Sin embargo, la expresión de Adrik no cambió. Todo lo contrario, rebatió:

—¿Y un estúpido apodo ya lo define todo?

—Si fuera solo un apodo y no toda una reputación... —canturreé, girando los ojos.

Hundió mucho más las cejas, abrió la boca para decir algo pero quizás le pareció que no era lo correcto porque sacudió la cabeza y en un gesto tonto preguntó:

—¿Estás hablándome como si fuera un prostituto o algo así?

Fingí sorpresa.

—Mira tú, noventa días... ¿Son cuantas chicas al año? No tantas, pero si contamos las del entretanto porque no me creo que conozcan el concepto de fidelidad...

Y se enojó por eso. La confusión desapareció, apretó los labios y endureció la mirada. Por un instante me inquietó que me observara así. Supe que la había cagado, pero cagarla era lo único seguro en ese momento.

—Te dije que no me interesan esas cosas, pero nada más ves lo que tú quieres, ¿no? Por un maldito segundo deja de compararme con mis hermanos y a lo mejor te das cuenta de quién es el que se moriría antes de aceptar algo aquí, porque no soy yo.

Me soltó, me dio la espalda y cruzó la calle para alejarse.

Exhalé con cierta molestia y también me giré para irme. Durante un momento me detuve. Por un segundo sentí ganas de voltearme e ir a decirle que sí, que en realidad sí me daba cuenta de que él era distinto, pero que demasiadas cosas me hacían desconfiar. Sin embargo, levanté la cara y seguí.

Sí, supongo que yo era la que se moriría antes de aceptar que Adrik en realidad tenía demasiadas cosas que me atraían. O peor aún, que seguía siendo uno de los que me había prometido destruir.

🙎🏻‍♂️🙎🏻‍♂️🙎🏻‍♂️

Apenas abrí la puerta del apartamento, Artie me interceptó. Verla me hizo sentir muy mal. Recordar que me había besado con Adrik y que a ella le gustaba mucho él, era horrible. Quería contárselo, pero todo estaba mal en esa historia desde la perspectiva que se viera. No lo entendería. Le haría un daño muy cruel. No podía decírselo, aunque guardarlo fuera de malo.

Ella parecía agitada, de seguro solo tenía media hora libre y se había pasado rápido por ahí. Llevaba sus gafas, el cabello oscuro en una coleta desordenada y sostenía unas hojas. Me las entregó, sonriente.

—Imprimí todos los emails de las cadenas televisivas del estado —informó, sonando muy orgullosa de su trabajo—. Revisa los nombres, aunque yo creo que la primera que debe recibir las pruebas es CNN. Lo sacarán enseguida sin censura.

—Bien...

Miré las letras impresas, pero no las entendí. Venía pensando demasiadas cosas, como por ejemplo, cuán implicado estaría Adrik en el asunto del Sak. Debía de estarlo, claro, pero esas palabras: deja de compararme con mis hermanos... me daban mucho qué pensar. Adrik tampoco era de los que se veía bajo la influencia de drogas, así que a lo mejor solo tenía parte en venderlas, pero no estaba segura... No estaba segura de nada ya.

—¿Qué pasa? —me preguntó Artie, preocupada, al ver que no decía nada.

—Nada, solo... —suspiré y recuperé mi postura de siempre—. Tenemos que hacer esto con muchísimo cuidado. No es como soltar cualquier chisme. Después de que se sepa todo esto, debemos apartarnos de inmediato.

—Claro —asintió ella con rapidez—. Ya investigué en el área de informática. No enviaremos nada por correo ni lo entregaremos personalmente. Será enviado directo por email y usaremos un VPN para cambiar nuestra dirección IP. No sabrán quién ni de dónde fue enviado. El resto se hará solo.

Artie se movió por la sala, sonriente, animada, feliz. Había una chispa soñadora y de entusiasmo en sus ojos. Me exigí sentirme así también, y mr enojé conmigo misma al darme cuenta de que ciertas cosas me estaban afectando.

—Quiero ver la cara de esos tres cuando todo se sepa —suspiró ella. De repente se detuvo y me miró con los ojos abiertos de par en par—. ¿Crees que desaparezcan de aquí?

Tomé aire y lo solté con fuerza.

—Si son inteligentes eso harán. No volverán a Tagus nunca.

El resto de la semana fue bastante intensa, pero también algo rara. Lo único que recibí de Aegan fue un mensaje diciéndome que el sábado por la mañana pasaría a recogerme, porque por ahora estaba bastante ocupado con cosas del instituto.

Eso me alivió. Significaba que Adrik había dado por olvidado lo del beso y que Aegan no sabía nada de nada. Supongo que contarlo no era conveniente. Aunque yo no le gustara a Aegan, nunca era bonito enterarte de que tu hermano se besaba con tu novia. Además había sido un error que no volvería a repetirse.

Sabía que en lo que Aegan estaba más ocupado era en cosas de su sucio negocio, pero le respondí con un corazón, un horrible e intencionado "te quiero bbito lindo" al que él contestó con ese Emoji de WhatsApp girando los ojos, y luego me alegré de no tener que verlo esos días.

A Aleixandre me lo encontré un par de veces, pero no habló conmigo. De hecho, me pasó de largo con una expresión distraída y algo nerviosa. ¿Qué le sucedía? Ni idea. Quería acercarme un poco a él, intentar crear más confianza, pero siempre estaba en otros asuntos. Ya llegaría el momento.

A Adrik menos lo vi. No compartíamos ninguna clase además de literatura y todavía faltaba una semana para esa. Pero la verdad, la verdad, en ocasiones pensé en él. No lo sé, me venía a la mente sin yo darme cuenta. Recordaba lo que me había dicho y luego el beso, y era todo muy extraño. Como si... como si algo se removiera en mi interior, una cosa desagradable a la que evité darle nombre.

De todas maneras, una tarde llegué al apartamento y cogí uno de los libros de fantasía que él me había prestado. Lo leí y terminé descubriendo que era muy bueno, casi adictivo. Así que en eso me la pasé hasta que conseguí leer dos de golpe. En cierto momento se me ocurrió enviarle un texto para decirle que tenía razón, que la falta de realidad de esas historias conseguía distraer la mente más rápido, pero asumí que estaba enojado y que no quería hablarme.

Entonces llegó el viernes, el día en que el Sak tendría ese evento especial de máscaras. No se lo recordé a Artie porque ya habíamos pasado un mal rato en ese sitio y la verdad quería ir yo sola para averiguar todo lo que pudiera. Era mejor porque no tendría que preocuparme por ella. Además, ya tenía un plan preparado.

En una de las tiendas del campus compré una máscara que cubría el rostro completo. ¿Cómo entraría? Artie había averiguado el nombre de la muchacha que estaba junto al chico al que ella había oído hablar del evento en el Sak. Solo que ese chico había dicho que sería el sábado y en eso se había equivocado. Bueno, yo usaría ese nombre.

Apenas llegué, había un guardia en la puerta pidiendo nombres. Le dije que me llamaba Carol Hamildder y, sorprendentemente, me dejó pasar. Entré. Las luces ya no eran azules, sino una mezcla de violeta, rosa y rojo. El lugar estaba abarrotado. Sonaba música electrónica. Había gente con máscaras por todos lados y los rostros eran irreconocibles. Ese ambiente bajo, oculto y de malos hábitos estaba más concentrado que nunca.

Me deslicé entre la multitud. Las máscaras pasaban como sombras inquietantes a mi al rededor. Algunas manos me tocaron en sitios que prefiero no mencionar, pero no armé escándalo. Quería pasar lo más desapercibida posible, y para lograrlo debía aceptar que así se comportaban en ese asqueroso lugar.

Llegué a la barra y pedí la bebida más simple que resultó ser demasiado cara para mi ojo pobre, pero que igual pagué para no desentonar. Luego me moví de un lado a otro, mirando y estudiando el lugar. Era como un cuadrado enorme. En los laterales, cerca de las paredes, estaban las mesas. En el centro se acumulaba la multitud, bailando y bebiendo.

Después descubrí que la primera vez que estuve ahí no lo había detallado bien. Al fondo del salón había un par de pasillos que extendían el lugar. Atravesé uno y fue como pasar por un túnel creado por Eros y Afrodita, los dioses del amor y la lujuria. Estaban algo oscuros, pero alcanzabas a ver que había gente contra las paredes, besándose, manoseándose y todo lo que terminara en andose. Algunos me extendieron las manos para que me les uniera, pero los rechacé con un gesto.

El pasillo se ensanchó y pasé a otra sala. Para mi sorpresa, había un piso inferior. Me asomé hacia abajo y contemplé el montón de personas bailando al igual que en la sección anterior. Me deslicé hacia los lados, inspeccionando el submundo vicioso de Tagus, hasta que alguien chocó conmigo. No se disculpó ni nada, siguió su camino, pero entonces apenas alcé la vista, pillé a un chico y una chica.

El chico sostenía algo que reconocí rápidamente: una pequeña perlita que brillaba como un diamante. Era igual a los diamantes que Artie y yo habíamos encontrado en la casa de campo. No le hallé explicación a eso hasta que él se llevó el diamante a la boca. Esperó unos segundos y luego sacó la lengua para mostrarla. Al parecer, el diamante se había disuelto sobre ella y dejado una capa plateada que si recibía un par de destellos de luces, refulgía como una lámina. El muchacho amplió la sonrisa y después la chica se le lanzó encima para besarlo.

Quedé estupefacta. Ni siquiera me di cuenta de que la masa de gente me consumía hasta que estuve cerca el borde de esa sección. Coloqué las manos sobre la barra que impedía que cayeras al piso inferior y evalué la situación por allá abajo.

En una esquina había una sección rodeada por cordones rojos. Un trío de tipos lo resguardaban. En el sofá estaban sentados cinco hombres con antifaces bastante masculinos y trajes verdes. No necesité esforzarme mucho para identificar a alguno. Había uno que resaltaba. Incluso desde esa distancia, su presencia y su porte parecían abrumadoramente poderosos. Las mangas de su traje estaban arremangadas hasta los antebrazos, y unos inconfundibles tatuajes relucían como marcas del demonio.

Ese era Aegan.

Intenté reconocer al resto. Había un tipo rubio que debía de ser su amigo Owen. Había uno sentado a la derecha de Aegan, más delgado que él, el cual asumí que era Aleixandre por el cabello bien peinado. A la izquierda estaba otro con el cabello oscuro. Por lógica debía ser Adrik, pero había algo en su boca que me hacía sospechar que no. El resto era desconocido para mí.

Me moví con intención de mejorar mi campo de visión. Ellos no podían verme porque yo seguía en el piso superior, pero de igual modo tuve cuidado de no hacer nada que llamara la atención. Me quedé un rato ahí, solo mirando y esperando que hicieran algo. Ellos bebieron, hablaron, rieron... Y entonces llegaron tres chicas.

Usaban unos antifaces con brillantina que parecían mariposas. Llevaban unos vestidos cortos y sus piernas eran largas y torneadas. Las dejaron pasar a la sección VIP sin problema alguno, por supuesto. Cuando eres así de bella te dejan entrar hasta al baño del presidente. Bueno, dos de ellas fueron saludando a los arbolitos (los llamé así por sus trajes de color verde y porque me dio la reverenda gana ponerles un apodo ridículo). Una de ellas se sentó sobre las piernas de Owen y él de inmediato la rodeó con los brazos. La segunda se quedó entre Aleixandre y el otro chico que podía ser Adrik pero que al mismo tiempo algo me decía que no era él. La tercera fue por Aegan.

Se inclinó hacia él ofreciéndole una mano. Aegan le besó los nudillos con una elegancia coqueta. No podía verle los ojos desde esa distancia y con la máscara puesta, pero sospeché que tenía una mirada depredadora lista para atacar. Sin embargo esperé que no lo hiciera. Fue como: por favor Aegan no hagas lo único que creo que no has hecho desde que nos hicimos "novios", déjame tenerte un poquitito de fe...

Pero esta no es la historia en donde el chico malo cambia por amor. Esta es la historia en donde el chico malo cada vez se vuelve peor. Aegan la sentó sobre su regazo y le pasó una mano por el muslo. Al mismo tiempo comenzó a susurrarle cosas al oído en plan seductor.

¿Sabes? No dejé de mirar incluso cuando se besaron con erotismo. Necesitaba verlo. Necesitaba seguir convenciéndome de que Aegan Cash era tan sucio como un inodoro público. Ese tipo de cosas me aseguraban que lo que hacía era lo correcto, que aquel individuo no tenía ni remedio ni salvación.

Ya estaba algo aburrida cuando Aegan dejó ir a la chica y se levantó. Palmeó la espalda de uno de los guardias, salió del círculo VIP y avanzó entre la gente. Detrás de él siguió el que debía de ser Aleixandre y luego Owen. Busqué las escaleras más cercanas y bajé sin perderles la pista.

En el piso inferior seguí sus trajes verdes. Aparté gente y alcé la cabeza.  Mantuve cierta distancia e incluso fingí bailar un poco. Ellos avanzaron por un pasillo que estaba resguardado por un guardia. Tuve una idea rápida y la ejecuté. Volqué mi bebida sobre la espalda de una chica y me alejé para que pareciera que lo había hecho otra. La chica empujó a la desconocida y se formó una discusión a la que el guardia tuvo que acudir para que no terminara en golpes. Aproveché que dejó libre el camino y me colé por el pasillo.

Eso se llama estrategia.

Me encontré con unas escaleras que descendían y mr pregunté si acaso ese condenado lugar llegaba hasta el infierno. Bajé con cuidado. Un nuevo pasillo ancho, oscuro y casi aterrador se extendió ante mí. A ambos extremos había escaleras y a los lados había puertas. Pensé que había perdido a Aegan y a su combo hasta que escuché voces:

—Los diamantes se venden a precio justo y ya son un éxito.

Era la voz de Aleixandre. No perdí tiempo. Venía preparada para lo que fuera, incluso para ser atrapada en el intento. Me apresuré a sacar mi teléfono y comencé a grabar un video. Por los momentos el audio serviría, pero quería conseguir alguna toma de ellos. Solo debía encontrar la forma de moverme sin ser vista.

—Byron quiere ganar más de ello, ¿no entiendes? —se quejó Aegan con ese tono dominante y violento que lo caracterizada—. Hay que venderla toda esta noche.

—Todavía está llegando gente —comentó Aleixandre. Sonaba inquieto—. Pero no tengo ni idea de cuanto venderemos. Yo creo que...

—¡Pues méteselas por los oídos, por los ojos, por el culo, por donde sea pero consigue que la compren toda! —ordenó Aegan de golpe—. Es una droga nueva, van a caer como moscas a la mierda. Adórnala, píntala como lo mejor del mundo.

—Aegan, tienes que relajarla —intervino Owen, quien tampoco sonaba muy calmado—. Aleixandre está ocupándose como puede.

Di pasos silenciosos por el pasillo, esperando ver el sitio en el que se encontraban hablando. Debía de ser tras una de esas puertas...

—Esta mierda es importante —enfatizó Aegan—. Tenemos que conseguirlo todo esta noche, y si no resolvemos aquel asunto antes de los sesenta días ustedes mismos saben que...

—¡¿Por qué demonios crees que no lo sé?! —interrumpió Aleixandre. Había una nota furiosa en sus palabras—. ¿Crees que no pienso en esto todos los jodidos días?

—No parece que estés muy centrado —se quejó el mayor de los Cash.

—¿No? ¡¿NO?! —bramó Aleixander en defensa—. ¡Maldición, Aegan, sabes todo lo que estoy haciendo para arreglar esto!

—Me consta —intervino Owen como si quisiera apoyar al menor—. Yo también estoy moviéndome, pero el asunto está complicado.

—No es nada complicado —bufó Aegan en plan regañón—. Hacemos lo que debemos hacer y listo.

Aleixandre soltó:

—Nosotros nos estamos esforzando, pero tú no quieres darte cuenta de nada porque al parecer tienes unos métodos más estúpidos para encarar la situación. —Se escuchó una exhalación como cuando alguien intentaba no perder la paciencia—. Le subiré el diez por ciento, pero es todo. Si le subes más no se venderá tan rápido.

Me acerqué a una de las puertas que estaba entreabierta. Las sombras se proyectaban contra la pared, indicándome que una figura caminaba de un lado a otro. Me quedé junto a ella y traté de colocar el celular en una posición que captara algo del interior. Confié en que la conversación los tenía tan ocupados que desde adentro no verían que un pequeño trozo de celular se asomaba de manera furtiva.

—¿Cuánto queda? —inquirió Aegan después de un momento.

—Dos kilos —respondió Owen, ya más tranquilo que los hermanos—. ¿Byron vendrá o...?

—No, a él le basta con las cifras —zanjó Aegan. Había un tono impaciente en sus palabras—. Aleixandre, ¿cómo vas con lo otro? ¿Averiguaste algo?

Me incliné un poco hacia adelante. La cámara captó algunas figuras, pero no estaba muy segura de cuan claras eran porque tenía los brazos extendidos y el cuerpo cerca de la pared para que mi sombra no se notara hacia adentro. Traté de inclinarme un poquito más y...

Tampoco habría sido Jude Derry si todo me salía bien. Fui víctima del desequilibrio. Mi cuerpo se fue de frente y empujó las cajas haciéndolas caer al suelo. Obviamente el ruido llegó a oídos de los que estaban dentro de la habitación. Y solo me quedó una cosa por hacer:

Correr.

Correr como si no hubiera un mañana.

¡VÁMONOS A LA VERGA, WEY!

Al instante en que las cajas cayeron al piso, Aegan soltó:

—¿Qué fue eso?

Para cuando alguno de ellos salió al pasillo, yo ya subía las escaleras a toda velocidad como si el mismísimo Flash se hubiera metido en mi cuerpo.

—¡Alguien estaba aquí! —avisó Aleixandre.

Tranquilos, no dejé ninguna zapatilla en los escalones, aunque pude haber dejado un charco de orina de lo cagada que me sentí cuando Aegan gritó:

—¡Pero atrápalo, inútil!

Atravesé la sala del Sak empujando gente a lo loco. No sabía cuál de ellos salió a perseguirme, si Aegan, Owen o Aleixandre, pero sabía que alguien venía detrás de mí y que si me detenía aunque fuera un segundo: game over. Subí las escaleras hacia el piso principal y entonces me di cuenta de que incluso los guardias de la sección VIP habían sido alertados y ahora venían a toda velocidad con la intención de agarrarme.

El corazón comenzó a latirme con fuerza. Me asusté de verdad. Las luces, el gentío, todo pareció demasiado denso y abrumador a medida que huía. Quizás lo único que me ayudó en ese momento fue la cantidad de gente y las luces bajas. Era difícil detectarme, considerando también mi delgadez y mi poca altura. La mascara me cubría por completo el rostro y me había recogido el cabello en un moño de bailarina para que no se notara el largo y pudieran hacer comparaciones.

Hubo un momento en el que de verdad pensé que no lo lograría, pero yo era rápida y sobre todo: quería vivir. Cuando quieres vivir haces lo que sea para conseguirlo. Literal que me imaginé muerta si me alcanzaban, pero tenía ciertas ventajas: no me habían visto bien y eché a correr en el momento adecuado.

Cuando atravesé la puerta, el guardia de la entrada todavía no había sido alertado. Fue como un tremendo, jodido y asombroso golpe de suerte. Si no creía en nada me sentí totalmente religiosa y creyente en ese instante, porque eso tuvo que haber sido obra de un milagro. Salí del Sak, subí las escaleras del edificio, pero no me detuve. Agradecí que fuera de noche, porque todo estaba más oscuro y menos visible. Crucé la calle a una velocidad sorprendente y me alejé cuanto pude como si no supiera hacer más en la vida que correr y correr mientras el pecho me subía y bajaba con violencia.

Luego me lancé entre los primeros arbustos espesos y semi escondidos que encontré, con el cuerpo agitadísimo, la respiración sonora y un miedo abrasador palpitándome en el cuerpo.

Al parecer me siguieron. Escuché gente cerca, voces que decían cosas que no entendía o solo no podía entender, pero al final no me encontraron. No obstante, no me arriesgué más. Me quedé encogida entre la oscuridad y los arbustos por bastante rato, con los ojos cerrados con fuerza, con un mano sobre la boca para disminuir cualquier sonido y la otra sosteniendo el celular como si fuera mi propia vida.

Hasta que el silencio se volvió profundo y supe que no había nadie más que la gente, ajena a la situación, dentro de los bloques de edificio que me rodeaban. Dudé mucho. Temí salir, pero tuve que hacerlo. Al intentarlo, una de mis zapatillas se quedó atascada en una gruesa y punzante rama. No me quedó de otra que quitármela. Luego tuve que quitarme la otra y andar descalza.

No quise regresar al edificio. Estaba justo frente al Sak. No era conveniente que me vieran llegar. Además, Artie iba a hacer muchas preguntas y no me sentía dispuesta a responder nada. Todo lo contrario, estaba conteniéndome. Contenía unas desesperantes ganas de llorar por el susto, una necesidad de gritar pidiendo ayuda, algo, lo que fuera. Dentro de mí se había acumulado una sensación horrible.

Entonces se me ocurrió. En medio de esa sección vacía y oscura del campus, de repente entendí que lo único que necesitaba esa noche era comprobar algo.

Así que con el cuerpo todavía temblando, descalza, sucia y asustada comencé a caminar lejos de allí...

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Tres Alex escribieron una historia un día...
Una de ellas, les dio muchas risas y diversión.
La segunda, añadió una pizca de romance tentador.
Y la tercera, se encargó de hacer explotar sus cerebros con un misterio arrollador.

¿Qué será, qué será, eso que Alex todavía no revelará?

Si quieren un adelanto,

No tienen que rogar tanto:

Jude va en busca de algo.

Y lo encuentra es un problema más complicado.

Los hermanos no son unos santos,

Pero se protegen entre sí,

Eso, claro, hasta que la verdad salga a la luz

En ese momento ni los ayudará Jesús.

Aquí me despido, pero no será para siempre,

Si quieren verme, les dejo mi instagram de la suerte: @alexsmrz

Hasta la próxima actualización

Les mando besos mentirosos y un Cash sabrosón. ❤️

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