Perfectos Mentirosos © [Compl...

By Alexdigomas

133M 8.6M 25.8M

Recién llegada a la elitista universidad Tagus, Jude Derry descubre que ahí todo gira alrededor de las fiesta... More

Nota
Prólogo
Antes de leer...
LOS PERFECTOS MENTIROSOS
Tagus
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Notita
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21 - Primera parte
21 - Segunda parte
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23 - Primera parte
23 - Segunda Parte
24 - Primera parte
24 - Segunda parte
25 - primera parte
25 - segunda parte
Notita
26 - Primera Parte
26 - segunda parte
27 - Primera parte
27 - Segunda parte
27 - segunda parte (repetido para aquellos a quienes no les carga el anterior)
28
29 - Primera parte
29- Segunda parte
29 - Tercera parte
NOTA SUPER IMPORTANTE
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31 - Primera parte
31 - Segunda parte
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33
34 - Primera parte
34 - Segunda parte
35
36
37 - Primera parte
37 - Segunda parte
38 - Primera parte
38 - Segunda parte
EPÍLOGO
Nota final de la autora
-Extras de la historia-
AEGAN (1)
CAPÍTULO EXTRA
EXTRA ESPECIAL

13

2.2M 151K 387K
By Alexdigomas

Aegan = 1000

Jude = 0

No supe si Artie logró dormir, pero yo no.

Di vueltas y vueltas en la cama, pensando en lo que habíamos visto. Yo estaba segura de que era droga, pero Artie dijo que podía ser cualquier cosa hasta que lo viéramos y lo tocáramos.

Entonces le había dicho que eso teníamos que hacer. Lo que fuera que le habían dado a Aegan estaría en la casa hasta que volviéramos a Tagus, así que había que encontrarlo para comprobar que era lo que sospechábamos.

El punto era que si se trataba de eso, si a Aegan le habían entregado drogas, ¿qué significaba? ¿Qué las consumía? ¿Qué las vendía? ¿Qué hacía ambas cosas?

Aegan no parecía consumirla. Así consumieras un poquito de vez en cuando, se notaba, siempre dejaba un rastro. Aegan lucía lo bastante sano y lúcido. Hablaba con coherencia y sus actitudes eran insoportables pero normales. No había destellos nerviosos en él. Nada.

Así que mi teoría del Sak nunca fue tan absurda. Estaba más cerca de la verdad que nunca: Aegan dirigía el Sak y allí la gente se drogaba a su antojo. Punto. Por eso no hablaban del tema, por eso el lugar era secreto. Aunque con todo el poder que tenían los hermanos, ¿en verdad era un bar oculto? ¿Y si incluso la directiva del instituto lo sabía pero callaba por conveniencia?

¿Y si el perfecto y respetado Instituto Tagus no era más que un tapadero de vicios y secretos dominados por los Cash?

A la mañana siguiente la casa de campo se llenó de gente que decoraba, preparaba la comida, las bebidas, el sonido y todo lo necesario. Personas desconocidas iban de allá para acá y era todo un ajetreo incómodo. Ni siquiera necesitaba ser Adrik para que aquello me pusiera de mal humor. No podía estar en un solo sitio sin que me dijeran que debía moverme.

Durante el desayuno Aegan estaba como si nada, como si no le hubiesen entregado un paquete extraño la noche anterior. Irradiaba perfección. Estaba recién afeitado y fresco. Su loción se concentraba en el ambiente. Hasta sentado en una puta silla parecía que iba a darle órdenes a los carteles más sofisticados del mundo.

Adrik, por supuesto, no apareció. Me pregunté en dónde estaría. Aleixandre comió yendo de un lado para otro con su Tablet, sus indicaciones y la cara agitada.

—Es solo una fiesta —opiné en la mesa con cierto desdén—. No es como si fuera la coronación real.

—Nuestros eventos son preparados como si fueran la coronación real —replicó Aegan con mucha seguridad mientras comía su desayuno de tocino, huevos revueltos y panes franceses—. Cuando vives entre gente con mucho dinero aprendes a hacer las cosas bien, porque si no dejan una marca de la que nadie para de hablar.

Lo miré con cara de que era una reverenda estupidez.

—Y la verdad detrás de todo eso es que...

—Me gusta gastar dinero —admitió él, encogiéndose de hombros pero con una sonrisa ancha y maliciosa en el rostro.

Mordí una tostada con queso crema.

—¿De dónde viene toda la fortuna Cash? —inquirí como si fuera una pregunta vaga.

Al parecer no era una pregunta trivial porque Aegan me miró con cara rara como si acabara de hacer la interrogante más estúpida del mundo. Hasta Artie me miró con extrañeza.

—¿Adrien Cash...? —preguntó él, esperando que yo completara algo.

Pero nada me llegó a la mente.

—¿Quién? ¿Tienes otro hermano? —inquirí con completa incredulidad.

—Es mi padre —aclaró con detenimiento e insistencia.

—¡Ah! ¿Qué hace tu padre?

Aegan soltó el tenedor, frustrado. Hundió las cejas y me dedicó una mirada dura.

—Joder, Jude, ¿qué tienes por cerebro? —me reclamó.

—Bueno, ¿y si no lo sé? —defendí.

Artie exhaló. Llevaba el cabello suelto en un genial desorden. La mascarilla que se había puesto antes de dormir le había dejado la piel tersa. Era muy bonita para estar sufriendo por Adrik. Por mi parte... no sé, tenía cara de caca recién pisada.

—Su padre es el congresista y candidato presidencial Adrien Cash —me informó ella al fin.

Waat —solté, cogida por sorpresa. Luego miré a Aegan con asombro—. ¿Tu padre es un político?

—Sale a cada rato en las noticias —continuó Artie—. Sus debates dan de qué hablar. Al parecer va a la cabeza en las encuestas.

Algo se me pegó en la garganta y tosí.

—A la cabeza —repetí entre la tos.

—¿Por qué te sorprende tanto? —inquirió Aegan, enarcando una ceja.

—Por nada, por nada —aseguré, dándome unos golpecitos en el pecho para calmarme.

—Bueno —habló él con cierta indiferencia al tiempo que se levantaba—. En unas horas vendrán a vestirlas y prepararlas. Aleixandre les dirá qué hacer antes de salir. Nos vemos al rato.

Apenas Artie y yo nos quedamos a solas, me incliné hacia ella.

—¿Un candidato a la presidencia? —solté en un susurro agresivo—. ¿Por qué diablos no me lo dijiste anoche?

Ella parpadeó con ingenuidad.

—Pensé que lo sabías. No es secreto para nadie.

Exhalé y me froté la cara.

—Dios, ¿sabrá ese hombre lo que sus hijos hacen? —susurré más para mí misma que para ella.

—No sabemos que es... eso hasta que lo veamos bien —susurró Artie, mirando hacia todos lados.

Por suerte no había nadie cerca. La terraza no era un área que requería decoración. Los invitados se concentrarían en las zonas inferiores.

—La buscaremos —dictaminé.

Artie abrió los ojos al límite y devolvió al plato la fruta que estaba a punto de meterse a la boca.

—¡¿En serio sigues con esa idea?! —murmuró con algo de susto.

—Sí, será en la fiesta —asentí—. Los tres estarán ocupados y los invitados estarán abajo, así que subiremos a buscarla en la habitación de Aegan.

Artie me miró con muchísima duda y aflicción.

—¿Y si no metemos tanto nuestras narices? —preguntó con una vocecilla de cachorro asustado.

Tuve que deslizarme con silla y todo para acercármele. Me aseguré de sostenerle la mirada para transmitirle seguridad.

—Escucha —comencé a decir en un tono muy bajo y confidencial—. Queríamos algo verdaderamente importante para destruir a los Cash, ¿no? Ese plan de dejarlo antes de los noventa días ya es una bobería. Aquí está lo que necesitamos. Ellos tienen secretos que pueden acabar con su reputación, y ahora sabiendo que su padre es quien es, se me ha ocurrido una idea para ponerle fin al asunto, solo debemos comprobar que el paquete es... ya sabes qué.

Artie no dijo nada al instante. Se lo pensó. Casi que me impacienté.

—¿Te refieres a que se lo vamos a contar a alguien? —preguntó después de un momento, insegura.

—Por ahora no —aclaré—. Primero debemos tener todas las pruebas y luego no es que se lo vamos a contar a cualquiera.

—Bueno, ellos se lo merecen... —murmuró Artie mirando algún punto, pensativa pero indecisa—. Lo que hacen es malo.

—¿Me ayudarás entonces?

Artie suspiró y me dedicó una sonrisa amistosa.

—Claro que te ayudaré. Te ayudaré hasta en la más pequeña estupidez, tenlo por seguro.

Terminamos de desayunar y luego pasamos un rato haciendo ejercicio en el gimnasio del sótano. Bueno, Artie hizo ejercicio, porque yo lo intenté unos minutos y me rendí. No necesitaba estar más flaca, así que me senté a comer papas fritas que le pedí al chef mientras ella usaba la trotadora eléctrica.

Soy una gran amiga, lo sé.

Un rato después, Aleixandre nos encontró, agitado. Su cabello ya no estaba peinado hacia atrás y era un desorden. Le quedaba muy bien, a decir verdad. Nos miró con tanta severidad que quedé con una papa a medio camino de la boca.

—¿Qué hacen aquí? —nos reprochó—. ¡Suban, joder, que ya vienen a prepararlas!

Tuvimos que subir a toda velocidad. Nos duchamos y esperamos en mi habitación con las toallas puestas como si estuviésemos en un spa. Mientras, Artie me contó todas las tácticas que tenía preparadas para que Adrik le prestara atención. Según, iba a serle indiferente para que él se sintiera lastimado. Me pregunté si algo podía lastimar a ese ser sin alma, si en verdad eso funcionaría, pero la apoyé de igual modo.

Poco rato después la puerta se abrió de manera abrupta.

—¡¿En dónde están?! —preguntó alguien en un tono exigente y chillón.

Artie y yo nos quedamos inmóviles, mirando hacia todos lados.

Una mujer atravesó la puerta. Mi mente de inmediato la asoció a una caricatura. Era muy flaca y muy alta. Era de esas mujeres en las que todo era largo: el cuello, los dedos, las piernas e incluso la nariz. Tenía unos ojos pequeños pero atentos y críticos. Su piel tenía un tono bronceado y el cabello rojizo le caía en una cascada bien peinada.

No era horrenda, pero su belleza era rara.

Nos ubicó y nos echó un largo y juzgón vistazo de arriba abajo. Sentí que quería cubrirme con lo que encontrara.

—¿Son ustedes las novias? —nos preguntó con la barbilla en alto.

Artie tragó saliva. Yo no supe si reírme o tener miedo.

—Sí —contesté con cierta duda.

—Por los cielos, las del año pasado eran más bonitas —opinó en un resoplido.

Yo fruncí el ceño. O sea, nos acababa de decir que éramos feas. Solo me faltó decirle a Artie: sostén mi fealdad; y luego responder como las de ¿Y dónde están las rubias?

—¿Usted es la estilista? —le pregunté de golpe.

Ella pasó a verme a mí como si fuera un ser muy mal puesto en el mundo.

—Soy Francheska Sortier —se presentó. Me tragué una risa al escuchar el nombre. Como la mujer lo notó, añadió—: Estilista personal y de confianza de las mujeres de la familia Cash desde hace años.

—Bueno, nosotras somos Jude y Artie —le hice saber con una amabilidad fingida—. Simples mortales bajo la protección de los hombres Cash desde hace, no sé, unas semanas.

La mujer soltó un "já", odioso y cínico.

—Los nombres son lo de menos. —Chasqueó los dedos y gritó hacia afuera—: ¡Entren!

Una fila de mujeres entró a la habitación. Traían de todo: organizadores de maquillaje, sillas de salón, herramientas de peinar, carritos con fijadores de cabello, secadoras, planchas y cajones que tenían dentro cosas que no pude imaginarme. La última chica arrastraba un enorme armario móvil del que colgaban los vestidos escogidos para la noche. Había tres en total, pero la chica de Aleixandre no estaba allí.

—¿Y la tercera novia? —preguntó Francheska, girando sobre sus pies como si la desconocida se le hubiera pegado al culo y tratara de encontrarla.

—Ni siquiera la conocemos —se atrevió a hablar Artie.

Francheska resopló.

—Entonces comenzaré con ustedes. Siéntense, siéntense.

Artie y yo nos ubicamos en las acolchadas sillas de salón. Nos miramos las caras, sintiéndonos algo incomodas.

—Yo no quiero nada tan elaborado —avisé.

Francheska se detuvo en seco, un tanto ofendida.

—Tengo órdenes del muchacho Aegan y solo esas cumpliré.

Genial, así que para cuando llegara la noche me vería como una payasa.

Francheska empezó a tunearnos sin permitir que nos viéramos en algún espejo. Pasaron tres segundos y ya quería pararme de ahí. Sentía tirones en las cejas, sobre los labios y en la cabeza. No cesaban los comentarios sobre que mi cabello necesitaba una hidratación extrema y mi cara la atención de un cirujano. Además no confiaba en nada ordenado por Aegan. Para rematar era ridículo y exagerado que mandara a esa mujer tan rara a arreglarnos para su simple e innecesaria fiesta.

Bueno, nunca me habían atendido así en mi vida y no estaba tan en contra, pero ¿por qué tanto alboroto? Artie y yo nos habríamos arreglado bien la una a la otra.

Me quejé mentalmente todo el rato hasta que Francheska terminó y me dijo que ya podía ponerme el vestido mientras ella le daba los toques finales a Artie.

No me dejó entrar al baño tampoco. Tuve que vestirme frente a las miradas críticas de la mujer y sus secuaces. Cuando terminé, me ayudaron con los zapatos de tacón y me rociaron con algún perfume que al menos olía bastante bien.

Para finalizar, Francheska se paró frente a nosotras y nos miró por un minuto largo como si buscara fallos en nuestro aspecto. Al parecer no los encontró, porque de repente asintió y chasqueó los dedos.

—Espejo —exigió.

Una de sus secuaces corrió y arrastró un espejo movible de cuerpo entero que estaba cubierto por una manta. Lo puso frente a nosotras y tiró de la manta con dramatismo.

Artie y yo nos vimos reflejadas. La reacción de ella fue poner la boca en "o", asombrada y fascinada al mismo tiempo. Yo me miré, seria, porque no sabía si odiaba o me gustaba lo que veía.

Lo que había en el espejo era como una versión Cash de mí. Tenía ese brillo elegante y lujoso que los caracterizaba a ellos. El vestido dorado era impresionante y me creaba una figura aceptable. El collar, que era caro, me daba un toque distintivo. El cabello muy lacio y aplacado junto con el maquillaje de contorno me daban un aire más maduro y sensual.

Vale, Francheska era rara, pero sabía hacer su trabajo. No me veía como una payasa. Nada era tan exagerado. Me veía asombrosa desde un punto de vista objetivo. O mejor dicho, me veía desde el punto de vista de Aegan, desde lo que a él le gustaba en una chica.

Y así no era yo.

Esa no era yo.

Artie, por otro lado, estaba fascinada con ambas. Su estilo era más salvaje: el cabello en ondas desprolijas pero abundantes y el maquillaje afincado para resaltar sus delicadas facciones. En cierto momento ella sacó su teléfono, me pidió tomarnos una selfie juntas y acepté. Fingí una enorme sonrisa y luego me conformé con verla emocionarse.

—Gracias, Francheska —le dije con total sinceridad—. Quedamos increíbles.

La mujer asintió con orgullo.

—Pueden llamarme cuando quieran. Ahora iré a ver en donde está la tercera muchacha.

Francheska salió con su séquito de la belleza. Apenas nos quedamos solas cerré la puerta y me acerqué a Artie.

—Esto es lo que haremos —le indiqué. Ella asintió con rapidez. Todavía no desaparecía su enorme sonrisa—. Bajamos, nos quedamos un rato hasta asegurarnos de que los tres estén bien ocupados en algo, y luego decimos que vamos al baño. Nos encontramos en la habitación de Aegan, ¿de acuerdo?

—De acuer...

La puerta se abrió. Aleixandre entró. Aun no estaba vestido para la ocasión. Parecía más bien algo inquieto, pero se esmeró en sonreír y mirarnos de arriba abajo con fascinación.

—Si no fueran de mis hermanos, yo me las quedaría —nos dijo.

Artie y yo soltamos risas fingidas, como ocultando un: ¿a quién quieres engañar, amiguito?

—Bueno, esto es lo que va a pasar —comenzó a decir ya volviendo a su faceta de organizador profesional—: Falta una hora para que todo empiece. Ya está llegando la gente. Están en la parte de atrás. Nos encontraremos todos en el pasillo y cada uno bajará con su novia tomada del brazo, ya saben, para dar la imagen. Luego pueden disfrutar de todo con tranquilidad, pero no se separen mucho de Aegan y Adrik porque habrá fotógrafos que querrán captarlos. A eso de las doce, Aegan siempre hace un brindis. Dijo que hoy anunciará algo especial, así que no estén lejos en ese momento.

Asentimos indicando que nos quedaba todo muy claro y él se fue. Ya a mí no me importaba mucho lo que tuviera que hacer esa noche para parecer la perfecta novia temporal de Aegan, mi meta era clara:

Conseguiría la prueba de que los Cash no eran los príncipes de ensueño que todas creían.

Y los hundiría de una vez por todas.

***

Cuando salimos al pasillo, los hermanos nos esperaban.

Por un instante me permití admitir que se veían guapísimos. Los tres lucían unos impecables trajes dorados que se veían por completo masculinos y que se les ajustaban en toda regla. Así entendías por qué tenían esa reputación.

Aegan llevaba el cabello peinado a la perfección. No se le veía ni un tatuaje. Unos anillos de plata muy acordes y varoniles refulgían en sus poderosos dedos, dándole el toque de cabecilla. Parecía listo para una alfombra roja. Sus ojos claros y endemoniados brillaban de energía. Se asemejaba a un felino y expedía un aura que te hacía pensar en situaciones intimas y eróticas. Era pecado, lujuria, vanidad y tentación al mismo tiempo.

Resumido: Aegan era un escrito de Oscar Wilde.

Aleixandre no se quedaba atrás. Más delgado pero no menos impresionante, parecía el chico que esperabas que fuera tu primer beso, que te quitara la virginidad, te llevara a todas las fiestas, la graduación e incluso al fin del mundo. Su rostro y su expresión eran dulces, románticas. Todo en él gritaba risas y amor, pero también picardía y juegos. No tenía ni un cabello suelto y una sonrisa ancha sin despegar los labios adornaba sus perfectas facciones.

Aleixandre era un poema de Julio Cortázar.

Y al final, Adrik. Ese traje ajustado a su cuerpo era como ponerle un halo de ángel a un demonio. Estaba serio, impasible, pero se veía más intrigante que nunca, como si todo él te incitara a descubrirlo. Esa chispa de amargura que al mismo tiempo era enigmática, era lo que más lo caracterizaba. Le habían peinado el cabello al igual que Aegan, pero tenía unos mechones sueltos y me dio la impresión de que él mismo se lo había desordenado un poco para diferenciarse. Y sí que se diferenciaba. A mis ojos se veía muy distinto a sus hermanos. Más atractivo que el resto...

Adrik era un misterioso e increíble cuento de Edgar Allan Poe.

Llegamos hasta ellos. Solo en ese momento me di cuenta de que junto a Aleixandre había una chica. Nunca la había visto antes. Admití que por un segundo esperé que se presentara con un chico, pero era obvio que habría sido un escándalo de proporciones astronómicas.

De igual modo ella era exageradamente bonita y rubia. Llevaba un vestido igual al de Artie. El mío era distinto en diseño, pero el de ellas también era bellísimo. Supuse que esa muchacha era la tapadera perfecta, porque así de hermosa no le habría hecho despertar sospechas al mayor de los Cash.

—Sabía que Francheska haría milagros —me dijo Aegan, sonriente—. Es la primera vez que me gusta cómo te ves.

—Me gustaría tener esa primera vez también —opiné, mirándolo de arriba abajo—, pero... meh.

La sonrisa se le esfumó y pasó a mirar a Artie. La repasó. A ella se le coloraron las mejillas. Luego Aegan se giró hacia Adrik, como esperando algo. Adrik estaba tan distraído en nada que segundos después fue que notó que todos aguardábamos por él. Se removió.

—Estás guapa —le dijo a Artie, seco, simple.

Recordé la pelea que habían tenido los hermanos. ¿Aegan había logrado ganar? Porque ese halago me sonó obligado, nada sincero.

Artie le dedicó una sonrisa escasa y ya con Aegan satisfecho, ellos nos ofrecieron un brazo a cada una. Me agarré a Aegan y levanté la cara.

Puedes con esto.

Puedes con esto.

Apenas bajamos un par de escalones y nos hicimos visibles para los invitados, estallaron los aplausos. Claro que no eran para mí ni para Artie y mucho menos para la chica de Aleixandre. Eran para los Cash, que lucían como si acabaran de lograr la paz mundial.

Ignoré el escándalo y contemplé a la multitud de cabezas y manos. Me di cuenta de que todo el mundo vestía muy elegante de color blanco. Nosotros seis éramos los únicos con un color diferente, como si fuéramos especiales, como si fuéramos el centro de todo.

Maldito egocéntrico, pensé.

Nos detuvimos al pie de las escaleras. Los aplausos cesaron y comenzó la fiesta de bienvenida. Resultó que tenía un poco de ambos mundos. Era en un cincuenta por ciento como las tediosas fiestas de la gente de posición en las que ibas hablando con cada persona: o sea bebías de una copa y te comportabas para no quedar como una loca; y era en otro cincuenta por ciento como las fiestas que yo conocía: buena música, la gente bailaba si quería, había todo tipo de alcohol y el desmadre estaba más concentrado en el área de la piscina.

Y había tanta gente. Era como si todo Tagus estuviera ahí. Por suerte la casa y los terrenos eran lo suficientemente grandes como para que todos entraran. Hasta me pareció que vi a Kiana y a Dash rondando por la barra, pero como todo mundo estaba vestido de blanco era difícil saber quién era quién.

Aegan y yo íbamos pasando de gente en gente. Él saludaba, los demás se desvivían y las chicas eran tan hipócritas que me decían que me veía hermosa, como si en el fondo no quisieran aplastarme como cucaracha.

Aegan me agarraba por la cintura como si fuera de su propiedad y yo fingía sonrisas y asentía con la cabeza. Solo oía cosas como:

—He oído que tu padre va a la cabeza...

—Pienso votar por él...

—Si gana, ¿te mudarás a la casa blanca?

—Igual no necesita ganar porque ya son importantes...

—Esta fiesta es increíble, Aegan.

—¡Te ves guapísimo!

Y qué lata, de verdad. En cierto momento, cuando Aegan estaba muy ocupado explicando la candidatura de su padre y el tema parecía más largo de lo que le hacía creer al mundo que tenía la polla, me excusé:

—Iré al baño, ya vuelvo.

Aegan ni me oyó, así que me escabullí entre la gente y busqué a Artie con la mirada. Al no encontrarla asumí que ya estaba arriba. Con cuidado y cautela subí las escaleras hasta el segundo piso. Como esperaba, no había nadie por ahí. Avancé por el pasillo y crucé hasta la habitación de Aegan. Entré y encontré a Artie, pero ella me dio la espalda con rapidez.

—¿Qué pasa? ¿Encontraste algo? —le pregunté en un tono bajo.

Me le paré en frente e intenté ver su cara, pero lo evitó, así que tuve que tomarle las manos para saber qué sucedía. Tenía los ojos húmedos.

—Hey, ¿qué pasó?

Ella se limpió los ojos con cuidado de no dañar el maquillaje.

—Nada —dijo con molestia—. Soy una idiota.

—¿Qué hizo Adrik ahora? —pregunté al tiro, porque últimamente todo lo que la afligía tenía que ver con él.

—Nada, y ese es el problema. Desapareció. No está por ningún lado, así que anduve sola por toda la fiesta. Todos me miraban rarísimo.

Apretó los labios para contenerse. De seguro pensaba que llorar era estúpido, pero la entendía. Estaba furiosa y a veces la furia se manifestaba de una manera difícil de controlar. Lo sabía porque me había pasado muchísimas veces.

—Tranquila, le preguntaré a Aegan en dónde está Adrik y cuando no lo vea contigo lo irá a buscar. Ahora concentrémonos en el asunto. No podemos quedarnos aquí hablando.

Comenzamos a movernos por la habitación, rebuscando en los cajones, en el armario, bajo la cama... en todos los lugares posibles.

Y no encontramos nada.

Nada.

—¿Y si ya la sacó de aquí? —preguntó Artie.

—No puede ser, ni siquiera ha salido de la casa —dije, como si debatiera conmigo misma.

—Entonces la escondió muy bien en esta habita...

Artie y yo abrimos los ojos como si acabáramos de descubrir algo.

—No la escondió en esta habitación —solté, muy a lo Robert Langdon en el Código Da Vinci—. Vamos a las de Adrik y Aleixandre.

Recorrimos el pasillo a toda velocidad. Revisamos la habitación de Adrik, pero tampoco encontramos nada. Luego pasamos a la de Aleixandre y...

Ahí estaba.

Escondida dentro de una maceta. Era un paquete cuadrado envuelto en una bolsa negra. Por suerte él ya lo había abierto, quizás para chequearlo. Me aseguré de examinarlo con sumo cuidado para que no se diera cuenta de que alguien más lo había tocado. Aparté un poco la envoltura y no necesité quitarla toda. Dentro de otra envoltura transparente había un montón de pequeñas cositas semejantes a diamantes. No podía estar segura de que lo fueran, pero daban esa impresión.

Artie se cubrió la boca, asombrada.

—¿Es lo que creo que es? —inquirió ella en un susurro ahogado.

—Parecen pero... ¿para qué querría Aegan un montón de diamantes? —susurré con total desconcierto.

—Hay algo más —avisó ella. Con los dedos comenzó a apartar tierra. Varias bolsitas con polvos blancos aparecieron—. No puede ser...

—Sí puede. Ahora vámonos.

Dejamos el paquete como lo habíamos encontrado. Nos aseguramos de no dejar un desastre en la habitación y salimos al pasillo. Artie temblaba. Yo maquinaba muchas cosas al mismo tiempo. Tenía una idea, pero todavía estaba estudiando las fallas.

¿Aquello en verdad eran diamantes? Sin embargo, ahora era más cierto que nunca. Sus movimientos eran ilícitos. Lo que contenían esas bolsitas era lo que yo sospechaba. Y me sentí muchos pasos por delante de Aegan. Sentí que ya tenía casi todo el poder para destruirlo...

—¿Qué hacen ahí? —soltó Aleixandre, apareciendo de pronto, encontrándonos en el pasillo—. Aegan está a punto de hacer el brindis y si no están junto a él se va a cabrear bastante.

—Ahí vamos —le dije con ánimo—. Nos retocábamos el maquillaje.

Tuve que jalar a Artie para que caminara. Mientras bajábamos ella trató de normalizarse. Pasamos de la sala a la parte trasera de la casa en donde todo mundo se encontraba reunido, esperando. En el cielo refulgían las estrellas. Habían bajado la música. Aegan estaba situado en el centro de la multitud. Cuando nos acercamos a él, nos entregaron copas con champagne para unirnos al brindis.

Esbocé mi más ancha y perfecta sonrisa.

¿Qué? Me sentía bien a pesar de todo. Acababa de conseguir todo lo que quería.

—La noche apenas empieza, pero quiero hacer una pausa para anunciar algo muy importante —comenzó a decir Aegan con esa voz poderosa, elocuente, embelesadora. Sus ojos brillaban de malicia, pero como él siempre era así no le di importancia y me hinché como una novia orgullosa de estar a su lado—. Como saben, es el último año que pasaré en Tagus. Cuando me vaya les tocará a mis hermanos seguir con mis tradiciones. Tengo la confianza de que lo harán incluso mejor que yo, pero hoy no solo celebramos eso, sino algo más especial. —La gente escuchaba, expectante, ansiosa. Hasta yo quería saber a qué se refería—. Hace poco decidí que esta noche no sería solo para emborracharnos y pasarla increíble, también será para ayudar. Por eso traje varias botellas de mi colección personal de vino. Cada una estará en venta para ustedes y el dinero recaudado entonces irá a una causa muy pero muy personal para mí.

Todos estallaron en aplausos. Incluso a mí me sorprendió. ¿Aegan haciendo caridad? Bueno, estaba bien. Considerando que era un traficante, donar era lo mínimo que le debía al mundo. A lo mejor tenía un 0,5% de bondad.

Aegan pidió que disminuyeran los aplausos. En pocos segundos cesaron y él continuó:

—Ese dinero irá en beneficio del hospital San Francis y costeará todos los tratamientos para mi suegra, Elein Derry, la madre de mi novia, Jude Derry. Este tema me toca en lo profundo porque Elein padece día a día las consecuencias del SIDA.

Cuando Aegan se volvió hacia mí con la copa en alto, el mundo pareció demasiado denso y abrumador a mi alrededor.

Y luego se detuvo. El mundo entero hizo una pausa en la que entendí lo que él acababa de hacer y decir. Lo procesé en un microsegundo: se lo acababa de decir a todo Tagus, a los hipócritas que no me dirigieron la palabra desde que llegué, a los que me habían juzgado y rechazado, a los que mañana y pasado comentarían aquello como un cotilleo.

Era verdad. En casa, mi madre estaba enferma. La habían contagiado hacía muchos años. Era serio, era privado, era un tema delicado, pero Aegan lo había soltado sin más, a voz populi, como si no fuera más que el próximo chisme.

En lo que me atreví a mirar hacia los lados todos se mantenían en un silencio expectante, pero en sus rostros había expresiones y miradas que no disimulaban lo que estaban pensando. Tan solo imaginar las cosas tan horribles que debían de estar pensando sobre mi madre...

—Salud —dijo Aegan, y todos se le unieron en un coro:

—Salud.

Yo no alcé la copa. Estaba inmóvil. Todo se me había congelado, incluso la vida.

Aegan bebió de la copa, luego tragó, frunció el ceño en un gesto fingido y me dijo:

—Jude, ¿quieres decir algo?

Entreabrí los labios. En verdad intenté decir algo para no quedar peor, pero nada salió de mi garganta. Algo caliente me recorrió el cuerpo y se agrupó en mis ojos. Quería llorar, pero me contuve y toda la fuerza se me fue en eso. Ni siquiera me sentía capaz de rebatir como se lo merecía, de mostrarme fuerte.

Todos esperaban.

Me miraban.

Murmuraban.

—Y-yo... —logré pronunciar. El mundo daba vueltas. Tenía la boca seca—. Bueno, yo...

Y entonces un grito me interrumpió:

—¡¡¡Me la chupas, Aegan!!!

Fue tan repentino que la atención de todos se dirigió hacia la terraza de la casa. En cuanto lo vi, no lo pude creer. Adrik estaba de pie en el borde. Sostenía una botella de whisky. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ni siquiera nos dio tiempo de buscar una respuesta porque se lanzó de lleno hacia la piscina. Voló por los aires hasta que la caída hizo saltar el agua. Se hundió, salió y cogió aire. Después, con la botella en alto, soltó un grito potente:

—¡¡¡WOHOOO!!!

En un segundo la música volvió a sonar más alta y movida que nunca. Y todo el mundo estalló en gritos de WOHOOO para conseguir que la fiesta se prendiera de verdad.

Apenas vi a Aegan descubrí que miraba a Adrik con una furia incontenible. Adrik, por su parte, flotaba en la piscina con los ojos entornados, desafiantes y fijos en su hermano.

Para mejorar la noche, más gente comenzó a lanzarse al agua, motivados, olvidando lo del brindis al menos por esas horas.

Sentí una mano en el hombro. Era Artie. Me dedicó una mirada que incluso me pareció de lástima. No lo supe. Quizá quería darme su apoyo, pero no lo necesitaba en ese momento. No necesitaba nada de esa mierda.

Me aparté y me alejé de ahí lo más rápido posible, humillada, pero sobre todo aguantando el mar de llanto y rabia que prometía derrumbarme.

Si había creído estar un paso delante de Aegan Cash, me acababa de lanzar por un pozo.

Incluso lo escuché en mi cabeza:

Nena, yo siempre tendré la delantera.

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¡Holaaa! Wow, he visto que hay lectoras nuevas y OMG no saben lo feliz que estoy!!! Me entusiasma demasiado :'D así que me apresuré a editar el capítulo. Sé que les di un adelanto en el cap anterior. Creí que eso era lo que venía en ese capítulo y en realidad sí, solo que el cap al final tenía 10mil palabras, ¿se imaginan? Demasiado largo. No me quedó de otra que dividirlo. Así que lo que les mencioné sucede en el que sigue. No se preocupen, puedo incluso subirlo mañana si veo que hoy hay movimiento en las lecturas y eso.

¿Qué opinan de lo que hizo Aegan? :( ¿Qué opinan de lo que hizo Adrik? :o En el próximo sabremos sus razones. 

Ahora es que falta historia, no se me apresuren a nada muajajaja. Y les prometo que ya se viene lo rikolino e intenso.

Hace un rato me hablaron por Instagram unas chicas y resulta que ya hay cuentas de los personajes o: están Adrik, Jude y Aegan. Si quieren seguirlos, pueden estar atentos a mi IG porque los recomendaré. Y estoy en la búsqueda del modelo para Aleixandre. Si saben de alguno me lo pueden enviar por allá. Estoy como: @alexsmrz 

¡¡¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!!!

Su humilde autora, Alex Cash.

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