— ¿Chat Noir? — esa voz angelical que tanto busqué con desesperación al fin acariciaba como una música placentera y relajante a mis oídos.
— ¡Mi amor! — respondí con prontitud y desespero buscando a la persona que me aclamaba.
— Mi amor,¿Qué ha sucedido?, acabo de buscar nuestro hogar y... — Me detuve de golpe.
Estaba en la terraza de su antigua casa, la de sus padres.
— ¿Qué haces aquí?, te dejé en el hospital — me aproximé con prisa hasta la trampilla que conectaba con su vieja alcoba.
Pero vi su mirada confusa al chocar con la mía.
— Chat Noir ¿Te sientes mal?— me preguntaba tan confundida como yo.
La miré con insistencia, recorrí su rostro más fino, su cabello atado en dos coletas y su cuerpo delgado.
— Ma-Marinette — susurré con la voz rota.
— ¿Donde está mi lady? — dije en voz baja, pero ella podía persivir el miedo en mis palabras.
— Eh, ¿Tú lady?, ¿La-Lady...bug? — tartamudeó asustada — Tú deberías de saberlo, jejeje — rió nerviosa mientras se rascaba su cabeza — ¿Por qué yo lo tendría que saber?
— No entendiendo que sucede — sin más caí abatido de rodillas frente a la trampilla abierta — ¿Dónde está mi bebé?
— ¿Chat? — sentí sus manos acariciar mi cabello, debido a ello levanté mi rostro y vi el suyo un poco más cerca. Estaba preciosa, sus cejas finas, su piel de niña, sus ojos con el mismo brillo con el que me miraba cada día, sus labios humectados y carnosos. Todo me invitaba a abrazarla pata sentirme segura en sus brazos, pero no podía, algo me decía que no debía.
— ¿Qué ha sucedido?— cuestionó ya preocupada — ¿Te ves distinto?... Te ves... Bastante... ¿Mayor?
Tomé su mano que aún acariciaba mi cabello — Y tú aun una niña — deposite un beso en su tierna mano — princesa... Tú aun eres una niña — una pequeña lágrima corrió por mi mejilla.
— ¡No soy una niña!— retiró su mano automáticamente enojada — ¡Estoy por cumplir dieciocho años!
Levanté mi mirada acuosa con una expresión aterrada.
— ¿Vives con tus padres todavía? — confundido pregunté lo primero que había cruzado por mi mente.
— Pe-Pero, el Akuma — mi mirada se perdió en el vacío.
— Por su puesto que vivo con mis padres — respondió aun más enojada — aun voy a la secundaria, tal vez cuando trabaje pueda mudarme, espera — detuvo su sermón — ¿Akuma?, ¿Dónde?, ¿Peleabas solo con el Akuma?
— No, olvida al Akuma — musité — princesa... ¿Sabes dónde se encuentra Adrien Agreste?
Su atención se desvío a mi pregunta y una expresión acongojada se dibujó en su tierno rostro.
— Se fue hace una semana— mi corazón se detuvo por un instante — No te ves... Bien Chat Noir... Lamento decirte que... No siento que seas... El mismo.
En la terraza del edificio en donde funcionaba la pastelería S&T, yo me había encontrado con la hija del matrimonio dueños del negocio, la chica de coletas compañera mía del salón, a la que vi como una amiga por mucho tiempo pero al mismo tiempo vivíamos un amor entrecruzado la misma chica con la que ahora había formado una familia.
En esos momentos me encontraba con su yo adolescente, yo había vuelto siete años al pasado, nada de lo que construimos existía y nuestro amor seguía sin ser correspondido.
Ahora yo debía vivir todo por ella otra vez.