Democracia del corazón [gay/y...

By Thepervertedsenpai

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Dos almas perdidas. Dos corazones que sufren. Dos personas que, unidas por el odio y la venganza, tendrán que... More

ADVERTENCIA
1. Recuerdos.
2. Problemas y más problemas.
3. Confusión.
4. No me odies.
5. Te necesito.
6. Los callejones de mi mente.
8. Sorpresas.
9. Salvavidas.
10. Trampas.
11. Sin salida.
12. Cuando la esperanza se rompe.
13. Amor y odio.
14. Roto.
15. Tan cerca y tan lejos.
16. Feliz cumpleaños.
17. Un nuevo comienzo.
18. Volviendo al pasado.
19. Verdades.
20. La ira de los caídos.
21. El fin de todo.
22. El dolor de dos almas.
23. La fuerza del más débil.
24. Juntos.
25. Expresando sentimientos.
26. Pasados oscuros, futuros brillantes.
27. Cosas que pasan (Parte I)
28. Cosas que pasan (Parte II)
29. Palabras del alma.
30. Blanco y rojo |Final|.
Especial de preguntas (entrevista con los personajes)
Especial de preguntas (entrevista a los personajes) #2

7. Vidas Cruzadas.

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By Thepervertedsenpai

~Michael~

Mi corazón latía con tal fuerza que parecía querer salirse de mi pecho y mis manos recorrían su nuca, mientras yo jadeaba en sus labios.

William acariciaba mi cintura con los dedos haciendo pequeños círculos bajo de mi camiseta, enviando escalofríos por mi espalda.

Estaba sentado sobre su regazo, con nuestros labios unidos.

Esto realmente estaba pasando.

Sus manos subieron por mi abdomen, levantando mi camiseta en el proceso. Jadeé en sus labios cuando se separó lo suficiente para mirarme a los ojos. Una sonrisa burlona se formó en sus labios y tragué grueso al verla.

―¿Qué quieres que haga? ―preguntó, dejando un casto beso en mis labios. Me revolví incómodo, apartando la mirada de sus ojos verdes y sentí mi rostro calentarse.

―H-haz lo que q-quieras ―tartamudeé. Rió.

―No. ―una sonrisa felina estaba plasmada en su rostro. Oh dios, eso no podía ser bueno―. Hoy eliges tú. Así que, ¿qué quieres que haga, Michael?

Sus ojos me observaban burlones y sabía que el muy idiota se divertía con eso. Aparté la mirada, sonrojado y me mordí el labio.

―Q-quítala... ―murmuré.

―¿Qué cosa? ―señalé mi camiseta, sintiendo la mayor vergüenza de mi vida―. No te escucho, Michael.

Su tono me decía perfectamente que sabía a lo que me refería pero estaba divirtiéndose y no iba a dejar de hacerlo hasta que me viera completamente en mi límite. Respiré hondo y traté calmar mi ritmo cardíaco, en vano.

―L-la camiseta ―no creía que fuera posible que estuviese más rojo en ese momento. Él rió en mi oído y su aliento me hizo cosquillas, haciendo que el vello de mi nuca se erizara.

Sus manos seguían subiendo por mi abdomen con una lentitud agónica mientras sus labios rozaban mi mejilla. Temblé ante su tacto y mordí mi labio para no jadear.

―Levanta los brazos ―ordenó en mi oído. Asentí sin mirarlo a los ojos y levanté los brazos usando toda mi fuerza de voluntad para que no temblaran.

Con un rápido movimiento me sacó la camiseta por la cabeza, alborotándome el cabello. Sus labios se posaron en mi cuello y bajaron hasta mi clavícula marcando una pequeña línea con su lengua. Gemí lo más bajo que pude.

―No contengas tu voz ―susurró sobre mi cuello―. Quiero escucharte.

Su boca volvió a mi cuello y sus manos acariciaron mi pecho. Gemí al sentir su toque en mis pezones y sentí su sonrisa sobre mi piel.

―¿Qué quieres que haga aquí? ―preguntó acariciando mis pezones con lentitud. Jadeé.

Lo miré a los ojos y la misma sonrisa felina estaba ahí. Negué con la cabeza y él sonrió.

―¿Nada? ―dijo con fingida inocencia―. Si no lo pides, no lo haré.

Mierda.

―T-tu boca... ―me mordí el labio―, c-con ella...

―¿Así? ―murmuró y lamió mi latente carne. Gemí, fuerte, comenzando a sentir la presión en mi pantalón―. Vaya, que sensible eres ―se burló. Dios.

Volvió a su anterior tarea, lamiendo y mordiendo mis pezones. Su mano se posó sobre el bulto en mi pantalón, haciéndome jadear.

―¿Qué estás...? ―Intenté preguntar pero mis gemidos me lo impidieron cuando hizo presión―. W-william...

Un escalofrío me recorrió el cuerpo y, antes de que me diera cuenta, estaba acostado en la alfombra del suelo con William encima de mí. Sus labios se apoderaron de los míos con pasión mientras sus hábiles manos desabrochaban la hebilla de mi pantalón con rapidez, liberando mi miembro para cerrar sus dedos sobre él. Arqueé la espalda y gemí.

Su boca se aferraba a la mía y me rendí al placer que sentía, aferrándome a su cabello, luchando por liderar el beso.

Gruñó y separó sus labios, devorándome con sus profundos ojos verdes.

―¿Ansioso, señor Grace? ―preguntó jadeante y apretó mi erección más fuerte, haciéndome gemir.

―Más que nunca, señor Starks ―contesté, olvidándome de la vergüenza y, tirando de su cabello, lo besé de nuevo, hundiendo su boca en la mía. Pareció sorprendido porque se quedó quieto un segundo hasta que aumentó la velocidad de su mano mientras me devolvía el beso, liderándolo con ferocidad.

Sentía que me derrumbaba en sus manos y finalmente me corrí en ellas, dejándome caer en la alfombra.

Me besó de nuevo, lenta y suavemente, mientras me bajaba lentamente los pantalones y la ropa interior, sin quitar los ojos de mi.

Sus dedos rozaron mi entrada y me estremecí. Un dedo entró y sentí el dolor recorrerme la espalda. Gemí.

―¿Duele? ―preguntó en mi oído, haciéndome temblar.

―E-estoy bien ―jadeé y él asintió, mientras sentía otro dedo entrar―. Wi... lliam...

El placer y el dolor se mezclaban dentro de mí, haciendo que jadeara. Arqueé la espalda al sentir que tocaba ese punto en el que el placer explotó por mi cuerpo. Gemí en voz alta y el calor subió a mis mejillas al escuchar tan vergonzoso sonido. William sonrió.

―¿Qué tal se siente... ―ronroneó en mi oído, presionando ese lugar con los dedos―, aquí?

No respondí y lo hizo de nuevo, arrancando gemidos desde lo más profundo de mí, que salían con una voz que no reconocí como mía. Temblé.

―Dímelo, ¿se siente bien? ―repitió―. Si no contestas, me detendré ahora mismo, Michael.

Mierda. Maldito idiota con delirios de autosuficiencia. Tragué grueso y mi rostro se tornó aún más rojo.

―S-si... ―musité entre dientes, apartando la mirada.

—¿Sí, qué?

—S-se siente b-bien...

―Asi me gusta ―rió―. Eres muy tierno, ¿sabías, Michael? ―mordió mi lóbulo haciendo que un escalofrío me recorriera la espalda y susurró―. Y eres mío.

Me sonrojé de golpe al escuchar eso y sentí que me derretía ante su voz; mi corazón latía con fuerza y mi respiración se entrecortaba, el dolor, el placer, la vergüenza y una extraña felicidad se mezclaban dentro de mí, haciéndome llegar a las nubes mientras alcanzaba el clímax de nuevo. Tomé su cuello entre mis manos y lo besé, nuestras lenguas jugando mientras entraba en mí con lentitud. Gemí en su boca mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

Su boca devoró la mía mientras empujaba sus caderas con lentitud dentro y fuera de mí, haciendo que jadeara en sus labios. Cerré los ojos y me dejé llevar por él, enrollando mis piernas alrededor de su cintura y tirando de su cabello, haciendo más profundo el beso.

Su velocidad aumentó y ya no podía controlar lo que salía de mi boca, no podía pensar nada coherente y no quería hacerlo. Mi respiración era entrecortada y sentía que el corazón se me saldría del pecho.

―Te quiero ―logré decir entre jadeos y mi estómago se retorció al recordar lo que pasó la última vez que le dije algo así. Sentí miedo.

―Yo también te quiero ―masculló entre gruñidos de placer antes de devorar mis labios de nuevo. Las lágrimas corrieron por mis mejillas, pero ésta vez no estaba triste, ni deprimido. Estaba feliz, feliz de que lo tenía a él. Era la primera vez desde la muerte de papá que me sentía así―. Te quiero ―repitió sobre mis labios. Sus dedos se entrelazaron con los míos y sentí mi corazón golpear mi pecho con fuerza, su toque me hizo temblar.

Lo amaba, tal vez.

Ambos llegamos al clímax juntos, con nuestras manos entrelazadas y nuestras respiraciones mezclándose. Se recostó en la alfombra a mi lado y sus manos me rodearon la cintura. Me acurruqué en su pecho y cerré los ojos, sonriendo como idiota.

Y, escuchando los latidos de su corazón, me quedé dormido.

*

Me desperté en mi cama y la luz de la lámpara del techo me hizo parpadear. Me giré esperando ver a William a mi lado pero no estaba. Intenté sentarme pero un dolor punzante me recorrió la espalda. Mierda, si que dolía. ¿Cómo no había notado esto la primera vez?

―¿William? ―lo llamé y escuché una puerta cerrarse.

Abrió la puerta de mi cuarto y entró; estaba desnudo de la cintura para arriba, con una toalla en el cuello, el cabello mojado y uno de mis pantalones de pijama, el cual, le quedaba tan pequeño que se le pegaba al cuerpo. Me quedé atontando mirándolo, debía admitir que tenía un muy buen cuerpo. Me sonrojé al pensar eso. Me miró y se agitó el cabello, dejando caer pequeñas gotas de agua en el suelo. Sonrió.

―De verdad te gusta lo que ves, ¿no? ―dijo, burlón―. Intenta no excitarte viéndome ―rió.

Me puse rojo como tomate y clavé la vista en el suelo.

―I-idiota ―murmuré intentando sonar enojado y pero él sólo continuó riéndose.

―Que lindo ―dijo y me acarició el cabello. ¿Cuando se había acercado? Me sonrojé, de nuevo, y cerré los ojos mientras sentía su tacto, pero su voz me sacó de mis pensamientos―. Deberías ducharte.

Asentí y me levanté de la cama con mis piernas temblando. Mierda. Caminé como pude y me metí al baño, tratando de disimular el dolor de mis caderas.

Al salir del baño vi a William recostado en la cama con una fotografía en la mano.

―¿Qué estás...? ―comencé, pero un nudo se instaló en mi garganta al reconocer la fotografía. Era una de las pocas fotos que conservaba con papá, todas las demás mamá las había roto o quemado. Esa era la única que quedaba.

Tragué grueso y miré mis pies. Sabía que William estaba mirándome pero no quería verlo a la cara, apreté los puños cuando lo escuché caminar hacia mí. Posó su mano en mi mejilla, acariciándola con suavidad, pero no lo miré. Sentí sus labios rozar mi frente con ternura y levanté la cara; tenía una sonrisa tranquilizadora que me hizo olvidarme de todo y se la devolví lo mejor que pude.

―Es tu padre ¿no? ―preguntó con cautela. Yo asentí―. ¿Estás bien?

Su tono era preocupado y eso me hizo sonreír.

―Sí, estoy bien ―contesté y era la primera vez que lo decía en serio en estos tres años. Porque por primera vez, estaba bien.

William asintió.

―Por cierto ―continué―. La profesora de psicología ha estado enferma estas dos semanas pero parece que volverá para ésta, así que..., bueno..., aún tenemos que entregar el trabajo ―mascullé un poco dudoso.

―¿Quieres hacerlo? ―preguntó―. Está bien si no quieres contarme tu vida.

Me encogí de hombros y sonreí.

―Está bien si eres tú, creo.

Sonrió y me dio un rápido beso en los labios.

―Hagámoslo entonces.

Desayunamos lo único que sabía cocinar, sándwiches, y ahora estaba sentado junto a William en la cama, con una libreta en el regazo.

―¿Quién empieza? ―pregunté nervioso.

―Empieza tú. Entre más rápido mejor ¿no? ―musitó, tomando la libreta y el bolígrafo―. ¿Dónde naciste?

―En España ―contesté―. Viví dieciséis años ahí.

Lo escribió en la libreta sin mirarme. Escribía bastante rápido.

―¿Por qué te mudaste?

Respiré hondo, tratando de apartar el nudo que me oprimía la garganta.

―Porque.... ―vacilé―, asesinaron a mi padre ―solté, casi en un susurro. Hablar de ello era difícil para mí, pero de alguna manera tenía que hacerlo. William me miró con una expresión que no pude descifrar, sus labios estaban apretados en una fina línea pero sólo se volvió y escribió de nuevo.

―¿Relación con tu madre?

―¿Es necesario que preguntes? Ya lo viste tú mismo —suspiré.

—¿Hermanos?

—No.

―¿Vida amorosa?―preguntó sonriente. Maldito idiota.

―Tú ―murmuré.

―¿Nada más?

Negué con la cabeza, con la vista fija en mis manos. El rió y lo fulminé con la mirada.

―Mi turno ―mascullé arrancándole la libreta de las manos―. ¿Dónde naciste?

―España también, que pequeño es el mundo ―dijo entre dientes.

―¿En serio? Genial. ¿Razón de la mudanza?

―Mi padre quiso ―contestó y sentí como se tensaba, pero no dije nada.

―¿Relación con tus padres?

―Mi madre se fue con otro cuando tenía cuatro años, así que no la recuerdo y mi padre... ―apretó los puños―, es duro. ―soltó al fin.

―¿Hermanos?

―No.

―¿Vida amorosa?

Me miró y su expresión se suavizó, lo cual me calmó. Su típica sonrisa burlona apareció.

―¿Quieres la lista? ―preguntó.

Lo fulminé con la mirada y él se rió por lo bajo.

―Listo terminamos. ¿Tienes comida? Muero de hambre —dijo, levantándose del suelo, donde estaba sentado.

―Bueno yo... no se cocinar y mamá está de viaje. ¿Sabes cocinar?

―Como la mierda. Suelo comer afuera, creo tenemos un problema. ―contestó y en ese momento caí en cuenta de que había olvidado algo importante.

Jess.

Di un salto y miré el reloj. 13.50. Mierda, Jessica debía llegar en cualquier momento.

―William..., em... ―bajé la vista a mis manos, nervioso―. O-olvidé decirte algo.

―¿Qué pasa? —frunció el ceño.

―Pues... ―comencé pero el sonido del timbre me interrumpió.
Mierda y más mierda.

―¿Esperas a alguien? ―preguntó examinándome lentamente con la mirada.

―Es... la comida ―musité mientras salía del cuarto como alma que llevaba el diablo. Era Jess, lo sabía. William bajó detrás de mí con tranquilidad.

Esto no podía terminar bien.

Abrí la puerta y Jessica me sonrió.

―Hola, Michael ―me saludó―. No fuiste a la fiesta.

―Hola, Jess ―dije, nervioso―. S-se me presentó algo.

―¿Estás bien? Te traje el almuerzo ―Me tendió una gran bolsa rosa y yo la tomé―. Solo quería decir... ¿Quién es el?

Seguí la mirada de Jessica y vi a William de pie en la escalera, con el ceño fruncido y los labios apretados. Estaba enojado.

―Es... William.

―¿Qué hace ella aquí? ―preguntó él fulminándome con la mirada.

―Jess ha estado trayéndome el almuerzo desde que..., em..., me desmayé en el colegio.

―¡Oye! Sigo aquí ―chilló ella, cruzándose de brazos.

―Jess, tengo que resolver algo, al rato te llamo, ¿vale?

Me miró un momento, suspiró y asintió.

―Bien, hablamos luego. Adiós ―se despidió y me dio un beso en la mejilla. Sentí la fría mirada de William perforarme la espalda.

Mierda.

―Adiós, Jess ―mascullé y cerré la puerta.

William me miró con el ceño fruncido y su fría mirada me hizo temblar.

―¿Te ha traído el almuerzo toda la semana? ―preguntó cortante. Asentí―. Ya ―se acercó a mí y, sin decir nada, tomó la bolsa y entró a la cocina.

Lo seguí.

―William..., ¿estás enojado conmigo? ―pregunté cabizbajo.

―¿Debería estarlo?

Negué con la cabeza.

―Entonces no. Vamos a comer ―su tono me erizaba la piel, era frío y cortante. Era obvio que estaba enojado. Me quedé de pie frente a la puerta mirando mis pies. ¿Lo había arruinado otra vez?

Caminé hacia la cocina arrastrando los pies y lo vi sentado en la mesa, abriendo la comida de Jess.

―Ven a comer —insistió.

―No te enojes conmigo ―pedí con cierto temblor en mi voz que no pude controlar.

―No estoy enojado contigo ―soltó en el mismo tono y apreté los puños.

―Entonces no me hables así ―musité y sentí las lágrimas picar en mis ojos.

―¿Así?

―Lo arruiné otra vez ¿verdad? ―pregunté sin controlar lo que salía de mi boca y sentí una lágrima correr por mi mejilla.

―¿Michael? ―me llamó con cierta preocupación en su voz―. ¿De qué estás...?

―Lo siento ―lo corté y corrí hasta encerrarme en el baño de mi habitación. Dejé las lágrimas correr. Lo había arruinado otra vez.

Escuché sus pasos en el suelo de madera y cubrí mi boca con las manos para que no me escuchara.

―Michael, ¿estás bien?―dijo y escuché la preocupación en su voz―. Lamento... haberte hablado así, ¿vale?

Negué con la cabeza y luego que di cuenta de que no podía verme.

―Está bien ―mascullé con voz temblorosa―. Es mi culpa.

―No, no lo es ―soltó con voz firme―. Yo sólo..., al verla en la puerta, sentí rabia. Estaba... celoso ―suspiró―. ¿Puedo entrar?

Me moví de la pared y quité el cerrojo acurrucándome en una esquina del cuarto. La puerta se abrió y él me miró, con una sonrisa algo nostálgica. Yo miré el suelo.

Se arrodilló frente a mí y me acarició la mejilla, secando las lágrimas.

―No lo volverás a arruinar, porque tu no fuiste el que lo arruinó en un comienzo ―susurró en tono suave y sentí mi vista nublarse por las lágrimas de nuevo.

―Te quiero ―musité con voz temblorosa y mis mejillas volvieron a mojarse―. Te necesito, ¿sabes?

Sus brazos me rodearon en un fuerte abrazo y sentí su corazón latir sobre mi pecho, estaba acelerado al igual que el mío. Hundí mi rostro en su cuello y sollocé.

―Yo también te quiero ―dijo en mi oído―. Y no te dejaré ir otra vez, ni me iré a ningún lado. Asi que puedes estar tranquilo.

Sonreí sobre su piel y apreté su camisa entre mis dedos. Lo amaba. ¿Estaba mal hacerlo tan pronto?

Me separé un poco y junté mis labios con los suyos.

―Yo tampoco iré a ningún lado ―sonreí.

Si él estaba aquí, si William estaba a mi lado, todo estaba bien.

********************

Hoooooola bebés xD

Aquí está el nuevo cap jeje. ¿Les gustó?

Que pereza preguntar hoy xD

Bueh

VOTEN Y COMENTEEN

Bye bye~

senpai fuera

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