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By CreativeToTheCore

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Segundo libro de la serie #GoodBoys. En físico gracias a Nova Casa Editorial (este es un borrador). Enigmátic... More

✿ S I N O P S I S ✿
A D V E R T E N C I A
R E P A R T O
C1: Dispar.
C2: Peculiar.
C3: Disminuir.
C4: Fanáticos.
C5: Eventualidad.
C6: Buitres.
C7: Fontanería.
C8: Recapitular.
C9: Tempestad.
C10: Destructores.
C11: Lectores.
C12: Deambuladores.
C13: Técnicas.
C14: Paranoia.
C15: Voltaire.
C16: Hiperventilar.
C17: Cafeína.
C18: Regresar.
C19: Atizar.
C20: Líos humanos.
W A T T P A D E R S
C21: Petrolíferos.
C23: Jökulsárlón
C24: Insospechado.
C25: Volar.
C26: Hasta pronto.
C27: Química avanzada.
C28: Oxígeno.
C29: Eres y serás.
C30: Ríete.
C31: Latiendo.
C32: Hoy.
C33: Magia.
C34: Aurora Boreal.
C35: Poético.
C36: Significar.
C37: Marcapáginas.
C38: Extraviado.
C39: El coco.
C40: Escenificar.
C41: Flujo sanguíneo.
W A T T P A D E R S
C42: El apunte perdido.
C43: Incandescencia.
C44: Tan bien y tan mal.
C45: Sábados.
C46: Código arcoíris.
C47: ¡Luz, cámara, acción!
C48: Brújula.
C49: Leamos.
C50: Serendipia.
C51: Amor al cubo.
Epílogo
¡Agradecimientos + aviso!
¡Oh, casi lo olvido!
CAPÍTULO EXTRA

C22: Guayaba.

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By CreativeToTheCore

Si te lames la muñeca y luego la hueles estarás olfateando cuánto apesta tu boca.

Y necesito mi cepillo de dientes con urgencia.

Mientras el chofer de la señora MacQuoid conduce a través de las concurridas calles del centro de la ciudad mi mente retrocedo en el tiempo: Blake me sostuvo por horas en un cubículo con mi rostro a centímetros del suyo en un lugar donde abrir, mejor dicho romper, una ventanilla te mataría. ¿Cómo resistió tanto tiempo con mi pestilencia bucal? Porque parece como si hubiera almorzado un Mephitidae, o sea un zorrillo.

Obviamente no es tan fácil espantar a Blake Hensley, mucho menos cuando tiene la necesidad de ayudar a quien sea que se ve metido en un hecatombe de problemas. Es paciente y tolerante, comprensivo y suspicaz: habla y calla en los momentos correctos, abraza con la fuerza justa y, a pesar de que no tiene el poder de aliviar el dolor o ahuyentar el miedo, su compañía hace de las tempestades más llevaderas.

Estoy agotada y las secuelas de las horas que pasé en ese avión reviviendo el pasado y temiendo por el presente dejan sus consecuencias, como siempre: mis músculos se sienten adoloridos y fatigados, mi mente exhausta, mis ojos secos e irritados, tengo el estómago vacío y eso me hace sentir mareos. Dejando de lado cualquier dolencia física se podría decir que estoy avergonzada, y eso se debe a que pasé más de tres horas sobre el regazo del hijo de mi jefa, ambos encerrados en el baño de su avión privado.

No he visto a Blake desde que llegamos al aeropuerto de Owercity, y por lo tanto no he podido agradecerle como se lo merece. Sinceramente creo que mis horas en las alturas hubieran aparentado ser más inclementes y extensas sin él, y el hecho de que me haya permitido aferrarme a su camiseta y esconderme en algún lugar entre su hombro y cuello requiere de más que un simple agradecimiento.

En cuanto bajamos del avión él se tomó el metro para llegar a la casa de su hermana, y esto lo sé porque Corbin me lo dijo. Mientras estaba terminando de despertarme el muchacho de lindos globos oculares le dijo al contador que me vigilara y asegurara de que llegara a casa, y, ante cualquier lágrima que viera en mi rostro, que lo llamara. Así que en este momento estoy encerrada en unos de los tantos coches de Betty, con ella sentada a mi lado y Corbin echándome un ojo desde el asiento del copiloto.

—Lo siento —murmuro en cuanto el auto se detiene frente a la casa de fraternidad, si es que podemos llamarla así. No he dicho mucho desde que desperté, y en su mayoría se debe a que he estado practicando qué decir en mi cabeza demasiadas veces y a que mi boca se siente, además de pestilente, totalmente seca—. Soy un desastre en la tierra y supongo que también uno en las alturas. No era mi intención ponerlos a ninguno de los dos en una posición incómoda y mucho menos hacer del viaje de regreso algo tan dramático, algo que girara en torno a mí. —Usualmente sentiría el rubor calentando mis mejillas, pero estoy pálida y fría en su lugar. Puedo sentirlo siento y verlo en el reflejo de la ventanilla—. Normalmente soy precavida y me encierro con anticipación cuando sé que hay una tormenta en camino, pero no se me ocurrió que tendría que preocuparme mientras estábamos en vuelo. Si quiere despedirme para evitar futuros problemas supongo que... que está bien. —Hago el esfuerzo de sonreír, pero no sale más que una pequeña curvatura torcida y cansada—. Buenas noches.

Salgo del coche y, en cuanto me doy la vuelta dispuesta a caminar, se oye la puerta de la señora MacQuoid siendo abierta.

 —No estás despedida, Murphy —dice con su usual gelidez y brusquedad, pero en cuanto me giro para mirarla veo en sus ojos cierta empatía. Su mirada no coincide con la hostilidad de su voz, y eso me desconcierta—. Te veo el viernes —se limita a decir antes de apartar la mirada, pero algo la detiene de volvel a entrar al automóvil.

Betty Georgia MacQuiod se queda inmóvil, con esos ojos tan parecidos a los de Blake fijos en la casa rodante que hay a unos pocos metros de nosotros. Allí, a simplemente unos pasos de distancia, Kendra está estática sosteniéndole la mirada a su madre.

Y Kassian está con ella.

La castaña da una paso al frente con decisión, dejando que el niño quede tras ella y oculto tras su cuerpo. En sus ojos brilla la ferocidad y el desdén, la necesidad de proteger a su hijo de la gélida mirada de la mujer.

 —¿Gloria? —Kassian logra verme y de forma automática avanza, dejándose a sí mismo expuesto ante la atenta e indescifrable mirada de su abuela—. Estábamos buscando al tío Blake. Él prometió llevarme a tomar un helado de guayaba mientras mamá toma el turno nocturno en la cafetería, ¿lo has visto? ¿Has probado el helado de guayaba? —inquiere, y por la forma en que no parece reconocer a Betty estoy segura de que jamás la ha visto en su corta vida—. Tío Blake dice que es delicioso.

 —A mí me suena asqueroso. —La honestidad y mi risa cargada de nerviosismo son lo único que se oye por unos lacónicos e incómodos segundos. ¿A mí me suena asqueroso? ¿De verdad, Zoe?

Betty ha dejado de mirar a Kendra, y ahora sus ojos están fijos en el niño que me sonríe. Su pecho, envuelto en un sofisticado vestido negro y un abrigo del mismo color, se eleva lentamente en cuanto inhala. Kassian parece notarla por primera vez y la mira, y es allí cuando su sonrisa vacila y luego se ve reemplazada por una expresión curiosa y su ceño fruncido.

—¿Ella es tu jefa? —me pregunta, con inocencia e incertidumbre haciendo vibrar sus cuerdas vocales—. Porque parece ser la jefa de alguien.

—Sí, es su jefa —responde Kendra acercándose al niño y tomándole la mano sin apartar la vista de Betty—. Y ya se iba, ¿verdad? —inquiere a su madre con decisión y displicencia, aferrándose a Kassian de forma protectora.

La señora MacQuoid no emite palabra. Parpadea y por un momento creo que ha bajado la guardia, que la conmoción y la estupefacción han relajado su postura, haciendo caer sus hombros con pesar, haciéndola mirar a través de unos ojos no tan indiferentes. Me percato de que es la primera vez que ve a su nieto, tal vez en años o literalmente por primera vez en su vida. Su fachada imperturbable ya no parece ser tan impertérrita, pero eso solamente dura unos segundos. Se mete dentro del coche aún luciendo aturdida, y no es hasta que las luces del vehículo se pierden en la lejanía hasta que Kendra deja de retener el aliento.

—¿Sabes qué? Creo que me tomaré la noche libre—le dice a Kassian arrodillándose ante él y abrochándole la pequeña chaqueta de mezclilla que lleva puesta—. Yo te llevaré por ese helado de manzana.

—Guayaba —corrige el crío, siguiendo con la mirada el camino que tomó el coche. 

—Blake estaba yendo hacia tu departamento, no creo que tarde mucho en percatarse de que no hay nadie allí —informo, y noto que tiene los ojos cristalizados—. Yo puedo cuidarlo mientras tanto —me ofrezco escogiéndome de hombros y, a pesar de que estoy agotada, le sonrío comprensiva. Sé que necesita trabajar, ella me habló de sus problemas económicos—. Tengo una serpiente para entretenerlo —añado insistente.

—Está bien —contesta tras una mirada de su hijo, quien se emociona ante la posibilidad de volver a ver a Gloria—. ¿Quién necesita un zoológico cuando se tiene a esta chica? —Una risa agridulce trepa por las paredes de su garganta mientras hace un ademán hacia mí antes de ponerse de pie.

—No hace falta que lo digas —me precipito a decir a Kendra en cuanto abre la boca para agradecer. 

Ella abraza a Kassian antes de marchar, y por un momento recuerdo a Anne Murphy. Ella solía envolverme en sus brazos de la misma manera en que la hermana de Blake lo hace con Kassian: con una mano me rodeaba la espalda y la otra la usaba para acariciar mi cabello. Yo, igual que el sobrino de Hensley, apoyaba mi mejilla en el hombro de mamá y usualmente cerraba los ojos para concentrarme en su fragancia. Ella siempre olía a vainilla, como su acondicionador.

Excepto cuando no se bañaba.

Para mi sorpresa la casa está silencio y parece haber sido el campo de batalla de algún enfrentamiento armado que terminó en una pijamada. Bill Shepard está dormido en el sofá individual de la sala: tobillos entrelazados sobre la mesa ratona, brazos cruzados y babeando con la boca abierta. Incluso dormido lleva el ceño fruncido, y estoy segura de que fue víctima del sueño mientras esperaba que llegase para darme un sermón digno de un eclesiástico.
Lo cubro con una manta y deposito un beso en su frente antes de dirigirme a Elvis, quien se ha quedado dormido en la alfombra abrazando un libro que descansa abierto sobre su pecho. Como marcapáginas improvisado le saco uno de los calcetines a Shane, quien duerme en uno de los sillones junto a Steve y Akira, la que farfulla sobre los órganos del aparato respiratorio dormida. Ingrid está en el otro sillón individual, con Louis Vuitton aferrado a su pecho. Es increíble que el coach no haya jugado al veterinario y lo haya abierto en veintisiete mil pedazos por haber engullido su salsa.

—Gloria —llama Kassian, quien ha estado acariciando al chihuahua en silencio mientras voy y vengo con algunas mantas—, ¿por qué Betty no me saludó? —indaga ladeando la cabeza.

Freno el paso, perpleja.

 —¿Sabes quién es ella? —pregunto dejando las mantas a un lado, con tono vacilante.

—Sí, es la abuela —confiesa en un susurro, y sus mejillas parecen encenderse con vergüenza y cierta aflicción mientras que en sus ojos se vislumbra una decepción que me encoge el corazón—, pero creo que ella no sabe quién soy yo.

—Kassian, ¿Kendra y Blake saben que la conoces?

Niega con la cabeza y avanzo hacia él. Lo tomo de la mano y subimos hacia mi habitación, donde Gloria nos da la bienvenida deslizándose inquieta de un lado al otro. La saco de su terrario y la sostengo en brazos mientras el niño y yo nos sentamos enfrentados en el piso, en silencio. Él me mira curioso por lo que hago, avergonzado por lo que dijo y ciertamente maravillado al contemplar el ofidio con tanta cercanía. Es un animal que aparenta ser peligroso y hostil, además de temerario y bello, pero la realidad es que es de lo más sereno y afectivo.

—La mamá de Glor... Zoe, de Zoe —corrijo con rapidez— Se llamaba Victoria, y se puede decir que cometió un delito. —Pobre Ratatouille, él no merecía terminar en el estómago de la señora Vicky—. Por eso tuvo que alejarse de Zoe, y hasta el día de hoy no se han vuelto ver. —Dejando de lado la parte del homicidio, la historia de Victoria y Gloria se asemeja un poco a la mía: una madre que se ve obligada a abandonar a su hija—. Sin embargo, dentro de poco enviaré a Zoe con su mamá. La he tenido por mucho tiempo, he disfrutado de su compañía y todo el cariño que una mascota puede dar, pero sé que ella necesita volver con su madre. —Él, algo temeroso y titubeante, extiende la mano y sus dedos rozan la escamada piel de Gloria—. Será su decisión si quiere quedarse con Victoria o si prefiere marcharse para encontrar un esposo, algún animal para degustar y seguir con su vida. Yo, como su cuidadora, tengo que darle la posibilidad de conocerla. —Kassian levanta la vista y sus ojos, de ese característico color cielo que comparte con su madre, tío y abuela, me sostienen la mirada. Es inteligente, sé que entiende que no estoy hablando únicamente de las serpientes que fueron y son parte de mi vida—. Será decisión de Zoe conocerla o no, y nadie se lo puede negar.

—Si lo pidiera mi mamá me llevaría a verla —afirma, y sus labios decaen un poco—, pero si la abuela no quiere verme sé que eso lastimaría a mamá. —Tengo un nudo en la garganta, y no puedo evitar apretar a Gloria contra mi pecho mientras lo oigo hablar—. Conozco a la abuela porque la busqué en Google, pero no le dije a nadie porque sé que tío Blake y mamá no me contaron sobre ella por una razón. —Inhala y su pequeño pecho se eleva con lentitud, parece estar buscando algo de fuerza para decir las siguientes palabras— Ella se enojó con mamá cuando quedó embarazada, y no quiso verme cuando era bebé.

—¿Quién te contó eso? —Ni Blake ni su hermana hubieran utilizado esas palabras tan crueles y directas para contarle la verdad al niño.

—Papá.

Wendell. Ese sí que se merece que Bill le incruste el pie en el trasero.

—¿Y por qué quieres conocerla?

Él se toma un minuto para seguir pasando las yemas de sus dedos a lo largo de Gloria.

—Leí que las serpientes cambian de piel —informa, desconcertándome por un segundo—. Y si Zoe puede cambiar de piel... la abuela puede cambiar de opinión, ¿verdad? —El niño es astuto, demasiado, y está en esa etapa entre la infancia y la pre-adolescencia donde se está comenzando a percatar que no todo en la vida es tan sencillo como aparenta serlo cuando somos pequeños—. Me gustaría conocer a la abuela, pero si ella no quiere verme no quiero que mamá y tío Blake se pongan tristes o se enojen con ella, y... y por eso quiero que tú me ayudes. Ella es tu jefa. —Mi abrazo se vuelve flojo y Gloria se desliza a mi alrededor con libertad mientras miro al niño, perpleja. Ahora sé por qué me dijo todo esto, y me encuentro entre la espada y la pared—. Sé que no hay que ocultar cosas, que está mal, ¿pero me ayudarías a mentirle a mamá y tío Blake por esta vez? 

—Así que estuviste abrazado a ella por más de tres horas junto al retrete que usa tu madre —resume Dave cruzándose de brazos y arqueando una ceja—. Interesante...

—El abrazo fue mutuo —corrijo mientras atravesamos la calle para llegar al jardín delantero de las hermanas Lee—, y ya te expliqué el porqué, así que deja de mirarme como lo estás haciendo.

—No te estoy mirando de ninguna forma en particular, Hensley —dice, pero su ceja derecha aún sigue elevada y el tono sugestivo disfrazado con inocencia sigue llegando a mi oídos—. ¿Por qué me acusas de algo así? ¿Debería empezar a mirarte de esa supuesta forma particular? —inquiere con rapidez, y su juego de palabras no hace más que irritarme—. Escucha, Blake —añade descruzando los brazos y pasando una mano por su alborotado cabello color trigo mientras me obliga a detenerme—: no intentes ocultarlo, no conmigo.

—¿Ocultar qué? —inquiero.

—Que te preocupas por ella...

—Me preocupo por todos —objeto, interrumpiéndolo.

—No me dejaste terminar, imbécil —insulta calmado y exhala con pesadez antes de añadir:— Que te preocupas por ella y que te gusta, románticamente hablando —aclara, y por mi silencio y ceño fruncido amplia el tema—. Sabes que normalmente no hablamos de este tipo de cosas, pero se debe a que nunca te has interesado en nadie desde tu ruptura con Mila. Creo que con la llegada de Zoe tenemos que comenzar a platicar acerca de los sentimientos, ya sabes, eso de abrirse ante el otro o ver juntos las películas de Julia Roberts. —No puedo evitar reprimir una sonrisa, suena realmente estúpido.

Pero sé que no lo es.

—Aprecio que quieras ser un buen amigo, pero no hay nada que hablar —me sincero—. Me preocupo por Zoe porque no sé cómo darle la espalda a la gente y dejar que lidien solos con sus problemas. Además me agrada, más que la mayoría, más que tú. —Me encojo de hombros, simplificando las cosas.

No sé con exactitud qué siento respecto a la chica de la cicatriz, y primero tengo que averiguarlo antes de comentárselo a alguien más. De momento únicamente cuento con que tenemos algo, una especie de conexión, pero ésta no entra en la categoría de amistad o de enamoramiento.

¿Qué rayos siento por Zoe? Buena pregunta, pero tengo una incluso mejor y más debatible: ¿es posible sentir algo por alguien en tan poco tiempo?

Quiero pintarla, todo el tiempo; no puedo negar que cada vez que tengo un pincel en mano su rostro me viene a la cabeza a pesar de que ya la he retratado tantas veces que perdí la cuenta. Sin embargo, no sería la primera vez que me obsesiono pintando algo, y me es difícil decidir si la pinto porque me gusta su exótica apariencia y el desafío de recrear lo que pasa a través de sus ojos, o por el simple hecho de que no puedo dejar de pensar en ella incluso cuando no quiero hacerlo.

¿Y si la pinto por ambas razones?

Pienso en Mila, en las veces en que capture una pequeña parte de ella sobre un lienzo: cinco o seis, no más. Me gustaba pintarla, pero jamás perdí la cabeza por ello como parezco hacerlo por la estudiante de Ecología.

—¿Te agrada más que yo? Si querías lastimarme ya lo has hecho, hombre —admite dejando caer su mano en mi hombro, y la diversión en sus ojos se ve reemplazada por un sentimiento de camaradería y seriedad—. Lo digo en serio; cuando estés dispuesto a dejar ir tus sentimientos por Mila y comenzar a sentir algo por Zoe, puedes hablar conmigo. No prometo darte ningún consejo fiable o útil, pero lo intentaré en ese caso.

—Lo aprecio, Dave. —Asiento a modo de agradecimiento y siento cómo da un ligero apretón a mi hombro—. Ahora, con tu consentimiento, dejaremos de hablar de la chica arcoíris y buscaré a mi sobrino, al que espero que no se lo haya cenado una pitón. —¿Por qué Kendra lo habrá dejado con Zoe? No quiso contarme  por qué vino hasta aquí sabiendo que yo ya estaba en camino a su departamento.

—¿Chica arcoíris? ¿Una pitón? —inquiere una voz masculina desde la vereda, a mis espaldas—. En los viejos tiempos la conocíamos como la niña parásito y su rata, la cual en realidad era un hámster que ella creía rata. —Un muchacho empuja sus gafas sobre el puente de su nariz mientras divaga. Tiene un bolso de mano colgado al hombro y me sorprende que no esté doblándose por la mitad ante el peso: es delgado, realmente pálido, y más bajo que nosotros—. Bueno, no era mi intención recordar mascotas muertas o entrometerme en su conversación. Tampoco quería llegar de visita tan tarde, pero perdí el bus dado que calculé menos horas de trayectoria hasta la terminal de las que verdaderamente eran. —Las mejillas del rubio se tornan de color arrebol—. Mis más sinceras disculpas, caballeros. —Se inclina a modo de saludo, con elegancia en su reverencia—. Soy Adam Rickmount, y desafortunadamente también un Hyland, así que apreciaría si no le dijeran a Bill Shepard que estoy aq...

—¿Alguien dijo mi nombre? —La puerta de la casa victoriana se abre de golpe y el coach aparece envuelto en una manta rosada. Una sonrisa algo somnolienta curva sus labios de una forma realmente tétrica—. Te estaba esperando, estúpido Hyland.

Adam traga en silencio.

Dave y yo, sabiamente, le abrimos el paso.

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