A L Y S A
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—No pienso pedirle disculpas, Agatha, ella es la responsable de toda esta mierda. Que enfrente por una vez las consecuencias de sus actos, a mí no me compra con sus actos de la madre Teresa —reprocho cruzando mis brazos sobre mi pecho, viendo a mi hermana con una ceja alzada, no pienso cambiar de opinión. Agatha y Adara vinieron desde el olimpo a regañarme por las cosas que le dije a la princesa Aileen, algo que se merece, viendo el estado deplorable de Penny por lo de Damián me enfureció que se viera tan normal luego de lo que pasó por su culpa.
—Por supuesto que lo harás, ella es la princesa Alysa y lo que pasó con Damián fue terrible, pero no podemos culpar a nadie cuando fue algo que no sabíamos qué pasaría. —sentenció Agatha caminando de un lado a otro haciendo ademanes con las manos, había olvidado cuán dramática se pone.
—Adara ayúdame — supliqué a mi hermana mayor esperando que le dijera algo para defenderme como siempre es habitual en ella cada que me pongo a discutir con Agatha.
—No me metan en esto —Adara se levantó del sillón donde estaba mandando mensajes con su celular —Alysa sabes muy bien que le debes una disculpa a Aileen, no solo por ser la princesa sino porque fue la novia de nuestro hermano. Ella no es la responsable de lo que le pasó a Damián, nadie tiene la culpa salvo esos monstruos que fueron a atacarlos. Entiéndelo de una vez Alysa, Aileen no es la culpable en esta historia —declaró la castaña levantándose para irse de la sala al ala de habitaciones de las chicas, donde seguramente iría a ver a Penny que estaba llorando en su habitación.
—Si Damián no hubiera conocido a Aileen estaría vivo, es su culpa —vuelvo a quejarme apretando el cruce de mis brazos, esa princesita había arruinado la vida de mi hermano, ella lo llevó a su muerte. Es igual o incluso peor que sus padres porque ella aparenta ser dulce y perfecta cuando por dentro se esconde un monstruo.
—Sé que es difícil aceptar que Damián ya no está más con nosotras, pero no es la culpa de Aileen, puedes llorar si quieres Alysa, pero deja de buscar culpables donde no existen —Agatha dejó de caminar de un lado a otro para frenar y mirarme su voz sonaba más calmada.
—Es fácil de decir eso cuando vives en el olimpo. Tú no escuchas como llora Penny cada noche Agatha, lo extraña mucho —baje la cabeza al escuchar los sollozos de mi hermana nuevamente en mi memoria que se grabó a fuego desde que este calvario inicio. Cada noche Penny llora en su habitación intentando ocultarlo, pero las paredes de la cabaña son demasiado finas y se escucha en todos los rincones su llanto ahogado. Eros y Anteros lo intentaron todo, pero Penny no quiere salir de su habitación.
—Alysa solo pide disculpas, solo llama a Eros si te vas a disculpar —Agatha beso mi frente para irse de la cabaña. Después de meditar unos minutos estoy segura que Damián quería que le pidiera disculpas a su princesa del rayo.
—Eros te necesito —espere unos minutos, pero no apareció mi adorado hermano, últimamente casi nunca está —¿Anteros? —pregunte al aire esperando no ser ignorada por mi hermano mayor.
—¿Qué? —mi hermano apareció frente a mí con su arco y flechas plateadas en mano, el trabajo siempre lo tiene muy ocupado.
—Llévame al olimpo, por favor —mi hermano Anteros es el más duro de todos, poco amable y vive sin corazón por el mundo. Se dice a sí mismo como el vengador de amor no correspondido, suena a superhéroe de Marvel.
—No soy un taxi andante, ¿sabes? —comenta con cierto tono de enfado en su voz. Cerré los ojos para decirle una respuesta sarcástica y me dejé aquí botada porque Eros no se encuentra disponible.
—Olvídalo llamaré a Eros — giré para invocar a mi otro hermano una vez más, pero Anteros nos transportó al Olimpo para ser más específica a la habitación de mamá. El aroma a rosas y aceite corporal invaden mis fosas nasales.
—No me vuelvas a mencionar a Eros, Alysa llámame cuando tengas que regresar niña tonta —desapareció en una nube rosa. La pelea que tienen Eros y Anteros se remonta hace milenios. No quiero entrar en detalles para no aburrirlos, pero todo se debe a que Eros le arrancó el corazón a mi hermano Anteros. Y desde entonces su enemistad no hizo más que crecer.
Observo las nuevas flores nacen en la cama de mi mamá, nuevos pedidos están llegando, será mejor que me vaya antes de que las rosas hablen. En el pasillo se escuchan los cánticos de los hijos de Apolo, las sirenas los acompañan. La habitación de Aileen está bastante cerca de la de mi mamá, justo al lado de la de Ares. Al ser la princesa, ella no duerme en el ala de los semidioses, sino que duerme en las habitaciones de los dioses, al igual que la princesa Ylenia. Desde que fue convertida en una diosa por entero el día de la presentación.
A esta hora de la mañana Aileen está por salir a trabajar, como la puerta de su habitación estaba sin seguro entre sin llamar encontrándome algo que en verdad no esperaba. La princesa estaba acostada en su cama dormida junto a alguien que no logré ver de quien se trataba porque su rostro estaba cubierto por una capucha negra. No supe qué hacer en ese momento.
Quería gritar, llorar, tomar de los pelos a la rubia oxigenada de Aileen, pensar que en tan poco tiempo se había olvidado de mi hermano. Tan fácil lo reemplazó, no podía seguir viendo esto y con una rabia creciendo en mi interior tomé lápiz y papel de su escritorio para dejarle una nota pegada en la puerta.
"Siento lo del otro día princesa Aileen. También lamento haber entrado en su habitación sin tocar y encontrarla con su "amigo" durmiendo"
Me fui corriendo intentando no gritar en el camino, quería destruir todo a mi paso, vengar a mi hermano. Fui donde esperaba encontrar a mi hermano Eros, no necesitaba que Anteros se burle de mí por querer llorar de la rabia. Pase frente al estanque de los dioses donde estaba mi hermano Eros hablando con la estúpida de Eira. Se nota como nos odiamos, el sentimiento es mutuo, no se preocupen. La miró de arriba a abajo con cara de disgusto.
—Buenos días —finjo una sonrisa intentando ocultar mi rabia y tristeza.
—Buinis días —la hija de Artemisa imita mis palabras de manera tonta con una voz dos tonos más aguda a la que usualmente usa para hablar.
—No peleen, por favor —ruega mi hermano metiéndose en medio de nosotras para mantenernos alejadas antes de que pueda responder a su ofensa con sarcasmo o descargar mi furia con ella agarrándonos a golpes.
—Ella empezó —reprocho cruzándome de brazos viendo a la cazadora burlándose de mí, ella comienza las peleas y luego cuando se las devuelvo no aguanta.
—Mentira fuiste tú la que empezó princesita de mami —responde ella empujando a un lado a Eros para llegar a mí.
—No importa quién empezó —de nuevo mi hermano nos separó —Es hora de irnos Alysa —tomándome de la mano nos transportó al campamento. Mi hermano me dejó frente a mi cabaña con la furia solo habiendo sido incrementada por las palabras de la odiosa de Eira. Entró esquivando a Helen que me estaba llenando de preguntas acerca de donde estaba y que Penny no había comido otra vez. Rabia es lo único que sentía en estos momentos si veía a Aileen juro por Zeus que le arrancaré la cabeza. Ignorando a mi hermana menor me encerré en mi habitación para calmarme estando sola.
—Lindo problema el que tienes —la voz de mi vieja amiga me sorprendió considerando que estaba prohibido que ella venga a la cabaña. Orden de mi hermana Agatha por un problema que causó una de las manzanas de la hija de la discordia.
—¿Alida? —Gire sobre mis talones para ver a la pelirroja mordiendo una manzana.
—Que recibimiento Alysa y yo que traía noticias —dejo la manzana de lado haciendo un pequeño puchero. Si no conociera a Alida sabría que traía buenas noticias, pero la conozco y sé que ella trae bombas atómicas, no noticias.
—Anda cuéntame lo que sabes tonta —me reí dejándome caer en mi cama.
—Aileen puede que esté coqueteando con tu novio Artemis —me senté en la cama mirándola morder una manzana con una parsimonia que me hacía rabiar.
—¡¿Qué?! —vociferó sintiendo que la garganta se me cerró con aquel grito, quería gritarle tantas cosas a Artemis y a la vez tenía tantas ganas de llorar que al final solo pude hacer lo segundo, sentada en mi cama mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Me gustaría decir que es mentira, pero desgraciadamente no es así, Aileen pasa mucho tiempo con Artemis y hasta vi a tu novio ir a su habitación a solas.
—Artemis no me puede hacer esto, él me prometió que no significaba nada y ella es una maldita, roba novios —con la rabia llorando por mis poros tire una almohada a la pared, seguido por una lámpara y un labial.
—¿Dejarás que te quite a tu novio sin pelear? —Alida se sentó a mi lado peinando mi cabello con delicadeza intentando peinarme.
—No, no la dejaré que se salga con la suya. Seguro el chico que estaba al lado de ella hoy era Artemis. Como pude ser tan estúpida, Aileen es hermosa, educada y todos la aman, incluida Atenea —tire otro labial a la pared.
—¡¿Alysa pasa algo?! —Desde la planta baja me gritó Helen.
—No, está todo bien, se me cayó un labial tranquila.
—Deberías tenderle una trampa y enfrentarla —me da una idea la pelirroja pasando su mano por mis hombros abrazándome.
—¿Alguna idea en mente?
—Si tengo una maravillosa idea que sacará a Aileen de tu camino para siempre —su sonrisa desquiciada me hizo sonreír.
—Te escucho.
A I L E E N
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Mi almohada vibra despertándome. Meto la mano debajo de esta sacando mi celular, la alarma de emergencia sonó. Si me duermo puse una alarma para despertarme. Quitó las sábanas de mi cabeza ¿en qué momento me metí en la cama? Recuerdos vagos vienen a mi mente y la sensación de que alguien me abrazo antes de dormirme. Los truenos iluminaron el techo de mi habitación y las nubes grises se aglomeraban justo encima de mí. Debo levantarme, pero mi cuerpo no responde a mis movimientos. Las cálidas sábanas impedían que saliera de mi cama, cerré mis ojos cubriéndome con las sábanas, no quería salir ese día me sentía muy mal.
Un ruido en mi habitación llamó mi atención, saqué mi cabeza dentro de las sábanas. Mis cabellos obstruyen mi visión por lo cual me senté en la cama apartándolo con mis manos. Lo que faltaba ahora es que intenten asesinarme y no me pueda defender porque mis cabellos no me dejan ver.
Cuando tuve mi cabello controlado barrí mi mirada por la habitación buscando el proveniente del ruido. Hasta que me encuentro una figura masculina observándome.
—¿Tú estabas anoche conmigo? —el joven vestía un jean azul oscuro, una sudadera negra con capucha cubriendo su rostro. Mi parte racional me decía que debía gritar, pero otra parte de mi le decía a mi cerebro que se calle. El joven misterioso se apoyó en la pared, por dentro pedía que las nubes no lo rostizen. Las nubes en mi habitación no estaban por ser pura decoración, sino que atacan a los intrusos un método de seguridad que implementó mi papá.
—Si, princesa Aileen sé que fue incorrecto, pero la vi tan triste que no pude evitar consolarla —su voz resonó en mi cabeza. Tenía la sensación muy en el fondo de que ya lo conocía, pero no recuerdo quien. Trato de forzar mi memoria en recordar, pero nada se me viene a la cabeza.
—No sé si debería decirte gracias por meterme a la cama, o llamar a mis protectores para que te saquen a patadas por que no sé quién eres —me acomode en la cama escuchando su risa lo cual sin razón alguna causo una sonrisa en mi rostro. Aparte el flequillo de mi rostro sintiendo un sonrojo las pulsaciones de mi corazón se aceleran de repente y las nubes amenazan con hacer rostizado de desconocido.
—Quien soy no importa princesa Aileen es mejor que no lo sepas —intentó ocultar mejor su rostro con su capucha. Mordí mi labio por no saber si preguntarle a este chico si conocía al hijo de Afrodita que tanto se dice que es mi novio.
—¿Tú sabes algo de Damián, el hijo de Afrodita? —finalmente pregunte sorprendiéndome de que esas palabras hayan salido de mi boca. Lo mire y su expresión cambió sus hombros bajaron de repente como si le hubiera tirado un balde de agua fría a la cara.
—¿Yo? No sé nada princesa... ¿por qué la pregunta? —se apartó de la pared causando que las nubes se movieran más furiosas.
—Todos dicen que fue mi novio y la carta también lo dice, pero yo no lo recuerdo —no sé por qué le estaba haciendo esta confesión a un completo desconocido que le tiene miedo a que le vean el rostro.
—¿Te gustaría recordarlo? —sentí su mirada penetrante desde su oscura capucha. Medite en sus palabras por algunos segundos.
—Si me gustaría, tal vez tome una mala decisión al querer olvidarle —quite las sábanas que me cubrían dejando al descubierto que no me había quitado el vestido anoche. Me sorprende que haya dormido tan cómoda y no se me enredaran las piernas con la tela del pomposo vestido.
—Puedo ayudarte a recordarlo si quieres solo debes cerrar tus ojos —el encapuchado se fue acercando a mí y las nubes rugían con más violencia moví mis manos para que ellas se calmaran y no quemaran al desconocido. Que al final solo quería ayudarme y siendo diosa soy inmortal, no puedo morir.
—Está bien —cerré mis ojos y respire hondo esperando a que el chico me rocié algún hechizo o me intente asesinar. Tengo que dejar de ser tan paranoica o confiada en cierto modo no sé qué me está pasando al quedarme tan tranquila frente a un desconocido que entra en mi habitación.
Con sus manos tomó mi rostro acercándome hacia él aun con mis ojos cerrados. Una presión en mis labios me sobresalta, pero no abro los ojos, quiero parar toda esta locura, pero algo no me lo permite. Mis manos se mueven sin que yo tenga control de lo que hacen, se enredan en sus cabellos acercándose más a mis labios intensificando el beso. El desconocido colocó sus manos en mi cintura acercándome más a él, pero de repente sus labios abandonaron los míos. Vacío es lo único que siento al perder el calor de sus labios con los míos.
Los recuerdos en mi mente empiezan a aparecer, como si el candado que los retenía se rompiera y todo me azotara de repente. Cuando baile con Damián en el bosque encantado, nuestro primer beso, su propuesta de noviazgo y nuestra dolorosa despedida. Abro mis ojos ante el último recuerdo de la tumba Damián, mis ojos se llenan de lágrimas que no puedo controlar. Miro por toda la habitación y aquel chico no está. Mi corazón martillaba en mi pecho queriendo salir, la tristeza me azotaba hasta parecer ahogarse dentro de mí. Fui a la puerta con las piernas temblando intentando buscar al misterioso joven. Pero la suerte no parece estar a mi favor y las manzanas de Eris tenían que meterse en mi vida, en la puerta encuentro una nota pegada. Al leerla sé que es de Alysa esto no podía ser peor ella vio al chico que dormía a mi lado pensará que Damián no fue nada para mí.
—Némesis le hice algo a alguien para merecer todas estas desgracias —exclamé a la diosa de la venganza esperando saber qué cosa tan cruel hice para merecer todo lo que pasó. Cubrí mi rostro para que no se vieran mis lágrimas.
—Aileen —una mano toca mi hombro captando mi atención.
—¿Dime Artemis cuando fue el día que todo cambió tanto para mí? —lo mire viendo su lastima en la mirada quería llorar y dormir todo el día.
—¿Algo no anda bien? —Qué pregunta más tonta viniendo del hijo de la hermana más inteligente que tengo. Lo miro con obviedad analizando su mirada confundida.
—Recuerdo todo lo de Damián y para completar Alysa vio una escena que no es lo que parece —no quería llorar delante de mi protector que se supone debió protegerme y resulta que en mi habitación entró un desconocido.
—Princesa siempre contarás conmigo —me rodeo con sus brazos, pero no me sentí protegida era como abrazar un témpano de hielo. En mi mente mis sentimientos se fueron apagando para solo quedar el sentimiento de soledad. —Yo te entiendo —esa es una gran mentira querido Artemis tu no entiendes nada de lo que puedo llegar a sentir.
El tiempo pasó sin que nada me interesara tan solo quería llorar y dormir nada más que eso. No tenía ánimos para nada todo el tiempo, tenía dolor de cabeza y apenas comía. Dormía la mayor parte del día me la pasaba durmiendo y cuando me llamaban para trabajar los echaba de muy mal modo. Quiero que me dejen sola, yo tengo la culpa de que mi novio esté muerto... yo soy la culpable.