Millionaire ©®

By vcarlabianca

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| C O M P L E T A | ✔️ [+18] Después de renunciar a todo, Rose Paige decidió vender lo único que le quedaba:... More

Sinopsis
Prólogo
CAP (1) Envuélveme en la oscuridad
CAP (2)Amanecer entre sus sábanas
CAP (3) Dificultades
CAP (4). Un café
CAP (5) . Solo una llamada
CAP (6). Solo una puta
CAP (7). Atrévete
CAP (8). En tí
CAP (9). Despacio
CAP (10). Un millón de plumas
CAP (11). ¿Aceptas?
CAP (12). Detrás de tus ojos
CAP (13). Dame una razón
CAP (14). Una tras otra
CAP (15). Solo trabajo
CAP (16) ¿Puedes ayudarme?
CAP (17) . Vuelo nocturno 🔞
CAP (18). ¿Quién es ella?
CAP (19). Tensión 🔞
CAP (20). Miradas
CAP (21). Reconciliación
CAP (22). Mariposas
CAP (23). Consejos
CAP (24). Borron y cuenta nueva
CAP (25). Otra
CAP (26). A tu lado
CAP (27). Dando vueltas
CAP (28). Buscando una solución
CAP (29). Secretos a la luz
CAP (30). Mentiras
CAP (31). Descubierta
CAP (32). Tu...
CAP (33). Propuesta
CAP (34). Nueva casa
Cap (35). Mala publicidad
CAP (36). Tomar actitud
CAP (37). Sin más secretos
CAP (38). Siempre a tu lado
CAP (39). Ultima noche
CAP (40). Despedida
CAP (41). A través de una llamada
CAP (42). Angustia
CAP (43) ¿Y ahora qué?
CAP (44). Familia
CAP (45). Circunstancias
CAP (46). ¿Será?
CAP (47). Era hora
CAP (49). Reencuentro
CAP (50). Tu y yo
CAP (51). Mi lugar
CAP (52). Final
Epilogo
G R A C I A S

CAP (48). Una rosa fuerte

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By vcarlabianca





Los últimos días habían seguido envueltos en una tensión terrible ya que la señora Blanca desapareció sin más. Por una parte, debo admitir que su ausencia me creyó un gran alivio, estaba harta de escucharla decirme que debo seguir con mi vida. Yo como madre pondría el mundo al revés, sin cesar, buscaría a mis hijos sin pausa hasta que no los tuviera a mi lado, cosa que me hizo preguntarme sobre lo que le pasaba a ella por actuar con tanta tranquilidad y racionamiento.

—¿Has visto a mi abuelo?—pregunté en cuanto llegué a la casa, muerta del cansancio.

Mi abuelo empezó a evadirme hace unos días cuando le dije que siento que me está ocultando algo y que si no me lo dice lo averiguaré yo sola. Desde entonces siempre estuvo ocupado, trabajando o pasando su tiempo con sus nietos.

—Está en su habitación, se sintió algo mal hoy, le había subido la presión.—me dijo Natalia, entregándome una taza con té caliente.

—¿Y ahora se encuentra bien?—pregunté preocupada.

—Sí, sí.—asintió, sentándose a mi lado en la mesa con su taza. —Se recuperó rápido, no te preocupes. Hace poco se despidió de los niños.

—Otro día que no pude estar con ellos...—suspiré. —Siento que me estoy convirtiendo en una madre mala.

—Esto no es cierto, tesoro, pero sí, debes descansar un poco.—me miró. —No puedes trabajar todo el día y llegar a la casa solo unos minutos para darle de comer a María, tienes que aprovecharte de estos momentos a su lado.

—La empresa de Colín va bien pero mi abuelo no puede siempre ir allá a checar las cosas así que me toca a mí, mi trabajo como diseñado está más pesado que nunca ya que la señora Blanca me encontró un montón de cosas por hacer.—empecé a contarle. — Lana y Diego me matan con sus peleas en cada mañana y María...nunca deja de llorar, hasta más que nunca.

—María llora porque siente que no estás a su lado, ella te necesita Rose, y a lo que los incube a Diego y Lana, ellos también necesitan tu atención, ya que son bien celosos de María.

—Sabes, Maria, a veces siento que ya no podré aguantar todo esto por mucho tiempo.—le confesé. —Tantas noches sin dormir, tanta amargura y dolor, el estrés que me supera desde hace mucho. Te juro que estoy a punto de colapsar, siento que ya no tengo fuerza ni para respirar.

—Lo sé, Rose.—depositó su mano sobre la mía. —A algunos no nos toca una vida fácil, a algunos debemos luchar toda la vida.

—¿Y si mejor me doy por vencida? Así acabará todo esto de una vez.

—No se puede, eres el único ejemplo que tus hijos tienen , por ellos debes estar fuerte, eres lo único que los quedo...— Se detuvo, consciente de lo que había dicho. —Perdón.

—No te preocupes.—hice una mueca amarga. -.-Tal vez tienes razón, tal vez soy yo la que se lastima sola con pensar que un día entrará por esa maldita puerta.

—¿Ya empezaste a resignarte?

—Ya no soy tan segura de mi fe, ya no sé si está vivo o muero, ya no sé nada, Natalia.—la miré con ojos llorosos. —Lo único que sé es que ya no puedo más.

—Rose, por Dios, tú eres fuerte.

—Uno se cansa de ser fuerte.—una lágrima cayó por mi mejilla.

—Desgraciadamente no tienes otra opción.—escuché la voz de mi abuelo detrás de mí.

—Tú qué sabes todo sobre los modales, ¿olvidaste que no es ético escuchar conversaciones ajenas?—pregunté girándome nuevamente hacia la mesa después de haberlo mirado.

—No hay ética, no hay modales, no hay malo en mis acciones cuando se trata de mi nieta.—se sentó a mi lado también. —Recuerda a tu madre.—me dijo y sentí cómo mis lágrimas empezaron a salir. —¿Crees que a ella le fue fácil?

—Abuelo, tú también contribuiste a su...—me interrumpió.

—Yo siempre supe que tu padre no era el indicado para ella.—suspiró. —¿Sabes cómo me dolió el corazón cuando tuve que aceptar que se iban a casar? Con un solo movimiento había podido hacerlo alejarse de ella.

—Tal vez hubiera sido mejor.—suspiré.

—No, hubiera sido peor, porque hoy no te tendría a ti.— depositó su mano en mi hombro. —Levanta la cabeza, que nunca sabes de dónde sale la sorpresa.—se levantó de la silla y lo miré confundida.

—Supongo que no me aclararás nada sobre lo que acabas de decir.

—Con que yo me entienda es más que suficiente.—caminó con pasos lentos hacia el despacho.

—Al parecer no hay ninguna persona normal en esta familia.—sonreí y Natalia soltó una carcajada.

—Y precisamente esto es lo más bello.

Natalia se detuvo de inmediato en cuanto la puerta central se abrió de golpe y unos tipos entraron.

—Vete con los niños a una habitación.—le ordené en cuanto noté el rostro de Alberto. —¡Vete!

Me levanté de la silla y caminé hacia él sin sentir ni el mínimo miedo, pero si con lágrimas en los ojos, sabiendo que Colín había ido por él y que la presencia de Alberto en mi casa no era buena señal.

—¿A qué vienes?—pregunté, quedando en frente de él y cruzándome los brazos.

—A pasar una noche loca contigo.—me sonrió morbosamente.

—¿A qué vienes?—volví a preguntar con seguridad ignorando su respuesta.

—Ya te lo dije, tonta.—soltó una carcajada. —Le prometí a tu novio hace tiempo que iba a ocupar su lugar en la cama para que no sientas frío.

—¿Dónde está Colín?—pregunté con el corazón precipitado pero intentando parecer coherente y racional.

—Seis metros bajo la tierra.—contestó y mi estómago se apretó. —Vamos, Rose, no pongas preguntas estúpidas, ya conocías esta respuesta.

—Te voy a matar.—lo miré a los ojos llenos de coraje, apretando el puño.

—Tengo que confesarte que me asustaste mucho.—se burló mientras dirigió su mirada hacia un lado de la habitación donde se encontraba el biberón de María. —¡Oh, Oh!—le hizo señal a un hombre. —Creo que acaba de cambiar mis planes.—se rió.

—¿Ya no voy por el mocoso?—preguntó uno de sus hombres.

—A mi hijo no lo toques.—grité con el corazón acelerado cuando el teléfono de la casa empezó a sonar.

Intenté dirigirme hacia él pero un hombre se puso en frente, negándome la acción.

—Ven por el bebé—habló Alberto y los dos hombres empezaron a ponerse en marcha.

—¡No!—grité, poniéndome en frente de ellos y golpeándolos, pero ellos lograron pasar por mí, así que me vi obligada a seguirlos.

Mi corazón estaba a punto de explotar y el miedo se apoderó de mí.

—Alberto, por favor, haz conmigo lo que quieres pero por favor deja a mis hijos en paz—supliqué llorando.

Noté su risa burlona y en ese momento agarré un vaso donde había flores y lo tiré directamente en la cabeza de uno de esos hombres que caminaban hacia las escaleras. Los dos se pararon, uno con la cabeza sangrando que se había sentado en el suelo mareado y el otro que empezó a caminar hacia mí nervioso, agarrándome por el brazo con fuerza, a punto de rompérmelo.

—¡Suéltame!—grité.

El teléfono no paraba de sonar y Alberto, molesto, lo agarró y tiró en el suelo haciéndolo pedazos. Volvió a acercarse hacia mí. Me miró a los ojos y se rió.

—Eres una puta y no eres digna de ser salvada.—espetó de mala gana. —Colín murió por mi mano, tú y tú hijos lo harán igual, maldita, desgraciada. —sacó la pistola, apuntándome en la cabeza con ella.

En un momento vi toda mi vida pasando por delante de mis ojos, momentos hermosos o tristes, recuerdos envueltos en amor o amargura, ya no importaba, lo único que quería era saber a mis hijos bien. Y entonces entendí que la vida pasa mientras que tú te estás haciendo planes, que no se trata del desarrollo de tus problemas, tampoco de la felicidad, si no, de ser presente en cada momento de tu vida.

Y entonces lo inevitable pasó...

El sonido del disparo fue lo último que escuché antes de cerrar los ojos con fuerza. No sabía si aún estaba presente o muerta, logré entender toda la situación en el momento en el cual escuché el segundo y tercer disparo, momento en el cual el hombre que me tenía agarrada me soltó.

Abrí los ojos y giré la cabeza hacia detrás, de donde provenía el sonido de unos pasos.
Alberto seguía vivo, sangraba fuertemente del abdomen cuando mi abuelo se le acercó.

—Con mi familia nada se mete.—habló ácido mi abuelo. —¡Jaque mate!—le sonrió mi abuelo en el momento en el cual la policía entró en la casa.

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