CAP (51). Mi lugar

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La mañana me encontró entre sus brazos cálidos, de donde no quería escaparme para nada en el mundo. Despertar del sueño y verlo a mi lado fue una realidad difícil de aceptar, así que decidí asegurarme de su presencia y mirarlo por el precio de unos minutos mientras dormía complacido y tranquilo.
Sentí cómo todas mis ganas de hacerlo entender lo difícil que es vivir sin él desaparecían, por lo tanto, me vi obligada a levantarme y seguir con el curso normal de cada uno de mis días.

Recogí un vestido color azul del armario y agarré las joyas que en la noche pasada dejé en la mesita de noche, después con pasos lentos salí de nuestra habitación y me dirigí hacia la habitación de huéspedes donde pensaba hacer una ducha sin tener el miedo de que podría despertar a alguien.

Fueron las seis de la mañana cuando por fin estuve lista, bajé las escaleras en ritmo alerta y una vez llegada en la sala me puse los tacones. Agarré las llaves del coche y salí sonriente de la casa, no antes de decirle a Natalia que prepare el desayuno para ellos y...antes de darle unos pequeños consejitos para que todo mi plan funcione.

En la empresa había un aburrimiento tremendo, como la señora Blanca no logró pasar por allá, tampoco había contratos nuevos, prácticamente nadie hacía nada porque la empresa parecía muerta. Intenté llamarla un par de veces pero tenía el teléfono apagado. No sabía nada de ella, había desaparecido, tampoco sabía qué iba a decirle ahora a Colín sobre su madre si iba a preguntarme por ella.

Eran las diez de la tarde y yo me encontraba diseñando unos hermosos vestidos al lado de un otro diseñador que la señora White contrató hace unos meses, cuando la puerta de mi despacho se abrió de golpe y la mirada de Colín me fijo para que después se clave en el chico que lo miraba también.

—¡Buenos días!—sonreí levantándome del sillón mientras cerró la puerta detrás de el, mirando aún con fijación hacia mi amigo, quien después de haberlo saludado cordialmente volvió a su trabajo.

—¿Quién es este?—me susurró al oído cuando, por fin, hemos llegado uno en frente de otro.

—¿Tú quién crees que es?—pregunté aguantándome las risas.

—¿Salimos a comer?—evadió mi pregunta y me miró a los ojos, esperando una respuesta positiva de mi parte.

—No se puede—me encogí de hombros. —Tengo que seguir con mi trabajo, no seré nada profesional si dejo al pobre Samy con todo—,me mordí el labio inferior.

—Sí, pobre Samy...—siguió Colín con una dosis de ironía.

—Aparte, tú también tienes que cumplir con tus deberes.—levanté una ceja.

—Hablé con tu abuelo a que se encargue un día más de la empresa... Yo pensaba en pasar un día contigo y con nuestros hijos.—habló y muy poco me faltó para mandar todo a la mierda y abrazarlo.

—Si amor pero sabes que los niños tienen un programa muy pesado,¿puedes llevarlos tú hoy?

—Claro, pero dime de dónde.—me sonrió.

—Bueno, Lana debe llegar a sus lecciones de piano y sería muy bueno que no llegue tarde ya que la profesora es muy loquita.

—¿Lana está tomando lecciones de piano?—preguntó confundido mientras me dirigí a mi escritorio, de donde saqué mi agenda.

—Diego tiene que llegar a sus entrenamientos de tenis.—añadí.

—¿Ya no le gusta el fútbol?—preguntó más confundido.

—Y lo último, cariño, María tiene cita con el doctor. Cuidado que llora y llora cuando llega allá, tiene los sentidos muy buenos esa chica.

—¿No podrías acompañarme?—me miró algo asustado. —Realmente no sé si María estará tranquila si está sola conmigo teniendo en cuenta que apenas me está conociendo.—murmuró en cuanto volví a su lado.

 Millionaire   ©®   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora