CAP (8). En tí

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Narrativa:Rose Paige


Extrañaba el sentimiento de aburrimiento. Ese increíble momento en el cual sientes flojera para hablar, comer o hasta respirar.

Estaba caminando al lado de Isabel y Amalia hacia la casa del hombre que organizó su fiesta de despedida de soltero. Mis pies se movían cansados y sin ganas como siempre. Había sido un sábado lleno de cansancio. Diego insistió y suplicó de manera intensa en hacer algunas actividades que al final acepté porque la sonrisa de mi hijo era la más importante y me importaba enseñarle a mi hijo que una promesa hecha siempre debe ser cumplida.

—Vamos a quedar en algo, el soltero es mío—se apresuró a decir Isabel, en tono divertido pero al mismo tiempo serio. — Soy la más vieja entre ustedes, así que me parece justo que sea yo quien escoja primero.

—Quédate tranquila con él. Yo quiero a su mejor amigo —se burló Amalia, mirándose las uñas justo cuando caminábamos al lado de un farol que iluminaba la calle tan oscura de esa noche. —Siempre en una despedida de solteros, el novio es un asco, siempre se pasa de emocionado y acaba rápido, en cambio, el amigo...—soltó una carcajada.

—Rose, te tocará el que queda.—habló Isabel girando su cabeza hacia mí. —¿Me estás escuchando?—sentí un ligero golpe en mi hombro.

—A mí eso no me importa, solo quiero que acabe de una vez— repliqué girando mi cabeza hacia ambos lados para mirarlas.

—Las despedidas de solteros nunca acaban rápido, Rose.—espeto Amalia. —Todos se meten con todos. Como hace poco dije: son un asco.—repitió.

—¿Qué?—abrí los ojos de golpe, parándome en media calle, cambiando mi humor al instante.

—¿Nunca participaste en una despedida de solteros?—preguntó Isabel levantando una ceja y luego negó ligeramente con la cabeza. —¿Alex nunca te mandó a una?—volvió a cuestionar en tono molesto.

—¡Ay, Rosita!—exclamó Amalia tomándome del brazo para seguir caminando a su lado. —Mantente a mi lado, intentaré aliviarte el trabajo.

—¿Qué tan malo puede ser?—pregunté con un nudo en la garganta.

—Lo verás—escupió Isabel de manera cortante. —Eres la más joven entre nosotras, seguro serás la elegida de muchos. Ventajas y desventajas, querida mía.

—Tu belleza es un peligro, Rose—añadió Amalia—pero, aquí estamos Isa y yo, no te dejemos sola. Cuenta con nosotras.—sonrió para después mirar hacia Isabel. —¿Verdad, Isa?

—Claro.—dijo, parándose en frente de una puerta enorme. —Hemos llegado—presionó un botón y una voz de hombre se escuchó junto con la aparición de una pequeña cámara de vigilancia que salió del lado derecho. —El comienzo no está nada malo.

—El final será dramático—susurré profundamente.

Las puertas negras y grandes se abrieron y un jardín enorme con una casa en medio, rodeada de un montón de coches de lujo, apareció. La música se escuchaba a nivel máximo, haciéndonos a las tres mirarnos entre nosotras. Aunque ninguna se atrevía a decirlo, nuestras caras mostraban la misma preocupación.

El sonido de nuestros tacones se silenció por la música. El miedo que se había implantado en mí me impedía seguir caminando con normalidad.

—Este es el coche de Edward—tartamudeó Amalia, mirando de forma fija un Jaguar negro que estaba estacionado al lado de otros coches de lujos.

Edward era uno de los millonarios más conocidos por su aspecto físico, más claro era el segundo millonario deseado. Amalia cayó rendida en frente de él hace tres años y desde entonces seguía enamorada de él, aunque el hombre hace poco se había casado con una actriz.

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